Partida Rol por web

GELUS VIRICA

[ICEHOTEL] - Exterior

Cargando editor
25/01/2009, 16:44
[Lex Czigany]

La esperanza y la energía que brotaban del joven Oluwatobi no dejaban indiferente. Un tinte amargo y melancólico se entrelazaba con la brisa gélida, y el cuerpo reaccionaba relajándose y haciéndose más pesado...

Pero el contacto del chico le hizo respirar hondo, cerrando los ojos, abriéndolos cuando el mareo había cesado y su percepción había cambiaba de lugar. La hermosa muchacha pestañeó un par de veces desorientada, y dirigió sus pasos de nuevo al interior del hotel, masajeándose la nuca y presionando sus propias palmas con las yemas de sus dedos, volviendo a una apariencia natural.

- ...Gracias, Roan. No te preocupes - esbozó una sonrisa al chico, quitándole hierro al asunto, aún con las cejas enarcadas. Se acercó al finlandés y pasó un brazo de éste por encima de sus hombros, ayudándolo a sostenerse - Siento de veras el malentendido, no queríamos asustar a nadie... Soy Alexandra. Avisadme si necesitáis algo - dijo a los Oluwatobi, desviando los ojos hacia Madison y Andrea - Chicos... Nos vemos luego, ¿vale?

Hizo un gesto de despedida con el mentón, y se dispuso a acompañar al finés al interior del templo, con el gesto más grave...

- ¿Te acompaño a tu cuarto...? Tendrás que darte una ducha...

Cargando editor
26/01/2009, 18:53
Andrea Scerri

Todo va pasando, por fin el niño parece que entra en razón, nombra a su hermana pequeña, en pasado, otra muerte más, puede que no tenga nada que ver con esta “guerra”, pero poco importa, otro más que ha perdido, y son demasiados. Una lucha contra los sentimientos que amenazan con destruirnos, mucho más complicada que cualquier “misión”, en estas siempre pierdes, no hay posibilidad de ganar.

Acepto el contacto del niño, sin mirar mí prestado cuerpo, simplemente cierro los ojos, con cierta cobardía, miedo de no volver a ser el mismo, aunque me doy cuenta en el breve instante, que pase lo que pase con el regreso a mi cuerpo, eso ya no será posible. El mareo, la náusea, y si me decido a abrir los ojos es al escuchar la sugestiva voz de Alexandra, sabiendo que yo no he pronunciado palabra. Miré en primer lugar al crio, y le brindé una sonrisa, sin rencores, ¿qué otra cosa respuesta podía darle a un chaval asustado? Sigue hacia arriba buscando a la belicosa madre, con su actitud no conseguiría nada, después de todo la mayoría aquí somos meros peones sacrificables, dirigidos por una reina enferma. Pero eso podía cambiar, no, debía cambiar.

Amplio un poco la sonrisa y me encojo de hombros, dando un par de pasos hacia el lugar donde se encuentra la joven canadiense, derrumbada en la nieve, y encima con la tarea de explicarle a los nuevos de que va todo este rollo, y conociéndola ya algo, seguro que lo hace y todo, en vez de mandar al idiota de Rewell a la mierda. Me agacho entonces junto a la chica, recordando el primer momento que la vi, me prestó una manta y yo intenté alegrarle el ánimo, sin saber siquiera el colosal tamaño de esa tarea. Tomo sus manos, ¿qué más da?, Madison un susurro que suena reverencial en este desolado paraje helado, Vas a coger frío ahí sentada tiro de ella para levantarla, es liviana, no cuesta mucho esfuerzo hacerlo.

La miro bajando un poco la cabeza, sus ojos a punto de llorar una vez más, un desahogo que nunca termina, y rodeo su cuerpo con mis brazos, atrayéndola contra mi pecho, despacio, con delicadeza, apoyando mi frente en su cabeza, necesitando ese contacto seguramente mucho más que ella. Todo va a mejorar, tiene que mejorar ¿convicción?, espero que suene de esa manera, pero la realidad dista en exceso de ese sentimiento. Desvío la mirada hacia la recién llegada, en un intento de hacer extensivo este comentario.

Nadie más debe morir, por lo menos no de esta manera, no en este sinsentido, separo su cuerpo mirándola a los ojos, reflejos verdosos contenidos, ellos hablan mejor que yo, si hay que jugar, se juega, pero todos conociendo las reglas. Te prometo que haré cuanto pueda por evitarlo y ni siquiera sé porque le hago esta promesa a ella, tal vez porque me he fallado demasiadas veces a mi mismo.

Cargando editor
26/01/2009, 19:00
Nadra Oluwatobi

Nadra miró a la joven, les había entendido por completo y ella lo sabía pero no es que hablara en aquel idioma para ocultarles nada a los demás, era porque se sentía más a gusto, más ella hablando de aquel modo con Roan. La miró con cierta amabilidad y le sonrió brevemente, su corazón y su ánimo no estaban para aquellas cosas pero la chica había tenido un punto a su favor.

-No hay problema...

Se volvió a Roan que se disculpaba, era su hijo, aquel pedazo de vida por el cual seguía luchando y seguiría hasta el final porque no concebía su vida de otro modo. Y lo observó desenvolverse con tal seguridad, hablar de tal manera de aquello que eran y que incluso a ella le había costado asimilar, sin embargo le sonrió al pequeño y asintió, si aquello le emocionaba, no podía estar tan mal.

Nuevos amigos...

Nadra volvió a sonreír y no precisamente de felicidad. Justo entonces aquello sucedió, ante sus ojos y sin que pudiera entender mucho pero no importaba, una cosa era segura, el poder de su hijo era descomunal e impresionante. Observó a la rubia joven acercarse y ofrecerles ayuda si la necesitaban, la negra asintió abrazando a Roan que había venido a refugiarse en ella y no dijo nada, a pesar de las cosas que le decían, podía sentir que había cierta desconfianza hacia ellos. Y entonces el joven rubio, Andre le pareció que lo habían llamado, hizo lo propio. La joven madre lo miró unos instantes a los ojos y luego se volvió a Roan.

-Gracias...-musitó automáticamente porque eso era lo que se hacía pero dudaba mucho que no hubiera más muertes.-Lamento lo de tu cuerpo y el de la chica...

Su mente se desgranaba por dentro, abriendo un mundo de posibilidades que venían acompañadas de miedos, amenazas y un sin fín de desgracias muchos peores que las acaecidas a los Oluwatobi aún sin saber lo que eran. Nadra sentía deseos de llorar, de morir y dejar a Roan en unas manos buenas de verdad, que supieran cuidarlo y hacer de él un hombre de bien, unos verdaderos padres. Luego miró a aquella joven, tan pequeña, tan delgada, a la que le había indicado que les dijera quién sabe qué cosas.

-No te preocupes, Madison, no tienes que decirme nada en este momento. Sólo quiero descansar un poco al lado de Roan, de ser posible-y en verdad era lo que quería, luego, buscaría a Rewell.

Cargando editor
26/01/2009, 20:17
[Madison Greens]

Asiento débilmente cuando la mujer nueva me contesta. Menos mal, no parece habérselo tomado a mal. Levanto la mirada al comprobar que ya no hay peligro, es el rostro de Lex el que está brillando ahora, acaparando toda la luz de este paisaje helado, todo ha vuelto a la “normalidad”. Absorta en el comportamiento del chico, por primera vez desde que lo conocí se comporta como tal, un niño normal que se refugia en su madre. Pequeño, vulnerable… No sigas por ahí Madison, este pequeño no está sólo, tiene a su madre. Ella sabrá cuidarlo. No es tu Jake… pero igual haré todo lo posible para que no le pase nada.

Madison vas a coger frío ahí sentada. Tan ensimismada que Andrea vuelve a sorprender... sin saber por qué o sin que realmente importe, me dejo arrastrar y me elevo, dejándome abrazar por él, de nuevo.

Pero esta vez es diferente. Esta vez están todas las defensas bajas. Me dejo envolver por la calidez de sus palabras y de lo que viene después, su abrazo, incluso cierro los ojos durante un breve segundo. Con las manos entre el pecho de ambos. Deseando creer en lo que dice, que esta vez se cumplan esas buenas intenciones. Que no nos tengamos que despedir de nadie más. La respiración y el corazón parado. Por suerte las lágrimas también. Por ahora.

Perdida en sus ojos. No son azules, Madi… Trago saliva, mirándolo… apartándome lentamente, sin los manotazos de la última vez. Con las chapetas coloradas y bajando la mirada. Gra… gracias, Andrea. Aprieto los labios, abochornada. Siempre tengo que hacerlo todo mal. ¿Por qué narices tengo que ser tan evidente?

Me giro a la mujer, sin su pequeña y sin el padre de sus hijos. Ellos dos son lo que queda de lo que fue una familia. No me importará hacerlo, Nadra. Al contrario, le diré todo, para que decida lo mejor para su niño. Pero asiento después, comprendiéndola, tienen que estar agotados. Miro al niño, esbozando una sonrisa para él, intentando no trasmitir tristeza en ella. Carraspeo Sí, sí... claro. Os llevaré a los dormitorios. Miro de soslayo a Andrea, mordiendo el labio inferior. Y me quedo calladita, que es lo que tengo que hacer…

Que peligro tiene este hombre, aunque no tenga el rostro iluminado con esa magia anterior.

Vamos entonces. Y espero a que me sigan, para llevarlos a su descanso. Ya encontraré un rincón en el que esconderme un rato.

Cargando editor
27/01/2009, 16:35
Andrea Scerri

Bajo un poco la cabeza cuando la joven se separa, sonriendo disimuladamente ante su azoramiento, no debe estar acostumbrada a estas repentinas muestras de… ni siquiera se me ocurre un nombre para catalogar mi comportamiento, aún así es raro que no las recibiera más a menudo, no aquí, por supuesto, sino en “su otra vida”. Resulta curioso pensar de esta manera, pero, todo el pasado me parece muy lejano, perdido en la niebla da la sempiterna situación en la que parece que nos hemos sumergido, una que nos arrastra cada vez más hacia el fondo, pataleando inútilmente para buscar el aire que se nos niega.

Asiento a Madison, colocándome una vez más junto a ella, esperando a que la pareja africana decida ponerse en marcha, Si no te importa, llévalos tú, tengo que hablar con Isenhall pronuncio el nombre con toda la tranquilidad de la que soy capaz, casi puedo sentir el pinchazo en mi hombro, aquella sensación de sentirse insignificante, su maldita arrogancia. Busco la mirada de la canadiense, recordando su timidez, y le sonrío, aunque, pensándolo mejor, creo que ella puede esperar, miro a la chica negra y a su hijo, esbozando una sonrisa mucho más acogedora que antes.

Isenhall es la dueña de este lugar, una psicópata peculiar, a pesar del gesto, no hay rastro de ironía en mis palabras, mientras más tarden en conocerla, mejor para ellos, pero olvidemos ese tema de momento, ya habrá tiempo para discutirlo, miro a la canadiense buscando su confirmación, no debe derrumbarse, es lo que todos estamos deseando, lo que esa loca quiere que hagamos, pero por mis cojones que no le voy a dar ese gustazo.

Yo apenas llevo aquí un par de días, las cosas no son fáciles, pero mejorarán, el primer paso es presentarse adecuadamente, con una mano en el hombro de Madison, apretándolo ligeramente, sin saber bien el porqué, tiendo la otra a la recién llegada, Soy Andrea Scerri, un placer conocerla, sean las circunstancias que sean otra vez sonrío, son demasiados años haciendo los gestos precisos, pero qué diablos, mejor eso que rendirse.

Cargando editor
27/01/2009, 17:25
Nadra Oluwatobi

Nadra sujeta a Roan con cariño, apretando su mano e intentando transmitirle seguridad, le duele que su hijo tenga que pasar por todo aquello pero lo que más le duele es no saber exactamente cómo evitarlo. Escucha a Madison que amablemente se ofrece a llevarles a descansar, es lo mejor que les puede pasar. Ella está a punto de gritar, de llorar y sólo recuerdo haberse sentido así en un momento de su vida y una sola palabra viene a su mente: Laniece. Responde con un escueto gracias y una amable sonrisa a Madison y cuando va a hacer por seguirla, la voz del rubio hombre la detiene estirando su mano hacia ella. La mujer mira a su hijo casi como un indicio de que todo está bien, no sabe exactamente de lo que es capaz el chiquillo.

Y entonces le da un apretón a aquella mano, se siente suave o quizás es que las de ella no lo están por tener que trabajar en el restaurant, no lo sabe pero el contacto no le parece ni chocante, ni molesto. Asiente con la cabeza y lo mira a los ojos, ella no tiene nada que esconder o al menos eso es lo que cree, pues a estas alturas de la situación, Nadra misma ya no sabe ni quién es pero tampoco lo quiere averiguar, en especial luego de aquellas palabras sobre una asesina; ella no es tonta y es fácil atar cabos con las palabras de Andrea.

-Nadra Oluwatobi y como ya saben, mi hijo Roan-Kale Oluwatobi y creo que también es un placer conocerlos. Me disculpo si he sido un tanto violenta o si al menos lo he parecido...-recapacitó, consciente de que ellos debían haber visto cosas peores que ella defendiendo a su hijo.-Espero que de verdad las cosas mejoren, aunque no dudo que eso sucederá.

Añadió pero más que nada para tranquilizar a Roan que por que lo creyera. Soltó la mano de Andrea, quizás era un buen tipo después de todo. Quizás todos lo eran pero ella no iba a averiguarlo de cada quién, además, se veía claramente que había quienes le tenían aversión a la gente de su color o eso sentía pero a lo largo de su vida luego de escapar, había sufrido aquello y sin embargo, sintió que incluso estaba extrañando los toqueteos del viejo calenturiento de su jefe.

Cargando editor
27/01/2009, 21:41
[Madison Greens]

Tras cruzarme de brazos y mirar hacia la nieve durante unos instantes, esperando a que decidamos movernos… escucho que Andrea no tiene nada mejor que hacer que ir a visitar a Ishenhall, levanto la vista mientras niego con la cabeza, girándome hacia él, espantada es poco. No… no vay… Y suelto un resoplido cuando cambia de idea, aún negando. No me des esos sustos, esa mujer, cuanto más lejos… mejor. Muchísimo mejor.

La mirada se escapa, de soslayo, a la mano en el hombro, mientras ellos se saludan. Esto es estupendo. ¿Qué se supone que tengo que hacer? Umm, lo primero, relajar el ceño Madison. Y no te quites….o sí. Puff. Aprieto los labios…. La lucha interior se disputa mientras Andrea y Nadra se presentan, al final gana el consejo de Milo: abrirme a mis compañeros. Con suerte, va para largo, con suerte lo seremos mucho tiempo, la opción de que no... la mirada se desvía al chiquillo… no, mejor no pensar en esas cosas. Aunque sea lo único que parece pasar aquí. Lo más probable vaya. Así que no me quito, lo que hago es seguir la conversación, mucho no sé, pero un poquito sí. Eso, y esperar que la aparte pronto.

Encantada Nadra, y Roan-Kale. Sonriéndoles y levantando la mano a modo de saludo, intentando ser cordial, algo que no era difícil en esa otra vida que desapareció hace una semana y poco... Ahí dentro no tendréis vuestros poderes, nadie los tiene… sólo un hombre, Sanuye. La cara al nombrar al hombre se ensombrece bastante, el tono de voz es algo lúgubre (y eso que he hecho un esfuerzo). Es un…¿Qué podría decir delante del niño? … un hombre de confianza de ella, de Isenhall…. Y… Es mejor no acercarse a él. Asiento, evidentemente convencida de lo que digo, mientras aprieto los puños. El asesino de mi amiga Alice. La mirada se pierde de nuevo, tras suspirar brevemente… Bueno, pues… vamos a que veáis el hotel… y a que descanséis. Miro a Andrea y me separo, comenzando a andar. Bueno, no me ha quedado mal… del todo.

Ojalá que el optimismo de Nadra le dure mucho… ¿Cuánto me duró a mí?... no, creo que yo no llegué a tenerlo nunca... quizás por eso no lo transmito.

Cargando editor
29/01/2009, 18:45
Andrea Scerri

Sin miedo, a los ojos, un desafío para alguien que vive de ese tipo de miradas, la costumbre hace que la mantenga sin pestañear, casi con indiferencia, sin transmitir nada, porque así es como suelo comportarme, el control de la situación, nadie sabe nada de lo que tengo, de mi, de mis cartas, así es como se ganan las partidas.

Apretón firme, ocultando el temor, valor de madre, impasible mientras pueda seguir llamándose así, ojalá sea para el resto de su vida, pero abre una puerta al dialogo y a la confianza, tal vez con la persona equivocada, por suerte, la joven canadiense está con nosotros, Ningún problema por mi parte Nadra, uso el nombre de pila, no es momento de formalidades, así todo parece más creíble.

Asiento mientras Madison va explicando las “curiosidades” del lujoso hotel, de nuestra prisión de hielo, por su expresión creo que ya ha pasado el tiempo suficiente en un sitio que va consumiendo poco a poco ese espíritu que intenta ocultar, Dios sabe porque, esa sonrisa que no termina de formase nunca, vuelvo a mirar a la chica, a sus ojos, como si fuera la primera vez que se mostraba ante mi, maldito virus hijo de puta, te destroza intentes o no curarlo.

Sonrío, ¿qué otra cosa nos queda?, y guiño un ojo a la canadiense, para mirar luego a los africanos, Tiene razón, no os fiéis de Sanuye, pero podéis, fiaros de Madison al cien por cien, lo dicho, ni un solo dólar le prestaría.

Entramos de nuevo en el hotel, y vamos guiando a los recién llegados hasta las puertas de los dormitorios, Tal vez queráis descansar, por aquí también andan las duchas, miro a Madison para confirmarlo, y si necesitáis ropa de abrigo podemos traeros algo del almacén, luego tenemos que reunirnos, hay que hacer las cosas bien, por una puta vez.

Cargando editor
29/01/2009, 19:12
Nadra Oluwatobi

Nadra asintió, como guardando muy dentro de sí las recomendaciones que se le estaban haciendo; no le hacía ninguna gracia que hubiera tanta gente a la cual temer, mejor dicho, tan poca gente pero con todo el poder. Se estremeció de frío al volver a entrar en el hotel, la verdad es que estaba más que preocupada; no le importaba no tener los jodidos poderes, lo único que quería y que había querido siempre, era cuidar bien de Roan. De sus hijos pero ahora sólo tenía uno. Uno que parecía demasiado emocionado con todo aquello. Agradeció las palabras de Madison y las de Andrea, sólo quería descansar por el momento y una ducha no le vendría nada mal.

-Tomaremos una ducha, claro...-dijo mirando a Roan.-Y sería muy amable si nos consigue ropa abrigadora.

Plantó los ojos en Andrea, le recordaban un poco los de aquel vecino... Claro, siempre salvando las diferencias. Y entonces sintió como una punzada en el corazón, no quería estar allí aunque le hubieran dicho que era seguro, Rewell los había engañado y ella lo estaba odiando pero continuó con el gesto apacible, como resignado, no quería sobre todo, preocupar de más al pequeño. Además, aún tenían que compartir ambos una charla larga y tendida sobre las cosas que aquejaban a Roan y que para Nadra no eran un misterio. Miró por aquí y por allá, quedándose con la mayor cantidad posible de detalles y luego, dándoles la espalda a ambos, hizo la pregunta.

-¿Por qué estamos todos nosotros aquí o para qué?

El tono era meramente el de una pregunta casual, el de una chica que pregunta a otra la hora en una parada de autobús o quizás alguna dirección; ella no lo tenía claro y quizás ellos tampoco pero una vieja conocida de su madre allá en su tierra, le había dicho alguna vez que no hay peor lucha que la que no se hace y nada perdía con preguntar. Lentamente se volvió hacia ellos hasta quedar frente a frente y mirar a veces los ojos de ella y a veces los de él. No era tan difícil ser persona.

Cargando editor
10/02/2009, 00:01
Antti Koivusaari

Al oír hablar a Lex tal como él conocía, Antti se llevó las manos a la cara y se frotó, tragando saliva. Las piernas no solían temblarle mucho, pero la intimidad con Lex en un día como aquel lo consiguió. La última vez que éso fue así, que se sintió desplomar, fue cuando él y otros compañeros vieron los restos que Sloane había dejado tras provocar el desastre... Hacía pocas horas que la había visto. Le tenía un miedo atroz a esa mujer, y la idea de que su difunto amigo tuviese razón...

¿Y si Lex era otra Sloane? Nada: Esa era la respuesta. Todo seguiría como estaba en su corazón. Antes no entendía a Adrien, pero ahora...

- Me alegro de que hayas vuelto, rostro pálido -se destapó la cara. Tenía los ojos enrojecidos, pero no derramó una lágrima, y estiraba su sonrisa todo lo que podía, apretando los labios y tragando saliva mientras le acariciaba la mano que le tenía echada por los hombros- Te vas a herniar inclinándote tanto... -la aferró de la cintura y se puso derecho, levantando a la húngara unos centímetros del suelo y luego dejándola de nuevo en su superficie. Todo para quitar hierro era poco, porque aquello era una verdadera montaña de chatarra... Pero estaba resultando algo inútil en sus gracias, y lo sabía. Razón por la que desvió la vista hacia la nieve y volvió a tragar saliva- Perdona. Estoy hecho un puto asco... Y sí, será mejor que me duche... Aunque estoy hasta los huevos del agua. He tragado mucha. Claro que la otra opción no estaba mejor...

Cargando editor
10/02/2009, 01:31
[Lex Czigany]

Lex no se detuvo en su misión de librar a su amigo de toda la nieve que podía llevar encima. No había dones que usar en el interior del Ice Hotel, y el mismo finés mostraba un preocupante estado de salud y una herida severa en pleno entrecejo que, aún sanándose, se mantenía en su lugar.

No se deshizo tampoco de su semblante preocupado, ni desviaba la atención de sus reacciones. Se echó un vistazo rápido a sí misma cuando comentó que iba hecho un asco... Koivusaari iba calado hasta los huesos y cubierto de nieve, mientras ella quedaba empapada por un sudor frío y densas manchas de sangre salpicadas por toda su indumentaria. No. Qué lastima. El finlandés no era quién debía disculparse por ir hecho un asco.

- No te preocupes... Ya somos dos a los que no nos gusta el agua - suspiró, esbozando una sonrisa tristona, la misma que fue dulzificando con la intención de parecer más animada a ojos de su amigo, pretendiendo contrastar con el desasosiego de éste. Le cogió de una mano y lo guió hasta uno de los bancos cercanos a la entrada, cogiendo una de las pieles de animal tan típicas de la zona e incitándole a tomar asiento junto a ella. Y al hacerlo, lo recibió envolviéndolo con aquella manta, aferrando los extremos donde quedaba el fuerte pecho del guitarrista y frotándole los hombros.

- Yo no voy a coger frío. Pero tú... - Un segundo de vacilación, y le retiró con cuidado el cabello hacia atrás, apenas rozándole - ...Te mereces tu momento de paz - De nuevo un irremediable gesto de nostalgia, hasta que cedió a estirar los brazos para acogerlo con un abrazo que, aunque suave, procuraba mantenerse firme como lo fuera una columna, sujetando la nuca del finés con una mano - Lo siento... Lo siento muchísimo... - se mordió el labio, los ojos cuajados de lágrimas en cuestión de segundos, inundados de tristeza... Pero conforme lo abrazaba, la joven iba discerniendo poco a poco cuál era el auténtico valor que tenía Koivusaari para ella.
Le había otorgado quizás el perdón más grande del mundo, un cariño inmenso en comparación con el tiempo transcurrido y el afecto recibido, y quizás, sólo quizás, una promesa de futuro... Abrazarle era sentir el abrazo de quien podría considerarse su Salvador, y la muchacha luchaba por no flaquear, dejando a un lado su dolor para empatizar con el que estaba por encima del suyo propio... - Tranquilo... Ya estás a salvo. Y yo estoy contigo, ¿vale? No voy a moverme de aquí hasta que estés mejor... - susurraba con suavidad. Le besó entonces el pelo, acariciándoselo cuidadosamente - No te guardes nada... No estas en condiciones de guardarte nada, Esa, vas a hacerte pedazos... Y no es así... - negó - No es justo que estés hecho pedazos, tigre...

Cargando editor
10/02/2009, 17:45
Antti Koivusaari

Cuando Lex le echó aquella manta por encima y le abrazó, un hombre que nunca había tenido ni demasiado frío ni demasiado calor temblaba. "Una columna de hierro puro, imperturbable", le definía Adrien en su día, riéndose mientras fumaba un puro junto a su amigo. Estaban celebrando que prácticamente todos estaban curados... Y Adrien tenía a Sloane bajo su brazo. Ella estaba preciosa: Llevaba un vestido de satén rojo, largo y con una buena raja hasta la mitad de la cadera, pero lo que le hacía estar así era la sonrisa de plenitud en su rostro... Su amor por fin estaba bien, estaban celebrado la primera fiesta desde Nochevieja y Antti por fin se había divorciado de aquella bestia que era Emma, de ahí la frase de Falken, pues a Esa Holopainen su ex señora no le parecía tan terrible... El puro estaba asqueroso, pero le sabía a gloria en esas circunstancias. Ese día Adrien llevaba la caja con el anillo de compromiso en la chaqueta, pero no llegó a sacarla... Y Antti sabe que se arrepintió el resto de su vida de aquello...

El finés no se quedó quieto cuando ella lo arropó en sus brazos, pues depositó un beso inocente y afectuoso en el hombro de ella, y le acarició el cabello, aferrándose a aquel abrazo, con los nervios tan destrozados que sólo atinaba a temblar...

- ¿Cómo voy a estar a salvo...

- ¿Herkus? Ha hecho lo que teníais que haber hecho Adrien y tú cuando tuvisteis la oportunidad... -rugía Sloane mientras le buscaba, horas antes, entre los árboles en los que aterido por el miedo se escondía- Ha destruido lo que le liga a su idea humana... ¿Sabes lo que quiero decir, Esa...? -Holopainen no dijo una palabra. Tragó saliva, aferrándose al tronco que le servía de protección contra aquella psicópata...

- ... si no puedo hacer o no sé...

- Lior está muerta. Al fin lo está... La ignorante que movía el motor de los ignorantes... Ahora será más fácil para vosotros ver lo que es realmente Isenhall... Y para Herkus será más sencillo trascender...

Trascender... ¿Para qué? Él tenía a Lex... ¿Cómo podía necesitar otra cosa en el mundo teniéndola a ella...? Antti sabía por quién estaba de pié, incluso muerto su mejor amigo, sin saber dónde se encontraba su padre y cientos de dudas en su cabeza, acerca del bando en el que estaba. Lex... Ella sentía aprecio por Lior. Aquella familia tenía algo que captaba la simpatía inmediata de Czigany, algo que Esa lo envidiaba tanto como respetaba. Lior era buena amiga (o eso quería creer), y su pérdida era terrible... Pero mucho peor iba a ser tener que ver los ojos de Lex cuando lo supiera...

- ... cómo hacer que lo estés tú...? -el ceño fruncido, la cicatriz aguantaba. No se permitía llorar, no podía. Se despidió de Falken con lágrimas en su momento, delante de ella y de Alice, quien se le escapó de entre las manos ese mismo día, tras hacer él una promesa velada...- Ven aquí... -tomó el rostro de la húngara entre sus manos y la miró a los ojos, perdiendo fuerza de nuevo, acaparando el aire en una bocanada honda y ahogada, pasando el pulgar sobre una de sus mejillas, como si fuese a secar una lágrima que aún no había caído y ya le partía el alma- Dios... -la voz caminaba sola, después de soltar la mano de la razón. Negó con la cabeza sin apartar sus ojos de los de ella- Podría vivir cien años caminando erguido solo por la fuerza que da mirarte a los ojos... -lo leyó en una de las poesías de Falken, y en su día no lo comprendió... Hoy era justo lo que le nacía decirle a ella- Te quiero tanto... Que no puedo romperme... No quiero... No ocurre... Y no podría, teniendo el motivo que tengo para luchar...

Cargando editor
10/02/2009, 21:32
[Lex Czigany]

La muchacha relajó la tensión de sus músculos al sentirse correspondida al apretón. Los brazos del finés sedaban la ansiedad y casi transportaban a otro plano en donde el miedo era casi desconocido. Sólo paz y silencio. Agua y arena. Ella estaba hecha de otra pasta. No era nada parecido a una "columna inquebrantable", más bien tenía una lágrima muy fácil y solía costarle mucho disimular su estado de ánimo... "El espejo del alma" de Czigany no era sino un mueble de dos metros de alto con el cristal impecable y claro.

Aún así, el temblor del hombre le hacía retomar la alerta, y ella le frotaba la espalda con las manos para transmitirle seguridad, enternecida con sus caricias... Pero fue notar su faz entre sus manos y sentir como el corazón le daba un vuelco injusto. Sintió vértigo, que de manera inconsciente y sin ningún disimulo la obligó a tragar saliva de forma sonora y parpadear un par de veces, descolocada, antes de centrar los ojos en los de Koivusaari...

Cita:

Podría vivir cien años caminando erguido solo por la fuerza que da mirarte a los ojos...

Aquello terminó por subirle todos los colores. Alexa pretendía escapar del embrujo desviando la vista más abajo, con las mejillas encendidas y los ojos brillantes. El Icehotel había tenido que aumentar la temperatura al menos diez grados... Y si sólo había sido cosa de su cuerpo, esperaba por lo más sagrado que el finlandés estuviera lo suficientemente distraído como para ignorarlo.
El color no remitía, aunque ya había encontrado cierta explicación al fenómeno: Aceleración del pulso sanguíneo. Mientras hablaba, y ya con esta información, Czigany hizo una nueva intentona de disimulo y esbozó una sonrisa tímida, devolviéndole una mirada algo esquiva y nerviosa... Y para cuando volvió a encontrarlo de frente lo acertó extrañamente embellecido. No sabría adivinar en qué momento logró darse cuenta, pero el impulso natural que le nacía era echarse hacia delante para rozar sus labios y juzgar por sí misma hasta qué punto la necesitaba... El deseo se hacía tan sincero como ilícito. La carne demandaba un desenlace dulce, irracional y desatado, mientras que el alma sólo soñaba con volver a sentirse viva. Sin culpa, sin temor, sin muerte...

Cita:

Ya ves qué pronto se han juntado esos dos... Y ya ves cómo se esforzaron en rescatarme

Sin Él...

Pero todo seguía ahí, reprimiéndola y haciéndola incapaz. De súbito se llevó una mano a la sién, negando lánguida con los ojos cerrados y el ceño levemente fruncido. Recordar a Herkus se hacía cada vez más insufrible. Le anhelaba, pero ahora además le infundía un profundo pavor. No sentirse capaz de proteger o salvar absolutamente nada la corroía por dentro. Se sentía inútil, falsa, poderosa y a la vez temida, con la realidad de que apenas podía abarcar algo entre sus manos manchadas de sangre. Pero si lo único verdadero que llegaba a abarcar era Esa Holöpanen, no iba a darle más motivos al reciente vampiro, o a cualquier otro, para arrebatárselo de las manos y convertirlo en cenizas.

Negó de nuevo, turbada.

Eres patética...

- Lo siento... Lo siento. No... No puedo... - ¿No puedes "qué"...? - Se mordió el labio, incapaz de sostenerle la mirada y, tal vez queriendo alimentar su vaga seguridad, tal vez buscando una excusa para no tener que darle una explicación, se abrazó a él por la cintura aferrándose a su pecho - Eres el hombre más bueno que conozco... Desaparecería de donde estuviera si alguna vez supiese que he podido hacerte daño, cuando sólo te debo a tí el aire que respiro. No tengo suficiente con una vida para agradecerte el bien que me has hecho y me estas haciendo - musitó, resguardada junto a su cuerpo - Tú lucha. Sigue vivo, Esa... Será lo más grande y lo más hermoso que me hayas regalado nunca. (...) Te quiero muchísimo...

Notas de juego

Lo siento... Pero te jodes XDDDDDDDDDDDD Se nota que llevo semanas sin postear y he acabao un examen XDDDDDDDDDD

Cargando editor
10/02/2009, 23:30
Antti Koivusaari

Aunque Esa había estado con cientos (sin exagerar) de mujeres antes que con Alexa, con ella las "señales" eran distintas: Parecían increíbles, nuevas... Le ponían nervioso de un modo en que no se había puesto desde los catorce años, cuando perdió la virginidad en el sofá de la chica macarra de la clase, cuyo nombre no recordaba, y probablemente no sabría señalarla en la fotografía de grupo si no fuera porque era la única que vestía una cazadora de cuero... Era del mismo modo, sí, pero mucho más potente... Pues aquello le recorría de pies a cabeza, y podría catalogarlo de "hermoso".

Sus ojos se enredaron con los de ella durante la mirada. El temblor se transformó en una respiración fuerte pero pausada por la nariz mientras no sabía si armarse de valor para hacerlo o evitarlo, (Dios sabe porqué demonios... O por qué vampiros). Tragó de nuevo y su ceño se frunció un poco mientras sus ojos se abrían al oir el "no puedo".

¿¡No puede...!? ¿¡No puede QUÉ!? -en realidad lo sabía... Tanta charla con Falken le había enseñado mucho sobre las mujeres... Pero aunque no lo parecía, bajo dos metros de estrella del metal habitualmente enfundado en cuero y vestido con camisetas de mensajes obscenos, había cierta inocencia y modestia. Difícil de ver, pero presente. Cuando Alexa se abrazó a su cintura, pudo sentir el corazón desbocado en el pecho, y, vacilante, sin saber si estallar de ira, en llanto o en carcajadas por lo absurdo de su respeto hacia Herkus, acabó posando sus manos en ella, frotándole la espalda y cerrando los ojos mientras no podía verle, tragando y resignándose casi al mismo tiempo que había empezado a ilusionarse...

Mejor así, "tigre"... No quieras recordar un beso suyo en éste mismo día...

Empezó a recorrer la larga melena con la palma de la mano... Su olor era puro opio... Y su voz ambrosía. "Enamórate y luego me hablas sobre las tonterías, vikingo"... "Enamorarse es para mariconas". Falken se reiría ahora...

- Solo hay una forma de que tu pudieras hacerme daño, nena... -tragaba saliva. Y se tragaba sus palabras, las que una vez le dijo a Adrien- Y... -no era un experto disimulando ni tragándose lo que pensaba o sentía, más bien le resultaba algo bastante imposible- Sería si supiera que eres infeliz. No intentes parecer más feliz para complacerme... Porque no me alejaré de tí... Y me daré cuenta. Pero tranquila... -esbozó una sonrisa triste, atrapando un mechón de la húngara entre los dedos, observando el brillo que se proyectaba en las ondas provocadas por su propia presa...- Entonces haré lo que sea para estar bien. No hace falta que me lo digas tú: Voy a luchar, encanto. Y será por los dos. Te guste o no.

Tomó aire y apretó los dientes, en una breve pausa. Luego enarcó las cejas.

- ¿Sabes...? A éste machote le hace falta una ducha fría. Y tú... -la apartó, cogiéndola suavemente de los hombros y mirándola. No forzó alegría, estaba mal e intentar ocultarlo era un insulto a Lex para su gusto- Tú necesitas una ducha fría, un baño relajante en las termas, ponerte ropa limpia y dormir un poco.

Se puso en pie casi de un salto, agitando los brazos y dando un par de saltos para relajar la tensión, como si estuviese calentando antes de un ejercicio. Luego extendió las manos cogiendo las de Lex y tirando de ellas para que se pusiera en pie, dejándole a escasos centimetros de él, cercanía que él aprovechó para decir, decidido:

- Y no me discutas. Soy mayor que tú y sé más, ¿hmm? -alzó las cejas, dando una respuesta positiva por sentado. Adrien el invencible... Ahí estaba su relevo. Alguien tendría fé y fuerzas a todas horas. Sonrió a Alexa, revolviéndole el pelo para después llevar una mano a su nuca y atraerla hasta poder besarle la frente, deteniéndose en ello menos de lo que le habría gustado...

Cargando editor
11/02/2009, 01:16
[Lex Czigany]

A Alexandra Czigany sólo le faltó ronronear como un gatito. Uno de las cosas molonas que tenía el llevar el pelo tan largo era que a la gente le daba por acariciarlo. Y eso era justo lo que buscaba. Y juraría que el finlandés le leía la mente y hacía y decía justo lo que a ella le agradaba. Las caricias eran tan relajantes, las palabras tan dulces, que podría quedarse ahí días enteros.

Joder, me odio... ¿Por qué demonios siento tanta frustración? Me gusta. No. Quiero decir... Osea. Mierda, no sé en qué estaba pensando... Derrepente siento un cúmulo de frustración sobre mi cabeza...

Cita:

Tú necesitas una ducha fría

TIERRA TRÁGAME, SE HA DADO CUENTA.

Al cogerle las manos, éste pudo notar que sudaban y temblaban ligeramente. ¿Nerviosa? No... Hecha un flan. Una vez en pie, alternó los ojos entre él y el alfombrado blanco, asintiendo repetidamente con los labios apretados, hecha un mar de dudas. Estaba muy segura de estar haciendo lo correcto, pero no sentía esa serenidad que solía acompañar a dicha actitud. Francamente, no le apetecía tirar a su bola por el hotel y tampoco de abandonar aquella compañía. Hacía días que su mente no trabajaba como de costumbre, y tenía bastantes motivos para no pegar ojo. Y uno de ellos era Antti, y otro de ellos era el grupo que quedaba por llegar...

No me gusta... No sé por qué me como tanto la cabeza, no puedo colarme por otro tío...

- Okey... Pero que conste que lo de ser mayor no me intimida. Hoy ha coincidido con que tienes razón - sonrió un poco, valentona pero bromista. No sabía qué hacer para subirle el ánimo. O sí... Pero los nervios volvieron a subirle a la garganta cuando, no contento con su perfecta atención, le besó el cabello. Alex perdió la vista en la nieve, entornando los ojos... - Entonces... - comenzó, volviendo a mirarle a la cara, encogiendo un hombro - Te acompaño a los baños. Además... Quiero echarle un vistazo a la herida que llevas. Si estás estresado deberías tomarte algo para templarte... - Una cosa estaba clara, y era que el actual Koivusaari le preocupaba sobremanera. Ni quería dejarlo sólo, ni quería que éste la dejara sóla. Trabajaba como una especie de panacea...

¿Dios, me estas viendo...? Porque preferiría que te taparas los ojos...

Cargando editor
29/07/2009, 00:47
Nadra Oluwatobi

El desayuno había estado mucho mejor de lo que cabía esperar con todo lo que había acontecido y ahora, necesitaba un poco de tiempo para recapacitar y plantearme bien las cosas. Adentro no estaba mejor que afuera, quizás cambiaba un poco la temperatura pero para efectos prácticos a mí me significaba lo mismo: sentir frío y en ese caso, era mejor estar afuera. Roan decidió ir dentro, lo miré a los ojos y con un dedo índice largo y como el ébano, le advertí:

-Cuidado con lo que haces, no quiero que nadie te haga nada y si queremos que eso suceda, mejor que no te metas con nadie...-le sonreí, revolví su cabello y lo observé partir con la firme promesa de portarse bien.

Una vez que lo vi adentrarse en el hotel, respiré profundo y me encaminé unos pasos más allá. El paisaje era hermoso si se le veía de otro modo, si no pensabas en que eras una rehén de tus propios poderes en un lugar que poco de alegre tenía; busqué con la mirada un lugar donde sentarme y pensar un poco, el mono iba bien, no sentía mucho frío. Por fin, a unos cuantos pasos y de espaldas al hotel, encontré un árbol con un gran tronco, muchos años debía tener; quizás no era tan alto pero si reconfortable para recargar la espalda a él. Me senté, doblé ambas piernas y respiré profundo cerrando los ojos y poniendo mi mentón sobre mis rodillas.

Cargando editor
29/07/2009, 18:01
Andrea Scerri

A veces añoraba el sol, cuando las tardes caían grises y pesadas sobre la ciudad, echaba de menos las limpias y claras playas de mi hogar, sentarme sobre aquel acantilado y dejar de pensar, acunarme en la soledad del atardecer, mientras sentía penetrar en mi piel los últimos rayos del día regalados por el astro. Por eso necesitaba salir con urgencia de aquel hotel.

Caminé sin encontrarme con nadie hasta dar por fin con la salida, el lugar donde me había dejado aquella hermosa mujer que me despidió con un cálido beso, ¿Dónde estará ahora?, pensamientos que vienen y van con el vaivén de las circunstancias, libremente manejados por una mente cansada de contenerlos. Me adentré en el adyacente bosque, agachándome para agarrar un buen puñado de nieve con las dos manos, moldeándolo con delicadeza, para después arrojarlo con fuerza contra el aire, ojalá la nada consumiera mis recuerdos como en la bonita historia de Michael Ende. Frunzo el ceño, ¿tanto he cambiado?, cuando era un niño siempre supe el nombre que le hubiera puesto a la emperatriz.

Rodeé la impresionante edificación, pues no quería acercarme al pueblo, y entonces la vi, allí sola, triste, era imposible escapar de todo, la promesa que le hice al griego en un momento de debilidad. Voy hacia ella, obligado por mi propio cuerpo, hipnotizado por la vida, expectantemente pasivo. Me quito el abrigo que había cogido para salir al exterior, pues el frío se hace más intenso fuera.

Deberías tener cuidado al salir y abrigarte más digo cuando estoy casi al lado, en voz baja, para no sobresaltarla, mientras coloco la prenda sobre sus rodillas con una sencilla sonrisa mientras me mantengo acuclillado frente a ella, empezando una partida que nunca termino. Mi dedo dibuja trazos inconexos sobre la limpia nieve que nos rodea, sin dejar de mirarla, pues esa es la primera regla.

Cargando editor
29/07/2009, 18:13
Nadra Oluwatobi

Había enviado la cabeza muy lejos de allí, la conversación con Sven me había puesto a pensar de nuevo en Laniece, tras los parpádos cerrados estaba aquella carita hermosa, si, aunque no tuviera el mismo color de piel que Roan y yo, era hermosa. Sus manitas suaves, su cabello, todo en Laniece estaba allí, primero perfecto y luego, luego del viaje en aquella maldita barcaza, todas las heridas y no sólo las del alma. Ojalá hubiera podido evitarle aquello a Roan pero estaba segura que como yo, él tampoco lo olvidaría.

Una voz me hizo sobresaltar, abrí los ojos un tanto alarmada y costándome acostumbrarme a la claridad nevada, entonces me encontré con esos ojos verdes que ya se habían posado una vez sobre los míos, no pude responderle de inmediato, la tristeza que me invadía estaba demasiado presente, el dolor se hacía fisico en mi garganta a modo de nudo. Bajé la mirada a sus labios unos instantes y pensé en su beso y por primera vez pensé que quizás había sido dado como se le da a una hermana, a un padre, a un hijo, como a veces yo besaba a Roan. Sujeté el abrigo con una mano sobre mis rodillas para que no cayera.

-¿Cuál es tu historia? ¿Qué te apena?

Intenté sonreírle pero era imposible, soltar una sonrisa era casi doloroso después de aquella mañana con Sebastian, hablando de tantas cosas y terminando todo del modo en que había terminado, era imposible porque mi cabeza estaba concentrada en Laniece, en Roan, en lo que pasaría si no podía cuidar del único hijo que me quedaba. Sonreír significaba quitarme el alma y volverméla a poner luego.

-Aunque no estoy acostumbrada, soporto bastante esto...-tragué saliva sin dejar de mirarme en sus ojos verdes.-Gracias pero no quiero que tengas frío. Allá dentro no se está mucho más caliente.

Y al fin sonreí, quizás forzadamente pero lo conseguí.

-¿Te sentías como un león enjaulado? Yo sí, cada vez que cruzo la puerta, me siento como una presidaria y además, observada en todo momento-hice una seña a mi lado, retirando mi vista de sus ojos y mirando sus dedos juguetear con la nieve.-Sientáte, podemos compartir el abrigo si quieres... Y no te cobraré por ello.

-¡Una broma! Para esas estoy...

Cargando editor
29/07/2009, 22:47
Andrea Scerri

Seguir los gestos es mi trabajo, ya un hábito al que no sé cuándo podré renunciar, tan arraigado como respirar. Esa mirada, esa pena que se marcaba en sus suaves rasgos de ébano, esculpiendo el interior de aquella mujer que fue obligada a crecer antes de desearlo.

Esquivé su mirada a propósito, dando una tregua a la razón que suavemente se adormecía acunada por el frío que a veces me obligaba a sentir. Justo cuando mis ojos decidieron alzarse, su sonrisa cambio sutilmente el paisaje que la rodeaba, y escribí un sencillo hola en la nieve, pues se movían rápidos y precisos, tal y como habían sido entrenados, como si acabaran de conocerla.

¿Un león? estaba lejos de sentirme así, miré a ambos lados antes de dejarme caer finalmente en el mismo sitio donde estaba, rechazando implícitamente su invitación, Enjaulado por un carcelero invisible, pero me cuesta identificarme con tan hermoso animal respondí con un leve asentimiento de cabeza. Cruzo mis piernas y señalo el sitio que me había ofrecido, clavando ahora si la mirada de manera despiadada, mostrando la agresividad de quien no teme a la derrota y lucha cada ficha que es depositada sobre el tapete.

Sería demasiado peligroso que me sentara junto a ti

Un susurro que gobierna el silencio de la naturaleza, que tal vez sea capaz de dominar a la propia naturaleza, cada uno se impone los guardianes que él mismo crea.

Cargando editor
29/07/2009, 22:59
Nadra Oluwatobi

Se dejó caer frente a mí, de algún modo me lo esperaba... No, en realidad no pero estaba bien, no podíamos ser todos amigos de todos. Siempre he pensado que cuando hay un grupo de personas muy grande como por ejemplo en un equipo de fútbol, no tienen por qué caerse bien entre todos. Lo vi nuevamente, su imagen ante mí, guardando los millones de recuerdos que tenía, la edad en los ojos porque en el cuerpo Andrea podía ser todo lo joven que quisiera pero por dentro, por dentro los siglos pesaban toneladas y eso podía sentirlo sin necesidad de tocarlo. Estaba pensando en el león, en la grácil agilidad de éste, en su belleza como bien mentaba el italiano cuando sus palabras en susurro me sacaron de aquella ensoñación.

Me acerqué un poco a él, clavando mis ojos en los suyos, en aquella mirada verde y ahora glacial que acompañaba a sus gestos, no se sentía un león pero sus movimientos eran como los de los felinos aguardando a la presa, quasi estudiados, no dejaba nada al azar o quizás irónicamente sí. Aguardé antes de decir nada, aunque abrí la boca en la clara expresión de alguien que iba a decir algo pero lo detiene, lo hice durante algunos segundos, quizás una eternidad para los dos y solté el abrigo aunque éste no resbaló.

-Aquí todo el mundo es muy misterioso-me quejé por fin sin dejar de mirarle a los ojos, no tenía nada que ocultar.-¿Por qué sería peligroso? Y date cuenta, Andrea, que he hecho una pregunta directa, quiero una respuesta directa y después pediré otra más.

No me retiré, si era peligroso que estuviera sentado junto a mí, también lo era que estuviera enfrente y a escasos centímetros pero no me gustaban ni las amenazas, ni las advertencias y me sentía furiosa con él... Bueno, quizás estaba exagerando pero eran demasiadas cosas, a saber cuáles eran sus poderes, ni siquiera estaba segura de los míos pero si de los de mi hijo y sabía que podían ser desastrosos si se usaban con maldad. Esperaba su respuesta y trataba de permanecer callada pero no podía.

-Todo el mundo parece ocultar algo y tú me parecías alguien en quien confiar, quizás he pedido demasiado... Si te supongo una molestia, lo dices y aquí se terminó esta charla.

En otro momento me habría levantado y me habría ido, con cualquier otra persona, me habría ido pero estaba clavada, mi cuerpo no quería moverse, ni siquiera para retirar mis ojos de los suyos, ni siquiera era consciente de lo que le estaba pidiendo pero una parte de mí me decía que no quería más secretos, que no estaba dispuesta. Laniece no se lo merecía, Roan no se lo merecía; quizás ella sí pero ahora haría lo posible por ir siempre de frente, pasara lo que pasara y Andrea no se lo iba a impedir.