Partida Rol por web

El muchacho de la capucha negra saca las maletas y las coloca a un lado de la acera... Los cascotes de hielo siguen parapetándose dolorosamente sobre los que no estáis refugiados bajo un toldo...
Dentro de la caravana, Herkus sigue inconsciente, tal como lo dejó aquel militar... Las sirenas empiezan a sonar... Es entonces cuando Falken entra en el vehículo de Lex y le suplica:

- Por favor... Sácanos de aquí... No podemos ir a un hospital... Nos aislarían para morir... Estamos enferm... - se detiene, parece haberse dado cuenta de algo... - ¿"Antti"? - pregunta, horrorizado - ¿El hombre del volante es... Antti Koivusaari...?

Las sirenas se acercan... Antti no despierta... Será imposible escapar y atender a los heridos ella sola, y estos tipos parecen huir de lo mismo que ellos...

¡¡¡PUTOS MILITARES DE LA POLLA!!!

- ¡¡¡METEOS, JODER!! ¡¡TUMBADLO DENTRO!! - les grita a los hombres que permanecen fuera, refiriéndose al finlandés... Toma asiento en el lugar del conductor, colocándose el cinturón - ¡¡Hay un botiquín en el baño, mantenedlo con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante y CUIDADO CON EL CUELLO!! - exclama de nuevo, refiriéndose al que parece tener un mínimo de conocimientos médicos. Se muerde el labio, esperando lo peor al girar las llaves... pero milagrosamente el vehículo arranca y se pone en marcha cuando todos estan dentro. La húngara parece no creérselo, pues no lleva luces con las que guiarse y aún así parece desenvolverse lo suficiente como para seguir la huída, aunque de forma temeraria...

¡¡Mierda, no puedo estar en todo!!

- ¡¡Hay un chico en el baño, tumbadlo también!! - ¿¿¿Por qué has subido a esta gente...??? (...) Bueno... Visto lo visto, no tengo otra opción... - va controlando la distancia a la que les persiguen por el retrovisor, conduciendo a donde se dirigía antes Antti, a la afueras, e intentando marear a sus perseguidores con el fin de perderlos de vista...

Nada más escuchar las sirenas, que me provocan un estado de alerta que no me gusta un pelo, y escuchar el grito de la chica de la caravana, cojo a Alice y la tumbo en la parte trasera del vehículo, para pasar a sentarme en el asiento del copiloto, dejando a Sven la parte trasera de la caravana libre, para que pueda atender sin problemas a los heridos.
Me abrocho el cinturón de seguridad, no es cuestión de tropezar otra vez con la misma piedra. Es perfecto... Perfecto... Vengo aquí en busca de mis hermanos y mi sobrina y, ahora, además de no poder verles a ninguno de ellos, me encuentro huyendo de las fuerzas armadas... No creo que lleve mucho tiempo que nos conviertan en proscritos... Justo lo que necesitaba: un reclamo más grande que un puto faro para Arthur Dryden... Ceñudo, lleno de ira, de brazos cruzados pero con los músculos tensos, me mantengo en silencio en mi asiento, mientras una de mis canciones favoritas viene a mi mente, aunque nunca la había relacionado con un momento así... Pero no por ello se hace más agradable...

Alice permanece tumbada donde la dejó John, aún aturdida por el golpe aunque consciente. - ¿Eh...eso... son sirenas? - Dice casi susurrando. El cuerpo le duele y prefiere no hacer muchos movimientos.

Tanto el Dr. Lockhart como Falken suben a la caravana cuando se les indica. Falken trae consigo el equipaje suyo y de Alice, y Lockhart reune a Antti y Herkus en la cama de matrimonio de la caravana para intentar atenderles... Con Antti resulta imposible... Sólo le queda rezar por que siga respirando hasta que encuentren lo que andan buscando...

Se dedica a atender a Herkus, al que consigue hacer reaccionar. Una vez lo ha logrado, corre hacia la cocina del vehículo y rebusca hasta dar con el hielo, el cual introduce en una bolsa y se lo aplica al joven que tiene la contusión en la sién...

- Escucha... - le dice el doctor - ¿Hablas mi idioma? Quiero que te quedes en ésta habitación impidiendo que el cuerpo de tu amigo se mueva demasiado, ¿de acuerdo?

Cita:

No, son pinchos de tortilla...

Al poco de ir conduciendo con la mente dedicada exclusivamente al volante, Czigany empieza a cuestionarse algo que no le había dado tiempo a plantearse...

¿Quiénes son, de dónde vienen y a dónde van...?

Observa a su copiloto: Los dos metros los alcanzaba sin duda, igual que los, muy posiblemente, cien kilos de peso... Serio, ceñudo, impasible... Un tipo curioso cuanto menos que, si le diera por hacerlo, podría cogerla y doblarla como si de una mullida toalla de baño se tratara... Primer punto positivo.
El encapuchado era otro en el que se podía confiar a simple vista... Sí... Y un huevo. La última vez que vió un tipo así de cubierto fue llendo a sacar dinero de un cajero... El tipo le robó a una pareja la cartera, el discman, el móvil, el bolso, las botas, las compras, la GORRA y el perro...
Quizás eran el atractivo doctor y la chica atrofiada los más normales. Pero EH, el tipo también medía su buena estatura, lo cual también le otorgaba la oportunidad de poder aplastarla cual chicle de fresa... Por no hablar de la rubia, que con esas pintas de chica agradable no le extrañaba que fuera capaz de sacarse una magnum del mismísimo c*** y apuntarle a la sien... Con collarín y todo.

Finalmente se digna a abrir la boca:

- ¿...Quiénes sois? ¿Cómo sabéis el nombre de Koivusaar...? - se queda un instante en blanco, pestañeando. Sería DEMASIADA casualidad que entre aquel maremagnum, aquel infierno en carretera hubiesen llegado a parar justo con los tipos a los que debían de recoger... - Decidme vuestros nombres... - les pide, inquieta... Herkus parecía el único que había despertado...

A ver, Lex, los tipos de la lista... Eran... Falken... Una tal... ¿Dolí? y... ¿Dryden? Aquí no veo a ningún japo gordo con pintas de saber preparar pescado crudo...

Miro hacia atrás un momento, justo antes de la pregunta de la piloto. Alice parece que pasará de esta... El otro, no estoy tan seguro... Un cojonudo final para un accidente de tráfico producido por la incompetencia de un taxista nórdico. Cuando parecía que las cosas no podían ir peor, de pronto nos vemos metidos de lleno en un accidente, con un posible aspirante a fiambre y el ejército soplándonos los pelos del culo. Cojonudo, sencillamente cojonudo. Tras la pregunta, miro de reojo a la muchacha, para después fijarme de nuevo en la carretera.
-John Rewell Dryden. Es mi única respuesta. Diría los nombres de los demás, pero parece que ninguno se ha quedado mudo, todavía. Preguntaría, también, por el nombre de nuestros recién descubiertos compañeros de huída, pero ya sé que por ahí hay un Antti Koivusaari (que yo diría que es el rubio...) y un tal Herkus. El resto de información ya irá llegando, siempre ocurre igual...

El joven de negro se retira la capucha, y Lex visto un efecto más devastador en un rostro humano que siga con vida... Su carne está reseca, cuarteada, mientras trozos de piel muerta penden de sus mejillas, algunas zonas están ennegracidas, casi putrefactas, el resto de la piel cérea, por lo que deduces que no le queda mucho para pudrirse... Sus labios están en carne viva, y sus ojos aclarados y opacos, como los de un cadáver...

Su expresividad es nula, siempre con los ojos muy abiertos, mira a Lex y responde:

- Adrian Caylan Falken. Necesitamos llegar con Antti Koivusaari a algún sitio para detener nuestra enfermedad...

Alice se incorpora lentamente- Yo soy Alice Doyle...ay.... - Dice quejándose - Mañana pareceré un arándano con tanto moratón...¿Entonces ya tenemos al tercero, Falken? - Se pone dificultosamente de pie y se recuesta en uno de los sillones.

Cuando John se presenta Lex lo observa con ceño fruncido, extrañada. En su rostro se lee "me esperaba otra cosa"... pero cuando va a abrir la boca para hablar, el encapuchado se descubre, y Lex no puede evitar contemplarlo entre el horror y la pesadumbre, pestañeando incrédula... ¿Qué edad tendría? No parecía ser mayor que ella y su estado era espeluznante... Aún así, poco importaba la edad de ninguno... Eran a quienes buscaban, y aún no siéndolo no podía negarles su ayuda de ninguna manera...

Escucha a la rubia, la cual parece encontrarse mejor, pero el doctor no vuelve...

Mierda, Antti...

- ...Yo soy Alexa Czigany. Sé que es Antti quien debe de recogeros para llegar a... Dios sabe donde... - niega con la cabeza, turbada... Los cosas no iban todo lo bien que debían y empezaba a creer que aquello que habían prometido no era más que una farsa y un intento de exterminarlos a todos... Aún así, muestra una sonrisa amable por el retrovisor - Encantada de conoceros... y de encontraros. Si no me equivoco somos todos del mismo bando. Podeis sentiros como en casa...

- Muchísimas gracias, señorita Czigany - dice Falken, poniéndose de nuevo la capucha para apartarse de entre los asientos - Si necesitáis cualquiera mi ayuda... Estaré familiarizándome con la carav... - al levantar la vista, parece ver algo que le resulta cuanto menos extraño...

Detecto, sin girarme, la inquietud en la voz de Falken al ver el cartel. No es difícil, pues de pronto se ha silenciado a medio terminar una frase... Con los brazos aún cruzados, observo también la señal. "Ankoivu 2 Km." No significa nada para mí... Desde luego no encuentro la misma inquietud de Falken.
-¿Algún problema, Falken? Pregunto desde el asiento del copiloto. ¿Qué tal vas tú, Sven?

La húngara frunce el ceño al ver el cartel. No porque le diera mala impresión, ni porque las letras no fueran de su agrado... Sino porque conducía por terreno desconocido... En pocas palabras, "Ankoivu" le sonaba a chino.

Le echa un vistazo al mapa, del cual estaba hasta las putas fosas nasales...

- Si alguien tiene una mínima idea de por donde vamos, me encantaría que me lo hiciera saber porque... es Antti quién se sabe la ruta, no yo... - comenta, echándole un vistazo al mapa en ocasiones...

Alice se asoma por detrás del respaldo del sofás y mira por la ventana - Yo solo veo nieve y más nieve - Resopla.

- Qué falta de imaginación... - Falken niega con la cabeza, y tras murmurar aquello, admite - O quizás yo tengo demasiada, pero ésto son juegos de acertijos y seguir pistas... Ankoivu... El nombre de tu amigo me ha rondado la cabeza como para obsesionarme... Antti Koivusaari... An-Koivu... Puede que sea una pista... Lo que no discierno es eso de los 2 kilómetros... Tu sigue el noreste todo el tiempo hasta hacer dos kilómetros...

- Hala...podría ser - Dice boquiabierta * - Pero sería coincidencia que justo hayamos cogido el camino...Si es así tenemos verdadera suerte.

Lex alza las cejas...

- Tienes... razón - admite. Agita la cabeza, no se lo acaba de creer... Si aquello era una pista, daba gracias a que Adrian fuese un obseso, pues en su vida (y menos en aquella situación) se habría puesto a relacionar aquel cartel con el nombre de Koivusaari... Quizás lo de la carta iba en serio y aún había esperanza.

Esboza una sonrisa con el comentario de Doyle - "Suerte"... - Herkus había demostrado ser como el tesoro de un faraón... Maravillosamente gafe - Si es que es una fiera...

Sin más sigue se rumbo al noroeste, atenta a los dos kilómetros...

Tan absorto en los problemas que tengo ahora mismo estaba que no había podido relacionar algo tan obvio... Aunque, para ser sincero, mi mente tampoco es tan aguda como para haber podido hacerlo en una situación tranquila. No me incomoda demasiado, sé de buen grado que nunca he sido el hombre más inteligente (ni lo seré). Es bueno conocer las propias limitaciones. Dicen que eso te hace sabio. Tampoco es que me considere tal cosa, pero bueno...
Simplemente asiento con un movimiento de cabeza, pero no abro la boca. Cuando estábamos cuatro personas ya me parecía que había mucha gente... Ahora que somos siete me siento desbordado por la intensidad social de la situación. Y teniendo en cuenta la poca costumbre que tengo en estos casos, no pienso hacer nada por parecer algo que no soy, esto es, hablador y sociable, así que simplemente me mantengo callado, en mi asiento, esperando que lleguemos a Ankovusari. Tampoco queda tan lejos, después de todo. Dos kilómetros no son nada... Pero, sinceramente, ya no sé ni por qué voy allí...

- ¡MIERDA! - se frustra Sven al no poder hacer nada con Antti en movimiento, sorprendiendo bastante a Rewell por éste "ataque de demostración de sentimientos" - ¿¡Tienes una maldita fractura en el tabique, una fisura o qué!? - le pregunta a su paciente inconsciente, a sabiendas de que éste no responderá. Vuelve a intentar examinarle, y es como si Antti le hubiese respondido, porque entonces se levanta como si tuviese un muelle, deja a Herkus sólo, sujetando al enorme finlandés, y se aproxima a la cabina, donde están Rewell, Lex y Falken... Justamente han salido a una carretera boscosa, y justamente han llegado a un área en la que un cartel señala hacia un camino de tierra, que ahora está embarrado...:

- Necesito que frenéis en alguna parte. Tengo que operar al chico finlandés o se ahogará. Tengo que hacerlo CUANTO ANTES.

Falken se vuelve hacia el médico e indica a Lex:

- Entra en el camino y para ahí, mientras el doctor opera, éste amable caballero - dice, poniendo una de sus manos enguantadas sobre el hombro de Rewell - quitará la señal. De ese modo estaremos seguros.