Partida Rol por web

Felicia parece recuperarse del aturdimiento pero aún sigue grogui y sus capacidades han mermado considerablemente. Dan Adams no aparece de momento, es posible que haya escapado aunque lo podría haber hecho antes y no enfrentarse al principio con Ogro.

En el cielo se libra otra pelea, más igualada que la que se está produciendo en la calle. Anankaia y Trasgo pelean de tú a tú sin ningún vencedor claro de momento.

Anankaia, aún a riesgo de su propia vida, decidió cambiar de estrategia. Estaba visto que Trasgo, además de ser muy peligroso, estaba demasiado bien protegido... o al menos eso era lo que él imaginaba. ¿Qué tal si sus átomos decidieran trasladarse a otro lugar, digamos fuera del campo de fuerza de su deslizador? Veremos qué “piensan” al respecto. Anankaia comenzó a darles el “empujoncito”, veríamos qué pasa.

La maniobra de Anankaia parece tener éxito y el cuerpo de Trasgo y su montura son transportados enfrente de Ogro. Este sigue en su carrera para atacar a Felicia y ambos chocan estrepitosamente. 

Ogro cae hacia atrás tras chocar contra el campo de fuerza de Trasgo pero no parece haber sido dañado. Trasgo en cambio sale disparado al interior de la biblioteca y Anankaia lo pierde de vista aunque puede escuchar un terrible estruendo.

El campo de fuerza de Trasgo se acaba de desconectar tras el golpe sufrido. Ha atravesado la ventana del primer piso y siete estanterías repletas de libros. 

Retira los libros cuidadosamente y se encuentra con un encapuchado que está enfrente suya. El encapuchado le tira una bola de color azul que al estallar empieza a congelar el cuerpo de Trasgo.

El desconocido se quita la capucha y Trasgo puede ver que es su objetivo Dan Adams que no parece tan indefenso como creían.

Ogro se levanta y se sacude el polvo. Revisa el agujero en el primer piso que acaba de provocar al chocar contra Trasgo. Parece más cabreado que antes y grita de furia. Las venas del cuello y la cabeza se tensan y parece que aumenta un poco de tamaño hasta alcanzar los cinco metros de altura.

Ángel Negro observa con atención la escena. Trasgo parece batido y Ogro no durará mucho. Tocará entrar en acción de un momento a otro.

Convoca a su espada de llamas negras y la empuña con firmeza. En cuestión de segundos hará su aparición y nadie podrá evitar que cumpla su objetivo.

Con una rodilla clavada en el acerado aún, una miríada de cascotes ha salpicado mi rostro a continuación de un estruendo.

El golpe de gracia que esperaba se quedó en el camino.

Mi atacante escapa de un pequeño cráter, no, hace algo más que escapar crece, su altura rivaliza con la de las farolas.

Paso la lengua por mis labios, saboreando mi propia sangre.

-Yo también puedo hacer eso –murmuro, y al instante estoy creciendo. Mi superdensidad se va distribuyendo en la altura de unos cinco metros. El vestido se desgarra en varias partes, es probable que sobresalga uno de los senos de los jirones que se disponen en velo de las partes más comprometidas de mi anatomía. Pero mi furia ha podido más que mi sentido común. Capto flashes de fotógrafos suicidas en torno. Mis zapatos nuevos han estallado incapaces de contener mi nuevo número de pie.

Echo a correr hacia mi contrincante (una bestia desbocada, nadie está a salvo en la Quinta Avenida) con la intención de encajarle la cabeza en el estómago y llevármelo por delante, pero…

Felicia se abalanza en una frenética y salvaje carrera hacia Ogro que se aparta de su trayectoria con un simple movimiento, haber esquivado tan fácilmente el ataque le resulta realmente jocoso. Y sonríe de manera simiesca. Felicia continúa unos metros su carrera hasta que logra frenar dejando un surco de varios centímetros en el suelo. Se gira y ya está lista para la siguiente ronda.

En el interior de la megalibrería parece haber movimiento ya que acabáis de ver un destello azul en la primera planta.

La situación queda así:

• En el cielo está Anankaia esperando su oportunidad de actuar.
• En medio de la Quinta Avenida está Felicia, y enfrente suya a unos metros está Ogro.
• No hay rastro de Trasgo ni de Adams.

Me suben los colores. Seré papanatas… Jamás obtuve ningún beneficio por entregarme a los demonios.

El flash en la fachada me sacude de encima la turbación: debe tratarse del arlequín volador, poniéndose de nuevo en marcha. ¿Quién será el que lo ha enviado de un golpe a la Conchinchina? Pero no voy a despistarme buscando con la vista en las alturas; aunque mi contrincante se esté riendo de mí, querrá reducirme. No lo conseguirá.

La circulación se ha detenido con un chirrido de frenos. Algunos coches, intentando evitarme, han chocado con otros que estaban aparcados. En un par de zancadas, me planto junto a uno de estos, lo alzo como si fuese una caja de zapatos y giro sobre sí misma, como me enseñó mi entrenador de lanzamiento de martillo, y lo suelto entre gruñidos y con buen ojo, convertido en un aparatoso proyectil de metal directo hacia el bravucón.

El coche lanzado por Felicia impacta en Ogro dándole de lleno en la cabeza y parte superior del pecho. El coche se destroza al momento y podéis ver como las piezas se desperdigan por la calle.

Ogro parece quedar aturdido debido al golpe y se tambalea...realmente este ataque ha sido un "choque directo", las cosas pintan muy mal para el villano.

El impacto de Trasgo contra el edificio alegra a la vez que apena a Anankaia. Era de esperar que hubiera destrozos cuantiosos, pero había ido a acertar precisamente en el nuevo y flamante edificio que estrenaba librería. Esperaba que tuviera un buen seguro... En cualquier caso, con Trasgo desaparecido en el interior del edificio, sólo cabría esperar a su reaparición, pero un enorme bruto no podía sino distraerla y molestarla. Con un gesto casi de desdén agitó su mano derecha como si apartara una mosca con rabia o diera un revés, lo que provocó que el supuestamente pesadísimo (además de enorme) Ogro saliera volando de escena. Hacia la estratosfera por lo menos para el común de los observadores...

v= vo + at // h= Yo+Vot+at2/2 // Ese bestia debía pesar algo más de 10Tm, así que con un ángulo de unos 45º y el empujón que le he dado... sí, diría que unos 3 ó 4km de distancia hasta el impacto contra el Atlántico y... unos 30sg hasta entonces. Y ahora a por el alegre duendecillo.

Ogro nota como su cuerpo parece querer despegar del suelo, como si una fuerza invisible tirará de él. Logra superar su aturdimiento y clava sus manos en el asfalto e intenta desesperadamente agarrarse a algo. Logra agarrarse a una tubería de gas.

Pero sus esfuerzas son fútiles y sale volando hacia el final de la Quinta Avenida con un ángulo inferior a los 45º (que de todas formas sería insuficiente para superar los edificios situados a ambos lados de la calle, por lo que asumo que sería a lo largo de la avenida) estrellándose encima de unos coches y quedando de momento allí tendido.

La tubería de gas se ha roto y el gas inunda la calle convirtiendo esa zona en una futura explosión, cualquier chispa o llama podría provocar que media avenida volara por los aires....

Llevada por el estupor, busco en las alturas. Una figura flota o vuela entre los edificios, se trata de una mujer. ¿Ha sido ella quién ha abducido al gigante? No hace amago de atacarme. ¿Será también la que dejó fuera de combate al otro?

La saludo fugazmente y le anuncio:

-¡El coche le abrió profundos cortes en el cuerpo, y no parece que quiera dar más guerra, pero correré a inmovilizarlo! ¿Puedes hacer algo para sacar a toda esta gente de aquí? ¡Esa tubería de gas podría explotar en cualquier momento!

A continuación, flexiono las rodillas y me disparo hacia el lugar en que el Goliat ha caído. Al tomar tierra, arranco una farola de cuajo y me acerco con cuidado. En cuanto me convenza de que está inconsciente, lo anudaré con el astil de metal. Así, las autoridades se encontrarán con la amenaza reducida con un bonito lazo.

-¡Haré algo mejor! ¡Yo me encargo de la fuga de gas, tú encárgate del bruto!

«Y esperemos que el villano volador esté ocupado mientras tanto, porque voy a ser muy vulnerable mientras hago esto»

Con un movimiento elegante en el aire la voluptuosa superheroína se dejo con prisas hacia la tubería rota, deteniendo la caída cerca del suelo y depositándose allí mientras evaluaba la situación. A su alrededor el aire parecía rebotar contra una película invisible de fuerza, creando ondas y movimientos de gas que evocaban formas extrañas.

Felicia da un increíble y prodigioso salto y se planta en un suspiro al lado de Ogro. Tras arrancar una farola lo inmoviliza con ella aunque sabe que la fuerza del bruto de recuperarla al completo no será suficiente.

Anankaia logra contener la fuga de gas y evitar el peligro. Parece que la situación vuelve a la tranquilidad aunque no teneís ni idea de dónde está Trasgo o que ha pasado con ese villano.

-Noquéale, tenemos que buscar al otro. Este es destructivo, el otro es *peligroso*. Tendremos que trabajar juntas, tiene un campo de fuerza que le ha protegido desde el principio, sino ya habría acabado con él -digo con seguridad mientras vuelvo a cobrar altura para buscar el lugar de impacto de Trasgo, a la vez que aumento al máximo mis defensas tanto físicas como de maniobra.

He estado a punto de responderle a mi extraña aliada que no soy de las que golpean a uno que no pueda defenderse, pero entonces recuerdo la expresión de aquel anciano con gafas, bigote y cabello canos, y cómo este lo usó de  felpudo, y apretando los dientes, elevo sobre mi cabeza un automóvil descuajaringado y desde el remate de mis cinco metros de altura, lo aplasto sobre el cuerpo del caído.

Restalla la sangre por las veras del sándwich de metal. Los miembros del gigante que asoman se sacuden con un espasmo. Le he hecho daño, le he partido huesos, pero espero no haberlo matado. Miro alrededor. Veo rostros desencajados de espectadores inoportunos. Es posible que alguno se haya apresurado a tomar fotografías de aquel acto infame.

-No podía permitir que este bruto siguiera haciendo daño. ¿Por qué no está ya aquí el maldito SERU? –intento justificarme.

Pero la chica superpoderosa se está adelantando, flota hacia el edificio. ¡Dan Adams! Ese chico tan guapo, al que me tiraría sin pensarlo, aunque haya demostrado poder defenderse, sigue estando en peligro.

De un salto me planto de nuevo a los pies de la librería, y con otro aún, me encaramo al boquete en su fachada que el individuo “peligroso” abrió y por donde se derraman tantos destellos azules. Me siento la mujer de cincuenta pies de altura.

-Parece que tienes experiencia en esto –le hablo a la desconocida. –Dime cómo puedo ayudarte.