Partida Rol por web

Abrí mucho los ojos al ver aquella figura desvanecerse.

- Mi..Michael. ¿Qué era eso? -  Observé fijamente el sitio donde vi la figura desaparecer - ¿Lo habéis visto? 

- ¿Como? ¿Ver? ¿Que cosa? Ah... si, pueden tomar los libros, pero no deben maltratarlos o mi padre se molestara - respondio Michael, poniendose de pie y dandoles la espalda, fingiendo que ayudaba a Sebastian a buscar algo entre los diversos volumenes.

- ¿Cómo que qué cosa? - abrí mucho los ojos - ¡Estabas hablando con alguien! Acaba de esfumarse, estaba ahí, lo he visto...

¿Es que acaso había sido la única que lo había visto?

Ése parece interesante... No, no, ¡mejor ése otro... Espera... Ése quizás.

Mi mente vagaba entre las posibles historias que me esperaban con cada libro, sin lograr decidirme por ninguno.

Bueno, tranquilízate Sebastian, vas a tener tiempo para leer muchos.

Casi consigo decidirme por uno cuando Gabriella dice haber visto algo por las estanterías.

Si, la verdad es que a mi también me lo pareció... Digo en voz baja.

Aparto la vista de los libros y miro por donde creí ver la sombra antes.

Me acerqué a donde estaba Sebastian y metí el brazo en el hueco donde antes había estado el ser que, mira por dónde, no había sido la única en ver. Palpé las estanterías, pero sólo noté madera. No llegaba a tocar la pared, aún no era suficientemente alta. Me volví a Arthur.

- ¿Me ayudas porfa?

- No deberian de hacer eso. Podrian tirar algo o quedarse con la mano atorada. ¡Y si vieron algo, quiza se tratara de algun animal! ¡Posiblemente una rata! ¡No creo que quieras meter la mano en el nido de una rata! - comento Michael, perdiendo gran parte de su indiferencia mientras observaba sus intentos por tratar de alcanzar a aquella criatura.

- ¡Vamos, dejenlo ya! ¡No habra sido nada! ¡Sebastian, hay un libro interesante por aqui! Se llama "Criaturas miticas de los bosques ingleses". Seguro que te gustara. Tiene ilustraciones fabulosas - añadio Michael, intentando otra cosa para que desistieran de su idea. 

- ¿Chicos? ¡Vaya, no esperaba encontrarlos aqui, haciendole compañia a Michael! El siempre esta con sus libros... Bueno, solia estarlo, pero este año se ha mostrado mas interesado en explorar los campos y el bosque, lo que me parece estupendo para un chico de su edad. 

- ¡Pero vengan, la comida ya esta servida y sus padres querran saber donde se han metido! Estaran hambrientos, ¿o no? - dijo su tio, el padre de Michael, entrando a la habitacion.

- Hola Tío Steven. - digo saludándolo. Ahora mismo vamos. - añado buscando por donde vi desaparecer esa presencia. Por favor, danos cinco minutos.

Cuando Michael me ofrece el libro los ojos se me abren como platos. Justo entonces entra tío Steven.

Hola tío. Digo sin dejar de mirar de una lado a otro de las estanterías queriendo descubrir dónde estaba ese libro. Michael iba a dejarme un libro. En cuanto lo deje en mi habitación bajo a comer. Añado.

Me volví hacia Michael.
- Las ratas no hablan, al menos las de verdad.
Justo cuando entraba el tio Steven estaba bajando el brazo debido al cansancio.

- Vamos a lavarnos las manos y bajamos - les dije, como intentando recordarles lo importante que era la higiene. Pero hubo algo que me llamó la atención: ¿el primo Michael? ¿Recorriendo campos y bosques? Llevaban sólo una hora en la casa y no paraban de pasar cosas extrañas. Michael estaba excesivamente misterioso cuando en general sólo era aburrido. Lo que significaba que tenía un secreto que merecía la pena descubrir.

- Hola chicos. Esta bien, pero procuren no demorar mucho. Recuerden que los estaremos esperando para comer todos juntos. Michael los llevara si tienen algun problema para recordar donde esta el comedor de la casa. Con tantos cambios por aqui, podrian confundirse - replico el tio Steven, sonriendo y dandose la vuelta para retirarse.

- Muy bien padre, estaremos ahi enseguida - se apresuro a contestar su primo, mientras iba directamente hacia otro estante y tomaba de el un libro grande y pesado, con gruesas encuadernaciones de cuero adornadas con esquinas metalicas doradas. Se lo entrego sin mas a Sebastian y se dirigio despues hacia la puerta de la biblioteca, esperandoles. 

Michael se veia perturbado y cabizbajo. Ademas, sus mejillas se habian puesto coloradas, como si se avergonzara de algo. 

Guau, gracias Michael. Digo sin apartar la vista del libro. ¿Qué maravillosas cosas guardarían en sus páginas?

Lo dejo en mi habitación y voy a comer. Musito, aunque lo que realmente estoy pensando es en llegar a mi dormitorio, tumbarme en la cama y comenzar a leer el libro.

Salgo de la biblioteca y me dirijo con paso apresurado a mi habitación.

Si me doy prisa puedo leer un poco antes de que vengan a buscarme para comer.

Miré a Arthur cuando Sebastian se marchó. Y después a la silla detrás del escritorio. La arrastré como pude hasta las estanterías y me subí, para ver el hueco entre los libros donde antes me había parecido ver aquella figura. 

Sebastián se había marchado a toda prisa rumbo a su habitación después de que Michael le entregara aquel libro. Su tío se había retirado también y Michael había seguido a su padre, dejándolos a ustedes dos solos en la biblioteca.

Obstinadamente, Gabriela trato de subirse a una silla y seguir buscando aquella cosa que estaba segura de haber visto entre las estanterías. Pero su esfuerzo no fue bien recompensado.

Cuando su mano estaba entre los libros superiores, una zarpa huesuda, de piel seca y correosa, con largas y mugrientas uñas la agarro de la muñeca con fuerza y tiro de ella hacia la estantería, mientras una criatura horrorosa de color amarillo, calva y de aliento pestilente apareció desde su escondite atrás de los libros frente a ella:

- ¿Me buscabas? ¡A que no te esperabas esto, niña tonta! ¡Lárguense de aquí, no son bienvenidos!

Tan repentinamente como había surgido, el monstruo se retiró y Gabriela cayo con un grito desde la silla, golpeándose con las posaderas contra el suelo.

Dejas a tus primos atrás y apenas reparas en que tanto el tío Steven como Michael se marchan hacia abajo. Todo lo que quieres es la oportunidad de ojear ese maravilloso libro que aprietas fuertemente entre tus brazos antes de que te llamen a comer.

Todo el fastidio y aburrimiento del camino, el cansancio y hasta el hambre desaparecen cuando te arrojas sobre la cama con el libro abierto entre las manos. Pero de repente, una cosa salta rápidamente sobre tu espalda. Se siente como el peso de un gato y también notas zarpas que se hunden en tu espalda. Pero cuando te levantas sobresaltado de un brinco, lo que toma el libro y lo arroja por la ventana no es algo ni remotamente parecido a un felino.

La criatura oscura y escamosa te mira con ojillos de odio y, luego dice con voz rasposa:

- ¡Lárgate de aquí! ¡No eres bienvenido! ¡Vete o vendremos por ti esta noche!

Tras su amenaza, el monstruillo, de casi la mitad de tu estatura, salta bajo la cama y desaparece de tu vista.

Gabriella se quedó paralizada en el suelo del susto, no podía moverse.