Partida Rol por web

Sus compañeros habían tomado ya su decisión, sólo quedaba esperar que las jóvenes magas no tuvieran ningún reparo al respecto. Kroggar se pasó la mano por la cara y resopló.

—Está bien. Irremos hacia el oeste.

Pese a las ganas que tenía de encontrar a su hermano, el enano ahora solo esperaba que hubiera llegado a Quark sin haber tenido ningún incidente con los orcos. Y que le esperase.

Todo parecía arreglado afuera. O eso creía Artair. En cualquier caso, él se sentía satisfecho. Todos estaban mucho más calmados y se mantenían unidos. Eso era bueno. Los lazos no se podían cortar tan fácilmente, pensó Artair. Irían al oeste y salvarían a las pobres de estas tierras de la amenaza que se cernía sobre ellos. Y además, encontrarían al hermano de Kroggar. Así se lo pidió con una silenciosa y breve plegaria a Mielikki.

Con grandes zancadas y evitando los charcos de barro, Artair se acercó hasta la puerta dejando al semielfo y al enano en el fresco de la calle. La luna brillaba en el firmamento rodeada de luminosas estrellas. Cuando el bárbaro abrió la puerta, el calor del interior le golpeó en la cara, en evidente contraste con el frío que había fuera y que hacía salir algo de vaho de las bocas de quienes allí estaban. También fue notorio el cambio de ambiente y de sonido.

Donde la calle era oscura, silenciosa y fría, el interior de la taberna resultaba luminoso, bullicioso y cálido. Artair pensó en beber algo más de cerveza. Quizás por celebrar que el grupo se mantenía unido o quizás porque simplemente tenía sed. Pero antes observó a su alrededor a ver si encontraba a las chicas. Esperaba que aún no se hubiesen ido a dormir.

Raine en principio sólo aguantó un par de minutos. Al final suspiró y se levantó despacio sin decir nada; probablemente pensando que iba a ser mejor irse a dormir.

Sólo esperó un instante por una cosa: a que un desilusionado Ervin que no había logrado hacer salir a Spin volviese hacia ella, trepando por su brazo para retornar a la capucha.

Antes de volver a entrar en el edificio, Artair notó que una mano le daba un ligero tirón de la manga. Ligero porque a penas fue cogerla, tirar, y soltarla a toda velocidad; ninguno la había visto, o tal vez ella no había querido que la vieran ya que acababa de salir de la esquina que formaba la parte exterior de la entrada.

La lógica dictaba que cuando uno está bajo la lluvia, se moja, pero Raine era bastante incongruente con respecto a este punto, ya que de algún modo incomprensible no estaba chorreando. Era como si el agua le resbalara sobre la piel.

—Tienes un... ¿momento?—titubeó sin saber muy bien cómo explicarse.

Spin, siendo una criatura tímida e introvertida, suspiró disimuladamente de alivio cuando Ervin dejó de atosigarla para que saliera. Claro que el concepto de atosigar de un erizo era sumamente susceptible.

Edana, por su parte, siguió a Raine.

Antes de que llegase a atravesar la puerta tras mirar en el interior, Artair nota un suave tirón de la manga. Uno podría haber pensado que alguna punta salida se había agarrado a la ropa del bárbaro amenazando con desgarrarla, pero cuando el Allaway se giró, lo primero que vió fue los hermosos ojos de Raine que le miraban directamente, aunque, tímida como siempre, la muchacha los bajase a la misma velocidad que había soltado la manga del bárbaro.

Artair ni se había fijado en que Raine estaba fuera. De hecho, ni siquiera se había dado cuenta de que la puerta se había abierto para que la muchacha saliese y se escondiese. De alguna manera, el bárbaro estaba seguro de que nadie le había visto en su oscura esquina.

Claro, Raine. Volvió a dirigirse a la muchacha con toda la ternura que su dura voz le permitía. ¿En qué puedo ayudarte? Preguntó sin andarse por las ramas. Los Allaway eran más de acción que de palabras. Pero Artair hacía unos días que se había dado cuenta de que ahora no estaba entre ellos y que las convenciones sociales eran muy diferentes entre los distintos grupos. Estaba aprendiendo "modales" a una velocidad pasmosa. Sus ojos miraban el rostro de la muchacha, buscando sus esquivos ojos. En verdad que es bonita. Pensó para sus adentros Artair.

—No es que no quiera viajar contigo, es... eh... complicado—carraspeó mientras suspiraba para sus adentros sobre aquel dudoso alarde de elocuencia de modo que se apartó un mechón flotante de la cara llevándolo detrás de la oreja y resumió:—. Lo que quiero decir es que solo quería darte las gracias por haberte ofrecido y... eso. No sé por qué todo el mundo ha pensado que quería obligar a Kroggar a la fuerza.

En ese momento, a Artair se le pasaron por la cabeza los pensamientos maliciosos que había tenido con anterioridad y en su interior empezó a sentir vergüenza. Raine podía ser muchas cosas, pero desde luego no era una chiquilla egoista. Y en ese momento el bárbaro se comenzó a sentir culpable por haber llegado a sentirse molesto por el cortés rechazo que Raine había hecho a su ofrecimiento. Cosas del pasado. Pensó en ese momento, haciendo borrón y cuenta nueva.

Te entiendo, Raine. No pasa nada. Dijo el bárbaro. A lo que, tras unos segundos, añadió: Todo está aclarado. Te agradezco sinceramente que hayas venido a decírmelo. Le dijo mientras le pasaba el dorso de su dura y callosa mano por la mejilla a la joven, esgrimiendo una sonrisa en su cara. Pero en ese momento, también se dió cuenta de que su muestra de afecto podría ser considerada como algo incómodo por parte de la muchacha, por lo que retiró la mano y cambió de tercio totalmente. Quitando peso al asunto de nuevo. Vamos a dentro. Mañana será un día largo y es mejor que estemos descansados. Tras ello, abrió de nuevo la puerta de la taberna e invitó a Raine a entrar con él al interior de la misma.

Antes de ir a poner el pie sobre el primer peldaño de la escalera, Raine recordó algo.

—Ay... ahora vengo—dijo a Edana mientras daba de nuevo marcha atrás—. Ve subiendo.

Como Raine estaba mirando al suelo no se esperaba que la tocasen así que dio un pequeño respingo. Irónicamente, en vez de molestarse, esbozó una sonrisa tímida al levantar la vista; a fin de cuentas era el único gesto medianamente de apoyo que habían tenido con ella en toda la noche y eso pareció animarla un poco.

—De nada—respondió. Se refería a que Artair le hubiese agradecido el venir pero como igual sonaba un poco ambiguo, carraspeó—. Q... Quiero decir, claro, vamos.

Dio un pequeño brinco para pasar sobre un charco sin salpicar y entró por la puerta de nuevo cuando el bárbaro la abrió.

Raine y Edana partieron en medio de la noche, en completo silencio...... 

Fue decisión difícil y debatida, por un lado rescatar a Krontar y por otro buscar a las chicas. Elatha se ofreció para la segunda opción (a la espera de respuesta de MP de Kernel para el permiso de utilizar su PJ).

La escena empezará en una carroza volcada en medio del camino, perteneció sin duda a los enanos de Krontar, habrán 3 cuerpos enanos, pero no señales de Krontar. Algunos cadáveres orcos regados por ahí.

El camino hacia Qark corría en dirección oeste hasta estrellarse con las imponentes montañas boca del desierto, viajabas junto al Enano y su graciosa pero extraña cabra.

Recuerdas aquella noche en cataratas de la daga, todos habían ido a dormir con la esperanza de partir juntos al Oeste para dar con el paradero de Krontar, el hermano de Kroogar. Sin embargo, al despuntar el alba y con todo listo para partir, las dos mujeres ya no se encontraban en su cuarto, ni en el salón principal de la posada. Se habían ido y no habían dejado una nota ni pistas sobre cuál sería su destino, aunque dirigirse al este como lo quería Raine era algo más que probable.

El Enano permaneció en silencio, pero por sus ojos se escapaba un atisbo que venía de su interior. Un rayo de furia que se acrecentaba en lo profundo de su corazón y amenazaba con desbordarse sin control a través de la vena de su frente a punto de reventar.
Y no era para menos, las palabras de la Tiefling la noche anterior habían perecido completamente sinceras cuando abogó los intereses del Enano por sobre los de su 'hermana' pero se había tratado no más que de un engaño, una puesta en escena que solo su ingenio podía concebir y que su lado demoniaco había saltado a relucir, un engaño con sus propios amigos y colegas con quienes había compartido tanto, pero en especial con el Enano, su protector durante tantos años.

El corazón de Kroggar estaba dividido, había sido partido a la mitad como cuchillo de carnicero por los acontecimientos, sin embargo el Enano era noble por sobre todas las cosas; Una parte de ese corazón quería ir detrás de esas niñas que consideraba de la familia, pero su otra mitad quería seguir a buscar a su hermano que corría peligro inminente.

La discusión no duró poco, pero se llegó a una conclusión: Elatha, con sus conocidos y su influencia en el valle sería el encargado de dar con el paradero de ambas magas y el honorable Artair acompañaría a su amigo Enano a buscar a su hermano. No fue sencillo llegar a esa conclusión, en un momento el propio Kroggar planteó ir él mismo tras las chicas y en otro se planteó ir todos en busca de Krontar.

Un día duró el viaje hasta Duvik, yendo a paso de Enano. Se hospedaron en una posada de mala muerte pero no descansaron más que unas cuantas horas antes de seguir camino, antes de que los rayos del sol acobijaran el valle. 

Con Kroggar montando su cabra, el paso se aceleraba para alivio del bárbaro.

Artair se adelantaba durante el viaje para explorar el camino, y volvía con su amigo. Tenían advertencia de que el camino era bastante peligroso debido a una tribu de orcos que descendía de las montañas para incursionar las caravanas que iban o venían de Qark. Ambos eran guerreros temibles y poderosos, pero no invencibles. Artair no duraba mucho tiempo solo ni se aventuraba demasiado lejos. Sabían además que adentrarse en el bosque fronterizo no era buena idea a causa de las fatas y duendes que lo habitaban y que no se tomaban de buen grado las invasiones humanas.

Un día de viaje pasó sin nada que reseñar, la calma agradaba a los viajeros que caminaban juntos casi en silencio absoluto, pensando sobre el destino de las magas y el leñador y sobre lo que podrían encontrar más adelante.

El siguiente día fue similar, aunque ya el camino empezaba a adentrarse en el bosque y los árboles se alzaban a lado y lado, tensionando los cuerpos de ambos (incluso el de Rhodita) y agudizando los sentidos, las fatas no representaban ningún problema siempre y cuando permanecieran en el camino, pero cada vez se hacía un lugar más propicio para emboscadas y los ponía en posición vulnerable. 

Un carromato abandonado se les cruzó por el camino, temieron lo peor...

Pero no se trataba de un carruaje Enano y no se encontró nada que pudiera indicar si fue emboscado o abandonado intencionalmente, las ruedas parecían bien y a juzgar por algunas plantas que habían empezado a crecer en los maderos ya llevaba allí algo más de un mes. Con seguridad no era el de Krontar y sus compañeros.

El camino siguió por un par de horas y ya el sol que se filtraba a través de la copa de los árboles empezaba a perder fuerza, cuando algo llamó la atención.

Unas huellas de carroza que se desviaban del camino, dejando un rastro hondo en el suelo blando del bosque. Más adelante, siguiendo las huellas con la vista había una carroza mucho más elaborada que la encontrada anteriormente, completamente volcada. Solo se distinguía un simbolo extraño grabado en la parte trasera. Un simbolo que Kroggar pareció reconocer...

El enano se bajó de su cabra tan rápido como pudo, no musitó palabra alguna y corrió a lo que sus cortas patas le permitían, desenfundando su hacha mientras corría y maldiciendo en su propia lengua.

Parecía un caballo desbocado de furia, Kroggar había reconocido el emblema como el de su clan, no cabía duda que era la carroza de Krontar!

Al final hicieron el camino sólos. Kroggar y Artair. Bueno, y Rhodita.

Tanto Raine como Edana primero, y Elatha después, se habían marchado y habían dejado al grupo reducido a un par de compañeros en una búsqueda diferente. Mientras las primeras habían desaparecido, sin decir nada, el guerrero elfo se había ido como favor hacia Kroggar, encargado de buscar a las muchachas. Qué se les habría pasado por la cabeza para incumplir lo acordado por la noche poco antes de meterse en las respectivas habitaciones a dormir era algo que se le escapaba a Artair. Sí, Raine tenía que descubrir quién era y sin duda buscar al hermano de Kroggar iba en dirección contraria a su meta, pero todo parecía haber sido decidido con todos a favor. Artair se sintió apenado, pero también algo traicionado. Raine, la bella muchacha que había conseguido encandilarle se había marchado sin decir una palabra junto a su amiga. Aunque las evidencias parecían señalar a un engaño de Edana, lo cierto es que Artair sabía leer en el corazón de las personas y sabía que ésta no lo había hecho, si es que lo había hecho (pues no sabían si había razones más poderosas), por maldad, si no porque había considerado que era mejor.

Con Elatha en busca de las muchachas y con una promesa que cumplir, Artair se encaminó junto a su compañero enano en busca del hermano de éste. La mañana había pasado entre discusiones sobre qué hacer y qué no hacer, sobre promesas rotas, maldiciones y quejas varias, pero al final se había llegado a un acuerdo. Era lo importante.

Un día de camino más y una noche en una taberna de mala muerte en un pueblo (si es que se le podía llamar así) de nombre Duvik les estaba acercando cada vez más hacia su meta.

Artair se desesperaba con el ritmo al que avanzaban. Al menos hasta que Kroggar pareció darse cuenta de las constantes idas y venidas del bárbaro que siempre se adelantaba a explorar el terreno. Entonces el enano se subió a su cabra y la extraña pareja, pues Artair le sacaba varias cabezas al barbudo Kroggar, comenzó a avanzar con rapidez.

Los caminos cada vez eran más escasos y menos transitados y la vegetación del bosque cada vez devoraba más y más los lindes del camino. Artair conocía la zona, al menos por oídas. Era un territorio feérico, y aunque Artair y su clan más de una vez se habían aliado con las fatas del Valle para luchar contra los invasores, éstas eran demasiado celosas de sus territorios como para querer pasearse sin cuidado por ellos. Siempre que podían se mantenían en el camino, sin aventurarse demasiado fuera de él para no enfadar a estas. A veces, el equilibrio era demasiado ténue y cualquier error podía desembocar en una muerte horrible. Y con un cadáver que nunca sería encontrado.

Y entonces lo vieron. No, no el primer carro volcado en el camino que resultó no ser más que un viejo carro que hacía tiempo que llevaba allí. No. Fue el segundo el que llamó la atención de Kroggar por el símbolo que éste portaba y que enseguida reconoció. Para entonces, cuando Kroggar se lanzó a la carrera hacia el mismo, hacía tiempo que los dos llevaban las armas preparadas y con los oídos atentos a cualquier ruído, pues la zona era propicia para ser emboscado.

Mientras Kroggar revisaba el carro, Artair montaba guardia, mirando hacia todos lados, con las rodillas ligeramente flexionadas y su espadón bien preparado para rebanar al primer idiota que apareciese por allí con malas intenciones.

¿Has descubierto algo, Kroggar? Preguntó el bárbaro a su compañero sin quitar ojo de sus alrededores.

El Enano parecía acongojado, claramente abatido por la escena que tenía en frente. Mientras el bárbaro vigilaba a la espera de una emboscada, Krogar conjuraba maldiciones a diestra y siniestra en su propia lengua.

Efectivamente se trataba de los Enanos que viajaban con su hermano.

Un poco más calmado, el Enano empezó a buscar por los alrededores, buscando pistas que pudieran dar con información. Con un gesto a ti, clamó por ayuda. Era consciente de que eras más capaz que él a la hora de buscar cosas fuera de lo común. Una emboscada en contra de ustedes parecía ya poco probable, ya la hubieran ejecutado sin duda alguna.

La escena ya decía mucho por si misma. 4 cadáveres enanos y poco más de una docena de cadáveres orcos, todos esparcidos a lo largo de un campo de batalla. De los 4 Enanos, ninguno correspondía al cadáver del Hermano de Kroggar, no se sabía si era algo bueno o algo malo. A veces era mejor estar con los dioses que ser prisionero de los orcos.

Mientras Kroggar sacaba una flecha enterrada en el cadáver de uno de los Enanos,maldijo en su propio idioma y se dirigió a ti: -Si mi hermano aún vive, no dejarré que su destino sea sellado por unos asquerrosos orrrcos! Debo encontrarrlo! -La flecha se rompió en dos cuando apretó su mano.

Una búsqueda más a fondo de la escena quizá revelara algo más....

Artair miraba con ojos aguzados la espesura del bosque, atento a cualquier señal que pudiese advertirle de una posible e inminente emboscada. Pero no vió nada. No importaba lo tenso que estuviese ni lo mucho que se fijase en cada detalle. Sólo las hojas de los árboles se mecían suavemente con la brisa de aire que soplaba. Allí no había nadie. Sólo ellos dos, un altísimo bárbaro del Clan Allaway y su amigo enano. Y cadáveres. Muchos cadáveres de enanos, pero muchos más de orcos. Los enanos habían dado buena cuenta de éstos. Criaturas asquerosas.

Pero por suerte, o por desgracia, ninguno de los cuatro enanos que yacían en el suelo sin vida eran el hermano de Kroggar. Uno no podía sino pensar cuál había sido su destino. Si era prisionero de los orcos, se le podía salvar. Si no era demasiado tarde. Pero también podría haber sido torturado más allá de cualquier punto de retorno y le hubiesen perdido en vida igualmente. Si ese fuese el caso, quizás haber muerto en batalla hubiese sido lo mejor.

Conociendo a Kroggar, su hermano no iba a ser diferente. Si no había caído junto a sus hermanos o bien había seguido adelante o había sido capturado sin forma de morir honorablemente.

Kroggar se puso a buscar, pero Artair no le ayudó. No al principio, al menos. Tenía que vigilar a una emboscada que nunca se produjo. Abatido por no encontrar nada, quizás por tener la mente más puesta en otro lugar, su amigo le pidió ayuda y, ya convencido de que ningún peligro corrían, el bárbaro se puso a ello. Sus cualidades como explorador le habían servido a su Clan durante años y Artair estaba orgulloso de sus dotes, pero sólo podía esperar no fallar entonces.

Si tu hermano vive, amigo, le salvaremos y vengaremos esta afrenta. Dijo Artair con gesto serio y voz de promesa. Encontrarían al hermano de Kroggar y matarían a todo aquel que se enfrentase a ellos.
 

Kroggar estaba buscando indicios de donde habría ido, o bien su hermano solo o bien prisionero de los orcos. Estaba soltando maldiciones y palabrotas en enano mientras rebuscaba entre los escombros del carromato y los cadaveres.

- Lo currrrioso es que estos orrrrcos huelen igual de mal vivos que cuando estan muerrrrtos... - farfulla en común mientras levanta un cadaver orco, buscando algun simbolo o algo del clan de los mismos.- Juro que como mi herrrmano no este bien van a saberrr como es mi hacha con infinidad de detalles, porque la van a verrr muy de cerca... - sigue farfullando, para luego pasar al enano otra vez diciendo una retalia de insultos sin traducción posible en la lengua común.

Durante un rato siguieron buscando en los alrededores: El bárbaro buscando huellas o indicios del camino que habrían cogido los orcos y el Enano buscando pistas en la escena.

El primero pudo ver huellas y un rastro que se adentraba al bosque, pero los malditos habían tenido cuidado de no facilitar su rastreo. Las huellas dejadas eran imposibles de rastrear, al menos para Artair, cuyo conocimiento de las tierras salvajes era grandioso, pero no así su habilidad para seguir rastros y huellas. En la tribu, su hermano era el experto en conseguir caza y en seguir rastros.

Por otro lado, el Enano pudo encontrar ciertas cosas interesantes:

Al revisar los cuerpos inhertes de los orcos encontró en casi todos un simbolo que los identificaba: Un puño rústicamente dibujado en alguna parte de su cuerpo o su armadura.

Era bien sabido que la tribu de orcos de los mil puños, en las montañas, era la más numerosa y organizada y se rumoreaba que tenían un yugo con un fantasma que habitaba en sus cavernas y demandaba tributo. Jamás se habían conocido casos de ataques de esos orcos tan alejado de las montañas. Casi todos los orcos también habían muerto bajo flechas, algunos tenían flechas clavadas en su nuca y espalda; No decía mucho, pero no dejaba de ser peculiar.

Aunque la carreta fue saqueada por completo, al revisar los cuerpos enanos aún conservaban sus posesiones personales. Algunas monedas y sus armas y armaduras. Los orcos eran bien conocidos por dejar sin nada lo que asaltaban, pero quizá esta vez iban con prisa.

No era mucho lo que se podía hacer en la zona, salvo quizá darles a los enanos una digna sepultura y a los orcos dejarlos para que los carroñeros se los comieran.

Quizá más información podrían obtener una vez llegasen a Qark.

Artair, una vez hechas las pesquisas que no les habían llevado demasiado lejos, decidió que era el momento de ponerse a trabajar. Comenzó a hacer agujeros para dar cabida a los enanos. No les conocía. Nada les unía, pero en muchas ocasiones había combatido junto a otros enanos y se sentía en la obligación. Al menos aunque fuese por ayudar a Kroggar.

Les iba a llevar tiempo. Quizás más del que pudiesen permitirse, pero no podían dejar que las alimañas se diesen un festín con ellos. Los orcos, por otro lado...

Mientras trabajaba, el bárbaro miró a su compañero y le preguntó: Amigo, ¿qué hacemos? Paró de escavar un segundo. ¿Seguimos hacia Qark y esperar que haya allí más información o intentamos dar con los orcos en las montañas? Por el momento no mencióno que las flechas en las espaldas de los orcos podrían ser de elfos. ¿Pero se hubiesen llevado los elfos al hermano de Kroggar?

Kroggar analiza la situación friamente, seguramente Artair piense lo mismo que él, que esas flechas son de los elfos. Coge una flecha y la examina cuidadosamente, prefiere estar seguro.

- Demos un entierro digno a estos enanos -dice mirando a su compañero- Y mejor vayamos a Qark, no creo que sea conveniente buscar a los orcos a ciegas.