Partida Rol por web

Urg! Ya era demasiado (gafe, que eres un gafe). En fin, he caído con honor. Supongo que intentaré unos Primeros Auxilios o algo así. Ahora lo miraré, pero no sé hasta qué punto puedo seguir luchando en estas condiciones.

Atacan con gladius o jabalinas dopadas, imagino... lo digo por dramatizarlo como es debido. Ugh!

A pesar de su herida, Loranda sigue danzando poseída por el espíritu de una espadachina y logra alcanzar a su rival con ambas dagas, una en la pierna y la otra en la cabeza describiendo un elegante arco con los brazos. Por desgracia, sus armaduras también parecen mejoradas mágicamente y el filo de las dagas no logra penetrarla. Otro espadazo, esta vez en la pierna, hace que se tambalee, aunque sigue sin perder el ritmo que solo su cabeza puede escuchar.
La situación de Loranda parece mala, pero la aparición de Swen, acompañado por sus espíritus arroja algo de luz al combate, más concretamente sobre los ojos de uno de los rivales de ésta, que queda temporalmente cegado por un repentino destello. Desgraciadamente, los espectros, fantasmas y espíritus que el chamán ha traído con él solo consiguen distraer a vuestros enemigos.
Del mismo modo fracasa Kilder cuando su bastón ígneo deja de funcionar repentinamente. ¿Será que el espíritu en su interior le ha abandonado, o simple mala suerte?
Aldar sigue con su suerte, clavando una flecha profundamente en la axila de uno de sus perseguidores. El soldado cae al suelo chillando de dolor e ignorando que lo peor llegará cuando el veneno le ataque; pero la alegría de Aldar dura poco ya que su último rival le alcanza con un fuerte espadazo en un pie, cortándole el talón de Aquiles y haciendo que el arquero caiga rodando por las rocas que le servían de apoyo.
Vehexa se concentra e imbuye de magia su enorme hacha de combate. Ignorando a los dos soldados que tratan de golpearla a través de su armadura, de un tremendo hachazo corta de cuajo la pierna del lancero que cae sin remedio contra el suelo, agonizante.
Del mismo modo los dos soldados que atacan a Kenvent tratan de buscar un punto débil en la armadura de éste en vano y el guerrero bárbaro se centra en atacar a Felkenna. Aunque el golpe no le causa ningún daño, le hace perder el equilibrio y cae de espaldas contra el suelo, incapaz de moverse. El veneno de Aldar ha hecho su efecto.
Pero la peor parte se la lleva Erikand, que no logrando derribar a su rival, recibe una estocada que atraviesa su armadura y le destroza la pierna a la altura de la rodilla; pedazos de hueso, músculo y cartílago salen despedidos y Erikand se derrumba sin remedio mientras pierde sangre a un ritmo acelerado.

A pesar de que Felkenna ha sido derribada y sus guardaespaldas han quedado fuera de combate, los soldados no parecen dispuestos a dejar el combate.

- Recordad el clan, recordad lo que sucedió. Este es nuestro momento para hacer honor a todos los que murieron aquel día. Gunhar, protege a Loranda, dale tu poder y ayúdala. Randan... Aldar te necesita.

El espíritu uroxi se desliza a una velocidad increible hacia Loranda y sus oponentes. Su luminosidad desaparece mientras un halo se desliga de él hacia ella. Las runas del toro tempestuoso brillan en su neblinoso cuerpo cuando se interpone entre su oponente más peligroso y ella. Con sus ojos desorbitados, su mirada desubicada, grita amenazante a su nuevo oponente.

- Ven a mi sucio lunar... esa espadita tuya será lo último que sentirás.

Simultáneamente el amor de Swen desaparece momentáneamente y se remateliariza junto al lunar que ha derribado a Aldar. Con ojos de supremo placer sádico agarra inmaterialmente a su oponente y se pone a horcajadas sobre su abdomen.

- ¿Te duele la barriga, hermoso? -Su rostro muestra una mezcla de curiosidad e interés- ¿Te apetece follarme?* -Se agita sobre él como si la estuviera penetrando.

Mientras tanto el horroroso pozo sin fondo sigue minando el valor del guerrero acorazado. Sus garras se diluyen junto a su corazón como si lo estuvieran retorciendo.

Y Swen... ¿Que hace Swen?

- Ya hablaremos de eso que ha mencionado la zorra lunar. ¿Que es eso de que le visitaste anoche? -Se dirige a Kilder mientras dos nuevos neblinas luminosas se dirigen desde él hacia el oponente de Aldar. La primera se diluye antes de llegar pero la segunda parece reforzarse tras atravesar los restos de la primera y se aferra con fuerza al interior de los párpados del oponente de Aldar-.

Sigo ejecutando la danza mortal (aunque no se para quien ya) sin ser dueña de mis pensamientos mientras mis ojos inyectados en sangre se clavan en mis adversarios. 

Veo como cae el soldado al que le he alcanzado en la axila y me dispongo a girarme para enfrentar a mi último oponente. En décimas de segundo noto su movimiento y levanto una pierna como acto reflejo, pero no lo bastante. Con un fuerte chillido me derrumbo, mientras siento como el agudo dolor del corte invade mi talón y sube por la pantorrilla.

Maldiciendo entre dientes y sintiendo mis sienes palpitar, actúo como un autómata. Me revuelvo, saco una flecha y la mojo en una botella de veneno. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, me apoyo sobre la rodilla de la pierna sana mientras coloco la saeta en mi arco, murmurando mi habitual plegaria a Odayla cuando de repente mi enemigo, que se preparaba para descargar el golpe de gracia, se queda paralizado. Una forma neblinosa se enrosca en su bajo vientre mientras susurra obscenidades con voz cavernosa. Su rostro pasa de la estupefacción al horror y de nuevo a la incomprensión y agita las manos enloquecidamente cuando un intenso resplandor le brota de las cuencas de los ojos.

Está ciego.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal al comprender que debo esta inesperada ayuda a los talentos del shamán.  La repentina demostración de magia rompe mi propio conjuro, pero no puedo desfallecer. Jurándome que si salgo de ésta trataré al Hombre Santo con más amabilidad si cabe, disparo intentando aprovechar el desconcierto de mi rival.

Pero en el mismo momento de soltar la cuerda, la pantorrilla pulsa con un dolor incontenible haciendo que mi pulso vacile y falle, lanzando el proyectil por encima de la cabeza del soldado.

Con un rictus de sufrimiento en la cara, palpo en el carcaj buscando desesperado otra flecha.

Erikand observa cómo su débil golpe se desliza por el casco de su enemigo sin demasiados daños, levantando el brazo del escudo para no desequilibrarse en el preciso momento en el que su enemigo lanza una estocada.

El frío metal se escabuye por las juntas de su armadura penetrando en su muslo, destrozándolo por completo. No siente el dolor en ese momento, pero sabe que llegará. Cuando su adversario saca el filo, una embestida de dolor y sufrimiento invade su cerebro.

Su maza y su escudo caen al suelo momentos antes que él. El dolor le consume, lo siente. Busca algo. Un trozo de tela, pero es inútil, el dolor le consume. Sus manos van instintivamente a su muslo, y se queda en el suelo retorciéndose de dolor.

No puedo evitar ver que Erikand está en un profundo peligro de muerte, y por un momento, dejo de confiar en mi báculo, y comienzo a recitar unas palabras mágicas, que salen de entre mis labios que empiezan a a temblar y enrojecerse pro el calor.

-Salamandra ardens ignitus.

Estiro el brazo izquierdo  haciendo la forma de los cuernos, y apunto primero al herido, y luego al que está sano.

Vehexa vuelve a atacar al lancero, esta vez moviendo su hacha en un rápido golpe bajo dirigido a las piernas del hombre

¡Ja! -exclamo al ver caer a la bruja-. ¡Muerde el polvo, embaucadora!

La alegría me dura poco al ver que los soldados no pierden ni un ápice de valor y al escuchar los gritos de dolor de algunos de mis compañeros. Aún queda mucho combate por delante y parece que estamos perdiendo el ímpetu inicial. Dejando de lado a Felkenna, por lo menos de momento, le asesto un potente revés al guerrero que me ataca por la derecha, dejando sin querer la guardia abierta. Hay que equilibrar rápido el combate a nuestro favor o estaremos perdidos.

Lentamente, el combate va dandoos ventaja a vosotros. A pesar de las heridas de Aldar, Erikand y el difícil estado de Loranda, otro soldado cae a manos de la bailrina, otros dos están enfrentandose aterrorizados a seres de otros mundos y los que quedan intactos, a pesar de luchar con eficacia ven como sus armas rebotan al golpear a los guerreros protegidos con armaduras sobre pieles convertidas en durísima quitina. Viendo que su líder languidece en el suelo alguien grita "retirada" y los soldados que siguen intactos tratan de zafarse de la lucha.

Los que están libres comienzan una rápida retirada a excepción d euno de los rivales de Erikand, que se lleva las manos a la cabeza, grita de dolor y se desploma en el suelo, con un humillo oscuro saliendo de sus orejas. Los restantes entran en pánico.

Vehexa intenta un golpear a uno de los soldados que huye, pero éste ya está corriendo y su hacha no llega a impactarle

-¡No huyáis, cobardes! -grito con furia mientras los guerreros lunares se baten en retirada-. ¡Aún tengo que matarrrr! -mi frustración va en aumento al ver que no he conseguido derribar ni a un solo soldado. Sí, he hecho caer a Felkenna, pero creo que ha sido más debido a la flecha certera de Aldar que a mi destreza con la espada. Mi desesperación es tal, que no logro alcanzar al soldado que tengo más cerca cuando veo que da media vuelta y sale corriendo.