Partida Rol por web

Tras el momento de absoluto bochorno, Dale recupera una sonrisa lobuna de nuevo, ésta vez con los ojos muy abiertos y mirando a todas partes, como si esperara que alguien le dijera dónde está el fuego, con una risilla vergonzosa y pícara al ver al pobre Donovan abochornado.

- Oye, no es para tánto: Tu padre te habrá visto el culo mil veces cuando te cambiaba los pañales... Pero no sé yo qué concepto va a tener de Isabella y de mí... Sí: Vamos a desayunar - susurra, cogiéndose rápidamente del brazo de la canadiense y escapando de ahí con ella.

Ya en la puerta y tras saludar a Rewell sin apagar la sonrisilla, hace el último inciso para el resto de chicas tras haber cogido del brazo a Madison también:

- ...Pues nos podríamos quedar también a ver a los Dryden mayores... ¡Jijijiji...!

La verdad es que la familia debía tener bendiciones en vez de genes en algunos sentidos.

Lex apretó los labios, bajando la vista y aprovechando para salir cuando Arthur entraba. Aquí no ha pasado nada que tenga que ver conmigo, caballero... Ya fuera, alzó las cejas a Hugo, que ya andaba vestido:

- Hay hambre... - le respondió, mirando de reojo al abochornadísimo patriarca Dryden y dejando entonces paso a su hijo digno - Buenos días, John... - saludó, sin muy buena cara, recobrando cierta picardía y optimismo cuando las féminas volvieron a hacer corro - Qué manos más largas... - dejó escapar una risilla, acompañándolas al comedor. Vamos, ni los súcubos.

Tenía que pasar, tenía que entrar y verlo, y escucharla… sacudo la cabeza, frotando con la mano derecha mi cara y mirando al suelo mientras el apesadumbrado padre atraviesa la estancia, que te rescaten para esto….

Suspiro, con una sonrisa producto de los nervios, (y de alguna cosa más) apretando inmediatamente los labios para contenerla. Levanto la vista a las chicas, asumiendo lo estupendamente bien que hemos quedado…. aunque unas más que otras.

Me uno al brazo de Dale rápidamente, apretando, ya lo creo que me voy de aquí… al cruzarnos en la puerta con Rewell, levantando la mano para saludarlo, aún con las chapetas coloradas.. Hola, buenos días, apartando la vista en cuanto veo que otra vez hay piel musculosa de por medio…

"Ya, hambre, y yo me lo trago." Pense gruñon mientras veia a la tropa de "sucubos" iendo tras Donovan hacia el comedor. Aunque en cierta manera me gustaba ver a las chicas estar tan animadas y alegres, mucho mejor que ver a Dale por los suelos con las venas cortadas y a Lex gimiendo por el sangijuela de su novio."Hijo de puta, en cuanto le ponga las manos encima se va dar cuenta de lo que es mala suerte de verdad."

-Buenos dias, Rew.- Dije mientras salia del baño y seguia la comitiva desde lo lejos, relajado y despreocupado.- Por cierto, bonitos musculos. A ver si algun dia me cuentas tu secreto.

-Ah... Buenos días... Buenos días... Buenos días... -voy respondiendo a todos los saludos conforme la gente va saliendo y susurrando, sin entender bien de dónde viene tanto jolgorio, asumiendo directamente que he llegado tarde y me la he perdido, aunque por el color del rostro de Donovan, asumo que la cosa iba con él y con la presencia de mi padre dentro del baño.

¿Mi secreto? Horas de trabajo incansable, macho... pienso para mí mismo al pasar Hugo. Acto seguido observo de reojo la imponente presencia de mi padre. Por mucho que pasen los años, es ciertamente una figura clara de autoridad. Sin saber especialmente bien si ha reparado en mi presencia (aunque supongo que sí), saludo: -Buenos días, Ar... padre... -por un momento la costumbre que tenía antes de que me enviaran al orfanato me juega una mala pasada, pero por suerte no llega a más de cómo había empezado. Cojo el cepillo de dientes y la pasta y comienzo a cepillarme los dientes con efusividad y minuciosidad ante un espejo, tras lo que me enjuago debidamente-. Ahm... Voy a ducharme... -informo a mi progenitor, aún algo descolocado y, porque no decirlo, intimidado ante su presencia. Después de tantos años pensé que lo primero que intentaría hacer al volver a ver a Arthur Dryden era intentar romperle la cara, pero sabiendo ahora todo lo que sé... Las cosas han cambiado mucho. Entro, pues, en una de las duchas, para asearme como es debido.

Arthur Dryden, que ya había entrado en uno de los baños completos, guarda silencio al saludarle su hijo.

- Buenos días... Hijo... - acaba respondiendo, vacilando al igual que su primogénito al principio - De acuerdo... - responde sin saber bien qué decir cuando Rewell le indica que va a ducharse.

Al terminar Rewell y Michael de ducharse, salieron a los bancos de vestuario para cambiarse, encontrándose entre ellos y a un Arthur Dryden colocándose un jersey blanco. El hombre era ya maduro, pero su musculatura, pese a que no presumiera de ella, resultaba envidiable.

Mientras se vestía silenciosamente con un forro polar negro con rayas azules, entraron Taylor con Victoria en brazos y María con Amber. Al verlas, Dryden saludó con una sonrisa a Victoria, apreciando que su aspecto era mejor vestida de rayas de colores, dos coletas y maquillaje para ocultar las venas azuladas de la cara... No obstante, nunca fué una habilidad del patriarca Dryden ocultar los favoritismos: Se dirigió directamente a Amber, levantándola por debajo de los brazos y arrebatándosela a Mara.

- ¡Hola, cariño...! ¿Cómo estás? ¡Qué guapa te ha puesto María! - tras eso le dijo un par de cosas en español a la chica, que sonrió y le contestó, dirigiéndose a las duchas tras saludar con la mano al resto y levantar un dedo hacia Taylor, pidiéndole un momento.

Despues de emplear un largo rato en el aseo personal, a fin de cuentas no tenemos nada mejor que hacer para el dia, y aunque sea diez horas antes de mi horario habitual no es razon para descuidarlo salgo de la ducha, con un voluminoso neceser y algo tapado con una toalla, mas por convencion que por que realmente tenga algo en contra del nudismo.

Saludo a los presentes mientras comienzo a vestirme con parsimonia

Alguno conoceis a nuestro nuevo DJ?

La ducha, además de una relajación notable, también había conseguido eliminar la dichosa grasa de mi cuerpo. Me gustaría explicar a la Dama Isenhall que yo no tengo el Ígnea y, por tanto, el pijama y la grasa son innecesarios, pero las consecuencias de una revelación como esa teniendo en cuenta su actual estado de ánimo sólo ella es capaz de conocerlas.
Lo cierto es que las cosas no podrían ser más extrañas o más tensas. Y, por una vez, no precisamente por la presencia de Michael, sino por la tensión palpable entre mi padre y yo. Mientras me seco el pelo con la toalla, lanzo de tanto en cuanto subrepticias miradas a mi progenitor, buscando en su mirada de forma inconsciente algo... No sé bien el qué. Yo mismo me siento nervioso en su presencia y, parece, él está en la misma situación.

Por eso la entrada de Taylor, María, Victoria y Amber resulta de lo más gratificante en este momento. Un pequeño soplo de aire fresco que anima a Arthur, en un primer momento, y a mí después, ya que he reparado en su presencia algo después que el patriarca Dryden. No puedo contener una sonrisa afectuosa al ver cómo recibe a Amber. No en vano es su abuelo. Hasta ahora creo que no había pensado en él en estos términos... Y sólo le había visto tratar así a alguien antes que a la pequeña: a Jolene.
Saludo con una palmada a mi buen amigo Taylor y alzo la mano para hacer lo propio con María, aunque algo azorado esta vez. Le debo una disculpa por mi comportamiento de ayer... No se me pasó el brote de decepción que cruzó su mirada.

Aprovechando que la atención de Amber ha sido una vez más captada por alguien diferente a mí y que Taylor está siendo reclamado por Mara, me acerco sonriente hacia su hija, Victoria, para quien hay esperanza, como ayer mismo pude ver. Pero sólo la habrá si le damos el apoyo que necesita. Siempre se me han dado bien los niños, desde pequeño... Y de una forma u otra, ella sigue siéndolo, así que hinco la rodilla en el suelo, delante de la niña, con una amplísima sonrisa.
-¡Buenos días a ti también, guapísima! ¡Qué ropa tan bonita llevas, ¿eh?! ¿Quién te la ha puesto? ¿Ha sido papá o la tía Mara? -miro de soslayo, además, a Michael, encogiéndome de hombros como única respuesta a su pregunta. Sólo sé de él que es extranjero y que se teleporta... No es gran cosa, así que tampoco voy a sacarle de dudas.

Victoria sonríe a Rewell al ver la atención que parece prestarle de buena gana...

- M... Ma... ría... - su voz sigue sonando débil y agónica, pero parece algo más coherente, pues señala la puerta por la que se ha ido la española. ¿Y porqué no? Quizás podía soltarse la melena y hacer un añadido: - Pero... los... Reyes Magos... Me van a traer v... - una tos violenta hizo convulsionar el cuerpecillo de la chiquilla, que al reponerse, algo más débil, continuó: - Vestidos...

Al oir la tos de la niña, Arthur se giró un instante, pero al comprobar que estaba bien, siguió lavándole la cara y manitas a Amber, canturreándole una canción infantil que compuso Elisabeth Dryden para sus hijos... Una bonita melodía con gusto clásico, de aquellas películas de Frank Sinatra en blanco y negro.

Esto funciona. Parece que, después de todo, no he perdido la práctica. Supongo que cuando se te da bien algo de nacimiento, la práctica nunca se pierde. Observo con interés los progresos que Victoria se esfuerza por llevar a cabo. La niña estuvo muerta, pero ahora parece estar incluso razonando. Los progresos son, desde luego, magníficos, y si puedo hacer algo por acelerarlos no pienso quedarme quieto, eso seguro.
Aunque la preocupación también existe, por supuesto. El momento en que comienza a toser alzo por un momento las manos con la primera intención de aferrar sus hombros o palmear su espalda para ayudar a que pase el mal trago, pero por suerte la cosa no va a mayores.
Por ello sonrío cuando la pequeña termina de hablar y acaricio un momento su barbilla con el índice y el pulgar, emitiendo además una enternecida risa.
-¡Ten cuidado, princesa, no te atragantes! -la animo. No estoy seguro de si la tos ha podido ser porque ha tragado saliva por el lugar inadecuado o por alguna otra razón que desconozco... Pero creo sinceramente que procurar darle un ambiente de normalidad es fundamental para su recuperación-. Así que te van a traer vestidos, y todo... ¡Qué suerte! ¡Y con lo guapísima que eres seguro que estarás preciosa con ellos! ¿Qué más te gustaría que te trajeran, a ver? ¿Juguetes, una mascota? -la animo nuevamente.
Pero desvío una vez más la vista hacia Arthur... Esa canción... Joder, sí, me suena. Durante unos segundos más de la cuenta, mantengo la mirada sobre la suya, aunque no la encuentre, escuchando la canción con cierta melancolía.

- M... ¿Mas... co...? - Victoria no parece haber cogido el concepto muy bien, y mira a Taylor, esperando una explicación como con la bicicleta.

- Rewell, muchacho... - irrumpe al fin Arthur Dryden, bajando a Amber del lavabo una vez le ha lavado los dientes con cuidado, tras haber pedido permiso tocando la puerta de la española y hablándole en su idioma para recoger el cepillo de su neceser - ¿Porqué no dejas que el señor Hawkins tenga un momento con su hija? Un padre necesita momentos así. ¿Vienes conmigo y con Amber a la mesa y les esperamos ahí?

Ya me disponía a explicar a Victoria lo que significa una mascota cuando el gran Dryden interviene con bastante tiento, a decir verdad. Es cierto, un padre necesita pasar tiempo con su hija. Si yo lo sé, ambos dos que son padres lo saben aún mejor. Me pongo en pie y termino de ponerme la camisa y la chupa de cuero. -Sí, voy con vosotros, claro -respondo entonces, despidiéndome de Taylor alzando el pulgar y de la pequeña Victoria con una sonrisa y un movimiento de la mano, aunque al pasar junto a ella planto un beso en la palma de mi mano y acaricio después su frentecilla. Acto seguido salgo del baño junto a Arthur y Amber.

Amber, en brazos de Arthur, le echa un beso a Victoria al marcharse, y a Taylor le dice adiós sacudiendo la manita.

Una vez vestido y tras un largo rato delante del espejo mientras manipulo unos cuantos frascos de cosas para la cara y el pelo recojo todo y salgo por fin de la zona de los baños haciendo un gesto con la cabeza a Taylor y a su niña, saliendo hacia el comedor

A juzgar por las pintas, Taylor bien podría haber sido confundido con un indigente: el pelo alborotado, la barba cada vez más poblada, los dientes amarillos... Sin embargo, cuando entra en los baños, aparece exhibiendo una sonrisa que se lee perfectamente en sus labios y en sus ojos. Lleva a su hija consigo.

¡Un nuevo y glorioso día en el precioso Hotel de Hielo!- saluda, imitando al Sagento Apone de "Aliens, el Regreso". Si había que montar un circo para disfrazar toda aquella mierda ante los ojos de Vic, se monta. Después de todo el circo, el show business, era su especialidad....aunque es la presencia de Michael y de Arthur la que contuvo el vigor de su alegría, lastrándola por una posible reacción desafortunada ante Victoria. ¡Haced paso a las Tres Princesas, nenes!.

Satisfecho, comprueba cómo Rewell se acerca a Victoria, cómo habla con ella, cómo reacciona ante aquel acceso de tos de su pequeña. Qué tipo tan grande, en todos los sentidos. Lo mira y, sin hablar, uno pregunta y el otro responde: lo de ayer con Donovan le ha jodido pero bien. Haciendo círculos con el índice, Taylor le emplaza para hablar del tema en otro momento.

Qué bien hueles, mariconazo.- sonríe y lo despide con un directo de izquierda al hombro.

Se despide también de Amber, con un beso al aire, y asiente a Michael y Arthur, aliviado y...confiado en que esta puta fosa séptica puede cambiar. En que, a fin de cuentas, el culo de todo ser viviente tiene un tope, un límite para con la sodomía,...

...y es a partir de ahí cuando, más por instinto de supervivencia que por imperativo moral, nos convertimos en mejores personas.

Bonita canción...

Una mascota, ¿eh?.- sonríe frente a uno de los espejos, mirando a su hija desde el reflejo del mismo.
Es...un animal de compañía. Un perro, un gatito,...- un puto Dragón de Komodo, como el que tenía Ray "Monster" Pipper dando vueltas cerca de la piscina. Jodido loco... - un pajarillo...Se supone que hay que darlos de comer, cuidarlos, sacarlos a mear...

Taylor se diluye poquito a poco, encogiéndose de hombros. Había visto lo que un puto gato podía hacer con alguien bajo de defensas: Greg, el antiguo bajista de Sniper, había muerto en un cuchitril de las afueras, rodeado por cucharas ennegrecidas y jeringas usadas, bañándose en su propio vómito y embadurnado de mierda líquida. También había un gato. Toxoplasmosis, dijo la nota oficial.

Lo bueno de la Navidad es que...nunca sabes lo que te van a traer.- ¿los...Reyes Magos? ¿Quién cojones eran esos?. Se supone que es el gordo de los putos renos el que se encarga de estos asuntos... - Haremos una lista, escribiremos la carta y cruzaremos los dedos, ¿vale?.

Se arrodilla ante Victoria y le besa la frente.

Pero qué niña más preciosa, por favor!!- dice exhultante, y gira la cabeza hacia las duchas.

María!....Mary! Has...¿has visto por ahí algún neceser?.

- ¡Ay, "neceser, neceser"! - reía María antes de darse prisa en salir, haciéndolo con unos vaqueros, el sujetador, una toalla al pelo y todo lo demás colgando del antebrazo, como si aquello fueran los vestuarios del instituto. Revolvió entre las pertenencias que la gente había abandonado en los bancos y acabó sacando su neceser y el de Amber. La pequeña Dryden parecía tener varios cepillitos sin estrenar, así que se permitió el cogerle uno para entregárselo a Victoria. A continuación ella misma procedió.

- ¿Dónde están todos? - preguntó al enjuagarse - ¿Ya han terminado en ducharse? Qué guarros. Yo noto que muchos son ingleses y franceses... - bromeaba, yendo a por el resto de ropa. A juzgar por las marcas en su codo y su espalda, así como el poco frío que parecía pasar, Mara tenía la enfermedad bastante avanzada... Quizás fuera por el hecho de que se había tragado varios golpes que iban dirigidos a otros.

Victoria rechazó inmediatamente la idea de una mascota. En el cuerpo tenía varias marcas de mordiscos y picotazos de cuervo y buitre, ya que hubo un momento en que estuvo mucho peor y los animales la confundieron con carroña, literalmente. No sentía especial simpatía por los perros, los gatos o los pájaros que Obituary tenía que espantar de encima suya.

- Bicicleta... - prefirió inmediatamente, contemplando el cepillo que Mara le daba, intentando averiguar qué debía hacer con él.