Partida Rol por web

Tenían el apoyo de Palas, junto al de Lyana, y sus fieles para llevar a cabo la tarea; pero no contaban con el respaldo de la mayoría de la población. Especialmente los "hombres fuertes de Martek". No hasta que demostraran algo, liberarles de los Yu'vath podía ser un comienzo.

Los pesados proyectiles que iban a servir de explosivo ordinario llegaron acompañados de un experto en municiones del Adeptus Mechanicus. Pese a que no estaba adiestrado para la colocación de explosivos sí conocía algunos métodos eficaces para detonarlos a distancia. Si los cálculos de los exploradores eran correctos bastaría con cuatro para lograr el efecto deseado. Aunque llevarlos hasta allí no sería fácil.

Al problema de llegar se sumaba el peso de las bombas. Estos obuses estaban diseñados para ser disparados desde los cañones gigantes y el Ventura Soberana contaba con grúas para su recarga. Llevarlos hasta a Torre de Cristal iba a ser un problema si las aeronaves no podían acercarse a ella por culpa de aquel escudo.

El tecnosacerdote también trajo un informe de daños del Ventura Soberana. Los ataques enemigos se habían centrado en los sistemas de combate: armas y defensas. Las macrobaterías habían sufrido numerosos impactos.

Palas apareció con quince fieles, cuantos pudo reunir tras la última cosecha, y Lyana, que trajo a una mujer que llevaba un uniforme de la Armada Imperial (o al menos partes de él). Aquello sumaba 18 aliados de la Luna Sin Nombre, sin duda habría más simpatizantes en aquella roca, pero no parecían dispuestos a internarse en el laberinto mental.

Santo Emperador, ¿cómo vamos a llevar esas gigantescas bombas hasta allí?

Nathin se frotó la barbilla. Sin duda sería mucho más fácil conseguir mano de obra para mover las cargas si Palas no hubiese aplastado el cráneo de Martek como un melón maduro. El sacerdote Imperial hasta ahora se había mostrado más obstáculo que recurso, y Nathin empezaba a dudar de su propia sabiduría al reclutarlo. Pero todavía se le podría sacar provecho.- Tenemos a nuestras mejores mentes trabajando en ello, Padre, pero cualquier sugerencia será bienvenida.

Lorayne se seguía sintiendo traicionada por Lord Task, la situación con la otra capitana no le agradaba nada y aun menos tenerla a la vista y no poder hacerle lo que se le pasaba por la cabeza cada segundo que la veía. El odio hacia esa mujer y su casa por lo que le había echo a su familia comenzaba a corroerla.

Mientras tanto mantenía una distancia prudencia de esta y Lord Task, hasta que este no pusiera de su parte ahora solo seria un miembro más de la tripulación. Acataría ordenes y sin mas. Mientras desplegaba a un grupo de los mejores con sus nuevos equipamientos, se disponía a echar una nueva ojeada a la zona.

     Sarvus estaba serio. Mas que de costumbre. Los recientes acontecimientos lo habían crispado y ya no hacía sus bromas habituales. Se había vuelto algo taciturno y sin duda su determinación había crecido. Quería salir de allí a toda costa y devolver el golpe a aquellos xenos. Su mente y su cuerpo estaban puestas en ello al cien por cien. - Dígame, maese Palas. ¿Disponen de algún tipo de transporte terrestre? Si no es así quizás podríamos improvisar algún tipo de carros sencillos. No creo que llevar los proyectiles a pulso sea una idea practicable.

M4R14, insensible al humor general reinante, tenía una sugerencia.

- Lord Task. En caso de no contar con ningún tipo de medio de transporte practicable ni improvisado siempre podemos improvisar unos arneses utilizando la canaleta de la aguja extractora y el menor radio de la punta de los proyectiles. Al ser estos esencialmente cilindros podemos hacer que rueden con menor esfuerzo del que supondría cargarlos. Solo necesitamos bestias de carga o algunos hombres fuertes.

     Sarvus se frotó la barbilla pensativo. M4R14 era su experta en maquinaria y si decía que aquel sistema era apropiado para la tarea el la creía. Al fin sintió. - Esperemos a que nuestros anfitriones se pronuncien. De no ser posean un método mejor o mas seguro, puedes comenzar con los preparativos para hacer lo que sugieres.

¿Transporte? Hay algunos vehículos que funcionan con baterías, pero son de pequeño tamaño, se estropean y no creo que pudieran soportar ese peso, aunque sí arrastrar una de esas bombas. El problema es que mi iglesia no tiene ninguno. 

Pensó un poco más mientras M4R14 hablaba y añadió:

Aquí los hombres son las bestias de carga. Antes había animales, muy pocos, pero todos fueron devorados por bocas hambrientas.

Sí tenemos algunas aeronaves perfectamente capaces, la mayoría las usan los aguadores para traer hielo a la Luna Sin Nombre, pero no podemos hacerlas volar sobre el laberinto.

Lorayne desde la distancia oyó las palabras de la zorra Lyana y apretó con más fuerza la empuñadura de su Bolter, mientras trataba de distraerse, ordeno a sus hombres presentes que formaran en un perímetro de seguridad alrededor de todos los presentes mientras ella observaba el lugar.

Por las palabras de los presentes parecía como que la tecnología de desplazamiento no funcionaba correctamente en el interior. Tal vez a pie fuera lo único que podrían hacer.

     - Entonces no hay mucho mas que decir. Concluyó Sarvus. - Transportaremos los proyectiles junto con lo necesario en alguna nave auxiliar hasta las inmediaciones del laberinto. A partir de ahí las introduciremos al interior siguiendo el plan de M4R14. No tenemos muchas mas opciones. Acabemos cuanto antes... pensó mientras se frotaba las manos con impaciencia.

Nathin, de manera inconsciente, se sacudió una partícula invisible de polvo de su hombro derecho, de dónde anteriormente había despegado un pegote particularmente denso de la sustancia que lo había suspendido en el recolector. Frunció el ceño al darse cuenta del gesto no intencionado, y se preguntó si la experiencia le dejaría un tic. - Se hará como ordena, Lord Task.- dijo con una breve reverencia, para proceder a asegurarse de que las órdenes del Comerciante Libre eran llevadas a cabo con eficiencia.

La guerra alienígena había comenzado. Como si de una cruzada del Imperio se tratara el Rogue Trader Sarvus Task y su tripulación iniciaron una operación de bombardeo sobre la Torre de Cristal que beneficiaría a toda la Luna Sin Nombre, tan sólo esperaban que su "altruista" acción les reportara futuros beneficios. Tal vez un dominio colonial...

Las naves, en parte requisadas, en parte alquiladas (a un precio prohibitivo que la iglesia de palas pagó en cristaloscuro) despearon del asentamiento y pusieron rumbo hacia un horizonte de puntiagudas torres de cristal rodeadas por un anillo de laberinto mentales.

El asunto no empezó demasiado bien, nada más abandonar el espacio aéreo del asentamiento y poner rumbo a la Torre de Cristal las naves empezaron a recibir fuego antiaéreo de las diversas torres de cristal. Las turbulencias se volvieron tan violentas que si uno cerraba la boca corría riesgo de quebrarse los dientes.

Las dañadas armas de la Umbra Tigris no tenían alcance para impactar en la Gran Torre de Cristal, pero sí para hacer fuego de contrabatería sobre las pequeñas. Con los sistemas de augurios dañados tras su traslación disforme necesitaban de un observador para orientar sus cañones, y ahí es donde la archimilitante Lorayne entraba: debería transmitir coordenadas de impacto al Ventura Soberana. Las comunicaciones no eran buenas, y es que todo parecía orquestado por un cruel maestro de marionetas in ningún interés en ver a los exploradores triunfar.

Lorayne tenia las cosas muy claras, mientras avanzaban hacia su destino estaba mas que predispuesta a todo.

Mientras su comunicaron establecía unas secciones de descarga de fuego sobre los lugares recomendados por el Codex - Tacticum Imperium. Se disponía a hacer nombre a su cargo en el Ventura y tal vez demostrarse a si misma de lo que era capaz.

     El truco estaba en no ponerse nervioso. Si pensaba en lo que aquellos rayos de energía podrían hacerle al cutter, se quedaría paralizado y todos morirían. La determinación de Sarvus en aquellos momentos no tenía fisuras. Llevaría la nave a lugar requerido para comenzar la operación de castigo contra los xenos. Eso es lo que era: un castigo. Castigo por intentar destruir todo lo que él amaba. Su legado, sus hombres, su nave. Castigo por osar recolectar a hombres como si fueran ganado. El cutter se balanceó con suavidad de lado a lado mientras el capitán trazaba las maniobras de forma intuitiva, anticipándose a los disparos de las torres oscuras.

     Gracias a las precisas indicaciones de Lorayne, el fuego de respuesta de la Ventura Soberana no se hizo esperar. La nave quería cobrarse su justa venganza contra quienes habían tratado de acabar con ella. Era dura y correosa como el mismo Sarvus y no se dejaría tumbar con facilidad. Les había traído hasta aquí de una pieza y también les llevaría de vuelva a la civilización. La Casa Task levantaría de nuevo la cabeza muy pronto. El capitán así lo creía.

Sufrieron unos angustiosos momentos a medida que el cielo quedaba iluminado de rayos y explosiones a medida que la munición alienígena vomitada por aquellas torres aproximaba los puntos de impacto a vuestras naves. Por suerte los cañones del Ventura Soberana lograron eliminar importantes instalaciones artilleras apenas hubo empezado el combate, librando a vuestra pequeña flota de la mayor parte de la potencia de fuego.

Volando y zarandeando la nave, Sarvus se dirigió hacia el punto de entrada, apenas notaron un cambio en el capo gravitatorio se dieron cuenta de que habían atravesado el escudo y se vieron forzados a aterrizar. Las demás naves siguieron al líder y se concentraron en una zona. Tocar tierra y desembarcar fue muy sencillo, a medida que el cielo seguía llenándose de explosiones, aunque no pareciera haber nada a lo que disparar.

Mientras las bombas eran descargadas y se les asignaba unos porteadores  una escolta los exploradores observaron su objetivo. No podían haber elegido un lugar mejor, estaban a unos 1300 metros de su objetivo en línea recta, y aunque las paredes de aquel falso laberinto intimidaban incluso al más duro, todo parecía ir mejorando.

Nathin se reclinó y cerró los ojos, permitiéndose unos minutos de relajación durante el vuelo; las sacudidas del combate no parecían molestarlo. Se despertó rascando su hombro derecho,  reprimiendo la manida pregunta de "falta mucho". No podía faltar mucho para el objetivo, y el Senescal no era un hombre que disfrutase en conflictos armados. Carecían de civismo.

Una guerra alienígena
El laberinto mental

El camino parecía claro, en línea recta, e incluso se diría que estaba totalmente despejado, lo cual significaba que no habría enemigos; así que, aunque suspicaces sobre lo que les esperaba, avanzaron hacia la Torre de Cristal. Las paredes no eran normales, parecían estar construidas con aquel cristaloscuro que hacía resplandecer colores irreales sobre los cuerpos de los exploradores, al mismo tiempo que parecían proyectar ideas, o difusas imágenes, sobre las mentes de quienes estaban allí. Imágenes de locura, tristeza y una completa ausencia de esperanza.

Del mismo modo que las paredes se movían, y lo que en un principio era una línea recta se había convertido en un camino zigzagueante que, aunque les aproximaba a su destino, parecía hacerse más largo de lo inicialmente esperado.

Lorayne no terminaba de comprender aquello y alababa que así fuera pues la jaqueca que portaba desde hacia rato al tener que soportar a la zorra no le ayudaba con los cambios y juegos mentales que se traían los ocupantes de aquel edificio con ellos.

- ¿Y ahora hacia donde? – Comento tras pasarle los dedos por el puente de la nariz y restregarse un poco los ojos mientras volvía a mantener la mirada al frente.

     ¿Que significaba aquel despliegue de extraños efectos? La cambiante arquitectura xeno atacaba de forma deliberada la psique humana, intentado hacer comprender la futilidad de internarse en ella con fines de conquista. No funcionaría. Sarvus estaba dispuesto a vengarse y salir triunfante de aquel perjuicio que les habían causado aquellos seres extintos. Nada lograría detenerle ahora, pues su determinación era firme. La desesperación se había transformado en ira. El miedo se había tornado en desprecio. Al ver las caras de los expedicionarios los arengó con gesto firme. - Continuaremos hasta el final. No vaciléis ni os amedrentéis. Solo son los burdos trucos de un prestidigitador de segunda. Solo el último recurso de quien sabe que ha perdido.