Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 1: Tú ya no eres sólo tú (Milka)

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16/06/2016, 01:42
Teléfono

El silencio que sigue a tus palabras primeras palabras al otro lado de la línea es uno que conoces bien. Es una espera, una forma de aguardar por algún tipo de explicación que sin duda no llega. Sin embargo tu amiga no exige nada al respecto. Actúa con total naturalidad, escuchándote primero y dejando que su verborrea hable por ella después.

—Una china de la Stasi —dice en voz alta, como si te citara—. ¿Eso se puede? Será sólo medio china o algo así, porque como vuestros servicios secretos estén en manos de los chinos estamos apañados —expone—. Aunque tampoco me extrañaría, con todo el rollo global se le encargan cosas a cualquiera —valora antes de tomar una decisión que probablemente no dure demasiado tiempo en su cabeza—. Ya preguntaré.

¿Y tú cómo la has conocido, nena? —dice luego de manera casual antes de retomar con el tema que más parece ocupar su cabeza—. A ver —te dice—, yo no me voy a poner en peligro ni nada. Sólo me pregunto qué pasaría si sin querer alguien le diera a la alarma de incendios —expone, aunque por su tono es evidente de lo que habla en realidad—. Esas cosas pasan. En mi instituto pasaban todo el rato.

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16/06/2016, 02:00
Aharon Cohen

Tu marido demuestra no estar tan pendiente del aire como podría parecer en cuanto empiezas a moverte hacia él y sus ojos te buscan de inmediato. Tu beso consigue suavizar parte de las arrugas que vuelven adusta su expresión y extiende una mano para buscar tus dedos con los suyos.

—He... discutido con un celador —dice, con el tono de quien siente que sus palabras deberían ser una confesión pero se resiste a darles ese tono que implicaría haber hecho algo censurable—. Y con varios enfermeros —añade, para después hacer una mueca con la boca—. Y con dos guardias de seguridad.

Entonces hace un gesto con la mano hacia el teléfono.

—¿Es Dallas? —pregunta, para dar por hecho una respuesta afirmativa antes de que ésta llegue a sus oídos—. Dile que siento que no la hayan dejado pasar. Mañana voy a hablar con la directora del centro y si es necesario pondré una queja. Puedo entender que tengan que revisar los objetos y que te tengan encerrada por tu propia seguridad. Pero si quieres que venga alguien a verte y yo lo autorizo ellos no deberían poder impedirlo. Esto no es una cárcel —termina, negando con la cabeza con esa tensión en el cuello que te desvela su frustración.

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17/06/2016, 17:15
Milka Bendij

Aprieto los labios por el centro mientras mis comisuras se estiran divertida con las abreviaciones de Dallas de mis palabras, es curioso ver como simplifica las cosas, y estoy casi seguro que aquel es el secreto de su felicidad. — Mal iríamos —acuerdo con ella sin ponerlo en voz, sé que lo sabe, y en este momento el futuro de Alemania no creo que sea lo que más le interese como tampoco creo que necesite que le aclare que hablo de la Stasi china—.

Aquí, en el infierno, hace un rato —respondo de camino a Aharon escurriéndome entre sus pensamientos expresados en voz alta—. Y al escuchar su plan, me veo en casa de Wamai por un segundo, hablándole de los métodos poco convencionales de mi hermana, y me sorprende lo cotidiano que suena en la voz de ella una falta como aquella. Seguro que es delito y pecado. Movilizar a tanta gente con la amenaza de que su iglesia pagana va a arder debe llevar alguna consecuencia pero si ella dice que no peligra, es que no peligra.

Siento la mano de mi marido, y durante unos segundos dejo que sus dedos encuentren la presencia de los mios pero no es hasta que empieza a hablar cuando le dejo encontrar también mi apoyo abriendo paso a mis dedos entre los suyos, y entregándole una discreta sonrisa cuando termina de confesar que mezcla el reproche por el porqué se ha visto en esa situación, con la predisposición ciega a darle la razón sea como sea que se ha hilado esa discusión y el pesar por las arrugas de su frente.

Te ha oído —me excuso de repetir sus palabras con la decepción de que siga creyendo que encerrarme me hace algún bien y me vuelvo a separar para sentarme en la cama— Dal, ahora te vuelvo a llamar —le pido esperando que no le importe que me ocupe de la locura de Aharon—. Y solo si ella no protesta cuelgo.

Te equivocas —escupo tajante llevada por la efervescencia de mi sangre pero sin elevar la voz–. Me has metido en una cárcel, con grandes ventanas y baño propio pero una cárcel —expongo y mis ojos viajan solos a esa vía que molesta y escuece cada vez que empiezo a omitirla—. No se pueden hacer pactos con el diablo, Aharon. Espero que no hayas perdido mi libertad por ahí —alargo una mano para peinar sus cabellos apartando aquella onda que a veces busca su frente—. ¿Tienes que volver a irte?

Notas de juego

Es posible que edite

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18/06/2016, 14:55
Teléfono

Tu amiga resopla al otro lado del teléfono cuando Aharon termina de hablar.

—Dile que no lo sienta, que al menos ha demostrado que me equivocaba y sí que tiene un par de huevos. Pero que me la sudan las quejas y la directora, que yo mañana voy a ir a verte y si no me dejan se van a cagar.

Después hace una breve pausa en la que puedes imaginarla asintiendo con la cabeza y de nuevo parece haberse puesto en movimiento a juzgar por los sonidos que la rodean.

—Vale, Mil. Yo voy a conducir ahora, tardaré unos veinte minutos en llegar.

Y con esas palabras, cuelga la llamada, dejándote a solas con tu marido.

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19/06/2016, 03:48
Aharon Cohen

Los labios de Aharon se fruncen en una mueca contrita cuando llega tu acusación y por un instante sus ojos desvelan la culpabilidad que siente por sus actos desviándose hacia el suelo. Pero es con tu caricia que vuelven a alzarse, buscando los tuyos mientras inclina la cabeza un poco, buscando alargar el contacto de tu mano en su frente al negar.

—No. Ya no pienso salir de aquí esta noche —asegura con firmeza—. Ni aunque se queme el edificio. Pero tengo una buena noticia, Milka —añade entonces, con ese gesto en la boca que conoces bien. Una y otra vez puedes repetirlo en tu memoria. Y una y otra vez ha servido siempre para lo mismo: para cambiar de tema—. Al volver me crucé con una enfermera y me dijo que ya han acabado de hacerte las pruebas y que todo va bien. A lo mejor pueden adelantar tu operación —añade, curvando sus labios en una sonrisa cargada de esperanza por el final feliz prometido— y así todo esto terminará antes.

Lleva su mano libre a tu frente, acariciando tu sien con una dulzura que siente prohibida. —Pronto sólo será un mal recuerdo.

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19/06/2016, 21:36
Milka Bendij

Al escuchar a Aharon asegurar que se queda, despierta en mi sentimientos opuestos de recuerdos muy inmediatos entre ellos. Hoy es puro desconcierto, o tal vez, sea yo incoherente con él o al leerle. Agradezco su compañía superado mi ataque de huida a la desesperada como necesité su abrazo al volver de Kenya. Le quiero conmigo, pero le quiero a mi lado, no sobre mi. Me irrita el poder que le han dado y la facilidad con el que lo ha tomado, más ahora que Rena me ha dicho que no es civilizado ni legal, y podría apostar sin codicia ni pecado menor que su profesión le obliga a saberlo. Me enfurece que haga oídos sordos a la más importante de mis peticiones y que intente cubrirlo con el velo de consentirme con las minucias que vendrían solas de ser libre. Y me preocupa que después de pisar mi palabra y voluntad, vuelva a recogerla ahuecando las manos con mimo para terminar descubriendo que el diablo se las ha agujereado.

La referencia al fuego me hace volver con la Dallas de a apenas un minuto antes y con la de varias horas antes, cuando el cielo era de tarde y no nocturno. Y esa comunión entre mis dos pilares de vida me lleva a dibujar una boba y escueta sonrisa que se pierde en ese punto final y nuevo capítulo que es la respiración de Aharon previa a su anuncio de buenas noticias.

Siento mi corazón latir nervioso, bombeado por la esperanza que se hila cada vez con mejor hebra a medida que sus palabras avanzan hasta que pronuncia la palabra operación y la aguja de esa rueda de esperanza se clava en mi corazón que se contrae en un tirón tan fuerte del hilo que rasga mi alma y temo que ese dolor haya llegado a todas aquellas que están cosidas a la mía. Ruego a Dios para que lo evite, y luego vuelvo a rogarle para que ilumine a mi marido y nos recoja bajo su manto.

No hablo. Puedo recordar mi voz, las palabras y su significado, pero he olvidado como emitirlas, helada, rota, atónita. Le miro sin expresión, y ni siquiera reacciono a su caricia, ni para admitirla, cosa que no iba a suceder, ni para rechazarla junto a su concepto de buenas noticias.

Permanezco unos segundos más en silencio y quietud, paralizada por esa situación que no logro concebir como real. Supongo que Dallas o Morgan sabrían resumirla en una palabrota.

Finalmente mis labios tiemblan reaprendiendo a moverse y los recojo para humedecerlos con el valor del pianista — No quieres entenderlo —descubro para mí en voz alta escurriendo esas palabras con claridad antes de que se me cierre el cuello y mis ojos amenacen con volver a llorar—. Geller miente —me esfuerzo por tragar la angustia que me ahoga—. Mi cerebro está bien, y si no lo está, no es asunto suyo, ni enteramente mío —hago una pausa por necesidad, inhalando aire y llanto—; yo ya no soy solo yo. Dios me ha atado a otras personas, las siento en mi alma, y si me cortan la cabeza, se la cortarán a todos ellos, en cualquier lugar dónde estén.

Nos vamos —insisto en mi posición inicial y primeras palabras elegidas en este hospital—. Por favor, vámonos y encontraré el modo de demostrártelo.

Notas de juego

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22/06/2016, 23:40
Aharon Cohen

Aharon no parece comprender que su esperanza y la tuya están tan distantes como dos cabezas de espaldas en un espejo. No es sólo que no sean capaces de tocarse, sino que las diferencias entre ellas son más que las similitudes. La suya es en realidad tu miedo mientras la tuya trata de mantenerse a flote en un mar de incomprensión. Los segundos que pasas atónita dibujan en su rostro una expresión incierta, nerviosa, como si no supiera muy bien cómo vas a reaccionar o qué es lo que ha hecho mal. Ahora parece, incluso, que ni siquiera entienda que para ti y para él un «mal recuerdo» son dos cosas bien diferentes.

El ceño de tu marido se frunce un poco cuando empiezas a hablar. Parece que quiera protestar, pero su garganta es lo suficientemente inteligente como para no seguir por ese camino. De momento, al menos. Al escuchar cómo pones el pecado de la mentira en las manos y los labios de la doctora él no parece conforme, pero sí descontento. Y le conoces lo suficiente para saber que esa sensación no está enfocada en ti sino en la médico, en el hospital, en la situación y en todo lo que os rodea. Sin embargo esa expresión se difumina un instante más tarde, cuando su rostro empieza a rozar la incredulidad hasta asirla por un instante. Aharon no parece recordar que esas palabras son una reminiscencia del pasado, o si lo hace no parece darle importancia al hecho de que ese deseo es permanente, constante y fundado. En lugar de eso te responde intentando de manera fútil que su voz no se tiña de impotencia.

—Pero, Milka... —empieza, liberando antes de nada el principio de esa objeción contenida durante un eterno medio minuto. Emite un suspiro entonces, liberando su mano de tu contacto para buscar su pelo y buscando tus dedos con ella después—. ¿No te das cuenta? Es justo lo que la doctora dijo que pasaría. Estás imaginando cosas —asegura antes de emitir un nuevo suspiro, como si regar el suelo de ellos pudiera hacer las cosas más fáciles—. ¿Por qué iba a mentir la doctora? Puede que le falte tacto y que sea una cretina —expone—, pero no tiene ningún motivo para mentir.

—Dios puede haber traído esas cosas que sientes —enuncia despacio, hablando como si estuviera haciendo una concesión en su propia cabeza a pesar de su fe—. Pero estoy seguro de que lo ha hecho para ayudarnos a tomar la decisión de que te operes. Para que no lo dejemos pasar por no creerlo.

—Estás enferma, Milka —asegura al final—. Y que no lo creas es parte de la enfermedad. Pero cuando estés de vuelta en casa, cuando vuelvas a ser tú al cien por cien, te darás cuenta.

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26/06/2016, 12:47
Milka Bendij

Esa primera palabra rompe las finas cuerdas que sujetaban mis párpados que caen acompañando su suspiro y creando con ello uno mío, más mudo, más interno, más sentido.

Al sentirle sobre mis dedos, me convenzo a mi misma para volver a abrir los ojos, mirarle y escucharle con ellos, ahora y en pasado.

Él cree a la doctora Geller, la cree más que a mi, confía en su palabra como si Dios las hubiera puesto en sus labios, pero se equivoca, da palos de ciego y lleva al Diablo por lazarillo envenenando su oído con vestidos de locura para mis palabras. Intenta no abandonar el camino de la fe y eso es bueno.

Que asegure que estoy enferma caen en mi estómago como una piedra, y mis ojos buscan esos suspiros que Aharon ha puesto en el suelo, me da vergüenza mirarlo, como si hubiese hecho algo malo cuando solo él se equivoca, pero esas advertencias de Geller puestas en su voz suenan más posibles. Quizás podría imaginar a Rena, a Wamai, a Budi, a Annabelle o la conexión con el pianista de mi sueño, pero no a Morgan. Ha hablado con Dallas, tengo su mensaje, él mismo ha hablado con ella. No, no me los invento, no estoy enferma, ni siquiera maldita, ha llegado el momento de ser pieza en el plan de Dios.

Está bien, Aharon —empiezo sin demasiada convicción hablando con la boca hecha piñón—. ¿Y si pedimos una segunda opinión? Otro médico, otro hospital. —negocio—.

No puedo operarme sin haber visto a los niños.

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01/07/2016, 23:10
Aharon Cohen

Tu marido parece sentir cierto alivio con el inicio de tus palabras, como si realmente algo pudiera estar bien en la pesadilla en que se había convertido tu vida. Y con las siguientes, notas que endereza su espalda un poco y sus labios se fruncen en las comisuras con un gesto que has aprendido a leer como anticipación.

Ya lo he hecho —dice, casi pisando el final de tu frase con el principio de la suya—. Lo de la segunda opinión —aclara—. El marido de Helga, la de mi oficina, es neurocirujano, ¿te lo había contado ya? Así que mientras estaban haciéndote pruebas aproveché para pedir que le enviasen una copia de los resultados de la resonancia que te hicieron y todo lo demás. Le mandé un correo electrónico y me dijo que mañana por la mañana nos dirá algo. También le pregunté por la doctora Geller y confirmó su reputación, aunque no la conoce personalmente.

Parece ciertamente satisfecho de haber sido tan previsor y sus dedos se cierran sobre los tuyos con esa firmeza suave y tentativa de quien sostiene entre sus manos una mariposa a la que quiere retener sin dañarla.

Entonces abre de nuevo su boca, pero baja la mirada antes de hablar, como si temiese que lo que va a decir no te va a gustar demasiado. Y aún así, lo dice.

—Los niños pueden venir a verte mañana. No estamos lejos del ascensor, así que no tendrán que pasear por el hospital. Ya son mayores, Milka. No pasará nada porque te vean aquí. Ya saben que estás enferma y se quedarán más tranquilos al ver que tienes buen aspecto.

En ese momento el teléfono vibra en tu mano con un zumbido corto que tu mente de inmediato asocia a un mensaje de texto recibido.

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03/07/2016, 16:28
Milka Bendij

La arruga en la comisura de los labios de Aharon atrae mi atención y curiosidad. Anuncian una carta oculta en su mano que respalda su apuesta, y sea cual sea su jugada, necesito conocerla.

Conozco a Helga a través de sus palabras, y a su marido, del mismo modo en menor cabida, a él no le pongo rostro y aun así, o quizás por ello, me transmite más confianza que Geller. Asiento para que no se detenga a presentármelos, me sorprende la cantidad de médicos que conocemos, por mano propia o mano amiga, pero casi parece que un día el diablo se levantara solitario y hubiese empezado a repartir títulos a diestro y siniestro.

Me desagrada la idea de que mi historial haya corrido por varios despachos médicos, uno de los cuales conozco que ha ocurrido, pero me alaga y tranquiliza saber que Aharon no tiene confianza ciega en la hija del diablo, y que ha hecho algo más que acomodarse y contemplar como me pierdo.

El señor Blumer escribirá por la mañana, y mientras él no haya dado su opinión, la doctora Geller tendrá su poder congelado; acuerdo en pensamientos con mi marido bajando los ojos a su contacto. Es entonces, con la mirada parada sobre nuestras manos, cuando recuerdo cada vez en que sus dedos me han acariciado con ese miedo a ser descubiertos y voluntad de permanecer y ser reconocidos, y en mí sé que siempre ha sido un buen hombre, aun cuando su falta de juicio le lleva a traicionarme, como lo que sea que sus están a punto de pronunciar.

Empiezo a negar con la cabeza con solo mencionar a mis hijos, es una completa locura traerle a esta ratonera, y no tengo ninguna intención de ser su cebo. Paulatinamente, esa oscilación en negativa va perdiéndose con mis pensamientos dentro del bosque de los terribles futuros que me esperan. ¿Y si pierdo la oportunidad de verlos por última vez? ¿y si mi alma queda tan dañada que mi cerebro deja de funcionar y no puedo darles la despedida que les oiré necesitar? ¿y si me usan de excusa para encerrar y torturarles a ellos después? ¿y si les necesito más de lo que puedo protegerles?

Siento el calor de mi desesperación en mi pecho y párpados, y aunque esa habitación me ha visto llorar más de lo que merece, no es por rencor a ella, sino por consideración al corazón de Aharon, que intento mantener mis mejillas secas. Parpadeo un par de veces, a conciencia y avisando a mis ojos de mi disconformidad con su rojez. Y con la vibración del teléfono encuentro una excusa para mantener la cabeza agachada. Enciendo la pantalla y leo el mensaje.

Notas de juego

Me he inventado lo de Helga y el marido si no tenían que sonarme, lo borro.

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03/07/2016, 20:38
Narrador

Cuando miras la pantalla puedes ver en ella que el mensaje recibido es de ese número que tu cerebro ya asocia con una cara y un nombre: Morgan.

En nuestro grupo somos 8. No daré nombres aquí, por si acaso. Pronto te haré una visita.

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05/07/2016, 10:13
Milka Bendij

Apago la pantalla del teléfono tan pronto como termino de leer y grabar ese mensaje, número, rostro, nombre y sensación en el recuerdo de mi vida, con un poco de paz en mi cronología. Es agradable el presente que solo es presente aun con promesas de futuro, y más agradable lo es el hecho de que Morgan me envíe su tiempo, sus pensamientos y saberme recuerdo ajeno.

Dejo el teléfono a un lado, y me muevo un poco para sentarme más hacia el centro de la cama procurando que mi grillete de plástico y suero no oponga resistencia y objeción, y al mismo tiempo, me deshago con naturalidad de las manos de Aharon para ofrecerle asiento conmigo después.

Llevo los ojos a esa bandeja que anuncia "cárcel" tan fuerte que hasta Aharon lo ha escuchado, y busco en ella la foto de los cinco de ese otoño en que los niños aun sabían ponerse de acuerdo en el destino de nuestros viajes. Nunca deja de sorprenderme lo inexactas que pueden ser las fotografías. — Atrápalos a todos —resurgen las palabras de Annabelle, la tristeza y el miedo y los ojos de Budi que son un reflejo de los míos— ¿De cuando eres? —pienso para ella apartando mis ojos de esa fotografía— ¿a quién hablabas?

Ven —le pido a mi marido viendo en mi cabeza a Rena y repitiendo aquel momento tan similar. Solo que un tanto más incorporado—. Espero entonces a que se acomode conmigo, o a que declare que prefiere la comodidad del sillón, y solo en el primer caso apoyaría mi cabeza en un punto entre su hombro y su pecho, pero en ambos casos encontraría mi voz.

Les echo de menos —confieso en un susurro que busca la intimidad del silencio que nos rodea, sin vergüenza a mis palabras, ni secreto—. Esperaremos al correo de Fermont Blumer, si confirma a Geller, quiero abrazarlos por última vez —sigo persiguiendo los suspiros de Aharon que abandonó en el suelo—. Y nadie va a hacerles pruebas, de ningún tipo.

Notas de juego

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15/08/2016, 13:37
Aharon Cohen

Aún a pesar del tiempo juntos, de la convivencia y de la costumbra Aharon alza discretamente la mirada cuando te dispones a leer ese mensaje, otorgándote una vez más una intimidad que claramente él preferiría que no necesitaras. Mantiene entonces unos segundos su vista en el infinito y en la expresión de su rostro puedes ver que se encuentra verdaderamente cansado.

En el momento en que te separas de sus manos oyes cómo el aire de sus pulmones se escapa lentamente a través de su nariz y mientras buscas en la bandeja él estira los brazos doblados a ambos lados de su torso, como si sólo sus hombros y su cabeza necesitasen desperezarse. Acto seguido, cuando le invitas a acompañarte él se acerca hasta tomar asiento a tu lado. Entonces recibe tu cabeza y tu susurro y puedes sentir cómo se tensa un poco con tres de tus palabras.

—No será por última vez, sólo será hasta después de la operación —afirma bajando también la voz, y parece decirlo más porque la alternativa le resulte imposible que por compromiso—. Y claro que nadie va a hacerles nada, ellos están bien —asegura, y de alguna forma su frase parece quedarse a medias.

Aharon pasa entonces unos segundos en silencio, pensativo. Es evidente que no se siente cómodo. No sólo con la situación, sino tampoco consigo mismo. Finalmente sus ojos vuelan hacia su reloj de muñeca y al volver a hablar su voz parece la de alguien que hace una propuesta porque entiende que es lo que hay que hacer.

—¿Qué te parece si intentamos dormir un poco? —pide—. Yo no voy a moverme de aquí, y cuando antes nos acostemos antes será por la mañana —expone, a pesar de lo totalmente incorrecta que es esa afirmación.

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21/08/2016, 09:02
Milka Bendij

Estoy agotada de intentar derribar ese muro de tozudez ciega de su cabeza, desanimada por ver que ni siquiera he dejado un arañazo en su postura pero acostumbrada a que sus decisiones sean tan difíciles de echar abajo como una vaca.

Su voluntad suele ser más fuerte que su corazón y eso es lo que nos trae a estas situaciones en las que se aferra a lo incorrecto como si Dios fuera a cambiar su plan para ceder al de él. Es exasperante y aun así no resulta difícil ver la parte adorable de ello, no resulta difícil apreciar su amor -también errático- en sus traiciones, y, hoy, esta noche que he conocido nuevas corrientes cosquilleantes en mi alma, no me resulta difícil errar yo también y llenarme con su tacto, su compañía y su voz como si fuera movido por Adam.

Ellos están bien —repito sus palabras apretando mi mejilla y haciéndola rodar hasta apoyar un lado de mi frente bajo su clavícula—. Por favor, por favor, cuida de ellos —suplico a Dios—. Tomeles bajo vuestro manto, y disculpad a Dorian por dudar, volverá a encontrar su camino, Señor, no le permitáis alejarse de vos. —mis labios se mueven dibujando un "amén" que no acompaño con voz, Él no lo necesita, y el hospital podría contaminarlo si llega a oírlo pues el oido del Diablo es fino—.

Respiro a conciencia entonces, y cierro los ojos zambulléndome en el silencio de Aharon, siento su incomodidad, y me esfuerzo por no considerarla merecida, ni ver en ella una esperanza de que cambie de parecer y me saque de aquí esta misma noche. Oigo su propuesta y despego poco a poco mis ojos para buscar la hora en su reloj y sentir la ausencia del peso del mío en esa mano perforada por el aguijón del diablo.

Te dije que dormirías —le recuerdo animándole a ello—. Recuéstate —le digo antes de levantar mi cabeza primero, y buscar el suelo después—. Enseguida dormiré yo también —tomo el móvil para dejarlo en la bandeja junto a la foto de otoño y aprovecho para acariciar la imagen con la punta de mis dedos y todo mi corazón—.

Os amo —hablo a mis hijos—. Y lo siento muchísimo —confieso con un nudo en la garganta y volviendo a sentir mis ojos encharcados—.

No sé cuantas veces he llorado esta noche, ni sé cuantas veces más puedo llorar todavía pero prefiero acostarme a descubrirlo, cuanto antes sea mañana, antes expondrá Blumer a Geller y antes abrazaré a mis hijos. Así pues, con las cosas recogidas, rodeo la cama arrastrando el soporte del suero y me acomodo en un extremo de ella, sin molestarme a cubrir mi rostro e intentando averiguar en qué posición la vía no es un infierno.

Descansa —le digo a mi marido sin cerrar la posibilidad de que se quede en la cama para que descanse más y mejor—, mañana será otro día.

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28/09/2016, 01:27
Narrador

La mirada de Aharon se desvía hasta la butaca que parece haber establecido como el baluarte en su tarea de guardián y su rostro es tan claro para ti que podrías anunciar en voz alta sus pensamientos sin mucha dificultad. Ves en sus ojos la duda sobre si lo más correcto es tumbarse contigo en la camilla o regresar a su puesto. Y también vislumbras con claridad el momento en que decide que no hay nada de malo en quedarse cerca un ratito, «sólo hasta que se duerma», puedes recrear con su voz infinitas noches en las que se tendía junto a alguno de los niños para ayudarles a conciliar el sueño entre fiebre o pesadillas. Igual que intuyes en esa decisión que brilla en el fondo de sus pupilas que su intención es levantarse después y continuar velando tus sueños desde la butaca.

Así que finalmente se recuesta y te ofrece su brazo como cobija y su pecho como almohada, para que te arropes en ese cariño incondicional que a veces te duele más a ti que a él. Sus dedos se deslizan por tu pelo en una caricia lenta y cadenciosa, con la que sabes que pretende dormirte, y sus ojos se pasean por tu rostro de cerca sin que su ceño llegue a perder la preocupación.

Es sencillo perder la noción del tiempo, pero no tanto apagar la mente. Sabes que los minutos pasan uno tras otro, desgranándose con cada roce de los dedos de Aharon peinando tus cabellos, y, poco a poco, su respiración se va volviendo más lenta y pesada y sus caricias más espaciadas en el tiempo, hasta que finalmente el cansancio vence a la tozudez y sus párpados se cierran en una tensión que no le abandonará en toda la noche.

En algún momento también tus ojos terminan por abandonar la visión de la habitación blanca y fría del infierno y tu cabeza decide desconectar y abandonarse a un sueño inquieto.

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28/09/2016, 16:53
Narrador

Hamburg, 1 de Julio de 2015.

El hueco que ha dejado el cuerpo de Aharon sobre las sábanas aún está tibio cuando despiertas, tal vez por su ausencia, quizás por simple costumbre o porque tu cuerpo considera que ya ha descansado demasiado. Por la ventana se cuela la tenue luz del amanecer dándote una idea de lo temprano que es todavía. Escuchas el sonido de la cisterna del baño justo antes de que Aharon salga de él con el pelo húmedo por la cara recién lavada y la culpabilidad por haberse dormido pintada todavía en sus ojos sombreados de cansancio.

Sus labios se curvan en una sonrisa al verte despierta y se acerca a ti con la clara intención de decirte algo pero antes de que llegue a hacerlo la puerta se abre, llevándose su mirada hacia ella.

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28/09/2016, 20:08
Dra. Geller

Es la doctora Geller la que aparece en la puerta tan de mañana, con el brazo doblado sujetando una tablilla con papeles a los que va echando un vistazo. Al entrar alza los ojos y os mira a ambos con seriedad.

—Están de suerte —anuncia sin andarse por las ramas, con una expresión a la que le falta una sonrisa para encajar del todo con sus palabras—, ha habido una cancelación y gracias a que adelantamos las pruebas ayer, podremos hacer la operación esta tarde. La señora Bendij tendrá que mantenerse en ayunas y a las cinco les llevarán a mi despacho para que pueda explicarles todos los pormenores de la intervención. Después la prepararán y la operación será a las siete.

Hace una pausa y alterna su mirada entre ambos para terminar dirigiéndose a Aharon.

—¿Tienen alguna duda? Si necesitan algo antes de la operación, contacte con cualquier miembro de la unidad de enfermería.

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28/09/2016, 23:41
Milka Bendij

Me siento en blanco, como si la noche hubiese servido para que se librara una guerra entre lo que me retuvo bajo el brazo y caricias de Aharon y lo aquello que cosquilleaba prisa y huida en mis pies y no hubiese sobrevivido ningún bando.

Puede que todavía encuentre mi mente atrapada en el sueño y que por ello mi despertar sea tan pacífico y vacío que ni siquiera devuelvo al suero que recibo el veneno de mi corazón que mi alma deberá expiar.

Llevo una mano al calor que, a diferencia de su dueño, todavía duerme conmigo y el siguiente pálpito de mi corazón escribe el nombre de Adam valorando en un punto muy profundo e inescuchado de mí que mi primer marido haya velado mi sueño.

Termino de apartar mis párpados al escuchar movimiento en el baño, y es con este gesto que tensa mi piel cuando me hago consciente de la cantidad de lágrimas que vertí la noche anterior y ahora acartonan mis mejillas, y con ellas la molestia de la vía vuelve y la contaminación de mi sangre se despereza para volver a abrir la presa del odio a ese lugar, a esa situación, a los oídos sordos a mi voluntad.

No obstante, mis recuerdos aun no han cargado contra Aharon cuando se asoma por la puerta del baño, sembrando con su sombra de culpa y agotamiento mi predisposición a no hacer de él mi enemigo, por más que me lo ponga difícil.

Dejo que mis párpados vuelvan a caer mientras se acerca, quedándome en ese segundo en el que yo parecía no existir, ese segundo en el que dormía y estaba despierta al mismo tiempo, ese segundo en el que no fui pasado. Y al volver a abrir los ojos, veo su sonrisa buscarme a mí y buscar unas palabras, y mi mano abandona su calor para buscarle a él y buscar el anillo que no le convirtió en el padre de mis hijos pero le acercó a aquello que había conseguido por sí mismo.

Es extraño saber que hemos compartido cama y que me resulte completamente justificado. Sé que debería haberme ido al sillón en cuanto cayó dormido pero espero que ni él ni Adam vean malicia en lo que simplemente fue incapacidad de mantenerme despierta, y anterior a ello, de moverme y afrontar una soledad que no he pedido.

Ninguno llegamos a hablar antes de que la puerta se lleve su mirada, y ésta arrastre la mía al mismo punto.

Geller me eriza la piel incluso antes de hablar. No solo la desprecio como para ausentarla en mis oraciones, empiezo a temerla, o eso me confiesas mis pulmones que se ahogan al verla y mis ojos rehuyen su mirada con la imagen de Budi y la voz de su advertencia.

Aborrezco su forma de expresarse, y me desespera esa seguridad que pone en sus palabras sobre lo que yo haré. No quiero ninguna de esas cosas como no quiero conocer su opinión ni tolerar que me imponga su voluntad. — Si tan solo Rena estuviera aquí... — suspira mi alma al tiempo que mi mano se cierra en la de Aharon como la niña asustada que soy.

Siento el agobio crecer desde mi estómago como dos manos de sombras que arañan y me estrangulan desde dentro y antes de ser consciente de que no es que me falte aire sino que no lo proceso ya estoy hiperventilando y mis pies buscan el suelo para salir corriendo y encerrarme en el baño. Lejos de Geller. Lejos de la operación. Lejos de esa suerte que ha llamado buena.

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30/09/2016, 21:09
Narrador

Aharon tarda en reaccionar, probablemente superado por las inesperadas noticias que trae la doctora y tu apresurada marcha, y para cuando lo hace apenas llega a intercambiar la mirada entre ambas y dar un pequeño paso siguiendo tu estela antes de que cierres la puerta del baño tras de ti.

Sin embargo, parece decidir dejarte el momento a solas que pareces necesitar, ya que no tardas en oír su voz hablando con la doctora al otro lado de la puerta que te da una intimidad ilusoria, pues no hay pestillo ni cerrojo que permita cerrar más esa puerta de lo que ya está. 

Pasan algunos segundos hasta que la sientes y no necesitas mirar para saber que está ahí, sentada en el inodoro con los ojos cerrados. Cuando los abre y se cruzan con los tuyos de nuevo sientes ese hilo hacerse presente de nuevo. Sólo que esta vez no es como si se atase a algo dentro de ti: en esta ocasión, simplemente demuestra su existencia tensándose un poco más. Como si hubiera respondido a tu miedo, Morgan está ahí, contigo.

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30/09/2016, 21:37
Narrador
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El cambio en el entorno no es tan acusado esta vez. Cuando abres los ojos el cubículo del inodoro parece haber crecido un poco, pero sigues estando sentada sobre la taza en un baño. Milka está allí, con el mismo camisón de hospital con el que la viste horas antes y con la angustia pintada en los ojos. Puedes sentir su miedo vibrar en ese hilo que une vuestros pechos y se hace más presente, como si en el momento en que vuestras miradas se cruzan demostrase su existencia tensándose un poco más.