Partida Rol por web

Los profetas urbanos salen de sus guaridas
cuando la noche calza sus botas de metal.
Y bailan agarrados el loco y el suicida.
La noche que yo amo no amanece jamás...

Negra Noche, J. Sabina.

Agustín, Richi y Macarena salieron del bar cuando la tarde estaba ya agonizando. Hacía frío y el cielo estaba encapotado, quizás tras la nube de polución amenazase la lluvia. Agustín iba en cabeza, silencioso y decidido, como alguien que por no tener nada nada puede perder. Tras él el Chapas iba recobrando poco a poco el ánimo y la entereza gracias al frío del anochecer. A su lado Macarena caminaba en silencio, un tanto insegura de hacia donde se dirigían.

El cementerio, según Richi, estaba a poco más de diez minutos de caminata. ¿Qué esperaban encontrar allí? ¿Una escena del crimen como en las pelis americanas? ¿Manchas de sangre? ¿Marcas en la pared? Quien sabía, aquello era tan extraño en su conjunto...

Macarena caminaba detrás de Agustín apurando su segundo Ducados intentando calentarse un poco la garganta.

No se alejaba demasiado de su primo, que caminaba tambaleante.

"El aire frío lo despejará un poco" pensó Macarena.

-¿Así que el abuelo te enseñó el oficio?

Agustín no contestó a la pregunta de la Maca. No estaba claro si era porque estaba ensimismado en sus propios pensamientos o simplemente porque no quería hablar. Por si acaso Macarena decidió respetar el incómodo silencio.

Un poco más tarde estaban en el exterior del cementerio, rodeando su valla. El recinto estaba cerrado a estas horas y casi no había nadie por aquellas calles. Un poco más lejos se alzaba la enorme cárcel de Carabanchel. No hacía tanto tiempo que en su interior los presos del régimen franquista sufrían su condena. Había dejado de ser un himno a la represión para convertirse en una cárcel normal. La ciudad, en su crecimiento imparable, la había engullido como una parte más del paisaje.

Pero lo que importaba al trío que recorría aquellas calles era encontrar el lugar donde el Gallego había sufrido su martirio. En algún punto del muro exterior del cementerio se hayaba esa siniestra ubicación pero... ¿donde?

- Que mal rollo da este lugar,- el Chapas parecía plenamente despejado después del paseo - y la puta cárcel... ¿Por qué cojones no la derribarán si no la piensan usar más?

Después miro a su alrededor, intentando hacerse una composición del lugar:

- La verdad que no tengo ni puta idea de donde encontraron al abuelo... ¿Rodeamos el cementerio a ver si vemos alguna marca o así?

Maca tiro su cigarro al suelo, las brasas chisporrotearon antes de ser aplastadas implacablemente.

-¿Que otra cosa podemos hacer?

Macarena miró a traves de la reja que hacía las veces de puerta. Una pesada cadena con un candado la mantenía bien cerrada.

-Por lo menos no tenemos que entrar ahí dentro...

Miró a ambos lados de la puerta, donde el muro se extendía para rodear el cementerio. Despues de meditarlo un instante fue hacía su derecha.

-Supongo que este lado es tan bueno como otro cualquiera... - sacó otro cigarrillo del paquete blando y lo encendió protegiendolo del viento con sus manos- Joder, que rasca.

El trío rodeó el muro del cementerio. Como bien decía Macarena cualquier punto era tan bueno como otro para empezar a buscar. No era lo que se decía pequeño, desde luego. Los focos de la prisión se encendieron, estaba ya anocheciendo. Siguiendo un camino de tierra doblaron el recodo más lejano tras el cual había un pequeño descampado. Macarena sintió un escalofrío.

El Chapas señaló una trozo de cinta policial atrapado bajo una piedra:

- Fijaos... Tuvo que ser por aquí...

Efectivamente. En el muro, al lado del trozo de cinta, se veía un manchón blanco: señal inequívoca de que algo había pintado. Algo que habían borrado los del ayuntamiento con cierta prisa e interés, ya que alrededor había otras pintadas sin tocar.

Los tres se aproximaron con curiosidad: la pared tenía varios agujeros, como si alguien hubiese clavado unas escarpias de escalador, o algo similar...

Macarena noto de nuevo el escalofrío. Lo había sentido otras veces, pero nunca de forma tan intensa. Era como un aviso de su cuerpo cuando algo no encajaba, cuando algo raro pasaba. En un documental había escuchado hablar de las videntes y mediums, que a veces tenían esas sensaciones en los lugares cargados de magia, pero nunca había creído en esas paparruchas para incautos. Y sin embargo el malestar que notaba no era fruto únicamente del viento.

Un escalofrío recorrió a Macarena

-Joder.- murmuró - Este sitio da un mal rollo increíble. ¿Que creéis que había pintado ahí debajo?

Se acercó a la pared y paso un dedo por encima de la pintura.

-¿Creéis que podemos quitarla con algo?

en silencio y haciendo caso omiso a la charlataneria de los dos primos, que le acompañaban, el joven se acerco hacia el lugar que indicaban, el lugar de las pintadas, para observarlas,conforme se acercaba, levanto la mirada hacia el entorno y en el mismo mutismo extrajo su navaja mariposa, la cual sostubo en la mano derecha

-vamos a probar de quitarla, ¿teneis un pañuelo de papel o algo parecido?

mirando con cierta curiosidad a la joven

-y de paso invitame a un pitillo de esos tuyos, no llevo tabaco encima.

Maca miró a Agustín y habló mientras mantenía el cigarrillo entre los labios.

-¿Un pañuelo de papel? Joder, hay que ver que modernos sois en la trena. Tengo uno de tela ¿te vale?

Rebuscó en su bolso, sonaba a metalico, debía de estar lleno de esas cosas que llevan las mujeres en el bolso. Sacó un pañuelo rosa, bordado con sus iniciales. Desde luego para nada lo que se esperaba ver saliendo de un bolso negro y lleno de cremalleras estilo punk.
Le pasó el pañuelo a Agustín y despues le acercó el paquete de Ducados.

-No te preocupes por manchar el pañuelo, quiero ver lo que hay ahí debajo.

Por ultimó encendió el mechero y se lo acercó a Agustín.

Agustín rascó un poco la pintura. Tal y como esperaba estaba bastante fresca, así que pudo ayudarse con el pañuelo - que para disgusto de la Maca estaba quedando inservible - para ir limpiando una pequeña zona. Unos trazos negros se mostraron debajo de la pintura. Parecía algún tipo de escritura árabe, rusa o algo así. El trío quedó mirando con cierta curiosidad el trazado de parecía formar un círculo de letras en algún idioma extraño. Solo con una navaja y un pañuelo iba a ser difícil quitar el resto de la pintura y, por lo que parecía, el intento de restauración del ex-presidiario conllevaba desconchar la propia pintura del muro, sobre la que se sostenían las extrañas inscripciones.

- ¿Qué mierda es eso? ¿Árabe? ¿Ruso? ¿Egipcio?

-y yo que se ..joder, con esto no podre terminar, incluso me lo cargare..

miro a macarena y al bolso que ella sostenia, en la oscura noche parecio mostrar una diabolica sonrisa blanquecina, mientras sus ojos destelleaban

-dime nena, ¿en es bolso no llevaras colonia?

Macarena sonrió ampliamente al sacar de su bolso un bote de quitaesmaltes. Sin perder un momento aplicaron el bote sobre la superficie. Otro fragmento más que iba desentrañándose de la misma extraña escritura... Ahora parecía bastante claro que los trazos formaban un círculo, aunque el quitaesmaltes y la colonia - Macarena estaba dispuesta a sacrificarlo todo - solo llegaron para liberar un tercio de la superficie. El círculo, de seguir el trazado, debía tener cerca de un metro de radio. Alejándose un par de pasos de la pared estaba claro que la pintura tapaba un área de ese tamaño.

La Maca observaba los trazos intentando recordar si alguna vez en sus estudios había visto una caligrafía similar, pero no recordaba nada parecido.

- Mierda... Las marcas en la pared... ¡Son como de clavos gigantes!

Ante la afirmación del Chapas sus acompañantes se hicieron entonces una macabra visión del conjunto. Efectivamente el pegote cubría una zona de un metro de radio, suficiente como para que una persona pudiera apoyarse contra ella... Pero además las marcas - o mejor dicho los agujeros - de la pared estaban situados de manera que no era muy difícil pensar en su utilidad para mantener a alguien literalmente crucificado contra el muro.

En aquella oscuridad creciente, ante la idea de ver al Gallego colgado en aquel macabro trozo de muro, todos sintieron una aprensión en la boca del estómago.