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Crónicas Giovanni I: La última cena

5. Somos la Revolución

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15/11/2011, 15:28
Hardestadt

A la noche siguiente, Rodrigo les condujo a una sala llena de mapas militares y amueblada lujosamente. Hardestadt los esperaba allí. De una pasada pudieron observar que las fronteras políticas de los mapas no se correspondían con las que ellos conocían. Era un mundo nuevo, distinto.

El vampiro se cuadró delante de ellos y les indicó su misión:

-Sois inmaduros y blandos. No podemos hacer nada respecto a ello, pero intentaremos aprovechar vuestra condición. Deberéis encontraros con vuestros sires y espiarlos para nosotros. No intentéis destruirles en un ataque frontal: os desharían en cenizas con un chasquido de dedos. Buscad la paz. Hacedles creer que sois sus aliados. Averiguad todo lo que podáis sobre el ataque a Japheth y si podéis, destruidlos uno a uno.

Rodrigo os acompañará. Decidle que lo tenéis Dominado y que de ese modo habéis conseguido escapar de mí. Ahora estarán en la Posada del León, no lejos de aquí. Id y decidles que Rodrigo os ha guiado hasta allí por orden vuestra. Sed amigos suyos y mantenednos informados sobre sus movimientos. Si no hacéis esto, os buscaré y os mataré. Y esta vez no me refrenaré. Si créeis que habéis visto el verdadero rostro del sufrimiento es porque no tenéis imaginación ninguna. ¡Largo de aquí!

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20/11/2011, 12:21
Leonore Valkor

Leonore revisó el lugar sin demasiado interés. Sí percibió que los mapas eran diferentes, pero tampoco les prestó excesiva atención. Ni siquiera miró a su torturador a los ojos. Escuchó lo que debía hacer y cuando les despachó no dudó en darse la vuelta y salir de la habitación, casi temblando de miedo ante la mención de una nueva tortura.

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21/11/2011, 15:33
Damian Rockhard

Damian caminó con paso firme hacia la sala donde los dirigía Rodrigo. Se cuadró de igual manera delante de su torturador y escuchó las ordenes que este les daba. No fue capaz de mirarlo a los ojos, mantuvo la mirada perdida en un punto poco preciso detrás de el y cuando terminó, simplemente asintió y se dio la vuelta para marcharse. No quería seguir allí más tiempo del necesario.

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21/11/2011, 22:17
Rafael de Corazón

Antes de que Rodrigo les llevase afuera, Rafael, uno de sus torturadores, los detuvo:

-Antes de que os marchéis, debéis saber algo muy importante. Se trata de algo que hemos inventado nosotros, los Fundadores, una regla que ahora todos los vástagos siguen. Se llama la Mascarada. A partir de este momento los humanos os condenarán y os llamarán demonios, e intentarán mataros y purificaros con sus fuegos. Pese a que quizá la vanidad podría llevarnos a enfrentarnos a ellos con toda nuestra determinación y poder, no es lo más correcto. Estoy seguro de que si sólo estuviese en juego vuestra supervivencia, a Hardestadt no le importaría lo más mínimo que os asesinaran, pero hay algo más... Defendiendo el secreto de nuestra existencia, defendéis a todos los vampiros de este mundo. Si queréis seguir vivos, seguid esta norma.

Ahora, por haber sido tan buenos chicos, os doy permiso para que os alimentéis de algún criado.

Rafael chascó los dedos y atrajo a dos de ellos ante Leonore y Damian.

-Estoy seguro de que sabéis cómo se hace.

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22/11/2011, 00:23
Leonore Valkor

Leonore asintió, dando a entender que había comprendido sus directrices. Era una de las cosas que Rodrigo les había explicado la noche anterior, y no pensaba forzar aquel "tratado" para obtener la muerte. Fuego... Pensarlo le dio un escalofrío, ficticio, claro. Una mera reminiscencia de su anterior cuerpo.

Observó al mortal con avidez, llenando sus pulmones de aquel dulce aroma. La Bestia rugió en su interior, ansiosa, y no le hizo esperar. Alargó las manos y caminó hacia el sirviente tomándole del rostro con una caricia gélida. Enseguida asomaron sus colmillos y los hundió en el cuello de aquel frágil humano. El líquido se derramó por su cálida piel y se apresuró a beber sin dejar que se escapase ni una gota, notando los menguantes latidos del mortal. Quiso continuar, enardecida por la delicia de aquel manjar adquirido directamente de la víctima, pero cuando notó que las piernas del hombre flaqueaban paró y lamió la herida tal y como les había explicado el cochero.

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22/11/2011, 23:44
Damian Rockhard

Damian asintió al mismo tiempo que Leonore, sin siquiera mirar a su interlocutor a los ojos, pero manteniendo una expresión de desprecio y odio en su rostro.

En cuanto captó el agradable aroma de la sangre en las venas de los criados que acababan de presentarse delante suya, podría decirse que notó un cierto escalofrío recorriendo su columna. Provocando que se le erizase todo el bello y que salieran a relucir sus colmillos. El hambre que azuzaba a la bestia de su interior no parecía perdonar y deseaba tomarlo. Pero esta vez quería ser más precavido, no se fiaba de aquel hombre que les presentaba en bandeja lo que ahora le parecía un verdadero manjar. Pero no podía negarse y el hambre arreciaba.

Clavó una fría mirada en los ojos del asustadizo criado. Se acercó lentamente hacia el, sintiendo el pulso acelerado del chiquillo, notando como su sangre bombeaba por sus venas, caliente y deliciosa. Lo agarró por la barbilla, levantando su rostro y dejando al descubierto la yugular. Notó como subía y bajaba la vena de su cuello. Le gustaba lo que veía. Tiró súbitamente del muchacho hacia el y clavó los dientes en su cuello, agarrándolo por la nuca y obligándole a echar la cabeza hacia atrás.

Volvió a sentir esa agradable sensación de la sangre recorriendo su paladar y quemándose en su garganta. Pero esta vez era mucho más placentera. Se deleitó con esa sangre y el sufrimiento de su víctima. Al sentir que ya estaba al borde del desmallo, se detuvo y lamió la herida, como le había indicado Rodrigo la noche anterior, y dejó caer a su víctima.

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23/11/2011, 00:24
Director

Tras entregarles capas de viaje y algo de equipaje (aunque era difícil pensar en qué necesitaban, cuando no percibían el frío como los vivos, ni tenían hambre o sed humanas), les dejaron marchar. Rodrigo los llevaba en carruaje a través de los caminos solitarios, con la luna como única compañía intermitente entre los árboles.

A medio camino se detuvo. Escucharon a uno de los caballos relinchar y a Rodrigo hablar. Al mirar por las ventanas vieron que había un par de hombres con antorchas, cotas y espadas. Y Leonore los reconoció.

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23/11/2011, 00:27
Dierck

-Disculpad, buen hombre, estamos perdidos en estas tierras y necesitamos direcc... -decía Dierck hasta que, entornando los ojos, pudo reconocer a Rodrigo. Desenvainó la espada de inmediato-. ¡Tú! ¡Tú estabas allí!

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23/11/2011, 00:58
Leonore Valkor

Leonore viajaba ensimismada, mirando de tanto en cuando por la ventanilla cuando la voz de Dierck le sobresaltó. Por primera vez desde que habían entrado en la sala de torturas buscó los ojos de Damian y le miró con terror.

-Es... Él es... -musitó.

Por un momento pareció estar a punto de echarse a llorar, y antes de que el guerrero pudiese reaccionar tiró de la manivela de la puerta y bajó del carruaje. Ansiaba verle, abrazarle para sentir su calor y besar sus ásperos labios. Pero no podía, no podría hacerlo nunca más porque ahora era un monstruo frío cuyo corazón no latía por nada ni por nadie.

La Dama se acercó, alzando los brazos ligeramente y con pasos breves pero seguros. Descubrió su rostro bajando la capucha y alargó la mano hacia él a una distancia prudencial. Al verle de cerca tuvo que hacer grandes esfuerzos por no llorar y dejarse descubrir, pero sobre todo por no dejarse caer en la vana imaginación de que él la llevaría a casa y encontraría una cura, pues no la había.

-¿Dierck...? Soy Leonore.

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23/11/2011, 01:11
Dierck

-¡Leonore!

El caballero olvidó a Rodrigo por un momento y corrió hacia ella. Se interpuso entre su persona y Rodrigo, en el pescante, sin dejar de balancear la espada a un lado y a otro mientras la rodeaba con un brazo.

-Pensé que habías muerto en el incendio -dijo Dierck, muy emocionado.

-¡Señora! -exclamó el otro, también miembro de su escolta.

Leonore notó los olores impregnados en la ropa de Dierck: el humo del incendio pasado, dos días atrás, el ajo y la cebolla de su última comida, su sudor, el olor de sus ropas, la hierba en sus pies, los pinos, la noche. A pesar de ser de noche, la penumbra se extendía mucho más allá que de costumbre. Los colores, aquí fuera, eran más vivos... o lo parecían. Y todo estallaba en sonidos. Las aves nocturnas cazaban, los roedores se escondían y las serpientes reptaban. Y los tres únicos corazones humanos en la escena palpitaban rítmicamente. Sus dos caballeros estaban nerviosos y alterados; Rodrigo no temía. Aquello le dio hambre. ¿Es que nunca terminaba?

Notas de juego

Primer uso de Áuspex. Desde ahora puedes activarlo a voluntad.

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23/11/2011, 12:54
Leonore Valkor

Por un instante su presencia la adormeció, abrumada por la cantidad de sensaciones que le transmitía. Exhaló un suspiro y cerró los párpados acurrucándose junto a su pecho, emocionada por haber recobrado la sensación de protección. Pero aquello sólo duró un glorioso instante. Los sonidos se incrementaron, al igual que los olores y colores de su alrededor, de forma tan intensa que casi podía saborearlos. Abrió los ojos y giró la cabeza en dirección a la profundidad del bosque, alarmada por lo que percibía. Sus manos se aferraron a la pechera de su amante con fuerza. Y entonces la bestia se agitó de nuevo, provocándola.

Su corazón latía con vigor a un ritmo desenfrenado que no hacía sino avivar sus ganas. Distinguía su aroma de una forma que jamás había logrado captar antes, demasiado tentadora. Sería una presa fácil, pensó, y al instante sacudió la cabeza tratando de apartar todos aquellos incómodos pensamientos. No podía hacerle eso, pero su labio inferior temblaba mientras los colmillos pujaban por salir.

-No… No le hagas daño. Él nos ayudó a escapar –dijo mientras sujetaba su muñeca, procurando no rozarle la piel, haciendo fuerza para que bajase el arma que dirigía hacia Rodrigo.

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23/11/2011, 15:28
Dierck

Dierck no forcejeó, aceptando la orden de Leonore de inmediato.

-Si es así... Me alegro.

El caballero se giró hacia ella y le acarició el rostro.

-¡Pensé que habías muerto! Paul nos dijo que os habían matado a todos en el banquete...

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23/11/2011, 16:09
Leonore Valkor

Leonore acarició con los dedos el dorso de su mano, notando el pulso.

-Logramos salvaros con ayuda de Rodrigo, él y yo -dijo, girándose hacia el el carruaje y señalando Damian-. ¿Te acuerdas de él? Viajó con nosotros.

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23/11/2011, 16:13
Dierck

Dierck no miró a Damian con buenos ojos, aunque tampoco dijo nada en contra.

-¿A dónde estábais yendo?

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23/11/2011, 16:14
Rodrigo

-Leonore, las órdenes de mi señor son claras -murmuró Rodrigo-. No podemos perder el tiempo. Ya no eres la misma.

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23/11/2011, 16:32
Damian Rockhard

Damian se levantó y se asomó a la puertecilla del coche. Había captado el aroma de los dos hombres y el hambre parecía no desaparecer jamás.

- ¿Qué piensas hacer con ellos Leonore? No podemos entretenernos más.

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23/11/2011, 16:46
Leonore Valkor

Leonore tensó al mandíbula. No hacía falta que le repitiesen lo que ya sabía.

-¡Callaros! -estalló, mirando con furia implacable a ambos.- Esto no es asunto vuestro. Dadme un momento a solas.

Cogió la mano de Dierck y tiró de él para alejarse del carruaje y de la vista de ellos.

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23/11/2011, 16:54
Dierck

El caballero, atónito, siguió a Leonore hasta que se alejaron lo suficiente como para tener intimidad. Una vez allí, suspiró mientras miraba a su señora.

-¿Qué ocurre?

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23/11/2011, 17:02
Leonore Valkor

Leonore agachó la cabeza, avergonzaba. Empezaba a ver que la única salida factible a aquella situación que no les pusiera en riesgo era dejarse llevar por la bestia que rugía en su interior. Sabía que él no la dejaría de otro modo.

Tomó sus manos con gentileza entre las suyas y acortó el espacio que les separaba hasta casi rozar su piel con la nariz.

-No puedo volver a casa, Dierck. Nos han... hecho cosas horribles. Deseé tantas veces la muerte como súplicas le hice a Dios para que parasen. Nadie nos socorrió... Y a veces sigo deseando morir.

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23/11/2011, 18:45
Dierck

-Paul nos habló de algo así. Nos dijo que le obligaron a apuñalaros, pero que él no quiso. Dijo que habías sido buena con él, que no podía permitirlo... -Dierck estaba dolido por sus palabras-. Leonore, nada de eso importa. Estamos juntos otra vez. Ya ha pasado el terror, te lo prometo. Yo te protegeré.

Dierck se inclinó para besarla. Sus labios eran cálidos, su aliento también. Notaba su corazón palpitar contra sus labios, como la vena ofrecida para saciar su hambre.

Notas de juego

Tira Autocontrol dif 6 para no morderle.