Partida Rol por web

¡AY! Grito al notar un dolor punzante en la espalda, cuando me giro y veo a la criatura me quedo petrificado.

¡El libro! Pienso alarmado cuando lo lanza por la ventana.

Antes de que me dé tiempo a recuperarme del shock el pequeño ser ha desaparecido. Paso un tiempo en la cama temblando tratando de recuperarme del susto, cuando consigo reunir el valor suficiente me bajo de la cama y sin mirar atrás corro en busca de mis padres, tíos, primos o quién sea.

- Sebastian, ya te hemos llamado varias veces para que vengas a comer, ¿donde te...? ¿Pero por que tienes esa expresion en el rostro? ¿Te ha pasado algo? - inquiere la tia Margo al verte, cuando te topas con ella en la escalera. 

Me me me a...atacó un ani...imal. Digo con dificultad, casi tartamudeando por el susto y la carrera que me había pegado, al tiempo que trataba de tocarme el punto de la espalda donde había sentido las zarpas del extraño ser.

Con el rostro compungido me acerco a mi tía con la intención de ir ya al comedor, no quería decirle más, que no había sido un animal si no una especie de monstruo y que me había amenazado ya que sabía lo que los adultos pensarían de esas cosas, y si insistía en ello lo más seguro era que me castigaran a quedarme en mi cuarto y no quería estar solo.

Y tengo que decirle a Michael lo de su libro.

- ¿Un animal? ¿Pero que clase de...? ¡Eh, espera! ¡Sebastian! - grita tu tia, pero tu corres hasta llegar al comedor. Tus padres y los de tus primos ya estan ahi, esperando a los demas. Michael observa tu llegada con mucho interes. Tu rostro palido y el semblante de miedo que tienes parece inquietarle o llamarle la atencion. 

Aún acalorado entro en el comedor, una vez allí dejo de correr y en silencio me siento en mi sitio, me quedo con la cabeza mirando el plato, sin juguetear con los cubiertos como acostumbro, esperando alguna reprimenda por llegar tarde.

Despues del inesperado encuentro en la biblioteca, Gabriela y Arthur corrieron sobresaltados en busca de sus padres y los encontraron en el comedor, junto a sus tios, a Sebastian y a Michael. Todos los niños tenian expresiones alarmadas o el rostro palido y los adultos se inquietaron por ustedes. Pero cuando trataron de explicar lo sucedido, nadie pudo creerles y todo fue atribuido al cansancio del viaje, un exceso de imaginacion infantil y a la impresion que podia causar en sus mentes la vieja casa familiar.

Era inutil insistir. Sus padres no les creian y tampoco sus tios. Solo Michael los observaba con interes, comiendo nerviosamente y en silencio. Cuando nadie lo vio, les hizo un gesto de que los esperaba arriba y tras terminar antes, pidio permiso para retirarse y salio del comedor, haciendo una pausa al pie de la esclaera para voltear a verlos e insistir con un gesto en que los veria en el piso superior.

Abatido por la incredulidad de los mayores desisto en tratar de convencerles.

Parece que Arthur y Gabriella también han visto algo raro, debo preguntarles después.

Al estar lejos de Michael no tengo ocasión de decirle lo de su libro, pero tras ver su gesto no me intranquilizo ya que espero verle luego.

En cuanto tengo ocasión me inclino hacia Gabriella y la pregunto acerca de lo que les ha sucedido a ellos.

¿Vosotros qué habéis visto? Susurro tratando de que no me escuchen los mayores, no quería otra reprimenda.

Como no. Nuestros padres no nos creyeron. Pero vamos. ¿Quien en su sano juicio iba a creer que unos niños habían visto u monstruo en la biblioteca? Nadie, evidentemente. A no ser que alguien más lo haya visto. Con esa idea rondando mi cabeza busco con la mirada a Michael. ¿Acaso el también lo había visto? ¿Que relación tenía con ese monstruo? Preguntas sin resolver que requerían una respuesta y pronta a ser posible.

Oigo como Sebastian pregunta a Gabriella y le miro con incrdulidad.

- ¿Acaso no lo ha oido? ¿Que más quiere? ¿Que se lo dibujemos?

Decido ignorar a Sebastian y centrar mi atención en Michael al cual asiento cuando nos hace la "señal" de vernos en el piso de arriba.

Poco después de que este suba hago una señal a Gabriella y tras disculparme con mis padres y tíos subo en pos de mi primo esperando que mi querida prima me siga.

Solo habia una manera de resolver sus dudas. Los 3 apresuraron sus bocados y terminaron la comida que les habian servido en un tiempo record. Sus padres bromearon acerca de la impaciencia de los jovenes por terminar rapido y volver a sus juegos. Pero ustedes sabian que estaban completamente equivocados respecto a sus motivos para abandonar la mesa con tal premura.

De modo que unos pocos minutos mas tarde, los 3 estuvieron reunidos con Michael en corredor que conducia hacia sus habitaciones. Michael abrio la puerta de un dormitorio desocupado y tras hacerles un gesto para que entraran, cerro la puerta una vez que todos estuvieron adentro, despues de asegurarse de que no habia nadie que los viera o escuchara en el pasillo.

- Yo si les creo - fue lo primero que dijo su primo al girar hacia ustedes. 

- Esas criaturas existen y estan por toda la casa. Andan de un lado a otro como les place, de modo que si los amenazaron o si quieren atraparlos, pueden hacerlo con mucha facilidad, ya que se ocultan en las sombras y en cualquier rincon oscuro para despues aparecer sorpresivamente. Lo mejor que pueden hacer es... marcharse cuanto antes. Deben convencer a mis tios de que estan enfermos o de que este sitio les asusta, que tienen alergias o lo que sea. O... bueno, hay otra opcion.

- Tendriamos que ir tras ellos. Esas cosas se llaman Darklings. Quiza... si... - vacilo Michael, sin atreverse a concluir su frase.  

- ¿Irme? ¿A donde? ¿A casa? Ni hablar. - digo. Y menos ahora que hay algo entretenido que hacer aquí.

Observo como mi primo deja la frase a medias.

- Darklings, ¿eh? ¿Que es lo que quieren? - comento. ¿Y como les seguimos?

Escucho a Michael con interés. Aunque algo asustado ni se me pasa por la cabeza el volverme a casa.

¿Y a ti no te hacen nada? Añado tras las preguntas de Arthur.

- ¿Que es lo que quieren? Pues... Son criaturas perversas, asi que... no lo se. Supongo que cualquier cosa maligna que sean capaces de hacer - respondio Michael, antes de quedarse pensativo unos minutos y luego decir:

- Yo... tengo un amuleto que me protege de ellos. Podemos conseguir mas, pero... es algo secreto. Nunca le he comentado a mis padres y no se si deberia decirselo a ustedes. Insisto en que su mejor opcion es irse rapidamente de aqui y nunca volver - repitio su primo, mirandolos con expectacion, aguardando la resolucion de los 3.

- No insistas primo. - le digo. Yo me quedo así que vamos a ir preparando más amuletos protectores de esos.

- Dime, ¿que necesitas?

Me había quedado en silencio desde el ataque del monstruo. Había comido rápidamente sin mediar palabra y me encontraba más pensativa que otra cosa. Cuando seguimos al primo Michael y entramos en aquella habitación, sufrí un escalofrío. Había leído mucho de animales mitológicos y seres que no eran de este mundo pero nada acerca de los Darklings. Lo que más temía era no saber a lo que estábamos enfrentándonos y qué nos acechaba. Miré a Arthur, estaba realmente decidido a quedarse. A mi me daba curiosidad saber más de aquellos monstruos, y mi primo era muy valiente. Me sorprendió la reacción de Sebastian. ¿Es que no tenía miedo? Bueno...él no había visto al ser grande...sólo al pequeño, el que llamó amo a Michael. "Espera...Michael...¿puede controlarlos con el amuleto?"

- Yo me quedo, y de todas formas ha sido un viaje muy largo...sería difícil convencer a nuestros padres de irnos antes de mañana... Michael, ese amuleto...¿qué más poderes tiene?

- ¿Poderes? Mm... Pues no lo sé con seguridad. En fin. Si tanto insisten, supongo que no tengo más remedio que mostrárselos - replico Michael con evidente desgana, moviéndose hacia la puerta de la habitación. 

- Realmente no quiero hacerlo. ¿Por qué no simplemente se marchan, eh? – agrego Michael de mal humor, mientras los conducía por las escaleras hacia la entrada de la casa y luego más lejos de ella, caminando resulto hacia las afueras de la vieja construcción familiar.

Sin aminorar el paso,  renegando y sin duda muy enfadado, Michael siguió caminando a toda prisa hasta dejar atrás la reja de la entrada y enfilo directamente hacia el bosque. Quizá pensaba que les faltaría valor o deseos de seguirlo, pero se llevó una decepciona al ver que los 3 estaban ahora más dispuestos a seguirle en aquella aventura. ¡Después de todo, era lo más emocionante que les había ocurrido, no solo durante el viaje, sino en toda su vida!

Una media hora de andar con paso veloz por el bosque los alejo considerablemente de su lindero. Su primo daba muestras de conocer perfectamente el camino, ya que no vacilo ni mostro dudas acerca de la dirección que debía seguir, aunque para ustedes, internarse de manera tan precipitada en el bosque no dejaba de causar cierto asombro y miedo.

La luz solar fue disminuyendo a medida que se adentraban entre los añosos árboles. Sus frondas cubiertas de hojas dejaban sus gruesos troncos y el suelo cubierto de hojarasca, raíces, matorrales y hongos en una semipenumbra.

Ya tenían la respiración agitada y la frente cubierta de sudor cuando finalmente arribaron a su destino. Michael se detuvo frente a un agujero entre las raíces de un árbol vetusto. El hueco en la tierra era como de un metro de ancho, pero solo medio metro de alto. No podían ver lo que había adentro o adivinar su profundidad, pero su primo no vacilo y se internó en el boquete con un gesto de resignación.

Hubo cierta indecisión de su parte, pero si su apocado primo podía hacer eso, ustedes no iban a ser menos. Uno tras otros se colaron por la abertura. Descubrieron que el fondo estaba muy cerca y era de tierra suave y húmeda, con un intenso aroma a vegetación. Un túnel de techo bajo, por el que tenían que andar a gatas en una oscuridad casi total les condujo, al cabo de unos 20 metros de andar hacia abajo, a lo que parecía la boca de un pozo de piedra.

Michael se dejó caer por ahí, así que hicieron otro tanto. La caída era de solo un metro y ya en el suelo, que resonaba con el golpeteo de sus pies sobre el suelo de roca tallada, vieron que el pozo era en realidad el final de un corredor de fría piedra, estrecho y con las paredes cubiertas de alguna especie de hierba trepadora. Pero lo más sorprendente era que había luz, un tenue resplandor azulado, el cual provenía de ciertos cristales, incrustados en la pared.

- No traten de arrancarlos ni de tocarlos. No se puede. Y además, duele – les advirtió Michael.

Al otro extremo de aquel angosto pasaje, podían vislumbrar el comienzo de una escalinata y escuchar ruido. Sonaba como agua corriendo y además, voces… Voces extrañas, unas agudas, otras chirriantes, unas más graves y secas o alegres y tintineantes, además de unas pocas con matices que se dirían cristalinos o metálicos.

- Es su última oportunidad de dar media vuelta y olvidarse de todo esto. Después, será muy tarde. Entraran a un mundo del que una vez que formen parte, no podrán salir -  les advirtió su primo.

Mientras Michael nos guía fuera de la casa yo miro a un lado y a otro buscando el libro que me dejó, aunque sin éxito.

¿A dónde estará llevándonos? Me pregunto intrigado.

Por supuesto que no tenía intención de darme la vuelta pero igual nos quería asustar más conduciéndonos a la guarida de los pequeños monstruos.

Tras introducirnos en el tocón y comenzar a oír aquellas extrañas voces aquel pensamiento se hizo más fuerte, aunque si ya había ido hasta allí no era momento de retroceder.

¿Vamos hacia allá? Pregunto señalando el lugar del que proceden las voces. Mi voz no suena todo lo segura que me gustaría, si no algo titubeante.

- Es su decision. Ustedes deben elegir - se concreto a responder Michael, aguardando de pie su resolucion. Seguir adelante o retroceder. 

El camino fue largo. No estaba acostumbrada a andar tanto, al esfuerzo físico. Por lo que seguí a Michael no sin poca dificultad. Parecía conocer cada árbol del sendero. Caminar por el bosque no fue sencillo y más de una vez trastabillé y caí. Para cuando llegamos a la boca del tocón, ya estaba cubierta de barro y hojas. sabía que mis padres se enfadarían por el estado del vestido y los zapatos, pero en aquel momento no me importó: aquello era una aventura. Seguí a mis primos a través del hueco en el árbol y nos adentramos juntos en las profundidades de la tierra. Estaba maravillada por todas las cosas que veía, en mi vida había encontrado nada parecido. Cuando llegamos al túnel de los cristales, Michael debió de decir aquello por mí, ya que estaba a punto de tocar uno de ellos. Pero las voces me distrajeron. Un coro de sonidos chillones nos aguardaba al final del túnel, y de nuevo, mi curiosidad tomó la delantera y miré a Michael.

- Yo estoy preparada, ¿vamos? - y sonreí.

Todo esto es muy extraño y las palabras de mi primo lo hacen más extraño aún.

Además, las preguntas empiezan a agolparse en mi cabeza.

¿Que son esos cristales? ¿De que tiene tanto miedo nuestro primo? ¿Por qué tanto secretismo?

En fin, parece que de momento no voy a obtener ninguna respuesta así que me encojo de hombros y me sitúo junto a Gabriella.

- Preparado. - digo cogiéndo su mano para intentar calmarla.

- No te separes de mi. - le susurro a mi prima.