Partida Rol por web

De una habitación a otra, un explorador en este palacio de hielo, sin saber exactamente que es lo que busco, aunque es evidente que los que ocupan estas habitaciones llevan ya un tiempo por aquí, o por lo menos sabían que venían a este lugar.

Me siento como si invadiera la intimidad del ocupante de esta habitación, no es muy diferente a analizar a cada jugador de la partida, buscando detalles que lo descubran, algo que lo haga vulnerable para poder sacar la máxima ventaja posible, pero al mirar esas fotos, que por cierto, son bastante curiosas, especialmente las de la pareja vestidas con los trajes de época, bastante logrados, dicho sea de paso, no sé, no me siento cómodo.

Los mapas antiguos son interesantes, una auténtica rareza, aunque no puedo decir que sea un experto, busco por curiosidad si sale mi país, olvidado en casi todas las épocas, por lo menos sus nombres o sus habitantes, pero mucho más importante de lo que le gente se cree, me sorprendo a mi mismo por este acceso de patriotismo. Lo que realmente me sorprende es el crucifijo y el rosario, si Isenhall es un diosa como dicen, ¿permite otros cultos en su "templo"?, no deja de ser curioso, jugueteo unos momentos con el rosario, pero al tocarlo me siento extraño, como si no debería estar haciéndolo, así que ceso de hacerlo.

Por supuesto que no voy a abrir los baúles, pero casi pon instinto mis ojos siempre buscan las ansiadas cartas, tanto tiempo viviendo con ella, las echo de menos, aún recuerdo cuando me enseñó a hacer trampas, era buena haciéndolas, aunque siempre decía que no le hacían faltan para ganar, me prohibió hacerlas, y no se porque, pero lo cumplí, es curioso enseñar algo a alguien y pedirle que no lo use, era complicada.

- No es muy adecuado entrar en los aposentos que no son de uno, ¿no...? - la muchacha en la que Isenhall estaba convertida, aún con su aspecto juvenil y su ropa casual como en el templo, apareció en la puerta, comiéndose una tarrina de helado, como la chica más normal del mundo - ¿Qué haces aquí? Son los aposentos de mi querida Lior, no debes entrar sin su permiso o sin el mío, está mal... Sobre todo que toquetees su collar de rezar.

Me sobresalto al oir una voz a mi espaldas, y un escalofrío me recorre la espalda al comprobar de quien se trata, trago saliva, llevándome la mano a la nuca, como un niño que ha sido sorprendido en mitad de una travesura, creo que incluso me sonrojo, a estas alturas, Lo... lo siento acierto a balbucear, joder Andrea, contrólate, me yergo un poco, pero noto mi mano aún en la parte trasera de la cabeza, recolocando el pelo nerviosamente.

Sé...sé que esta mal, yo solo... esto no lo arreglo ni con mi mejor sonrisa, que es la que le intento mostrar a Isenhall, aunque no se si realmente ha quedado muy lograda, pues verdaderamente estoy avergonzado por haber entrado en este lugar buscaba una baraja de cartas, para entretenerme, las echo de menos, me dedicaba a jugar a las cartas antes de...bueno, antes de todo esto y aquí estoy, contándole parte de mi vida a esta mujer, o a esta diosa, aunque la sensación es algo así como estar enfrente de una cruel psicópata e intentar ligar con ella como un sabado noche en una discoteca, acojonado y embobado.

No quería tocar nada, lo siento de nuevo bajo la mano, enlazándola con la otra, no volverá a pasar, dile a Lior que lo siento, no quería tocar su collar de rezar, es que me sorprendió verlo aquí, mis padres son católicos ¿por qué sigo hablando con ella?, es que parece tan, tan normal, bueno, menos por el helado, que con el frío que hace, no sé como puede, y vaya estupidez de pensamiento, y hablándole de tú a tú y contándole más cosas, estupendo Andrea, Ya me voy, bueno...a fuera, fuera de la habitación sigue mejorando.

No se inmuta ante la sonrisa de Andrea, no varía su expresión de Monalisa más allá de helar con su penetrante mirada al maltés, mientras revuelve el helado con la cucharilla.

- Si sabes que eso se llama "rosario"... ¿Porqué lo llamas igual que yo? ¿Me tomas por tonta... O me haces la pelota?

Permite que Andrea reflexione, en realidad no quiere ninguna respuesta, no le interesa, pues cualquiera de las dos sería factible de imponer algún tipo de castigo.

- Tiene cartas. Una baraja muy especial, de hecho. Era una gran jugadora, según parece. Tuvo mucho tiempo para perfeccionar su técnica...

Se acerca a un cajón y extrae una baraja de cartas extraña de él...

- Se la dió un ángel para que abandonara su vicio por el juego, fué tan sencillo como maldecirla para que sólo pudiera usar ésta baraja para jugar... - dejó el helado sobre la mesa, te cogió la mano y te dejó caer las cartas poco a poco sobre la mano, de canto. Cada carta que caía abría un pequeño corte en tu piel, ni siquiera percibías dolor hasta que todo el fajo cayó y por la mano te caían gotas de sangre. Te las quitó entonces de las manos, las limpió y mientras tu herida se cauterizaba con el frío, ella guardó la baraja en su sitio - . El rosario está hecho con plata y mármol negro de Santiago, data del siglo XIV. El crucifijo está hecho de madera del Gólgota en que crucificaron a Jesús el Nazareno, perteneció a un Papa bizantino durante la época de las cruzadas... Son obsequios de su orden vaticana: La Orden del Treceavo Apostol. ¿Sabes a lo que se dedican desde que la iglesia es iglesia...? - coge el helado y se sienta en la cama, con calma - A destruir "monstruos". Así dió conmigo. ¡Venía a matarme...! - rió divertida - Debo reconocer que fué una rival increíble, incansable, no vi nada parecido desde Sanuye... Además, me entretenía, me gustaba conversar con ella y poner en práctica sus consejos. Pero ya no está, y me siento profundamente molesta por ello... - se apartó el pelo de la cara con un grácil movimiento de la cabeza y al tragar su cucharada de helado, concluyó: - Si una mujer besara a Sanuye... Se ganaría mi eterno desprecio, igual que si lo hiciera con Falken. Ahora realmente no lo sientes... Pero si entras de nuevo en ésta alcoba, lo sentirás de veras. Ya he satisfecho tu curiosidad, y podrías entretenerte con tus compañeros: No eres mejor que ellos como para creer que tienes derecho a despreciarles... Pero haz lo que te plazca.

Esbozó entonces una bonita sonrisa.

Es fascinante, aquella mirada me intimidaba, ni siquiera había pensado en porque había repetido sus palabras, supongo que me salió de manera instintiva el obedecerla, el decir lo mismo que ella, observo la baraja, y su contacto me intranquiliza, me provoca una desazón importante, se la dio un ángel, y yo creo aquello que me está contando aunque no tenga ninguna lógica.

Miro como las cartas van cayendo, aquella demostración de sadismo, una pequeña penitencia por haberme portado mal, el rojo y el blanco contrastan en mis ojos que la siguen en sus movimientos, casi me costaba respirar, escuchando hipnotizado la historia del rosario, la historia de la procedencia de aquella tal Lior, era absolutamente absurdo verla así, no era una joven, no era lo que aparentaba, pero su magnetismo era evidente, aspecto inocente, parecido al de esas jóvenes que veía por el campus, de esas chicas con las que siempre sueñas cuando eres un adolescente y las ves lejanas, rodeadas de una misteriosa luz que sabes que jamás podrás atravesar.

No los desprecio, ¿por qué piensas eso?, no me creo mejor que nadie, la humildad y el conocer mis limitaciones eran parte fundamental de mi manera de ganarme la vida, miro de nuevo mi mano manchada de sangre, y luego su rostro, debería callarme, es totalmente imprevisible, simplemente no me siento cómodo con tanta gente, no estoy acostumbrado, siempre he sido más bien solitario, necesito algo de tiempo, me justificaba, algo que nunca hago, me molesta hacerlo ante ella, así que miro de nuevo a mi alrededor.

No se me había pasado por alto su amenaza, ya me guardaría de no entrar de nuevo, ¿Dónde está?, ¿Qué le pasó? hablaba de ella en pasado y sin embargo parecía molesta con que hubiera invadido su “santuario”, y yo no debía seguir preguntando, me lanzo en plan suicida contra un monstruo, y ahora converso de manera “amigable” con la mujer que nos había encerrado en este lugar, la que había torturado sin inmutarse a una joven indefensa.

- Cuántas preguntas... Casi te habría venido mejor la segunda opción, ¿eh, fenicio? - le guiña el ojo, sonriendo. No era el clásico gesto de ligoteo... En ella resultaba peligroso, un trato sellado con aquellas pestañas... - Pues bien, o mal, mejor dicho - su sonrisa se esfumó, cruzando las piernas sobre la cama - : Lo que le ha pasado es que su hijo, al que lleva buscando toda una vida desde que se lo arrebataran al nacer, le ha traicionado. Él nació inmortal como su madre... Pero la muchacha de la que se enamoró, "Lex", no lo era. Para una aberración de la naturaleza fué sencillo convencerle de que se uniera a su causa: Tenía en su poder la forma de crear otros inmortales, eso sí: Con condiciones muy adversas. El precio que ésta aberración pidió al estúpido hijo de Lior, fué a su propia madre... Y él la entregó. No sé dónde estará... Sólo espero que no sepa lo que le ha ocurrido. Debe ser... - ¿una muestra de humanidad? - Muy doloroso.

Repeló la tarrina con la cuchara, dando toquecitos en los cantos.

- Y lo peor de todo es que al convertirse el joven Lior en la misma aberración que su maestro, ha olvidado todo sentimiento positivo. A esas bestias sólo las mueve el vicio y la negatividad. Debe ser divertido para un ser humano convertirse en algo así. Si quieres más datos... Tu compañero Taylor podrá precisarte más. En cuanto esa supuesta soledad tuya... Los seres huamnos son mamíferos, primates si lo prefieres, de "manada". Espero no enterarme de que eres como Alice... Siempre a su "rollo", sóla, o acaso rondándole a mi humano Falken - sonríe de nuevo, negando con el dedo índice de forma pícara y jovial - No conviene demostrar que se es "el peor" del grupo... Yo no soy tan indulgente como Sanuye: No habría perdonado a Lex. Así que... Os recomiendo cautela.

La segunda opción, ni siquiera me permito un tal vez en ese tema, puede que tuviera muchas preguntas, pero ninguna valía la vida de una persona, auque no la conociera de nada, eso me lo enseñó mi padre, y eso lo respetaré siempre, pero no tiene porque saberlo, así que arqueo las cejas como respuesta, sin comprometerme.

Triste historia, la traición… hay gente que mide el grado de una traición, pero eso es imposible, nadie puede saber lo que se siente hasta que no te sucede en primera persona, es dolorosa si, que una persona por la que darías todo lo haga, es doloroso hablando más de la cuenta de nuevo, quitando ese “debe” de sus palabras, así que el hijo de esta mujer, miro las fotografías, una inmortal, el vagabundo amado por Alexandra, alguien que traiciona a su propia madre, no existe ninguna justificación para hacer tal cosa, religión y amor, demasiadas desgracias en su nombre.

Sigo sus movimientos una vez más, Taylor, tal vez sea mejor no saber más, Dentro de los seres humanos, también hay excepciones, es una de las curiosidades de nuestra especie, no puedo evitar cierta mordacidad al pronunciar esta palabra, sobre todo después de nombrar a Alice, desde luego que no me gustaría acabar como ella, trago saliva ante su gesto, ¿cómo puede ser de esa forma?, he conocido e intentado analizar a una gran cantidad de personas en mi vida, pero, me es imposible encontrar nada en ella que pueda comprender.

Con respecto a lo de rondar a otros humanos, es un asunto que no debe preocuparte, hace tiempo que abandone esa práctica, sonrío con cierta amargura, estar sólo me ayuda a pensar con claridad, a centrarme en mis objetivos, y sobre todo, a no buscarme problemas, creeme cuando te digo que ya he tenido suficiente “indulgencia” por parte de Sanuye para el resto de mi vida de nuevo algo de ironía, ese hijo puta psicópata, no creo que preferir un poco de tranquilidad me convierta en el peor en algo, aparto el pelo de la cara, colocándolo detrás de la oreja.

Una rapidez horrible, apabullante, casi causaba vértigo el poco tiempo que transcurrió entre que hablaras tan tranquilamente con ella sentada en la cama y que, de pronto, estabas contra la pared, con una estalagtita de hielo que surgía perfecta de su puño atravesándote el hombro. El dolor lo palió el extremo frío que cauterizaba la herida, pero la sensación de ardor en el homoplato, el cuello y el codo no podía eliminarla nadie cuando aquella muchacha seguía sonriendo, y el terror invadía tus sentidos, incapaz de huir de su penetrante mirada...

- No ha habido en la historia hombre, mujer o Dios que haya faltado al respeto a Sanuye y haya seguido vivo, fenicio...

Una sensación húmeda, tan sólo una gota de sangre sobre tu axila, y la clavícula empezaba a doler como si el hielo se extendiera desde la herida... Pero retiró la estalactita, dejando un agujero del tamaño de una moneda en tu cuerpo, limpio, preciso...

- Y no oses creer que sabes más que yo de aquello que a mí me interese...

El grito no llega a salir de mi garganta, no se si por la sorpresa o por el lacerante dolor, aterrorizado, luchaba por respirar, la boca abierta buscando aire, uno que no llega a los pulmones en cantidad suficiente para poder expresar el suplicio que sentía, aquellos ojos azules eran imposibles de definir, parecían los de una chica joven, pero iban mucho más allá en el tiempo, tan antiguos que ni siquiera me atrevía a imaginarlo.

Lo..si.. era incapaz de formular una disculpa, no tenía ni idea en que la había ofendido, pero el frío, el dolor, y sobre todo su presencia me hacían incapaz de articular palabra, cuando me libero de aquel cuchillo de hielo sentí de nuevo como si todo volviera a fluir, como si el tiempo se hubiera detenido al tener su puño clavado en mi hombro, volví a tomar aire asiéndome la herida con la otra mano, arqueando ligeramente mi cuerpo hacia delante, paralizado. Un pánico ancestral, como nunca imaginé que pudiera sentir me impide hacer otra cosa que mirarla, con los ojos muy abiertos, consciente de la palpitante herida, consciente de su sonrisa.

Bajo la cabeza un poco más, sé que todo es real, que ELLA es real, y eso no ayuda para nada, No…no quería ofender a nadie logro balbucear, intentando rehacerme un poco, sigue sonriendo, como si nada, no significamos nada para ELLA, absolutamente nada, pero sin embargo respeta a algunos, los respeta por algún motivo, alzo la frente, con dificultad, la inconsciencia es rechazada, el pánico muy precariamente controlado, ¿Por qué iba a querer hacerlo? un leve muestra de rabia, me estoy muriendo por un virus, este lugar es mi única esperanza

- Pues que ésto te sirva para saber que no repetirás mis palabras con sorna, burla o ironía. Indulgencia es lo que Sanuye te ha mostrado, y como indulgencia lo contemplarás mientras estés en éste templo... Y si estuvieras fuera y quisieras volver a entrar, harías igual...

La estalactita se retrajo sobre la piel de su mano, desapareciendo.

- Muestra respeto por quien te ofrece esa esperanza.

- Qué dura eres cuando quieres... - una voz con una inconfundible flema inglesa suena, tan potente como la de Hanne, aunque el aspecto del muchacho que acaba de aparecer en la puerta resulta más inofensivo. El chico sonríe, Isenhall le mira.

- Sé un buen chico y no me fastidies delante de mis huéspedes, Trides... - ríe, de nuevo sentándose en la cama - Además... ¿Todavía por aquí?

- Repatriando el cuerpo de una de mis hijas. La que acabas de matar, ya sabes.

- Una a cambio de... ¿A cuántos me ha quitado esa hija tuya, Trides? Porque siempre podemos hablar de negocios...

- ¿Me has visto quejarme, querida?

- Supongo que no... En fin. - se vuelve a Andrea como si tal cosa y le dice: - La herida está cauterizada, pero pídele a Sven que te la vende si quieres - de nuevo se gira hacia el joven - ¿Te apetece una cerveza?

- ¿Y un whisky?

- Hay tiempo para todo.

Y sin más, Hanne se marcha con aquel joven. Como universitarios que van a la cantina tras tomar apuntes.

Malditos hijos de puta, ese el único pensamiento que ronda mi mente antes de caer de rodillas, apoyando el brazo sano en la cama, con las lágrimas a punto de escapar de mis ojos, dolor y rabia, ¡puta mierda!, golpeo el colchón repetidas veces con el puño, hija de perra, destrozaría toda la habitación, no quiero descontrolarme, respiro con fuerza apretando los dientes, casi no siento el brazo, dejó caer la cabeza, la frente apoyada en la manta.

Te equivocas maldita, no entiendes una puta mierda, antes de esto podías tener mi respeto, pero ahora sólo me das miedo, SOLO TERROR, el solo pensarlo hace que el dolor se intensifique, oh Dios, miro al crucifijo, buscando consuelo, aquel indio cabrón arrancando el cabello a la chica, esto es una locura, no me preparaste para esto, no para esto, aprieto los puños con la ropa de la cama entre ellos.

Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Quia tuum est regnum, et potéstas, et glória in sæcula. Amen

La cadencia, mi madre me lo enseño en el idioma de nuestros antepasados.

Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Quia tuum est regnum, et potéstas, et glória in sæcula. Amen

Intentando tranquilizarme, no sé cuantas veces lo he rezado, no sé el tiempo que pasa, aún siento la sangre recorriendo mi cuerpo, poca pero densa, levanto los ojos una vez más a la cruz, santiguándome, e incorporándome, Él es mi Dios, nadie más, el recuerdo de aquella sonrisa mientras me atravesaba sin dudar, no le importamos nada a nadie, sólo estamos nosotros, ni siquiera eso, sólo esta uno mismo. Echo un último vistazo a las fotos y salgo hacia el almacén para coger un nuevo traje, tal vez encuentre algo para vendarme yo mismo, sólo falta entrar de esta guisa en la reunión, no quiero contestar preguntas.

Quien entró ahí al oir los rezos, curiosamente fué el que menos esperaba uno al rezar: Amadahy Sanuye, el indio de Isenhall, limpio y vestido únicamente con un pantalón de cuero marrón con flecos, una piel blanca sobre los hombros y un collar de cuentas de madera. Una cicatriz morada de muy mal aspecto le surcaba el pecho de lado a lado... Y fruncía el ceño al mirar a Andrea, y se acercó a él observando la herida, crítico.

- Lastenhuone! - exclamó con su atronadora voz, mientras varias estatuas de hielo surgían de la pared y disponían sobre la cama unas vendas y un frasco oblongo, tapado con corcho y envuelto en cuerdas de colores y cuero... Cogió la botellita y las vendas y se acercó hasta Andrea...

Retrocedo al verlo entrar, todo sucede muy despacio, la clásica cámara lenta, encontrarlo así de repente, de nuevo esa sensación de ahogo, de pánico, viene a por mi es el primer pensamiento que soy capaz de procesar, su imagen con la sangre salpicando las paredes, resbalo en los primeros pasos, cayendo de espaldas y sin poder dejar de mirarlo.

Inmóvil e impotente miro con incredulidad aquellas estatuas de hielo, ¿qué pretenden?, ¿a qué están jugando?, ¿iba a curarme la herida?, apoyo el brazo para levantarme y vuelvo a sentir el dolor, aferrándome una vez más a la cama con la otra mano, no quiero morir, no de esta manera, no por mi orgullo, no serviría de nada, vuelvo a mirar la cruz, serenándome.

Solo de pensar que esas mismas manos que pretenden ayudarme quitan la vida con total impunidad, me siento mal aceptando su ayuda, pero si me niego, cualquiera sabe lo que puede considerarse una falta de respeto, así que en silencio, descubro mi hombro y miro a sus ojos, escrutador, pero sabedor de que nada voy a encontrar, que proceda a hacer aquello que su señora le haya mandado.

Sanuye coge la botella y la abre, vertiendo una gota sobre la herida, que con un sonido cárnico y bastante desagradable empieza a cerrarse sin explicación posible.
Una cicatriz parecida a la de una herida de bala queda en su lugar, vuelve a tapar la botella y la deja a un lado. Los acólitos limpian los restos de sangre con las vendas, y el indio se levanta para marcharse tal y como vino: Sin una palabra.

Y ahora la poción mágica, como en esos videojuegos que jugaba mi compañero de habitación en la universidad, aquí no ha pasado nada, el muñequito estaba de nuevo arreglado dispuesto a ser usado cuando vuelva a venirle en gana a la niña caprichosa.

Respiro profundamente cuando vuelvo a quedarme solo, ¿acaso damos nosotros alguna importancia a un perro?, algunas personas si, pero otras, podemos cogerle cariño, pero al final, siempre somos egoístas por encima de él, la clave para jugar, es ponerte siempre en el lugar del oponente, me gusta pensar eso, me devuelve poco a poco al control, alejando un terror que va a costar desterrar de mi corazón, pero es complicado intentar comprender la mente de alguien ve el mundo de una manera totalmente diferente.

Salgo de la habitación sin un rumbo fijo, cerrando a mis espaldas, dejando un cuarto vacío y una triste historia, dudando sin indagar sobre aquellas fotografías, la puerta finalmente los oculta, y enfilo el pasillo, creo haber visto una especie de sala de descanso.

María abre la puerta sonriente, con un neceser en la mano en cuyo brazo tiene sentada a Amber, con la otra sostiene la mano de Victoria. Amber lleva un abrigo que debe ser suyo a juzgar por la talla y la calidad, pero Victoria viste un jersey de listas de colores, le queda largo hasta la mitad del muslo, el cuello le está ancho y las mangas le pasan los dedos. Lleva un gorro de lana y una larga bufanda a juego, así como unos vaqueros que le están bastante anchos, deben ser de María, pero los ha cortado de largo y, eso sí, lleva los zapatos con los que vino. La española le ha hecho dos coletas a la pequeña y le ha maquillado la cara únicamente con objeto de que no se le noten aquellas venas tan azuladas y evidentemente insanas. Lo cierto es que se nota que ha hecho lo que buenamente ha sabido, y la niña mira a su padre, procediendo a sonreir, en toda su vida ha estado más bonita*.

- ¿Tú ves cómo guapas nos hemos despertado nosotras tres? - pregunta María, dándole un beso en el moflete a Amber y estrechando el hombro de Victoria contra sí - Éstas chicas muy buenas. Duermen tooooda la noche. Ahora hay que cuidar dientes en baño.

Había un montón de cosas que aprender. ¿Cómo se hacía aquello?. ¿Dónde estaba el puto manual?. Los críos deberían llevar un libro de instrucciones enrollado como un pergamino dentro del cordón umbilical: así no habría ningún malentendido. ¿Cepillarse los dientes?. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza.

Sin embargo, Taylor recibe la primera lección y la asimila de la única forma posible: en un segundo, de forma natural e instintiva..., como animales que somos. Victoria es feliz. Puede que sólo por un instante, aquí y ahora, pero esa sonrisa la delata como el candelabro en manos del mayordomo en la biblioteca*.

Y Taylor le devuelve una sonrisa satisfecha, limpia, comprendiendo que la su felicidad depende de la de su hija. Vic deseaba ser como Amber: jugar, peinarse, vestirse, sentirse guapa, integrada,...querida. Los pasos que se habían dado iban en la dirección correcta, y María tenía buena parte de culpa.

He visto mujeres guapas en mi vida, creédme chicas. Pero vosotras tres...- se lleva las manos al corazón, fingiendo un espasmo exagerado, haciendo el payaso en un intento por mantener un segundo más la sonrisa de su hija.- ...Estoy impresionado !

Sabía que no hacía falta darle las gracias a la española. De hecho, ella seguramente hubiera actuado igual en cualquier otra cirscunstancia como, por ejemplo, con Taylor dando tumbos en el bar empapado por dentro de Absolut. Mira a aquella mujer y siente unos deseos ardientes de abrazarla, de comérsela viva a besos. Dá un paso al frente, hacia ella,...pero se contiene. Sus ojos hablan más que cualquier acto o cualquier palabra.

...¿te estás enamorando, vaquero?...

Y, en vez de eso, Taylor se didica a repartir tres besos en la mejilla:

el primero a Amber, guiñándola un ojo.
El segundo a su hija, cogiéndola en brazos, estrechándola contra el pecho.
Y el tercero a María, acompañado por un susurro al oído tan sincero como innecesario.

Gracias, cariño.

Victoria se agarra del cuello de Taylor. Un par de sacudidas algo violentas, lo normal, pero no deja de sonreír y mirar a María y Amber en busca de sus reacciones a lo que va haciendo su padre.
Amber, con el encanto natural de su familia (pero sin pasar por filtros de cinismo), se echa una mano a la cara sonriendo y simulando timidez cuando el batería le da un beso y la halaga.

María pone la cara con una sonrisa en los labios al recibir el beso, y lo corresponde con un guiño cómplice.

- ¡Cariño tú! - ríe de buena gana y humor, sin secretos ni nada. No está mal para empezar el día... La chica no se rinde - Victoria - le retira una de las coletas de encima del hombro, despejándole el cuello - , Amber... Hay que hacer carta Navidad, ¿si...? ¿Qué vosotras vais a querer hacia Navidad?

María podía ser una buena influencia a muchos niveles, pero en el tema lingüistico iba a ser todo un problema. Las niñas pidieron vestidos y peluches, no parecían saber que había otro tipo de juguetes al alcance, por eso fué toda una revelación cuando Mara les habló de las bicicletas, pidiéndole al californiano que les explicara lo que era aquello... Una charla breve hasta llegar a los baños.

Mortymer entró aún sonrojad y nervioso como si fuera su primera vez. Estaba alegre por poder estar con Renka aunque por otro lado estaba apenado por que no fueran algo más que "follamigos".
- Es que había mucho lió... no se... si por mi fuera estaría siempre contigo... - y el comentario del uniforme hizo que se pusiera aún más revolucionado con cientos de miles de hormonas haciendo la "ola" por todo su cuerpo - ¿Si? Suena bien...

El muchacho esperó a que Renka se pusiera el uniforme y le hiciera un striptease que animo aún más el ambiente... No tardaron mucho en acabar los dos juntos besandose con pasión e incluso salvajismo para luego terminar la "actuación" como mejor merecía...