Partida Rol por web

Aquí podeis escribir relatos de terror. Así vais creando ambientillo para cuando empecemos.

¡Y hacedlo de noche, que a oscuras todo da más miedo!

Si yo fuera una niña en inocentes mi mayor terror serían los espejos. Durante años evité mirarme en ellos, sobre todo durante la media noche. Una parte de mi mente siempre ha funcionado sola, por su cuenta, y a esa parte de mi le encanta tentar a la suerte.

Pasábamos el verano en el pueblo de mis abuelos, por las noches nos reuníamos en la cabaña de aparejos de la tía Carmina. Yo era la más pequeña y nunca me dejaban llevar la linterna, así que siempre apoyaba la espalda contra la pared, confiando en que nada me sorprendería por la espalda ni siquiera en la oscuridad.

Los niños siempre contaban una historia sobre un par de gemelas. En realidad todos éramos familia, nuestros abuelos eran hermanos y primos, así que todos conocíamos a esas dos hermanas, los adultos contaban un montón de anécdotas sobre ellas. Cecilia y Agnes, dos crías traviesas, que llegaron al mundo con un parto dificilísimo y no dejaron de dar problemas hasta que se marcharon. Decían que eran idénticas en todo excepto en su forma de ser: Agnes era maliciosa, Cecilia era todo amor, y por amor habría seguido a su gemela hasta el infierno si hubiera hecho falta.

Cuando éramos pequeños llevaban muchos años muertas. Al menos aparentemente. Mis primos decían que podíamos verlas en los espejos, y que además, si se lo pedías, mostraban el futuro.

Sólo había que llamarlas un minuto antes de la medianoche. Era sencillo: bastaba con entrar en el baño y mirar fijamente el cristal, había que recitar seis palabras:

-Cecilia y Agnes, mostradme mi futuro.

Si había suerte aparecería Cecilia, y podrías ver su rostro transformarse en el de un yo futuro. Pero si aparecía Agnes... sus ojos se clavarían en los tuyos y atraparían tu mente, arrastrándola con ella hasta el infierno como ya había hecho con su gemela Cecilia.

-¿Y cómo sabes cuál te ha tocado? - preguntaba yo.

-No lo sabes hasta que es demasiado tarde, son iguales.

Esa historia se repetía todos los años, y todos los años evitaba mirarme reflejada y comprobaba la hora antes de entrar al baño o pasar ante un espejo. Prefería quedarme sola en el pasillo durante quince minutos a tener uno delante durante media noche. Siempre encontraba alguna excusa, hasta aquel verano.

Mi prima Lucía había adoptado el papel de hermana mayor conmigo, adoraba asustarme. Sabía lo mucho que me aterrorizaba esa historia, así que una noche, aprovechando que en el pueblo nos acostábamos tardísimo, cerró la puerta del baño con el pestillo mientras nos lavábamos los dientes juntas. Me sonrió y así sin más, recitó las palabras.

Yo aparté la vista, estaba asustadísima, no quería ver a las gemelas, no quería que me hicieran daño. El corazón me latía a mil por hora y me eché a llorar.

-¡Lucía, calla!

Pero era tarde.

-Mira, están ahí, ¡mira! ¡Mira!

No quería mirar, y no miré hasta que mi abuela llegó corriendo asustada por mis lloros. Nunca vi nada extraño en el espejo, pero creo que a Lucía le tocó la peor gemela. Nunca me contó qué pasó por su mente aquella noche en el baño, pero no volvió a ser la misma. Dejó de contar historias de terror y no volvió a tratar de asustarme más.

A día de hoy siguen sin gustarme los espejos, aunque quiero creer que todo aquello fue solo una chiquillada. De todas formas, y solo por si acaso, en mi habitación nunca hay espejos a la vista. Me siguen poniendo muy nerviosa.

Cuando la noche se extiende

ahí llega, con sus pisadas ligeras.

Es una bola peluda,

una pelusa grandota

con los ojos como brasas

y una bocaza tragona.

¡Poco a poco mono loco!

Con la oscuridad se crece,

con la luz del día,

se achica, se achica...

hasta que desaparece.

Se esconde tras las cortinas,

en el armario, en el ropero,

en la penumbra olvidada

de los sombríos trasteros...

¿Lo has visto agazapado en lo alto del cocotero?

¿El coco? :D

Siii :D