Las maletas estan colocadas en el pasillo, y los dos personajes estan mirandote salir de la habitación, se nota que estaban murmurado algo y se han callado cuando te ven salir.
- Hola. Buenas noches - les digo en tono serio - parece ser que ha llegado la hora.
Miro la estancia, como para fijarla mejor en mi memoria. No sé cuanto tiempo estaré fuera, pero intuyo que será más de lo que me he alejado nunca de París en el último medio siglo. Quizá no sea la estancia lo que esté buscando con la mirada. Quizá sea a Margarita.
Con resignación les digo a ambos - Vamos.
En principio llevo mi equipo básico, el que tengo en la descripción de equipo de la hoja de personaje.
El tema de las armas, no creo que sea necesario, pero si me permites llevarlas, aunque se queden en una taquilla a la entrada del manicomio esperando mi salida, estaría bien. Como auto-defensa. Si el vuelo sale de un aeropuerto comercial, casi que ni me lo planteo y con la gabardina, el teléfono móvil y la cartera tendré que apañarme. Si el vuelo sale de un aeropuerto privado entonces quizá lo tenga más factible.
Lo que sí llevaré será ropa elegante de recambio. Para mantener mi estilo.
Van camino al aeropuerto donde tomaras un avión privado hacia el lugar. Sientes en algún momento que Margarita esta a tu lado, no se ha quedado en casa como pensaste, pero en parte, eso te tranquiliza. Henry conduce en silencio y Kumiko te toma de brazo en señal de apoyo, estas temblando, se te nota.
Llegas al aeropuerto y entras directo a tu avión donde un piloto privado los espera.
Kumiko se despide de ti, y Henry con desconfianza le da las llaves del vehículo. Espera que ella no termine estrellándolo en su ausencia.
Suben al auto Henry y tú con cierto aire de misterio. Estas realmente sensible y ansioso, cuando el avión despega.
¿Sabe señor?, dice Henry de manera amigable, no se sí esto le convenga, pero creo que lo necesita. Saca de la nevera un litro de vitae y lo mezcla con whisky. Tómese un trago, y todos los que pueda, esto lo tranquilizará.
- Gracias Henry. - Digo tomando el trago que me ofrece. Antes de beberlo le explico. - Sabes Henry, hace mucho tiempo, poco antes de que Margarita volviera de entre los muertos para vivir a mi lado, me acostumbré demasiado a beber vitae de borrachos. Fue una época de autoflagelación constante. Quería purgar mis pecados por lo que le hice a Margarita.
Le doy un buen trago a la bebida.
- Y creo que lo conseguí. Pues tras un tiempo conseguí dejar atrás esa fea costumbre y es cuando Margarita se apareció ante mis ojos por vez primera desde que se arrojase a la voraz pira.
Le doy otro trago.
- Ella es cuanto tengo que me recuerda a mi yo real. Henry. Mi yo mortal y mi yo capaz de amar.
Miro lo que queda de la vitae, como intentando leer entre los remolinos que el wisky forma entre la sangre, al no mezclarse completamente.
- Habrá un día en que conseguiré que ella vuelva a la vida, Henry... Un día lo conseguiré. Tengo una eternidad para lograrlo.
Y estallo en carcajadas, aunque dejo de reírme de pronto. La amargura de mi situación me devuelve a la realidad. Apuro lo que queda de vitae y me siento algo mejor.
- Henry. Amigo. Espero que todo esto sirva para algo. - Un escalofrío vuelve a recorrer mi cuerpo. - Me siento como si me llevasen al matadero.
El señor está mal, siempre lo supe, sólo escucharlo es signo de eso. Bueno, posible pueda dar un nuevo comienzo, ¿no cree?
Esa noche hablas con Henry como si fuera tu mejor amigo, es raro, son tan diferentes y al parecer tienen cosas en común, más de las que imaginan. El avión esta protegido por la luz del sol, asi que cuando se hace de día te quedas dormido en una comoda silla, y tienes el mismo sueño de la noche anterior, la destrucción de tu carne, mientras ella en un acto homicida te muerde.
Despiertas
Estas realmente impactado. Tiemblas como una hoja, y buscas a Henry quien esta a tu lado como un perro faldero. Te das cuenta que ya ha oscurecido y que la luz del sol se ha ido. No sabes exactamente cuanto tiempo ha pasado, no sentiste que hayas dormido mucho. De repente escuchas esto.
Señores, estamos a punto de aterrizar en el aeropuerto Internacional José Martí de Cuba, por favor manténganse sentados y con el cinturón de seguridad.
¿cuba?...
Sientes como poco a poco el avión va bajando hacia el sitio donde aterrizara y cierto temor te invade.
Cuando la puerta se abre puedes sentir el clima cálido y el ambiente salino. Bajas del avión con inseguridad mirando a todas partes.
Henry lleva las maletas y mira a todo lado tratando de ubicarse.
Es un aeropuerto normal pero tu lo sientes amenazante y de repente un hombre se les acerca.
Tras observarlos, y establecer que ese es el vuelo donde viene el paciente me acerco lentamente a ellos y les sonrió. ¿el señor Julio Desnoyers?, siento que asienten. Soy Bernardo Suarez, buenas noches, represento al centro, y vengo a recogerlos, tomo luna de las maletas. Síganme por favor..
Siguen al hombre quien los lleva al helipuerto, donde un helicóptero los está esperando. Te subes con un poco de precausión al mismo, y te sigue tu criado de manera calma. Mientras te pones cómodo te preguntas, porque tanto viaje, ¿Dónde quedará ese tal centro?. Las aspas del helicóptero comienzan a moverse, y el hombre canoso, los asegura a ambos en la silla, y cierra la puerta. Te concentras en el sonido de las aspas que prácticamente no deja escuchar nada más... te sientes tan cansado.
El aparato se eleva y puedes ver de repente el mar negro desde las alturas, las olas haciendo espuma en cada vaivén, y el olor a sal que inunda el ambiente. No puedes dejar de pensar donde es que se encuentra ese sitio. Ves pequeñas islas iluminadas y otras oscuras e impenetrables desde arriba. El helicóptero hace una curva y en ese momento la vez.
¿una isla pequeña?, ¿el centro está en una isla?. Una imagen mental se te construye en la mente, recuerdas la cárcel donde los reos no podían escapar... sientes miedo.
El helicóptero ateriza en un sector costero de la misma. No es muy grande, piensas.
Abro la puerta del helicóptero y sonrió.
Bienvenidos al centro. Miro al señor Julio, ¿necesita algo señor?... el doctor los está esperando.
- No. Todo está bien. - Le respondo en castellano, con acento argentino - Adelante. Acabemos con esto cuanto antes. - con nerviosismo evidente.
No puedo reprimir un escalofrío que me recorre el cuerpo.
Le susurro a Henry, en francés - Esto parece un cárcel. No me gusta. - Cuando se gira el tal Suárez al oír que digo algo, hago una mueca que pretende ser una sonrisa y que queda, a todas luces, demasiado forzada.
Caminas fijándote en cada detalle, estas muy nervioso. Henry va a tu lado curioso.
El camino está iluminado con bonitos faroles, y está decorado de manera sobria. Pueden escuchar los grillos y otros insectos de la noche. Pasan por un pequeño puente del que cruza un riachuelo pequeño y desde ahí se puede ver una estructura arquitectónica.
Al fondo en letras hermosas dice.
Centro de tratamiento Fenicia.
Phoenicia Treatment Center
Centre de traitement Phoenicia
La gran casa de color blanco los espera, no tiene un estilo definido, parece una combinación de todo.
Caminan por el corredor y entran al edificio. Un escritorio largo es lo primero que ven. Las palabras “recepción” están escritas en varios idiomas.
Una hermosa secretaria los espera, y los saluda.
Veamos, estos son franceses, los saludo en francés. Bienvenidos al Centro Fenicia, soy Margaret, recepcionista del centro, ¿el señor J y el señor H? .
Veo que ambos me miran extraño por llamarlos por las letras por las cuales comienzan sus nombres, pero, todos lo hacen. Terminan asintiendo. La idea de la confidencialidad es importante en este centro.
Un momento . Tomo el citófono y digo al escuchar al doctor desde la otra línea: Doctor el señor J y el señor H llegaron. Escucho su respuesta afirmativa y miro a los dos hombres. Pueden pasar, sigan al fondo, el doctor Linus los estará esperando, no se preocupen, pueden dejar las maletas acá, estarán seguras.
Tu, al escuchar que el doctor te espera, inmediatamente te pones ansioso, pero tratas de disimularlo. Sin embargo caminas con ganas de terminar esto rápido. Después de agradecer a la recepcionista caminan por un corredor largo que esta lateral a un jardín interior.
A unos pocos metros se ve un hombre de barba arreglada, de aspecto muy profesional y bata esperándolos.
Después de tantos años en la labor he aprendido que nunca se debe ser muy experto en todos los casos, uno nunca sabe, que puede aparecer, y a veces uno se lleva sorpresas.
Mmm veamos, que tenemos aquí. Me concentro al ver a los dos hombres entrar, miro sus auras, evidentemente, y miro su andar.
Uno es un ghoul y el otro un vampiro, nuestro paciente sin lugar a dudas. Tiene miedo, mmm pero parece estar en un estado de negación. Parece ser un hombre tranquilo, aunque hay tristeza, sí... ansiedad, miedo...
Camina como sí no tuviera problemas, como sí estuviera bien, pero no lo esta.
Elegante, y con estilo. Sonrió.
Buenas noches. Les digo de manera cordial a ambos. sigan por favor. Les señalo el interior de mi consultorio.
El consultorio del psiquiatra es un espacio amplio pintado con colores claros. El espacio se puede dividir en dos partes, la primera parte un escritorio de fina madera con múltiples papeles ubicados de manera ordenada. Al fondo de este una pared con varios diplomas y títulos profesionales.
La segunda parte es una especie de sala cómoda con sillones mullidos de cuero. El espacio en si hace respirar algo de tranquilidad.
Notan que tiene dos puertas, una de entrada, y otra que conecta algún otro sitio.
Ambos se sientan en el sofá cómodo mientras sienten un momento de tensión y nerviosismo propio de estar frente a un especialista.
Buenas noches, soy el Doctor Marcus Linus, soy psiquiatra y terapeuta, y además el dueño del centro, mi misión es ayudarles a superar las dificultades que tienen en estos momentos. Los miro a cada uno, tratando de que se sientan cómodos. Me gustaría saber un poco sobre ambos para conocerlos.
- Hola doctor. Soy pintor. Con relativo éxito, según parece. Él es mi chófer y hombre de confianza. Ha venido a acompañarme, simplemente. Yo soy el paciente.
Le digo de forma deliberadamente escueta. Lo miro con dureza e intento saber algo más de él por sus formas y sus gestos. Echo un vistazo a la habitación, los libros que pueda tener, etc. Según la distribución de los papeles en la mesa, parece un tipo ordenado. De esos que meditan mucho las cosas antes de llevarlas a cabo.
A todas luces parece ser que éste va a ser el enemigo a batir, por tanto, más vale conocerlo mejor.
Mmm siento algo de resistencia, algo detrás de esa bien formada presentación. Un gusto conocerlo... Miro un papel y le sonrio de manera autentica...¿señor Julio?, es curioso que no haya dicho su nombre.
Paso y miro al hombre que lo acompaña. Mucho gusto, ¿Henry?, sonrio, parece que es de confianza, me gusta tener a alguien como usted en la entrevista inicial, porque seguramente me podrá decir algo más de lo que ocurre... espero que no le incomode.