Partida Rol por web

El hombre del traje gris

Siempre hay un lugar llamado hogar

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18/12/2009, 14:06
William Cornellius

- Mierda... ¿Qué coño ha dicho?- preguntó William a los demás sin dejar de mirar al gitano.

Al parecer el milagro del efecto Pentecostés sólo se limitaba al grupo.

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18/12/2009, 20:35
Domingo Torres

—Lo que faltaba —pensó Domingo.

A esa gente le daba igual policía que ciudadano de a pie. Esa gente tenía sus propias leyes aún más su territorio.

—Tranquilo, no pienso palmarla todavía —confirmó el policía.

Miró a ambos lados estudiando la situación y el lugar.

—No es nuestra intención molestaros. Hemos tenido un problema con el coche... un accidente. Estamos buscando un teléfono o algo para que me lleven al hospital. ¿Sería usted tan amable de ayudarnos? Por supuesto que le pagaremos si nos acerca a un hospital o nos facilita un teléfono.

El viejo policía se separó unos pasos de Macarena, intentado demostrar vitalidad; parecer menos tocado de lo que estaba.

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20/12/2009, 05:52
Agustín Morales Sierra

Agustín se quedo parado junto a William con su mejor cara de poker mirando a los lados y traduciendole por lo bajo a el Ingles

-Dice que no quiere que el poli se muera en este lugar, como notaras, no es un lugar que se lleva muy bien con la ley

Sus cansados ojos se clavaron en los del tipo frente a ellos

Notas de juego

Puedo hacer una tirada de red de contactos para saber si tengo algún conocido importante en esta zona?

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20/12/2009, 20:49
Director

Agustín miraba a aquellos tipos intentando descubrir una cara conocida. La verdad es que recordaba que un tipo de la cárcel tenía familiares por aquí, alguien apodado el Cargajas, un tipo que se dedicaba al trapicheo a media escala. No era mucho pero era menos que nada...

Notas de juego

Con un resultado de Malo (0) damos por hecho que conoces a alguien pero no de forma directa.

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20/12/2009, 20:52
Director

El gitano que llevaba la voz cantante enarcó una ceja ante el comentario de Domingo:

- Hostia el payo...  ¿Qué le busquemos un taxi no dice? Que cojonudo...- sus colegas se rieron - ¿Y qué tal si nos dais la pasta por las molestias de andar por aquí y sus largáis luego cagando virutas? Venga gilipollas: ¡dadnos la pasta y largo de aquí!

Notas de juego

Hago la tirada de Red de Contactos por privado.

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23/12/2009, 01:35
Elías Bonabre

-Esto no puede estar pasando –murmuró.

Había llegado hasta aquí callado y huraño, buscando a sus pies el hilo que sí dispusieron para Teseo (“Ay, pero él era otro Jim Morrison”), tratando de reconstruirse en aquel paraje del extrarradio, menudo lugar para venir a reconocerse tras semejante viaje, distraído por el recuerdo de aquella anécdota que un amigo de Buenos Aires le había contado: que después de una fiesta salvaje en Cuba, había despertado en un andurrial sobre un colchón con un manchón de sangre hecha escamas, qué experiencia, pues esto venía a descomponer de igual modo, si se había preguntado dónde coño se encontraban no había llegado a expresarlo en voz alta, en su vida había pisado aquel estercolero; y por supuesto, por los sapos y culebras que para sí vertía sobre el nombre de Agustín, con el que de seguro se habría enzarzado antes (“No le habría dado oportunidad, le habría echado la cara abajo con las uñas”) si Domingo no hubiese mediado.

Así que cuando entendió que el jefe de los desharrapados los iba a atracar, pestañeó incrédulo y casi estuvo a punto de levantar las manos. Pero esta escena, ¿no la había leído él en Los miserables o alguno de esos novelones decimonónicos? Al resquemor de sus riñones, clarividentes, de inmediato se puso vigilar a los tres secuaces que les estaban cortando la retirada, por si habían sacado a relucir puñales con que ensartárselos. Sus rostros torvos y morenos eran iluminados por las candelas que ardían del lado donde podían estar acechando más de su ralea.

Dio un respingo no carente de gracia y quiso pegarse a la espalda de Macarena, detenida unos pasos por delante, y de la cual Domingo ya se había despegado, por buscar el parlamento, habiéndole permitido Cornellius y Agustín destacarse, en tanto el último susurraba traducciones al oído del primero. A Elías también le costaba trabajo entender la jerga del bandido, pero su intención era palmaria. Por fortuna, se dijo, el inglés tenía un arma, y Domingo, otra. Pero ¿y él, qué tenía él? Una baraja de cartas en el bolsillo, ni una peseta en la cartera, un traje que olía a naftalina (“¿Se puede estar más vendido?”)... Ideaba un modo de salir por patas, huir por algún lateral, ese callejón entre chabolas, no, mierda, al fondo se perfilaban unas alambradas, y esquivar a los de ahí atrás era imposible, viejo zorro, se te acabó la suerte, ah, Las Ruinas, y ahora dar con los huesos en esta escombrera, fiel trasunto de aquella zona de la Metrópolis de la que procedían y que Cornellius les había identificado, y toparse con estos facinerosos que bien podrían corresponderse con el demonio de la máscara antigás y sus dóberman.

Llegó a sentirse tan acorralado, que se le ocurrió que la única esperanza que le quedaba era que algún ángel de la guarda de los que había conocido en presidio viniese a asistirlo. ¿Qué tal aquel gitano, el Dieguito, de Puente Genil, condenado por tráfico de drogas, que se quedaba fascinado con sus trucos? ¿O el Mejías, otro gitano de El Puerto de Santa María, condenado por robo de automóviles, que le debía no pocas mamadas? ¿Y el Cuchara, el yonqui condenado por atraco y asesinato de un guardia civil, al que le tenía que reír los chistes, malos, sin gracia? Sintió náuseas al repasar la clase de santos a los que tenía que encomendarse.

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23/12/2009, 15:53
Domingo Torres

Pasó lo que tenía que pasar. Esa clase de gente no buscan más que joder. Domingo asumía que no iba a conseguir de esa gente más que lo que recibió pero de todos modos lo intentó.

Comprobado el fracaso metió una mano en el bolsillo interior de la chaqueta sacando un par de billetes de 2.000 y uno de 1.000.

—Es todo lo que tenemos. Lo guardábamos para gasolina —dijo visiblemente enfadado.

Cogió un billete de 2.000 y ofreció el resto al gitano.

—Déjanos esto para buscarnos la vida y quédate el resto, por favor —dijo mientras mostraba el billete retirado con la mano contraria a la que ofrecía el resto alargando el brazo.

Ocultaba en todo momento su identificación de policía. Esta gente no se dejaba amedrentar por una placa, más bien al contrario.

Se acercó hacia donde estaban Agustín y William.

—Venga, vámonos, no molestemos más a estos señores.

Notas de juego

Supongo que puedo disponer de 5.000 pesetas, ¿no? Supuestamente llevo encima unas 15.000 pero eso no tiene por qué saberlo, ¿verdad?

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04/01/2010, 22:25
Director

El otro miró el billete que le tendía Domingo con un atisbo de sorna en el rostro:

- Pero hay que joderse con el payo... ¿Y quién te ha dicho a ti que dándonos un poco de lo que tienes te íbamos a dejar marchar? ¡Lo queremos todo!

En ese mismo momento se escuchó una voz procedente de entre las chabolas.

- Anda la hostia puta. ¡El maricón!

Nunca en su vida Elías se había alegrado tanto de escuchar ese apodo por el que lo conocían en la carcel. ¡Era el mismísimo Cucharas allí mismo en persona! Quizás después de todo los pecadores también contaban con sus propios santos. El tipo en cuestión estaba igual que en la carcel: era un esqueleto andante, de ojos saltones y dientes desaparecidos, con algo parecido a una melena intentando mantenerse sobre su cabeza. Rondaría quizás los cuarenta pero la mala vida le había tratado peor que mal. Y aún así, con aquel aspecto de espantapájaros desmadejado, traslucía una intensidad de emociones que podría acojonar al más pintado.

- ¿Qué pasa Cucharas?- dijo el gitano que llevaba la voz cantante - ¿Te debe algo alguno de estos capullos?

En sus ojos se reflejaba un atisbo de interés divertido. Pero el otro le cortó la jugada:

- Que va tronco. El del bigote que está ahostiao es un tipo legal, lo conocí en la trena.- dijo señalando a Elías - Chupaba más pollas que una puta en carnaval pero es buen tío... Pero ¿qué coño haces aquí Maricón? ¿Y qué banda te traes jodío?

El Cucharas se reía mientras iba al encuentro de su viejo compañero de trena. Como si aquello rompiese un guión acordado los otros se quedaron un momento fuera de lugar, como intentando averiguar que hacer. Miraban al que hasta el momento lideraba la situación. A éste ya no le parecía divertida la interrupción:

- Eh Cucharas no me jodas, que estos paisanos van a pensar que esto es el parque de Lavapiés.

- Cuidadín chaval que cuando tú aprendías a mear de pie yo ya había rajado a varios como tú.- dijo el aludido sin dejar de sonreír, como si hablase del tiempo - Así que no me jodas y vete a meterte un pico a algún lado, que a los mayores nos gusta ver a colegas de vez en cuando.

Domingo permanecía con su billete de dos mil en la mano, atento a lo que pasaba. Los otros observaban entre la curiosidad y e ldesconcierto la escena que iba cambiando de tono. Finalmente el gitano de la amenazas se dio la vuelta sin decir nada. En su mirada se leyó un poco de todo: resentimiento, rabia, furia, venganza... Pero aquella noche el perro viejo había mordido al joven y no era momento de medir las dentelladas.

- Venga coño... Ya que tu colega tiene pasta que nos invite a unas rayitas joder... Tengo aquí mi chabolo y una botella de whisky. Luego un colega os puede acercar al centro... ¿Qué cojones se os ha perdido aquí?- miró lascivamente a la Maca - ¿La nena viene contigo? ¿Pero de qué va todo esto?

El resto de la gente pareció perder interés en los recién llegados una vez fueron acogidos por el Cucharas.

Notas de juego

Domingo: Sí, efectivamente puedes contar con ese dinero.

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08/01/2010, 00:15
Macarena

La Maca se había quedado muda, y pocas veces le pasaba. Ésta era una de esas. Cuando el Cucharas apareció, como si bajara un santo, la sangre empezó a correrle de nuevo por las venas, y le vino el habla. Miedo, había pasado miedo. Y eso que al lado de todo lo demás, un gitano chulo y su panda no dejaban de ser de este mundo.

-La nena va con éste, sí. Todos. ¿Maricón, eh? callado te lo tenías, Elías...

Lo dijo entre dientes, cansada. Lo dijo con alivio.

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08/01/2010, 07:23
Agustín Morales Sierra

El contacto visual con el gitano mas joven se rompió en cuanto apareció el Cucharas haciendo algo de aspaviento, y al ver que conocía a Elias, miro a este para observar su reacción, a no ver una cara muy extraña ni dudosa ni con miedo, Agustín se tranquilizo, y aflojo los músculos de sus brazos.
Y le dice al Ingles

-Al parecer el que acaba de llegar es amigo de el viejo

Escucha el comentario de la Maca entre dientes y le dice por lo bajo

-Yo tenia mis sospechas

Esbozando por una décima de segundos una media sonrisa a causa de su latiguillo

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08/01/2010, 14:21
Elías Bonabre

“¡La pucha!”, meditaba mientras volvía a encajársele la mandíbula, “¡Et voilá, un grand coup de théâtre! Este mago que me mima sí que es un capo, qué correspondencia de la realidad con mis deseos, tal como se define la verdad.”

Casi se abalanzó Elías sobre su adalid (el cual, nunca mejor dicho, parecía resistirse a entregar la cuchara), sólo que con proporcionado entusiasmo, que no eran amigos de alharacas los de esa calaña: le estrechó la mano como a un ministro y se permitió darle unas palmadas afectuosas sobre el hombro.

-¡Manuel, Manuel Galván! Qué alegría -sobre todo, al verte libre- –le expresaba, y por un momento temió que la sonrisa que le estaba ofreciendo se le marcaría por siempre en el rostro, tanto esfuerzo le había echado.

El resto, claro, lo estaba crucificando con sus miradas. Se encogió de hombros ante el comentario de Macarena (“Es tan arpía como las demás”) viniendo a dar entender que nadie se salvaba (“Todos nos hemos viciado por algún sitio, quién hay sin tacha”) y apostó:

-Vamos, Manuel es un distinguido caballero. Podemos fiarnos de él –aguardó a que el Cuchara le indicase, y caminó a su vera, departiendo: -¿Cómo estás, bendito? Ah, no te imaginás el favor que nos hacés. Esta noche fue de auténtica locura. No nos matamos de milagro, tuvimos un accidente terrible. Mirame si no, qué pintas.

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09/01/2010, 11:31
El Cucharas

El Cucharas escuchaba las palabras de Elías asintiendo. Era difícil descifrar en aquel rostro comido por las arrugas de las drogas que pasaba por su cabeza. Se trataba de uno de esos tipos que algunos denominaban 'yonkis de larga duración', procedentes de los años 70, de cuando las drogas venían sin manual de instrucciones y sin avisos sobre efectos secundarios. Probablemente lo había probado todo pero, aún así, seguía vivo y coleando.

- No me tenías pinta en el trullo de ser de los que se meten en líos Elías. Más bien me pareces un pringao de los que se comen los marrones de los demás.

Decía esto mientras llevaba a los demás a una chabola hecha con cuatro planchas de metal soportadas por remaches y costras barro. El hogar de un viejo colgado en un poblado chabolista. El interior era un revuelto de ropa sucia, latas abiertas y basura en general. Había un viejo colchón rescatado de la basura, un par de sillas y una mesa con tres patas. Todo lujo.

Al cerrar la puerta la peste se hizo mucho más intensa en aquel sitio. El Cucharas sonrió al notar la reacción de sus invitados.

- ¿Qué coño os esperábais? ¿Un cinco estrellas? Bueno tíos, os he sacado del marrón,- dijo mirando a Domingo - Yo sí que te aceptaré las 2000 pelas. Y si queréis que un coche os lleve al centro os cobraré otras 3000. Y sin amenazas de gallito, como el jodido gitanillo. Somos gente adulta.

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11/01/2010, 15:46
Domingo Torres

Sorprendido, Domingo dobló todos los billetes y se los entregó al gitano.

—Si nos vas a acercar al centro supongo que no lo necesitaremos. Toma —dijo entregando las cinco mil pesetas a El cuchara.

Miraba a Elías como confiandole su futuro. Parecía que el negro camino que se tendía delante de ellos se iba difuminando a un color más claro y quisó reforzar esa teoría buscando una confirmación en el argentino.

Levantó la vista y metió las manos en los bolsillos dispuesto a escuchar al gitano.

—Te agradezco que nos ayudes... —evitó el malsonante apelativo dejando la frase en el aire—... de verdad. ¿Cuando podrás acercarnos?

Más que una instacia a la premura era una confirmación del hecho de que el gitano les llevaría al centro.

—Estas heridas van a acabar conmigo —dijo mientras se presionaba las heridas tratando de evitar el dolor.

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11/01/2010, 18:50
Macarena

-Sí, sí... éste tiene razón, eh, Manuel. Se está quedando tieso, ¿le ves? Por poco la palma ahí en el accidente, y como no lo llevemos pronto a que le echen unos puntos, lo hará aquí mismo.

La Maca miraba también a Elías con urgencia. Era su conocido, él debía manejar el asunto. Pero deprisa, el poli se estaba desangrando, y eso era una verdad como un pino. Menudo accidente "el accidente", si el Cucharas supiera... bueno, si el Cucharas supiera, no se creería ni una palabra. Y ahora, ahí, casi que se le hacía difícil a ella misma. Aunque la sangre... la sangre no mentía.

Con delicadeza hasta donde podía, se acercó a Domingo y le ayudó, ofreciéndose para que se apoyara en ella. Poco apoyo, pero menos era nada.

-¿Puedes hacer que nos lleven ya, Manuel?

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14/01/2010, 09:38
Agustín Morales Sierra

Es el ultimo en entrar a la chabola, y el mas próximo en quedarse en la puerta, al menos ahí corría algo de aire fresco, y porque no, si las cosas se complicaban iba a ser el primero en salir.
Solo se queda parado en la puerta, viendo lo que los otros hacen, es mas, busca cerrarse aun mas en sigo mismo, poniéndose las gafas, algo ralladas y golpeadas, pero aun en su poder, luego se cruza de brazos

Notas de juego

Solo por curiosidad, cuanto seria 5000 pesetas, en euros hoy en día aproximadamente?

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14/01/2010, 22:41
El Cucharas

- Claro que os puedo sacar de aquí coño. Faltaba más, que no dejaré que un amigo del maricón se desangre aquí de mala manera.

Dicho lo cual el Cucharas salió de la chabola.

Notas de juego

Contestado el tema de las 5000 en el off-topic :) 

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14/01/2010, 22:42
Director

Cuando el paisano los dejó allí los demás se miraron entre sí. ¿Cumpliría su palabra? No había motivos aparentes para no hacerlo. Si quería joderlos ya podría haberle dejado el trabajo al gitano de la entrada. Aparte de eso parecía que no quedaba más opción que esperar.

Por fortuna la espera no fue larga. Diez minutos después el Cucharas reapareció acompañado de un gitano que sólo podía ser definido con una palabra: gordo. Era la viva encarnación de la obesidad y a cada movimiento daba la sensación de que acabaría por rendirse y dejar que la gravedad acabase con su sufrimiento.

Cargando editor
14/01/2010, 22:44
El Cucharas

- Este es el Tobías.- dijo el Cucharas presentando al recién llegado, que simplemente asintió con un gesto casi bovino  - Tiene su furgoneta aparcada ahí a la puerta y os puede llevar a donde queráis en Madrid.

El tipo se aproximó a Elías y le dio una palmada en el hombro.

- Bueno tío, encantado de verte de nuevo joder. A ver si te pasas otro día por aquí sin tanto trajín, coño, que esto no es una mansión pero es la casa de un colega que siempre te va a dar la bienvenida y ayudar.- obvió el hecho de que el colega había cobrado bien por la ayuda prestada.

 

Cargando editor
14/01/2010, 23:50
Macarena

-Vamos pues. Que te vaya bien, Manuel. Agustín, échame una mano con Domingo, y vamos a la furgona. Tobías, te seguimos.

Le echó una mirada a Elías, sesgada, como de paso. Ya no había reproches en ella, aunque tampoco había calor alguno.

-Vamos pasando, que éste necesita su tiempo, ya nos pillarás....

Y empezó a andar, Domingo con un brazo pasado por sus hombros, y el otro por los de Agustin. Crucificado.

Cargando editor
15/01/2010, 09:24
Domingo Torres

Un gesto de agradecimiento iluminó la cara del policía un segundo antes de ser atacado por un nuevo pinchazo en el abdomen. Se encogió un poco para amortiguar el dolor y pronto se colgó de Macarena y Agustín que se ofrecían a ayudarle.

La ayuda estaba cobrada así que Domingo no añadió ningún ofrecimiento como pago; prefirió guardarse valores de policía para cuando fueran más necesarios.

Trataba de andar al ritmo del resto, incluso forzando un poco la herida. Las ganas de salir de ese sitio, de llegar a un sitio donde pudiera sanar la herida y olvidarse un poco de lo vivido eran más fuertes que el óbice de la herida.