Partida Rol por web

- Jolene...

Vuelta a la realidad, muchos años antes en el Icehotel...

- ...mala - sentenciaba.

Jolene mala...

Taylor no había vuelto a hablar con Lolita Dryden desde aquel episodio en el bar. Allí la trató como la mamarracha malcriada que le pareció en ese momento,...y ella, orgullosa, se revovió: una reacción lógica, al fin y al cabo. Sin embargo, lo que ahora le muestra Victoria poco tiene que ver con la teenager rabiosamente altiva y hermosa.

A lo largo del cuello se marcan la cuerdas, producto de la tensión. Taylor gime con los dientes apretados, agachando la cabeza como si alguien le hubiese endiñado una cadena de bola a modo de collar. Con los ojos cerrados, cede...y sólo cuando la visión termina repara en que quizá estaba apretando con demasiada fuerza la pequeña mano de su hija.

- Lo...lo siento, Vicky...- dice mientras recupera el aliento y establece nexos a contrarreloj. Si su cabeza estaba hecha un puto vertedero...¿cómo estaría de Victoria?. Jolene era un asunto del que preocuparse, desde luego, pero no había tiempo para explicaciones.
Lo verdaderamente importante era que, justo cuando se terminaba de ver lo que guardaba una puerta, ésta se cerraba...abriéndose otra: aquello significaba la certeza de qué ocurriría si se cruzaban los brazos...y sólo por eso, Taylor se muestra - dentro de la turbación - moderadamente sosegado.

Él no se cruzaría de brazos. No vería morir a su hija.

- Bien, Vic...Lo estás haciendo de maravilla.- su tono ha cambiado. No hay ahora ramalazo alguno de concurso barato con escenarios psicodélicos. Una ronda más. Sólo una...
- Vamos a cambiar un poco las reglas del juego, ¿vale?.

¿Para qué alargarlo? Alguna vez tenía que empujarla a aquello...y no debería dilatarlo más. Sufre por ella, por su niña, forzada de nuevo a la tortura. Taylor acaricia esas manitas muertas con los pulgares, se inclina hacia delante y besa la frente fría: con eso beso vá el látigo lacerante.

- Sabes quienes son, ¿verdad, Vicky?...- pregunta conociendo la respuesta, con la misma angustia del que se enfrenta a un cable azul, uno rojo y las tijeras en la mano.

- Cuéntaselo todo a Papá...

La reacción ante aquellas imágenes fue inmediata...

-Billy...

Victoria fijó sus ojos en los de su padre, y algo en la expresión de la niña cambió tras un par de sacudidas violentas que debieron ser sollozos...

- ¿¡Qué coño es ésto, William!? - un entorno completamente oscuro... Todo se movía alrededor, pero los ojos eran ciegos. Aquella mujer gritaba como si acabase de fumar todos los cigarros del mundo...
- Es una niña - la voz sosegada del asesino de "Polly"...
- ¿¡Pero qué carajo hace aquí!? ¡No puedes traerte a casa una cría, como si fuese un mapache o un gato, joder... Vamos a llamar a la poli...
- ¡DEJA EL PUTO TELÉFONO, MAMÁ!

(...)

- Billy... Deja eso... ¿Quieres...? Mira: Cuelgo el teléfono... - la mujer hablaba con suma precaución, temerosa de lo que su hijo estuviera haciendo.
- Ella quería venir conmigo, mamá... No la secuestré. La salvé. No tienes ni idea de lo que han hecho con ella... - la voz le tembló, estaba a punto de llorar.
- Dios mío, Billy... ¿Te has traído a ésta cría de Gelus Virica...? No puede ser... William... ¿Sabes lo que nos puede pasar...?
- ¡CÁLLATE!

(...)

- ¿Por... Porqué está así la niña...?
- Es uno de los Veintitrés... Al Faraón le urgía su poder, así que... Le hizo ésto... Ella no era más que un cigoto muerto en el vientre de su madre... - Billy parecía realmente alicaído, su madre ya se había calmado, al parecer.
- ¿El Faraón, el Faraón Verde...? Dios mío, William... ¿Qué has hecho...? - se tomaba un momento para respirar e intentar calmarse - ¿Qué poder tiene ésta niña...?
- ¿Recuerdas a aquel soldado que podía anular los poderes de otros mutantes? Ella es lo contrario... Puede activarlos... No hay forma de eludir su poder, ni en las zonas de silencio, ni con el poder del soldado... El Faraón la quiere usar para localizar mutantes, para desmoralizar a los Infectados... Está a medio hacer, quería hacerla crecer hasta la edad adulta para convertirla en su soldado... Vi que las alarmas fueron descuidadas... Y me la llevé...
- Y nos has condenado a muerte...
- (...) Eso ya lo sabíamos... Estoy infectado, no tardarán en descubrirlo... Pero si por lo menos podemos darle una cena y un muñeco para que juegue... Al menos unos minutos... Bautizarla... No moriría como un arma, un artefacto...

- ...bueno. Oskar...

- No puedes salir a la calle, Polly... - la voz rasgada de Obituary, ésta vez se veía la nieve a través de la carcomida ventana en cuyo alfeizar estaba subida - Tú y yo somos distintos... La gente no nos quiere... Pero a ti podrían quererte. Todavía puedes ser como ellos, y para eso tienes que obedecerme y no escaparte más...

- ...bueno.

Bueno o malo. Si todo fuese tan sencillo...

Yin-yang, Black & White,...y una mierda. Taylor acababa de descubrir que en aquella historia - la suya, la de Vicky - existían tonalidades grises. Y lo hace no sin cierta decepción: en parte, creía que el Sello de la Puta se había roto por un vínculo especial entre ellos, un nexo que hacía palidecer el poder de un dios corrupto. Pero no: aquel era SU don, y, aparte de extraordinario, podían ser muchos otros los objetos de su beneficio. Eso metía a Taylor en el saco y le convertía en un más en el montón.

- Basta por hoy.- dice apartándose de la forma más suave que la turbación le permite. La palabras salen con angustia de su boca, como si hubiese aguantado un minuto la respiración...., y la mano derecha tiembla.
Agitado, respirando a chupitos, agarra la muñeca afectada con la izquierda y cambia la mirada del suelo a los ojos de Victoria.

- Oskar...Nunca escuché a nadie llamarlo por ese nombre.- y quizá fuese porque no había captado en Obituary rasgo alguno de humanidad. Ahora lo percibe con ojos distintos, estableciendo dolorosas similitudes con su hija, imaginando un pasado semejante para ambos.
Sea como fuere, aquel Faraón Verde era - siempre lo había sido - clave en esta maraña cada vez más desenredada. Y tanto Vic como Obituary podían tener las llaves de su puerta.

Taylor sabe cuando, dónde y por qué La Rabia emerge o amaina. Ahora arrecia y, aunque conoce las variables que la alteran, resulta incontrolable en el caldo que Ella prefiere. Por eso la mano tiembla...

...y por eso no debe permanecer mucho más, de momento, al lado de su niña.

-Escucha, Victoria.- la yema del índice izquierdo se lleva una lágrima.- Dentro de poco, horas, un par de días, tendré que...que ir a trabajar, y posiblemente María también tenga que salir. ¿Estás agusto con el abuelo de Amber?.

Es difícil poner la mente en blanco...., pero Taylor lo intenta. No quiere pensar en Arty, una limusina y una pistola. Eso lo deja para más tarde, a solas con el gran hombre: es lo único que puede hacer ya por Art Connor. Lavar su nombre y dejarle claro a Arthur Dryden que se equivocó con su amigo.

Sólo eso, ni más ni menos.

-Voy a arrepentirme de esto mientras viva...

Taylor habla para sí. Chasquea la lengua y, mirando al suelo, niega con la cabeza. Emma huele de maravilla: no parece llevar encima ninguno de esos perfumes caros y empalagosos que las putas de alto standing se aplicaban con la yema de los dedos en el cuello. Tampoco le viene el olor a Gruppie: algodón de azúcar mezclado con alcohol de 96 grados. Emma huele a Emma,...y eso es lo peor de todo.

Se pasa la mano por el pelo y se arrasca la nuca. Alza la vista y deshace el contacto. No tiene ni idea de donde saca el valor para hacer lo está a punto de ocurrir.

-Escucha, Emma. Nos conocemos poco, pero lo suficiente como para saber que no eres mujer a la que le guste perder el tiempo. Así que iré al grano.

Taylor habla despacio e intenta vocalizar. El acento L.A aquí es ruido. Es evidente que se siente incómodo, pero no como lo estaría un pipiolo a punto de perder la virginidad; en realidad se trata de lo irritante que resulta el estar a un paso de perder una gran ocasión: un runnig back que se pisa los cordones a drede a medio metro de la linea de Touch down.

-Desde que te ví he deseado acostarme contigo. Aún recuerdo la foto que me enseñaste, ¿sabes?. Y creo...- ahora Taylor se acerca, a un palmo escaso, y la mira directamente a los ojos.-...que tú lo deseas también.

Victoria. Maria. Ropas ensangrentadas. Por ese orden. ¿O no es eso más que un intento por vanalizar lo evidente?: en realidad, todo se reducía a que lo que más quería ya no era él mismo. Así, todo se complica.

-Mi hija..., tengo que verla. La dejé con Mr. Dryden y...no sé...necesito saber que se encuentra bien.

Emma se puso seria al ver que la cosa iría de conversaciones, incluso se adelantó y echó los brazos sobre los hombros de Taylor cuando él recortó la distancia entre ambos, para finalmente tomar una postura de cierta decepción: El peso cargado sobre la pierna derecha, la cabeza ladeada al lado contrario y los brazos cruzados.

- Dios... Por éste me divorsié d'Antti: Estreias rock y ninios, sempre igual -negó con la cabeza, con una sonrisa comprensiva. Suspiró, resignada. Algún día encontraría a la bestia insaciable que andaba buscando, pero por lo visto se había vuelto a equivocar- Victoria e Amber estén en mi casa, con mi hermana e Jolene. Iban a comprar cosa de navidad. Pero... Si yo te lleva... -se sentó en la cama, cruzando una de sus largas y esbeltas piernas sobre la otra con deliberada lentitud, bajando el mentón y encogiendo los hombros mientras la espalda se echa hacia delante, las palmas sobre la manta de piel- ¿Pasamos el noche en cama mía? -sonrió. No era obligatorio hacer aquello... Pero no estaría mal.

Taylor no tenía nada que envidiarle a Michael Douglas en "Instinto Básico": ese cruce de piernas había reventado el indicador de testosterona que Hawkins llevaba implantado en su pezoncillo izquierdo, empitonando dicho apéndice en señal de excitación grado 5.
¿Sharon Stone? Una yonki purulenta comparado con la nórdica.

-Qué buena estás...- pensó en voz alta, mientras imaginaba un experimento. Uno brutal, de imposible rechazo. Morbo de morbos:

Si las visiones son tan acojonantes con sólo tocarlos...¿cómo serán estando..."dentro"?

En realidad, no quiere ni pensarlo. Sólo el hecho de contemplarlo como posibilidad real le erizaba el vello de la nuca. Emma, por tanto, no sólo se convertía en válvula de escape para ese instinto primario -reprimido durante semanas-..., sino en cobaya de laboratorio. Taylor se acerca a la cama, despacio pero sin teatros, resuelto, y se arrodilla frente a ella. Coloca sus manos expertas sobre las rodillas de aquel regalo divino y, sin dejar de mirarla a los ojos, empuja hacia los lados.

-¿Qué vas a hacer la próxima hora y media?

- ¿Qué hago...? -Emma sonríe, no opone resistencia al momento en que Taylor abre sus piernas, pero no se deja llevar tal cual, ella las mueve y luce unos muslos tensos, esbeltos y trabajados con ejercicio. Su mirada invita a no seguir preguntando- Hago -continúa, paladeando las palabras e inclinándose hacia Taylor, pasando una caricia del dedo índice desde el cuello hasta el mentón del batería- lo que tu quieres que yo hago...

Fue entonces cuando entreabrió los labios y los acercó, resuelta, a los de Taylor, rozando los suyos sin llegar a juntarlos, dejándole sentir un aliento cálido y, por lo visto con sabor a Vodka Cherry recién tomado, puede que a la salud de Falken.

En cambio, otra imagen asalta dolorosamente a Taylor. No es una visión, no ésta vez, al menos de las que muestran el pasado o el futuro. Su hija está en otro lugar, y lejos de él, con una chica que, él lo ha visto, sería capaz de asesinar a su propia hija o llevarse la vida de Victoria intentándolo... La imagen de la adolescente del jersey rojo cayendo por la escalera se repite en la mente de Hawkins... Ha visto a su hija morir siendo una adolescente, la ha visto siendo una mujer hermosa, pero no sabe cuál de esos destinos -acaso ninguno de ellos- es el que espera a la niña...

Woody Allen era un tipo listo.
Él decía que "sólo existen dos cosas importantes en la vida: la primera es el sexo y la segunda...La segunda no me acuerdo".

Taylor siempre había pensado que aquel enano cabrón, feo con avaricia, llevababa parte de razón. Parte. Ahora, con los labios de Emma tan cerca de los suyos, aquel Tsunami hormonal no puede llevarse por delante el edificio -de reciente construcción- que representa su responsabilidad parental: no podía seguir parapetándose en la excusa barata de una visión tan a largo plazo, porque el conocimiento verdadero que obtenía de sus precogniciones no era el cuando, si no el qué.
Amber podría llegar a vieja. Lo único cierto es que a su madre le hacían masa varios cables en la cabeza. A diferencia del pequeño Señor Allen, Hawkins sí que se acuerda.

-Tú lo has querido.- sonríe travieso, sin poder apartar una sombra del gesto. Aún de rodillas, las manos se le van a las nalgas de la nórdica y la trae para sí. Tampoco roza su piel cuando ladea la cabeza evitando -juguetón- los labios, apartando el pelo, respirando sobre esa venita palpitante que recorre su cuello.- Estoy harto de este sitio. Larguémonos.

Al fin logra apartarse, y lo hace como quien se arranca de un tirón la cera depilatoria: rápido para que no duela tanto. Se pone en pié y ofrece su mano. Es hora de sacar al Hawkins clásico, el que bromea para ocultar el miedo, el que desvía atenciones para tapar intenciones.

-Está mal que yo lo diga pero...aquí abajo tengo algo que se podría clasificar como "animal de compañía". De hecho deberíamos buscar a Lockhart para que le ponga el chip.- Taylor ríe. Le sale bien, no es mal actor.- Es broma. Vamos a tu casa.

Tras unas risillas entre divertidas y complacidas, Emma accede a la propuesta de Hawkins. La jinete de mushing prefiere no ponerles chips a sus animalitos de compañía: Sabe que volverían a ella con hambre.
Acepta su mano y echa a andar por delante del californiano, contoneándose como solo sabe hacerlo una mujer que sabe que ha ganado lo que quería, derrochando triunfo en cada uno de los movimientos de sus caderas.
Al alcanzar la salida del Icehotel, la mujer con un simple silbato reordena a los perros del trineo, los ata y luego ayuda a Taylor a acomodarse. Finalmente se ponen en marcha...

Para algunos la sensación punzante que el frío les provocó, sumado al sobresalto por oír súbitamente el megáfono, fue un verdadero alivio: Significaba que seguían con vida. Para otros, quizás ese mismo empezara a ser el problema. La última misión había resultado peligrosa para cada uno de ellos...

Dorian no tenía claro cuando perdió el conocimiento. Le llega un recuerdo distante, como una voz susurrando tras una puerta, de que Hawkins palideció demasiado y él hizo cuanto pudo para que no muriera... Pero en el proceso, ambos se desmayaron, ya que éste último sufrió una extrasístoles tal que cualquiera que no hubiese sido asistido por el poder sanador del repentino visitante, habría muerto fulminado.

Michael recordaba haber llegado al hotel más nervioso que de costumbre. Antes que nada pasó por el bar, abrió una botella de Absolut, se bebió buena parte de su contenido prácticamente de trago, se quitó toda aquella sangre de encima con una ducha a conciencia y decidió cerrarle los ojos a aquel fastuoso día en la cama de su habitación, que de pronto le parecía confortable. El día anterior habría acabado mejor de no ser porque sus compañeros tenían la mala costumbre de obrar exactamente lo que se les advertía que no hicieran... Pero ésta vez, al igual que cuando Marcos derrumbó el edificio, estuvo muy cerca.

Andrea, que desde luego tampoco tuvo su mejor día, fue el que más serenamente fue a dormir, luego de una curiosa conversación con una nueva persona embarcada en aquella locura... Otra persona deseosa de vivir. Naturalmente, por éste hecho, fue el último en poder dormirse. Vio como en la noche los acólitos de Isenhall traían inconscientes a Taylor y a quien él, en la penumbra, reconoció como a Balaguer. Más tarde entraría Michael, yendo como un autómata hacia la cama, eso sí: Perfectamente peinado y duchado.

Y ahí estaba el maldito megáfono. Quien fuera que se hubiese encargado de poner la música aquel día, desde luego no era Milo, porque la elección no era muy al estilo de Mike Oldfield de la vez anterior...

... Y de nuevo la musica, parece que empieza un nuevo dia, pero la bajada de adrenalina de despues que casi te maten por que tus supuestos compañeros son una pandilla de incompetentes se parece bastante al dia despues de una fiesta en la que hayas ido de coca, y para pasar la mañana, hay dos opciones, o se sigue con ella... y parece que aqui sobra nieve, pero no de la que querria, quiza tendria que empezar a decir que sin ella no me funcionan mis habilidades, como ha hecho el impresentable de Taylor, i la otra posibilidad es tomarselo con calma

Me revuelvo un poco en la cama, palpando alrededor hasta encontrar lo que queda de la botella de vodka, pegandole un largo trago y despues dandome media vuelta y metiendo la cabeza debajo de la almohada, tratando de evitar el sonido de la megafonia

Abro los ojos, parpadeando unos instantes mientras distingo si la música aún forma parte del mundo onírico, más bien pensando si todo lo que me rodea pertenece a ese mundo, deseando que así fuera, pero por desgracia el frío y los sonidos y olores de los que me rodean me recuerdan demasiado a mi época de universitario.

Palpo con la mano a la altura del hombro donde Isenhall dejo su marca, para descender hasta encontrar el bolsillo donde se encuentra aquel pequeño frasco que me dieron. Efectivamente, allí se encontraba para terminar de confirmar lo que sabía. No me encuentro cansado, por lo menos algo es algo, y ayer después de todo, la cosa no salió tan mal como aparentó por momentos, así que rezaré porque por lo menos continúen así las cosas.

Me incorporo, colocando los pies a un lado de la cama, y echo un vistazo a mis durmientes o desmayados compañeros, desde luego no ayudan a levantar los ánimos. Tengo hambre, ¿Cuánto hace que no pruebo bocado? Me levanto intentando hacer el menor ruido posible, para no molestar demasiado, y salgo de la estancia que comparto con los “desconocidos”.

Ya habrá tiempo para conocerse, ahora prefiero estar un rato solo, pues ya he tenido demasiada convivencia para un tiempo.

Debería estar sonando por la puta megafonía el "Knockin'on Heaven's Door". O, más apropiado para la persona de Taylor Hawkins, el "Highway to Hell".
Aunque, ya que nos ponemos, no sería del todo inadecuado el "Back in Black"...porque estaba claro que había vuelto, que estaba vivo (la puñalada repentina de frío tras el sueño le advertía de que sus huevos habían adoptado el tamaño y la textura de un par de garbanzos), y que la cabeza empezaba a mezclar ideas confusas, pensamientos turbadores y recuerdos oscuros...como si su mente fuese una jodida hormigonera llena de mierda negra.

-Atreides...

Respiraba con ansia mientras, tumbado boca arriba, sus ojos recién abiertos empezaban a enfocar las imperfecciones formadas en la techumbre de hielo.
- Dicen que hay una luz al final del túnel...- murmura para sí, percatándose de un agudo dolor de garganta y la consiguiente afonía -..., pero tú sólo viste el puto túnel, ¿eh, vaquero?.

Mentira. De ser así no tendría ese vacío en el estómago y esa losa que le oprime el pecho. Había algo más en ese túnel, algo real y vivo. Un terror sin rostro pero con nombre,...ante el cual Taylor se había sentido pequeño hasta la insignificancia y horrorizado a unos niveles tan demenciales que convetían a Lovecraft en un escritor de novela rosa.

Hawkins se incopora sobre sus codos y echa un vistazo a la estancia y al resto de inquilinos: un par de salchichones gigantes embutidos, como él, en technopijamas. A decir verdad, poco le importa a Hawkins la identidad de sus compañeros de suite. Bastante tiene con hacer la digestión, y a fé que no es fácil: nacer siempre es doloroso.
Taylor se pone en pié y las rodillas protestan. Que se jodan también las putas rodillas y que aguanten: las pobres gilipollas no saben lo cerca que han estado de no volver a hacer juego.

- Shiny happy people holding hands...- canturrea en susurros secos que transforman acordes mayores en menores. Cuando alguien con tanto miedo canta algo tan optimista, suena realmente tétrico...

- Shiny happy people laughing...

...y cuando se han visto las fauces de Godzilla, poco acojonan las uñas de un gato. Isenhall debería ser juez de su cordura.

Por fin, tras mucho remolonear en la cama Michael se decide a levantarse, si la razon es falta de sueño o que el dedo de vodka que quedaba en la botella se ha acabado hace rato nunca se sabra.

Con un bostezo coge de la maleta el enorme neceser y se dirige al baño para ponerse a punto para el dia

Escucho las palabras de Madison a mi espalda, pero no detengo mi firme caminar, observando de reojo la que Lantana estaba montando en el pasillo, aún se me hace raro estar bajo el mismo techo que ella, aunque sea por poco tiempo, entre eso, la jodida canción que el rockero entonaba, y los dos metros de gilipollas, no me apetecía en absoluto detenerme en aquel lugar.

Así que desaparezco doblando la esquina hacia las habitaciones, lamentando mi decisión de haber hecho caso a Milo, puede que sea capaz de adaptarme a una gran cantidad de situaciones, pero mientras más gente me rodea, más solo me encuentro.

Siento los pasos de la joven canadiense, y no puedo evitar una ligera sonrisa, mientras abro la puerta de la habitación en la que he pasado la noche, aún se escucha el jaleo procedente del otro extremo del corredor.

Me giro unos instantes, y tras mirar a la chica, entro en la habitación, dejando la puerta abierta, deseando que no la cruce, temiendo que lo haga, ¿por ella? No lo sé.

Llego hasta el quicio, apoyándome en él, casi esperando que ahora exploto o algo, por lo serio de Sven al prevenirme, pero nada, me encuentro igual de bien que siempre, nada cansada… solo enfadadilla.

Levanto la mirada y ahí está. Suspiro armándome de valor y entro. Andrea… No esta nada bien ignorar a los amigos. Te estaba llamando... Frunzo el ceño, incómoda ahora. Jope, todavía nerviosa.

Aprieto los labios uno contra otro, cuanto antes lo suelte antes podré relajarme. No vengo a decirte que te quedes, porque… si te pasa algo por convencerte no me lo perdonaré nunca. Ya animé a Isabella, y ya he visto el resultado.

Mira, yo desperté en una cámara de gas con más gente, como las de los nazis y… esta gente fue y me rescató. Un hombre que ya no está, murió en otra misión. ¿Te acuerdas que hablamos de él el día que llegaste? Se llamaba Art… Ni siquiera pude darle las gracias. Me rasco el cuello del jersey, definitivamente esto no va a ser fácil.

Aquí intentan hacer cosas buenas… a veces lo consiguen. Aparto la mirada, triste, dolida Otras… pasan desgracias difíciles de asimilar… Mi Jake. Mi Alice. Levanto la vista un poco después.

Yo quiero pelear contra los que metieron a un niño de diez años en aquel sitio, conmigo. Se abrazaba a mí y me llamaba… tan asustado que partía el corazón. Las lágrimas brillan, un nudo en la garganta, no sé por qué lo digo… no sé si me servirá para dormir mejor. El pobre se puso muy malito por el gas y no… Aparto la mirada, limpiándome los ojos con brusquedad. Esto no sirve para nada Madison. Levanto la mirada, seria, resuelta que no rehecha. Centrando el tema, que parece que me estoy acostumbrando a desvirtuar.

A lo que voy es que, como ya has visto, hay personas de todo tipo dentro de este hotel, que te voy a contar… trago saliva, cogiendo aire, mucho mejor el cambio de tercio. Me encojo de hombros, eso sin contar los cambios de la noche a la mañana de los que te caen bien, como Rewell. Pero si te quieres ir o te quieres quedar, creo que no debería ser por una palabrota o los malos modos de otra persona. Sino por pensar que no puedes ayudar o que de verdad no sirve para nada lo que hacen. Si te digo la verdad, yo todavía estoy intentando averiguarlo. Bajo la cabeza, esa es la pura verdad. Ay, parece que el mal rato va pasando... y más rápido que de costumbre. El tono es más estable y la mirada más firme, seca.

Cuándo llevas más tiempo con ellos, a casi todos les encuentras algo bueno, sólo que tienden a esconderlo, creo que lo hacen para parecer menos vulnerables, no lo sé. Pero sí estoy segura de que la mayoría se merece una oportunidad, aunque se traten fatal siempre he visto que intentan hacer lo correcto en las misiones.... Independientemente del desenlace. Muerdo el labio inferior. Ya es algo, ¿no?

Te quiero Andrea, no me importa lo que digan, me iré contigo, adonde tú digas los ojos de la chica brillaban de emoción, rebosando sentimientos mientras me miraban. Eran azules, límpidos como un cielo de invierno, inocentes y leales mientras sus manos rodeaban mi cintura en aquella lejana playa. Yo miraba el batir de las olas.

Llevaba tres meses con ella, era preciosa, dulce, apasionada, le llegue a coger cariño, pero quería saber, quería conocer lo que Ella sintió, lo que sintió en aquel momento exacto, Voy a dejarte pronuncié aquellas palabras lentamente, mientras me giraba para mirarla a los ojos, y ver su desconcierto, su incredulidad,nunca me importaste noté como sus brazos se aflojaban, como se dejaba arrastrar por la desesperación de la incomprensión.

Me levanté, dejándola allí, ni siquiera me llamó Hijo de Puta, o Cabrón, ni siquiera eso

Ahora estaba seguro de a quien me recordaba Madison, y ahora entiendo porque nunca recuerdo lo que sentí en aquel momento, ahora lo entiendo. No sentí nada. ¿cómo había llegado hasta allí?, ¿qué me hiciste?, ¿qué me hice? Durante estos años he jugado a un juego de dolor y abandono, un espiral de destrucción ajena para evitar la mía, un juego en el que no quería ganar.

De pie, frente a aquella chica que hablaba de muerte y gases letales, me sentí tan estúpido, tan vacío, sus lágrimas eran tan sinceras, ¿dónde quedaron las mías?, tal vez tan lejos que nunca más las encuentre, tal vez estar aquí sea mi castigo, pero Él siempre te da una segunda oportunidad, eso decía mi madre, no una sencilla, pero está ahí para quien quiera cogerla. Había visto a Isenhall y su “amigo” hablar de intercambiarse cadáveres como si fueran piezas de ganado, y me sentí asqueado de que pudieran jugar con esa frialdad. ¿Acaso yo era tan diferente? Esperaba que por lo menos un poco.

Avancé un paso mientras con la mano izquierda bajaba ligeramente la cremallera de mi cuello, una pequeña cadena de plata con un crucifijo relució unos momentos antes de que la aferrara con fuerza, y de un tirón, la arrancara cerrando mi mano a su alrededor. Ya lo hago, ya confío en ti sus palabras, se mezclaban, yo confiaba en ella, la hubiera seguido al mismo infierno, sin dudarlo. Llego hasta la puerta, junto a la canadiense, bajando la mirada para encontrarme con la suya, con una sonrisa dulce.

Eres… reprimí los deseos de estrecharla entre mis brazos, sé que no le gustaba, un encanto alargo la mano para terminar de limpiar una lágrima rebelde con el dedo pulgar, lo siento, te prometí que estaría a tu lado, y lo estaré puedes estar segura, para recorrer un camino, siempre hay que dar un primer paso.

Lo miro suspicaz cuando viene hacia mí, confusa al verlo arrancarse la cadena, preguntándole a sus ojos, en silencio, que está pensando ¿También él está perdiendo la cabeza?... encima tiene una sonrisa super bonita. Que día más largo voy a pasar….

Parpadeo cuando me hace el cumplido y me muerdo el labio inferior mientras quita los rastros de dolor que todavía quedan en mi rostro, apartando la mirada y cruzándome de brazos. A la defensiva es poco, vuelvo a su cara cuando termina de hablar, aprensiva.

Andrea, jolín, que no has entendido nada.

Que no, que por mí no… Niego con decisión la cabeza, frunciendo el ceño, ¡No quiero y no quiero! Que esto es muy grave Andrea... Piénsatelo un poco más y ya está, pero a mi no me digas esas cosas. Ya me estoy agobiando, quién me entienda hoy que me compre.

Suspiro, intentando pensar con claridad En serio, a mí ya me ayudaste ayer. Un montón. Asiento, lo que sea para que no me eche esa responsabilidad Te voy a considerar mi amigo aunque te vayas. Una de las idioteces más gratuitas desde que estás en este hotel, desde luego que sí. Aunque lo pienses… ¿Tenías que decirlo en voz alta? Ahora resulta que eres una bocazas… mira, lo has conseguido, te has puesto colorada. Intento sonreír y desvío la mirada hacia los pasillos, girándome… algo.. lo que sea, Madi… YA… ¿Pero qué? Ya sé… Me…. me voy a ver como está Dale. y empiezo a salir de la habitación en la que hace tanto calor aunque esté helada.