Partida Rol por web

No era mucha más la información que pudiera brindar aquella camarera, describía a la anciana como una anciana, solo recordaba a Raine por su particular rareza.

Luego de un buen desayuno,no hubo tiempo para perder, a petición de Kroggar iniciaron el viaje lo antes posible.

Rhodita se encontraba bastante bien, su herida la habían lavado y el niño se había encariñado bastante con ese particular animal, nunca había visto una así -Señor Enano, se la he cuidado como me lo ha pedido, acaba de comer y está completamente descansada. Luego del agradecimiento y la inspección del Enano, el muchacho se acercó de nuevo. -¿Es usted el señor Krogar? -Preguntó con inocencia mientras el enano afirmaba con cierta curiosidad, no había recordado haberle dicho el nombre a aquel muchacho. -Es que me habían dicho que entregara este mensaje al señor Krogar, pero también me dijeron que venía solo, pero la descripción coincide con la de usted. -El muchacho no tuvo otra opción que creerle al verdadero Kroggar que era el verdadero Kroggar y entregó la nota, un pedazo de tela rota con marcas hechas con tinta negra.

El Enano leyó la nota y comprobó que efectivamente era de su hermano.

Al ver que partían, tres aldeanos decidieron unirse al viaje. El camino de la posada hasta cataratas era quizá el más seguro del Valle, pero nada era completamente seguro. Deseaban llegar a cataratas de la daga y prometieron no dar problemas y seguir el paso, aceptarían que los dejaran atrás si ese fuese el caso.

El problema era Edana, en un rato el efecto del conjuro de disfraz terminaría y la reacción de unos simples aldeanos podría ser cuando menos impredecible, pero podría mantener su disfraz durante todo el día, aunque a un costo muy alto (9 PC). ¿Aceptarían la compañía de unos aldeanos de buen corazón para compartir camino?, lo normal sería que no,salvo que alguien lo aprobara.

En cualquier caso, el camino fue agradable. El clima ayudó durante la jornada y el terreno no se hizo pesado,contrario al viaje desde las colinas.

El día se fue rápido y el sol empezó a ocultarse sin si quiera tener una visual de las murallas de la capital. Kroggar afanaba a sus compañeros para forzar la marcha, claro ¡Si él iba montado en Rodhita! ya estaban cerca, pero las pobres magas una vez más fueron puestas a prueba. Los muslos y las piernas empezaban a tener calambres y la suave llovizna no mejoraba las cosas, si el día había sido ideal para viajar, la noche había cambiado el panorama.

Finalmente, las luces se dejaron ver a la distancia. La villa de Cataratas de la daga se encontraba ahora cerca y por lo que habían oído, tenían dos opciones para pasar la noche: La posada el alba cálida era buena y reconocida, mientras que la posada el brazo del Vado era más barata y trataba con clientela más... de otra calaña.

Empapados y con un frío que se adentraba hasta los huesos, la primera opción sonaba mucho mejor, pero era más probable que Krontar acudiera a la segunda para no llamar la atención.

La carta dacía:

Hermano mío, al fin hemos encontrado la Mataorcos, una reliquia ancestral e importante para nosotros, se encuentra en la tumba de Etherniae el famoso héroe de nuestro linaje Martilloardiente.

Estoy impaciente por recuperar esa reliquia para mi pueblo y llevo ya varios días esperando por tu llegada, seguro tendrás cosas más importantes que atender.

Seguiré adelante con la empresa, me dirijo a Qark, espero encontrarte allá.

Krontar hijo de Baern Martilloardiente.

A Raine la respuesta de la tabernera le había provocado un escalofrío... Tenía la sensación de que le hubiese pasado algo o le hubieran hecho algo, pero ¿el qué? no le encontraba sentido que hubiese estado tan callada mientras la anciana hablaba por ella; más aún diciendo que era su abuela. ¿Quién era y de dónde había salido?

—No me gusta... —le había murmurado a Edana con inquietud una vez se aseguró de que sólo ella la oía—. Suena raro.

Por desgracia, parecía que no iban a sacar nada más de allí y seguir preguntando sólo iba a hacer parecer más raro que alguien no se acordasede su (supuesta) familia.

El camino posterior de viaje lo había pasado enteramente en silencio puesto que estaba demasiado ocupada dándole vueltas y vueltas a la cabeza. Pero por más que lo hacía, no conseguía sacar nada en claro, aquello la frustraba y volvía a empezar sólo para llegar al mismo callejón sin salida... y frustrarse más aún. Era como pegarse de cabezazos contra un inmenso muro blanco y vacío en el que por más que buscaba no encontraba una sola pista escrita.

Desde el accidente aquel vacío la hacía sentirse constantemente cohibida e insegura, algo le decía que esa no era su verdadera forma de ser pero no podía evitarlo; y en las ocasiones en las que se volvía casi insoportable sólo Edana y Elminster, que formaban el único pedazo de su mundo que no se había venido abajo, evitaban que le diera un ataque de desesperación. Por el mero hecho de existir.

Aunque no dejó que se filtrase al exterior, la revelación la preocupaba, y aquel día la lluvia que les mojaba a todos le permitió liberar un poco de tensión dejando rodar un par de lágrimas silenciosas sin que se notase. Bendita, bendita agua.

—¿A dónde?—fue la parca pregunta que lanzó al aire en cuanto se vueron las luces en la lejanía. Y su propia voz le sonó extraña tras tanto tiempo sin oirla.

Lo último que le apetecía en aquel punto eran más follones por lo que su primera opción era el Alba Cálida pero prefería preguntar antes de ir directa a ninguna parte.

El desayuno pasó con más pena que gloria. Si acaso, lo único mínimamente relevante podría ser el ver que Edana, junto con Raine, se habían acercado a la camarera que dijo reconocer a la muchacha de los pelos acuosos. Lo cierto es que Artair no prestó mucha atención, después de todo era la historia de Raine no quería ser entrometido. Si la chiquilla querría compartir lo que había descubierto, ya lo haría. Si no, el bárbaro respetaría su intimidad.

Tras las pesquisas de las dos féminas del grupo, todos se prepararon para partir hacia las Cataratas de la Daga con premura.

Una vez en la calle, el muchacho al que la noche anterior Artair le había pagado unas monedas por cuidar de Rhodita esperaba al grupo con una sonrisa en la cara. Tenía a la cabra de monta ya ensillada y tiraba de ella por la brida. Pese a sólo haber pasado una noche juntos, se veía que tanto el crío como la cabra habían forjado un vínculo. Se notaba con claridad por las palabras del niño e, incluso si no fuese algo raro de creer, parecía que se podía adivinar en los ojos del animal. Pero bueno, cosas más raras se habían visto.

Pero la entrega de la cabra no fue lo único. El muchacho entregó un mensaje a Kroggar de su hermano. O eso afirmó el zagal. Kroggar leyó con ansia las palabras de su hermano y las dió por buenas.

Con ansias renovadas, el grupo partió hacia su destino; esta vez acompañados por tres aldeanos que, pensando que estarían más seguros en un grupo más grande, se unieron a nosotros. A Artair no le parecía mal siempre que fuesen una molestia, pero pensó en lo celosas de su intimidad que eran las dos muchachas del grupo. Especialmente Edana que, por su aspecto, siempre estaba tensa frente a extraños por las reacciones que estos pudiesen tener.

El viaje fue largo, pero agradable. El buen tiempo acompañó hasta el final de la jornada, que fue regada con una ligera llovizna. A la noche llegaron por fin a la capital del Valle. Ya sólo quedaba decidir a qué posada ir. Artair se mantuvo en silencio porque pensó que era Kroggar quien debía decidirlo, ya que estaban buscando a su hermano, después de todo. Sin embargo, Artair tenía claro cuál prefería.
 

—Espero equivocarme, pero tengo la corazonada que tu "abuela" es la bruja que engañó a mi madre y me convirtió en lo que soy ahora —le había confesado Edana a Raine, en un susurro, cuando habían dejado sus pesquisas por inútiles.

Esas fueron sus últimas palabras antes sumirse en un terco silencio durante el resto del viaje, ensimismada como estaba en lo que había sucedido la noche anterior. Se la vio visiblemente más relajada cuando dejaron de compartir el viaje con aquellos desconocidos, pero dejó que su encantamiento de disfraz agotara su duración de todas maneras. Le gustaba parecer humana, aunque sólo fuera una ilusión. Conocía un hechizo más potente, que la transformaba físicamente durante un tiempo limitado, pero aún le costaba mucho esfuerzo lanzarlo. Y quizá necesitaran su magia.

—Busquemos un lugar discreto —propuso Edana, tras renovar su conjuro de disfraz.

En las ciudades como aquella causaba menos revuelo que en aldeas más pequeñas. Pero prefería no arriesgarse y poner en peligro a sus amigos por su culpa.

Kroggar apretó la tela en la que su hermano le había escrito el mensaje furioso.

—El maldito bastarrdo podrría haberr esperrado un poco más. ¡Vámonos ya!—exclamó al tiempo que se levantaba de la mesa.

El día de viaje fue tranquilo, pero el enano estaba de malhumor. Tenía que alcanzar a su hermano, no podía dejar que se internara él solo en Tethyamar, ni mucho menos que se llevara toda la gloria. No cuando el llevaba tanto tiempo lanzando escaramuzas al antiguo reino enano. En consecuencia se pasó todo el día como un negrero espoleando a sus compañeros para llegar cuanto antes a Cataratas de la Daga.

Una vez allí el enano tenía claro dónde podía estar su hermano, o al menos dónde podía seguirle la pista.

—Al Brrazo de Vado—rezongó.

A Elatha el viaje no terminaba de apetecerle. No había hecho más que bulto durante toda la nada impresionante sesión de investigación. Edana ya había dejado claro lo que pensaba, así que se limitaría a los hachazos. Kroggar sabía quien era Ariadna, porque en una ocasión el enano había tenido que sacarle las castañas del fuego con la hechicera, de modo que, si él decidía que era una buena alternativa preguntar a la loca de su ex por "malos practicantes", se lo haría saber. Por muy intransigente que fuera, el clérigo sabía lo útil que era un contacto que conociera a todos los seres malvados del Valle por su nombre.

Lo de la Anciana le había interesado bastante poco, la verdad. La chica de agua también se habría enfadado con él, con toda probabilidad. Las mujeres tenían esa especie de "odio compartido" tan molesto. Pero bueno, tampoco es que tuviera muy buena conversación.

Nunca había conocido al hermano de Kroggar, pero la verdad es que le apetecía. Había oído hablar de esos raros enanos que habían nacido bajo instancias divinas. ¿Sería también un clérigo? Quizá un paladín, igual de bravucón y broncas que Korggar y con el mismo buen fondo. Aquella sí que iba a ser buena compañía. Luchadores, gente que sabía lo que valía la vida, no tirahechizos apergaminados tocados por a saber qué ajeno. El único problema...si pasaban por Cataratas, tendría que ver a Ken, y ella estaría muy, muy enfadada. Le esperaba una buena bronca por haber entrado al trapo de Rogan y haber dejado que todo se saliera de madre. Ya la escuchaba gritar en su cabeza: "¡Eres idiota! ¡Has dejado que tu amigo el enano pustulento le rompa la nariz a mi prometido y le has llamado cornudo! ¿Me estás llamando puta?". Helm y Tyr mediantes, al semielfo le saldría al paso algo que le matara y se ahorraría la discusión.

Y encima tenían campesinos. En otras circunstancias, Elatha se habría alegrado por la compañía y por poder escoltar a unas cuantas personas inocentes en sus viajes, aventados por los soplos de los señores, tan cómodos en sus casas, seguramente. Pero teniendo como tenían una maga con cierta pretensión al crecimiento espontáneo de cuernos y que además parecía marcada por una especie de viaje sectaria adoradora de demonios no sólo era una situación peligrosa, sino que además se podía poner al rojo. Otra razón para no viajar con magos.

Al de un rato de caminar, el semielfo decidió dirigirse a los miembros del grupo que aún le hablaban. Concretamente, a la parte barbuda y clerical.

- ¿Sabes que si pasamos por Cataratas de la Daga tendrás que darle otro cabezazo al idiota de ayer? - preguntó a Kroggar en tono de covnersación -. ¿Se lo explicas tú a Kendra? Es su prometido

El enano no conocía a Ken, pero si había compartido el fuego con Elatha, había oído hablar de la joven noble "estirada, ambiciosa y caprichosa" tan cercana al semielfo.

Luego se inclinó un poco para asegurarse de que nadie escuchaba.

- ¿Habías oído hablar del dios ése de las paredes pintadas? ¿Tan malo es?

Poco a poco la intensidad de la lluvia empezó a crecer a medida que se acercaban a la Villa, para disgusto de todos excepto de Raine quien disfrutaba un poco de agua que caía del cielo, pero incluso ella empezó a sentir el frío que se colaba entre sus ropas y su piel.

Llegaron a la posada de mala muerte del brazo del vado, quedaba afuera de las murallas y no era más que un gran salón con un par de mesas alargadas donde los clientes rozaban hombros con hombros a medida que comían y bebían. Debido a la lluvia la posada se encontraba atestada de gente, más de lo normal. Sin embargo lograron encontrar un pequeño rincón en el que pudieron sentarse, aunque el sofoco, el calor y el mal olor no tardaron en aparecer, no hacía falta la chimenea al final del salón para calentar a los clientes, en especial en días como este que se encontraba atestada.

Al igual que la noche anterior, las miradas lascivas no se hicieron esperar, las caras de la clientela intimidaba a cualquiera, pero Elatha sabía que si no provocaban nada, no pasaría nada.

Un hombre robusto apareció con cinco cuencos llenos entre sus manos, la habilidad y equilibrio los había obtenido después de años y años de atender su posada personalmente. Repartió la comida a los cinco recién llegados aunque no la hubieran pedido,y exigió el pago de 5 halcones plateados, con cara de que no recibiría de vuelta la comida. Cargaba con un cuchillo de carnicero ensangrentado y lucía una barba desaliñada. Se pasó el brazo peludo por la nariz, limpiándose los mocos aguados que le salían de los orificios nasales mientras sorbía fuertemente su nariz para tragárselos mientras esperaba el dinero. -La cerveza es a 3 pulgares cada pinta! -Sugirió mientras guardaba las monedas en su bolsa.

El plato parecía de todo menos agradable, una sopa con algunas verduras y un par de pequeñísimos trozos de carne de dudosa procedencia, quizá de ratas que hubiera matado el día anterior o algo peor. Pero ver a las gentes consumir el guizo como si se tratara de un suculento banquete, aseguró que nada malo podría suceder si se lo ingería.

En ese entorno, el conocimiento era poder y desprenderse de "algo" de ese poder requería dinero. Informaciones tan básicas como pedir las indicaciones para llegar a algún lado costaban, preguntar el paradero de Krontar costaría 10 L.d (o 5 si se negociaba con convencer CD=14).

Había otro problema con aquella posada: Solo había una habitación comunal (a 3 h.p la noche por persona), lo que representaría un riesgo para Edana y el resto si querían pasar la noche ahí, por lo que deberían buscar otra posada, seguramente más cara.

La bolsa de Artair se iba desinflando con el despilfarro constante de pagar posadas, al ritmo que gastaban el oro, quedarían más pelados que la cicatriz de Rhodita (Ahh casi se me olvida, la cabra tocó dejarla afuera protegida por un pequeño techo), pero ¿pagarían por saber algo de Krontar? o ¿irían a buscarlo personalmente en quien sabe que edificios?....

Cuando el grupo casi había llegado a la posada situada en el vado, fuera de las murallas, la lluvía comenzó a descargar con fuera. El agua, junto al frío viento, hacía que los huesos comenzasen a helarse rápidamente. Todos apresuraron el paso para llegar cuanto antes al techo que prometía la posada.

Sin embargo, una vez allí, entrar no fue sencillo. La posada estaba atestada de gente. Viajeros, locales y chusma por doquier. Pero no era algo que le molestase a Artair en demasía. Su pueblo no destacaba por su refinamiento, por lo que los comportamientos que a cualquier otro le podrían sorprender, a Artair le dejaban indiferente. El olor a humanidad era la norma. Después de todo, la gente del Valle era gente recia, de campo y poco dada a una higiene excesiva. Aún con todo, Artair olía mejor incluso tras pasar dos días combatiendo con bestias y cubierto de sangre seca. Arrugó la nariz, pero poco a poco ésta se fue acostumbrando.

Empujando con su abultado cuerpo, junto a Elatha, Artair dirigió al grupo hasta una esquina donde pudieron sentarse. Como de costumbre, Artair tuvo que echar miradas amenazadoras alrededor cada vez que alguien hacía un comentario fuera de lugar acerca de Edana o Raine. Sentía como la sangre le hervía, pero no hizo nada más que mirar de forma intimidante. En la mayoría de los casos, los ojos que se encontraban con los suyos pronto bajaban.

Una vez sentados, el camarero no tardó en servirles una sopa con aspecto rústico, pero que al menos estaba caliente. No estaba mal de sabor, aunque Artair había comido mejor muchas veces. Aunque también algunas peor. Su cuerpo comenzó a coger calor, mientras la bolsa comunal se iba vaciando con las comidas y las bebidas. Pronto lo obtenido de los orcos se quedaría en nada.

Observó alrededor mientras comía la sopa con la cuchara de madera. No vió a nadie que pareciese el hermano de Kroggar, por lo que dijo: No me parece ver a nadie parecido a tu hermano, Kroggar. ¿Tú le has visto? Preguntó, aunque ya sospechando la respuesta continúo, no sin antes darle una cucharada a la sopa. Quizás alguien sepa algo, aunque dudo que nos digan algo gratis. Y la bolsa comienza a vaciarse...

Raine había suspirado resignadamente. Por supuesto, ¿cómo no? al peor sitio posible.

Y el interior lo confirmó, aquel antro debía de ser lo más parecido al infierno que la nariz de alguien podía estar; la genasí apartó ligeramente el plato de "comida" que le habían puesto delante. No le veía sentido a comerse algo que probablemente iba a hacerla vomitar. Ya comería en la taberna que elgiesen para dormir.

¿Y qué demonios era aquella estupidez de hacerles pagar sí o sí? Alguien entra en una taberna para pedir lo que le apetezca, no lo que le da la gana al camarero.

—Me niego a pasar la noche aquí—murmuró cruzando los brazos sobre la mesa con gesto enfurruñado. La idea de compartir habitación con aquella piara de parroquianos no la seducía en absoluto—. Preguntemos a cualquiera que no quiera atracarnos por decirnos si ha visto al hermano de Kroggar y vayámonos.

Ervin no se atrevía ni a salir de la capucha.

—Más malo de lo que crrees orrejas picudas—le respondió el clérigo a Elatha cuando le preguntó acerca de Bhaal.

Una vez dentro del Brazo del Vado, se repitió una escena similar a la de la noche anterior, por lo que el enano dejó bien claro con un elocuente lenguaje no verbal a los presentes que tenía un hacha y no le importaría usarla.

Kroggar dio dos o tres cucharadas a su guiso y lo apartó molesto. Lo que esa taberna necesitaba era una buena pelea que lo destrozara todo y forzara al tacaño de su dueño a reformarla. Pero esa noche ni siquiera tenía ganas de bronca.

—Los gastos porr la inforrmación de mi herrmano los cubrrirré yo. Es un asunto perrsonal—el enano se levantó—. Darré una vuelta parra buscarr la inforrmación y nos marrcharremos a otrro lado. ¿De acuerdo?

Acomodándose el cinturón a su gruesa cintura, el enano entró imponente, opacado físicamente por Artair, pero con una seguridad que batía la de Elatha y el resto juntos, se mesó la barba antes de mirar a los parroquianos dentro de la taberna de malamuerte con la decepción de no encontrar a su hermano. Durante el camino se imaginó como sería el rencuentro después de tantas décadas sin verse, imagino un abrazo o un saludo seco o una o dos lágrima brotando (de Krontar,por supuesto), golpes fuertes en los pechos, críticas a las barbas y a los atributos físicos. Todo pasó por su mente, pero lo que hubiera planeado, tendría que esperar.

Mientras Raine protestaba por la comida y la taberna, secundada en silencio por Edana, Kroggar se levantó de la mesa en dirección a la barra principal, convencido de que arrollaría la posada entera con su conocida elocuencia Enanil... Cuánto se equivocaba el pobre.

Artair lanzaba miradas intimidantes a quienes osaban posar su mirada en los atributos de sus protegidas mientras Elatha se relajaba bebiendo de la insípida cerveza aguada que ofrecía aquel lugar.

No tardó en regresar el Enano, cerrando su bolsa de monedas. No fue mucho lo que pudo averiguar al principio, su hermano fue visto por última vez hacía 4 noches, efectivamente se había hospedado en el brazo del vado junto con otros Enanos, pero había partido a Qark al día siguiente,no había sido visto desde entonces.

10 leones dorados por esa porquería de información, quizá no compartiría con sus compañeros el precio de su "magnífica elocuencia", para no darle motivos de burla al leñador.

Sin más que hacer en ese antro*, salieron apresuradamente, algunos con la promesa de jamás volver. Se encontraron con una oleada de frío helado y una lluvia que embarraba los caminos de la villa. Cogieron a una Rodhita mojada hasta el cogote y se la llevaron hasta el interior de las murallas. La puerta de lamuralla permanecía abierta, sin embargo no se salvaron de un pequeño interrogatorio por parte de un guardia local, con responder que eran viajeros y buscaban refugio fue suficiente para que les dejaran entrar, a pesar del pesado armamento que llevaban a cuestas. Solo les advirtieron que era ilegal desenfundar un arma dentro de las murallas y el castigo por hacerlo podría ser desde la decomisada permanente del equipo hasta la expulsión de la ciudad, pasando por algunos días en la cárcel.

Las indicaciones del guardia fueron acertadas y no tuvieron dificultades en llegar hasta la posada del alba cálida.

Nada más llegar, un mozo de cuadra recibió a Rhodita, un muchacho con incontables granos en la cara y un pelo crespo y rojizo. Su rostro adornado de pecas esbozó una sonrisa que mostraba sus grandes dientes torcidos, al igual que el resto de la gente con la que se habían topado, el muchacho se sorprendió con aquella cabra de gran tamaño.

El interior de la posada era el polo opuesto a la anterior, el calor era producido por algunas chimeneas y candelabros colgantes, un calor agradable de una fuente agradable, al menos no provenía de los calores corporales de otras gentes. El olor a carne asada hizo que a los estómagos se les abriera el apetito ¿Qué irán a pedir para comer y beber?

La noche pasaría sin nada extraño y un nuevo día llegaría ¿Qué harán ahora?¿Se tomarán el día para explorar la villa?¿viajarán de nuevo hasta Qark?¿lapidarán a Elatha por estar tan callado en su villa?¿buscarán algo de información de otros temas en Cataratas de la daga?¿Dejarán que Kroggar marche solo a perseguir a su escurridizo hermano?...

Kroggar continuaba de malhumor al levantarse y se lo dejó ver con un silencio ceñudo al resto de sus compañeros. ¿Por qué diablos su hermano no había optado por viajar más despacio para brindarle la oportunidad de poder alcanzarle?

—Voy a parrtirr hacia Quarrk—anunció a sus compañeros—. Perro ya os he arrrastrrado lo suficiente porr mis prropios y egoístas motivos. Estoy segurro de que tenéis mejorres cosas que hacerr.

El enano miró a Edana y a Raine.

—Vosotrras tendrríais que irr a visitarr al viejo mago—dijo como el padre que daba órdenes a sus hijas. Después Kroggar pasó la mirada al bárbaro para añadir—. Si puedo pedirrte algo, me gustarría que las acompañarras parra asegurrarrte de que nada les ocurrre.

Solo quedaba Elatha, al que miró con una media sonrisa que contrastaba con su ceñudo rostro.

—Lo único que puedo decirrte es que no dejes que te maten Orrejas Picudas. Sabes que quierro que me rreserrves ese honorr.

Salieron del antro que era la posada del vado para ir a un sitio mejor. Artair tenía el estómago caliente por la sopa que le habían servido. Los demás apenas la habían tocado. Pero el Allaway no le hizo ascos. La comida era comida y había que aprovechar cuando se podía comer caliente. Además, el tabernero lo había dejado claro, se la iban a cobrar la comiesen o no.

El viento, helado, les acompañó hasta que llegaron a una taberna intramuros. El camino, embarrado, les dirigió a través de la puerta que, pese a la oscuridad, aún estaba abierta. Rhodita iba al lado del grupo, aunque al bárbaro le extrañaba que les dejasen entrar con una cabra dentro de la ciudad. Pero Artair se equivocó. En la puerta de la taberna, un mozo atendió a la cabra para su sorpresa.

Una vez en la mesa sentados, la promesa de más comida y bebida se presentó. Artair tenía hueco para ambas. Entonces Kroggar habló.

Una encrucijada. Eso es lo que se propuso frente a Artair entonces. Kroggar deseaba ir tras su hermano y Artair quería acompañarle. Ir con Kroggar siempre suponía la oportunidad de tener diversión a raudales: peleas, cerveza y tesoros. Pero no era menos cierto que Artair era un hombre de palabra. Quizás las leyes de "La Civilización" no significaban demasiado para el bárbaro, pero su palabra lo era todo. Un hombre no podía llamarse tal si no tenía palabra. Y en ese momento, su hermano de batalla le estaba pidiendo que protegiese a las muchachas. El bárbaro no dijo nada pero asintió con la cabeza. Protegería a las muchachas con su vida si fuese necesario.

Ya sólo quedaba esperar a que las muchachas hablasen. Si querían volver donde el mago, Artair iría con ellas. Si preferían acompañar a Kroggar, miel sobre hojuelas.

Elatha sonrió con malicia. Cuando Kroggar anunció que iba a marcharse solo.

- Vamos, no hueles tan mal - dijo con un encogimiento de hombros -. Me da lo mismo estar aquí que en cualquier otro sitio, señor antipático, así que podría acompañarte y asegurarme de que no te maten cuando estés meando

Se estiró, demostrando todo lo posible lo grande y despreocupado que era. Mostrando tácitamente que no tenía miedo y que se la traía todo al fresco.

- Además, quiero conocer a tu hermano, seguro que entre los dos podéis estar a mi altura en una lucha

En realidad, estaba muy preocupado. La verdad es que Edana era bastante importante para él por algún estúpido motivo infantil y no quería dejarla a su suerte. ¿El enano iba a dejarla sola de verdad cuando todo pintaba tan mal? Entonces el semielfo tendría que recordarle que la maga cornuda le necesitaba, especialmente si tardaban en encontrar a su tan mentado "herrmano".

—¿A Elminster? ¿Para qué?—preguntó Raine que le había cogido bastante más gusto a la comida de aquel sitio que a aquella cosa que les habían servido en la pocilga anterior—. No hemos...

Alargó la palabra como si estuviese pensando; no quería decir nada que conllevara a proclamar a los cuatro vientos su "problema". Y lo cierto era que el mago las había mandado por ahí precisamente para intentar hallar pistas, ¿de qué iba a servir volver?

—... hecho mucho. Siempre es mejor volver con más de una cosa que contar.

Cogió el vaso de agua mientras pensaba en la anciana que había asociado Edana, o mejor dicho, aquella bruja de la que le había hablado hace tanto tiempo; por más que le fastidiara admitirlo, la teoría de la tiefling no era ninguna insensatez. Pero eso no la hacía menos inquietante.

—Raine tiene razón —dijo Edana declinando tocar siquiera la vajilla de aquel sitio con un palo—. Si queremos descubrir algo de nada nos sirve volver hacia atrás. Quark es una dirección tan buena como cualquier otra para comprobar si pasó por allí.

En realidad, Edana era consciente de que la ruta de una Raine amnésica se dirigiría con mayor probabilidad al noreste que al oeste. Pero jamás admitiría, ni bajo tortura, que no pensaba dejar colgado a Kroggar.

El enano gruñó cuando escuchó las respuestas de sus compañeros y se llevó las manos a su oronda barriga.

—Está bien—concedió—. Perro luego no quierro ninguna queja sobrre si soy un negrrerro o si andamos demasiado, ¿entendido? Tenemos que cazarr a un grrupo que nos lleva unos días de ventaja. Sólo esperro que el muy cabezota parre unos días en Quarrk.

—No hagas que me arrepienta de ayudarte —dijo Edana cruzándose de brazos—, o todavía nos largamos y te vas a Quark con Elatha.

El semielfo se encogió de hombros. Era un soldado, andar le daba igual, y llevaba tanta vida con armadura que apenas le incomodaba. Resopló para hacer ver su burla.

- Tengo las piernas largas, señor enano, y unas cuantas caminatas a mis espaldas

Luego ladeó la cabeza, como un gato, cuando Edana le mencionó.

- Hay compañías peores que bobalicones ignorantes, chica, magas malditas por dioses muertos, por ejemplo