Partida Rol por web

Después de unos cuantos pasillos abovedados que parecían extraídos de una película de ciencia ficción, llegaron a aquella puerta. Debían estar a muchos pies bajo tierra para entonces, y un séquito de seis "cartas" (así se llamaba a los vasallos de "La Reina de Corazones", quienes se habían encargado de llevar a Morgan y a su jefe hasta ahí) se movían en dos filas paralelas al texano y su distinguido intermediario, que al llegar junto a la escotilla, se detuvo delante de él y le dijo:

- Vas a ver al Gran Faraón. Está enterado de la muerte de Sands -el Mago solía ser frío, apreciaba poco a sus subordinados, ya que estaba en su destino morir- así que no le aburras, ¿comprendes? No sé qué habrás hecho para merecer el honor de estar cara a cara con él, pero por tu bien: No la cagues.

Morgan seguía a su jefe junto al séquito de cartas. Se le notaba nervioso, movía la mirada hacia cualquier dirección, se crujía los nudillos de vez en cuando, respiraba por la boca... No era sólo el ir a ver al gran faraón sino también lanoticia de que algú subnormal hijo de puta habría matado a la que mejor le caía de todo ese lugar.
Una vez frente a la escotilla y habiendo escuchado las palabras de su jefe con atención, se urgó con la lengua entre los dientes y le asintió con la cabeza.
Sí, sí. Señor... - Dijo con voz ronca, mirando al mago el tiempo justo para asentirle, y clavar la mirada en la escotilla.
Joder... No tengo el humor ni para sostener un baso de agua sin destrozarlo, ahora me llama el jefazo. Joder... Qué mierdas querrá... Pensaba serio pero nervioso en el fondo.

El Mago se retiró entonces, pero las cartas se quedaron en la entrada mientras la escotilla se abría, dejando salir algunos jirones de neblina que a Morgan le llegaban, como mucho, a las pantorrillas. Ahí dentro había un salón de aspecto extraño, una decoración que, como mucho, se parecía a algo que oscilara entre una proeza siniestra bauhaus y un bunker de diseño. Paredes y algunos muebles eran de un material imposible de reconocer: Quizás piedra, quizás metal. En el centro, con las patas cubiertas de aquella neblina, una chimenea de la que parecían salir aquellos jirones, una mesilla con un tablero de ajedrez de aquel extraño material y un par de sillones verdes. En pie, frente a uno de ellos, se encontraba la gigantesca figura del Faraón que había revolucionado el mundo de los metahumanos... Una figura recargada, surrealista y extraña cuyos ojos parecía que contenían todas las bellezas del mundo.

Extendió la mano, de dedos desproporcionadamente largos y finos, alcanzando enguantada en cuero negro la de Morgan en un cabal saludo.

- Mi más sentido pésame por la muerte de su compañera, Morgan -una voz aterciopelada, masculina, siseante y lastimera. Hizo un ademán con la mano libre para invitarle a tomar asiento en uno de los sillones- ... Me consta que le aflige ésta pérdida... Le aseguro que a mí también. Tratemos el tema.

Era imposible ignorar aquella voz, o acaso desobedecerla. Una vez tomó asiento, el Faraón lo hizo también. Emitía el sonido de un respirador, sereno y constante. Se aferró a los brazos del sillón con sus luengos dedos, y relajó los hombros algo después.

- Dígame... ¿Qué opina de su división...? Se siente... ¿Cómodo? -aquel hombre hablaba como si estuviese agonizando.

Morgan no podía evitar sentirse algo incómodo con todo eso. Miró con cierto asombro disimulado el extrabagante lugar sin intentar quedarse mirando mucho rato nada de él, pues al ver al faraón éste captó todo su interés. Intentó con fuerza no mirar con mucho asombro su aspecto, con toda la seriedad de la que podía hacer acoplo, le respondió al saludo y se sentó. Lo cierto es que aquel... hombre, le infundía extrañamente un respeto mucho mayor que el que le infundiera en sus días de guerra cualquiera de sus superiores.
Morgan se sentó con cuidado, algo no muy habitual en él, y escuchó atento al Faraón, porcurando no mirarle muy fijamente ni tampoco desviar demasiado la mirada.
Ehm... ¿Mi división? Pues, no está... Quiero decir, sí. Me siento cómodo, sí. - Le costaba hablar más de lo que creía.

- ¡Bien! -abrió las manos, efusivo en fuerte contraste con su parla moribunda, incluso agitándolas unas décimas de segundo en el aire. Luego acercó una de ellas al antebrazo del tejano. Aquella mano podía, fácilmente, coger su bíceps juntando la yema del pulgar con la del corazón. Palmeó el antebrazo, con una lejana afectuosidad- Y no te preocupes por observar lo que te produzca curiosidad en ésta sala, soy consciente de que toda ésta situación puede resultarte "exótica".

Le miró durante un instante a los ojos. Uno podría volverse loco perdiéndose en esos abismos esmeralda.

- ¿Quieres destruir a quienes han dañado a Caroline, no es cierto? Yo quisiera que les destruyeras -le quitó algo de la barba con dos dedos, como un amo que cuida del pelaje de una preciadísima mascota- La gente de la Reina de las Nieves es peligrosa para nosotros, la gente de Sloane también... Están sacándolo todo de control -como un truco de prestidigitación, abrió un abanico de fotografías que incluían nombres y metahabilidades- Pero una colaboración entre ellos sería mucho peor...

Colocó las fotografías sobre la mesa, separando tres montoncitos.

1er MONTÓN:

Antti Koivusaari: Control de la temperatura corporal, control de la geodinámica.
Andrea Scerri: Polilocalización, volar.
John R. Dryden: Blindaje natural, campo de fuerza ígneo.
Hugo G. Seras: Multiformidad animal, mala suerte, plasticidad.
Madison Greens: Emisión de energía eléctrica, campo de fuerza eléctrico.
Michael Fauchon: Dominación mental, campo de fuerza automático.
María Ortíz Ferrán: Empatía, telepatía.
Mortimer Lagoon: Súper fuerza, inmortalidad.
Sven S. Lockhart: Agresión psiónica.
Nadra Oluwatobi: Bolsa espacio-temporal, súper constitución.

2º MONTÓN:

Amber Daelyn Dryden: Mímesis.
Donovan Dryden: Mímesis.
Jolene Dryden: Super Apariencia, Telepatía y psicoportación.
Alexandra Etel Czigany: Agresión Psiónica, súper apariencia, control del agua.
Taylor Hawkins: Precognición, postcognición, creación de ilusiones.
AJ. Hayes: Absorción de poderes, blindaje natural.
Dale Lantana: Súper inteligencia, súper percepción visual.
Renka Isawa: Control de la vegetación.
Victoria Hawkins: Postcognición, precognición, creación de ilusiones.
Roan-Kale Oluwatobi: Intercambio.

3er MONTÓN:

Carla G. Seras: Multiformidad humana, empatía tecnológica.
Adrián Cadaval: Intangibilidad, invisibilidad, volar.
Daniel Lantana: Súper Agilidad, súper percepción de oído.

- El primer montón ha de ser aniquilado. Son hombres de Isenhall que están trayendo problemas -explica tranquilo el flemático faraón- El segundo grupo no ha de ser bajo ningún concepto dañado. Has de simpatizar con ellos incluso, ponerles contra los otros si es necesario, aunque no te funcionará con Lantana. A ella anúlale, pero no le hagas daño de ninguna clase, ni tampoco a Jolene Dryden. Al resto puedes dejarles inconscientes si quieres. El tercer grupo también ha de ser aniquilados. Son buenos efectivos de Sloane O'Hara, que a su vez pueden servir de cebo para atrapar al resto, pero si no te viene bien, puedes simplemente destruirles. ¿Se te ocurre alguna forma de hacerlo...? -él la conocía perfectamente, pero un experimento no es un experimento si no se deja libertad a ciertas variables...

Morgan miraba con atención y extrañeza los montones de fotografías, con sus nombres y poderes.
Eran muchos. No se quedaría con todos de primeras. Aun así, intentó quedarse bien con las caras de cada uno para situarlos en el grupo que debía eliminar, el que no debía dañar, y el que posiblemente podría eliminar también. Aunque la pregunta que más rondaba por la cabeza del iracundo texano era quién o quiénes de todos esos desgraciados acabó con Sands. Rezaba para que fuera del grupo de los que podía eliminar.
- Mmmmmh... - Morgan se frotaba el mentón, mirando las fotos. - Se me acurren unas cuantas... Pero señor... ¿Qué quiere de mi? - La verdad es que Morgan no sabía muy bien cómo expresar sus dudas en una pregunta. No era muy bueno suponiendo cosas y su estado de ánimo no le ayudaba. Si el Faraón quería encomendarle una misión rezaba por que le diera más detalles.

- Caroline, de lo que sé, fue herida de gravedad y murió desangrada al ser atacada por cuatro individuos: Michael Fauchon, Mortymer Lagoon, María Ortíz y Alejandro De Balaguer. El último fue muerto por ella, justo antes de que muriera -expresó el Faraón con tono respetuoso- Me urge que destruyas a esos animales, ¿comprendes? No tuvieron consideración del embarazo de Sands... Y al arrebatártela nos han debilitado a todos -un par de palmadas en el hombro, sabía cuánto afligía la debilidad a Morgan, y era tremendamente empático para con la angustia ajena. MalaSangre recordaba que durante el experimento, el Faraón había matado a un enfermero por el simple hecho de ahorrar en anestesia para con Morgan. Después de aquello no volvió a sufrir, ni siquiera la infección que su horrible herida le provocaba recurrentemente- Si Isenhall nos traiciona, todos los que componen el grupo de los que tienes que aniquilar acabarán haciéndonos verdadero daño. No es menester que destruyas a los del segundo. Tiempo al tiempo. Tu primera misión serán éstos diez. ¿Qué crees que necesitas para hacerlo?

Fauchon, Lagoon y Ortiz. Quizás los otros no, pero a esos tres Morgan los recordaría como si se le acabaran de grabar afuego en su mente. El 4º al menos Sands pudo llevárselo con él, esos tres pagarían también el precio con su vida, aunque tuviera que desmembrar al inmortal en centenares de cachos, cosa que le causaba un infinito placer sólo de pensarlo.
El texano volvió a mirar las fotos, frunciendo el ceño meditabundo.
- Los mentales me son un gran problema... Necesitaría algo para defenderme de eso. Además, algunos como Greens, John Dryden o Lagoon... - Dijo pronunciando el último nombre con cierta rabia que no pudo disimular. - ... También podrían suponerme un problema con la superfuerza o la electricidad, ya que no soy de piedra...
- Son las dos complicaciones que veo... Son bastantes, y todos con poderes. - Dijo serio al Faraon.

- ¿Qué problema te plantea la mentalista...? -preguntó aquel extraño interlocutor dejando oír la prehistoria de una risilla, paternal y paciente- Solo debes eliminar primero a Ortíz, Lockhart, Scerri, Seras y Fauchon. Sé rápido, píllales en momentos de debilidad y no les dejes ni gritar. Me consta que desearías que la primera y el último sufran terriblemente. He aquí mi recomendación: Dególlales. Fauchon no podrá darte órdenes sin cuerdas vocales, Scerri sufrirá igual que Seras (aunque con éstos dos deberás ser más rápido en acabar con ellos) y a Ortíz, tan pronto le hayas dejado muda, déjala ciega. Que no te vea o dará la alarma telepáticamente -hablaba desapasionadamente, con la profesionalidad de un líder que tan pronto habla de degüellos como de asaltos a bases militares- Todos menos Oluwatobi y Dryden están infectados, tu sangre les hará más daño del que ellos puedan hacerte a ti... O eso o cualquier forma ígnea. No obstante... Tanto John Dryden como Oluwatobi tienen una debilidad clara: Su familia, y en ambas familias hay niños. Hazte con el cebo que son Roan-Kale Oluwatobi y Amber o Jolene Dryden para sobrevivir y forzarles a la retirada. Luego tráeme a los críos... Y que estén sanos y salvos. Y al margen de eso... Sorpréndeme. Destruye de esa primera lista a tantos como puedas. ¿Dónde quieres atacarles? ¿En su territorio o en un lugar extraño? Ésta última opción es Prípiat, lo cual sería peligroso también para tí... Aunque si consiguieran al menos diez de los objetivos que te pido... Ya sea entre ejecuciones o que me traigas a alguno del grupo dos... Por supuesto te recompensaría...

A Morgan le seguían dando mala espina los mentalistas... Mas aun así esperaba poder hacer lo que el Faraón le recomendaba y poder quitárselos de encima rápidamente. Aunque a Fauchon quizás no tan rápidamente. Al menos la idea de poder usar la familia como debilidad de dos delos fuertes del grupo le gustaba.
- ¿Cuál es su territorio, señor? - Le preguntó al faraón, para poder deliverar sobre las 2 primeras opciones que tendría.

El faraón pareció dubitativo durante menos de cinco segundos, tras los que retomó la charla de inmediato con renovadas energías en su lastimero tono de voz:

- Creo que te enviaré al territorio de Isenhall. Ellos creerán que vas en son de paz... Te acompañará una compañera que se ha hecho pasar por agente doble frente a uno de ellos... Para lo demás, si tienes cualquier tipo de problema, recurre a Gulliver. Él te llevará. Dentro del edificio de hielo (el principal) los poderes se anulan y te será fácil exterminar a quien debas. Hazlo bien... No te precipites. Y traeme a los pequeños con vida, no te olvides de eso... -se giró hacia la escotilla, que volvió a abrirse- ¿Gulliver...? -una silueta a contraluz se recortaba en el centro de aquella entrada- ¿Te has encargado ya de esos dos adolescentes...?

Milo Notara entró con paso prudente y respetuoso en la sala. Se trataba de uno de los cuatro intermediarios oficiales, que había pasado desapercibido entre las filas de Isenhall, la reina de las nieves. Se llevó ambas manos a los bolsillos e inclinó la cabeza, reverencial.

- El chico ha muerto... Pero la muchacha ha escapado, no la encontramos, ha matado a siete de las cartas de la Reina de Corazones, señor -se explicó.

El Faraón guardó un instante aislado de silencio, evidentemente forzado por pura cortesía.

- Esa Isawa no me decepciona. Bien... Llévate a Morgan al Icehotel. Ya va siendo hora de que éste laberinto toque sus pasillos finales...

- Bien, señor... -Milo extendió la mano hacia MalaSangre. Se sabía entre las altas esferas de Gelus Vírica que Notara era uno de los mejores teletransportes del mundillo...

Morgan observó y escuchó con semblante serio y atento las palabras del faraón y las del otro pez gordo que se había presentado.
Haciendo un último repaso mental de todo, estrechó la mano de Notara para incorporarse y dirigirse por última vez al jefazo.
No se preocupe señor. - Dijo Morgan con tono firme. - Los del primer montón son historia. Y traeré... a los críos.

En un sencillo parpadeo al que, por otras veces, Morgan estaba acostumbrado, Milo Notara, el guerrillero de Gelus Vírica y una compañera se encontraban en pleno paraje helado. Ella parecía vestida para la ocasión, al igual que él, pero MalaSangre sentía el rigor de las bajas temperaturas apretándole fuertemente las sienes.

- Tengo cosas que hacer... -explicaba serio Gulliver- Entrad sin mí.

Estaban a una distancia bastante respetable del hotel... Así que tuvieron que recortar el camino a pie cuando el griego desapareció. Había un edificio anexo al hotel: Uno más pequeño.

- En el hotel las metahabilidades están anuladas -le dijo Emma- . Pero ahí no. Eso es la enfermería. Ármate antes de entrar...

Donovan había sido de nuevo recostado en la cama por su padre, y sucumbiendo al cansancio que causaba aquel estadío de la enfermedad, había vuelto a dormirse. Fue así hasta que el corazón se le aceleró al oír una abrupta entrada en la enfermería. Cuando abrió los ojos, pudo ver que Arthur llevaba ropa normal y sujetaba a Amber en su regazo, mientras Lockhart volvía a estar ahí, vestido con su bata blanca y una coleta cuando Milo llegó con aire de urgencia, hiperventilando y destapando a Jolene, empezando a cogerla en brazos. Fue entonces cuando Sven corrió hasta la camilla y apartó de un empujón al griego.

- ¡Tengo que ponerla a salvo, Sven! -gritaba Milo desesperado, sin comprender la reacción del inexpresivo doctor- ¡Nos atacan! ¡Tengo que llevármelas a ella y a las niñas! ¿¡Dónde están!? ¿¡Y Dale!?

- Hijo de puta...

La mirada de Sven cambió como nunca lo había hecho en décimas de segundo en las cuales Milo se llevó las manos a la cabeza, cerró los ojos y profirió un grito prolongado y desgarrador. De sus orejas, fosas nasales y ojos se deslizaron gotas de sangre a borbotones, cayó de rodillas al suelo y, pasados unos segundos de agonía indescriptible, sus brazos quedaron laxos y su cuerpo cayó de lado al suelo. Arthur Dryden se puso en pié inmediatamente, dejando a Amber en el regazo de Donovan y transformándose, al igual que su hijo mayor, en un esqueleto de aspecto carbonizado y llameante.

- Lleva engañándonos todo el tiempo. Él, Isenhall y Dios sabe cuántos más... -Sven encaró al esqueleto, con los brazos caídos a cada lado del cuerpo, con la mirada, quizás, de uno de esos soldados dispuestos a darlo todo por lo que creen y saben justo... O quizás los ojos de otro como el joven de Tiananmen...- Lo más probable es que nos estén descartando, como hicieron aquella vez con las explosiones de la estepa... Dese cuenta de que sólo quiere llevarse a las niñas y a las embarazadas... Cuando podría ponernos a salvo a todos... Le he visto llevar a grupos más grandes...

Perdido aún entre la neblina provocada por el sueño del enfermo, Donovan no es plenamente consciente de lo que sucede a su alrededor hasta que su padre estalla en llamas del color de las esmeraldas. Verlo ahí, interpuesto entre su familia y Sven, le hace reaccionar, rodeando con brazos protectores a la más pequeña de los Dryden, encorvando la espalda sobre ella, convirtiéndo su cuerpo en una fortaleza débil al lado del ser indestructible en que su padre podía convertirse. Así que de ahí había sacado Rewell su aspecto y su poder...

Sin embargo, una vez despierto, el joven actor echa la vista atrás y analiza con detalle los últimos segundos de su vida. Milo entrando en tromba en la enfermería. ¿Un ataque? ¿Estarían atacando la enfermería? Se suponía que ellos estaban de misión en otro lugar. ¿Qué hacía de nuevo Milo ahí? ¿Cuánto tiempo había estado Donovan durmiendo? Las preguntas se arremolinaban en la mente del inglés mienras seguía cotemplando a Sven, tan frío como siempre, parado sobre el cuerpo inerte de Milo. ¿Había matado a Milo o solo había perdido la consciencia? ¿Y qué demonios le había hecho? Solo lo había mirado ¿Podía Sven matar con la mirada?

Un escalofrío de miedo recorre la columna de Donovan mientras observa, de reojo y entre los rizos que caían sobre sus ojos, al médico. Incapaz de hacer nada, Donovan deja que sea su padre el que afronte aquel desafío. Si el señor Dryden no podía hacer nada ¿Qué haría Donovan, que era mucho más débil e inexperto que él?

Envuelto en llamas doradas, el inmenso esqueleto se movía empujado por extraños movimientos convulsivos que, en un primer momento, no sirvieron para golpear al alertado médico, pero finalmente aquel puño de hueso y fuego cayó sin esfuerzo sobre la fontanela anterior del joven e, inmediatamente, éste cayó al suelo mientras Amber lloraba sin fuerzas ante la presencia de aquel monstruo ígneo que hacía unos segundos era su abuelo.

Poco a poco, la carne volvió a formarse a jirones, reconstruyendo el cuerpo con más convulsiones y más de un aullido de dolor contenido. Cuando el patriarca Dryden volvía a ser totalmente humano, aún humeaba.

Miró a su alrededor y buscó una venda con la que taparle los ojos a Lockhart, quien seguramente sufriría algún tiempo de terribles dolores cervicales. Aquel impacto había sido peor que un accidente en carretera.

Tras eso, cogió el cuerpo inconsciente y fue hacia uno de tres cajones que Lockhart tenía como morgue, metiéndole dentro y cerrando con llave. Finalmente se acercó a Notara y le tomó el pulso, amén de abrirle los ojos y comprobar que una pupila estaba mucho más dilatada que la otra... Seguramente por una hemorragia subaracnoidea focalizada, curiosamente, en el lado en el que tenía a Sven. Le cerró los párpados y lo llevó a otro de los cajones, con algo más de reverencia en ese caso, pero sin perder tiempo.

Al terminar se asomó por uno de los ventanucos, y aunque no tenía muchas expectativas sobre las declaraciones de Lockhart, abrió los ojos de par en par. No conocía a aquel tipo del sombrero... ¿Sería posible que no hubiese mentido el tío de Amber...?

Se volvió hacia su hijo y lo cogió en brazos, con Amber encima incluída, abrió el tercer cajón de morgue y los acostó ahí, dándole las llaves de todos los cajones a su hijo.

- No hagas ningún ruido, pase lo que pase, hijo... -tuvo al menos la gentileza de ponerle en sentido contrario al que debía ser, de ese modo podría asomarse por el diminuto agujero de la cerradura...
Amber lloraba en el interior de cajón, más sollozando que gritando, mientras fuera el señor Dryden tenía que meter a su hija en el mismo cajón que Milo...

María escuchó a Hugo mientras le explicaba la situación de Mortymer, interesada y alternando la mirada entre el muchacho y su conflictivo novio. También contrajo el gesto al saber que Arthur y Renka estaban metidos en algo tan peliagudo, aunque no comprendía todavía demasiado bien quién era "el Faraón Verde". La última frase del español...

Cita:

...le dio fuerzas para el resto, además de ánimos de volver a sonreír y un brillo de vida en sus oscuros ojos.

- [ESP]Pues has dado con la persona adecuada, entonces[/ESP] -rió visiblemente emocionada. Parece que Hugo, por una vez, había tenido un comentario verdaderamente atinado. Se volvió hacia Mortymer y suspiró, mirándole un rato los ojos inexpresivos sin ocurrírsele qué hacer. Ojalá hubiera sido enfermera de verdad...

Pero... Un momento...

Trabajó en un psiquiátrico, y algo había sacado en claro: Una bofetada a buen tiempo devuelve al mundo a muchos, de modo que extendió la mano y cruzó con ella la mejilla del chico. Contundente, pero no demasiado dolorosa.

- ¡Morty! ¿Me oyes? ¡Vamos, despierta!

¡Me cago en...! - No puede evitar maldecir Morgan ante el súbito cambio de temperatura, que lo deja totalmente traspuesto los primeros momentos. - ¡L... LA HOSTIA...! ¡Ya podrías... Ha... Haber avisado...! Coño... - Sigue maldiciendo, mientras, en un inútil intento por apaciguar el gélido frío que le atravesaba la piel llegándole hasta los huesos, se abrochaba la negra gabardina y acababa encorbándose.
Morgan observa a la mujer, aunque casi no parece saludarla al principio, muerto de frío. Quizás un leve encorbamiento de su cuerpo sirvió como saludo, o quizás fue otro de los muchos movimientos que hizo por combatir futilmente al frío.
Quizás su sangre hirviera, pero no era inmune a tanto, quizás por eso piensa que no la ha dado un infarto. Aún.

El semicongelado hombre miró el hotel y su edificio anexo mientras escuchaba las breves palabras de Kastehelmi.
¡B... Bien...! - Soltó dirigiéndose imparable hacia el edificio. Imprudente, poniendo apenas interés en sus alrededores. La idea de entrar en un lugar donde eliminara al menos parte del frío que lo atenuaba le llegó a cegar en ese sentido.
Por lo que Morgan fue hacia la supuesta enfermería.
Sacando, antes de entrar, todas las cuchillas alojadas en sus huesos: Dedos, codos, rodillas, vértebras, cráneo.

La puerta de la enfermería se abría súbitamente al golpearla Morgan MalaSangre. En el suelo había un par de gotas de sangre, camas removidas y un hombre alto, imponente, totalmente desnudo y con las primeras canas asomando en su cabello que, al llegar el agente de Gelus Virica, se encontraba volviendo de la sala del quirófano hacia la de camillas, pero al ver a Morgan se pensó el salir...