Partida Rol por web

El hombre del traje gris

Pongamos que hablo de Madrid: Elías

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24/03/2008, 15:36
Director

El sol es una estufa de butano,
la vida un metro a punto de partir,
hay una jeringuilla en el lavabo,
pongamos que hablo de Madrid.

J. Sabina, Pongamos que hablo de Madrid.

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24/03/2008, 15:39
Director

Amanecía. Elías contemplaba todavía en silencio el techo de su habitación. Desde que despertara del sueño no había podido conciliarlo de nuevo. ¿O quizás sí y ahora solo estaba soñando? No. Aquella molestia en la vejiga era demasiado mundana como para pertenecer a un sueño, siquiera al más mundano de los sueños. Era una llamada tan física que no permitía ningún atisbo de duda. Su cabeza se deslizó suavemente hacia un lado para ver el viejo despertador en el que las manecillas - de metal, de las de siempre, recuerdo heredado de un padre que casi no recordaba - marcaban las 8:00 de la mañana. En el resto de la casa todo era silencio.

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24/03/2008, 22:52
Elías Bonabre

El suelo estaba helado. Le costó encontrar las zapatillas. Tenía la maldita manía de dormir sin calcetines. Le agobiaban los calcetines. Se frotó los ojos. Maldijo al fantasma de su sueño.

Entró en el cuarto de baño. Se sentó en el váter e hizo sus necesidades. Un silencio pesado se asentaba en el apartamento. “¿Cuánto tiempo estará esta vez el hombrón?”, se preguntó. Se imaginó a la pareja en el séptimo sueño, apretujados bajo las sábanas, su hermana con el entremuslo pegajoso de simiente, el camionero con el pene flácido y goteante. Le excitó la idea y se alivió mientras se duchaba. Se secó y se puso la ropa que ya tenía preparada, pulcramente doblada sobre un taburete. “Debería… debería empezar a pensar en buscarme un compañero.” Se lavó los dientes. Se peinó con movimientos precisos y rápidos, maldiciendo sus entradas. Por fortuna, aún tenía una buena mata de pelo. Se aplicó un poco de maquillaje. “Nada en exceso”. Nadie podría decir de él que era un sarasa vulgar. Se atusó el fino bigote, se recortó un pelo aquí y allá. Por fin, se perfumó levemente. Aquella rutina que llevaba a cabo de forma mecánica desgarró las últimas brumas del nauseabundo sueño.

Salió al pasillo, listo para afrontar una nueva jornada.

Recogió su maleta de trucos en su habitación y la mesita y la silla plegables apoyados en la pared junto al paragüero. Lo pensó un instante y decidió llevarse también un paraguas. Salió al descansillo, cerró la puerta. Llamó al ascensor. Vivían en un tercero. “En la calle de la Oca, bloque 15, 3º A… Figúrate”. El ascensor llegó. Pasó a su interior.

La entrada del edificio estaba vacía. Se detuvo a comprobar los buzones, aunque era imposible que hubiese nada; los comprobaba compulsivamente, ya que estaba esperando una carta de asuntos sociales. “A lo mejor me consiguen un trabajo decente esta panda de boludos.” En efecto, no había nada.

Lloviznaba en la calle. “Pero no hace viento, menos mal”. Se detuvo a pensar, entre frustrado y aliviado: “¿Quién va a haber en el parque con este tiempo?” Pero no tenía nada mejor que hacer, y a lo mejor el día abría. El tráfico ya era abundante a las ocho y media. “No, las nueve menos cuarto”, comprobó en su reloj de muñeca. “No puedo desanimarme en mi segundo día”. Esto lo decidió por fin: abrió el paraguas y salió del portal con paso ligero en dirección a la estación de metro. Ésta se encontraba ya atestada. Hasta el parque del Retiro había que hacer cinco o seis transbordos; se recordó su destino: frente al estanque principal, cerca del monumento a Alfonso XII, donde se concitaban los magos callejeros, en un mano a mano con echadores de cartas, quirománticos y demás adivinos venidos de todas partes del mundo.

A las nueve menos cinco entró en un vagón. Encontró un sitio donde sentarse. El viaje duraba una media hora. Se fijó en un hombre sentado frente a él: un tipo elegante, apuesto, con un maletín negro. Se permitió un discreto suspiro y se concentró en mirar por la ventanilla. El tren arrancó. Nadie hablaba. El traqueteo sobre raíles antiquísimos lo llenó todo. Era un sonido estruendoso. Los túneles que iban atravesando eran deprimentes. Habían pasado varios minutos de trayecto cuando lo sobresaltó la voz del hombre:

-Disculpe.

-Ajá –Elías lo examinó con un poco más de atención. Debía rondar los cuarenta. El pelo encanecido y los labios bien definidos lo ofrecían como un tipo francamente atractivo.

-Disculpe… -repitió el desconocido, con cierto azoramiento. - ¿Usted es mago, verdad?

Antes de responder, echó un vistazo a cuantos los rodeaban. Le calmó observar que cada cual iba sumido en sus propios pensamientos, ajenos a la situación.

-Sí, en efecto.

-Verá, es que lo vi actuar, hace ya varios años. Bastantes años… -su voz era agradable. –Bonabre, así se apellidaba usted.

-Por favor, no me trate de usted. ¡Me avejenta aún más! –se sintió ridículo, como una quinceañera, antes de acabar la entrada. Logró la proeza de recomponerse: –Hum. Así es, y me sigo apellidando Bonabre –con precavida sonrisa, le tendió la mano delicada, en la cual se distinguía un anillo de oro. –Elías Bonabre. Encantado.

El desconocido le estrechó la mano y se presentó:

-Rafael Serrano. Igualmente.

-Y dígame, ¿disfrutó del espectáculo?

-Oh, estuvo usted magnífico. Yo soy aficionado a esas cosas. Hago truquillos para los amigos, nada serio. ¡Pero usted es un maestro! Pero, ¿qué ha ocurrido, cómo es que no ha trascendido su nombre?

El semblante de Elías se ensombreció. Antes de que pudiese responder alguna cosa, el tal Rafael intervino:

-Bah, perdóneme. Veo que no es asunto mío. No se moleste en responder.

“Además de guapo, sensible.” Elías aceptó la posibilidad de cambiar de tema con alivio:

- ¿Conoce “La Dama de Picas? Es un salón de variedades que está en la calle del Blasón. Yo no actúo allí, pero… -se apresuró a contestar la pregunta que Rafael estaba a punto de realizar. Continuó: –Pero suelen tener un buen programa. Este jueves actuará una joven promesa.

-¿Este jueves? Hum. Hace mucho que no disfruto de un buen número. ¿Asistirá usted?

-No me lo perdería por nada del mundo –dijo Elías con coquetería.

Notas de juego

Es grato volver a saludarte.
Me sucede, querido director, que me resulta muy difícil poner el freno. Si ves que alguna parte de la narración se interpone con algo que tuvieses preparado, cercénalo sin pudor. Trabajo las cosas en Word antes colgarlas, así que siempre podría retomarlas.

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25/03/2008, 20:51
Director

- Entonces,- dijo Rafael - allí nos veremos. Será interesante ver un evento así comentado por un profesional, como el fútbol ¿sabe? Siempre es más interesante ver un partido cuando alguien te puede explicar en que consisten las jugadas. Al menos para los que, como yo, nada entienden de ese deporte.

El Metro lanzó su campanada anunciando la siguiente parada. El tal Rafael miró por el cristal, casi se diría que contrariado.

- Vaya, esta es la mía. Espero verle en la Dama de Picas.- rebuscó en su cartera para sacar una tarjeta pálida, rugosa - Mi tarjeta. Soy agente literario. Parece un trabajo apasionante pero es una mera burocracia del arte.- sonrió como disculpándose. Luego, mientras iba hacia la puerta agregó como una despedida : - El jueves a la noche en la Dama de Picas.

Elías sintió algo que tenía casi olvidado, un cierto nerviosismo de la novedad, del encuentro casual que promete emoción. ¿Como podría pensar que alguien se acordase todavía de él? ¿Y que era aquello? ¿Una cita? Miró la tarjeta como quien observa una promesa por escrito:

Cita:

Rafael Serrano
Agente Literario

C/Tutor 60
28008 MADRID

Tlfno/Fax. (91) 124 11 445

Un súbito escalofrío recorrió la espalda del mago. Elías palideció. El tren estaba repleto de gente pero sintió miedo. Miedo como el que podría sentir un hombre en medio de un descampado nocturno al saber que entre las sombras acechan algo más que ratas. Un miedo visceral que parecía comer de sus entrañas. Sin saber por qué giró su cabeza hacia el andén mientras el vagón arrancaba. Ya no estaba allí Rafael. No había nadie salvo una figura impasible, de pie, que observaba como el vagón tomaba velocidad y se alejaba. Era un hombre vestido con un traje gris. Por algún motivo Elías no era capaz de distiguir el rostro del individuo, quizás debido a la velocidad que estaba tomando el vehículo. Pero a medida que quedaba atrás el andén, y aquel misterioso individuo que casi parecía un fantasma, la tranquilidad volvió al corazón del mago. En sus manos, arrugada, apretada por el miedo, tenía todavía la tarjeta que le habían dado.

Notas de juego

No te preocupes. Si algo no encaja o no lo considero válido lo limitaré sin piedad, pero por el momento no hay problema. Normalmente en situaciones que entren dentro de la trama principal o que afecten a sucesos importantes limito los resultados de vuestras acciones a mis designios, pero en las escenas de transición me gusta que los jugadores tomen iniciativa y vayan tejiendo el entramado que rodea a sus personajes.

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26/03/2008, 00:23
Elías Bonabre

Cerró los ojos. Imaginó que las vías, los túneles… estaban comprendidos en la extensión de Ouroboros, aquella vieja serpiente que engullía su propia cola, el símbolo alquímico que unía los opuestos: lo consciente y lo inconsciente. Se veía transcurriendo a lomos de la sierpe, en una suerte de eterno retorno, sólo que reducido a un proceso insensato, ya nunca más catarsis o rito de purificación. “Viaje al fin de la noche”: ese era el atractivo título de un libro de Céline que no se había decidido a leer. Viajando al fin de la noche, así se sentía, justamente. Una noche poblada de fantasmas que no se agotaba en un horizonte destellante, en una aurora triunfal, no, sino en un estado más primordial que la noche; un “estado”, sí, no un espacio o un elemento: la gravedad como estado del alma. Donde los hombres extravían su rostro, o se los devoran sus propios gritos, o alguien o algo se los arrebata…

“Basta, Elías”. Suspiró y abrió los ojos. Justo a tiempo: la estación donde realizaba el siguiente trasbordo estaba allí ya mismo.

El día, ceniciento, lo dejó trabajar. El aire era frío, y esa frialdad parecía retener el agua en las nubes compactas. Tuvo incluso suerte Elías: una excursión de japoneses se detuvo ante su mesita y él, simplemente, los deslumbró. El idioma era una herramienta imprescindible en la magia, pero aún así, pese a las dificultades en la comunicación, supo arreglárselas. El espectáculo duró una hora y cuando terminó de pasar la chistera, había varios billetes de mil y un par de cinco mil. Le pasó para unas copas a la guía, una mujer de mundo.

Tras el descanso, realizó una función más. Tuvo que vérselas con un yonki pelmazo, que empezó a importunar con una guitarra española con tres cuerdas, queriendo sacar tajada de su público. Elías era un recién llegado, pero no pensaba dejarse amilanar. El tipo se largó dando grandes voces, aunque su intuición de ex -presidiario le dictó que era inofensivo. Si se lo volvía a topar uno de estos días, lo invitaría a tomar algo; nunca estaba de más tener contactos de esa índole. Sin embargo, terminó el segundo pase y decidió largarse. Siempre había tenido el buen tino de hacerse desear. Para volver a casa, se permitiría el lujo de viajar en taxi. Ardía en deseos de mostrarle a Adela la colecta del día, al menos quince mil del ala.

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26/03/2008, 15:22
Director

Que buena racha estaba teniendo. Quien se lo hubiera dicho hacía unos días, recién salido del trullo. Cuando menos te lo esperas y el diablo va y se pone de tu parte. Era algo que había escuchado en algún sitio y no carecía de fundamento. Si no fuera por el extraño encuentro del Metro podía decirse que el día había sido redondo.

Fue entonces cuando aquel tipo tropezó con él. Elías iba tan ensimismado en sus pensamientos que ni siquiera se había percatado. Murmuró una disculpa automática y se dispuso a continuar, pero lo retuvo una mano afianzada en su brazo. Maldita sea, que no se joda todo ahora pensó con cierta resignación. Miró a su alrededor: era el mediodía y pese a lo funesto del cielo el Retiro estaba lleno de gente paseando. No le podían dar el palo en el medio de toda esa gente. Se encaró a su interlocutor. Otro yonki, pero de aspecto un tanto más amenazador. Iba vestido con una chupa de cuero con cremalleras que parecía más una coraza. Su aspecto general, aunque demacrado, era de persona que había sido fuerte y conservaba todavía energía suficiente como para ser peligrosa. El pelo rapado al cero y unos ojos brillantes, muy abiertos, casi demenciales completaban un cuadro de peligro inminente.

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26/03/2008, 15:31
Manuel Hermo

- Macho que bueno que eres,- su voz derrapaba por la lengua, víctima sin duda de los efectos residuales de alguna droga - te he visto como te lo montabas con los chinos y me has dejado flipado tío... Pero yo a ti te conozco... ¿Tú no eras colega del Héctor? Héctor era colega mío también, joder... O sea que como si fuéramos colegas los dos ¿no? Que pasote... Yo soy Manuel Hermo... Me llaman el Punky porque estuve en Inglaterra cuando las movidas de los Pistols...

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26/03/2008, 23:58
Elías Bonabre

Elías pugnaba por conservar la serenidad y ensayó un trato de camaradería, aunque manteniendo las distancias:

- ¡Diantre, así que eres amigo de Héctor! ¿Y qué tal le va al pibe? Hace muchos años que no sé nada de él… ¿No siguió de actor? –Elías dio un vistazo intensísimo a su reloj. –Pero oye, Manuel, ¿vienes mucho por aquí? Tengo una prisa terrible ahora. Este es mi lugar de trabajo ahora –ironizó refiriéndose al área en rededor con un vago gesto. – Podríamos charlar con un poco más tiempo, ¿sí?

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28/03/2008, 19:23
Manuel Hermo

- Claro tío, podemos hablar en otro momento...- contestó el individuo pese a no soltar el brazo del mago - Yo tampoco veo a Hector desde hace mucho tiempo... Desde que el capullo ese del brujo le dio matarile... Y me debía una pasta ¿sabes? Le reclamaría al brujo, claro, pero nadie sabe que fue de él... ni siquiera su colegacho el Oliveira.

Elías reprimió un respingo. El Brujo. Así llamaban a Ignacio Aldecoa en su tiempo. Del tal Oliveira nada sabía Elías, aunque había un tipo que trabajaba para Aldecoa al que se le conocía como el Portugués. Desde luego el apellido parecía portugués.

- ¿Tú no tendrás algo suelto, no? - le comentó Hermo apretando un poco más su presa - Es que ando con el mono tío, y eso duele un montón... ¿Sabes lo que duele?

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28/03/2008, 19:50
Elías Bonabre

Elías tragó saliva. No iba a dejarse amedrentar. No quería tener a un individuo metido en sus zapatos por los restos. Miró al rostro del Punky con dureza, procuró que su determinación se proyectase en su mirada y dijo con voz grave y un punto amenazadora:

-Lo lamento, Manuel, pero lo que llevo, lo llevo bien amarrado. Búscate la vida en otro sitio.

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29/03/2008, 10:54
Manuel Hermo

Algo en la mirada de Elías hizo que Hermo aflojase la garra. Se separó un par de pasos:

- Claro tío...- el Punky estaba algo desconcertado - No pasa nada. Pero ya sabe lo que se dice ¿no? Manos que no dais, ¿qué esperáis? - a medida que se alejaba unos pasos se volvía más desafiante, su tono era casi insultante - Ya tendrás que pedir un favor, ya...

Después se dio la vuelta y se alejó caminando por el retiro, las manos metidas en sus bolsillos con obcecación, con el aspecto de quien ha sido ofendido duramente.

- Tiradas (2)

Motivo de la tirada: EGO de Elías
Puntuación de habilidad: 18
Resultado del dado: 16
Efecto: Aceptable (2)

Motivo de la tirada: EGO de Hermo
Puntuación de habilidad: 12
Resultado del dado: 20
Efecto: Fracaso (-8)

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29/03/2008, 10:58
Director

Mientras contemplaba a aquel triste sujeto alejarse por el parque Elías suspiró con la esperanza de no tener nunca que pedirle un favor a un tipo como aquel. Después miró el reloj: era casi la una. El cielo plomizo parecía al fin dispuesto a descargar su lluvia sobre la ciudad.

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30/03/2008, 14:38
Elías Bonabre

La tensión del encuentro con el Punky le duró todavía un rato, y de vez en cuando echaba un vistazo por encima del hombro. Había desistido de la idea de parar un taxi. Tuvo que abrir el paraguas unos centenares de metros antes de entrar en la estación de metro. La mañana había sido intensa, y ahora llegaba la lluvia para enjuagar. “La lluvia es una cosa que sucede en el pasado”, había escrito un compatriota suyo.

Los andenes eran un hervidero de gente. Así que ése era el rumor que corría entre el vulgo: el Brujo le había dado billete a Héctor, y él mismo había desaparecido… Y, si había entendido bien o leído correctamente entre líneas, había otro tipo dirigiendo el cotarro: el tal Oliveira. Elías se sintió algo aliviado: al menos, su nombre no traslucía en aquella historia.

Acomodado en el vagón, se mantuvo ojo avizor hasta que se cerraron las puertas, no fuese a ser que el Punky lo hubiese venido siguiendo con aviesas intenciones.

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31/03/2008, 22:25
Director

Las puertas se cerraron dejando atrás el Retiro y, para tranquilidad de Elías, al punky. Estaba siendo una mañana extraña, llena de altibajos. En su contabilidad emocional tenía el encuentro con Rafael y las buenas propinas de los japoneses hacia el saldo positivo, mientras que el misterioso hombre del traje gris y Manuel Hermo sumaban al debe. ¿Le tocaba ahora algo bueno? Quizás un guiso de su hermana. Cocinaba como los ángeles y él estaba dispuesto a comer como un demonio. A esas horas quizás estuviera tarzán todavía en casa. Seguramente se pondría en marcha nuevamente cuando las luces declinasen porque, según él, eran las mejores horas para viajar con calma. En eso Domingo estaba de acuerdo con él. La noche siempre es buena compañera de viaje.

El Metro se acercaba a su destino y Agustín se levantó. Entonces se fijó en una carta abandonada en uno de los asientos. La cogió con curiosidad: era un naipe del tarot. Uno de los arcanos mayores: el ahorcado. Representaba a un hombre grotescamente colgado de un pie, con la rodilla doblada y los brazos cruzados por su espalda. Su simbología tenía connotaciones normalmente negativas: apatía, rendición, abandono... Claro que acompañada de otras cartas podía signficar regeneración, mejora... En la magia, como en la vida, todo tenía una doble cara ¿De que tirada había venido? Estaba sola, podía significar cualquier cosa.

El din don de la parada le devolvió a la realidad y, todavía con la carta en la mano, bajó del vagón a la parada.

Notas de juego

La carta en cuestión:

Imagen hospedada en la web

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01/04/2008, 15:06
Elías Bonabre

Caminaba con apuro bajo la lluvia, sujetando en una mano el paraguas y la maleta, y debajo del otro brazo la mesa, y en la mano la silla. Sentía el peso de aquella carta encontrada en el bolsillo de la chaqueta donde se la había guardado. Ardía en deseos de hacerla aparecer y desaparecer entre sus dedos. La simiente de un nuevo truco se abría paso en su genio. Pensaba en que los cartomagos no manipulaban cartas de tarot. ¿Porque no se les había ocurrido? ¿Por superstición acaso? Si bien todas las barajas son un compendio de mística y psicología, aquellas se dejaban para los presuntos videntes, para los navegantes del alma. Pero imaginaba que El Ahorcado iba transformándose tras cada robo, debatiéndose como un Houdini en cada carga, hasta mostrarse en el último pase con los brazos extendidos y una sonrisa triunfal, libre de sus ataduras, ya con los pies en el suelo. Ese sería un truco formidable, de los que contaban historias. Al público le gustaba esa clase de trucos narrativos.

La entrada del bloque estaba encharcada y llena de chiquillos vocingleros con impermeables, recién salidos de la escuela. Antes de llamar el ascensor, se detuvo a mirar los buzones.

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02/04/2008, 16:29
Director

Nada el buzón salvo publicidad de unos grandes almacenes. Tampoco es que fuera una sorpresa.
Sus pasos lo condujeron lentamente escaleras arriba. El ascensor, como solidarizándose con el tiempo gris y deprimente, había dejado de funcionar. Al llegar a la casa le sorprendió el silencio. No había nadie en la casa. En la cocina le aguardaba una nota de su hermana en la mesa:

Cita:

Te he dejado un poco de carne.
Hemos ido a comprar unas cosas.

Vaya. Así que el grandullón había decidido gastar un poco de su dinero en comprarle algún capricho a su hermana. Si en el fondo iba a resultar que debajo de toda aquella grasa tenía un corazón. Elías levantó la tapa de la tartera: olía excelentemente. Lástima que tuviera que comer solo y no pudiera darle el informe del día a su hermana.

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02/04/2008, 23:22
Elías Bonabre

Comió viendo el telediario. Fregó los cacharros. Hizo tiempo hasta las cuatro, mirando unas revistas de decoración; ser decoradora había sido unos de los sueños de juventud de su hermana. A las cuatro comenzó a hacer café y el timbre sonó puntual. Soraya, la vecina de arriba, venía a ver la telenovela con ellos.

-Adela no está –la recibió Elías. – Se fue con el esposo a comer por ahí.

-Anda, anda, luego se quejará –replicó con retintín la vecina.

Era una mujer parlanchina y con mucha gracia, de la edad de Adela: cuarenta y pico tendría. Aunque la había conocido hacía poco, Elías se sentía cómodo en su compañía y se permitía ciertos amaneramientos. Más que ver la telenovela, Soraya aprovechaba la velada para ponerlos al corriente de los chismes del bloque y del barrio.

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05/04/2008, 11:34
Soraya

- Y ¿te has enterado lo del pobre señor que mataron en el cementerio? Ay, por dios, no sé a donde vamos a parar... Esto ya parece Nueva York con tanta delincuencia... Pobrecito... Me dijo Lita, que conoce al señor que cambia las flores del cementerio y que lo encontró, que estaba crucificado en la pared como nuestro señor Jesucristo... ¿Y como podrían hacer eso?

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05/04/2008, 21:32
Elías Bonabre

-¡¿Crucificado en la pared?! Pero, ¿a mucha altura?

Notas de juego

Disculpa si soy melindroso, pero Adela es la hermanilla de Elías; la vecina es Soraya.

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06/04/2008, 20:40
Soraya

- Hombre, pues no te sé que no me dijo tanto, pero tampoco es que el muro del cementerio sea muy alto. Pero la cosa es que lo clavaron con unos hierros de esos que usan los alpinistas, creo. Imagínate que estampa se tuvo que encontrar el pobre señor de las flores... Jesús, María y José...

Notas de juego

Me despisté al pegar la descripción y ver el nombre de Adela. Para nada me molesta la corrección, ni mucho menos.