Partida Rol por web

Eliott se alza apoyándose en los brazos un instante, para seguir observando la sin par visión, con una sonrisa estúpida en la cara. Aunque se levanta de golpe, algo enfadado consigo mismo cuando se acercan los hombres del Rey de Armas con los camilleros para los heridos...

No ha sido nada, no ha sido nada... sólo una mala caída dice sin aún poder apartar los ojos de ella, y preguntándose quién será para estar en el palco de honor...

Los camilleros entran en escena recogiendo a los peor parados. Afortunadamente ni Eliott ni Marcus parecen heridos, solo en su orgullo. Volveis a la zona de espera.

Os dirigís hacia la zona de espera mientras ois los quejidos de los heridos con algún hueso roto o costilla fracturada. Os preguntais si esto es un simple torneo, un juego, como debe ser una guerra.

La siguiente tanda llega un poco más tarde, siendo esta, posiblemente, la última del día, pues es la hora de comer.

Volveis a colocaros en la fila ya sabiendo que hacer y cual es el ritual. La montura se lanza a la carrera en cuanto picais espuelas, bajais la lanza hasta la posición adecuada y esperais el momento de empujar el golpe en el pecho de vuestro oponente.

Recogeis las riendas de vuestras monturas mientras os dirigis a la zona fuera de la arena de juego, donde el ambiente está bastante caldeado.

Unos le echan la culpa al otro de haber sido descalificados y otros medran a puñetazos por la afrenta. Algunos caballeros recogen a su escudero, en otros casos es hijo de tal o sobrino de cual.

De todas maneras no esperareis mucho pues la hora de comer se acerca.

-Grata a sido la compañía y vive Dios que volvería a combatir hombro con hombro con vosotros. Esperaré a ver el resultado final del torneo y quién será el ganador del trofeo, que por San Jorge intrigado me tiene al igual que a todo Logres.-

Horrorizado observo como mis compañeros van cayendo uno a uno. Solo Waldon permanece en la competición conmigo y yo mismo estoy ahí por la falta de habilidad de mis adversarios más que por méritos propios. No he derribado a nadie pero si he recibido un buen golpe. Espero tener mejor fortuna en la siguiente.

De vuelta en la zona de espera, miro a todos mis compañeros, dando un golpe en el hombro de Jerrod, al parecer, éramos los únicos que continuábamos en el torneo.

-No tenemos nada que lamentar, pues las heridas podrían haber sido muchísimo peores de lo que han sido -mira a sus camaradas descalificados*-. No será ninguna derrota mientras al menos uno de nosotros siga en el torneo -no era el mejor dando ánimos, pero al menos lo intentaba-. Recuerda lo que dijo la anciana acerca del presente... y por eso debemos de ganarlo uno de nosotros, tenemos que llegar hasta el final.

Edgar maldice por lo bajo una vez caído. La suerte no le acompañaba. Maldiciendo, se dirige hacia la zona de espera, dado que se encontraba descalificado. Quizás tuviera suerte la próxima vez. 

EDGAR

Vas cabilando en tus pensamientos cuando una mano te agarra por el brazo. -Eh, estás descalificado debes salir por el otro lado o no haberte caído.-

Asiente ante las palabras del guardia mientras se da media vuelta, yendo hacia donde le indica el soldado. 

-¿Ganar el torneo dices, mi buen Waldon? Creo que deberíamos tener mas suerte de la nos va a ser concedida para ello. No quiero desanimarnos, pero aquí hay demasiada gente y nosotros somos ya demasiado pocos. Creo que deberemos encontrar el modo de averiguar si lo que idjo la anciana era cierto por otro camino. de momento, disfrutemos del torneo.

Ya descalificado , y no sólo con el orgullo herido, me dirijo hacia la enfermeria, a ver que pueden hacer por mi.

El último adversario que me derrotó, me dió un buen golpe, y estaba bastante dolorido.

Maldita sea, estaba seguro de que ganaria, eso me pasó por no rezar.

-Que el Todopoderoso te escuche, Jerrod, y nos facilite algo de esa suerte de la que hablas, no creo que tengamos demasiadas posibilidades de saber del presente si no cae en nuestras manos.

Waldon deseaba que terminara la justa para que comenzara el duelo mano a mano, prefería la maza a la lanza. Aunque de momento estaba ileso y dentro del torneo, que ya era bastante.

Mas y más muchachos doloridos se agolpaban a la entrada de la tienda de curas. Los sirvientes hacían pasar a los más graves, mientras el resto solo podía esperar y quejarse.

La zona fuera de campo de juego era un hervidero de muchachos y jovenes celebrando las victorias unos y llorando las derrotas otros mientras todos recibían felicitaciones por participar. Y eso era un echo, pues no se volverá a ver jamás otro torneo igual a este, donde escuderos competían como caballeros por el misterioso trofeo. La gloria de haber participado en semejante acontecimiento era ya demostrada y eso nadie podría cambiarlo. 

Se corrió la voz de que esta noche se darían los nombres de los clasificados para la siguiente criba. Los asistentes al banquete serán informados allí mesmo mientras que al resto les informará un heraldo en el campo de juego.

Eliott se ha quedado bastante ensimismado. Sus compañeros suponen que es debido a la derrota, pero todo lo contrario...

Son aquellos cabellos dorados los que ahora atraen su atención, y con los ojos escruta buscando mil y un detalles que le puedan decir más de Elisenda...

Veis como la joven abandona las gradas junto a damas y doncellas. Es la hora de comer y todo el mundo abandona poco a poco el campo hasta mañana.

El joven escudero busca con la vista alguien conocido a quien preguntarle acerca de la joven, discretamente, por supuesto...

Eliott cree que será mejor esperar al banquete donde seguro que alguien contesta a su pregunta.

Comienza el banquete y el patio de armas a sido decorado con coloridos banderines y banderas de los distinguidos caballeros que asisten. Durante el banquete los sirvientes tren bandejas de pato y cerdo asado, ollas hirviendo con estofado de cordero y pan de centeno en grandes cestos. El vino tampoco falta y los sirvientes y sirvientas se afanan en servir copas tanto en el salón como en el patio. Todos alaban a Sir Frederic, pues es un caballero justo, viejo y generoso, valiente como el que más y diestro en batalla.
Al medio del banquete una conversación fuera de tono comienza a llamar la atención de todos en la sala. Sir Duain (campo amarillo con aguila en azul)y su hijo Daolen (mismo escudo con jefe blanco) discuten acaloradamente, pero antes de que llamen demasiado la atención, Daolen se marcha de la fiesta encolerizado.

Eliott se sienta junto a sus compañeros, comentando con cierta desgana lo ocurrido, mientras su mente está obviamente en otro lado y, aunque ve la discusión, no parece hacerle mucho caso en un principio...