Partida Rol por web

Partís del poblado antes del alba. Una patrulla armada os escolta hacia las colinas. No sabéis si para escoltaros o para asegurarse que os vayáis. Al llegar allí el oficial masculla un seco: "buena suerte" y os deja a vuestro destino.

Os dejado por lo menos un asno para llevar provisiones para varios días, una tienda donde cabéis apretados y algunas cosas más.

La chica celta está bastante ida. Os sigue si la lleváis de la mano, no se queja, pero tampoco habla. Os empezáis a preguntar como vais a llegar a ningún lado con semejante guía...

Sabéis más o menos que el resto del ejército romano debe estar al sur, y que los britanos que derrotasteis huyeron al oeste.

- Venga amigos, vamos a por la aventura!! - digo yo mientras cabalgo hacia el oeste lentamente...

Antiocus andaba junto a sus compañeros hacia lo que parecía una muerte segura en una tierra extraña a manos de unos salvajes.
Que considerados estos romanos que nos dejan un burro viejo como ayuda de carga. Escupió al suelo y siguió andando con el grupo

Era hora de darse prisa, de ser ágiles y rápidos y sigilosos; de llevar armadura ligera y caminar todo el día; y de rezar a que no les atrapasen.
Y él, que había sido jinete, sabía llevar la ligera y estaba acostumbrado a ella... Pero no estaba del todo seguro de si quería llevar armadura ligera en tierra firme. Montado en su caballo podía correr más rápido que los demás y la armadura no importaba tanto. Prefería, por tanto, seguir con su armadura pesada y su gran escudo. Es más, antes de partir sugirió a sus hermanos hacer lo mismo, para que pudieran defenderse en caso de ataque. Aunque cada uno elegía lo que deseara, al final.

Tener a una mujer entre ocho hombres era ciertamente tentador. No había nadie que supiera nada, sólo ellos... Y tampoco parecía estar en contra de nada.
Si fuera por Cassius, habrían abusado de ella. Para Magnus, no obstante, la violación simplemente no entraba en el vocabulario...
...
Aunque a una invitación no se resistiría. Y con la tiendecilla que tenían, más de uno andaría caliente por la cercanía con la nativa.
Maldita tienda.

Y los viajes eran, en general, lo que menos le agradaba de su trabajo. Y lo que más, conquistar. Oh, ¡iban a conquistar! Pero era una tierra de locos. ¡De locos!

Casi que hubiese preferido unos latigazos como castigo, aquel viaje en busca del resto del ejército no parecía tarea fácil. Sólo esperaba un camino tranquilo, sin contratiempos.

Eso de la cueva... ¿a quien se le ocurrió? Preguntó Fuscus a sus compañeros, pues no parecía algo muy creíble.

- Todo por culpa de esa zorra pelirroja.- Cassius está de un humor de perros.- De niñera de una loca, lo que me faltaba por hacer en esta perra vida... ¡Yo que ya tenía un ascenso en el bote!

tras rebuznar un rato, se desahoga a Fuscus:

- Pues nada, que se me escapó la chica en plena noche y fuimos a buscarla... Debajo del pozo había una mina. ¡No veas qué follón! La muy pirada se había arañado la cara, como una bacante borracha*. Y nos atacaron unos bichos como ratas con dos patas... Pero aquií el hermano Quintus los asustó bramando como Mormolice.** ¡Todo muy raro! Tenemos que hacerle un sacrificio a Plutón** cuanto antes.

Tras un día de marcha, os detenéis a acampar. Estáis ya con el fuego encendido cuando oís ruidos de caballos aproximándose en la oscuridad...

Sabía que no debían haber encendido nada. Les avisó, les dijo que no prendieran una hoguera, pero no le hicieron caso. Que alguien se acercara era, pues, de esperar. Aunque juzgaba por la cultura nativa que era más probable que los jinetes que vinieran fueran romanos. Aún así, tomó su escudo y preparó su lanza. Iba a dar un buen golpe al jinete que se le acercara.
-Juntos, hermanos. Un caballo se asusta de la multitud. Juntad escudos!-indicó, plantando el suyo en el suelo.
Tenía la tienda a la espalda y el fuego delante. Cualquier jinete que quisiera luchar debía dar una vuelta peligrosa alrededor de la hoguera.

Por lo visto aquella tierra no les dejaría descansar ni un instante. ¿Qué ocurre ahora? Se preguntaba en voz alta Fuscus ante el sonido de caballos acercándose.

Se levantó como un resorte y se unió a Antonius juntando escudos y atento a lo que apareciese.

De entre las nieblas brota un grito de guerra y un tronar de cascos... ¡Y de repente un carro de guerra galopa hacia vosotros, ansiando vengar su derrota el día antes!

Ante la aterradora presencia del carro, Antonius se escondió detrás de su escudo con la lanza en alto, junto a Fuscus.
-Muro de escudos ya! Dejad el fuego entre nosotros y él! Rápido!!-gritó de nuevo, ante la falta de iniciativa de sus hermanos.
Con el fuego de por medio, tal vez los caballos se asustasen. Y con las lanzas listas, quizá podría matar a uno antes de que impacten. Aunque estaba espantado y sus hermanos no estaban en formación.

Quintus había permanecido de pie expectante y, ante el ruido que había precedido a la aparición de aquellos carros, decidió tomar precausiones. Rápidamente se dirigió hacia donde había dejado sus armas. Cogió su gladius y se la puso al cinto. Por último, tomó su lanza con una mano y su escudo con la otra, pero ya se daba cuenta que de poco les valdrían las formaciones. Al escuchar los gritos de Antonius no pudo más que correr hacia donde estaba, con la vaga esperanza de juntar escudos.