Partida Rol por web

Hilos invisibles

Notas de Ruth Williams

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04/10/2015, 16:19
Morgian

Esta escena es para que la uses según tus necesidades. En ella puedes anotar cualquier cosa de la partida que creas que puede ser importante que recuerdes después. Viendo que las partidas aquí son bastante largas, puede llegar a pasar un mes en la vida real mientras que en la vida de los personajes pasan un par de horas. Así que esta escena puede ayudarte a recordar cosas que tu personaje tiene recientes.

Puedes usarla o no, según tu deseo, pero te recomendamos que le des un buen uso y anotes detalles que te puedan servir para no perderte en el futuro.

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19/11/2015, 09:30
Rifuru

Aparición de la mujer en el taller (detalles):

De repente y aparecida de la nada, había una mujer. Estaba allí, en medio del taller, sentada sobre una cama tan incongruente como su presencia. Y sin embargo ella parecía sentirse tranquila con su visita. Gloriosa. Vestía un camisón arrugado y su piel estaba cubierta por una capa de sudor. Sus ojos enormes y desorbitados se cruzaron con los tuyos y sentiste una extraña conexión con ella. Sentiste su dolor y su emoción. Su sonrisa te envolvió, y a pesar de que durante un instante una sensación de peligro te invadió, los segundos pasaron y esta fue disipándose en el aire como una colilla olvidada en un cenicero.

Conversación extraña en el ordenador cuando buscaba en google:

 

Aparición de la mujer frente al espejo (detalles):

No es tu rostro el que te devuelve la mirada como sería de esperar, es una mujer oriental, de unos treinta años, la que lo hace. No hay rastro de tus cabellos rubios o tus ojos azules. Ella en cambio tiene el pelo negro, largo y reluciente y sus ojos son castaños. Va vestida con lo que parece ropa cómoda de dormir y su expresión de sorpresa es probablemente gemela de la que tú debes tener en este momento.

Percibes en su mirada algún tipo de frustración o enfado que te recuerda el que tú misma puedes sentir cuando un trozo de madera que considerabas perfecto para tallar una tabla se rompe bajo tus manos sin que puedas hacer nada para evitarlo. 

 

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11/05/2016, 10:14
Rifuru

Roger:

Roger Graham, uno de los que pueden considerarse tus mejores clientes. Va vestido con un traje formal, lo que resulta un poco chocante teniendo en cuenta que estás mucho más acostumbrada a verle con bañador o neopreno. Sin embargo él parece reconocerte sin problemas. Se acerca con resolución a vosotros, y cuando llega a vuestra altura te dedica una sonrisa natural y encantadora, que probablemente le haya valido para conquistar a muchas mujeres a lo largo de los años.

No recuerdas ningún momento en que Roger haya sido desagradable en el pasado. Es alguien que sabe lo que quiere y que no duda en estirar la mano y cogerlo, pero también un animal social, que sabe divertirse en cualquier situación. Y eso es lo que parece estar haciendo ahora, cuando vuelve a reír con tu pregunta. Su risa es cómoda y natural, nada exagerada, y cuando esta se disipa levanta las manos como si así demostrase de alguna forma su inocencia.

 

Caroline WTF:

Es joven y atractiva, con cabellos oscuros y los ojos verdes como las aceitunas. Va vestida con un traje negro hasta las rodillas, al mismo tiempo elegante pero de aspecto cómodo, y lleva unos tacones que en realidad no necesita, pues ya es bastante alta por sí misma. Sus piernas son largas y estilizadas y sus curvas discretas pero presentes. Su voz cuando habla es suave y bien modulada, cargada de un magnetismo especial, una de esas voces radiofónicas, que regalan los oídos de quien las escucha.

Es en ese instante cuando te das cuenta de que sus ojos, que un instante atrás habían parecido de color aceituna, tienen en la parte interior medio universo hecho de marrones. Sus pupilas se fijan en las tuyas y hay algo en ti que reacciona. Sientes un escalofrío nacer en tus manos y extenderse por tus brazos hasta morir en tu cuello. Notas cómo un frío intenso comienza a reptar por tu cerebro, inundándolo, y de repente te sientes por un instante como si estuvieras a punto de desmayarte. Aunque ese pequeño vahído se atenúa cuando Caroline suelta tu mano y tus ojos.

Al separaros la mujer ha dibujado una breve sonrisa, como si acabase de suceder algo inesperado pero no hubiera nada que comentar al respecto.

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21/11/2016, 21:35
Rifuru

 

—Eres una sensate o sintiente —asegura—. Yo también lo soy, ¿no lo notaste cuando nos miramos a los ojos esta mañana? —aguarda un instante en ese momento y te observa esperando tu reacción—. Supongo que te han dado el ser hace poco o no estarías tan perdida. Es importante que sepas que no estás sola. Y que hay gente que se dedica a darnos caza. —Hace una breve pausa y sus siguientes palabras van acompañadas de un leve ademán hacia la tarjeta que tienes en las manos. Su tono cuando prosigue es convincente y firme. —En Tetra podemos ayudaros. Es parte de lo que hacemos. Unidos somos más fuertes y podemos protegernos.

Por un momento parece que esté a punto de dar su intervención por terminada. Sin embargo hace un gesto con la cabeza acercándose un paso más a ti.

—Supongo que no has oído hablar de la BPO, ¿verdad?

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17/05/2017, 18:33
Rifuru

Había tenido sentimientos encontrados tras nuestro viaje a Sidney. Demasiada información para similar, demasiadas cosas con las que tenía que lidiar en mi día a día. Saber algo de nosotros, de lo que éramos, era bueno. Pero no sabía lidiar con muchas cosas y eso me trastocaba.

Para cuando estábamos de vuelta en Tamarama, mis pies fueron directos al taller. Sentí que Dan me seguía y no tenía problema. Era una excéntrica quizás, necesitando trabajar como necesitaba respirar, pero podía hacerlo con Dan mirando. De hecho siempre había tenido unas cervezas para él, a veces me daba conversación, a veces solo observaba silencioso. Ese día parecía que la segunda opción era la que iba a primar, pues me sentía muy concentrada y con necesidad de dejar fluir mis dedos por la madera, tratando de no pensar en nada más.

Al acabar la tabla supe que aquel debía ser la mejor que había hecho hasta ahora. La inspiración se debía a ellos que ahora me acompañaban donde quiera que fuera. Justo en ese momento decidí que era un objeto demasiado personal, no podía vendérselo a Roger como le prometí. Iba a esperar a que hiciera otra y esa le vendería, faltando a mi promesa. Tampoco iba a mentirle, que él lo entendiera o no, no era mi problema. Un polvo no le daba derechos de ningún tipo sobre mí.

Pasé un par de días hecha un lío. ¿Cuál era el siguiente paso? ¿Cómo iba a ayudar a Rena? Si nos perseguían, ¿cómo iba a estar a salvo? ¿Debía contactar de inmediato con Carol-la-no-tan-rara? ¿Debo buscar a Wamai? De todo eso solo tenía claro que tenía que salvarle a él, porque había sido completamente inútil cuando me había necesitado. Yo no era buena en nada, solo sabía tomar olas y tallar madera. No me plantearía tampoco llamar a Carol, pero estaba claro que habían empezado a buscarnos y darnos caza.

Carol-la-no-tan-rara sabría qué hacer, eso lo primero. Luego un par de billetes para sacar a Wamai de donde estaba. El dinero no era problema, hacía tiempo que no lo era, no debía vivir rodeado de armas y peligros cuando en Tamarama encontraría paz.

Los trámites con la morena son… raros. No esperaba otra cosa. Si con ello conseguía que estuviéramos a salvo, no tenía problema. Lo hacía por ellos, porque no tuvieran que pasar por todo lo que estaba llegando. Ella sabría. Ella nos ayudaría. Y eso deseé cuando la reunión estuvo fijada. Antes de cerrar todo debía sacar a alguien de su peligro más inminente, que poco tenía que ver con lo que éramos por desgracia. Wes parecía tener una vida complicada, pero conocía menos del malote macizorro que de Wamai.

Emprendí el viaje que tanto esperaba. Lo único que tenía claro era él. Es por eso que en el avión, por primera vez en mi vida, soy un manojo de nervios. Por eso mi cara cuando llegué a aquellas tierras inhóspitas y no encontré de primeras a Wamai me hizo temer. ¿Y si había llegado tarde?

Seguí el camino por el que me indicaron que podría encontrarle. A cada paso en aquella tierra polvo pensaba que quizás aquel viaje era una estupidez. Por primera vez sentí una gran inseguridad. Puede que no quisiera saber de mí como yo de él, mucho menos venir conmigo. Me dejaba guiar por lo que sentía y mi intuición, dando por hecho que las personas con las que sentía esa afinidad existían. Por una milésima de segundo pensé en volver a casa y olvidarme de todo. La duda se esfumó cuando lo vi.

Corrí hacia él, tan rápido como me daban las piernas. La alegría de verle en persona me hace saltarle encima. Si cuando nuestras visitas ocurrían sentía un enorme regocijo al verle, tocar su piel por primera vez fue electrificante. No pude parar de reír y sonreír. Una alegría que no había sentido nunca, una plenitud. Hablé atropelladamente, quiso contarle sobre todo y a la vez pasarme horas solo mirándole y disfrutando de su compañía. Era indescriptible. Tanto como lo que sentí cuando aceptó mi oferta de venir a casa conmigo.

El viaje en avión fueron todo nervios y palabras. Quería saber de él, que me contara, que me mostrara sus heridas y excusarme por no haberle ayudado cuando sentí su llamada. Quise hacerle saber que igual me sentí preocupada. Intercambié impresiones sobre los que nos pasaba y le hablé de nuevo de Carol-la-no-tan-rara. Le expliqué lo que sabía y pregunté por consejos sobre qué podríamos hacer. Me sentía tan perdida antes de verle, ahora tenía a qué agarrarme. Sabía que no estaba loca.

Explicarles a mis padres sobre Wamai fue simple cuando llegué a casa: un amigo de internet. Seguro, ellos parecían no creerse del todo eso de que yo pudiera tener más amigos, pero ver cómo me llevaba con él ayudó a hacerles creer. A veces simplificar con una pequeña mentira era más fácil que explicar la tediosa verdad. Le llevé a ver el mar, traté de enseñarle a amarlo como yo lo hacía o al menos de transmitir mis expresiones al respecto. Dan no tuvo problemas con él, siempre me apoyó en todo y esta vez no fue diferente.

Lo que quedaba por venir, iba a ser duro en muchos sentidos. Había que apoyarnos entre nosotros y a veces en la distancia no era fácil. Ayudé a Wes cuando sentí que su vida se desvanecía hundiéndose poco a poco en un medio que para mí era una segunda casa. Aguantar la respiración, soltarme y salir nadando fue fácil aunque doloroso. Su dolor me hizo zozobrar, como lo hacía el del resto. La desazón que sentía cada vez que alguno de los nuestros estaba en problemas no iba a desaparecer. Pero siempre contaríamos unos con otros y yo apoyaría y ayudaría al resto, peleando hasta mi último soplo de vida.