Partida Rol por web

Noche en la Tierra, no os la imaginabais así, desde luego. Dais los primeros pasos de la Humanidad en tierra firme, hace casi 100 años que nadie ha hecho eso. Y vosotros sois los elegidos para ese primer gran día para la raza humana. Vuestras botas resuenan en el metal de la rampa que salva el desnivel desde vuestra lanzadera hasta el suelo. Oléis los árboles, las plantas y el aire fresco. Veis las estrellas lejanas como no las habíais visto nunca. Hace frío aunque vuestras chaquetas de momento os protegen lo suficiente (pero no lo harán para siempre). Está todo silencioso y en medio de la oscuridad veis el resplandor de los árboles, sus hojas brillan en la negrura con un tono verdoso que le da cierta belleza al momento. El musgo y los hongos también brillan en la noche, con tonos que van del amarillo al verde, todo en armonía con los árboles. Estáis solos en el nuevo mundo, sois los nuevos habitantes del Paraíso Perdido. Pero aún quedan varias horas para que salga el Sol y el frío aumenta rápidamente, debéis sobrevivir a la noche si queréis poder ver vuestro primer amanecer en la Tierra…

El mundo está en llamas, o al menos el vuestro. Entre el humo y los restos del incendio, camináis desesperados, buscando a Cassandra, ayudando a encontrar supervivientes atrapados en el incendio, salvando lo que queda del punto de encuentro entre tribus.  No es una tarea fácil, la mayor parte de los cuerpos que encontráis están negros y crujientes de haberse quemado. De vez en cuando localizáis alguno que se ha asfixiado, pero ninguno hasta ahora es vuestro chamán. Por el momento estáis colaborando con los representantes de las demás tribus participantes, más las tensiones y disensiones están ahí, flotando en el aire. Sabéis que en cualquier momento estallarán y la sangre se derramará en la hierba a grandes cantidades. Es sólo cuestión de tiempo. La noche avanza y aún faltan unas horas para la llegada del nuevo amanecer, el frío aprieta, pero no es algo a lo que no estéis acostumbrados.

Cuando los ultimos arboles desaparecen queda ante mis ojos la explanada donde se celebraba la reunion... parecen los restos de la hoguera de algun gigante. El hollin se nota en el aire que respiro, el crujir de la madera requemada en mis pies y un paisaje lleno de negros, grises y algun rojo alli donde los cuerpos se han roto, dejando manar la sangre hacia la tierra. Rapidamente me coloco uno de mis pañuelos en la boca y nariz para evitar respirar el hollin y asi aguantar mas tiempo ahi dentro.

Me adelanto ligeramente a los demas, con el cuchillo en mano, inspeccionando el terreno, los cuerpos... y viendo si alguno ha sobrevivido a esto. Todas las tribus ayudan... mas las tensiones entre nosotros vuelven a hacerse visibles, solo es cuestion de tiempo que estallen y para entonces tenemos que haber localizado a Cassandra. Asi que intento vislumbrar donde estaba la tienda de chamanes antes de que el mismo infierno cayera sobre nosotros... si la ubico en mi mente deberia ser mas facil averiguar donde habia ido a parar nuestra chaman. Mientras intento localizar esa tienda no paro de investigar cada gemido de dolor o movimiento de algun superviviente. El tiempo va en nuestra contra... somos quienes somos y tarde o temprano alguien dira que todo esto es una venganza por no se que chorrada con el Dios Cazador, y que la culpa es de este u otro clan. Entonces si correra la sangre y no lo hara sobre la tierra o el hollin sino sobre los cuchillos, nudillos y flechas de arco de los miembros de los Clanes.

Mientras investigo el terreno una idea viene a mi mente... una locura pero aun asi pasa por mi cabeza...¿Tal vez es lo que mismo que vi en mis pesadillas cuando estaba drogado? Reniego y dejo a un lado ese pensamiento aunque quede grabado en mi mente, lo primero es encontrar a Cassandra y sabiendo donde estaba la tienda de los chamanes deberia resultar mas facil...

Consegui llegar al lado de mi hermano y cuando pise el suelo terrestre senti una ola de calor recorrerme por los nervios. Cogi la mano de Loki y le sonreí mirando despues al resto.

- Tenemos que organizarnos, ver con que nos han mandado aquí y formar un campamente, lo normal seria hacerlo rodeando la nave, pues en ella ya hay una estructura firme y segura - Comence a decir viendo que todos estaban bastante perdidos - Hay que ver que hay dentro de la nave y comprovar la zona, ademas de que no sabemos las temperaturas, pero deberiamos recolectar para hacer hogueras - Es decir hacer tres grupos.

Habían abierto la puerta. Nos habían condenado a una muerte horrible, dolorosa y agónica. Ahora que veía la poca luz de la noche entrando por la puerta me daba cuenta de lo idiota que había sido intentando mantenerla cerrada. Nadie me habría escuchado y solo había que apretar un botón. Solo faltaba rezar. Rezar porque la radiación fuese historia o, al menos, que hubiera bajado la intensidad de la misma hasta unos niveles en los que se pudiera vivir. Tal vez no moríamos. Tal vez solo nos quedásemos estériles y, bueno, aguantásemos unos años hasta morir de cáncer. Como Marie Curie.

Poco a poco me voy acercando al exterior. La radiación ya había entrado, daba igual. La belleza del lugar hace que abra la boca, maravillado. Jamás me había imaginado poder contemplar con mis propios ojos la Tierra, los árboles, el bosque... Todo. En la celda había llegado a aceptar mi muerte inminente y ahora, algo en mí deseaba que no llegase. La sensación era indescriptible. Sobrecogedora. Toda una vida encerrado y de pronto, me sentía más libre que nunca. Me sorprendí pensando que no me importaría pasar unos años en aquel lugar y morir de cáncer. La muerte sería más lenta y más dolorosa, pero al menos viviría unos años rodeado de aquella belleza. En nuestro hogar. En la Tierra.

Escuché una voz, lo que hizo que me girase. Eso será si en cuestión de minutos no estamos todos muertos. Comenté, acompañando mi comentario encogiéndome de hombros. Sangrar por la nariz. Sí, ese suele ser el primer síntoma. Después oreja y ojos, creo. Y dolor. Mucho dolor. No me daba cuenta de que aquello tal vez podría causar alarma. A veces era demasiado directo. Yo no haré nada hasta que compruebe que podremos vivir un solo día aquí.

Y dicho esto me giré de nuevo a ver las estrellas. Había nacido ahí arriba y ahora que estaba tan abajo, el cielo parecía inalcanzable.

De vuelta en el campamento, un nudo se forma en mi garganta cuando soy consciente de que la escena es aún peor de lo que me la había imaginado. Busco entre los heridos y cadáveres a Cassandra. No hay ni rastro de ella, mientras tanto, ayudo a todo aquel superviviente que se encuentre en el suelo, aunque sin pararme demasiado. Nuestra prioridad era ella. 

Según camino entre pequeños fuegos, cuerpos calcinados y heridos, comenzando a desesperarme, mi mente trata de intentar jugarme malas pasadas, imaginando que la chamán se encontraba en alguno de aquellos montoncitos de cenizas. Pero no podía ser. No. Cassandra era más lista que todos los de la tribu juntos. Estaba sana y salva, riéndose de nosotros, escondida en algún lugar.

A parte de buscarla a ella, comencé a buscar también cualquier pista que nos pudiese indicar su paradero. Quizás alguna pieza de joyería de las tantas que llevaba para la ocasión, o un trozo de piel de lobo que usaba para mantenerse cálida o... cualquier cosa.

Camino entre los cadáveres calcinados sin preocuparme demasiado en averiguar quiénes son (y raro en mi, qué llevan), con el rostro totalmente mudo de emociones. No es que sea tan frío como la nieve como para no sentir absolutamente nada por los muertos, es que estamos tan acostumbrados a la muerte que simplemente enterramos lo que sea que estemos sintiendo y lo dejamos ahí hasta que hayamos acabado lo que tengamos que hacer, en este caso, buscar a Cassandra y regresar (a poder ser con vida).

Veo a un futuro cadáver, casi convertido en hollín, aún moviéndose y gimiendo de dolor. Empiezo a desenfundar el cuchillo de combate para acabar con su agonía, pero lo envaino de nuevo y prosigo mi camino. La tensión ya se puede hasta respirar, como para permitir que estalle por ayudar a quien ni siquiera conozco. Me caería una buena bronca.

Levanto la vista para ver qué tal les está yendo a mis compañeros y sigo a lo mío, a buscar a la chamán. Me detengo de nuevo para ayudar a levantar un árbol caído sobre la pierna de un miembro de otra tribu, pero una vez lo sacan de debajo, prosigo mi tarea.

Sigo a Sean y me quedo tan extasiado como él. —Joder, Sean, ¡Qué bonito es esto!

Escucho sus palabras dirigidas a una de las chicas, una que trata de organizarnos. Él no es así en el fondo, pero a veces el momento le puede. —Vamos, Sean— digo animoso— si nos hubieran querido matar nos hubieran flotado. Yo creo que esto es un compromiso, uno entre los que nos querían flotar y otros que querían que no, si en el Arca no cabíamos, nos han dado una nueva oportunidad aquí. No creo que haya radiación. ¿Se morirían los árboles, no?

Huele como en los invernaderos y los cultivos hidropónicos... pero mucho más salvaje. —¿Qué es una hoguera?— comento. Recuerdo haber escuchado la palabra alguna vez*. —¿Alguien ha visto algún equipo de supervivencia o unos calentadores dentro? Yo creo que si dormimos dentro y cubrimos la entrada estemos a salvo del frío. Somos 100 personas y por narices el metal de la cabina tiene que ser aislante. O el frío del espacio nos hubiera matado.

La comida. Pienso. Eso si va a ser un problema. 

Lo primero que hizo Scott al salir de la nave fue dar una bocanada de aire, no era como el aire del Arca, era refrescante y fresco y cargado de un sin fin de olores y matices... se acercó a uno de árboles y toco su corteza y hojas, se agachó para coger un puñado de tierra que pasó de una mano a otra, aquello era increíble para él, un sueño hecho realidad a pesar de la escas luz que los redaba, durante el día debía de ser más maravilloso aún...

Se había separado un poco, ensimismado, cuano volvió en si al escuchar la voz de la chica que iba con el grandullón y la respuesta de Sean. A la chica no le faltaba razón había que moverse, aunque aquello era un sueño debían de suponer que no tendrían mucha ayuda del arca, o quizás sí, no tenían ni idea, entonces se acordó de la agente, ella quizás tendría más información, por poca que fuese seguro que sería más de la que tienen, así que se volvió a la nave a buscarla. Con el aterrizaje y la apertura de la rampa esperaba que la gente no se hubiese dado cuenta aún de su presencia...

El grupo entero se pone a buscar entre los escombros pero con escasa suerte. Salváis a algunos de los presentes en el conclave, entre ellos a un par de chamanes, pero ninguno es Cassandra. A pesar del humo y el calor que aún emiten las brasas del enorme incendio, empezáis a sentir el frío de la noche. Os habéis dispersado para abarcar más terreno, siguiendo las órdenes de Tristan hasta que el pequeño Grey asoma la cabeza de entre una montaña de pieles calcinadas.

-¡Ei! ¡Creo que he encontrado algo!- llama vuestra atención lo mejor que sabe. Algunos de los supervivientes de las otras bandas lanzan algunas miradas hacia vosotros para acto seguido pasar a rapiñar lo siguiente. El pequeño no es muy útil en combate pero sus ojos y su inteligencia valen mucho más. Cuando llegáis, encontráis al crío sosteniendo uno de los abalorios favoritos para el pelo de Cassandra y un par de huellas que podrían encajar con ella.

La temperatura cada vez va bajando más. Sin la adrenalina de la caída en picado hacia el suelo ni el terror de morir asfixiados o por fulminados por la radiación, las tensiones acumuladas de antes del viajecito surgen de repente. Mientras Diana intenta tomar el papel de líder y organizar las acciones básicas para sobrevivir a vuestra primera noche en la Tierra, un pequeño tumulto se oye al fondo.

-¿Eh! ¿Tú no eres una de las guardias?

-Lilith!

-¡Coged a la rubia!

Son gritos inconexos que se cruzan con otras discusiones acerca de que debería hacerse primero. Otros se arremolinan alrededor de Sean y empiezan a revisar ojos, boca y nariz para ver si tienen síntomas de estar muriendo por la radiación. Hipocondriacos haberlos los habrá siempre.

-¡Que te den pajillero! ¡O te apartas o te aparto!

Algunos escuchan la idea de Finn, que quizás no sea el tipo con más coeficiente intelectual del lugar, pero su plan parece calar algo más que el de Diana.

-¿Con que cubrimos la entrada? Oh espera, que voy a buscar mi manta de 5 metros  que me dio mi abuelita para el viaje…- comenta en tono burlón un chico moreno y delgaducho que luce unas gafas de aviador encima de su cabeza. Algunos secundan sus palabras riendo por lo bajo.

-Podemos usar la tela de los paracaídas- aporta de forma tímida un chico asiático que esconde su rostro tras una capucha de color oscuro –Si no se ha rajado en el aterrizaje, será suficiente, creo.

Los que rodean a Finn se quedan mirando al chico asiático, Nikko mientras habla. Luego vuelven a dirigir su atención hacia Finn, esperando su aprobación o descarte.

Por otro lado, aunque Diana ha tenido poco poder de convocatoria ante su extraña idea de hacer una “fogata”, sea lo que sea eso, Melany y  un par de chicas más la apoyan y esperan a que la muchacha les explique qué tienen que hacer para conseguir eso.

Mientras, Scott avanza entre el griterío hacia donde le pareció ver por última vez a la agente Valary, y para cuando consigue alcanzarla, se encuentra que está en plena pelea sucia con un par de tipos que reconoce: Abel y dos de sus congéneres Clint y Valdez. Los tres están en posiciones de  combate cuerpo a cuerpo, sin armas a la vista.

-¡Estás muerta guardia!

-¡He dicho que te apartes!

Entre los cuerpos no encuentro nada, es como dar vueltas y vueltas sobre el fondo de una hoguera. La mayoria de pistas parecen haber desaparecido... me agacho para dar la vuelta a uno de los cuerpos, las quemaduras son tan brutales que su rostro es totalmente irreconocible, a punto estoy de soltarlo cuando al mover a ese otro cuerpo gime y se mueve parcialmente. Sin ni siquiera pensar muevo el cuerpo calcinado y ayudo al otro a darse la vuelta, un rostro lleno de ceniza y sangre me devuelve la mirada pero son los tatuajes de su brazo los que me revelan que es uno de los chamanes de antes... - ¿Cassandra? - El nombre de nuestra chaman acude raudo a mis albios pero el hombre cierra los ojos y niega suavemente con la cabeza... me giro y señalo a un par de hombres enormes, creo que del Clan de Ylliria, señalando a su chaman.

Aun no me he puesto en pie cuando el grito de Grey atrae mi atencion, conozco al chaval y si llama e sporque ha encontrado algo. Salgo corriendo en su direccion y miro lo que me muestra, una amplia sonrisa cruza mi rostro mientras le doy una suve palamda en el hombro. - Buen trabajo. - Grey señala donde lo ha encontrado junto con unas pisadas en el suelo, me muevo alrededor de ellas... tamaño, forma y profundidad concuerdan con alguien de la constitucion de Cassandra junto con el abalorio no necesito nada mas. Me agacho y compruebo la direccion, el terreno y las diferentes plantas hasta que doy una rama ligeramente rota... me giro y miro que esten todos alli, sin decir palabra me pongo en camino... tengo su rastro.

Scott apretó el paso cuando escuchó entre el tumulto algo sobre un guardia, se temía lo peor pero llegó a tiempo, o al menos esperaba que fuese a tiempo por que tres chicos estaban enfrentando a la agente, Abel a la cabeza, amenazándola y con claras intenciones de cumplir esas amenazas.

-¡¿Qué cojones hacéis?!- Protestó Scott, buscando colocarse junto a la agente- ¿No sois conscientes de donde estamos? Estamos en la tierra, sin comida ni agua ni refugio, sin tener ni idea de lo que hay a nuestro alrededor ... Ya no estamos en el Arca, ya no somos reclusos, ni ella una guardia, estamos juntos en esto nos guste o no, así que dejadla -Miró a Abel, señalándolo- En el comedor, te dije que no era el momento y no me hiciste caso, lo único que conseguiste fue que nos gasearan a todos... Hazme caso ahora Abel, todos los guardias no son iguales, lo sabes bien, y uno no va a pagar las mierdas de todos, no lo voy a permitir, así que dejadla en paz.

—Sí... es buena idea, el paracaidas— dije saludando al tipo de la capucha y al de las gafas de aviador. —Soy Finn, no os ví en la cárcel, ¿verdad? ¿Cómo os llamáis?

Pero mis palabras quedaron hueras al escuchar como cargaban contra la guardia. ¿Por qué la habrán tirado aquí con nosotros? ¿Será la controladora? Da igual, no podemos dejar que la maten.

Y así cambié de objetivo. —Vamos a tratar de parar esa pelea. ¡Si estamos a palos no conseguiremos más que morir de frío!

Y así, con una mirada a Sean y otra a Melany, comprobando que estaban bien, me dirigí a colocarme detrás de Scott, apoyándole. Sus palabras no podían ser más acertadas. 

Vaya parece que las cosas se están poniendo feas... Murmuré, echando un vistazo hacia atrás. Vi por el rabillo del ojo que Finn me miraba y asentí, indicándole que estaba bien, que fuese a ayudar. No entendía porque querían acelerar nuestra muerte de aquella forma estúpida. Llegar a la Tierra, probablemente una trampa radiactiva mortal, y pelear.

No compartía el optimismo de Finn. En realidad si se han dignado a ponernos estas pulseras es porque no estaban seguros de si la Tierra era habitable. Es sencillo, si sobrevivimos, bajarán ellos. Si no sobrevivimos... Bueno, esperarán más. Lo de las plantas es absurdo, pueden resistir más radiación que los humanos. No se lo decía a Finn, que ya se había a defenderle. Me lo decía a mí mismo. ¿Sabéis lo mucho que cuesta una de estas? Levanté el brazo. No las habrían desaprovechado así.

Wow, qué mala cara. Dije, mirando a uno de los hipocondriacos que tenía cerca. Una pequeña broma antes de morir. ¿Te encuentras bien, tío?