Partida Rol por web

De repente, entra en la enfermería un tipo corpulento, vestido con negras ropas, una gabardina de cuepo abrochada, sombrero y guantes con los dedos recortados. El gran hombre llega algo encorbado y con movimientos violentos, titiritando del horrible frío que atenazaba su cuerpo, cubierto en parte de nieve.
Mas eso no era lo que más destacaba de él...
Lo que parecían unas afiladas cuchillas salían de cada uno de sus dedos, como si de largas garras se tratasen. Además, otras de mayor tamaño asomaban por sus codos, rodillas, y hasta por su espalda haciendo el recorrido de sus vértebras, rasgando la gabardina. Además, dos últimas cuchillas salían de sus sienes en vertical, como dos metálicos y afilados cuernos.

Morgan entra en la sala, aún algo atenazado por el frío, pero inquieto por quitárselo de encima. Y su inquietud aumentó en parte al ver que no estaba solo, y que había irrumpido de primeras con la atención de una persona.
Sin pensarlo, ni siquiera para comprobar quién era, se lanzó hacia él para apresarlo.
¡Quieeeeetto amigo! - Le ordenó una vez le tenía ya apresado, y con uno de sus dedos cuchilla bajo su cuello. - Vamos a portarnos como personas inteligentes y a no hacer ninguna tontería. ¿Vale?

Se quedó con la cara girada mirando al infinito durante exactamente dos segundos... aunque en aquel momento tenso aquello parecieron horas... Lentamente se llevó la mano derecha a su dolorida mejilla y la meció tratando de reconstruir los echos en su cabeza; pero realmente no consiguió nada, hasta hace unos instantes su cabeza no era mas que una maraña de alambre de espino lleno de confusión y dolor...

Termino por girar la cabeza hacía María llorando en silencio, lagrimones como puños resbalaban por su cara mientras la miraba. Desconsolado se lanzo a abrazarla recordando todo con la visión que le correspondía, con la de Mortymer Lagoon y no un psicótico.

- morí... morí... y tú... tú... - solo le salía un balbuceo lacrimoso mientras se desahogaba abrazado a la española

La violencia no es la solucion, la violencia solo crea conflicto, las miles de veces que me habre tragado esa reprimenda, y va, y mi novia resume lo que serian años de sesiones y botes de pastillas en una sola bofetada, lo que hay que ver.

Bueno, tal vez no sea del todo cierto, esto solo habia servido para que Morty volviera a la realidad y se enfrentara con aquello que lo atormentaba, lo cual podria ser un infierno teniendo que nuestras actuales vidas no nos permitian tener mas de una semana de paz sin que algo nos amenaze de muerte o nos dañe gravemente. Pero creo que traer a Morty al mundo de los vivos, ya era bastante para lo que se me habia pedido por hoy, y todo gracias a Maria, a la cual no dije nada para no interrumpir el momento, pero devolvi una sonrisa agradecido, haciendole saber lo mucho que agradecia que ella estuviera aqui para ayudarme.

Sanuye tenia razon, aunque Donnie y Dale hubieran muerto en aquel castillo, salvar la vida de ella es lo mejor que he hecho en mi vida.

Emma, que había entrado detrás de Morgan, al ver al señor Dryden desnudo se temió lo peor y se acercó para tocarle... Una sensación de debilidad recorrió al hombre, una debilidad indescriptible, a pesar de que sus músculos seguían en perfecto estado...

- Cuidado con éste... Se convierte en un monstruo, es su blindaje... El hijo mayor es igual.

- ¡De acuerdo, de acuerdo! -el hombre se apresuró a hablar, seguramente para tapar un sollozo que surgía de alguna parte de la habitación, en la zona de los armarios- Haré lo que digáis... Lo que queráis...

Morgan capta el humano sonido de la zona de los armarios, dirigiéndole a Enma un ligero movimiento de cabeza hacia la zona de éstos.
¿Quién coño eres? ¿Cuántas personas hay en el hotel? ¡Habla! - Le ordenó brusco, casi hasta creyó que podría habérsele ido la mano, pues aún temblaba del frío y le costaba no hacer que la cuchilla lacerara un poco la carne de su cuello.

Aún no estaba preparado para todo eso. Solo era un crío, por Dios. Y ahí lo tenías, enfrentándose de nuevo a cosas que solo habría imaginado ver en una película de terror de los años ochenta. Inmerso en los albores del nuevo siglo, Donovan Dryden estaba viviendo una pesadilla cinematográfica convertida en realidad.

Encerrado en un cajón para cadáveres en la enfermería de un hotel de hielo, abrazado a la pequeña de la familia y escuchando como esta sollozaba de miedo contra su pecho. Con solo diecinueve años de vida lujosa no se estaba preparado para aquello. Debería estar abrazado a un par de estrellas de cine, en el jacuzzi de su piso de París, riendo y bebiendo champagne mientras pensaba en cuál de las dos tendría la suerte de dormir con él aquella noche. Tendría que estar siendo joven para siempre y no viendo como la vida se le escapa por las pústulas que la enfermedad había hecho brotar en su cuerpo. Tendría que estar en otro lugar, en otro momento...

Una sola lágrima de pérdida recorre la mejilla reseca del chico. La última que su cuerpo sería capaz de hacer brotar en mucho tiempo. Y ni siquiera estaba seguro de aquello fuera una lágrima. Bien podría ser pus.

- Shuuuuuuussss... Cariño... no llores... - Apremia Donovan en apenas un hilillo de voz, intentando silenciar los sollozos de su sobrina para evitar que los atacantes los descubrieran...

Pero quizá ya fuera demasiado tarde. Porque aquella mala bestia había atrapado a su padre. Aquel Freddy Krueger superhormonado tenía entre sus zarpas al hombre que le había dado la vida. Una buena vida. El monstruo vestido de cuero tenia decenas de cuchillas asomando de las articulaciones. Podría desgarrar a una persona son solo un movimiento. Era grande, fuerte y parecía lo suficientemente enfermo como para matar a quien fuera necesario. Donovan estaba aterrado. Ni siquiera Zaan, en su sobrenatural existencia vampírica, le había provocado aquel pavor. Ni mucho menos el ingenio mecánico de Madsen.

Otra vez estaba temiendo por su vida. Otra vez sentía los latidos de su corazón enviar la sangre a cada cavidad de su cuerpo, martilleando sus sienes como si se trataran de la forja de un gigante que fuera a dar vida a la mayor de sus obras. Le temblaba todo el cuerpo con tensa fuerza, pues no podía permitir que el castañeteo de sus dientes llegara a advertir a los intrusos sobre su presencia.

Pero ya parecía demasiado tarde. Emma, la cuidadora de los perros, que parecía que se había pasado al otro bando, se acercaba peligrosamente a ellos. Si los encontraba... estaban perdidos. Donovan no se sentía capaz de acabar con aquellos dos. No era grande, ni fuerte... Una mujer embarazada había estado a punto de matarlos a todos. De hecho había matado a Balaguer. Una asesina asesinando a un asesino. Si eso había sido así, ¿Qué oportunidad tendría contra un hombre cubierto de cuchillas y esa otra mujer? Podría ser capaz de cualquier cosa. Incluso de parar el corazón de otra persona con solo desearlo. Al fin y al cabo, Sven había matado a Milo con la mirada... ¡Con la mirada!

El mundo estaba mas loco de lo que debería y Donovan no sabía a qué aferrarse para mantenerse a flote en ese torrente de emociones que amenazaba con llevarse la poca cordura que le quedaba. Ya se sentía flaquear, ya sentía que el miedo era demasiado para él. Un murmullo crecía en su pecho y seguramente acabaría escapando de él como un aullido de puro pánico cuando la puerta del cajón se abriera.

Hasta entonces, hasta que ese momento llegara, tenía que ser fuerte. Tenía que confiar en su padre. Arthur Dryden era un hombre de recursos, tendría un plan. Y, en última instancia, Donovan quizá fuera capaz de luchar. No por su vida, sino por la de Amber. Si la pequeña llegara a estar en peligro de muerte inmediato... Donovan se sabía capaz de hacer cualquier cosa. Lo hizo por Dale, lo haría por su sobrina.

La angustia ahora durante unos segundos a aquel hombre, que, en menos tiempo del que puede calcular, debe tomar una decisión que cualquier padre sería incapaz de admitirse...

- ¡NO! -grita al ver a Emma acercarse a los armarios, mirando concretamente uno de los anchos cajones de la morgue- ¡CALLA, HIJA! -las lágrimas empiezan a llenar los ojos de aquel agresivo hombre de negocios que, de pronto, se ve reducido a un hombre totalmente indefenso. Como si se diera cuenta de que ha delatado a su pequeña, cierra los ojos con los párpados bien apretados y baja la cabeza, odiándose a sí mismo por tamaña demostración de estupidez.

Emma, sonriendo, abre en primer lugar un cajón en el cual se encuentra un pálido doctor Lockhart. Todo iba sobre ruedas.

- Vaya, mira ésto, Morgan: Gulliver se ha cepillado al doctorcito. Es buena cosa, pero... -abre entonces las piernas y ambos brazos, cogiendo los tiradores de los cajones junto a aquel donde se encontraba el médico muerto. Con el primer tirón, uno de ellos se deja abrir, pero el otro parece cerrado con llave, y ello capta la atención de la finlandesa, que deja que el otro se cierre. Tira del asa un par de veces más, comprobando como a Arthur Dryden le recorren la frente gruesas gotas de sudor mientras su mirada muta a la más profunda angustia...

- ¡NO! No, por favor... -suplica, con la voz temblorosa- S... Soy Arthur Dryden... Les diré lo que quieran, pero por favor, no le hagan daño a mi hija... Por favor... Haré lo que sea, pero... Pero déjenla a ella... ¿Quieren saber dónde están todos? ¿Quieren dinero? Lo que quieran, por favor, pero a mi hija no... ¡Está embarazada, por el amor de Dios...!

Concentrado en su presa, Morgan apenas se le nota una ligera elevación en el labio simulando una breve sonrisa al oír las palabras de Emma. Volviendo a ponerse serio y frío al oír al hombrecillo el cual tenía su vida en sus manos. Unas manos que cada vez estaban más temblorosas de la emoción y de la ira.
Arthur Dryden... Ese nombre no aparecía en ninguna de las listas. Lo cual llegó a alegrar en parte a malasangre... Quizás la hija a la que se refería, fuera la de la 2º lista. En tal caso...
¿Es que estás sordo...? - Dice con voz ronca mientras da un súbito apretón a su agarre. Casi podía parecer que en ese brusco movimiento rajara el cuello de Dryden. Aunque no fue así, las cuchillas a poco se quedaron de ello, siguiendo acariciando su cuello. - ¡¿Cuántas putas personas hay?! ¡¿Quiénes?! ¡Si colaboras de una puta vez quizás tu cría sobreviva! - Gritó.

¿Cómo?... ¿Cómo funcionaba aquella habilidad para hacer que otros obedecieran sus deseos? ¿Cómo lo hacía ese bastardo de Michael? Quizá bastara con desearlo con todas las fuerzas de las que uno era capaz. Si era así, aquella mujer que los había traicionado debería estar volviéndose en ese momento para decirle a su monstruoso compañero que se fueran de allí, dejando el libertad a su padre. ¡Cuánto deseaba Donovan que bastara con aquello!... Si tenía que hablar para hacer funcionar aquella cosa, más le valdría hacerlo bien a la primera, porque no tendría mas oportunidades. Entendía que su carisma era desmesurado, pero no para sacarlo de semejante situación. No, por eso Mortymer estuvo a punto de morir.

No podía apartar la mirada del ojo de la cerradura, atrapado por la escena que se desarrollaba más allá. Había sentido en sus huesos el estremecimiento provocado por el cajón abierto moviéndose sobre sus raíles. Había visto que el hombre de negro también se estremecía tenso, embargado por una emoción desconocida. Su pequeña sobrina también se estremecía bajo sus protectores brazos, tratando de contener un llanto que ya amenazaba con romper como el sol amenaza con salir cuando despunta el alba. Todo a su alrededor se tambaleaba y el joven actor no tenía a dónde agarrarse para mantener el equilibrio en aquella espiral hacia el mas instintivo de los terrores. La sangre se agolpaba en las sienes y palpitaba en todas y cada una de sus llagas, provocadas por la enfermedad que lo consumía lentamente.

Tenía que tomar una decisión. Tenía que actuar. Su sobrina, su hermana y su padre, las personas más importantes de su vida salvando a su madre y en ese orden, estaban en peligro delante de sus propios ojos. Y él tenía el poder para hacer algo, había nacido con él. Solo le faltaba la voluntad...
¡Se lo había prometido a Dale! ¡Le había prometido, sobre la nieve delante de la casa del vampiro, que sería lo suficientemente fuerte como para poder llegar al final de aquella historia! Iba a ser padre. Iba a ser padre, ¡Maldita sea! Si no podía proteger a los suyos... ¿Qué futuro les esperaba entonces si los malos ganaban la partida? Cuando bajara el telón, Donovan quería sentirse como la estrella de la obra y saber que había hecho el mejor de los papeles. Quería resplandecer y ser recordado. No como un héroe. Sino como Donovan Dryden, el que siempre conseguía lo que quería.

Tomó aire, muy silenciosamente, y lo retuve en sus pulmones mientras desplazaba el peso del cuerpo hacia los pies, estirando el brazo hasta la pared del cajón, preparado para abrirlo de golpe si no funcionaba su plan en un primer momento...

Dile a tu compañero que ya os podéis ir... Qué esta gente no merece la pena... ¡Vamos! ¡Díselo! ¡¡DILE QUE OS VAIS, QUE OS LARGÁIS!! ¡¡DILE QUE VAIS A DEJAR A LOS DRYDEN TRANQUILOS!! ¡¡A TODOS!! ¡¡VAMOS!! ¡¡DÍSELO!! - Los gritos eran ensordecedores en el fuero interno de Donovan. Eran tan poderosos que le hacían retemblar el pecho y apretar la mandíbula con fuerza, hasta hacerse daño incluso. De haber podido, habría llorado de desesperación, rabia y necesidad de sobrevivir.

Pero no resultaba. No pasaba nada. Sus ojos dorados, enmarcados por unas feas ojeras, estaban clavados en los de aquella mujer, manteniendo la linea de visión a través del hueco de la cerradura. Pero no bastaba. No bastaba con desearlo. Tendría que hablar... Y descubrir su escondite.

- Dile a tu compañero que os vais... que vais a dejar en paz a los Dryden... - Ordenó en apenas un murmullo no más fuerte que el rielar de cortinas de seda en una noche de brisa veraniega. Si es tampoco bastaba... Estaba reuniendo fuerzas para atreverse a alzar un poco mas la voz. Necesitaba el tono perfecto para ella le escuchara pero él no.

Aunque Donovan resultó imperceptible para Morgan, Emma pudo oírle, y no hizo otra cosa que obedecer conforme arrugaba el gesto con asco al mirarle...

- Morgan: Nos vamos... Dejemos en paz a los Dryden...

Orden equivocada. Emma tiró del cajón en el que estaba el mediano de la familia, abrazando a una niña pequeña asustada y sollozante.

- ¡¡NO!! -Arthur se removió en la presa que MalaSangre había hecho.

Emma, sin ser consciente de si su poder había funcionado o no, sacó una pistola del bolsillo interior de su abrigo y apuntó a Donovan... Pero el padre del chico estalló finalmente en llamas doradas que consumieron su carne de inmediato mientras iba siendo atravesada por el crecimiento de unos huesos ennegrecidos, quedando de súbito reducido a un enorme esqueleto negro y envuelto en un fuego que no llegaba a quemar... Pero en lugar de intentar huir de su presa, cabeceó un instante y finalmente golpeó la frente de su captor con la propia cabeza en un golpe seco...

Aquello resultó ser un terrible error. La sangre, astillas de hueso del cráneo y el propio cerebro salieron despedidos como si le hubiesen hecho estallar la cabeza, y aunque nada ocurrió cuando salpicaron el esqueleto viviente, Emma y Donovan no tuvieron tanta suerte...

Aquella sangre era peor que cualquier ácido, similar a que a alguien le prendieran fuego. La sensación punzante, aquel ardor que lamía por donde pasaba aquel espeso líquido color rubí, se deslizaba humeante sobre el cuerpo del joven actor mientras la adrenalina, serotonina e histamina se disparaban a niveles totalmente desconocidos para humanos normales, actuando incluso como un chute de cocaína o éxtasis y sus pústulas sanaban como si fuesen disueltas...

La sangre alcanzó a Emma de lleno, y a pesar de que no viviría para contarlo, al igual que su compañero, pues sería calcinada por la sangre del mismo, el brutal espasmo nervioso al recibir el intenso dolor se tradujo en un disparo. Un disparo que Donovan llegó a oír pero no sintió mientras duraron sus convulsiones...

Arthur se acuclilló al escucharlo, tapándose los ojos mientras, dolorosamente, su carne se volvía a regenerar sobre los huesos y las llamas se disipaban. Aquel tiro estaba demasiado cerca de su nieta y su hijo... Y no quería abrir los ojos ante ningún resultado que hubiera provocado...

Fue entonces cuando el actor francés dejó de convulsionar... Y no sentía a su sobrina removerse y sollozar en sus brazos. La sangre iba empapando el costado sobre el que estaba recostado, pero no era aquella sangre hirviendo, sino una templada...

Amber Daelyn Dryden, sin haber llegado a cumplir dos años de edad, sufrió un disparo que destrozó su pequeña pierna. El dolor fue tal que ni siquiera pudo extender el grito tanto como habría querido.

Amber Daelyn Dryden, de quince meses, moría. Aterrorizada, dolorida y triste. No había tenido la oportunidad de que la turbulenta vida de su madre se estabilizara... Ni siquiera tuvo tiempo para que su tío le cogiera la manita o le cantara una nana para que se tranquilizara. Había intentado llamarle, solo para que su tío, que la había abrazado todo el tiempo, supiera que seguía ahí...

Quedaría con el cuerpecito laxo en brazos del muchacho, los ojos azules, los labios entreabiertos y su vestidito blanco teñido por la sangre de una herida que jamás mereció...

- Ya, ya está... -María frotó la espalda de Morty mientras éste se desahogaba. Aquella situación ponía a cualquiera en el límite de su cordura, cualquiera podía comprenderlo, pero tratarlo era más difícil- No pienses en ello... Lo importante es que tú y yo aquí todavía, ¿s...?

De pronto, el silbido lejano de una bala. Se dejó oír tanto en el comedor, donde estaban los dos españoles y el joven, como en la habitación de Andrea Scerri. Normalmente habría sido demasiado tenue como para hacerle caso, pero la alerta en la que vivían constantemente los huéspedes del ICEHOTEL hizo que sus nervios se dispararan también...

Debía venir de fuera del edificio, o no se habría dejado oír su eco por las ventanas... Probablemente la enfermería.

Nada más oírlo, María abrió los ojos mirando a Hugo, e inmediatamente salió corriendo en dirección al edificio anexo...

De pronto, el silbido lejano de una bala. Se dejó oír tanto en el comedor, donde estaban los dos españoles y el adolescente, como en la habitación de Andrea Scerri. Normalmente habría sido demasiado tenue como para hacerle caso, pero la alerta en la que vivían constantemente los huéspedes del ICEHOTEL hizo que sus nervios se dispararan también...

Debía venir de fuera del edificio, o no se habría dejado oír su eco por las ventanas... Probablemente la enfermería...

Morty paladeaba aquel momento de angustia mezclado con una agradable sensación reconfortante... había recuperado el control de sus emociones y aunque no dejaba de llorar estaba en gran medida feliz de darse cuenta de quien era y de que estaba pasando... pero nuevamente algo tenía que joder el momento. La detonación llegó al oído del chico y como un perro que ha visto una ardilla se puso tieso y miró al lugar del que provenía el sonido; pero el hecho de que María saliera "escopeteada" hacía allá no dio lugar a dudar al llorón de Morty el cual salio corriendo tras ella con lagrimas en los ojos...

El ruido de un disparo atraveso la sala, y de repente, me temi lo peor. Todo la experiencias sufridas como lacayos habian agudizado mis sentidos al maximo, haciendo que fuera capaz de oir y oler la mas minima amenaza a varios metros de distancia y actuar lo mas rapido posible antes de que algo decidiera jugar con mis organos, de nuevo, pero sobretodo habia desarrollado un sexto sentido, llamado logica, que me decia lo siguiente. Nunca es bueno oir disparos en una zona habitada por la familia Dryden y otros "excéntricos" huéspedes de la diosa.

Por supuesto, la experiencia mas que el sexto sentido, me decian que ni pensara traer a Maria a un sitio donde perfectamente podian acabar lo que casi ocurre en aquella iglesia. Por desgracia, Maria no es una mujer que aprenda de sus errores, y otra vez me vi obligado a ver como corria tras el peligro, junto con un Morty que parecia llevarse por la inercia del cariño. Claro que iba a seguirla, por supuesto que iba a protegerla con mi vida, sobre mi tumba iba a criticar lo que tanto me atraia de ella, pero joder...

[Esp]-Maria Ortiz.-[Esp/] Dije en voz alta mientras recuperaba altura en la carrera.-[Esp] Como vuelvas a hacer alguna locura y obligarme a verte desangrar en el suelo por cuarta vez, juro que voy a estrangularte yo mismo y luego arrancarme yo mismo las venas a mordiscos hasta suicidarme ¿Entendido?[Esp/]

Estaba ya bastante cabreado de que no hubiera ningun dia en el que no tuviera que preocuparme de perder a alguien mas antes la estupidez y crueldad humana, y divina.

El silencio de un bebé que espira su último aliento. Ese es el sonido que hace una mente al quebrarse. Sin eco alguno. Sin testigos. Solo el más absoluto de los silencios.
Ese fue el último sonido que atravesaría el manto de la locura que cubriría el entendimiento del joven actor a partir de aquel día. Ese último segundo permanecería anclado para siempre en los límites de la memoria de Donovan. Para siempre. Todos los recuerdos horribles serían arrojados al olvido por aquella presencia, por aquel silencio.

Él solo quería decirle que todo iría bien...

(...) ¿Lo puedes oír? No, no puedes. Porque las criaturas inocentes se van de este mundo cruel arrancadas por el estampido de un arma de fuego, sin posibilidades de de escapar de su destino. Arrebatas por la mano de un verdugo sin rostro.

(...) ¿Lo puedes oír? No, ¿Verdad? Porque no hay nada que oír. No haya nada más allá del silencio, de la ausencia del sonido. Donovan nunca pronunció palabra alguna. Porque Donovan nunca tuvo la oportunidad de dar su vida por la de la pequeña a la que amaba con toda su alma.

Joven y niña quedaron en silencio mientras el trueno vomitado por la pistola abrumaba sus sentidos con un dolor que no era físico. Recorrería cada fibra de su ser hasta que lo matara, hasta que la bala que segó la vida de Amber acabara también con la suya. Pasarían días, meses, años... Pero el proyectil que entró a través de su alma acabaría por matar también su cuerpo.

El cuarto era pequeño, solo una habitación con cajones metálicos para almacenar cuerpos y un par de camillas dónde analizarlos para determinar la causa del paso de humanos con una vida a carne desalmada. Una habitación estéril... Una habitación que ahora hedía a muerte.

El trueno del disparo resonaba allá afuera, mas allá de Donovan, más allá del cuerpecito destrozado de Amber, mas allá de las llamas que envolvían la estatua de huesos carbonizados en que se había convertido su padre. Más allá de la traición, del dolor, del miedo, la venganza y el odio. Mucho más allá de los sueños, del amor o de la esperanza... El trueno del disparo resonaba en el vacío y como compañía llevaba un grito desgarrador que Donovan no podía oír.

Su cuerpo temblaba con fuerza, presa de terribles convulsiones, mientras sus brazos seguían aferrando el cuerpo sin vida de su pequeña. Golpeaba el cajón con los talones, las rodillas y los codos. Golpeaba con la cabeza contra la superficie metálica. Se agitaba todo él, sin control, atrapado su cuerpo en una ilusión creada por una mente rota.

Y gritaba. Gritaba de rabia, de dolor, de pérdida, de tristeza... de culpa. Gritaba con tanta fuerza que parecía que quisiera escapar de su cuerpo convertido en aullido y volar al lado de su sobrina. Y gritaba por los dos, gritaba por ella también, que había muerto en silencio. Sin un sollozo, sin un quejido... Ni siquiera había tenido tiempo para ello... Elevaba su voz para que todo el mundo pudiera oírla, para que todos supieran que esa mañana había muerto un ángel... y había nacido un demonio.

Donovan Dryden ya no yacía en aquél cajón. En ese cajón solo quedaba un hombre miserable, una parodia de ser humano, un chico con el poder de un dios que nada podía contra las fuerza que dominaban su vida. Lloraba lágrimas de sangre y sangre resbalaba de su nariz. Espumarajos de sangre manchaban sus labios y la sangre de Amber, tibia y viscosa, humedecía su pecho. Solo había sangre en su visión y el sabor metálico y pastoso de la sangre inundaba su gusto y abrumaba su olfato. Empapado en sangre había nacido el que sería el nuevo Donovan Dryden y su final sería igual de sangriento.

Ya no sentía el dolor producido por aquel ácido que le había llovido de ninguna parte. Ya no sentía el ardor infernal del Ígnea recorrer cada una de sus venas. Solo sentía el cuerpo laxo de una niña sobre su pecho balancearse como una muñeca, presa de sus propias convulsiones.

Donovan había perdido el control de su cuerpo, de su mente, de su corazón y de su alma. Donovan se había perdido a sí mismo.

Donovan solo gritaba y gritaba, y lloraba y lloraba, y pataleaba y pataleaba.

Y Amber solo seguía, sin vida, entre sus brazos.

Incluso para mí hay situaciones que escapan a cualquier intuición, y no es precisamente el hecho de aquel fugaz beso que la joven Madison deposita en mi mejilla, tal vez un preludio de una amistad tan olvidada como añorada, esquivada durante tantos años, pero sólo un tal vez.

Pero no es en ese punto donde radica mi error de cálculo, ella era lo que yo fui, y yo soy lo que era aquella que me alimenta y atormenta, justo rédito el que debería haberme cobrado, pocas veces la ocasión se aparece de forma tan clara, ya tenía la mesa y sin embargo fui incapaz de jugar la mano, débil y torpe, veloz de pensamientos, lento de ejecución. Ese ha sido mi preocupante fallo.

Y sin embargo me cuesta borrar la sonrisa de mi rostro mientras la veo alejarse, algo estúpida, tal vez fraternal, pero la vida, y sobre todo la muerte, su cercanía, su tentadora y aterradora llamada, hacen, curiosamente, obviar el dolor y rescatar sensaciones encontradas ocultas en rincones oscuros. Me siento en la cama, los codos apoyados en las rodillas y las manos sosteniendo mi desconocido rostro, ansiando una calma que no llegará.

Pasa el tiempo y agradezco silencioso liberar mi cabeza de cualquier otra cosa que no sea aislarme de todo el frío que me rodea, buscar en mi interior algún resquicio de ese calor que le entregué, pero un nuevo sobresalto me devuelve a la “realidad”. ¿Qué otra cosa mejor que hacer que ir a ver qué ha sucedido? ¿Qué importa que haya sonado como si de un disparo se tratase?

Me levanto y con celeridad, busco el origen del reciente sonido.

Los primeros en llegar a la enfermería fueron Hugo, Mortymer y María. La puerta estaba cerrada, y mientras el adolescente arrancaba la misma de cuajo llegó Andrea. En el interior oían gritar a Donovan como no le habían oído nunca antes... Eran gritos absolútamente desgarrados, de alguien sin energías que parece invertir sus últimos instantes en aquellos horribles alaridos.

Al entrar al fin, el panorama resultó espantoso: Había sangre burbujeante por paredes, suelo y techo, un cuerpo inmenso decapitado, de cuyas extremidades surgían enormes y afiladísimas cuchillas. A unos pasos Arthur Dryden, desnudo y sentado en el suelo, tenía la mirada perdida. Frente a él, Emma Kastehelmi yacía muerta en el suelo, con partes de la cara disueltas como si alguien le hubiese salpicado ácido. En los cajones de morgue, abiertos los tres, estaban en primer lugar una Jolene con gesto sereno, dormido, colocada encima del cuerpo inmóvil de Milo Notara, quien ya pálido presentaba hemorragias nasales, subconjuntivales y en las orejas. En el cajón central Sven, con buen color pero mala postura, como si le hubieran metido en aquel lugar a toda prisa, parecía inconsciente...

Y finalmente el tercer cajón, donde Donovan se convulsionaba, totalmente histérico, abrazando el cadáver de una pequeña Amber bañada en un charco de su propia sangre. La pequeña tenía el muslo derecho destrozado por un balazo... De una pistola que Emma Kastehelmi sostenía en sus rígidas y muertas manos...

María se llevó las manos a la boca, abierta de par en par como los ojos, sin poder dejar de mirar la horrible herida en la pierna de la niña, que apenas era un bebé aún... Había cuidado de la preciosa Amber el tiempo suficiente como para adorarla, al igual que le había pasado con Victoria, la niña de Taylor... Y verla sin vida, en brazos del desesperado Donovan, era demasiado... Empezó a temblar mientras su gesto se contraía en una mueca de dolor, girándose contra la pared y empezando a destrozarse los nudillos golpeándola.

- [ES]¡¡¡¡NO!!!! ¡¡NO, POR DIOS!! ¿¡¡POR QUÉ!!? ¿¡¡QUÉ HA HECHO ESA NIÑA!!? ¿¡¡¡QUÉ!!!?[/ES] -gritaba una y otra vez. Los gritos de María y Donovan se mezclaban con el olor y el sonido borboteante de aquella sangre que, salpicada por todas partes, parecía hervir...

Mortymer se quedó parado al entrar en la enfermería al ver ese dantesco espectáculo... Dio unos pequeños pasos por la estancia mirando a un lado a otro con una expresión que reflejaba una confusión digna de cine. Se paró en el centro y mientras balbuceaba palabras inaudibles ni para el mismo reparó en Donovan... ya estaba bastante preocupado por el al escuchar sus desgarradores gritos y en cuanto lo vio corrió hacía el, pero Maria ya se le había adelantado y empezaron a gritar al unisono...
Morty se siguió acercando pero con paso cauto, como si andará entre leones y fue entonces cuando vio por que gritaban... Se llevó la mano a la boca con el rostro desencajado y aparto la vista... podía soportar ver un cadáver... ¿Pero a una niña pequeña?¿A Amber? no daba crédito... lagrimas amargas por el dolor empezaron a resbalarle por las mejillas mientras seguía tapándose la boca... sollozaba en silencio, en estado de Shock por lo que acababa de ver... eso no debería haber pasado...

- Mein Gott... - susurró como pudo...