Partida Rol por web

Niego con un gesto de la cabeza y luego aparto con con la mano las pastillas. -Si vamos a hacer esto, vamos a hacerlo bien. Quien lo dice, quizás termina siendo divertido y todo- Sonrió y luego hecho una carcajada. -A saltar entonces.-

- Ustedes mismos, dice la oficial encogiendo los hombros.

Os lleva hasta la compuerta de la lanzadera y cuando habéis entrado la cierra.

El interior del transporte ligero es estrecho e incómodo, con duros asientos metálicos y correas acolchadas pesadas que evitan que los pasajeros salgan despedidos durante el agitado descenso. Cuando todos os habéis sentado, una voz fría  y mecánica inicia la cuenta atrás para el descenso a través de un vocotransmisor: diez, nueve, ocho, siete, chssss de pronto salta algo de estática, uno...la compuertas de la bodega de carga se cierran con un silbido estruendoso y finalmente el transporte cae al vacío de espacio con una fuerte sacudida que comienza a revolveros las tripas. La gravedad cae a cero dentro del transporte y todos los objetos sueltos flotan a la deriva. Al cabo de unos instantes un rugido ensordecedor procedente de los motores del transporte indica la reentrada en la atmósfera.

El estruendo del exterior de la nave y las vibraciones del interior imposibilitan todo intento de comunicación. La lanzadera se zarandea horriblemente durante al menos treinta minutos.

Albrek ya tenía la cara verde cuando les dejaron caer al vacío y no le sentó nada bien la reentrada en la atmósfera pero el zarandeo de la nave supera sus esfuerzos y echa el desayuno salpicándose la túnica.

No olvidaría jamás aquella experiencia. El estomago se me retorcía y mientras más nos movíamos fue peor. Antes de siquiera darme cuenta de lo que estaba sucediendo, bauticé las cosas con mis adentros.

La sensación de aprisionamiento dentro de aquel transporte volvía a recordarme no que no me gustaban los espacios cerrados. Al igual que yo, el resto de acólitos habían decidido voluntariamente también rechazar el sedante. Se ve que no sabían a qué se enfrentaban.

Para un cuerpo entrenado duramente para resistir el castigo físico y mental como el mío, esto no era sino una sacudida, fuerte, pero sacudida al fin y al cabo. El olor a vómito se unió a la sensación de agobio y ayudó a hacer "más placentero" el resto del descenso.

Con determinación y una respiración lenta Caín se sobrepuso a la montaña rusa que era la lanzadera.

Después de lo que parece un lapso interminable de tiempo, las vibraciones se reducen y disminuye el estruendo de los motores, permitiendo de nuevo la conversación dentro del transporte. La intensa luz del día se cuela por la ventana de visualización.

El transporte ligero se posa en una de las plataformas de aterrizaje de lo que suponéis es Puerto Amargura. Mientras los motores se van a pagando poco a poco, la voz metálica vuelve a sonar por el vocotransmisor: Fin del viaje, prepárense para desembarcar.

Os levantáis y cogéis vuestras cosas; Albrek y Rabalias se limpian como pueden pero no son capaces de evitar un cierto olor agrio en su ropa.

La escotilla se abre, dejando entrar una luz cegadora y revelando el humeante campo de aterrizaje. La pista se presenta calcinada y ennegrecida por innumerables motores de transportes y lanzaderas. Toda la plataforma está cercada por una alambrada de gran altura y por encima de ella se yerguen los ominosos muros metálicos del asentamiento de Puerto Amargura.

El aire apesta a sustancias químicas, propelentes y productos de limpieza pero por debajo de los olores que cabría esperar en un sitio como éste captáis un tenue y agradable olor a hierro.

El viaje es más largo de lo que a priori pudiera parecer, aunque para mi era lógico y normal. En el pasado ya había habido varias ocasiones en las que tuve como tarea el aprovisionamiento de víveres y material para la nave, que debido a sus tamaño no podía acercarse a muchos planetas agrícolas.

Mientras las sacudidas les hacen dar vueltas los ojos, las tripas y todo a mis compañeros, yo sonrio amplicamente disfrutando del espectáculo. Miro a la oficial directamente a los ojos, retándola a decirme algo.

Cuando ya se posa la nave y tocamos suelo firme, bajo y me regodeo, aunque solo un poquito.

Bueno chicos, lo dicho, no debeis avergonzaros, lo vuestro se supone que es matar, no aguantar los rigores del viaje estelar. No os preocupéis, no os diré que sois unas nenazas ni nada por el estilo.

juasjuasjuas

Me desabrocho las correas de seguridad haciendo oídos sordos a las malintencionadas palabras del psíquico, pues no me atañen lo más mínimo. En otro tiempo, si hubiera sido cualquier otro paria el que dijera algo así le metería un porrazo en el estómago para ver qué tal digestión le causaba eso y comprobar hasta qué altura le llegaba su propio vómito pero en cierto sentido he de reconocer que incluso su comentario me hizo gracia durante... una milésima de segundo aproximadamente.

- Fin del trayecto - anuncié innecesariamente dispuesto a salir cuanto antes de aquella lata de conservas.

*Condenados sean estos malditos viajes* era lo único que Rabalias podía pensar. Hizo lo que pudo para solucionar su pequeño "inconveniente" sin embargo era imposible retirar todo.

Para colmo, uno de los que se había mantenido callado hasta el momento comenzó a hacer bromas.

-Espero que no sea solo para eso que nos trajeron- dice Rabalias intentando crear un ambiente suelto y en respuesta al comentario de que venían solo a matar.

Una vez en la plataforma veis a docenas de hombres de rostros mugrientos limpiando el casco de la nave y conectándole mangueras de repostaje. También se acercan varios estibadores con un vehículo flotante para acarrear los suministros que ha traído el transporte.

Instantes después se aproxima a vosotros un oficial con el rostro lleno de manchas y vestido con una polvorienta túnica que ha visto mejores días, de color azul oscuro y ribeteada con ostentosas cadenetas doradas. Está flanqueado por  un par de  de hombretones equipados con recicladores de aire y que sostienen sendas escopetas en sus brazos con porte despreocupado.

- Bienvenidos a Puerto Amargura, me llamo Kerred Smyk y en nombre del vicecónsul les deseo una feliz estancia. ¿Pueden indicar el motivo de su visita? ¿Cuánto tiempo van a permanecer en el planeta? ¿Tienen pensado abandonar la seguridad de la capital?...

Una vez fuera de la nave, me dedico a contemplar la verja metálica que recubre la zona de aterrizaje, sonrio un poco al ver la cara descompuesta del nuevo, pero me hubiera gustado ver echar el desayuno a Caín, todavía me acorbada de la mirada que me echó antes de entrar a la nave... Bueno en otro momento le devolveré esa mirada con una puya. Todo a su tiempo

 Me estaba colocando, la parte del équipo que se había movido dentro de los bolsillos y de sus correajes debido al movimiento de la nave, cuando reparo en la presencia de nuestro comite de recepción. Parece que no saben quienes somos, ¿nadie le ha dicho que veníamos?. Permanezco callado, mirando todavía la estrctura de la ciudad a la  que nos han traido, sin olvidarme de los dos hombres con escopetas. Ante las preguntas de el hombre vestido de manera estrafalaria y anticuada, Hemos venido de turismo nos quedaremos en este planeta el tiempo suficiente ¿y porque no ibamos a salir a dar un paseo y gozar de los placeres de su bello planeta?.  No se porqúe últimamente me venía a la cabeza la chulería de mi planeta que se acrecentó con la instrucción de la G.I.

Señor Smyk, estamos aquí en misión diplomática de la Eclesiarquía -dijo el asesino señalando a Albrek- ¿dónde podemos encontrar al vidente y sus ayudantes? No estoy muy seguro de si es usted la persona que nos puede ayudar, pero estaré muy agrdecido de que así sea.

Mejor no hablar de Aristarcus por su nombre, sino como "el vidente".

- ¿La Eclesiarquía? ¿Vidente? pregunta retóricamente..ahhhh¿quiere decir Aristarchus por casualidad?

Me adelanté unos pasos para hablar intentando no perder más el tiempo y empezar de una vez con nuestra misión.

- Tenemos que llegar hasta Desesperanza lo antes posible, donde el Vidente  Aristarchus nos estará esperando ya ¿está todo dispuesto para nuestro desplazamiento?

Rabalias se acomodó como pudo y saludó con un gesto pronunciado a quienes le daban la bienvenida. Por el resto, dejó hablar a Cain. El parecía estar bien al tanto de los asuntos que los llevaban hasta ese planeta, el había leído por arriba los datos, pero aun no entendía mucho de que iba la cosa.

- ¿Así que van a Desesperanza? Pe..pero Aristarchus se encuentra aquí en Puerto Amargura..., el rostro del oficial parece complacido al averiguar vuestro destino.

El tipo parecía querer sacarles información, y Caín le picó algo detrás de la oreja, un presentimiento.

Si está en Puerto Amargura no tenemos que ir a allí, debe haber sido algún error de transcripción en los documentos. Padre -dijo Caín dando media vuelta para ocultar su cara a los tres hombres y guiñando un ojo a Albrek y lanzando una mirada fulminante a Christoph- ¿sería tan amable de consultar la placa de datos. Aristarcus se encuentra aquí, no en Desesperanza. Gracias -Caín se volvió hacia Smyk y sonrió- Muchas gracias, hubiéramos perdido un tiempo muy valioso estoy seguro de que no le importará conducirnos ante Aristarcus o indicarnos el camino, tenemos bastante prisa.

El asesino consultó su crono y dio un par de fingidos golpes impacientes con el pie, dando a entender que no le gustaba