Partida Rol por web

Battlestar Galactica

Zona no poblada: Cáprica

Cargando editor
12/09/2008, 18:49
Director

Fuera de las ciudades y pueblos el planeta Cáprica está formado por húmedos y frondosos bosques de altos árboles bajo los cuales crecen tupidos helechos. En los valles de las montañas lagos de aguas oscuras y frías de una belleza sobrecogedora parecen aguardar a ser hallados mientras en las laderas de las verdes colinas crecen florecillas de colores. Cuidada  con esmero por los caprianos, la naturaleza del planeta es salvaje, indómita con cierto aire a antiguo.

Cargando editor
11/12/2008, 14:43
Director

 

La huída amenazaba con convertirse en eterna. El bosque se extendía en todas las direcciones ofreciéndote la cobertura necesaria para evitar los escáneres de las naves que en ocasiones sobrevolaban tu posición. Tu pierna, malherida durante el descenso, se hacía notar con un agudo dolor que recorría todo el fémur hasta llegar a la cadera. Todo lo que te rodeaba era desolador, la lluvia, constante, ácida, venenosa, era lo único que llenaba el silencio del bosque. En los seis días que llevabas recorriendo su superficie habías encontrado numerosos animales muertos, casi todos envenenados por la radiación o al consumir la carne contaminada de sus congéneres. Si alguna vez hubieras imaginado el apocalipsis sin lugar a dudas se parecería a lo que estabas viviendo. Los peores momentos llegaban al caer la noche, cuando la oscuridad se adueñaba de todo y te dejaba a solas con los fantasmas de los que habías dejado atrás. El recuerdo volvía a ti una y otra vez:

"El Raptor despegó dando un par de sacudidas y comenzó su rápido ascenso, desapareciendo de vuestra vista en breves instantes. Te preguntaste si sería la ultima vez que verías a Boomer o si lograría cumplir su silenciosa promesa de volver a buscarte. A tu alrededor, la gente seguía mirando el cielo como si esperaran que ocurriese un milagro que hiciese aparecer nuevas naves de rescate. Tras negar levemente con la cabeza, recogiste el equipo de primeros auxilios y ajustaste el vendaje que habías improvisado para detener la hemorragia de tu pierna. En el horizonte se dibujaba la siniestra silueta de las bombas atómicas, asolando el planeta por completo y tornándolo en un lugar difícilmente apto para la vida humana. Pero, ¿acaso aquello tenía importancia para las tostadoras? Comenzaste a caminar hacia la seguridad que ofrecía el bosque mientras reflexionabas acerca de la ironía que el destino había planeado para vuestra raza. Tras crear, vuestro sino era dejar de existir. La sonrisa, amarga, afloró unos instantes a tus labios.

El estruendo de una nave al romper la atmósfera te devolvió a la realidad. Por un instante, como todas aquellas dispersas personas que te rodeaban, pensaste que venían a sacaros de aquella roca. Tu mirada, escrutadora, recorrió el cielo esperando encontrar la estela del Raptor -¡Vienen a por nosotros!- la gente comenzó a agruparse en un punto, con la alegría reflejada en sus rostros. Tras unos instantes, la lejana silueta dejó claras sus intenciones al abrir fuego contra el nutrido grupo. Apenas te diste cuenta de cuando empezaste a correr hacia los árboles. El hedor de los cuerpos calcinados se mezclaba con los gritos y el humo, los supervivientes corrían cada uno en una dirección diferente, tratando de poner a salvo sus vidas. El Heavy rider sobrevoló tu posición y aterrizó cerca del punto en el que había transcurrido la masacre. De su maciza estructura descendieron cuatro centinelas, amenazadores, los letales asesinos de los Cylon. Tu carrera duró algunos minutos más hasta que lograste internarte en el bosque."

Te habías visto forzado a beber de arroyos contaminados y su efecto comenzaba a notarse en tu cuerpo. Por fortuna, aún te quedaban algunas dosis anti-radiación, lo que aseguraba que los efectos de la misma fueran mucho mas leves de lo esperado. Hacía aproximadamente una hora que las tostadoras te habían descubierto mientras descansabas de la dura marcha. La persecución aún no había terminado, apenas les había dado tiempo a disparar un ráfaga antes de correr tras de ti, pero las máquinas resultaban implacables en su propósito. Agotado, con el pecho ardiendo por la huída continuada, te veías obligado a realizar una parada cada pocos minutos. Sus pasos cada vez estaban más cerca, el brillo de su cuerpo acorazado se adivinaba entre las ramas de los helechos, si querías sobrevivir tenías que hacer algo más que correr.

Cargando editor
17/12/2008, 21:05
Karl C. "Helo" Agathon

Seis días.

Era el tiempo que llevaba huyendo en solitario de aquellas setas nucleares, de aquel infierno en que se había convertido la preciosa y próspera ciudad de Cáprica. Empezaba a pensar que nunca conseguiría escapar. El agua de los arroyos bajaba de la montaña con cientos de cadáveres de peces y variados animales que habían muerto a causa de la ingestión de aquel agua letal.

Era el tiempo que había pasado desde que vi marcha a aquel Raptor que me trajo hasta aquí. El tiempo que hacía que vi por última vez los cálidos y oscuros ojos de Boomer. -"Volveré a por tí" -decían -"No lo hagas" -decían los míos -"Te esperaré" -gritaba mi corazón.

Una hora.

El tiempo que hacía desde que tuve mi último descanso. Aquel descanso en el que los centinelas Cylon volvieron a encontrarme. Tras tanto tiempo huyendo de aquellas máquinas diseñadas para matar, destruir y aniquilar todo rastro de vida, me habían vuelto a disparar. No podía creer que no sacara ventaja más que para descansar más que unos míseros minutos. Necesitaba dormir un poco.

Cuarenta minutos.

Era el tiempo que debería llevar de ventaja sobre aquellos torpes cacharros metálicos que luchaban por hacerse un hueco a través de la frondosa vegetación. Aquellos centinelas no necesitaban descansar, reponer energía o medicarse para evitar que la radiación destruyera hasta convertir en polvo, las células de su cuerpo. Por suerte, el maletín médico me proporcionaba las inyecciones de estimulantes necesarios para mantenerme en pie, para seguir corriendo, para salvar la vida.

No sabía si tenía tiempo suficiente, peo tenía que intentar algo, no podía seguir corriendo eternamente. Debía inventar algo, si no moría bajo su fuego, lo haría bajo el estallido de mis pulmones o la parada de mi corazón, movido por torrentes de sangre y drogas varias que lo mantenían a buen ritmo. Podía sentir el olor de los estimulantes en mi sudor y el sabor dulzón en mi saliva.

Tenía que pensar algo rápido y el ataque frontal había quedado descartado varios días atrás.

Una trampa.

No sabía si daría resultado, pero tenía que intentarlo. Tenía cuatro explosivos, así que decidí usar un par de ellos. Para qué guardarlos más tiempo si muerto no me servirían de nada. Frené mi carrera y me dirigí hacia un lugar estrecho, un lugar, en aquel bosque infinito por donde no tuvieran más remedio que pasar si querían seguirme. Coloqué los explosivos a ambos lados del paso y los tapé con helechos y algo de tierra.

A continuación hice marcas en el suelo, como si me estuviera arrastrando, exhausto, vulnerable. Cuando quedé satisfecho y sin esperar más tiempo, corrí hacia un lugar apartado pero con clara visión de aquel lugar. Esperaba pacientemente a que aparecieran. Solo tenía una oportunidad, así que más vale que funcionara. No caerían dos veces en la misma trampa y no tenía muchas más opciones.

Notas de juego

He supuesto que los explosivos no son arrojadizos como las granadas, así que supongo que se detonan por proximidad, por control remoto (cable o inalámbrico) o tendré que pegarle un tiro desde donde estoy. En las películas no suelen fallar el tiro :p

Por cierto, ¿no hay una foto en la que salga mejor? me mata ver ese moreno albañil del brazo derecho y esos pantalones que parece que va a pescar al río xD

Cargando editor
19/12/2008, 16:54
Director 2

 

Jadeando por el esfuerzo te apoyaste de espaldas contra el musgoso tronco de un árbol y aguardaste a que las incansables tostadoras que te perseguían se aproximaran a la trampa. A pesar de que te esforzabas en no hacer mucho ruido, tu respiración trabajosa y un tanto sibilante resonaba en tus oídos de manera escandalosa y, durante unos segundos, te planteaste el sentido de intentar tenderles una emboscada. Tu instinto te decía que tenías que hacer algo, era eso o morir, y, al fin y al cabo, sólo eran unas máquinas sin apenas inteligencia ¿o no? Aunque la primera guerra Cylon había sido un tema que habíais tratado en profundidad durante tu instrucción en la escuela de vuelo, recordabas muy poco de lo que habías estudiado y no era la primera vez que lamentabas el no haber prestado más atención. Sólo tenías clara una cosa: no podías permitir que se acercasen a ti. El hacerlo significaría una muerte dolorosa, inhumana.

Mientras aguardabas inmóvil intentando dejar a un lado el nerviosismo tu respiración fue calmándose. Al cabo de unos segundos, percibiste cómo las pisadas metálicas de tus perseguidores se acercaban, resonando con su característico golpeteo rítmico contra el mullido manto de hojas del bosque. De repente, sin previo aviso,  la lluvia comenzó a caer de modo torrencial. Las frías gotas bañaron tu rostro y en escasos segundos empaparon tu traje de vuelo, pero poco podías hacer para resguardarte. Desde el segundo día de persecución, el caluroso y humeante ambiente que había seguido a la detonación de las últimas bombas había sido sustituido por mantas y mantas de agua fría que se desplomaban desde el cielo. Desde entonces había estado lloviendo de manera tan ininterrumpida que hasta te habías planteado si aquel diluvio no formaría parte del plan de los Cylon para acabar con toda la humanidad. Las tormentas golpeaban con furia contra el suelo, contaminando todo lo que bañaban y matando animales y plantas por igual. Antes de aquello la lluvia había tenido para ti un efecto relajante, cuya inclemencia no te importaba sufrir, pero, tras cuatro días de encontrarte casi de manera permanente calado hasta los huesos, empezabas a encontrar nuevos significados para la palabra húmedo. Por fortuna,  que lloviese de aquella forma tenía sus ventajas, ya que a veces caía tan fuerte que copiosas riadas avanzaban entre los troncos de los árboles, borrando tus huellas y cualquier señal que tu paso pudiese dejar.


 

El golpeteo de la lluvia contra los árboles y el suelo ahogaba prácticamente cualquier otro sonido, por lo que tuviste que escuchar con suma atención para detectar la llegada de los soldados Cylon. Un breve destello te reveló la presencia de uno ellos escasamente a pocos metros del primer detonador y tuviste que hacer uso de toda tu fuerza de voluntad para no apretar el disparador allí mismo. Paciencia...tenían que entrar más para que así fuesen destruidas por completo. Un chasquido y el ruido de algo al deslizarse te avisó de que la tostadora había desenfundado sus armas situadas justo por debajo de lo que se podía considerar que eran sus manos. Precabida, casi como si recelase, avanzó haciendo oscilar a ambos lados su cabeza en busca de señales mientras detrás suya otro ejemplar surgía de entre los altos helechos. Despacio, sin dejar de sondear a derecha e izquierda avanzaron en dirección a la trampa. Rezando interiormente para que no fuesen capaces de oir el atronador latido de tu corazón, contuviste la respiración y te pegaste más contra el árbol caído que te servía de cobertura. El tiempo pareció detenerse y sus pasos se te antojaron eternos mientras la primera tostadora pasaba por delante del primer detonador y alcanzaba el segundo. Paciencia...dioses ¡con lo rápidas que eran aquellas máquinas y ahora parecía que se arrastraban! Justo cuando llegabas al límite de tus nervios y estabas a punto de arrojarlo todo y salir disparando de tu escondrijo, el segundo soldado superó el límite de la primera bomba. Ahora. Sin ser cosnciente de ello apretaste el botón rojo del control remoto que sostenías entre tus manos y con gran estruendo el suelo saltó por los aires levantando una nube de tierra y hojas. El fuego estalló y tuviste que pegarte contra el húmedo tronco para protegerte de la onda expansiva. Parecía que, después de todo, tu plan había funcionado. Pero ¿habrías logrado terminar completamente con ellos?

Notas de juego

los explosivos grade 4 son detonados a distancia por control remoto inalámbrico :)

Cargando editor
21/12/2008, 14:31
Karl C. "Helo" Agathon

La trampa estaba lista y yo escondido. La respiración se me agitaba, el corazón me latía como si quisiese salir de mi cuerpo y seguir corriendo sin mí. Podía escuchar como la sangre llegaba a mi cerebro, la oía en los oídos, la sentía en la sien. Estaba haciendo mucho ruido, estaba seguro de ello. Era imposible que no se me escuchara en todo el bosque o al menos eso me parecía. Apenas escuchaba lo que había a mi alrededor, pero debía concentrarme.

Respiré hondo y traté de calmarme unos instantes. Solo necesitaba apretar aquel botón cuando estuvieran en el punto exacto. Esperaba que cayeran en tan burda treta. Sería mucho más eficiente si me hubiera puesto yo mismo de cebo, pero no iba a sacrificar tanto. Al fin y al cabo si fallaba siempre tenía la oportunidad de seguir corriendo unas horas más antes de desfallecer y morir por mí mismo.

Las pisadas y el reflejo de su metálica constitución me advirtieron de su llegada. Estuve tentando de apretar el botón en cuanto los escuché, sin embargo contuve mis ansias y mi nerviosismo para poder apretarlo en el momento adecuado. El sudor y el agua de lluvia se mezclaban en mi cuerpo de forma que ya no distinguía si estaba mojado día tras día debido a la intensa y constante lluvia o a mi perpetua carrera por el bosque.

Ahora

Era el momento. Las dos máquinas estaban justo donde las quería. Parece que no eran tan infalibles después de todo. Quizás les faltaba costumbre de tratar con los humanos. Llevaban demasiado tiempo en su propio mundo y nos estaban subestimando. No hay nada peor que subestimar a tu enemigo.

La explosión fue tan potente que tuve que encogerme en mi propio agujero. Por suerte hacía tiempo que no usaba estos explosivos y había olvidado el poder de destrucción que tenían. Aunque su apariencia no era la misma que la que recordaba de la academia y del museo del Galáctica seguían siendo un montón de chatarra sin cerebro, así que debería haberles destrozado. Sin embargo no las tenía todas conmigo y podían estar fabricados de algún material más resistente encontrado en a saber qué lugar del universo. Más me valía que no fuera así.

Miré mi arma unos instantes. Dependía de ella si las dos tostadoras aún seguían en pie, así que la sujeté bien ente mis dedos. Respiré una, dos y hasta tres veces profundamente. -Vamos Karl, saldrás de esta -pensé mientras me asomaba para ver los efectos de la explosión dispuesto a disparar si algo se movía.

Notas de juego

Bastante mejor la foto :)

Cargando editor
25/12/2008, 22:24
Director 2

Sujetando con fuerza el arma entre tus resbaladizas manos saliste de debajo del árbol conteniendo el aliento. La lluvia, constante y fría, seguía golpeando contra tu rostro y regueros de gotas se colaban por el interior del traje y se deslizaban por tu cuello hacia abajo, pero tú apenas fuiste consciente de la humedad que poco a poco te iba calando. Las llamas, vacilantes y rojizas, chisporroteaban al contacto con el agua mientras bailaban entre los restos desmembrados de los cylon. Parecía que, al menos de momento, tu idea había funcionado. Un brazo aquí, una cabeza allá, los restos humeantes de las tostadoras que escasos minutos antes te perseguían se hallaban esparcidos en un radio de unos dos metros cuadrados, tirados de cualquier manera allí donde la potente explosión los había lanzado. De repente, debajo de unos helechos se oyeron unos sonidos chirriantes y cuando vacilante te asomaste pudiste ver cómo la cabeza de uno de ellos movida aún por un remanente de energía giraba de un lado a otro sondeando el entorno. Con un chasquido metálico súbitamente se alzó y te miró fijamente tomando nota de tu posición. La máquina, movida aún por sus órdenes destructivas, hizo un intento de alzar el brazo y dispararte, pero por fortuna éste estaba amputado y su ademán se quedó sólo en un gesto vago. El muñón se movió arriba y abajo en una parodia de disparo pero la tostadora ya nada podía hacerte.  

Cargando editor
03/01/2009, 14:34
Karl C. "Helo" Agathon

La lluvia había humedecido mis manos, sin embargo agarré el arma con fuerza y eché un vistazo a mi obra. Mantuve el pulso lo mejor que pude mientras veía como las tostadoras habían quedado reducidas a mera chatarra incapaz de hacerme daño. Brazos, piernas, torso, daba igual, ahora todo era chatarra sobre el suelo del bosque. Pronto esa misma chatarra humeante estaría cubierta de musgo y vegetación que le daría una nueva vida lejos de la primera utilidad con la que fue creada la máquina. Serviría ahora de florero silvestre. Sonreí aliviado al ver que, aunque uno de ellos se movía, no tenía capacidad para dispararme.

Pese a todo sus escáneres aún seguían activos y no podía dejarlos así. Sondeaban todo cuanto les rodeaba y si había tenido suerte aún no me habían encontrado. Lo mejor era acabar con lo poco que quedaba de ellos cuanto antes para cortar toda comunicación con los demás. Podrían delatar mi posición y quien sabe si podría soportar otra huida como esa.

La lluvia, el frío, el calor, el sudor, los medicamentos para la herida, la dosis anti-radiación... todo era un cóctel explosivo en mi organismo que podría dejarme fuera de combate en cualquier momento. Tenía que seguir mi camino hacia ninguna parte. Tenía que sobrevivir.

Tomé aliento de nuevo antes de disparar y apunté a sus rojizos "ojos" para acabar con ellos definitivamente.

Notas de juego

Ya estamos de vuelta :)

Feliz año!

Decidme si tengo que tirar algo.

Al final como me daba lástima ver el post tan cortito lo he modificado un poco xD

Cargando editor
05/01/2009, 15:24
Director 2

Tus certeros disparos levantaron chispas al chocar contra la piel metálica de los centinelas pero tu insistencia dio sus frutos y por fin una de las balas entró por el visor rojizo y con un chasquido hizo explotar lo que quedaba de cabeza. El inerte cuerpo de la máquina cayó por fin sin vida entre los helechos y todo rastro de actividad cesó a tu alrededor. Demasiado fuertes aún como para ser ahogadas por la constante lluvia las llamas seguían crepitando entre los restos de tus perseguidores cebándose en las ramas muertas y las hojas medio podridas. Atontado contemplaste los restos mientras el subidón de adrenalina que tu cuerpo había experimentado en los últimos minutos comenzaba a pasarte factura. Durante tu huida apenas habías sido consciente de la herida o del profundo cansancia que te embargaba, pero ahora que el peligro de momento parecía haber pasado tu pierna reclamaba toda tu atención lanzando llamaradas de dolor hacia la rodilla, tu pecho ardía por el esfuerzo que te suponía respirar y te sentías más débil que nunca. En tu loca carrera apenas habías comido ni bebido nada y ahora que lo pensabas ni siquiera eras capaz de recordar cuándo te habías puesto la última dosis de antiradiación. Mientras la lluvia seguía cayendo, bañándote con su manto envenenado te enfrentaste a una nueva decisión: exprimir hasta el máximo tus últimas fuerzas para seguir alejándote de tus perseguidores si es que había más o descansar allí mismo y hacer lo posible para recuperar tus mermadas fuerzas.

Cargando editor
08/01/2009, 19:17
Karl C. "Helo" Agathon

Acabé con ellos finalmente. No podía creer que tras tantos días de huída al fin me había desecho de aquellos incansables cazadores de hombres. Allí estaban, tumbados en el suelo, o al menos la parte que quedaba de ellos. Había sido una buena explosión, una buena trampa. Me pregunté por un momento si realmente podían ser tan estúpidos o qué malévola mente había programado aquellas máquinas de matar. A veces tan eficientes y a veces tan torpes. Los sensores de su cabeza no habían logrado discernir aquellas marcas de una vulgar trampa.

Aún me encontraba mirando fíjamente el fuego, como un niño mira por primera vez una cerilla o la llama de una vela. Ese movimiento hipnotizante y extrañamente atrayente que tiene el fuego. Fuego que recorría mi pierna ardiéndome desde la herida hasta la rodilla. El dolor me despertó de mi ensimismamiento y reclamaba mi atención.

Aunque había acabado con ellos no parecía un lugar seguro el tener una señal de aviso tan clara como era tener un incendio en el bosque en pleno temporal. Al fin y al cabo, si no se habían registrado ningún tipo de señal sísmica de la explosión, pronto verían el humo desde fuera.

Decidí andar un poco más y alejarme de todo aquel montón de chatarra intentando que mis pasos no dejaran huella alguna en el terreno. Cosa difícil, ya que ahora era consciente del dolor que sentía en mi cuerpo debido a la herida y al cansancio. Mientras caminaba me preguntaba cuando fue la última vez que tomé mi dosis antirradiación. No estaba seguro, así que pensé que lo mejor era para un instante y clavarme la aguja una vez más antes de continuar.

Busqué un lugar algo escondido donde parar unos instantes. Abrí el maletín, preparé la dosis y respirando profundamente clavé la aguja en mi piel, en mi carne, en mi maltrecho cuerpo. Jadeaba una vez más debido a la medicación que me ponía el corazón a mil, como si fuera un conejo en plena carrera. Luego, poco a poco me relajé y guardé mi seguro de vida de nuevo en el maletín. Debía caminar un buen rato antes de pararme a descansar.

Debía alejarme de allí.

Cargando editor
10/01/2009, 21:29
Director 2

Conteniendo el aliento aguardaste a que los efectos iniciales de la medicina antiradiación pasaran y los latidos acelerados de tu corazón se normalizasen. Te encontrabas apoyado contra las raices de un gigantesco árbol, cuyo tronco se erguía cientos de metros sobre ti, y a tu alrededor las gotas de lluvia empapaban la superficie de todo lo que te rodeaba. Tus manos, torpes por el cansancio y el reciente esfuerzo, resbalaron sobre la envoltura plástica del maletín rojo y tuviste que concentrarte para guardar la jeringuilla en su sitio y los restos del vial que habías usado. Aunque parecía que habías logrado deshacerte de tus perseguidores no era buena idea ir dejando por ahí ninguna pista de tu paso.

Te disponías a regañadientes a incorporarte para ponerte de nuevo en camino, cuando la percepción de un movimiento fugaz te hizo alzar la mirada súbitamente. Durante unos segundos los latidos de tu corazón se pararon para, de nuevo, reanudarse más alocados aún que antes. Helado en tu sitio, con la garganta seca por la impresión, tus ojos se clavaron en una mujer rubia, vestida con una gabardina blanca que de pie, a escasos metros de ti e inmóvil, te observaba con el rostro inexpresivo. Como si de un fantasma surgido de la nada se tratase, durante unos segundos fuiste incapaz de decir nada o moverte, paralizado por el hecho de que te hubieses dejado sorprender de aquella manera. De repente, un chasquido metálico y el ronroneo que el escaneo de un par de ojos rojizos producía te hicieron comprender que tu viaje había terminado. Aquello significaba el fin de la huida, el fin de las esperanzas de salvarte. Con los dientes apretados por la furia ante tal revelación, lograste por fin destrabar tus ojos de la acerada mirada de la mujer y lentamente te volviste. Pegado a ti, a pocos centímetros, los brillantes cañones de un centinela Cylon te apuntaban listos para disparar ante la primera señal de movimiento. Definintivamente la carrrera había acabado. Al final, cuando pensabas que ya lo tenías todo ganado, habían terminado por encontrarte.

Cargando editor
12/01/2009, 11:11
Karl C. "Helo" Agathon

La jeringuilla se resistió para entrar en el estuche pero finalmente conseguí guardarlo todo de nuevo en su sitio. Salvo la tierra removida por el hecho de haber estado allí sentado no quedaba más rastro de mi paso por ahí. El agua de lluvia y el barro se encargarían de tapar mis huellas.

Me incorporé mientras trataba de controlar mi respiración. La medicación era muy fuerte y la tensión muy grande. Al menos ya no me seguían y podía tomar un poco el aliento. Aliento que se me heló y paralizó al ver a una chica rubia en el bosque, a mi lado. Me miraba inexpresiva, inmóvil. -Pe... pero que... -saqué mi arma y apunté temblorosamente a aquella mujer. De donde había salido o qué estaba haciendo allí, eran dos preguntas que no sabía responder. Creía que había sido lo suficientemente cuidadoso para que nadie pudiera seguirme, y sin embargo, allí estaba ella.

De nuevo los pulmones reaccionaron y volví a respirar. El agua de lluvia era escupida por mi aliento en cada bocanada. Estaba lloviendo copiosamente e incluso tragaba agua radiactiva al respirar de manera sofocada.

Antes de poder resolver mis cuestiones algo más grave me alertó. El sonido metálico y el zumbido de una sonda Cylon. Me giré lentamente para ver qué era exactamente lo que tenía detrás y bien que lo averigüé. Tenía un Cylon de más de dos metros de alto apuntándome con su arma. -Genial Helo. Estás muerto.

No estaba seguro de lo que debía hacer a continuación. Luchar hasta la muerte o rendirme ante la máquina era poco más de lo que podía hacer. La mujer ahora no importaba. Los dos estábamos muertos. Aunque lo pensé mejor y si hubiera querido matarnos hubiera disparado y no solo amenazado con el arma. Quizás sí que hubiera una salida a todo esto.

Levanté las manos torpemente por encima de la cabeza, aún sosteniendo mi arma. No quería rendirme del todo tan pronto. Apoyándome sobre mi pierna buena le di la espalda a la tostadora y miré a la mujer. Prefería morir viendo a la mujer que al centinela que me iba a ejecutar.

Cargando editor
13/01/2009, 13:52
Director 2

Con los mechones de pelo goteándole sobre la cara, la mujer no varió su expresión y se limitó a acercarse a tí caminando sin hacer ruido entre los helechos. De porte elegante y una belleza sensual, parecía ignorar el hecho de que la lluvia la estaba calando o que detrás tuya un Cylon os apuntaba sin dejar de escanear el entorno con sus rojizos ojos.  Su mirada, penetrante y ligeramente ¿apreciativa? seguía fija en tí, atenta a tus movimientos. Cuando estuvo a escasos centímetros de tu posición, ladeó el rostro ligeramente curiosa y dijo sin ninguna emoción en la voz.

-Tira el arma, es lo mejor que puedes hacer- ninguna inflexión, ningun tono persuasivo, sólo una simple y llana afirmación. Luego como dándose cuenta de algo añadió casi como si se le acabara de ocurrir-Créeme no te vamos a hacer daño-detrás de ella hubo un movimiento y desde tu posición pudiste percibir los pasos metálicos de otro centinela que, al cabo de unos segundos, asomó detrás de su hombro y, al igual que el primero, se limitó a apuntarte con sus cañones sin dejar de escanear el entorno.

Cargando editor
13/01/2009, 21:15
Karl C. "Helo" Agathon

La mujer de rubia cabellera, lejos de asustarse comenzó a andar hacia mí. No daba crédito a lo que veía y casi no pude reaccionar hasta que sus palabras llegaron a mis oídos. -¡Estás con ellos! -Parecía que habíamos encontrado algunas respuestas. Los Cylon tenían a gente trabajando para ellos. Quizás coaccionados, pero había gente en las colonias que les pasaba información y quién sabe si no algo peor.

La rabia me inundó y a punto estuve de gastar mis últimos instantes de vida en matar a aquella traidora, pero evité la tentación pensando que quizás, solo quizás, si tenía razón, podía ayudar más que solo eliminando a esa mujer. Así que solté el arma dejándola caer al suelo.

-No te creo, pero ¿qué opciones tengo?

Dos Cylons apuntándome no era precisamente mi idea de una cita romántica, así que me rendí y esperé que me ejecutaran o algo peor. -¿Y ahora qué? ¿seré objeto de estudio? ¿me diseccionarán para estudiarme? me tendrán de rehén... ¿para qué? ¿por qué yo? -Habían matado a cientos, miles, millones de personas y sin embargo a mi me dejaban con vida. No sabía las razones, pero en algún momento me enteraría.

Cargando editor
15/01/2009, 18:27
unknown

La mujer no contestó nada y se limitó a mirarte con expresión pensativa y observar cómo tirabas el arma a tus pies.

-Dale una patada...-se limitó a decir en un tono carente de emoción antes de volverse hacia los Cylon y ordenar de manera perentoria al tiempo que se cruzaba de brazos-Atadle y cubridle la cabeza

Inmediatamente, los centinelas se pusieron en movimiento y mientras uno de ellos continuaba apuntándote con sus cañones el otro los replegó mostrando sus manos de dedos alargados y puntiagudos como garras. Moviéndolos como para probarlos, el Cylon sacó  unos grilletes y se acercó a ti sin dejar de escanearte con sus rojizos ojos. Cuando estuvo a tu lado se paró ladeando la cabeza de un lado a otro y pareció centrar su mirada en tu rostro, aunque era imposible decirlo con seguridad. Alargando los grilletes abiertos aguardó a que extendieses los brazos ante ti para poder ponértelos.

Cargando editor
16/01/2009, 10:21
Karl C. "Helo" Agathon

-Dale una patada.

Pese a que no sonreía, estaba seguro de que se estaba divirtiendo. Un bonito juego que practicar en días de lluvia. Patear pistolas. La miré con tal odio que podría haber caído muerta en aquel instante víctima del ardor de mi mirada. No solía perder los nervios, pero nadie quitaría que a aquella mujer le tocaría un triste final, a ser posible, gracias a mi.

Estuve tentado de lanzar la pistola contra ella, pero la patee hacia el lado. ¿Qué más daba? ¿para qué quería que la mandara lejos? ¿acaso pensaba que en un gesto heroico y alocado me tiraría al suelo, la recogería, dispararía con ella a uno de los centinelas, me revolcaría por el suelo evitando la furia del otro centinela y volvería a disparar quedando solos ella y yo? No era mala la idea, al menos el resultado. Sin embargo, algo me decía que una idea podía pasar de ser buena a mala según el resultado y me temía que el resultado era la muerte antes de llegar a tocar el arma.

Una de las tostadoras me ofreció unos grilletes, como si de una bandeja de entremeses se tratase. Le miré como él me miraba a mí, salvo que yo recibía bastante menos información que él con su escáner. Así que me limité a ofrecerle a cambio mis brazos. Gustoso le hubiera ofrecido la pierna herida, si con ello obtenía una pierna nueva, pero algo me decía que mi ofrecimiento era unilateral.

Era oficialmente un prisionero de guerra.

Cargando editor
19/01/2009, 16:57
unknown

Sin dejar de escanearte con sus rojizos ojos los dedos metálicos del Cylon se movieron con rapidez y con un chasquido te colocaron los grilletes entorno a las muñecas. El mojado metal se te pegó a la piel e hizo que los pelos de tus manos se erizasen por el frío que transmitían. Como si ya no supusieras ningún tipo de amenaza, el otro centinela guardó sus cañones con un chasquido y adquirió una postura que parecía de descanso aunque no dudabas de que en el fondo seguía tan alerta como siempre. Mientras tanto, el Cylon que te tenía sujeto se agachó y con otro chasquido te cerró otros grilletes a los tobillos por encima del traje de vuelo y que estaban unidos a las otras esposas por una cadena que tendría como dos metros de largo para facilitar tus movimientos. Luego se apartó a una orden silenciosa para dejar pasar a la mujer que, avanzado con cuidado entre los helechos, se paró ante tí taladrándote con sus ojos. Al igual que antes, su expresión no había cambiado y no dejaba traslucir ninguna emoción ni pensamiento salvo un ligero brillo especulativo en el fondo de sus pupilas que te hizo estremecerte. Su forma de observarte, de analizarte, era extraña pero a la vez familiar, y de pronto te recordó la actitud de un niño ante un insecto desconocido sobre el cual no se ha formado ninguna opinión y al que no sabe muy bien cómo tratar. A pesar de ello, sus movimientos fueron resueltos cuando extrajo una cosa marrón del bolsillo de su gabardina y lo extendió pendiendo de su mano ante tí. Por vez primera una sonrisa irónica asomó a sus labios aunque fue tan fugaz que enseguida dudaste de que la hubiese esbozado.

-Buenas noches...-murmuró en su característico tono impersonal y plano y, antes de que pudieses echarte hacia atrás, cogió el saco que sostenía y te lo colocó en la cabeza sumiéndote en la total oscuridad. La tela de esparto te arañó la cara y al mojarse te escoció en los ojos y se te pegó a los agujeros de la nariz impidiéndote durante unos segundos respirar. La atmósfera en su interior resultaba sofocante por la humedad y pronto el calor hizo que el sudor te chorrease por la frente junto con las gota de lluvia que aún se escurrían de tu pelo. Mientras aún estabas adaptándote a tu nueva situación, pudiste escuchar los característicos pasos de los centinelas a tu lado y con un suave pero firme tirón la cadena se tensó tirando de tus manos impeliéndote a caminar. Incapaz de negarte, atado como un fardo y privado de todos tus sentidos, no pudiste hacer otra cosa que dejarte llevar y, poco a poco, avanzaste a trompicones, tropezándote con invisibles raíces y piedras y trastabillando cuando se te exigía dar un paso más largo de lo que tus atadura te permitían. Muy pronto los rebordes metálicos de los grilletes se te clavaron en la piel de las muñecas y al dolor sordo de tu pierna se unió el escozor de las heridas que se iban formando en ellas. ¿A dónde te llevaban? ¿qué es lo que harían contigo? ¿por qué simplemente no se habían limitado a matarte como habían hecho con el resto de la gente? Preguntas sin respuesta, a cual más inquietante se agolparon en tu mente mientras paso a paso caminabas hacia lo desconocido.

Cargando editor
21/01/2009, 09:37
Karl C. "Helo" Agathon

El frío acero de las esposas hizo que un escalofrío recorriera mi espina dorsal. Más que por el mero hecho de la temperatura del metal, era la reacción a esa atadura. Mis manos primero y mis pies después, fueron también sujetos con grilletes. No contentos con eso, como si pensaran que iba a escapar o me dejarían libre, me taparon la cabeza. Al principio no podía respirar, el agua y la caperuza se juntaron en una mezcla casi mortal que hacía que se me pegara tanto a la nariz que obstruía el paso del aire hacia mis pulmones. Abrir la boca para respirar no solucionó nada, ya que la tela se introdujo en ella y empecé a masticar trapo. Mi respiración se agitó aún más debido a la falta de oxígeno, así que tuve que hacer un gran esfuerzo mental para relajarme y no morir en ese momento.

Comenzamos a andar. No sabía ni a donde ni para qué, pero me daba tiempo a pensar, no solo en la forma que podría escapar de ellos, sino para qué me querían con vida. Lo que sabíamos hasta ahora era que simplemente querían nuestra destrucción total, así que no tenía sentido conservar especímenes vivos. ¿Tendrían cosechas o granjas para darme de comer? ¿Era yo el único capturado? No serviría de mucho para hacer un intercambio, tampoco se me ocurría qué podrían pedir para mi liberación, así que descarté esa opción.

Sin embargo, el hecho de que me taparan la cabeza para no ver nuestro destino me inquietaba sobremanera. Dudaba que dejaran algún tipo de hueco por el que me pudiera escapar. Si de algo estaba seguro era de que centinelas Cylon habría a patadas como para evitar que me escapara de ninguna parte. También es cierto que con la pierna herida ya me habían capturado una vez, así que no les costaría volver a cogerme. ¿Iba a una nave? ¿algún lugar en la ciudad? ¿Por qué no querían que viese a donde nos dirigíamos? ¿Acaso pretendían dejarme libre tras utilizarme? Esa última idea me preocupó. Si me iban a torturar yo no sabía gran cosa acerca de los planes de la flota. Solo era un técnico de radar, aunque quizás ellos no lo sabían y con el uniforme les bastara.

-Las máquinas no hacen cosas por hacer. No hay nada más práctico que una máquina, así que... ¿Por qué me tapan la cabeza? ¿por qué?. ¿Y quién es esa mujer? A ella ya la he visto, saben que si me dejan libre la delataré enseguida... maldita sea, ¿qué queréis?

Cargando editor
23/01/2009, 09:51
Director 2

Durante un tiempo que se te hizo eterno caminaste a trompicones por el suelo del bosque sin dejar de oir el rítmico y pesado sonido que hacían los centinelas Cylon al andar a tu lado. En ocasiones tus inseguros pasos te hacían tropezar con alguna raíz o piedra y la pierna herida, incapaz de sostenerte, se doblaba bajo tu peso y caías como un saco de patatas sobre el húmedo mantillo que tapizaba el suelo. Cuando eso ocurría, atado de pies y manos como estabas, no podías hacer otra cosa que jadear y luchar por respirar mientras esperabas que te ayudasen a incorporarte. Y así era. Apenas habían transcurrido unos segundos desde tu caída cuando unas manos fuertes, humanas, te cogían y sin aparente esfuerzo te levantaban devolviéndote a tu posición vertical. Después, tras darte un respiro que ni siquiera te servía para recuperar el aliento y sin decir ni una palabra, la cadena volvía a tensarse y de nuevo tiraba de tí obligándote a continuar caminando. Sólo en aquellos momentos eras consicente de que la mujer rubia seguía con vosotros pues nunca hablaba, nunca ningún ruido de sus pasos llegaba hasta tus oídos agudizados, pero aún así sabías que permanecía a tu lado, atenta a cualquier movimiento tuyo. Así, siempre en silencio, paso tras paso, avanzásteis hacia lo desconocido bajo la lluvia constante y fría mientras las dudas, las preguntas te carcomían por dentro. ¿por qué...? repetías como un mantra una y otra vez en tu interior. Pero la respuesta nunca llegaba y sólo podías dar un paso, y luego otro y otro....

Al final con el tiempo terminaste por sumirte en una especie de sopor semincosnciente en el que tu cuerpo, como si de un autómata se tratase, seguía moviéndose pero en el que tu mente se había desconectado y ya ningún pensamiento la animaba. Debido a ello, cuando por fin la cadena se destensó tú continuaste caminando y sólo cuando unas manos se cerraron entorno a tus hombros frenando tu avance comprendiste que era hora de parar. Sin pensar, sin plantearte el por qué de esa parada ahora que ya te habías hecho a la idea de que contiuarías caminando hasta que el fin del universo si hacía falta, te dejaste caer al suelo y por primera vez pudiste descansar. A tu alrededor ya no se oía nada, ningún paso, ninguna respiración, ningún sonido metálico que traicionase la presencia de los Cylon, sólo el canto de la lluvia sobre las hojas de los árboles. Finalmente, cuando tu respiración ya se había normalizado, tus sensibles oídos captaron un ligero roce y sin previo aviso las cadenas volvieron a tensarse aunque no para tirar de ti y obligarte a levantarte. De repente el húmedo peso sobre tu cara desapareció y la luz te cegó durante unos segundos cuando alguien quitó la caperuza que te cubría. Cuando lograste enfocar algo,  descubriste sorprendido a la mujer rubia, que arrodillada ante tí comprobaba el estado de tus ataduras. Al igual que instantes antes de tu captura, sus ojos inexpresivos, serios, te atraparon y no pudiste hacer otra cosa que mirarla. Por primera vez te fijaste en el resto de su cara, en el detalle de los pendientes de plata que colgaban de sus orejas y en que fruncía el ceño de forma contrariada como si le molestase algo. Su manos se posaron sobre tus hombros y la izquierda rozó tu cuello, acariciándolo suavemente.

-¿Estás vivo?-preguntó finalmente tras observarte intensamente durante varios segundos. Su tono era serio, sincero, como si realmente dudase de que lo estabas.

Notas de juego

Cieeeeerto.... tenía la imagen ya recortada hace un par de días. Con el cambio de server he tratado de evitar que hubiera ninguna pérdida de datos. De echo ayer no se posteaba bien...^^

Cargando editor
26/01/2009, 22:18
Karl C. "Helo" Agathon

El camino era interminable y la lluvia caía sobre la caperuza de forma agobiante. La respiración era armónica a pesar de que de vez en cuando se me metía en la boca y tenía que toser para quitármela y volver a respirar. Tras un buen rato ya poco importaba lo que me rodeaba, andaba sin rumbo y sin saber nada de lo que pasaba a mi alrededor. El constante tironeo hacía que no pudiera detenerme a descansar. Las medicinas estaban ahora lejos, quien sabe si no habían sido destruidas o perdidas ya. Sin ellas posiblemente moriría en pocas horas o si no tenía suerte podría aguantar durante algunos días o meses. Esperaba no aguantar tanto.

Mis pies caminaban solos cuando un fuerte tirón hizo que volviera a la realidad. Por un momento no fui consciente de lo que significaba, pero no era para que siguiera andando sino para que me detuviera. Mis rodillas flaquearon y caí al suelo para luego dejarme caer por completo y dejar mi cuerpo tumbado en el suelo, descansando al fin. Entonces el trapo volvió a obstruir mis vías respiratorias y por poco me ahogo. Sin embargo, antes del fatal desenlace noté como me quitaban la venda que cubría mi rostro.

Volví a respirar, a sentir la lluvia en mi rostro y a ver que el mundo seguía allí. Tenía mucho frío y es que el agua ya me calaba hasta los huesos. Mis labios amoratados apenas pudieron responder a tan extraña pregunta -¿Q...qué? ¿vivo? -intenté asimilar la pregunta, pero no encontraba más respuesta que -s...sí, aun estoy vivo, ¿no lo ves? -escupí algo de agua que tenía en la boca tras haber hablado y me quedé atónito viendo a la mujer que se encontraba a apenas un palmo de mi cara. Me fijé en sus ojos, sus labios, sus mejillas...

Notas de juego

Os estáis tomando mis palabras al pie de la letra ¿eh? Eso es que voy a morir porque dije que al menos me llevara esto xD

Cargando editor
30/01/2009, 19:58
Director 2

Mientras el agua resbalaba por tu cara y goteaba de tu nariz y orejas, tus ojos se centraron en la mujer que tenías junto a ti. Su rostro, armonioso y redondeado, estaba enmarcado por húmedos mechones rubios y sus ojos castaños, de mirada penetrante y especulativa, te observaban fijamente como si quisiese memorizarte. Sus labios, finos pero bien definidos se curvaron en una leve sonrisa ante tu torpe contestación. De repente, sin previo aviso, sus pupilas se dilataron y antes de que pudieses recular se inclinó hacia ti, acercando su boca a la tuya. Su aliento, cálido, húmedo, ligeramente afrutado, te golpeó en la piel y te hizo sentir escalofríos mientras su beso se iba haciendo más y más intenso. Ignorando el hecho de que estuvieses atado, el cuerpo de la mujer se aplastó contra el tuyo atrapando tus manos entre ambos mientras su lengua te obligaba a abrir los labios y exploraba en tu interior. El bosque, la lluvia, todo empezó a dar vueltas a tu alrededor mientras intentabas no ahogarte y no responder a lo que se estaba despertando dentro de tí.