Partida Rol por web

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Patio interior:

En el patio interior se pueden encontrar los baños termales. Hay dos bañeras abiertas y dos bañeras cerradas.
Hay tres árboles de tamañno considerable.

Al entrar, Taylor mira hacia arriba. Isenhall era como todos los dises: cruel, previsor y, en cierta manera, previsible. La existencia de aquella cúpula no hacía más que reafirmar esa idea.

Hace frio, comprueba con el pecho desnudo, y con el paso ya algo dubitativo, se dirige hacia una de las bañeras abiertas. Coloca las botellas en el borde y tienta el agua antes de desnudarse: caliente, como suponía. No demasiado bueno para el Ignea. De todas fromas, el baño en sí no era el objetivo. La finalidad de aquello era aislarse, estar sólo unos minutos para pensar,...para decidir entre Las Dos Opciones:

La primera no era del todo mala. Rendirse y, quién sabe, volver a verla. Sugerente. Quizá inevitable.
La segunda era más complicada. Luchar poniendo los huevos sobre la mesa.

Al meterse en la bañera siente un escozor que se obliga a soportar. Una especie de penitencia, que alivia alargando el brazo y cogiendo grandes puñados de nieve con los que se masejea el cuerpo. Pecho, piernas, cara,...antebrazos. No le apetece más vodka. Al menos no aquí y ahora. Sólo apoyar la espalda en la madera y dejarse llevar. Agua caliente. Nieve helada...Relax...

...cierra los ojos y sus pensamientos, como ya le ocurrió aquella mañana en su casa de Los Angeles, aquella mañana en la que vió a Lior por primera vez,...se diluyen en sonidos que dan forma a sus obsesiones...

Rage...

I feel ashamed now,
'cos I can see deep in me nothing...

La música fluye, al ritmo que sus manos extienden la nieve por su cuerpo bajo el agua punzante. Y la voz que escucha, la que surge de su cabeza recitando aquellas palabras de ira, de venganza y rencor,...esa voz..., pertenece a una mujer. A la suya por siempre...

Rage...

I feel ashamed now,
'cos I can see deep in you nothing...

A Victoria.

...

Taylor abre los ojos. Segunda opción.

Sale de la bañera, arrastrándose y tendiéndose sobre la nieve. Con la boca entreabierta, respira profundo, y pierde la mirada en el techo convexo. Extiende brazos y piernas, saboreando el momento, notando cómo su piel enrojecida agradece el frío y sintiendo como una lágrima escapa y resbala.

Sé que he fallado,...pero nunca ignoré tu dolor, amor mío...

Sus visiones, su...poder, lo protegían y lo herían a la vez: atenuaba el síndrome de abstinencia a cambio de una deseperante fatiga. Pero aquí, bajo el Sello de Isenhall, todo volvía a la normalidad: debía permanecer despierto para lo que le esperaba, acudir a la bebida sólo cuando la Necesidad lo hiciese insoportable,

y luchar.

¿Morir hoy?. ¿Mañana?. ¿Dentro de veinte años?. ¿Cincuenta quizá?. Daba igual...si lo hacía peleando por su memoria, porque Ella se sintiese de nuevo orgullosa, por "recuperarla". No podía renunciar a la bebida, ahora no, ni a sentir esa irresistible atracción animal hacia las mujeres. Pero Taylor, con estas dos pequeñas claúsulas, firma el contrato por el que se promete pelear por su dignidad.

Se levanta y se viste. Recoge las dos botellas y sale hacia el pasillo.

Sanuye entró en el patio interior y miró a Mortymer, tal como lo hace alguien que evalúa a un empleado, a un sirviente quizás, pero con una mirada mucho más profunda en los oscuros ojos.

- Inmortal... Antes te he llamado "Tadita". En mi idioma significa "el que corre" - se desprendió de su capa y la dejó en la nieve, quedándose el poderoso torso descubierto. Mil años combatiendo... - A partir de hoy yo seré tu maestro en el "camino quieto" - dijo sin dar lugar a objeciones, acercándose hasta el muchacho y cogiéndole la barbilla. El indio estaba cubierto de una sangre que casi se había congelado... Se pasó la mano libre por la cara y, con los dedos ahora empapados, tocó la cara de Mortymer dibujando cuatro líneas verticales rojas sobre su rostro... - Correrás sólo cuando sea necesario... Pero el resto del tiempo, tus pasos serán firmes y dejarás la huella silenciosa de tu haber.

Al principio lo miró confuso, sin llegar a comprender para que lo requería el Indio. No pudo evitar sentir algo de congoja en su interior temiendose lo peor... Pero conforme Sanuye hablaba no pudo evitar mirarlo aún más confuso y si cabe, sorprendido hasta la médula.

Cita:

Esas palabras resonaron por toda la cabeza del muchacho como un eco infinito que en primera instancia lo dejo desconcertado completamente, pero poco a poco iba dandose cuenta...

Se le erizaron todos los pelos de su cuerpo por el orgullo que sintió en su interior... Le había elegido, a él, al ultimo mono, de los mas inútiles de todos ellos... Tragó saliva, lo miraba con unos ojos llenos de emoción, que le brillaban como estrellas. Algo nuevo, un nuevo camino se abría ante Mortymer Kamau Lagoon, un nuevo destino que sin dudarlo lo cogió con ambas manos. - Es un honor

- Lo merecerás tarde o temprano - se sienta en el suelo, cruzando las piernas sobre la nieve e invitándote con un ademán de la mano a que tomes asiento a su lado. Cuando lo haces, la nieve te cubre hasta los costados, fría, reconfortante... Parecía mentira que algo tan sencillo como detenerse a descansar en la nieve aliviara tánto los estragos del Ígnea.

Sanuye tomó la nieve entre sus manos y se limpió con ella con calma y método, eran muchos los siglos y cuando uno se detenía a mirarle en calma, se notaba que le pesaban sobre los hombros, y que aún así no se rendía y caminaba enfrentándose a ellos...

- La calma te aterrorizará como una fiera aterroriza a un hombre que no se ha entrenado como cazador si no fortaleces tu espíritu - dijo entonces, sacando una cabellera rubia de entre su capa y comenzando a trenzarla - Pero éste, en vida, necesita del cuerpo para servirse de él como armadura... Tu armadura hoy está débil... Necesitarás de la fuerza de tu espíritu para abrir los ojos en cada amanecer. ¿Hay algo que te de fuerzas cuando tu calma y el silencio se convierten en tus enemigos?

No dejó de trenzar, pero miraba atentamente a los ojos a su recién nombrado pupilo...

Cerro los ojos dejandose llevar por la maravillosa y reconfortante sensación que era estar así en la nieve. El alivio que sintió le relajo bastante, pero seguía nervioso y emocionado. Escucho atento las palabras de Sanuye tratando de entenderlas como podía; el mensaje le quedo claro... Debe fortalecer su mente para ser fuerte con su cuerpo... O eso creía el muchacho.

Abrió los ojos nuevamente y sin llegar a mirarle respondió a la pregunta - Mi padre... aunque a veces pensar en el me asusta...

- ¿Qué es lo que te enriquece del recuerdo de tu padre? ¿Qué es lo que te asusta de él? - preguntó, con franco interés. Aunque algo en los ojos del indio denotaba que lo sabía... Y que a pesar de ello, quería que el joven se lo dijera a sí mismo en voz alta...

Le costaba creer que alguien que no lo conocía de nada le estuviera haciendo preguntas sobre él mismo y con tanto interés y naturalidad - Es difícil... - se masajeo las manos pensativo - ...veras, él es un enviado de la muerte - dijo con total convicción - ... era un asesino... Llego un momento en el que quiso comprobar que yo era hijo suyo y que podría seguir con su trabajo... y lo hizo partiendome el cuello - esas ultimas palabras las dijo con un suspiro ahogado, afectado por esa parte de su vida mientras recordaba aquel angustioso momento... Aunque Morymer nació con la capacidad de volver a la vida... esa experiencia fue espantosa sin lugar a dudas

Negó con la cabeza al oir aquello, cerrando un momento los ojos.

- Olvida a tu padre, olvida al que rompió la norma sagrada... No es un enviado de la muerte, es sólo un loco embustero: La muerte no existe, solo es un cambio de mundos... Y nadie salvo los hijos de todos los que conoces, y los hijos de sus hijos, tiene derecho a decidir sobre éste mundo, acaso los dioses, y no totalmente. Éste mundo, Tadita, no es la herencia de los ancianos... Sino un préstamo de nuestros niños... ¿Lo comprendes...? - preguntó, con una amabilidad casi paternal sin dejar de resultar lo duro que parecía ser...

Abrió y cerró la boca un par de veces... Se negaba a creer que su padre no era lo que decía ser, romper con ese esquema le costaba a horrores... pero las palabras de Sanuye parecían tener mas sentido le costaba creerle a pies juntillas - si... entiendo... lo que dices - y por fin lo miró con los ojos cargados - pero me cuesta creer que ese cabrón al que llamaba padre... no sea.. no... necesitare tiempo para eso...

El indio posó una de sus manos sobre el hombro de Mortymer... Gélida, pero firme.

- No debes pensar en qué habrías querido que fuera o fué tu padre para tí... Debes pensar en qué querrían tus hijos de tí - le dió unos instantes para que masticara aquellas palabras y retiró la mano de su hombro, concluyendo la trenza y enterrándola bajo la nieve - Tienes mucho tiempo, Tadita... Pero recuerda una cosa: El valiente y el reflexivo sólo caen una vez. El cobarde y el que teme, sea a lo que sea, caen toda su vida... Hasta que dejan de serlo. No debes temer a lo que desaparecerá cuando tú sigas tu camino, sino aprender de ello... Y salvaguardar el día de mañana con tu cuerpo, tu alma y tu mente, vigilándolo desde la privilegiada posición que es el ayer... - sonrió. Lo cierto es que no tenía precio ver aquella sonrisa en el rostro del indio que todos los demás creían inhumanos. Se había propuesto hacer de Mortymer su aprendiz, y aunque habría momentos en que le enseñaría "por las malas" parecía no ser el tipo de maestro que se hacía de respetar infundiendo temor sobre su alumno - No eres cobarde, ni estás asustado... Sólo estás confuso... Para eliminar esa confusión sólo debes detenerte - levantó la mano, fría tras haber estado tocando la nieve, tocándole la cabeza a Mortymer, haciendo que una agradable sensación de frescura le empapara el cabello - observar tu entorno - aguardó unos segundos, en que la fría escarcha sobre el cabello de Mortymer se derritió y le chorreó sobre el rostro, acariciándole la cara gentilmente, como tan sólo el agua podía hacerlo sobre la piel... - y reflexionar como éste te invite a hacerlo... La naturaleza y el mundo no mienten... Si aprendes a leer en ellos, te contarán verdades y la confusión se evaporará hasta que la necesites de nuevo...

Escuchó las palabras de Sanuye empapandose con su sabiduría. Se empezó a sentir realmente bien al lado de Sanuye, era como el padre que nunca tuvo y eso lo reconfortaba desde dentro. - Entiendo entiendo... gracias... por los consejos... supongo que esto no se consigue de la noche a la mañana... pero no dejare de intentarlo por mucho que me caiga... Debo fortalecer mi espiritu - es lo dijo como convenciendose a si mismo, sonriendo alegre por un trato amable y afectivo...

El indio borró la sonrisa del rostro cuando un acólito entró en el patio. De nuevo, Sanuye volvía a mostrarse ceñudo y marcial, esperando a recibir el recado que debía traerle aquel homúnculo de hielo, al que no miraba con demasiado cariño...

- Herra Dryden haluta sinun mahtavuus ja sinun kasvatti läsnäolo jotta hankkia lounastaa kotona illallinen asua - dijo finalmente aquella estatua de hielo al milenario guerrero, que asintió con la cabeza.

- Konfirmoida meidän läsnäolo kotona että lounastaa - dijo, acompañándose de un ademán que indicaba al ser que se marchara. Cuando éste lo hizo, Sanuye se giró hacia Mortymer - El padre de los Dryden la convocado una reunión, una comida. Ve y espérame, comeremos con los demás. Lávate la cara, pues la pequeña no tiene que ver sangre... Y esa marca nunca se borrará de tu rostro, aunque la sangre se seque o se limpie de tu piel.

Asintió y obedeció en el acto. Cogió nieve espero a que el calor propio la convirtiese en agua y se la paso por la cara eliminando así cualquier resto de sangre. Se levantó con calma sacudiendose la nieve y entrando al hotel...

Donovan sale al patio arrastrando los pies, con la vista puesta en algún punto indeterminado del suelo e intentando no pensar en nada mas que en su próximo paso.

Habían sido las peores horas de su vida. Los peores días. De su vida y de la vida de milllones de personas. No conocía a nadie que lo estuviera pasando tan mal. Y dudaba que nadie lo fuera a pasar así de mal. Por lo menos ahí fuera. Quizá los infectados que trabajaban para Gelus Vírica. Seguro que ellos estaba peor... Aunque por lo menos habían elegido seguir ese estilo de vida, resignados a morir. Quién no tiene espíritu de lucha, no tiene miedo a la derrota. Si has perdido las ganas de vivir ¿Qué mas da lo que hagas con el tiempo que te quede sobre la tierra? Esos tipos llegaban a parecer afortunados a su lado...

Ya se había preocupado demasiado para lo que iba de día. Necesitaba desconectar, necesitaba descansar de toda aquella vorágine de acontecimientos terribles que se sucedían como si de un tren de mercancías infinito se tratara: Uno tras otro, en una vía a la que no se le veía el final. Siempre en linea recta impactando contra el mismo punto. Y Donovan se sentía como la chica de las películas cómicas en blanco y negro a la que el malvado de fino y retorcido bigote ataba a los raíles. Solo que esta vez no había ningún héroe cerca para desatarlo. Cosas de la vida.

Camina hasta el centro del patio y se deja caer en suelo cuan largo es, con los brazos y las piernas abiertas en una estrella de cinco puntas algo maltrecha. No reprime el gemido de dolor que siente cuando su espalda se resiente. No había nadie para escucharle. Y aunque lo hubiera, poco le importaba.
Lo que le encantaría sería poder ver el cielo. Aunque fuera esa parodia de cielo que tenían en este confín del mundo, casi siempre cubierto por una capa de nubes grises. No tiene fuerzas ni para imaginar, así que se limita a observar los bloques de hielo que le mantienen atrapado en el interior del hotel, dejando que penetren en su mente y olvidando así todo lo demás. De lo Dale se aquejaba, de no poder dejar la mente en blanco, Donovan era todo un maestro...

Se queda ahí, tirado, esperando algo que no va a pasar o algo que si que sucederá, sin importarle demasiado el resultado, ajeno a todo lo demás pero seguro de que, no dentro de demasiado tiempo, alguien aparecerá para destrozar ese momento también.

Al fin y al cabo, el tren de las desgracias no había dejado de circular...

En aquel patio, cerrado el cielo por una cúpula de hielo, es donde habían quedado para reunirse y entrenar. Isabella llevaba un buen rato hasta que apareció Andrea... No parecía que hubiese mucho movimiento al margen de ellos dos... Nadie más aparecía...