Partida Rol por web

Rodrigo caminaba por la calle con la cabeza gacha y las manos metidas en el bolsillo. 

Por un lado estaba seguro que la reunión con la mujer no iba a ser para nada complicada y alejarse de la reunión, aunque no tenía la intención de dejarse ver, también le evitaría muchos problemas. No por que el Brujah pensara que les iban a atacar una manada del Sabbat o algo parecido, sino por que no sabía muy bien si iba a poder contenerse frente a la Calleja esa.

Otra jodida mujer en un puesto de poder, una jodida mujer a la que tenemos que tratar con respeto y no nombrar a ciertas personas. Cuando todo sería mucho más fácil si simplemente se le diera una somanta a palos, se le enseñara quién es el que manda aquí y que los pantalones (o en todo caso las riendas del asunto) no las llevaba ella.

Por lo que, irse de allí no era para nada una mala idea.

Aunque ir a hablar con el Príncipe tampoco era algo que le encantara, más bien le revolvía las tripas con sólo pensar que tenía que mostrarse tranquilo y comprensivo con el maldito que le clavó una estaca en el pecho, pero era algo que tenía que hacer. Como había dicho antes, se sentía con las manos atadas, como un cavernícola de mierda en una época que no conocía para nada. Y sumado a eso, sin un ápice del poder que hace siete décadas tenía.

¿Toledo? Toledo estuvo bien, pero ese fue el comienzo de todos sus problemas.

Aunque no podía decir que no disfruto ayudando al Tremere a conseguir lo que quería, tener siete décadas un pedazo de madera en el pecho le quitó un poco de gracia al asunto.

El vástago siguió caminando en dirección al Eliseo, con tranquilidad. Sabía muy bien lo que iba a decirle al Principito, si este se dignaba a atenderle, y sabía muy bien que iba a pedir, y esperaba que el muy jodido tenga a bien de darle lo que pedía. Lo cual, no era mucho, era sólo para empezar.

Empezar de nuevo.

Para cuando llegaste el Príncipe estaba en su despacho y no se opuso a recibirte, simplemente abrió la puerta y se hizo a un lado al verte sin preguntar nada hasta que hubieras entrado. Cerró la puerta cuando accediste a su despacho y te ofreció que tomaras asiento en el sofá de piel con un suave gesto de mano.

- ¿Que puedo hacer por ti, Rodrigo? - imaginaba que venías a pedirle algo, que no a informarle de nada, ¿acaso era tan obvio? Si, por lo visto si.

Sus pasos se encaminaron hacia la zona de sofás en que te había invitado a tomar asiento un instante antes.

Rodrigo no era el hombre más versado en lo que a etiqueta se refiere, por lo menos, no tenía las cualidades de Sofia en ese sentido, sin embargo, sabía muy bien como comportarse ante un superior. Que si, que tal vez su sangre hervía en ese momento y lo único que deseaba era saltarle al cuello del hijo de puta que le había metido una estaca por el culo y dejado congelado durante siete décadas, pero no. No estaba allí para eso, por lo menos, no ahora.

El vástago se acercó a uno de los asientos que le había ofrecido el Príncipe y se quedó de pie, esperando que Ramirez se sentara.

Cuando lo hubo hecho, Rodrigo se sentó y cruzó sus manos con los dedos entrelazados sobre sus rodillas, inclinándose un poco hacia delante para poder hablar con el Príncipe. 

- Mi Príncipe... - Dijo respetuosamente y con la voz calmada. - ...mis compañeros han ido al encuentro de uno de los Objetivos, y supongo que en este momento están teniendo una reunión, pero mi visita a vos, como seguramente sabréis, no es para informaros sobre los acontecimientos, sino es para haceros algunas peticiones. -

Rodrigo tragó saliva, y mantuvo su voz calmada, tranquila. Después de todo, estaba ante una persona que podía reducirlo a cenizas si quería, y eso si era algo que el Brujah respetaba. El poder.

- Verá, Señor Príncipe, estoy sin blanca, no llevo nada encima, ni dinero, ni identificaciones, ni siquiera tengo un vehículo o esa especie de teléfono portátil que he visto. Aurelio dice estar encargándose de las identificaciones, pero salir por la noche sin ellas... no sé como será la policía en esta época, pero si es como la de hace 70 años... nadie quiera que nos pidan una identificación. - El Brujah continuó. - El dinero es otro problema, así también como las armas, y los vehículos. No puedo moverme con tranquilidad por la ciudad con tan sólo pelusas en el bolsillo. Lamento que mi primer encuentro a solas con vos sea simplemente para pediros cosas, pero es que siento que tengo las manos atadas. -

El príncipe no parecía sorprendido por la petición

- Le diré a Aurelio que es urgente - prometiendo meterle prisa al pobre vástago - ¿pero desde cuando has necesitado armas para tratar con mortales? - parecía que el tema de las armas no iba a tener tan buen final - si no hay ningún asalto previsto no serán necesarias y ya he dicho que no quiero que se haga ruido. Es lo último que necesitamos, llamar más la atención... no. En cuanto al vehículo uno de mis chicos te llevará donde necesites, tendrás un coche a tu disposición las 24 horas.

Cuando mencionaste el asunto del dinero se limitó a asentir

- ¿Cuanto necesitas? - solo pedía eso, una cifra

Rodrigo asentía y escuchaba con detenimiento todo lo que el Príncipe le respondía. Sabía que las armas iban a ser un gran problema, pero no las quería para atacar a mortales, ni mucho menos, sino para poder defenderse sin más de un ataque del enemigo. Tal vez el Príncipe no había entendido muy bien de que se trataba todo aquello.

Por no decir que lo del coche le sorprendió de sobremanera. Y no de una manera muy "buena".

- Mi Príncipe, tal vez penséis que sólo vamos a tratar con mortales, y tenéis toda la razón, no necesitamos armas para tratar con ellos. Os aseguro que mis compañeros tienen muchas más opciones que un disparo en una rodilla para que alguien esté de acuerdo en lo que le digamos, la petición de armas era más bien para poder defendernos nosotros mismos de algún enemigo que nos aceche en las sombras. - Rodrigo tragó saliva y continuó. - Con respecto al coche, os agradezco que pongáis a alguien a nuestra disposición las 24 horas, pero quisiera poder moverme yo sólo con el coche, si no es mucha molestia. Podéis mandar a alguien conmigo si lo deseáis, pero me gustaría ser yo el que lleve el volante. -

Sabía que probablemente, al Príncipe no le gustaría que le replicara, y el Brujah sabía que si después de decir lo siguiente, no le convencía, no iba a tensar más la cuerda. Por lo menos por ahora.

Se inclinó un poco más hacía delante ante la última pregunta del Príncipe.

Como si él supiera, después de 70 años, cuando dinero o qué tipo de dinero era el que se utilizaba.

- No estoy seguro de saber una cantidad apropiada, teniendo en cuenta el tiempo que he pasado "fuera de juego". Ni siquiera sé cual es la moneda que se utiliza ahora mismo, y tengo dudas de cual sería la cifra correcta. ¿Diez mil es una cifra adecuada? -

No pareció ofendido por tu réplica, pero tampoco dispuesto a ceder

- Mucho ha cambiado en vuestra ausencia, Rodrigo, hasta los coches. Será mejor que las primeras noches cuentes con chófer - aseguró

Cuando mencionaste la cantidad, no pudo más que enarcar una ceja y llevarse la mano al bolsillo para sacar un fajo de billetes que te entregó íntegro

- Creo que esto será suficiente para las primeras noches, si necesitaras más házmelo saber, el dinero no debe ser vuestra preocupación. Ni las armas, si no llamáis la atención - dejó caer con contundencia. Estaba claro que, por ahora, os prefería muertos que armados... 

Rodrigo volvió a asentir y se guardó el dinero en el bolsillo interior de su chaqueta.

No sabía si era suficiente, pero suponía que, por las palabras de Ramirez, iba a tener más que de sobra para pasar por lo menos un par de noches antes de necesitar más.

Seguro que con este dinero podría comprar esos teléfonos para poder comunicarse con sus compañeros, por lo que ahora, podría pasar a tratar el último tema que le rondaba por la cabeza. 

No sabía muy bien si el Príncipe le iba a permitir morar en el Eliseo mientras trabajara para él, ni tampoco si se mostraría reticente a ofrecerle un refugio, sin embargo, tendría que intentarlo. Ya estaba en el juego, no podía hacer otra cosa que jugar.

- Le agradezco mucho por esto, mi Príncipe. - Dijo mientras se palmeaba el bajo de billetes que tenía en el bolsillo. - Sólo me queda una última cuestión que tratar, y os aseguro que no os molestaré más con nimias peticiones. Lo último que me gustaría tratar es sobre un refugio para mi persona, y sobre las zonas en las cuales tenemos permitido alimentarnos. No quiero molestar a nadie por alimentarme en un lugar que esté prohibido o que sea parte del rebaño personal de alguien, y por eso me gustaría, si es tan amable, de darme las indicaciones correspondientes para no enfadar a ningún vástago de la ciudad. -

- El elíseo puede ser vuestro lugar de descanso tanto tiempo como queráis y en cuanto a la ciudad, mis chiquillos ya están advertidos de vuestra presencia y no os supondrán en absoluto un problema. Si os alimentáis de su rebaño tendrán que soportarlo, mientras no matéis a nada no habrá nada que lamentar.

En realidad Ramirez no parecía molesto por tus consultas, incluso te parecía en cierto modo complaciente desde su desconfiada posición. Nada de matar, nada de llamar la atención: esas parecían sus prioridades para con vosotros. En el pasado no le había molestado aprovechar guerras y muertes, pero ahora... ¿tan sitiados estabais como para que descubrir al posición fuera algo tan temible?

- Muchas gracias Príncipe Ramirez, ha sido un placer hablar con vos, ya no os molesto más. - Dijo Rodrigo mientras se ponía de pie y esperaba que el Príncipe le diera permiso para poder marcharse de su oficina.

De alguna manera, Rodrigo tenía la extraña impresión de que el Príncipe se había comportado demasiado bien ante su presencia. Si sus sospechas eran fundadas, las sospechas sobre Toledo, su actitud y sus palabras dejaron al Brujah con el culo un poco torcido. Sin embargo no era algo que iba a demostrar delante de él, eso lo tenía bien claro. 

Ahora tenía dinero en el bolsillo, y con él ya podría empezar a conseguir las cosas que necesitaba para que el plan de sus compañeros no se vaya al garete.

Tenía un chófer, por lo que podría ir directamente al lugar de la reunión y quedarse alejado, sin ser visto, mientras observaba lo que sucedía allí.

Pero antes tendría que pasar por algún tipo de tienda, abierta a estas horas, lo cual suponía que era bastante difícil. Seguro que Aurelio o el chófer tendría algún tipo de información que pudiera serle de ayuda.

El príncipe también se puso en pie

- Puedes retirarte - concedió

Regresaba a su escritorio mientras tu abandonabas la habitación.

Ya fuera de la oficina del Príncipe, el vástago se sintió un poco más seguro. Pudo aguantar la rabia allí dentro, y no sólo por su autocontrol, sino por la forma que el Príncipe había tenido con él al hablar. No se mostró en ningún momento altivo, ni siquiera le habló con reticencia. Se mostró cordial, y sobre todo, comprensivo. Y eso mantenía a Rodrigo en un estado de incredulidad.

Sin embargo, aún en ese estado, fue en búsqueda de su "chófer personal" o de Aurelio, el que se cruzara primero.

Aunque tampoco le molestaría encontrarse a otro vástago y entablar una conversación con él.

Le pediría que le llevara a ciertos lugares, y mientras viajaban por la ciudad, seguro que podrían hablar de ciertas cosas y en poco tiempo, intentaría ponerse al día de todo lo que había pasado en estos 70 años. Era una tarea casi imposible, si, pero tenía que intentarlo. Tenía que saber que posibilidades tenía de recabar información en esta época, y era información lo que necesitaba para encontrar, y "convencer" a los objetivos que el Príncipe le había marcado.

También necesitaba conseguir algo con que defenderse, pero ese era otro tema. Lo primero era la comunicación del grupo, después ya podría averigüar dónde podría conseguir un bonito bate de baseball o una escopeta con munición incendiaria.

El primero que sale a tu encuentro es el chófer, al que el príncipe ya debe haber dado aviso. 

Rodrigo saludó con un ademán de su cabeza al chófer que había salido a su paso y le siguió hasta el coche.

Por lo menos era un hombre, pensó.

El hombre no parecía muy hablador, pero Rodrigo, tampoco era el alma de la fiesta. Tenía cosas que hacer, y las tenía que hacer rápidamente. Pero además, sabía que el chófer que le habían asignado probablemente no sólo le iba a llevar de un lado a otro, sino que también iba a comentar todo lo que él y sus compañeros hacían a nuestro amado Príncipe.

Por lo que tenía que tener mucho cuidado sobre lo que hablaba o pensar en voz alta.

Subió al coche en la parte delantera, en el asiento del acompañante, y se sorprendió al ver todo lo que un coche moderno podía tener en tan poco espacio. No estaba acostumbrado a ello, pero tenía que hacerlo rápidamente, si quería ponerse al día con el paso del tiempo.

No tardó en preguntarle al chófer todo lo que se le ocurría, además de preguntarle dónde podía conseguir uno de esos artefactos telefónicos pequeños, cámaras, y demás artilugios electrónicos.

Tenía que trabajar, tenía un trabajo que hacer, y rápido. Una estaca pendía de su cabeza... aún.

La noche te ha resultado productiva, tanto que te sientes preparado para conducir aquel trasto y crees comprender (de forma muy básica) como funciona la tecnología de la época (teléfonos móviles, etc)

La verdad que la noche había resultado bastante productiva. Aunque las cosas parecían sacadas de una película de sci-fi, Rodrigo rápidamente se hizo con ellas. No era raro esperar, siendo quién era hace 70 años, que pudiera comprender con facilidad lo que esta época le presentaba. Después de todo, la tecnología más o menos podría ser la misma, aunque ahora era mucho más pequeña y mucho más moderna.

Estaba encantado con esta nueva época, sobre todo con las mujeres, que al parecer, se habían desmelenado y ahora iban por la calle vestidas como prostitutas de las caras.

Por lo menos no tenía que imaginar mucho como era una mujer sin ropa, ya que con la poca ropa que llevaban por la noche, eso era más que evidente.

Se arrebujó en el asiento del copiloto, y disfrutó del paseo, indicándole al chófer las cosas que necesitaba, aún a sabiendas que iba a reportar al Principito todo lo que le dijera.