Partida Rol por web

Duna se sobresalta ante la granada y rápidamente se pone a cubierto, luego del lio sale con sur ecortada desenfundada mirando a todos lados hasta que escucha la voz de Rufio hablándoles; entonces se dirige ahcia el mirándolo fijamente

Escucha bien muchacho, TU elegiste el lugar de trueque, y TU eres el que quiere ese aceite; nosotros somos meros transportistas. Asi que será mejor que nos ayudes a resolver lo que sucedió aquí si no quieres que "Doble K" se entere de que has armado una jugarreta para robarle.

Dice sañalando el lugar en el que estan, y la dirección en que se escaparon los ladrones.

Si fuera por el trabajo que tenemos que hacer, me basta con decirle a Rex que te vuele los sesos por rata ladrona; pero por alguna razon no creo que sea cosa de ustedes. Si quieren demostrarlo, será mejor que recuperemos ese aceite, sino Rex ya sabe que hacer, y ese penacho rojo le sienta muy bien de objtivo...

La expresión en el rostro de rufio no parece agradable, esta claro que no le gusta nada de lo que le habéis dicho sugiriendo que lo que haya pasado es culpa suya.

Esta zona solía ser segura antes pero han aparecido unos salvajes por aquí recientemente. A esos capullos no los hemos tráido nosotros así que serán rivales de "Doble K", primero resolver el problema - os dice mientras retrocede hasta la posición del remolque con el depósito. Pero no me fío de vosotros así que uno de nosotros viajará con vosotros, si a su vuelta habla a vuestro favor seréis gente de fiar y confiaremos en vosotros.

La granada tomó por sorpresa a Pesar. ¿Cómo había permitido que aquello ocurriera? Me estoy ablandando... esto no es bueno para el negocio. Cuidándose de que su desconcierto pasara desapercibido, se cruzó de brazos y dejó que Duna hiciera el trabajo. Aquel bribón era capaz de convencer a las piedras de que hicieran lo que él quería si se lo proponía, así que no tenía sentido interferir. Había momentos para hablar y también para callar. Y ese era uno de los segundos. Sobre todo porque tenía que descubrir qué le había pasado, por qué su percepción del mundo que lo rodeaba no le había advertido de lo que estaba avecinándose.

Una vez que el niñato aceptó el trato, de detrás de su pasamontañas se volvió a oír su voz, calma, sin intenciones de asustar más a la tribu.

-¿Por dónde debemos ir? ¿Tienes idea de dónde se encuentra su asentamiento?

Los hemos visto rondando por esta zona pero no parecen tener un punto fijo como un asentamiento. Llevan poco por aquí y parecen estar buscando a algo o alguien.

Rex gruñó. Sus dedos estaban blancos de sujetar con fuerza su arma. Tenía unas irrefrenables ansias por usarla con este tal Rufio, pero ...

Los negocios son los negocios. Vuestros problemas no nos tienen que tocar los cojones a nosotros. Os hemos traido la mercancía que buscabais y esperamos que nos paguéis.

Rex terminó su larga charla (para él) con un gruñido.

Pesar sintió que sus manos comenzaban a sudar y algo parecido al nerviosismo invadía su persona. Su intuición le dictaba que sus fantasmas acechaban más cerca de lo que esperaba. ¡Malditos caníbales y la hora en la que se topó con ellos! Tenía que asegurarse, tenía que saberlo. No podía permitirse que los encontraran con la guardia baja. No quería volver por nada del mundo a ese lugar.

Sin decir nada más, se subió en la parte trasera del auto y echó la cabeza hacia atrás, inerte, como si se tratara de un muñeco. Había una forma de encontrarlos y bien que sabía cual era. Allá iba.

Antes de pasar a resolver el movimiento necesito tu colaboración con un par de cosas sobre "Abrir tu mente":
- ¿Qué aspecto tiene para ti la vorágine psíquica?
- ¿Cómo te comunicas con ella?

Una vez que me aclares como lo percibe tu personaje te responderé, y te haré las preguntas de rigor ;)

Pesar se interna en la vorágine psíquica donde puede observar unas luces con forma de nubes. Mientras se mueve a través del espacio como un pájaro planeando reconoce algo en una de esas nubes de luz. Allí puede ver como los canibales lanzan unas granadas y se alejan llevándose unas garrafas de aceite lubricante en dirección hacía la espesura, lo que parece ser un campamento improvisado donde antiguamente había un complejo artificial con cuerdas, poleas, redes, altas paredes...

Allí es donde se han dirigido los canibales, ¿Será una trampa? ¿Un intento de hacer las paces? O tal vez solo buscan provocaros, otra vez más.

Bien, pesar, ahora viene la parte más divertida para mi. Debes responder a estas dos preguntas, si lo prefieres puedes hacerlo solo para el director.

- ¿De todos tus compañeros quien no quieres que muera porque sientes algo más que interés por esa persona?
- ¿Cual es tú historia con el jefe de los caníbales?

El sumergirse en la vorágine psíquica siempre arrastraba los pensamientos de Pesar por derroteros extraños. Aquella vez en particular, mientras el ave apresaba la imagen del campamento caníbal, se encontró rumiando sobre Coronas y la relación que los unía. No sabía por qué, pero un odio visceral asaltaba su ser cada vez que tenían que interactuar. Odio que tan sólo era contenido por el conocimiento de que el médico era necesario para la supervivencia del campamento y de todos ellos incluidos. Aquel odio llevaba a Pesar a desearle una vida larga, pero llena de dolor. Imaginaba que se metía en su mente y que jugaba con sus pensamientos, retorciéndolos, viciándolos, lastimando los recuerdos de aquellos a quienes más quería. Su vena sádica explotaba cada vez que podía fantasear con aquel momento en el cual lo tuviera a su merced. Por ello intentaba protegerlo cada vez que estaba en su mano. Si él moría a manos de otros, su placer sería cercenado y aquello no era algo que pudiera soportar.

Deleitándose en las vejaciones mentales que algún día provocaría en Coronas, se dejó llevar más y más cerca del campamento, percibiendo sus olores, escuchando sus gritos por sobre la cacofonía mental que envolvía su pensamiento, llegando hasta él, Polilla, el líder de los caníbales. El placer dio paso al terror.

-No... NO! -sin ser consciente de lo que hacía, el grito angustiado abandonó su garganta. Allí estaba esa escoria humana, aquel cuya insana obsesión no dejaba que durmiera con tranquilidad por las noches. Siempre huyendo, siempre teniendo que cargar con su secreto a cuestas.

Había ocurrido tiempo atrás, aunque no tanto como para que la distancia que los separaba hubiera enfriado las cosas. Pesar había tenido un mal viaje, uno malo de verdad. La mierda que había consumido había barrido su conciencia de una manera dolorosa, dejando su cuerpo frágil e indefenso. Entonces ellos se lo habían encontrado a la orilla del camino.

Pocos recuerdos guardaba de ese momento. Su capacidad psíquica le posibilitó borrar lo más doloroso. Pero no se permitía olvidar del todo, no cuando el Polilla todavía respiraba. Tras unos días de pequeñas pero agonizantes mutilaciones (las risas de los muy jodidos celebraban ir comiendo su cuerpo de a poco -carne fresca permanente, decían), Pesar logró armar su cabeza otra vez, volver a reunir su psique y con ella sus poderes. Logró juntar las fuerzas suficientes para volverse casi una entidad sagrada a ojos de aquellos bárbaros. Por un tiempo dejaron de molestarle. Por un tiempo, pudo jugar con sus cabezas y devolver parte del dolor que le habían infringido. Por un tiempo.

Hasta que algo se jodió en la cabeza del Polilla. De ver a Pesar como un nuevo mesías, el líder de los caníbales decidió que podía alcanzar la inmortalidad, sembrando en su cuerpo su semilla y haciéndola germinar en un hijo, un semidiós que le daría el dominio de aquel continente.

Con dolor y sudando por el miedo, Pesar volvió en sí. Había dejado la vorágine y con ella sus deseos más perversos y sus miedos más atroces, atrás. Era hora de seguir con la misión.

Mientras se encontraba en trance, Pesar comenzó a agitarse y revolverse en el asiento trasero del coche de Duna-. No, NO!

Su voz, demasiado ronca para ser femenina, demasiado aguda para ser de un hombre, mostraba angustia y terror. Poco después, volvió en sí-. Son los caníbales. Otra vez ellos. Tienen el lubricante aunque no sé si lo tomaron por rapiñar o si están buscando atraernos a su campamento.

Rex emite un gruñido, su forma básica de comunicación. Su arma estaba cargada desde el momento en que la arrancó de las manos muertas del hombre al que la robó. Apunta al joven Rufio.

Jodidos traidores. ¿Dónde están los putos caníbales?

Rex Puede hacer otra multitud de preguntas, como por ejemplo ¿teníais pensado quedaros con el botín después de matarnos? ¿Qué tal has pasado el día? o ¿dónde consigues esas ropas tan chulas?. Pero no es hombre de muchas palabras.

Duna cierra los ojos y respira hondo.

Estos caníbales entrometidos me tienen cansado...

levanta bruscamente la vista y mira fijo a Rufio

...vamos a recuperar ese paquete y hacerle una visita a los caníbales. Espero que no nos enteremos que ustedes están asociados a ellos, en caso contrario no vamos a negociar con lubricante.

Dice tranquilamente y se dirige a la camioneta.

Si nadie tiene nada mas que decir, podemos empezar la cacería.

Rex emite un gruñido de aprobación y sube a la furgoneta junto a sus compañeros.

-Se fueron hacia el sur. Parece que tienen un campamento por aquí cerca, aprovechando un sitio abandonado que parece un matadero o algo así. Una reliquia pre apocalíptica -la voz de Pesar se oía neutra. Aunque no iba a admitirlo, la experiencia de sumergirse en la vorágine psíquica había mermado sus fuerzas y su humor no era el mejor en aquel momento-. Si queremos recuperar el cargamento, no demoremos más. Pronto dejarán el lugar para ir a su asentamiento.

Rex emitió su habitual gruñido que significaba aprobación. Pesar había marcado una dirección a seguir, así que ya sabían lo que hacer.

Saltó sobre el vehículo haciendo que este se hundiera en la arena y trepó hasta situarse en la parte superior. Gritó salvajemente varias veces, mientras se golpeaba el pecho y sus babas salpicaban sus hombros debido al movimiento de su cabeza.

¡AL SUR, AL SUR, AL SUR! UUUUUUUUUURRRRRGGGGG.