Partida Rol por web

Floette sonrió con energía ante el ataque que todos juntos llegaron a producir. Sin embargo, se le borró de la cara, cuando vio las horribles ruedas negras. Ellos también habían sido envenenados por ellas. Pobres.

Sintió mucha lástima por ellos, pero también mucha furia. No era justo que Sylveon se estuviera comportando de aquella manera con ellos. Pero, ¿qué le habían hecho? Sólo cuidados y más cuidados.

Era un digimon malvado, y había que acabar con él. Pero, primero, eran los otros los que debían de ser "curados".

-Venga, vale- dijo, escuchando las palabras del zorro amarillo, Braixen.

Floette se concentró en recoger energía de todo su ser, y miró a su objetivo. Más bien, a todos ellos, pues a todos quería darles el ataquee Floette.

-¡Viento feérico!- repitió Floette con una gran energía, recordando que estaba allí para proteger a su querida Elen.

Los ojos de Féix se movían de manera intermitente tanto a un sitio como a otro. No sabía dónde clavar la vista. Todo eran sensaciones y emociones nuevas. Pero, lo que sí tenía claro era que odiaba a aquella criatura rosa de ojos azules.

Cómo los había engañado a todos, y qué rabia sintió cuando se limitó a sonreír cuando fue preguntado por el ordenador.

Lo peor de todo fue descubrir que en el interior de los antiguso compañeros digimon había ruedas negras. Una llama de ira prendió en el interior de Fénix, y no dejó de despotricar contra Sylveon, y de decirle a Braixen que acabara con él, que no podía ni verlo, que suficiente habían pasado ya como para seguir aguantándolo.

Los ataques de los digimon se sucedían sin descanso, y Fénix temió que sus compañeros pudieran resultar heridos de gravedad. Flygon ya estaba bastante tocado. ¿Cuánto tardarían en caer todos?

-¡Venga, vamos!- gritó Fénix, haciendo que su voz resonara por encima de los ataques de los digimon-  ¡Acabad con él!

Miró a Braixen, y sintió una gran fuerza, como si su vínculo se hubiera hecho más fuerte aún. O, simplemente, eran imaginaciones suyas debido al momento tan tenso que vivía.

-¡Braixen! ¡Tú puedes! ¡No te rindas! ¡Yo estoy contigo!

Braixen y Floette sentían el cariño que Fénix y Elen les mandaban respectivamente. Juntos combinaron sus ataques una nueva vez. Y el aire de hojas rosadas fue quemado por Braixen con su poderoso lanzallamas. Pero mientras estaban combinando sus ataques una nueva luz intensa empezó a brillar en el cuerpo de los dos digimons.

Habían vuelto a cambiar de forma, por lo que el ataque se estaba haciendo cada vez más y más poderoso, hasta que finalmente impactó contra sus antiguos aliados y finalmente lograron derrotarlos.

Las ruedas negras que les tenían controlados fueron expulsadas del cuerpo de su rival, por lo que aunque les habían dejado gravemente heridos y casi inconscientes, al menos ahora eran libres.

Sylveon estaba solo. Tenía que hacer frente a tres digimon que habían alcanzado su última forma volviéndose aún más poderosos que antes. Delphox, Flygon y Florges iban a enfrentarse al último de los digimons que habían amenazado el mundo. Juntos lo derrotarían.

Y entonces Sylveon lanzó un ataque que pilló de imprevisto al trío de digimons. Un par de pantallas cubrieron su cuerpo, pero no le provocó ningún daño. Ahora era como si estuviese cubierto por una extraña pantalla de luz y unos potentes espejos que le devolvían el reflejo a los aventureros. Había lanzado sendos movimientos de protección para evitar el daño que pudieran lazarle sus rivales.

Y encima, empezó a brillar como lo habían hecho ellos antes, adquieriendo un nivel evolutivo mayor que el que tenía, pero por fortuna equivalente al que ellos acababan de poseer.

Su tono rosado se había vuelto más oscuro y morado, y de su espalda habían brotado unas alas muy similares a las de las hadas de los cuentos de Elen. Además sus apéndices ahora eran mucho más alargados y aún más poderosos.

Estaba claro, Sylveon no iba a dejarse derrotar tan fácilmente.

A pesar de verse superado el Soberano no se dio por vencido, pujó a través de los movimientos de sus rivales haciendo así su paso hacia la libertad. Viéndose libre extendió sus alas con orgullo y se levantó dispuesto a seguir peleando, pero no pudo ser, sus compañeras ya se habían despachado a sus antiguos compañeros dejando tras si a unos despojos que exudaban algo de oscuridad remanente en sus cuerpos.

—Ja, se lo merecen por dejarse manipular así; ya verán cuando despierten.—les reclamó mientras cruzaba sus brazos molesto.

En medio de su indignación no se había percatado que Sylveon, el gran traidor, se bufaba y era ahora increíblemente mas poderoso en comparación a los papanatas de los otros Eon's. El Soberano transpiraba de terror por tal despliegue de fuerza, la gran luz y dulce aroma de su enemigo le provocaban un terror innato y ahora con tal aumento de fuerza era espantosamente monstruoso; casi como si el fuera un insecto y Sylveon un coloso de 30 metros.

Por un momento miró atrás de el, quería escapar de ahí, huir de todo cual rata cobarde y esconderse en lo mas profundo de la arena del desierto; pero tras el se encontraba Elhen, su querida Elhen, mirándolo en el frente de batalla y esperando tras el solo la más grande de las victorias. No podía huir, no con ella tras el dándole ánimos y esperando lo mejor, ELLA MERECÍA LO MEJOR, NO UN COBARDE DE PORQUERÍA QUE HUYE A LA PRIMERA.

Tras esta resolución Flygon, el soberano del desierto, se paro firme. Muerto de miedo y con lágrimas tras sus ojos cubiertos no dejaría de pelear. Reuniendo fuerza en sus brazos estos se cubrieron de un aura roja llena de poder,los elevó con rabia hacia arriba y clamó:

—TU NO ME ASUSTAS. TIERRA VIVA.

Dicho esto azotó los brazos en el suelo y debajo de su enemigo el suelo reventó en una explosión semi-volcanica de escala personal. Sea lo que lo protegiera sin duda sentiría el daño.

Elen miraba aquel combate con tristeza, no le gustaba ver a su Digimon pelear en contra quienes fueron sus amigos. Era horrible, en esa lucha se batían a duelo en contra de aquellos con los que jugaron, compartieron y rieron en la espera por encontrarse con ellos, con los humanos. Viendo como se atacaban con todo le dolía, casi le rompía el corazón.

Al final su Compañera junto con los demás se impusieron, derrotando a los poseídos y haciendo que removieran los engranes de sus cuerpos; esto la alegró mucho, por fin esos digimon eran libres una vez mas.

—¡¡¿Como puedes ser tan cruel?!!. ¡¡Todos ellos eran amigos!!, ¡¡No tienes derecho a jugar con las personas así!!.

Estaba segura de lo que dijo, con todo el tiempo que tenía en ese mundo considerada a los seres digitales como entes pensantes y por tanto merecían ser considerados como "personas".

Su réplica no fue escuchada ya que su rival, este floreció delante de todos y ahora era tan hermoso como mortal. Elen se maravillo ante esta metamorfosis, ante ella estaba un hada hermosa con alas prístinas cual cristal y bendecidas con delicadas gotas de rocío que las recorrían. Adornado con hermosos brazaletes de oro y cuernos que parecían antenas se figuraba grande e imponente; cual Oberón ahora Sylveon era el Rey de las hadas, un rey al que no podría vencer.

Elen puso su mano en el pecho ante esta situación ¿que harían contra un Rey y mas contra el Rey de las Hadas?. Entonces frente a ella estaba su Floette, la que había dado todo por ella y seguía en frente, impávida ante su Rey y sin mostrar el mas mínimo respeto. Fue así que se dio cuenta, Sylveon podría ser un rey pero no era digno de serlo, era un tirano y los tiranos no merecían respeto.

—Es cierto Floette, Sylveon no es un rey, podrá tener el aspecto y el poder pero un rey que abusa de los débiles no es un rey, es un tirano.—Alzo la mano y señalando a Sylveon declaró —NO TENEMOS POR QUE OBEDECERTE.

Al hacer esto su Floette se vio envuelto por una gran luz, nuevamente había cambiado de forma y ahora era otra Digimon, se había convertido en una hermosa dama engalanada en un deslumbrante vestido verde claro y los aires de una diva, es mas, una reina. Maravillada mas que con Sylveon fue con esa nueva majestad y temerosa le dijo:

—¿Tu eres Flabébé? ¿no serás Tiranía, la reina de las hadas?

Elhena contempló maravillada cómo los otros dos pokémon cambiaban y alcanzaban el mismo nivel que Flygon. Al final, el colgante que habían encontrado sólo había sido un medio para llegar a ese nivel, pero no era el único camino.

Sus compañeros habían sido vencidos, y ahora sólo quedaba Sylveon. Él, que había sido el artífice de todo. Él, que seguramente había planeado todo esto para llevarles hasta allí. Él, que esperaba vencer a tres pokémon a su mismo nivel.

Vio miedo en los ojos de Flygon, y ella respondió con valentía. Quiso enviar su sonrisa y sus esperanzas al corazón de su compañero, que tanto había dado por ella. Notó cómo el vínculo que tenían entre ellos cada vez se hacía más y más fuerte, y parecía como si ellos fueran sólo uno.

¡No te rindas, Flygon, no tardará en caer!

El calor de Fénix recorrió hasta la última célula de Braixen. Su cuerpo brilló y empezó a mutar. Sintió el poder dentro de ella, sintió cómo llenaba su interior y explotaba hasta que Delphox apareció.

El pequeño pokemon zorro había llegado a su último nivel. El fuego ardía en su interior, aunque no sólo eso ardía en su interior.

Sylveon, sigues siendo horrible, te pongas como te pongas una sonrisa pícara llenó el rostro de Delphox pero es normal, estás a punto de ser derrotaba.

Hizo girar la rama que tenía en su mano. Aunque parecía una rama simple, no era así. Tan rápido como hizo su movimiento, varios círculos de fuego aparecieron, y se fueron a enrollar alrededor de Sylveon.

No quería sentir odio por lo que estaba pasando, porque no era una digimon que se moviera por odio, pero estaba muy enfadada. Mucho. 

Lo que había hecho Sylveon con aquellos digimons no tenía lugar en el Mundo Digital, y deseaba que Sylveon y todo lo que tuviera relación con él, desaparecieran sin dejar rastro, para devolver la paz a aquel bello mundo. Ese era su mayor deseo.

Tal era la fuerza y la voluntad de Floette que comenzó a sentir un calor en su interior muy intenso, y, después, todo en ella cambió. Se sentía más fuerte, más poderosa, más capaz de todo.

-Se acabó- murmuró, sonriendo de manera fría-. ¡Tormenta floral!

Lo dijo rápido, con fuerza, desde el centro de su cuerpo para darle con todo el poder que tenía. Si quería destrozar sus defensa, debía de ser fiera, rápida.

La situación, aunque pareciera sencilla, para Fénix pasaba demasiado deprisa.

Había cosas que no comprendía cómo habían llegado a suceder, y se preguntaba, si en el fondo, era culpa suya por no haber estado más atenta a Sylveon, y haber descubierto a tiempo sus malvadas intenciones.

Una voz le dijo que no era momento de pensar en esas cosas. Que el pasado no se podía cambiar, y que lo único que importaba era poder seguir combatiendo el presente y luchar por el futuro. Ella estaba dispuesta.

Abrió mucho los ojos cuando todo cambió. Cuando Fennekin, Braixen o su pequeña digimon, cambió de forma, y Fénix no pudo contener el aplauso y los vítores. Estaba muy orgullosa de su pequeña.

-Muy bien, claro que sí, ¡muy bien!- gritó, hinchando sus pulmones con aire para que la pudiera oír. Para que pudiera oír sus tonterías-. ¡Bravo! ¡Bravo! Te vas a cagar, Sylveon de pacotilla.

No le importaba si Sylveon podía ser más fuerte o no, lo que importaba de verdad era que ella tenía fe en su compañera digimon, y en los digimons de sus colegas. Sabía que eran fuertes, y que podían con cualquier cosa.

-Sylveon- dijo, señalándolo con un dedo admonitorio-. Este es tu fin- advirtió, sonriente.

¿Personas? Preguntó a Elen Mega-Sylveon mientras miraba a los que digimons heridos. ¿Acaso crees que ellos son personas? Tan solo han servido para probar mis experimentos con ellos. Veo que han sido de poca ayuda, pero al menos sé que mis Ruedas Negras funcionan y que con un poco de esfuerzo podré pronto dominar el mundo Digimon. Y entonces una maquiavélica sonrisa salió de su tierno rostro. Segundos después, Flygon empezó a crear un terremoto creando columnas de fuego que salían de cada grieta. Pero nada de eso servía con él, cada columna parecía golpear en un escudo protector que el digimon había creado y la ardiente lava se transformaba en tristes chispas. 

Las palabras de los digimons y sus compañeros caían en saco roto. Se empeñaban en criticarle, en decirle que no era digno, en decir que caería pronto, pero se equivocaban. Él era digno de ser no solo un Rey sino, el gobernador supremo de ese mundo digital. Además, no solo eso, también era muy poderoso y realmente poseía un poder mucho mayor al de sus rivales y sobre todo, sabía cómo usarlo.

El fuego de Delphox fue tan útil como la tormenta de flores de Florges y las palabras de los humanos, pues rebotaban en el escudo que el digimon Hada se había formado. 

Y después de ese vano intento de ataque, todo se volvió oscuro y de noche. Una luna llena gigante se materializó encima de la cabeza del malvado digimon y con sus apéndices la agarró y la lanzó contra los tres digimons que se estaban enfrentando a él. La fuerza de la luna golpeó a los tres. Flygon recibió un duro impacto que lo envió varios metros atrás quedando muy herido. Florges recibió también el impacto, y aunque herida, logró sobreponerse al golpe. El que mejor reaccionó fue Delphox, pero aún así había logrado herirle mucho más de lo que le hubiera gustado admitir.

Delphox aguantó el golpe lo mejor que pudo. Recuperó el aliento y se incorporó, dolorida. Pero en sus ojos ardía fuego, fuego lleno de rabia.

Ese truco no te servirá dos veces gruñó. Se sentía en inferioridad, a pesar de ser tres contra uno. Sylveon era un pokemon demasiado poderoso para ellos tres. Miró a sus compañeros. Flygon era el que más malherido estaba, pero Florges no se quedaba atrás. ¿Iban a caer tan cerca del final? No podía permitirlo. No, no lo permitiría. Lucharía hasta el final. Por Fénix

¡No os rindáis, podemos ganar! gritó, alzando su vara de madera en lo alto. Una poderosa llama nació en ella y, con rápidos movimientos, se generó el mismo círculo que la vez anterior. Tan rápido como pudo, lo lanzó contra Sylveon, deseando con todas sus fuerzas que esta vez sí que diera de lleno.

¡Flygon! gritó la humana, mientras salía corriendo hacia atrás en busca de su compañero. Le alcanzó en pocos segundos, y le acarició, comprobando los golpes y las heridas de Flygon. Quería llorar, abrazarle y decir que dejara de luchar, que huyeran los dos juntos. Tenía pánico, no quería que le hicieran más daño. Si Sylveon quería el mundo, se lo podía quedar, ella sólo quería a su compañero a su lado.

Pero sabía que era un pensamiento egoísta e inmaduro, y que no era lo que tenía que hacer.

¿Estás bien? Tienes que levantarte, yo estaré a tu lado, ¡tienes que luchar!

Aquel ataque fue devastador, aventándolo a una gran distancia que lo llevaría a estrellarse en la pared de aquel domo colosal.

El ardor en su cuerpo le quemaba a horrores, El Soberano estaba sufriendo por el poder de el falso rey, llenándolo de sufrimiento en base al poder de la Luna.

Su querida Elhen fue con el y le brindo consuelo, estas palabras resonaron en la cabeza del Soberano como eco en las cavernas y seguían resonando como si el mensaje rebotará en las paredes. Esto lleno de determinación al demacrado Soberano haciendo que este levantara de manera tortuosa. Ya de pie pudo ver a su enemigo, fuerte e imponente, un auténtico monarca en todo el sentido de la palabra. Ahora ya conocia su poder y lo que era capaz; ahora era su turno.

El Soberano de las arenas se paro firme en sus dos patas y dio un sonoro rugido dragonico a la vez que un aura azul le rodeo y fortalecía sus capacidades. Haciendo caso a su sangre dragón este abrió su esencia y dejó que lo llenara de poder. Con suerte conseguiría igualar el poder de Sylveon.

Para terror suyo Tiranía fue derribada de un golpe de Oberón, quien usara las virtudes de la luna para acabar con sus enemigos. Elen estaba fascinada y atemorizada por estos eventos, ella sabía lo poderoso que era el rey de las Hadas gracias a poesías que leyera fascinada en sus días de universitaria, y bajo esas letras estaba temerosa de ser incapaces de ganarle a Sylveon.

De repente unos gemidos de dolor la sacaron de ese pesar, su compañera, la ahora reina Tiranía estaba sufriendo por las heridas lo cual la hizo olvidarse de Oberón. Fue con su compañera y la abrazo espantada.

—Titania ¡¡¿estas bien?!! ¡¡Por favor perdoname, no debí dejarme embelesar por la belleza de Sylveon!!.

Ahora lo sabia, se había olvidado de apoyar a su compañera, ahora una reina entre las Hadas, HABIA PUESTO SU FE AL MONARCA EQUIVOCADO.

Sujetando con firmeza su digivice lo puso junto a su corazón y dijo de modo solemne:

—Yo creó en ti, mi Reina, a partir de ahora siempre estaré de tu lado.

-Me llamo Florges- dijo con un hilo de voz la digimon totalmente cansada.

Aquel ataque con la luna había sido devastador, y creía que iba a ser el fin. Sin embargo, pudo recomponerse tras unos segundos de descanso. Debía de ser fuerte por Elen, pero también por sí misma, y por todos los demás.

-Sí, venga- se animó, tras escuchar las palabras de Fennekin, aunque ahora era mucho más grande, como todos.

Escuchar a Sylveon le daba ira, y le ponía de mal humor, pero ello no fue óbice para luchar con todas sus fuerzas. 

-Voy a por ti, feo- dijo Florges, volviendo a ser la de siempre, aunque algo más cansada, y bailó durante unos segundos para concentrarse más-. ¡Viento feérico!- gritó una vez más, pensando que aquella vez podía tener más suerte. 

No podía creerse que aquel ser todavía estuviera vivo. Tenía ganas de darle de golpes, de ser ella misma quien acabara con él, pero estaba segura de que si los digimon no habían podido con él, ella mucho menos podría vencerlo.

Se dejó llevar por el pesimismo el tiempo suficiente para pensar en lo que había dejado atrás al llegar a aquel mundo extraño y desconocido. Echaba de menos su vida anterior, sencilla y simple. Sin sobresaltos.

Pero, en cuanto escuchó la voz de Delphox todo cambió. Se inundó de energía positiva, de optimismo, y una llama brilló en su interior. Sí, podían conseguirlo, podían llegar lejos. Todos juntos. Sólo tenían que quitar esa sonrisa horrible de la cara a Sylveon.

-Ya dejarás de reír, ya- murmuró Fénix, deseando que todo acabara ya.

Levantó los puños, y vitoreó a todos los digimons, incluidas sus compañeras humanadas. Todas debían de estar juntas con sus compañeros digimon, y debían de derrotar a Sylveon. Era ahora o nunca.

-Vamos, compañeras- gritó Fénix-. Es nuestra hora.

Trató de animar a todos los digimon, y de pensar que pronto acabaría todo.

Los tres digimons que quedaban en pie no fueron suficiente para acabar con MegaSylveon, poseía un nivel muy superior al de ellos. No hacía efecto ni tan siquiera el anillo ígneo de Delphox. Los ataques impactaban en la barrera que había creado y prácticamente rebotaban sin hacerle ningún daño.

Por eso MegaSylveon no dudó en volver a repetir el mismo ataque. Pero esta vez el brillo no era tan rosado, parecía poseer una cierta tonalidad oscura que helaba la sangre a las tres humanas.

Todo el mundo sabía que Sylveon era de tipo hada, pero ahora que había ascendido a un nivel superior, era como si hubiera obtenido un tipo mucho mas oscuro y siniestro. Lanzó una bola de energía oscura, como si estuviese compuesta de ruedas negras. El golpe dañó a todos de una manera brutal provocándoles tanto dolor que no fueron capaces de mantenerse en el nivel que habían adquirido.

Delphox, Florges y Flygon habían descendido a su nivel más inicial, siendo ahora imposible derrotarle. Estaban perdidos.

Todo pasó a cámara lenta. Vio los ataques de todos los compañeros pokémon dirigirse hacia Sylveon, y cómo la barrera mágica los bloqueaba sin ningún arañazo. Notó la energía negativa del pokemon oscuro, y cómo toda ella se concentraba en una bola de color negruzco y se dirigía hacia ellos. Quiso correr, ponerse delante de Flygon para que no recibiera ese ataque, pero ni siquiera le dio tiempo a gritar. La energía impactó de lleno en su cuerpo volador, lanzándolo por los aires, y haciendo que su cuerpo brillara para desprenderse de toda la energía acumulada y volver a un estado inferior.

¡No! ¡Trapmon, Trapmon! pudo correr hacia él una vez que el tiempo volvió a la normalidad. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras avanzaba torpemente hasta el cuerpo caído de su compañero. Al llegar, le tomó en brazos y le abrazó con energía, dejando que sus lágrimas recorrieran sus mejillas hasta caer sobre el rostro peludo de Trapmon.

No te preocupes, Trapmon dijo, intentando dar un poco de confianza a sus palabras, infundir valor al pequeño compañero que tenía en sus manos. Esto no va a quedar así. Le besó en la frente y volvió a dejarle en el suelo.

Se giró hacia MegaSylveon. Sus ojos estaban llorosos, pero su mirada desprendía odio, odio irracional. Le daba igual que ese extraño ser pudiese hacer añico a su cuerpo. No se iba a quedar allí, llorando por su compañero malherido. No era así, jamás lo había sido. Siempre había luchado por continuar, y esta vez no sería nada diferente.

Buscó un palo, algo alargado o duro que sirviese para apalear a la criatura. Una vez con ello en la mano, se lanzó con un grito de furia hacia el pokemon, dispuesta a luchar hasta el final.

Delphox deseo que su fuego rompiera la barrera. O incluso que la barrera cayera tras el primer asalto. Pero no se esperó que MegaSylveon pudiese aguantar otro golpe como si nada. Sus ojos se abrieron como platos al comprobar que ni el ataque de Florges ni el de Flygon eran efectivos. Sin darse cuenta, su cuerpo se quedó rígido, sus brazos se alzaron sobre su cabeza, sabiendo que el contraataque sería bestial. Esperó poder mantenerse en pie una vez más, lanzar un nuevo ataque o probar algo diferente. Pero no fue posible.

El ataque de la bola negra superó todas sus defensas. Notó como si todo el calor de su cuerpo le abandonara. Resistió un segundo en pie, pero la energía era tal que fue lanzada por los aires. Su cuerpo brilló, pero con menos intensidad. Se notó cansada, abatida, derrotada. Antes de caer al suelo, ya era una pequeña bolita de grandes orejas. Malherida, Fennekmon rodó por el suelo hasta topar con una pared. Y allí, resopló, resignada, sin poder hacer más para defender a Fénix.

Sintió que se hacía muy pequeña. Mucho. Pero no sólo físicamente, sino también anímicamente. Creía que no podía hacer nada bien, y el pesimismo la llevó lejos de allí. 

Pese a que quería sonreír, decirle a Elen que todo iba a estar bien, no pudo más que cerrar los ojos, y temblar un poco. Aquel enemigo era más fuerte que nunca, y no creía que podía derrotarlo. Había depositado todas sus fuerzas en el combate, y tras el ataque desmesurado y brutal de Sylveon, la pobre bola con la hoja verde pensaba que no tenían ninguna oportunidad.

Miró a sus compañeros digimon, y sintió un tanto de vergüenza. No podía ser que fuera ella, justo la que siempre sonreía, la que tuviera peores expectativas del combate.

-No- murmuró, cerrando los ojos con fuerza, enfadándose consigo misma-. No.

Gritó, aunque de manera débil, casi patética, y miró con ojos llorosos a Elen.

-No ha terminado. Aún podemos luchar.

Se giró, y, dando un salto para poder ver mejor, se encaró a Sylveon.

-Te odio mucho- dijo, con toda su rabia acumulada, y juntó los labios para crear una serie de burbujas rosadas, que, se  suponía, que iban a ser su ataque desesperado.