Partida Rol por web

Viernes, 8 de febrero de 1920. Hora 19:00

Creekville. Distrito Portuario

Panepinto´s Bar

La reparación ha sido cosa apresurada pero nadie diría lo que había sucedido en aquel lugar hacía apenas unas 24 horas. Una nueva cristalera, esta vez con el nombre del local impreso en la mismas sustituía a la anterior. En la puerta había un puñado de hombres trajeados que hablaban entre sí. En el interior había un multitudinario grupo de hombres trajeados y ni rastro de trabajadores de astilleros o de gente empobrecida.

Todos hablaban gesticulando y haciendo aspavientos sin parar. Al acercarse los cuatro hombres, éstos se callaron y empezaron a mirarles de arriba a abajo.

- Vaya, ¡qué tenemos aquí! – La voz era inevitablemente familiar y salía de su interior. No tardó en aparecer Brincos con un aspecto mucho mejor que con el que la habían conocido. –¿Pero qué hacéis ahí fuera? Vamos, pasad, pasad – Les invitó al tiempo que acompañaba sus palabras con gestos con una mano.

Los hombres que estaban en el umbral de la puerta no se movieron y pusieron cara de sorpresa ante aquellas palabras. –¡Eh! ¿qué miráis? ¡Son amigos míos!-. Aclaró Jimmy rápidamente. Aquellas palabras obraron milagros y todos se apartaron rápidamente.

En el interior del bar, les condujo a la la parte de detrás a través de un pasillo familiar para algunos de ellos. Por el camino vieron un billar donde varios tipos se encontraban jugando una partida al tiempo que fumaban y bebían. 

-Esperen un momento aquí. -Les dijo al tiempo que empezó a golpear con los nudillos en la puerta. Sin esperar ningún tipo de señal abrió rápidamente la puerta y entró en su interior.

No tardó en salir del lugar Carollo, a quien habían conocido también el día anterior. Tras saludar al grupo se dirigió a Mauro:

-¿Eres el doctor, no? Por favor, sígueme-. Le indicó con un gesto.

La expresión de su madre al verle extraer una vieja chaqueta de traje de su armario e indicarle que le dispusiera una camisa bien limpia y planchada fue una de las estampas más complejas que Rocco viera desde que llegó al mundo. La buena mujer asintió y obedeció sin muchas palabras, cosa extraña. Aunque el joven tampoco dijo nada, el tenue brillo que había visto en sus ojos delataba la esperanza de que hubiera encontrado un empleo decente. Y, al fin y al cabo, así era. No pensaba entrar en detalles, por supuesto, pero tal vez las cosas mejorasen para su gente.

Llegó al bar calmado y sonriente, preparado para codearse con aquellos tipos trajeados dejando aparentemente de lado sus hábitos portuarios. A pesar de ello, sus gestos continuaban exhibiendo la misma seguridad y agresiva determinación, y la mirada dejaba claro quién y qué era.

Saludó con un educado y alegre gesto de la cabeza a Jimmy y le siguió de buena gana, sin dejar de sonreír ni de mirar intensamente a quien le miraba. Se sentía un cabrón importante entre aquellos tipos, y al mismo tiempo un esbozo del sabor a pólvora ensangrentada acariciaba su paladar al saber que, tras esos trajes bonitos y caros, eran mucho más parecidos a él de lo que pudiera parecer.

Llevaba consigo el revólver de su nuevo "amico", ya que había pensado que sería un gesto apropiado devolvérselo, amén del pequeño golpe de efecto, broma personal y baremo de interés que supondrían los primeros instantes en que extrayera el arma y la dejara sobre la mesa. Por el momento, sin embargo, consideraba que lo adecuado era limitarse a mantener una actitud amigable y reposada.

Había buscado entre sus escasas pertenencias la ropa más nueva que tuviera, lo que en su caso era un traje de pana de la beneficencia tan viejo y arrugado que no le extrañaría que la gente le echara monedas si se paraba en algún lugar; pero al menos no tenía ningún agujero.

Entró en el bar más asustado y tímido que la vez anterior, si alguien se fijaba atentamente podía ver un ligero temblor en sus manos. Al menos en la mano que tenía fuera de los bolsillos. En la mano del bolsillo apretaba con tanta fuerza la llave del coche que hasta le dolía. Por nada del mundo quería perderla antes de devolvérsela a Jimmy.

Me alegro de veros a todos. Y era verdad, sólo le ensombrecía el hecho de que faltara Antonio. La visión del pobre Toñino atado en la silla no podría borrarla nunca pasara lo que pasara a partir de ahora y aunque estaba seguro de que aún vería cosas más horrible nada iba a afectarle tanto. De eso estaba seguro.

El ultimo en llegar fue Luca.

El ir de traje era costumbre para el, quizas no eran de diseñador o marcas conocidas, pero siempre iba todo lo pulcro que podia permitirse. Su cara de malas pulgas siempre le acompañaba, y mas con las heridas de bala que no habian tenido tiempo de curar bien.

- Buenas noches señores... Es bueno vernos de nuevo.

Hoy podia ser el comienzo de la vida que habia esperado por tanto tiempo.

No tardó en salir con el semblante sonriente. 

-Venga chicos, entrad dentro... -Les invitó al tiempo que les abría la puerta. En el interior reconocisteis al señor Boldini quien también dio muestras de reconoceros. La mirada de Jimmy pareció delatarle cuando buscaba al doctor Rossi más al verle acompañado de Carollo pareció entender algo y cerró la puerta.

- ¡Caramba qué sorpresa! – dijo Boldini levantándose al ver acercarse a los tres hombres. A continuación se dirigió a su compañero con quien compartía mesa:

– Don Gaspare, estos son los hombres de que le hable. Los del asunto del muelle. 

- Ah sí... Recuerdo lo que me contaste. Se portaron como leones, ¿no es así? – Musitó sonriente al tiempo que ofrecía su mano– Soy Don Gaspare Panepinto, siéntense, ¡prego!

- ¿Y bien...? ¿Habéis tomado una decisión? -Preguntó Boldini mirándoles fijamente, al tiempo que se servía un whisky

Tras apartarle del grupo se dirigieron a una esquina. Al llegar a ésta Mauro se percató de cómo la puerta se volvía a abrir y el trío se metía en su interior.

-No pude evitar notar algo en tus palabras. Creo que eso no es lo tuyo. -Dijo al tiempo que señalaba en la puerta-. No obstante eso no significa que te apartemos. Serás un associato, haremos negocios contigo. Si necesitas un favor nos lo puedes pedir y de igual manera nosotros acudiremos a ti cuando necesitemos un remiendo. ¿Capsici?

Tomó asiento y mantuvo su sonrisa diplomática, dejando pasar unos instantes antes de hablar.

-Será un honor aceptar su generosa oferta-afirmó con un gesto respetuoso-. Solo espero que mis actos traigan mayor honra y beneficio a la familia.

Se quitó la gorra y se sentó dejando que Rocco fuera el primero y tomara la palabra. Él tenía más conocimiento del regimeen militar y estar en una familia le parecía casi lo mismo.

Un honor... quiero decir que será un honor formar parte de su familia aunque no sé muy bien lo que puede hacer alguien tan insignificante como yo por ustedes. Si me aceptan estaré en deuda con vuestra persona.

- Mi decicion estaba tomada desde el momento que dispararon contra mi en este mismo local... Acepto.

Tenian un enemigo en comun, eso los convertia, si no amigos almenos en aliados.

Luca era un gigantesco oso, de mala cara y pocas pulgas, de seguro los Panepintos podrian sacar mejor provecho de el, de lo que habian sabido aprovecharlo en la policia o en el ejercito.

En ese momento Don Gaspare tomó la palabra:

- Si estáis decididos a ingresar en la familia, tened en cuenta que es un viaje sin retorno. -Su mirada era severa-. No hay marcha atrás una vez entréis a formar parte de ella. Tendréis que realizar un juramento que firmareis con vuestra propia sangre, y el quebrantamiento de este juramento se paga con la vida. Arriesgareis vuestras vidas en cada esquina, estaréis en el punto de mira de muchos hombres, atentaran contra vosotros, quizá contra vuestras familias, pero a cambio formareis parte de una gran Familia. -En ese momento señaló al exterior, hacia la puerta delante de la cual se encontraba 'Brincos' -Una familia llena de hermanos y amigos, donde la preocupación de uno es la preocupación de todos, donde los problemas de uno son los de todos, donde el bienestar de uno, es el bienestar de todos. ¿Estáis dispuestos a cruzar esa línea que convierte a los hombres en Hombres de Honor?

Estaba sucediendo...

Una leve inclinación de cabeza sacudió inconscientemente a Fedor. ¿De verdad iba a sucedervade in pace? ¿Iba a abandonar las penurias y convertirse en algún con posibilidades de ser alguien? 

Con los nervios ante la nueva perspectiva las palabras no querían salir.

Sí, Don Gaspare 

Mauro se sintió preocupado cuando uno de los matones que había conocido hace algunos días, al final de aquel turbulento asunto en el que se había visto involucrado, le pidió que le acompañara al margen del resto de la gente que había reunida en el Panepinto´s. El ambiente en el local parecía bastante distendido, pero había algo en las palabras de aquel hombre que daba la impresión de que había algo serio que comentar.

Escuchó las palabras del matón una vez que estuvieron apartados del resto, y se sintió tremendamente aliviado al comprobar que aquellos tipos entendían del mismo modo que él sobre cual podía ser su relación con la familia Panepinto.

-No pretendo engañar a nadie, y mucho menos a mí mismo. Sabemos que no tengo madera para formar parte de su grupo de una manera activa. Yo soy médico, y es de las pocas cosas que se me da bien hacer. Como usted ha dicho, puedo ayudarles a ustedes cuando requieran servicios médicos, y ustedes también ayudarme si necesito algo: Un intercambio justo. Me alegro de que estemos de acuerdo en como puede ser mi relación con ustedes.

Rossi procuró sonreír con gesto amable al acabar de hablar. También se frotaba un poco las manos al terminar. Aunque todo estuviera en calma y parecía que iba a sacar una relación provechosa de todo aquel asunto, no dejaba de sentirse nervioso en compañía de matones y mafiosos como aquellos.

Contra su propia voluntad, desvió la mirada por un instante. Le ofrecían cuanto había ambicionado desde que era un niño. Al fin tenía la oportunidad de llevar la vida que deseaba, de hacer las cosas a su modo y triunfar gracias a ello. Encontrar un lugar donde encajara y pudiera abandonar el barro en que había pasado la totalidad de su penosa existencia...

Y, a pesar de ello, en este momento en que la oportunidad relucía al alcance de sus manos, no se sentía tan pletórico como había esperado. Estaba tentado, sin duda; era lo que deseaba. Sin embargo...

-Es lo que siempre he querido-respondió tras una pausa, con voz mecánica y pausada-. Llevar la única vida decente que puedo imaginar, una vida de la que sentirme orgulloso. Esto, y el bienestar de mis seres queridos, es todo lo que busco...si entre ustedes puedo vivir con honor y cuidar de los míos, no hay pregunta que hacer, ni peligro que me pueda acobardar.

Quien diría, que en aquel mal día, en que había buscado trabajo por todos lados y no había encontrado nada, había recibido 3 impactos de bala y había matado a un hombre por bala recibida... En ese mismo día, Don Gaspare le ofrecía entrar a la familia a trabajar para ellos.

- Estoy dispuesto Don Gaspare.

Aquel día marcaría un antes y un después en su vida.

Don Gaspare sonrió. Llegados a ese punto parecía difícil que alguien se negase a aquella oferta, la mejor oferta de sus vidas. Sin embargo él siempre preguntaba. 

Como si su tercera confirmación hubiese activado algún tipo de resorte oculto Jimmy abrió la puerta y se asomó, parecía estar haciendo una seña al exterior. Dejó la puerta entreabierta y empezó a situarse al otro lado de la mesa de donde estaban el trío de recién llegados, tras Don Gaspare y Vicenzo. 

La puerta no tardó en ser abierta del todo, numerosos tipos trajeados empezaron a entrar, algunos de ellos os sonaban, otros era la primera vez que les veíais. Allí estaba Mondadientes con su eterno acompañante en la boca, más allá Carollo y junto a éste Bruno. 

Todos fueron colocándose tras Vicenzo, éste también se encontraba un paso por detrás del Don. Entonces Don Gaspare se levantó del sillón, movimiento que imitaron torpemente el trío haciendo rechinar las sillas sobre las que se encontraban.

-Magnífico. -Le contestó al tiempo que miraba en dirección a la puerta por la que el trío había desaparecido. Asintió como respondiendo a una señal. -Don Gaspare Panepinto quiere que tengas esto. -Le dijo mientras se metía la mano en la chaqueta, extrajo un sobre y se lo tendió-. Por las molestias. Considéralo la prueba del inicio de una amistad.

Tras decir esas palabras le tendió el sobre sin dar opción a la réplica. Era abultado y si era lo que creía que era, parecía que su negocio acababa de sufrir un empujón nada desdeñable.

-Debo marcharme, me esperan. Creo que conoces la salida. -Le dijo antes de marcharse.

La sala empezó a vaciarse, todos los hombres trajeados dejaron todo lo que tenían que hacer y se encaminaron a la puerta que llevaba al cuarto trasero. En apenas unos segundos quedó sólo Mauro mientras que al otro lado de la barra Frank faenaba limpiando la barra como si estuviese buscando estar ocupado. 

Si había visto algo, no dio muestras de ello... Eso era lo que debía ser un buen asociado...