Partida Rol por web

Los barbaros con escudo tampoco están muy inspirados...

El guerrero noble también da ciertos signos de cansancio. Sus arremetidas parecen menos potentes.

Antonius probó de nuevo atacarlo, y una vez mas chocaron sus espadas, y por segunda vez ganaba el bárbaro por los pelos. Pero no se desanimaba. Simplemente apretó los dientes y se preparó para recibir el golpe.

Tras las embestidas del guerrero noble, la fatiga se apodera de él, dejando un hueco en su flanco. Pegaando un tremendo grito me lanzo contra el,intentando clavar la espada entre las costillas.

Tras unos instantes la furia de los hombres que tenían al frente amainó. La inercia de sus golpes perdía fuerza a medida que se sucedían desorganizados. Una masa de hombres así no podía durar mucho tiempo en formación y sus líneas parecían deformarse hasta casi romperse. Quintus sólo atendía a lo que tenía delante, pero siendo consciente de la situación decidió pasar a la ofensiva. Alzó el gladius por encima de su cabeza y lanzó una fuerte estocada al tronco de su rival.

- ¡Vamos hermanos! Acabemos con esos cabrones. ¡Veintena! ¡Veintena!- el calvo Cassius se abalanza contra un britano, le estampa el escudo contra el cuerpo y le raja el biceps hasta el hueso.

Antiocus estaba herido, pero no era nada del otro mundo y volvió a arremeter contra el bárbaro, esta vez la acometida quedó en tablas, aquello estaba durando demasiado y tendría que cambiar de estrategia si quería matar y no morir en el intento.

Tras el intercambio de golpes por ambas partes, Fuscus decide atacar con todas sus fuerzas para quitarse de encima al britano.

Antonius va acumulando herida tras herida. Todas hieren, la última mata, reza el dicho. Los demás peleais con fuera abriendoos paso.

Ataco ferozmente a mi rival y le hiero en plena cabeza. Cae momentaneamente inconsciente.

Lanzo un grito de victoria y me acerco a él.

El último encontronazo con el noble bretón, hace que este retroceda levemente, permitiéndome respirar un poco. En ese momento miro a mi alrededor, mis compañeros están enzarzados en sus respectivos combates, no a todos les ba bien...

-Atacad commilitones!!! ya son nuestros!!!!!!!!!!!!

Tras un feroz intercambio de golpes, encontronazos, tajos y cargas. Los dos bandos se separan como pugilistas agotados tras zurrarse la badana. No hay tiempo de ponerse a contar, pero parece que hay más cuerpos britones ensangrentados que romanos en la ladera...

Viendo que los britones han perdido el impulso oficial, los centuriones ven que ha llegado el momento.

- ¡Adelante por Belona!- grita Servilius. - No dejéis ni uno de esos bastardos.

El corneta suelta el "toque de carga y deguello".

Os adelantáis para acometer a los britones. Estos empiezan a ceder... de repente su retirada se convierte en un inicio de espantada. Algo les llena de pavor. Entonces veis que el signifer Carnutus tiene una flecha clavada a través de la ranura del ojo de su yelmo... Pero no parece molestarle, y reparte mandobles ferozmente con la derecha mientras sujeta el estandarte de la cohorte con la izquierda.

- <¡Es un demonio!>- aullan en su lengua los britanos.

- ¡Huid, felatores!- ruge Carnutus, con sangre hasta los codos.- ¡La muerte no puede conmigo!

La carga de Carnutus lo inspiró a luchar. Fingió dejar una apertura para su oponente, quien ya estaba confiado en su victoria. Cuando su espada se acercó, la desvió con un movimiento de muñeca y, siguiendo con el movimiento, golpeó al contrincante. Golpeó sobre el pecho, pero no llegó muy lejos.

Rugió al bárbaro, como si quisiera asustarlo, y se le acercó, buscando terminarlo cuanto antes.

El entrechocar de las armas y los escudos había sumido a Quintus en una especie de trance ensordecedor. Al salir de aquella ensoñación encontró su cuerpo cubierto de sangre, pero aún asestaba golpes con su gladius. Delante de él se encontraba un bretón con el vientre ensangrentado, que por su mirada parecía ya haber sucumbido al dolor.

Quintus le saca las tripas a su rival con un diestro golpe de gladius.