Partida Rol por web

- No te preocupes Santi, de momento el vendaje que me hice con el trozo de vestido aguantara. Cuando lleguemos a casa podremos ver mejor como esta y podremos curarlo. María mira a su alrededor viendo que poder hacer.

- Tenemos que salir por la salida de Nuevos Ministerios. Le comenta a Santi señalando la salida. - Parece mas fácil y es la que mas cercana esta a mi casa. Quizá en el centro comercial podamos encontrar cosas que nos sean de utilidad, pero quizá también encontremos muchos mas seres de esos allí dentro.

Después la chica busca en su bolso las llaves de su casa y las guarda en su bolsillo derecho y las llaves de su coche en el bolsillo izquierdo. Tras eso deja la bolsa con su vestido roto y el otro zapato en el suelo para evitar llevar mas cosas que puedan hacer ruido. Solamente se va con su bolso y la otra pareja de zapato de tacón que cogió para defenderse si fuera necesario.

Maria coge la mano de Santi. - Vamos, no podemos quedarnos aquí mas tiempo. Intentemos no hacer mucho ruido.

No puedo creer lo que ven mis ojos, tanto los horribles y espantosos seres que nos rodean como la muerte de aquel hombre que se había convertido en compañero de viaje, parece que este es mi último día en la vida, quién pensaría que este sería mi destino, morir a mano de monstruos sacados del averno desgarrándome la carne como si de un banquete se tratara.

No quería que fuera tan fácil para ellos así que pensé en ir a gatas entre sus piernas, que al menos les costara trabajo tener algo de mi carne, yo ya no podía hacer mucho, estaba completamente rodeada, ya mi mente se encontraba en blanco, solo era yo contra la multitud buscando un último aliento.

Turno 12

Bueno, seguimos en la misma tesitura. Santi y María postean por un lado, y todos los demás por otro. Me pongo manos a la obra.

(Sigue...)

Cuando Santi echa un vistazo a María, bajo la tenue luz que entra por las entradas, se da cuenta de que está herida, y de que sus ropas están hechas jirones. La pernera del pantalón de su pierna herida no es más que una tira de tela teñida de sangre, sólo ceñida por el pedazo de vestido que ha usado para vendarse, y la mitad inferior de los botones de su blusa han saltado por los aires en el forcejeo, dejando entrever un ombliguillo pálido. Esa ropa difícilmente protegerá del frío.

La joven se decide por las escaleras más próximas, que suben hacia el edificio de Nuevos Ministerios, e intenta esquivar los grupos de zombis que pululan por el área. Seguida por Santi camina en silencio ocultándose por las anchas columnas metálicas que saltean el intercambiador, encontrándose con varias manchas de sangre y pudiendo ver una docena de cadáveres inmóviles, bultos informes a los que prefiere no acercarse, por si los zombis.

Finalmente alcanza las inmóviles escaleras mecánicas, y Santi y ella las transitan hasta llegar arriba. El sol comienza a irse, pero todavía hay luz. Ambos se encuentran en una estructura amplia, de cristal, en forma de cubículo y que tiene dos salidas. A través del techo puede verse el cielo de Madrid, azul y nuboso, pero no se escucha nada. La salida de la izquierda va a dar a la Castellana, donde se pueden ver montones de coches inmóviles y cadáveres tirados en el asfalto como muñecas rotas. La salida de la derecha va a dar a los jardines y al aparcamiento del edificio de Nuevos Ministerios, un gran recinto cerrado en el que también hay algunos cadáveres salpicando el paisaje.

En cuanto os esforzáis un poco podéis ver que hay algunas figuras torpes, espaciadas, moviéndose aquí y allá. Zombis, sin duda. Pero están mucho menos concentradas que en el metro, y es posible que no tengáis que lidiar con ellas en absoluto. Además de vosotros, en la estructura de cristal hay un hombre negro con una colorida túnica africana, alto y delgado, tirado en el suelo boca abajo. A su lado hay un hatillo blanco, lleno de quién sabe qué. La cabeza rapada del cadáver presenta un sanguinolento agujero de bala.

(Sigue...)

Rafa, Nerea y Chuck comienzan a deslizarse con cuidado sobre el cableado, hacia el sur. La niña no dice nada; sólo mira a los dos adultos desde abajo, con las comisuras de los labios hacia abajo y sus infantiles ojos azules abiertos por el pánico. Después, a cuatro patas, comienza a moverse entre Rafa y Chuck.

Aunque los enganches del cableado crujen de vez en cuando, parece que el invento funciona. Poco a poco los tres supervivientes se dirigen hacia el sur, seguidos por la muchedumbre de admiradores que andan muertos por sus huesos. Literalmente. De vez en cuando, algún zombi especialmente ágil pega un saltito y golpea los cables sobre los que os encontráis.

El trayecto se hace tremendamente lento, y la presión de estar siendo observados por una mórbida marabunta de seres humanos muertos, dispuesta a devoraros en cuanto cometáis un error, es una presión considerable. Rafa, que abre la marcha, comienza a sudar copiosamente cuando su pie resbala por un momento ante un temblor del cableado. Y Chuck, aunque intenta acordarse de los videojuegos de zombis que jugaba en su casa, tampoco logra mantenerse entero. Curiosamente, la única que logra controlar los temblores y el terror es la niña, que sigue con su mirada alerta y su rictos de tristeza, observando los centenares de rostros furiosos que os gritan desde abajo.

Pasa un buen rato, que para los dos adultos termina siendo realmente insoportable, hasta que llegáis a algo que habíais pasado por alto cuando os movíais por el túnel. Una escalerilla de mano, formada por un montón de peldaños metálicos clavados a la pared, y que llega hasta una trampilla en el techo. Abajo los zombis intentan subir por ella para alcanzaros, pero como tienen la motricidad de una tortuga borracha terminan enredándose en los escalones.

Si siguierais más adelante probablemente llegaríais a la estación, pero no existe esa posibilidad. Rafa y Chuck están realmente alterados, y no pueden aguantar más la presión del ejército de entes sobrenaturales que les siguen para matarlos. Pensando sólo en perderlos de vista, suben por la escalera junto a la niña hasta la trampilla; la abren, y ascienden.

El aire limpio y frío de la calle les llena los pulmones, y cierran con fuerza la trampilla perdiendo de vista a los no muertos. Sin embargo cuando miran alrededor no descubren una situación muy alentadora. Han accedido a un respiradero enorme; un hueco de cemento bajo la calle, de unos seis metros de profundidad. Ellos están en el fondo, y sobre ellos, para que los transeúntes puedan circular sobre ella, hay una pesadísima rejilla metálica a través de la cual se puede ver el atardecer en el cielo de Madrid, azul y nuboso, a través de huecos entre los barrotes cruzados.

No hay ninguna escalerilla que lleve hasta las rejas, y si la hubiera os dais cuenta de que son demasiado pesadas como para levantarlas con facilidad. Lo único que hay en vuestro agujero es un montón de basura: polvo, arena, piedras, envoltorios de chicles y chocolatinas, hojas de periódico arrugadas y húmedas... vamos, una porquería. Pero al menos estáis al aire libre, y a salvo.

Nadie pasa por encima del enrejado. Lo único que podéis ver sobre él es la rueda de un automóvil, que debe estar en marcha y en punto muerto porque podéis oír su motor, y a su conductora, una mujer de mediana edad y cabello oscuro que permanece tirada boca abajo, con sus ojos abiertos. Le falta un brazo, y un hilo de sangre desciende hasta un charco en vuestra posición.

Nerea, nada más llegar, se aleja de vosotros y se sienta en una esquina, mirando alerta hacia todas partes y sin emitir una sola palabra, con el mismo rictus triste que ha mostrado desde que la encontrasteis. Puede que Rafa y Chuck piensen que sería mejor bajar al metro, pero sencillamente no pueden hacerlo. No todavía.

(Sigue...)

En la estación, las cosas se han desmadrado. Lucía parece haberse quedado en blanco, quieta sobre el andén, observando con horror cómo los pedazos de Lucho y de Óliver vuelan por los aires, despedazados por la horda de zombis que los mordisquea y despieza como si fueran reses. Es algo capaz de traumatizar a cualquiera.

Entre todos los monstruos, Emily sigue forcejeando, tan cubierta de porquería, de sangre y de moratones que no se sabe dónde comienza su maltrecha ropa y dónde su piel. La joven lucha como una auténtica jabata, pateando, coceando, golpeando y apartando las ansiosas bocas que la rodean. Muchas cosas han desaparecido en ella; su peinado, que no es más que un montón de pelo desordenado, su blusa, que no es más que un montón de jirones húmedos sobre su maltrecho sostén, y su cordura, que ya no consigue mantener por más tiempo. Los chillidos agudos y desesperados de la joven resuenan por todo el metro, llegando sólo a su compañera Lucía, que apenas es consciente de ellos. Milagrosamente, Emily sobrevive un asalto más.

(Sigue...)

Bien, recapitulemos para todos.

María y Santi están en el exterior, en la salida de metro de Nuevos Ministerios. Pueden dirigirse a los jardines y aparcamientos del edificio, pueden registrar el cadáver del hombre negro que hay tirado junto a ellos, o pueden salir a la calle e intentar llegar hasta el apartamento.

Chuck y Rafa están realmente afectados por la presencia de los chorrocientos muertos vivientes que les perseguían, y el pánico les ha llevado hasta un lugar seguro; un gran respiradero, un agujero de cemento bajo las calles de la Castellana cubierto por rejas, para que los traseúntes puedan pasear sobre él. No pueden bajar de nuevo a los túneles, (el shock se lo impide), y no hay mucho que hacer allí abajo. Pueden descansar, pueden gritar para intentar atraer ayuda o pueden intentar trepar hasta las rejas, pero eso es realmente difícil y puede acarrear una mala caída, (Músculo -2).

Lucía está ausente sobre el andén, pensando en las musarañas mientras los zombis devoran a Lucho y a Óliver, e intentan hacer lo mismo con Emily. Ésta ha perdido totalmente el control, y no puede hacer más que intentar huir, (1 en 1d6, como siempre).

La escena al llegar a la parte de arriba aunque era algo mas tranquila al no haber tantos de esos seres era de lo mas estremecedora. Delante de ellos se podía ver a un hombre de color, quizá un emigrante subsahariano o congoleño, pero eso no era lo importante. Se le podía ver en el suelo con lo que parecía un tiro en la cabeza y a su lado un anillo blanco. Maria siente un escalofrío ante la escena.

Después mira a los lados y ve ambas salidas. - Tenemos que salir por la de la Castellana, si la cosa se pone fea nos podemos meter en uno de esos coches para protegernos e incluso marcharnos. Pero ahora casi que preferiría llegar a mi piso para curarme esto.

Asiento ante sus palabras. – Si vamos, lo recojo un instante el hatillo y vamos hacía tu casa.

Mientras avanzamos ayudándola a caminar voy pendiente, aparte de esos seres, de alguna cosa que pudiera servir de arma, un bastón, un patinete, las armas de un policía protegiendo el ministerio de aquí al lado…

Mientras Santi va por el hatillo Maria empieza a caminar hacia la salida de forma cuidadosa intentando no hacer ruido mientras se va fijando en no chocarse con nada del suelo y mirando de reojo para ver que ninguno de esos seres se aproxima a ellos. - Dios nos tenemos que tomar una cerveza nada mas llegar a casa, aun estarán frías.... 

Cuando Santi se une a ella lo coge de nuevo. En ese momento ese hombre le hacia sentir segura, mas de lo que nadie se lo hiciera sentir antes.

-Dios... Y yo que pensaba que estaría preparado para algo así- pense al llegar al respiradero, todavía temblando un poco. El lugar parecía relativamente seguro, asqueroso, pero no era momento para ponerse finolis.
No podíamos hacer mucho ahí -Creo que deberíamos intentar descansar los nervios un poco... alterados sólo seremos presas fáciles- dije a Rafa, mientras me acomodaba un poco para descansar; pero no demasiado, siempre hay que mantenerse alerta.
Me quedé cerca de la niña, pensando en las cosas que habría visto a tan corta edad.

Con la camisa sicia y empapada de sudor Rafa se tomó unos instantes para calmar su respiración y examinar ese nuevo sitio. No le gustaba. Sin lugar a dudas era mejor que lo vivido bajo la tapa, pero eso era una ratonera.
Ante las palabras de Chuck simplemente asintió, pero lejos de quedarse parado, exploró la zona, con la vaga esperanza de dar con cualquier cosa. Ese lugar debía llenarse de agua facilmente con una tormenta, a menos que tubiera algún sistema de drenaje de agua... y con tanta porquería, debería de haber una forma de mantener el sistema de drenaje limpio para evitar que se estanque el agua. A parte, eso era un respiradero también, a parte fdela tapa tal vez había algún otro conducto que diera aquí, tal vez podría escuchar algo por él... se habrían cansado de ellos al no poder seguirlos?
Tras la exploración apagó la lámpara para ahorrar energía.

Turno 13

Bueno gentes, tenemos tres grupos diferenciados. A María y a Santi en el exterior, a Rafa, Chuck y Nerea en el respiradero y a Emily y a Lucía en el andén, (aunque ninguna de las dos ha posteado este turno). Aunque en esta ocasión vamos a hacer un crossover. Me pongo con ello.

(Sigue...)

María y Santi usan la salida que sale a la Castellana, y con muchísimo cuidado comienzan a caminar por ella. La gran avenida está inmóvil y silenciosa, excepto por los motores de algunos coches, algunas alarmas que se escuchan a lo lejos, y los movimientos torpes y descoordinados de algunos zombis que se pueden ver aquí y allá, en grupos mucho menos numerosos y más espaciados que en el interior del metro. 

Antes de salir de la estructura de cristal, Santi recoge del suelo el hatillo que el subsahariano llevaba, y lo carga a la espalda. No le es difícil descubrir que está lleno de bolsos chic, que el joven pretendía, probablemente, vender extendiendo la manta. María va delante, teniendo mucho cuidado de no acercarse a los monstruos y vigilando cada movimiento que percibe. Su compañero también permanece alerta, vigilando por si encuentra posibles armas o herramientas que puedan servir como tales.

Al poco de salir de la estación, un terrible alarido suena desde uno de los edificios altos que hay en frente. Hay un forcejeo en un balcón, que termina con una figura, (no podéis distinguir rasgos ni sexo), cayendo al vacío los doce pisos que tiene el edificio hasta estrellarse en el suelo con un sonido húmedo. La pareja se refugia junto a un coche en punto muerto, (conducirlo no tendría sentido, toda la calle está colapsada por vehículos parados), mientras los zombis que pululan por la vía se dirigen al lugar entre sonoros gemidos. 

En ese momento Santi mira al suelo, quizás de casualidad, y se pega una pequeña sorpresa.

Mientras Nerea, la niña, permanece con la cabeza entre las rodillas en el rincón, Rafa y Chuck alzan la vista al escuchar pasos sobre el enrejado de metal. María y Santi se encuentran allí, arriba, intentando no hacer ruido. Ambos están vivos, aunque con las últimas luces del día podéis ver que a María le falta una pernera del pantalón y tiene la blusa revuelta y rota. Una herida vendada de forma apresurada le decora la pierna.

El grupo metido en el respiradero puede ver cómo Santi baja la mirada, y se encuentra con la suya.

(Sigue...)

Entre la marea de zombis de la estación, sólo quedan dos mujeres con vida, y ambas parecen totalmente apáticas. La furia que consumía a Emily parece haberse esfumado, (no ha posteado este turno), y permanece con la mirada perdida y los brazos caídos a los lados, sin prestar resistencia, mientras los zombis la golpean, empujan y aplastan. Inexplicablemente, ninguno de los monstruos logra un impacto directo que acabe con su vida; la joven, medio desnuda y llena de golpes y moratones, tropieza y mira a la oscuridad completa que la rodea. Ya no sabe dónde está la salida.

Lucía tampoco. El último resquicio de luz desapareció cuando Rafa y Chuck, portadores de las linternas, desaparecieron en el túnel. La oscuridad la rodea completamente, y sólo puede intuir dónde está el hueco de la escalerilla que estaba mirando antes. Los sonidos húmedos y desagradables de los zombis llenan la estación, y algunos de ellos parecen estar subiendo hacia ella, como si la sintieran u oliesen.

(Sigue...)

Recapitulemos.

El destino ha hecho encontrarse a Rafa y Chuck con sus antiguos compañeros, María y Santi. Los mismos que, por cierto, tiraron una botella contra ellos convirtiéndolos en cebo de zombi. ¿Qué harán ahora?. ¿Los saludarán amablemente?. ¿Les invitarán a tomar algo en su nueva residencia?. ¿Les pedirán ayuda?. ¿Gritarán atrayendo a los zombis para que se los coman?. Es su turno, y su decisión.

Por otra parte, María y Santi pueden intentar salir corriendo, (lo cual podría llamar la atención zombi, tirada de Nervio), o bien podrían seguir moviéndose en silencio, (no necesitan tirada, los zombis están alejados y no se darán cuenta de su presencia). También podrían intentar levantar alguna sección del enrejado, pero eso haría ruido y atraería zombis, y es algo que no pueden hacer físicamente; necesitarían una cuerda o gancho, y usar el coche que está sobre las rejas. Evidentemente, si Rafa o Chuck comienzan a cantar por soleares atraerán la atención de los monstruos, y les verán.

Mientras, Emily y Lucía están totalmente a oscuras. Por un milagro de la vida la chica rodeada de zombis todavía no está muerta, y a Lucía la están empezando a cercar un nutrido grupo de monstruos. Teniendo en cuenta que no ven ni torta, Emily sólo puede intentar huir (1 en 1d6) y rezar por estar haciéndolo en la dirección adecuada, y Lucía sólo puede intentar llegar hasta la escalerilla para ocultarse, y hacerlo sin caer por el borde del andén, (tirada de Cerebro). También es su turno, y su decisión.

-¡Chuck, mira! Los otros.

Dijo señalando a Santi y a la pija, María.

-¡He, aquí!- Dice moviendo sus manos para llamar la atención de Santi, dando urgencia con la voz, pero sin alzar demasiado jaleo. Una vez hecho con la atención de la pareja, les pide.-¡Echadnos un cable! ¡Abrid la reja, por favor!  Frenad con el freno de mano el coche y abrid la puerta para que os tape un poco. ¡Usad los cinturones de seguridad del coche como cuerda para tirar y los cables para hacer una abrazadera con el enrejado!

Dijo esperanzado emfatizando con sus manos sus palabras, haciendo el gesto de tirar del cinturón de seguridad, y haciendo unos círculos con las manos señalando el hatillo con los cables alrededor de la reja.

Poco a poco mis fuerzas se esfumaban de mí, el jaleo, los golpes y empujones hacían que me quedara sin aliento, pero no quería rendirme, no quería que todo terminara esta forma; si el destino tiene preparado este como mi fin, pues le daré lucha a ese destino cruel que me ha puesto en este lugar y a esta hora para dar fin a mi vida, no va a ser tan fácil ni para mí ni para ellos.

Intento huir entre las piernas de los zombis arrastrándome cual perro, tratando de rodar y esquivar los golpes que pueda.

Si tuvierais cadenas, cuerdas o ganchos, podríais mover el coche unos metros y arrastrar una sección del enrejado, levantándolo. Tirada de Espíritu para encontrar algo que os sirva.