Partida Rol por web

Este tipo mostraba sus cartas desde el principio, sin miedo a perder, era fácil cuando se tenía una mano como la suya, cuatro ases, por dejarnos una pequeña esperanza, un hacha, espadas, todo esto me supera con creces.

Mi movimiento es instintivo, porque si me paro a pensar…me adelanto un paso para colocarme justo delante de la húngara, dispuesto a no se bien que, la presencia de Rewell me impide cometer la locura total de ir a por ese hombre, así que espero con mi dos y tres de diamantes, a que vayan saliendo las siguientes cartas.

Donovan no va a participar en el combate que va a tener lugar en ese momento. No es un luchador y no esta lo suficientemente loco como para ponerse en el camino del único hombre armado y con poderes activos de todo el Hotel.
Él había elegido la segunda opción... Sin embargo, lo que se escondían en el almacén, que habían hecho una amplia demostración de escrúpulos eligiendo la primera, la traicionarían en cuanto mataran al indio... cosa que al parecer estaban planeando a escondidas.
Confabuladores, hipócritas y mentirosos... Y lo peor es que iban de buenas personas por el mundo...

Donovan da un par de pasos hacia atrás, alejándose de la entrada del almacén y colocandose en una posición ventajosa para una posible huída.

- ¡¡...AAAAAAAGGGHHH!! - exclamó espantada al presenciar el envío del hacha, llevándose las manos en la cabeza con gesto desesperado al ver al indio asomándose... No sabría describir exactamente lo que aquel indígena le transmitía. Comenzaba a convertirse en una de esas fobias típicas en los niños, que imaginan sus miedos treinta metros más grandes de lo normal e inmensamente crueles... Aunque por desgracia la segunda característica ya estaba exagerada de por sí. Y cómo...

Cita:

Tragó saliva, manteniendo la calma con los ojos pegados a la puerta. La ausencia del resto de féminas la dejaban a ella como única candidata al beso del doctor amor, al que tendría que pillar desprevenido... (Qué raro Lex con el marrón encima). Miró hacia atrás: La pareja descansaba junto al mostrador. Aquella era mejor baza para esperarle que estando frente a sus narices.

Le echó una mirada a Antti, cargada de preocupación y señalando el mostrador con la cabeza... Y finalmente se dió la vuelta, corriendo y deslizándose por la nieve que pisaba sus pies hasta quedar escondida tras el mostrador, entre la pareja y Taylor. Hiperventilaba, atenta al siniestro al que se iba a proceder... Rezando interiormente para ninguno saliera mal herido...

¿Cuanto mediría? ¿1.90? ¿Dos metros? El hacha clavada en el marco sugería mala sangre y anticipaba una buena escabechina. "Sugería y anticipaba", sí, porque los ojos de aquella mole no expresaban nada.
O mejor dicho, mostraban a un pelele con el físico de Jimmy "Superfly" Snuka capaz de soltarle una Terahostia al primer gilipollas que se cruzase en su camino..., así, pim pam, como quien come pipas.

Sin embargo, a Taylor se la suda. Es más, casi agradece la irrupción de aquel hijoputa medio chino medio samoano: morir peleando. A esa conclusión había llegado, y ahora se enfrenta a ella con los brazos bien abiertos, sereno dentro de la lógica excitación.

Te cojo esto, nena.- le dice a la pobre Alice, postrada, mientras arranca un trozo de tela de la sábana/colcha/cubrecama. Lex, a su lado, espera su oportunidad. Taylor la recuerda como la última en coger la botella..., pero cae en que la húngara se la devolvió a John. La ecuación era sencilla:

(John en segunda línea) + (Un poco de tiempo) = Churrasco de Gengis Kan.

REW!!... JOHNNY BOY!!...- exclama desde retaguardia, pidiendo a gritos los ingredientes necesarios para invocar a Mr. Molotov.-

¡¡ LA BOTELLA Y EL MECHERO!!!

El gélido lacayo de Isenhall salta al menos un metro sobre sus pies y se agarra al marco de la puerta hincando los dedos en el sólido hielo. Se impulsa formando un arco con su cuerpo hacia delante, aprovechando el empuje para, con los pies juntos, dar un tremendo golpe en la barbilla a Rewell que sale despedido hacia atrás por la fuerza del impacto. Aprovechando el impulso, Sanuye termina la parábola llegando a tocar el techo con los pies al tiempo que se suelta del marco y flexiona las rodillas de nuevo para saltar hacia Alice. Cruza el espacio que le separa de la chica, aterrizando, si nadie lo impide, sobre el cuerpo de ella de pié. Sólo Andrea y Lex se interponen en su camino...

Las voces del tipo del ordenador pidiendo un mechero y una botella, no es mala idea, miro sorprendido, y porque no decirlo, acojonado, la velocidad y la fuerza de los movimientos del indio, joder, no me da tiempo a reaccionar, la mole de Rewell me cae encima, demasiado asombrado para esquivarlo.

El golpe es bueno y nos hace rodar hacia atrás, no me sale la voz por el impacto en el pecho y la caída de espaldas, maldita sea, ese tipo pasa de nosotros y acaba de lanzar a un tipo de dos metros como si fuera una pelota de beisbol, sube la apuesta y parece el momento de dejarlo, con las manos, aparto con cierta dificultad el cuerpo de Rewell del mío, y vuelvo mi mirada en dirección a ese psicópata imparable.

Tras caer en pié sobre la joven mientras Rewell rueda trabajosamente sobre Andrea, Sanuye se acuclilla sobre la espalda de la inglesa y le clava los dedos en el nacimiento del pelo sobre la frente.
Sin que él cambie la cara, la escena se convierte en un mar de gritos asfixiantes por parte de la joven ya torturada.
La sangre salpica el blanco impoluto del hielo en la pared, el eco lo inhunda todo y hace que el entorno parece más helado de lo que ya es, pues cuesta moverse, pensar siquiera.

Cuando ha arrancado la cabellera de Alice, ella aún agoniza, incapaz de decir nada mientras la cabeza sangra profusamente.

Cubierto de sangre, Sanuye se pone de nuevo en pié sobre su víctima y, mientras con una mano permanece sujetando aquel precioso cabello rubio impregnado del líquido color rubí, con la otra desenfunda su espada y mira desafiante al resto...

Control, control Andrea, me había acostumbrado a ello, siempre era el mantra que me había permitido mantener la cordura, todo pasaba por un motivo, pero aquello, aquello no tenía ningún sentido, miraba a la figura que enarbolaba la espada, todos íbamos a morir, nos iba a matar por haber salvado la vida de otra persona, o simplemente porque le apetecía, era incapaz de ponerme en el lugar de semejante animal.

Trago saliva, totalmente bloqueado, aterrado ante aquel hombre, no estaba preparado para esto, miro como un estúpido las gotas de sangre que salpican la pared, corazones, el dos, el cuatro, allí estaban, nos va a matar a todos, y sin embargo tengo la certeza de que huir no serviría de nada, correr dentro de una cárcel.

Le ha arrancado la cabellera, de un tirón, lo tiene en sus manos, no puede ser, no es posible, vamos a morir, no puedo controlarme, así no, y eso me aterra aún más, eres un idiota, siempre lo has sido, solo que lo ocultabas bien, mis ojos vuelven a centrarse en los de aquel ser salvaje, ahora brillantes, mi expresión ha cambiado totalmente, una espada, ni siquiera la veo, sólo como ese hijo de perra ha matado a una chica indefensa y herida, aprieto los dientes, y la furia se apodera de mi, ella la conocía, maldita, siempre me leyó bien, por eso me enseño a jugar.

Con un rápido movimiento, me adelanto buscando cargar contra aquel hijo de perra, descontrolado, todas las fichas en la mesa.

Donovan se queda perplejo al ver a Sanuye hacer una extraña maniobra para entrar dentro de la habitación, golpeando a Rewell en el camino de su salto.
Luego, un sonido sordo, como si hubiera caído sobre algo blando. Un cuerpo, quizá. El de Alice, seguramente, por la trayectoria. Si el golpe no la ha matado...

Pero lo que le hace darse media vuelta y echar a correr por el pasillo son los gritos, convertidos después en sollozos, de la chica inglesa. Le estaba teniendo que hacer algo realmente horrible. Algo brutalmente doloroso... El secuaz de Isenhal, el indio del corazón helado, estaba torturando a una pobre chica.
Y cualquier podría ser el siguiente...

Pero al volver la esquina se encuentra de cara con Mortymer, Renka y Michael... Que parecen acudir hacia el foco de los gritos...

Atrapado entre la espada y la pared, se pega contra esta última, alejándose de las dos potenciales fuentes de peligro, recorriendo el pasillo hacia la salida tapiada.

Demasiada sangre, muerte y torturas en tan poco espacio de tiempo... La húngara no mueve ni uno solo de sus músculos. O su cerebro ha sido incapaz de asimilar lo que sus ojos y oídos han presenciado, o simplemente ha logrado congelar sus temores, concentrada como nunca lo había estado, una operación a corazón abierto... De pie, con las rodillas algo flexionada y los brazos separados del cuerpo, no pierde la vista de Sanuye. Era de suponer. Si Isenhall no había podido acabar con Doyle, lo haría su siervo...

Quieta... Quieta... No te muevas...

No iba a moverse hasta que viera la intención del guardia... No iba a hacer nada que no pudiera evitar otra muerte. E inconscientemente, una lágrima le resbala por la mejilla, mezclándose con el sudor frío... Los alaridos de Alice, la atmósfera de muerte y un asesino milenario frente a sus ojos... ¿Por qué tanta crueldad...? ¿Cuántos milenios hacen falta para aprender que la muerte nunca es una elección...?

Taylor sonríe, dejando caer el pedazo de tela al suelo. Sus dedos se abren al ver a esa formidable máquina de asesinar seres humanos. Tiene que levantar la barbilla para observarlo en todo su explendor: espada desenvainada, salpicado con la sangre de Alice, sosteniendo su cabellera.

Entonces, comprende, ha llegado la hora. Ni siquiera Isenhall sabe qué hay detrás de esto...y él va a tardar poco en comprobarlo. No tiene miedo...porque tiene Fé: en Dios, por supuesto, no. La tiene en Victoria. En que ella le dará la mano cuando esté perdido, como siempre lo hizo en vida. Ahora lo hará en la muerte.

La sonrisa se transforma en carcajada y las lágrimas del Ignea se confunden con otras de alegría. Cumplirá con su palabra.

La primera opción, mi Musa...- dice cuando la demencial risa amaina, volviéndose a Lex.- Volvería a hacerlo sólo por verte viva un segundo más.

El tipo nuevo, Andrea, se abalanza sobre el Guerrero. Eso hace que Taylor retroceda un paso..., no para huir, sino para tomar carrerilla. Mira de nuevo a Lex, sereno, con las lágrimas llegando ya al dibujo de su sonrisa...

...sabiendo que no es la locura o La Rabia quién lo domina, sino la absoluta certeza de estar haciendo, por primera vez en su puta vida, lo correcto.

Ni siquiera se tambaleó cuando primero Andrea y luego Taylor se le echaron encima. Parecía que aquel hombre estaba hecho de piedra, pues ni siquiera cuando Taylor le tocó los ojos se resintió...

Indolente, se los quitó de encima con una mano, apartándolos con el codo como quien aparta molestos mosquitos*, dejando inconscientes uno sobre otro a Taylor y Andrea en la esquina de la habitación.
Apuntó a Lex con la espada y clavó la mirada en los ojos de la húngara.

Aquellos ojos negros, inquisitivos pero serenos, podrían congelar en el tiempo a cualquiera que se encontrara bajo su mirada... En éste caso sería Alexandra...
Y tras unos segundos apuntándola con el helado filo de ese arma, el poderoso guerrero apartó el arma y varias manos de hielo surgieron del suelo y la pared, devorando el cadáver de Alice y la figura del terrorífico indio...

Durante los instantes en los que el resto vieron tan sólo una mirada, una voz penetró en tu mente... Una voz hermosa, pero contundente y firme...

"Si dos cobardes han estado a punto de dar la vida por tí, plantéate las grandes cosas que puedes hacer por el bien de otros... Ni Isenhall, ni Kiruna ni yo tenemos nada contra tí... Vigila que siga siendo así."

Todos los hombres habían caído, salvo el que supo que no podría hacer nada contra Amadahy Sanuye, salvo no cabrearle más: Antti Koivusaari.
Cuando el indio se hubo esfumado, el finlandés corrió hacia Lex, con la cara desencajada por el horror y la preocupación.
Sin esperar el consentimiento de la húngara, la abrazó con una fuerza que casi duele, apoyándole la cabeza en el hombro y besándole el pelo, tan incrédulo como felíz de que siguiera viva, y a la vez aún sacudido por el shock de los acontecimientos.

- Te ha dejado vivir... Te ha dejado... Te ha dejado vivir... - repetía, meciéndose sobre sí mismo con ella cogida.

Por supuesto que lamentaba la trágica muerte de Alice... No sabría qué decirle a Falken cuando éste abriera los ojos... Pero que Lex estuviera viva era lo mejor que le había pasado nunca...

El arranque de ira por parte del desconocido, las palabras de "despedida" de Hawkins... Czigany sentía que la situación se le iba de las manos cuando ambos decidieron cargar contra Sanuye... Pero una vez más el indio se los apartaba como si fuesen nadie, apuntándola entonces con su arma. Solo entonces notó cómo el tiempo se detenía, perdiéndose en el profundo negro de aquellos ojos rasgados, inquisitivos...

Al principio, lo contempló con horror, sin atreverse a desviar la vista a su arma... Pero al momento siguiente algo había cambiado. Ella abrió los ojos, brillantes de incredulidad, como si Sanuye la hubiese iluminado extrañamente sin haber variado el gesto. Y engullido éste posteriormente por el hielo, Lex dejó la mirada perdida donde antes quedaba junto al cadáver, terminando de digerir aquello, relajando los músculos...

Cita:

Cuando empezó a ser de nuevo consciente de la situación, incapaz de contenerse, el imponente finlandés se lanzaba a cobijarla entre sus brazos. Y aunque podía catar la fuerza del finés, capaz de asfixiarla con su alegría, aquel contacto firme y protector no resultaba en absoluto desagradable... Todo lo contrario:

- Estoy bien... - logró decir entre una sonrisa incrédula, melancólica y cansada. Sobretodo lo último... - Ya pasó, tigre... Tranquilo... - animó correspondiéndole a su abrazo, pasándole la mano por la espalda e incluso dándole un par de palmaditas. Se sentía como si hubiera vuelto a nacer, más liviana... Y por qué no: Feliz de seguir viva. Quizás Koivusaari tenía razón. Merecía la pena vivir por quien te perdonaría una y mil veces. Valía la pena sentir un abrazo como el suyo... Y es que adoraba las muestras de cariño.

Qué... efusivo... Me va a romper, qué adorable...

No se separó del guitarrista hasta que vió que éste se serenaba un poco... Y cuando lo hizo, echó una mirada a los hombres de la sala, orgullosa, enormemente agradecida... Aunque triste por el oscuro final de la inglesa, y el pesar que cargaría Falken cuando despertara... - ...Recojámoslos - Aún parecía descentrada, como si flotara sobre una nube... - Se merecen descansar...

Los cuerpos fueron absorbidos por el hielo igual que lo fuera el de Alice... Y Antti le pasó la mano por el hombro a Lex una vez se hubieron levantado.

- Los llevarán los acólitos a sus habitaciones... Tranquila... Venga, salgamos de aquí...

Empezó a llevar a Lex fuera de la sala, con paso pesado...

Tras tomar el té cerca de Falken en lo que Antti esperaba que se despertara, las tres chicas y el finlandés se encontraban tras las dos horas en el almacén, tratando de consolar a Madison y explicándole a Isabella cómo iban por ahí las cosas. Los treinta que murieron antes de llegar Lex, Alice y los demás, traicionados por una antigua huesped del Icehotel llamada Sloane, que enloqueció cuando Falken le dijera que no le quería haciendo volar a muchos de sus compañeros con su poder de explosividad, explosión la cual situó en su estado al postrado Adrien Caylan Falken; el poder curativo de Isenhall; las incursiones de Gelus Virica y el Ejército; el papel de la desaparecida y añorada Lior en todo aquello, quien parecía ser la que sujetaba la ira y tiranía de la diosa del hielo... Todo lo que los demás ya sabían.

Fué a las dos horas, cuando el hambre llegaba a pesar de todo en aquel clima extremo y cargado de tensión, que apareció uno de los acólitos de hielo.

- Eso también es normal... Esos pobres desgraciados son almas encerradas en hielo para servir a Isenhall hasta que decida dejarlos descansar en paz... Antiguos enemigos - aclaró Antti mirando a Isabella para que no saltara ante la presencia de la estatua de hielo parlante - ¿Qué quieres? - preguntó Koivusaari.

- El señor Arthur Dryden me ha pedido que les transmita su deseo de comer en calma en el comedor todos juntos, a fin de llegar a un entendimiento civilizadamente. ¿Debo confirmar vuestra asistencia? - preguntó con aquella voz hueca y gélida...

Antti alzó las cejas, aunque luego las frunció con aire cansado. Suspiró. Lo cierto es que las palabras "entendimiento" y "civilizadamente" le resultaban especialmente seductoras...

- Vamos los cuatro - casi sonó a orden, a pesar de un tono con vigilada gentileza - Falken no se despertará hasta dentro de varias horas más...