Partida Rol por web

Sven atendió a la confidencia de Nadra con gesto nulo, completamente neutro, mirando a Roan. No debía tener ni una pista de lo que su madre había tenido que aguantar, no lo necesitaba y no lo merecía. Tragó saliva y tomó un buen trago de café, para luego apurar el desayuno a Amber, aunque sin forzar a la niña demasiado, no quería estresarla de ningún modo.

- Tranquilo, Roan-Kale -dijo también, regalándole una sonrisa más relajada y natural-: Tienes razón, no volverá a pasar.

A partir de ese momento hasta que los niños terminaron de comer, el médico giró la conversación hacia las costumbres culinarias escandinavas, provocando apropósito el aburrimiento de los pequeños, que cuando el doctor les ofreció jugar con la nieve fuera del local se levantaron inmediatamente y salieron -eso sí- adonde los adultos pudieran verles bien. Jukkasjarvi parecía un lugar tranquilo, incluso algún vecino les revolvía el pelo con una sonrisa enternecida al pasar por su lado, y sin embargo Sven parecía una roca observándoles. Hiciera lo que hiciera -untar las tostadas o el pan, beber café o comer- no sacaba la vista de los pequeños.

- Nadie tiene derecho... -musitó de nuevo, apropósito de la conversación que antes hubieran censurado por la presencia de los niños.

-Mamá lo siente, Roan-dije después que él.

Luego seguí la conversación, olvidándome un poco de todo hasta que los pequeño salieron y me moví un poco para no estar de espaldas a ellos. Luego la voz franca, suave y directa de Sven. Lo miré con aire confundido, unos segundos después entendí qué quería decir o a qué se refería.

-Lo sé, pero tenía que aguantar. Se habían llevado a Roan a un hogar para niños...-mi voz se quebró.-Es algo que prefiero no recordar. No me siento sucia, ni creo tener la culpa, soy una mujer adulta pero da asco. Esa parte de mi vida da asco. Cuando estás en un país que no es el tuyo, por más que seas correcto, por más que intentes ir por el buen camino, la gente te hace sentir muy extranjero, peor, extranjera. Ojalá nunca tenga que volver a España al menos no a hacer lo que hacía, no quiero terminar siendo un mal ejemplo para mi hijo.

Sonreí y di un último sorbo al café, quitando mis ojos de los suyos que estaban clavados en la pequeña Amber.

-No me respondeas si no quieres...-me acerqué a la mesa, rozando una de sus manos con la mía y recargando el mentón en la otra.-¿Por qué tiene tus ojos? ¿Es tu hija?

¿Había sido muy directa? Quizás. ¿Dura? En absoluto, estaba preguntándolo con toda la amabilidad y dulzura de la que disponía.

Sven tragaba saliva conforme Nadra hablaba de su mala época en España. Por un momento pareció que el londinense estaba maldiciendo hasta a la primera de las generaciones españolas, aunque silenciosamente, sin apartar la vista de los pequeños. Amber parecía intentar mostrarle a Roan cómo se hacía un muñeco de nieve.

- No... -respondió entonces, con la voz aún más ahogada- No es mi hija... Pero su padre y yo éramos hijos del mismo hombre... -parecía que aquel tema le hacía difícil respirar, pero su gesto era imperturbable- Ella es lo único bueno que salió de ese... -no terminó la frase. De los muertos mejor ni hablar si no se tiene nada bueno que decir.

-Entiendo... Lamento haber preguntado... No me concierne y creo que no te hace bien-pero él no parecía prestar atención en otra cosa que no fueran los pequeños y yo era una idiota si creía saber lo que le hacía bien o no, pues lo acababa de conocer.

Sonreí forzadamente y me maldije por haber hecho aquello, me miré las manos en un vago intento por cambiarle el tema pero sólo me venían a la cabeza preguntas relacionadas con su medio hermano, con la pequeña Amber, con el abuelo de ésta. Levanté la vista unos instantes, él seguía puesto en los chicos. Sujeté su mano con fuerza repentinamente, como una ficha de ajedrez, enlacé mis dedos con los suyos, era una estampa digna de fotografía, de anuncio de Benetton.

-Si alguna vez me necesitas, cuenta conmigo...-lo obligué a mirarme con aquella acción.

Al llegar a Kiruna, Dale "aparcó" debidamente en el trineo sin creerse su destreza para comandar a los perros, con su amplísima sonrisa arrugando las escasas patas de gallo de sus ojazos, lo único que, gracias a una tupida bufanda, se veía en su rostro.

Al llegar a Kiruna, lo primero que hace es ir a la sastrería, donde recoge una bolsa que al parecer tenía pedida a Miranda. La abre y muestra el contenido. Sí. No están alucinando: Es un burka. Mira a Lex solícita.

- Parece la hostia de caluroso, pero no. Está hecho tal y como se hacen los del Sáhara, para conservar cierto "fresquito". Además, así no tendrás que llevar capucha, bufanda y toda esa mierda. Puedes ir en bragas y sujetador debajo de eso, y antes de que te pongas feminista... A mí también me jode, pero piensa en las ventajas de beneficiarte de una gilipollez inventada por los tíos. Muchas de las que lo llevan no pueden hacer lo mismo. Feliz Ramadán.

Alex le había propinado un palo inofensivo en el hombro a Dale con la broma de las huevas, roja de vergüenza y mordiéndose los labios, acomodándose en el vehículo liderado por Dale. Una vez en Kiruna, había aprovechado el inciso de Lantana para bajar del vehículo y jugar con los perros, arrodillándose en la nieve y frotándole la cabecita a los animales.

- ¡Qué preciosidad de bichos! Me encantan... ¡Bolitas de pelo! - sonrió, entusiasmada con los huskies. Ignoraba por completo a qué se había detenido Dale, pero cuando ésta volvió al trineo y mostró aquel presente, Czigany abrió los ojos estupefacta, pues la indumentaria produjo en ella infinidad de sensaciones.

Lo primero que sintió: Miedo. Un perro inocente y feliz que hacía frente por primera vez a un bozal. La primera intención es huir de aquel invento cruel, pero el sentido común le recomendó la explicación de Lantana. Tragó saliva, relamiéndose los labios, en un principio contrariada, y volvió a ponerse de pie para coger ella misma la prenda y echarle un vistazo a la tela... Tenía razón: Era estúpido darle importancia al simbolismo del burka. Quedarse en bragas debajo de aquello puesto iba a ser... Joder.

Iba a ser orgásmico.

Estiró una sonrisa, mordiéndose los labios. Extraño, sí, pero el regalo le había terminado encantando:

- Joder, nena... ¡¡Graciaaas!! - rió y le dió un achuchón, cogiéndola de su cara redonda para darle repetidos besitos en la mejilla. Como una abuela - ¡Si es que te tengo que querer, pedazo de fiera! Estás en todo... - se apartó de nuevo, volviendo a repasar el vestido con los ojos, sonriente - Vamos a meternos en una tienda de ropa o algo y me cambio, ¿deacuerdo? Es perfecto... ¿Te ha costado mucho? La gente va a flipar cuando nos vea...

Casi torno a aprensiva cuando Dale hace la broma de que no sabe como pilotar el trineo, respiro aliviada cuando compruebo que es una de sus bromas así extrañas. Ay, que chica esta.

Me quedo con Lex cuando Dale desaparece misteriosamente tras aparcar, estoy deseandito de llegar al sitio ese y que me diga lo mejor para mis padres, saber que van a dormir tranquilos me va a poner del mejor de los humores. Me acerco a los perros y me uno a las carantoñas que les hace Lex, que es más tierna que nada. La verdad es que son una preciosidad, sí señor… Una pequeña risita y a disfrutar de la pelambrera de nuestros nuevos amigos.

El regalito que trae Dale no despierta mis simpatías, vale que es necesario, fui una de las afortunadas que estuvo en Pekín y vi la sucesión de desastres, pero no puedo evitar que me dé algo de pena que tenga que ponerse eso. Es un fastidio y una tremenda injusticia.

Pero sonrío como ellas están haciendo, mordiendo el labio inferior, contagiada de la escena que tienen, si es que hoy es un día estupendo, sólo hay que buscar lo bueno. Para mí es culpa de ellas dos Genial, pues vamos a la tienda. Primera parada, ¿verdad? Paso olímpicamente de ser el pájaro de mal agüero. Hoy no.

Ahora sí que se amplia la sonrisa, ante la cantidad de expectativas super chulas que tenemos para lo que queda hasta que llegue la noche, mirándolas con evidente felicidad. Tras esto me giro para buscar alrededor, algo desorientada, pues es la segunda vez que estoy en este pueblo Vosotras guiáis, guapetonas

- Tengo otro para Jolene, y me estoy pensando uno para Donovan -alzó las cejas, bromista. No le gustaba aquella prenda, pero iba a salvar a Lex de males superiores al descontento social. Hay mucho loco suelto. Ella, por ejemplo.

Escucha a las muchachas mientras se dirige a la estación de trenes de Jukkasjarvi, dando un paseo.

- Los cojones vamos a ir a una tienda. Qué finas sois. No: Te vas a cambiar en los baños de la estación mientras yo saco los billetes y... -se sacó algo del bolsillo de aquel inmenso abrigo esquimal, tendiéndoselo a Madison. Se trataba de una especie de Game-Boy sin botones, algo más finito. La australiana tocó la pantalla y apareció un menú a todo color en él, algo increíble en la época en que lo último era que las pantallas tuvieran luz azul en los teléfonos móviles- Fue un aburrimiento durante un pedo, pero es útil. Funciona en cualquier parte. Solo tienes que pulsar donde pone "teléfono" y marcar el número. Diles a tus viejos que se te ha presentado una oportunidad de prácticas muy bien remuneradas, con viaje incluído y gastos pagados. Lo quise llamar "Ice-Hotel Phone", pero el padre de Donovan dice que vendería más "I-Phone". Quizás lo presente a Apple o algo así...

Sonreí de lado, ojalá se lo llegue a poner Jolene, sería una buena noticia, significará que se encuentra mejor.

Los ojos se abren como platos a la explicación de lo que vamos ha hacer, incrédula pero por supuesto emocionada, nos vamos a algún sitio, una sonrisa pícara, si hay algo que no es Dale, es tonta, si a ella le parece buena idea, ¡Pues claro que lo es! ¿Quién soy yo para discutirle? Me voy con ellas, por supuesto que sí. Les asiento para que quede claro que cuenten conmigo, que yo encantada.

Cojo el teléfono, ahora noto con claridad la alta velocidad del corazón, aunque, bien pensado, por lo menos estoy animada, así que es buen momento para llamar, será mucho más fácil fingir, por lo menos con ellos. Trago saliva y me muerdo el labio inferior. Miro a la australiana buscando infundirme ánimos y, finalmente marco Gracias Dale, sí, había pensado algo parecido a lo que has dicho. Conseguiré que se lo crean. Me encojo de hombros mientras mi atención se centra en el aparatito este tan moderno que ha inventado la chica que creo nunca va a dejar de sorprenderme.

Tras un par de toques escucho una voz al otro lado. El corazón se para inmediatamente ¿Mamá? ¿Papá? Soy yo… Madison… Me estoy poniendo nerviosa, pero el pilotito de hablar con ellos como si no pasara nada malo se activa de alguna extraña manera por… por favor perdonad que no haya llamado antes, es que he tenido unos días que han sido una locura… Es que Unos días de los que definitivamente no queréis oír hablar. El tinte histérico de estar hablando con ellos no hace sino darle mas realismo a la noticia, pues por inercia la voz se ha disparado No os lo vais a creer… ¡Me han dado unas prácticas de varios meses en Vancuver! ¡Y prorrogables! ¡¿A que es estupendo?!

La mezcla de la alegría de hablar con mi familia, unida a la pena de lo que estoy diciendo, que me recuerda cuan diferente y lejana está la que se supone mi vida, provocan que me tenga que llevar dos dedos al nacimiento de la nariz, apretando fuerte, en un intento de controlar los nervios, las lágrimas, las inmensas ganas de verlos. Niego con la cabeza, ahora no voy a liarla, ahora voy a ser fuerte. O a empezar a demostrar que lo soy.

Alex dobló la prenda con cuidado y se la colgó de un brazo, acompañando a las chicas, curiosamente más tranquila por el plus que iba a darle el burka.

- Obviamente voy a aprovechar para camb... ¿"Billetes"? - alzó una ceja, con una sonrisa incrédula, mirando a Dale mientras ella le pasaba la "consola" a Madison - ¿Y a dónde pretendes ir? ¿De turismo? Como si fuera tan fac-AAAAAALA - apoyó la barbilla sobre el hombro de Greens, sin apartar los ojos del supuesto móvil, con la boca hecha una "O". ¡Qué puta vergüenza! No iba a sacar su ladrillo delante de la australiana después de ver eso... Ahora no. Ella no. Tenía un orgullo que defender como proletariada - ¿Es un teléfono? Qué pasada. "Un aburrimiento durante un pedo", ¿eh? Y se queda tan pancha... La madre que... - Se va a ganar una pasta gansa con la "tontería" - Hizo una "U" invertida con los labios, asintiendo mientra Madison marcaba, volviéndose a poner derecha para no molestar a la chiquilla, que parecía nerviosa.

Se separó un poquito para no agobiarla mientras hablaba, frotándole la espalda con suavidad para darle ánimos a la canadiense. Era mucho peor estar pasando por aquello con una familia a kilómetros de donde estaban. Lógico que a Madison se le hiciera difícil hablar con ellos...

Pobrecilla...

Torció el gesto y ladeó la cabeza, con gesto preocupado, callada. No iba a interrumpirla. Prefería estar atenta hasta que ella terminara.

Dale observó un momento a Madison con un destello piadoso en los ojos... Ella también quería mucho a su familia (aunque alguno que otro no se lo merecía) y era difícil mentirles por no decirles que lo que sucedía realmente era que, quizás, no volverían a verte. Suspiró, escuchando la cháchara de Lex y volviéndose hacia ella, exagerando un estrés que realmente Lex no provocaba tanto:

- ¿Quieres quitarle el sonido al instrumento de chupar pollas que tienes en la cara, Barbie? La hostia... -no obstante, le siguió la conversación. Era una mujer de contrastes- Vamos a Lulea. Lo más parecido a una ciudad que hay cerca... Y cerca son cuatro horas. No importa: Tu maromo no va a dejar que vayamos solas... De hecho, si miras hacia atrás...

Se volvió levantando un dedo, que sufrió una repentina disfunción erectil y volvió a fusionarse con el puño al ver a Nadra en lugar de a los cuatro mancebos que esperaba ver.

- Esa no parece muy de por aquí... ¿Es mi senegalés?

Nadra parecía alterada...

Tras un viaje muy agitado, con los perros nerviosos y corriendo en parte aturdidos y en parte asustados, los cuatro huéspedes del Ice Hotel llegan a Jukkasjarvi luego de varios rodeos mareantes, cubiertos de nieve y en el caso de Rewell, las piernas levemente entumecidas. Nada más llegar al jardín de Emma, Antti desata a los perros y cada uno va hasta su correspondiente caseta.

Recuperándose de aquello, el finlandés se incorpora mirando a Rewell sin saber si pegarle o agradecerle que aquel cacharro "funcionara", pero finalmente sonríe. No obstante, se queda mirando calle abajo, descubriendo tres figuras femeninas familiares a lo lejos, entrando en un edificio que sobresale entre los demás.

- Coño -exclama, frunciendo el ceño y mirándose un momento el reloj, para devolver la mirada a las ya lejanas Lex, Madison y Dale, que entraban en aquel lugar- ¿Qué cojones hacen yendo a la estación...? A ésta hora solo sale un tren a Lulea... ¡Está a cuatro horas, me cago en la puta...! ¿¡Se han vuelto locas!? -sin mediar palabra, el finés agarraba a Rewell de la chaqueta y echaba a correr en dirección al edificio que, al parecer, era la estación- ¡Venga, coño! -giraba la cabeza en plena carrera hacia los otros dos- ¡Nos tomaremos la cerveza en una ciudad de verdad, corred!

Dale Lantana era la mujer más inteligente del mundo... Pero romper la norma de los grupos de cuatro era algo que se le antojaba ya demasiado peligroso...

Sven miró a Nadra con el mentón apoyado en un puño, que a su vez descansaba el codo sobre la mesa. Parecía que aquella profunda mirada azul fuera a hablar, incluso apoyó ambos brazos sobre la mesa, pero justo en aquel momento apareció el hombre que había sacado a Roan y a su madre de aquella ciudad Española... Parecía agitado, presuroso. Corrió hasta la mesa en que estaban sentados y dijo en tono confidente pero urgente:

- El Faraón está en Texas... He tenido que mandar a Hayes y a Renka, la enfermería está sola, tengo que llevaros a tí y a las niñas, por seguridad, Sven... -miró entonces a Nadra- Nadra, lo siento, tengo que llevar a Roan de vuelta -tras eso, el griego cogió de la muñeca a Sven y le llevó hacia fuera, cogiendo en el camino a ambos niños y metiéndose tras una esquina. Visto y no visto... Ni siquiera dio tiempo de reacción a la negra, que lo único que pudo ver era a Madison a lo lejos, acompañada de una chica rubia más o menos de su altura y de otra más alta que debía ser Lex...

Nadra estaba sola, no entendía el idioma autóctono y no sabía volver al hotel sola... Su única opción fue seguir a sus compañeras al interior de un edificio bastante concurrido... Debía ser una estación de trenes...

Quedé sorprendida del modo en que Milo se había llevado a Sven sin preocuparse de si yo podría volver o no al hotel. Me encogí de hombros y salí, por suerte para mí a lo lejos vi a esa chica: Madison. Estaba con alguien más, alguien que yo no conocía así que no quise acercarme pero si seguirlas, sin duda en algún momento se dirigirían al mismo lugar que yo. Las seguía a buen paso pues no quería perderlas de vista, eran por decirlo de algún modo, mi última esperanza. No podía sin embargo, quitarme de la cabeza a Sven y a mi hijo, ¿a dónde podrían haber sido llevados? Empezaba a ponerme de mal humor.

Tras bajar del trineo me sacudo la nieve, un tanto divertido, por lo menos hemos soltado un pelo de adrenalina, lo que ya es una avance

Buen paseo Rewell, tiene que ser la leche echar una carrera contigo con un par de coches que tiren de verdad

Las palabras de Antti en principio me dejan (un poco mas) frio pero parece que hay algo que me hace reaccionar, y comienzo a correr detrar de el

El viajecito, desde luego, había sido la hostia. Más aún con Taylor ordenando cosas a cuál más disparatada. Acababa de descubrir una nueva destreza, cosa que de por sí siempre es excitante, sobre todo teniendo en cuenta que probablemente me tocaría vivir mucho tiempo en aquél lugar. A falta de motos buenos son perros. Aunque en realidad no tuve demasiado tiempo para disfrutar de aquél triunfo. Apenas estaba, con una gran sonrisa, retirándome el pelo de delante de la cara cuando la poderosa mano de Antti enganchó mi pechera y tiró de mí hacia la estación.
-¡¡Uuuuuuuuuuoh!! -exclamé por la sorpresa.

Aunque las prisas eran lógicas. Era una gran verdad que no era conveniente que aquellas tres fueran solas a la civilización. Por muy inteligente que fuera Dale, en una situación de peligro tal vez no podrían defenderse correctamente... Incluso contando con los destructivos poderes de Lex para ello. Sin querer resultar machista, que nosotros cuatro fuéramos con ellas era bueno para todos, así que aunque al principio me vi llevado por el tirón del finlandés no tardé en comenzar a correr por mi propia cuenta. No sin antes volverme hacia Taylor, por supuesto.
-¡Eh, date prisa o te quedas atrás! ¡Corre un poco, que no te pesen los huevos! -exclamé, entre risas.

Comenzar a escuchar la voz de mi queridisima madre a través del móvil hace que se me encoja el pecho, que note una pesada carga, alegría, añoranza… sobretodo, muchísima pena. Trago saliva para no fastidiar lo que estoy haciendo: tranquilizarles. Mentirles. La primera vez en mi vida, sin exagerar.

Lo sé mamá, perdona, es que encima he perdido el móvil. O me lo quitaron unos asesinos que me metieron en una cámara de gas. Aprieto los labios y coloco las manos en, lo que yo creo, es el auricular del cacharrito este, regañando a Dale con la mirada mientras aprieto los labios, sin resto de malicia, es sólo que no me apetece que mi madre escuche la palabra esa que empieza por P… me giro para darles la espalda e intentar concentrarme. Me siento rara, en el fondo me hace más o menos gracia la situación paralela a mi conversación.… me encantan las dos, mis chicas.

Ethan…

Refriego la mano por el lateral de la cara, frotando suavemente, se me acaban de quitar las ganas de reírme… para un rato. Demasiados recuerdos, demasiados esfuerzos inservibles. Como dice mi madre, demasiados años. No te preocupes mami, yo lo llamo y se lo explico a él. Me muerdo el labio inferior, que tiembla. Tengo tantísimas cosas que decirle, ¿Y si en el futuro no puedo? ¿Y si no vuelvo a hablar con ellos? y si en un par días yo no….

Oye, mamá, tengo que colgarte, que va a empezar un curso al que me he apuntado. O qué se me está desgarrando el corazón. Sencillamente. Hago un esfuerzo, el último, para que la voz suene alegre. Uno bastante considerable. Dile a papá que lo quiero mucho, que os hecho de menos, y que…. no os preocupéis, estoy estupendamente. Tranquila por la ropa, me traje todo lo necesario. Y estoy muy bien de dinero, de verdad. Niego con la cabeza y continúo, sin ninguna gana de despedirme de ella. Cojo aire.

Os llamaré pronto, lo prometo. E iré a verlos en cuanto pueda. La cara se descompone, ya sí, con la mentira más gigante de todas, me quito una lágrima de la cara, rezando por que el ruido de fondo amortigüe el tono de mi voz, que es un poco más tenso. Un beso mamá. ¡Os quiero mucho!

Cuelgo, tapando ahora los ojos con la mano libre, unos pequeños hipidos, pensaba que iba a estar super contenta cuando hablará con ellos, cuando supiese que por fin no están preocupados… venga Madi, piensa en eso, céntrate. Lo otro no tiene arreglo.

Levanto la vista y miro a Lex, tan guapa que hasta consuela un poquito las penas. Bueno, están bien y se lo han creído. ¿Qué más puedo pedir? Suspiro profundamente, notando un ligero alivio por fin y le hablo a Dale. ¿Puedo hacer otra llamada? Le sonrío a la rubia, es más la costumbre que tengo que pensar que de verdad me vaya a decir que no Va a ser la última. Lo mismo es la última que le hago a él. Me encojo de hombros y espero a que me conteste, bien lo sé: puede decirme cualquier cosa, mientras giro a mirar hacia donde ellas.

Alex hizo un rápido gesto de silencio con el dedo a Dale, agitando un par de veces la palma en horizontal para que ésta bajara la voz mientras Madison hablaba. La invitación a callar mandaba huevos...

- ...Habló - Alzó las cejas, negando con la cabeza para restar importancia y mirar hacia otro lado. Suspiró, relamiéndose de una pasada los labios... Tanta mala frase y bordería no parecía amedrentar a la ninfa de ojos verdes, al menos no de cara a su público. El tono de Greens iba perdiendo su natural vitalidad para llegar a convertirse en una actitud más que forzada, dolorosa, y la húngara parecía prestar más atención al tema...

Bajó la mirada, hundiéndola en la nieve, taladrándola... Dando un par de pasos hacia atrás distraídamente, la muchacha parecía algo absorta al tiempo que Lantana daba información deshacertada. Con sorpresa, Czigany levantó los ojos para fijarlos en la senegalesa, quien quedaba a una corta distancia.

No todos los días una mente brillante confunde a un finlandés de dos metros con una senegalesa más negra que el destino que les esperaba. Hubiera hecho alguna gracia al respecto, pero se contuvo al comprobar cómo Madi se desmoronaba un poco tras colgar.

- Heeey, Madi... - se acercó y la abrazó con un brazo, atrayéndola hacia sí para darle un besito en la frente, cariñosa - Ya verás como sale bien... - una sonrisa tristona, pero reluciente por ser de quien era. Entonces volvió a desviar la atención hacia Oluwatobi, que parecía preocupada. Se separó de la canadiense para dirigirse hacia la senegalesa, mientras Madison realizaba una nueva llamada.

- ¿Nadra? - ladeó la cabeza - ¿Ocurre algo? - llevaba lo que a primera vista parecía una túnica o un vestido colgando del brazo.

-No, que vá. No van a ninguna estación, tío. Van a ver una peli de...- y se quedó sin poder terminar la frase porque a Antti le dá por agarrar a Johnny Boy y salir por pies, con Michael a la zaga. Taylor se rasca la cabeza sin moverse del sitio, y pone la misma cara que en aquella ocasión...cuando las luces del cine "Celluloid" se encendieron tras la proyección de "Mision: Imposible II": el gesto mezclaba irritación, repugnancia y hastío.

-¡¿A dónde coño váis todos?!. Joder, Rew. ¡¡REW!!.- a tomar por culo las cervezas, Emma y el combate de boxeo. Hawkins resopla cuando vé que lo dejan atrás irremediablemente, pone los brazos en jarra y mira al suelo. Pausa valorativa. Sin levantar la cabeza, alza la mirada y escupe a un lado.- Mierda...

Hay tres cosas que Taylor tiene bien claras: la heroína engancha, el Metal nórdico es una mariconada y...

...las dimensiones de un pifostio son directamente proporcionales al número de mutantes implicados. Jodidos paladines.

-Esperad, coño.- refunfuña iniciando un lamentable trote cochinero.

Dale suspiró. Podía hacer por Madison lo mismo que pudo hacer Kevin Carter cuando le hizo su famosa e infame fotografía a aquella niña: Esperar a que se acercaran los buitres. Tragó saliva y avanzó en la cola de los billetes conforme iban despachando a quienes tenían delante. La llegada de Nadra era un imprevisto, pero no entorpecía nada.

- Ocho billetes a Lulea, rapidito -dijo al encargado de la ventanilla. Fue mientras se imprimían éstos que Dale asintió a Madison para que realizara aquella llamada... El suicidio es un derecho del que todo el mundo debería disponer, y si Greens quería inmolar sus ánimos, ella en ese sentido no haría nada por impedirlo. Una vez con los billetes en la mano, los repartió a las tres mujeres que ahora le acompañaban, poniéndose ante Nadra con su habitual sonrisa quasi sardónica- Yo soy Dale. Me juego mi blanco culo a que no tienes vestido decente para Año Nuevo. Lo solucionaremos.

Y entonces levantó en una mano, desplegados en abanico, los cuatro billetes restantes...

- Qué fácil es manipular a Antti, Lex... Fóllatelo o acabará tirándose por un precipicio.