Partida Rol por web

Las jornadas de viaje se suavizaron cuando los nobles lograron superar aquella zona boscosa. Ni siquiera había sido el bosque de Bastonne, el cual llegaba a continuación mas del mismo modo los tres siguientes días fueron calmos en comparación con los anteriores. El tiempo trató de sanar las heridas causadas por Lady Nolwenn cuando trataba de arrastrar a aquellas personas en su macabra venganza, mas tan pocos días no eran suficientes para lograrlo. La vampiresa había encontrado la muerte final junto al que parecía ser uno de aquellas personas a las que dirigía su odio, pero su vendetta no llegó a culminar.

Atrás quedaron las gentes de Foix, cuyo destino ahora era desconocido. Y delante, se mostraba ahora la plácida imagen del último de los lagos, el lago de la dama, a pocas millas de la magnífica ciudad de Bastonne, la gloriosa capital del reino de las damas y los caballeros.

Construido a cierta altura sobre el lago, los templos dedicados a la diosa que concedía sus bendiciones a las mujeres de toda Bretonnia. La ciudad del lago contenía hermosos edificios blancos. Sería necesario rodear aquellas aguas para entrar en el bello asentamiento. Ahora, la satisfacción de que el viaje estaba próximo a su fin envolvió los corazones de los viajeros.

Habiamos dejado atrás Foix y todo lo ocurrido con el Barón, la Baronesa Vampírica, el malvado mago y el resto de confusiones y luchas intestinas. Había algo podrido en aquel lugar y sólo los sacerdotes y caballeros experimentados podrían investigarlo. Nosotros habíamos hecho lo que habíamos podido.

Yo sentía a Elisabeth en mi caballo, la llevaba conmigo, habíamos quemado todo lo relacionado con la vampiresa y su corte, con el maldito mago y, de vez en cuando la abrazaba y daba besos en la nuca y mejilla. Todavía me gustaba sentirla tan cerca. 

—Vaya, ya llegamos a la capital. —Había tratado de animar a Elisabeth en los días siguientes, nos quedaba poco para el término del viaje. Yo tenía hermanos en la corte y quizás algún conocido, aunque no me llevaba muy bien con ninguno. 

—¿Queréis acampar a orillas del lago un día más, asearnos, lavar nuestras ropas, compartir un fuego de campamento entre todos y una noche más con Liz y ya mañana entrar en la capital como personas?

En la capital nos esperaba el fin del viaje, quizás el matrimonio... y también entregar el anillo de la sacerdotisa y contar todo lo que habíamos presenciado. 

El camino poco a poco se fue despejando, el bosque dejaba paso a la llanura donde se encontraba la ciudad. Al fin parecía que el tortuoso camino llegaba a su fin. Nada volvería a ser como antes para aquellos caballeros que habían vivido tantas cosas en aquel viaje.

Personalmente preferiría llegar cuanto antes, hasta que no estemos en la ciudad no estaremos a salvo y bastantes penurias hemos pasado ya dijo Dante ante la propuesta de Tad No obstante me parecerá bien lo que se decida.

Las monturas estaban cansadas al igual que los jinetes, Dante había hecho la mayor parte de viaje a pie para dejar a Katarin la montura y que el caballo estuviera más fresco.

La verdad era que como siempre había tenido que ayudar a mi pueblo tanto como sanadora, como últimamente, en lo que hiciera falta, no me importaba demasiado ir con el polvo del viaje encima y que pudieran verme sucia. De todas maneras, sabía perfectamente que las palabras de Tad lo único que me estaban diciendo era que quería pasar una última noche conmigo en una tienda de campaña, lo cual, me hizo sonreír. 

Eso sí, estaba claro que Dante no estaba mucho por la labor y también era normal. 

- Podemos entrar ya en la capital, buscar una posada en la que asearnos, cambiarnos de ropa y dormir sobre unas sábanas limpias y mañana ya hacemos todo lo que tengamos que hacer. ¿Os parece? 

Yo también quería unos cuantos mimos de Tad, era más, los necesitaba. 

Las cabalgatas se hacían más llevaderas con Dante a mi lado, sujetándome a su cintura y apoyando la mejilla contra su espalda cuando cabalgaba conmigo, y tomando su mano cuando iba a pie. Poco a poco, con el pasar del tiempo todo el horror vivido iba quedando en un mal recuerdo del que esperaba no volver a saber nada.

La vista del lago fue la más maravillosa que había visto en mucho tiempo, no sólo por su belleza, sino porque anunciaba el final de nuestro viaje. Por fin nuestro viaje habría valido la pena y podríamos empezar una nueva vida. Cerca se podían ver los templos de la diosa y no muy lejos de allí, la ciudad de Bastonne.

- Yo también querría llegar cuanto antes - deseaba más que nada asearme y no me apetecía nada entrar en la ciudad como una pordiosera, pero aún me apetecía menos pasar una noche más a la intemperie. Cada noche que estábamos fuera era una nueva posibilidad de encontrar nuevos problemas.

Conscientes de lo agotador del viaje, tanto en lo anímico como en lo físico, cundió la idea de descansar un último día en una posada, dejando atrás la naturaleza en pos de un entorno más civilizado.

Para la satisfacción del grupo, los habitantes del lugar conocían bien las necesidades de los muchos nobles que venían al lugar y era posible ver algunas edificaciones también en la base del templo. Cabía tanto la posibilidad de entrar en él como la de permanecer fuera. El grupo optó por acercarse de manera que pudieran disfrutar de unas horas o incluso una noche tranquila, bañarse y entrar a su destino ya aseados.

La posada mostraba un precioso corcel blanco como dibujo distintivo, el cual poseía un cuerno en la frente del que se había pintado una luz emanando. No había dudas sobre el tipo de animal que representaba. En el interior, pronto llegó a recibir a los viajeros el orondo hombre que la regentada.

- Caballeros, bienvenidos a la posada del unicornio, mi nombre es Oleg. Entiendo que desean bañarse y comer algo tras una larga peregrinación.

Oleg ya estaba preparado para satisfacer los requerimientos de los viajeros.

Habían construido una posada cerca del templo. Tenía sentido con la cantidad de peregrinajes. Los nobles y quién pudiera pagarlo, podrían dormir sobre plumas. O paja. O lo que fuera. 

—¿Dormir en unas sábanas limpias? ¿Qué es ese mito? Sólo existen tiendas de campaña y mantas de viaje —había respondido Tad a Elisabeth. En realidad, una vez eliminaron la amenaza del mago y la vampira, el viaje había mejorado mucho.

Al final, decidieron dormir una noche en la posada y en unas sábanas limpias. 

—Sí, deseamos las mejores habitaciones —Tad no precisó cuantas— y un par de bañeras llenas en ellas... 

Al fin la civilización parecía estar al alcance de la mano, aquella posada era lo más parecido a un palacio que habían visto en muchas jornadas. El hogar encendido con su crepitante melodía, el olor a un guiso caliente pronto impregno los cansados rostros de los aventureros.

Dante abrazó a Katarin reconfortandola por todas las penurias que habían tenido que pasar, después de todo parecía que tenían su destino al alcance de su mano y aquella posada parecía un premio por sus largas jorandas.

Y una cena caliente, por favor

Añadió Dante con una sonrisa como hacía días no se veía en su rostro.

Al entrar en la posada sentí la animada sensación que proporcionaba el saber que los problemas habían quedado atrás y que aquella noche dormiría sobre una mullida cama. El lugar era agradable y el posadera también parecía afable. Podríamos bañarnos y asearnos debidamente antes de emprender de nuevo nuestro camino hacia la capital.

- Sí, por favor, necesitamos un buen baño y una copiosa cena, hace mucho que estamos de viaje y sería de agradecer.

Me acomodé entre los fuertes brazos de Dante y señalé una mesa libre.

- ¿Nos sentamos en aquella mesa mientras nos traen la cena? Me gustaría también un poco de agua o vino, posadero.

Entrar en la posada fue muy agradable, pues a pesar de que eran lugares muy concurridos y que en algunas olía a perro muerto, era como si al fin pudieras descansar aunque fuera sentándote en una de sus mesas, sobretodo, después de un viajecito como el que nos habíamos hecho nosotros, que no sólo nos habíamos cansado físicamente. 

Tad parecía estar de mejor humor después de que hubieran desaparecido el mago y la vampiro y bueno, quizás con unos pocos días más, todo parecería aún mejor. 

En cuanto escuché las palabras de Tad puse los ojos en blanco y negué con la cabeza. 

- ¿Les mejores habitaciones? Está loco. 

Disimuladamente me acerqué a él y roja como un tomate le hablé en bajo para que pudiera escucharme sólo él, aunque él sabía perfectamente mi situación. 

- No puedo pagar la mejor habitación Tad... - No me sentía demasiado cómoda diciendo aquello, pero era lo que había y la verdad es que en el fondo me alegraba de ello, pues sino no hubiéramos llegado a conocernos. 

Elisabeth estaba algo avergonzada por el dinero. —No pasa nada, yo te invito —dije con una sonrisa. Yo si tenía dinero, aquella posada era barata en comparación a lo que me gastaba yo en el Sur y me quedaba mucho del que me había dado mi padre para el viaje de noviazgo.

Así era mi familia, mi padre veía oportunidades de comercio y las aprovechaba. ¿Una tribu de bárbaros belicosos al Norte? Les compraba pieles y en unos años tenía unas tribus aliadas que le vendían pieles y compraban herramientas, comida y medicinas. Paraba las guerras con intercambio de hijos. ¿Se empezaban a acabar los animales? Mirad esto que os traigo, vacas para ganadería, os vuelvo a comprar las pieles en unos años. 

¿Unas tierras llena de gente devastada por la plaga, empobrecida? Tomad oro y ayuda, y así coloco al hijo descarriado con la noble firme que había allí. En unos años les compraría sus nuevas cosechas, creadas con los suministros que estaban de camino y les vendería madera para casas para los hijos, ladrillo y losas para las carreteras... contrataría la mano de obra sana para puentes... "Los campesinos muertos no aran la tierra" era un adagio que le había escuchado decir mucho. 

Ahora recordaba algunas de sus explicaciones. "Paga siempre la mejor habitación en las posadas, hijo, y da monedas a todo el que te sirva bien. A todos los artesanos honestos. Luego ellos comprarán de nuestros campesinos y viajarán a ver a su familia, pagando en nuestros pontazgos y..." Yo no entendía nada, pero en eso le hacía caso. Mi padre era noble de origen humilde, pero había ido a más y nadie sentía el Reino como él, los mercaderes le maldecían y a la vez se mataban por hacer negocios y sentarse a su mesa. 

—Mi padre dice siempre que pidamos lo mejor a los campesinos honestos, y paguemos de antemano, que así los campesinos también viven bien... —también solía asegurar un gran y obsequioso servicio. 

Puse los ojos en blanco ante la respuesta de Tad, la cual, casi estaba imaginando y aunque verdaderamente no me sentía cómoda con "nuestra" situación tan desigual económicamente, sabía que iba a tener que ir acostumbrándome, pues si yo tenía tres vestidos dentro de un armario, este hombre tendría tres habitaciones llenas de ropa. 

De no ser porque ya había quedado claro que nos habíamos entendido a la perfección, en aquel momento hubiera podido pensar que no teníamos nada en común. 

- Está bien... - Murmuré para luego simplemente quedarme a su lado. Tampoco era plan de que él estuviera incómodo para que no mantuviera mi orgullo intacto ¿no? Además, Tad sabía perfectamente dónde se estaba metiendo. 

Elisabeth puso los ojos en blanco, pero yo estaba seguro de que mi padre tenía razón. Y además así tendríamos la mejor habitación.

—Confía en mí —dije sacando las monedas y pasándoselas al posadero para pagar la habitación. —¿Cuando pueden estar esos baños?. Podemos tener uno en nuestra habitación, y subir rápido. Errrm es... para explicarte como mi padre hace funcionar eso de las monedas y 

Estaba situado al lado de Elisabeth, y para cualquiera sería obvio lo mucho que gustaba a Tad la clérigo, además de que la peregrinación había sido un éxito. 

Al escuchar la explicación de Tad sobre que quería subir rápido para explicarme nosequé solté una carcajada y mi cara se puso del color de mi pelo, pues estaba segura de que eso no era precisamente lo que le apetecía explicarme. Hubiera dicho que ni siquiera quería hablar conmigo, pero Tad sólo dejaba de hablar cuando dormía, por lo que seguro que alguna cosa me explicaría, fuera lo que fuera que estuviéramos haciendo. 

Por lo demás, guardé silencio, esperando, porque aquello del baño era lo más apetecible que había escuchado hacía mucho tiempo y que no tenía que ver con mi prometido. ¿O sí?

El hombre sonrió sintiéndose satisfecho cuando solicitaron las habitaciones y adicionalmente las bañeras. Era algo habitual así que estaba preparado y más que de sobra.

- Verán que enseguida estarán listos sus aposentos y los baños. El agua caliente y un aroma agradable en el aire. Mi mujer es muy detallista a ese respecto. Espero que disfruten de su estancia. Tan sólo esperen un poco, coman algo de queso de oveja entretanto.

Dijo encantado con la presencia de aquellas personas. La mujer del posadero, una mujer de aspecto extranjero con la piel clara y cabello castaño, se puso manos a la obra para preparar lo que hiciera falta.

Al poco las bañeras de cobre estaban preparadas para quienes quisieran disfrutarlas y en efecto un aroma a distintas hierbas adornaba el ambiente, con el agua caliente sin resultar desagradable. Sobre una mesita de madera se encontraba el jabón, una dura pieza de forma cuadrada.

Dante sonrió al camarero, después de todos los encuentros que habían tenido durante el viaje aquellas amables palabras resultaban reconfortantes y de lo más embaucador.

Este hombre se merece una buena propina

Dijo el caballero mientras levantaba su copa.

Un brindis por el fin de nuestro viaje, y porque a pesar de las dificultades las pasamos juntos.

Tad no tenía hambre particularmente, o al menos no quería comer nada hasta asearse, ahora que tenía la oportunidad. Así que aceptó el brindis y vació su copa, antes de agarrar a Elisabeth de la mano. 

—Sí, una propina... —dijo sacando algunas monedas de plata y dejándolas en cualquier lado —y su mujer por las aguas calientes también... 

Tirando disimuladamente de la clérigo, se la llevó escaleras arriba. —Tengo unas ganas de darme un buen baño...

Seguía colorada cuando Tas agarró mi mano y me llevó escaleras hacia arriba, aunque la verdad es que no le puse ninguna resistencia, pues deseaba descansar y deseaba ese baño. 

- Nos vemos luego. 

Quizás ese luego fuera mañana, pero bueno, el caso era el mismo, ya que imaginaba que al resto de parejas tampoco les apetecería estar con nosotros demasiado. 

- O mañana. - Dije riéndome cuando vi por el rabillo del ojo la cara con la que me miraba Tad. 

Eso sí, yo iba a querer cenar en algún momento de aquella noche, porque si algo tenía era que me gustaba comer. 

Sonreí feliz y agradecida cuando el posadero nos habló sobre las habitaciones.

- Muchas gracias, después de tanto tiempo viajando y durmiendo en tiendas será de agradecer un buen baño aromático - estaba como en una nube.

Tomé mi copa.

- Y por un feliz desenlace - dije uniéndome al brindis.

De pronto, nuestros compañeros se fueron hacia arriba, a bañarse. Me sonrojé un poco y miré a Dante.

- Nosotros también deberíamos ir a bañarnos antes de la cena.