Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 1: Tú ya no eres sólo tú (Milka)

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05/11/2016, 04:32
Aharon Cohen
Sólo para el director

Tu actitud antes de que Aharon termine de hablar, lejos de hacer flaquear su firmeza, parece alimentarla. La frustración es evidente en sus gestos y en su mirada. Frustración por la situación, por ti —o más bien por tu enfermedad, ya que ahora empieza a parecer la culpable de todo lo que hagas o digas— y probablemente por no saber gestionar de mejor manera todo lo que está pasando.

Y esa frustración se canaliza con una chispa distinta a lo habitual en cuanto respondes hablando de vuestros hijos. Por un momento hasta podrías jurar que ha nacido en Aharon un pensamiento rebelde, uno que ha callado a tiempo: al final del día que él se porte como su padre no significa que ellos sean sus hijos. Si de verdad ha considerado eso él mismo debe haberse dado cuenta, pues no tarda en emitir un suspiro cansado mientras sigues hablando y frotarse los ojos, cambiando poco a poco de actitud mientras tanto. Si pudiera seguro que también le echaría la culpa de esa idea a tu enfermedad, desde luego.

Hay algo en tus palabras posteriores, sin embargo, que aparta todo eso de su mirada. Tu marido frunce el ceño en cuanto le comunicas tu determinación de hacer lo que quieras independientemente de la respuesta de Blumer y niega con la cabeza como si aquello no tuviera sentido. Probablemente ahí esté tu enfermedad otra vez poniendo esas palabras en tu boca.

—Claro que vas a salir de una pieza, Milka —razona—. La doctora Geller es muy buena en su campo. —En ese instante hace un gesto con las manos que parece dejar salir sus ganas de ponerse en pie. Es evidente que lo que has dicho no le ha gustado nada—. Y no sé si eso último es una amenaza, pero no creo que sea razonable separarme de ti por esto —dice como si tratase de negociar. Sin embargo un instante más tarde adopta una actitud más segura—. Sea como sea, Milka, no es eso en lo que hemos quedado. Si Blumer no la apoya, nos iremos. Pero si la apoya te operarás. Por el bien de todos, pero sobre todo por el tuyo. Eres una persona inteligente, Milka. Sé que lo entiendes, por muy poco que te guste.

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05/11/2016, 11:01
Milka Bendij

Ver a Aharon tan sombrío me resquebraja el corazón, y abre cicatrices que no han llegado a sanar nunca y probablemente nunca lo hagan, no por rencor ni falta de voluntad en ello, sino por la facilidad de mi cabeza para arrastrarme de nuevo a su creación. Me veo despertándome a media noche en nuestra habitación para encontrarlo con ese mismo dolor que destila ahora, aguardando mis ojos con la misma postura.

Mi nombre suena en su voz con el eco del pasado y no puedo evitar adelantarme en el sabor a traición y el bloqueo.

 Eres fuerte, Milka —me dice Morgan pero no sabe que se equivoca, que soy testaruda y menos sumisa de lo que mi padre querría haberme educado, pero que toda mi fuerza se va por los pies para llevarme lejos de lo que debería afrontar. Pero esta vez la siento conmigo, y su caricia en mi pelo señala el mechón que mis dedos martirizaran hasta que Aharon arranque a hablar.

Y cuando lo hace, me alegro no haber huido, me avergüenza haberle hablado con esa mala palabra y pronto pero no me arrepiento más de ello si ha servido para que Aharon haga ese cambio de parecer. Creo que jamás había conseguido algo así, y quizás aquella insistencia suya en su voluntad y querer es lo que le ha convertido en el padre que sigue queriendo ser hoy.

Mis pulmones dejan entrar el aire de golpe y traen con el un fuerte dolor que me hace consiente de cómo de cerrado tenía el cuello. Pero no tarda en demostrarme lo ingenua que soy y mis pies se detienen frente a él cargados de cemento con su realidad.

Esta vez esquivo sus ojos, no por Budi, sino por pura huida simbólica de lo que mi cuerpo no me deja hacer, ni ese infernal edificio me permitiría.

— No uses a nuestros hijos —le advierto apartándome el pelo con un gesto que busca la mano de Morgan Laurent, y ahora soy yo quien busca sus ojos y vuelve a ellos—. Nunca te he considerado mi enemigo, Aharon — bajo la mano del pelo en busca de la suya para encajarla con cariño—Pero si Blumer te da razones para creer a Geller, no voy a dejar que me ponga una mano encima, ya no soy solo yo, y no van a quitarme el cerebro. Ni por ti .—me hundo en su ojos como si fuera capaz de escucharme ahora que soy pensamientos como no es capaz de hacerlo cuando soy voz. Y me pregunto en qué exacto momento Geller se convertido en la libélula en el oído de Aharon—. Pero creo que de los dos quién ha perdido la razón eres tu. ¿Por qué te dejas manipular por un médico? —digo sin poder ocultar mi aprensión por esa gente— Me conoces, sabes cual sería mi decisión en cualquier circunstancia. Sabes que pones una enfermedad inexistente como excusa para hacer lo que solo tu quieres— ahora sí tomo asiento perdiendo su mano—. ¿Qué hora es? ¿Cuando escribirá Blumer?

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06/11/2016, 11:33
Aharon Cohen

Tu actitud antes de que Aharon termine de hablar, lejos de hacer flaquear su firmeza, parece alimentarla. La frustración es evidente en sus gestos y en su mirada. Frustración por la situación, por ti —o más bien por tu enfermedad, ya que ahora empieza a parecer la culpable de todo lo que hagas o digas— y probablemente por no saber gestionar de mejor manera todo lo que está pasando.

Y esa frustración se canaliza con una chispa distinta a lo habitual en cuanto respondes hablando de vuestros hijos. Por un momento hasta podrías jurar que ha nacido en Aharon un pensamiento rebelde, uno que ha callado a tiempo: al final del día que él se porte como su padre no significa que ellos sean sus hijos. Si de verdad ha considerado eso él mismo debe haberse dado cuenta, pues no tarda en emitir un suspiro cansado mientras sigues hablando y frotarse los ojos, cambiando poco a poco de actitud mientras tanto. Si pudiera seguro que también le echaría la culpa de esa idea a tu enfermedad, desde luego.

Hay algo en tus palabras posteriores, sin embargo, que aleja una parte de eso de su mirada. Tu marido frunce levemente el ceño cuando le dices que ha perdido la razón y niega con la cabeza como si aquello no tuviera sentido. Probablemente ahí esté tu enfermedad otra vez poniendo esas palabras en tu boca.

—Te conozco —admite, dándote la razón en ese punto—. Por eso sé que eres la persona más tozuda con la que he hablado —asegura con tranquilidad. Sus palabras no parecen un reproche, sino una llamada a la reflexión.

—No es que me deje manipular por ningún médico —continúa, y por cómo pronuncia aquella palabra es evidente que le ha escocido. En ese instante hace un gesto con las manos, dispuesto a hacer un repaso—. Te desmayaste. Te han hecho una serie de pruebas que tú y yo no sabemos interpretar, pero la doctora Geller sí. Y todas las referencias dicen que es muy buena en su campo —Vuelve a emitir un suspiro y te mira haciendo un evidente acopio de paciencia—. Milka, es como si contratásemos un intérprete de chino para entender las instrucciones de la lavadora y después no quisieras ponerla porque no te fías de él.

—No es por desconfianza hacia la doctora, Milka, si no fuera ella sería otro —afirma al final—. Es miedo y es humano. Pero la realidad es que estás enferma aunque a ninguno de los dos nos guste. Puedes aceptarlo y actuar en consecuencia, o seguir en ese estado de negación donde sólo pones las cosas más difíciles.

Finalmente Aharon parece decidido por dar aquel tema por zanjado, pues aparta la mirada al reloj y al volver a hablar lo hace con un tono más derrotado.

—Son las cinco y media, aún podrías dormir un rato. No sé cuándo escribirá Blumer, pero supongo que a primera hora de la mañana.

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06/11/2016, 19:55
Milka Bendij

Aharon está agotado, o eso quiero creer. Es evidente que el veneno del hospital está calando en él como también hace conmigo. Ninguno estamos dispuestos ha hacer concesiones y mientras sigamos batallando desde torreones alejados solo conseguiremos dañarnos sin llegar a nada.

Paso a paso —me recuerda mi madre encendiendo la luz de mi habitación. La veo como si nunca se hubiese ido, siento mi corazón asustado por afrontar la novedad de intentar pasar una tarde recordando y grabando algo más que oscuridad; y sé, con precisión, que ese miedo no es como el que siento ahora, ese miedo era mucho más semejante al que Aharon me atribuye, pero no me asusta la operación, ni me da miedo morir en ella; me da rabia y desconsuelo por dejarme ganar, destrozar a mis hijos y fallar en mis responsabilidades. No, no es miedo humano, es decencia judía.

Elijo el camino difícil como consecuencia de las puntualizaciones de mi marido y sé que estoy a punto de romper a llorar una vez más. Pronto habrá pasado un día entero sin que vea a mis hijos y un minuto antes de eso llevaré un día entero sin abrazarlos ni besarlos. Quiero recordar el día en que Vivian vuelva a llamarme mamá, quiero ver el brillo de Ariel cuando gane a Astrid en las elecciones a delegada del curso, quiero poder ayudar a Dorian a prepararse para su Bar Mitzvah tarde lo que tarde en volver al camino.

Cierro los ojos con suavidad y escucho las respiraciones de los trillizos hace trece años, y a pesar de que en ese momento nada parece más real que esa imagen, soy consciente de lo mucho que han cambiado nuestras vidas. Kurt me felicitaría.

Sí... —respiro tomando la tregua de Aharon, o el fin de batalla por esta noche.— Durmamos —acepto estirando los pies para buscar el suelo y rodear la cama para que el suero no le moleste a él como me molesta a mi—. Mañana será un nuevo día, uno mejor —me acomodo de lado, ocupando el mínimo de cama posible para dejarle espacio a él y a al aire—.

Cierro los ojos dispuesta a descansar pero mis labios se mueven perezosos con una duda más —Aharon, ¿Para quién trabaja Fermont Blumer?

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11/11/2016, 12:36
Aharon Cohen

Con la respiración con la que aceptas una tregua tu marido vuelve también a respirar, como si sus pulmones se impulsaran con tu aliento tanto como los tuyos. Se frota la frente con un gesto cansado y mientras que tú te acomodas en la camilla, él lo hace en la butaca, extendiendo su mano para tomar el teléfono móvil de la mesilla.

—No trabaja para nadie, creo —responde, con la mirada fija en la pantalla táctil por la que desliza sus dedos—. Me parece que tiene una consulta privada en el centro. Es un buen hombre —añade, como si eso lo calificase no sólo como persona, sino también como médico.

Levanta los ojos del teléfono para mirarte y entre todo el cansancio sus ojos reflejan una ternura que se queda fuera de tus párpados ya cerrados, pero que te alcanza como una caricia suave con sus siguientes palabras.

—Descansa, Milka.

Después de eso el silencio se adueña de la habitación, mecido por el sonido de la respiración de tu marido entrelazándose con la tuya en una melodía que se repite en tu mente con los ecos de muchas noches compartidas con Aharon y con el aire que os separa y os une.

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11/11/2016, 20:17
Milka Bendij

Siempre me ha gustado oír la voz de Aharon, me gusta separar en ella las notas de Adam y sentir que no estoy sola en la oscuridad de mis párpados. Sé que si no fuera por esa ternura habría desescuchado muchas más veces a Kurt y probablemente viviría en el pasado, desatendiendo un presente más amargo.

La calificación que hace de Blumer me tranquiliza por completo: le creo aunque su juicio con los médicos se haya visto cuestionado sé que todavía es capaz de reconocer a un buen judío, a un buen hombre. Sonrío en el alma por no haber mentido a Morgan y mis pensamientos vuelven a ese espejo que guarda mi ejecutor.

Un espejo que conoce mi alma más que el de mi propio baño, tal vez no podría ser de otro modo en un infierno. Veo mis ojos reflejados en el espejo, y veo en mi cansancio el peso de los de Budi, como en sus ojos podía entender mi tristeza. Le tienen, dijo que le había capturado, como decía esa dulce mujer de mi cocina que todavía tensa mis cuerdas bucales llevando un grito hasta la boca del cuello que sin duda volvería a pronunciar si no estuviera tan cansada pero que resuena en mi cabeza en cuatro recuerdos en canon.

Budi —pienso en ese encuentro— ¿quién te tiene?

Notas de juego

Me voy de viaje

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11/11/2016, 23:28
Budi Hort

No estás segura de en qué momento todo cambia, pero poco a poco empiezas a percibir las diferencias. El olor antiséptico del hospital ha abandonado tus fosas nasales que ahora se llenan de un aroma sucio y sudoroso con algunos tintes metálicos. La blandura de la camilla se ha endurecido y ya no hay una almohada bajo tu cabeza.

El que sí permanece es el silencio. Ese silencio de dos respiraciones acompasadas de las que sólo una es la tuya y la otra... Definitivamente no es la de Aharon. Esta es ligeramente jadeante y más áspera, dificultosa.

Cuando abres los ojos sigues estando en una cárcel, sólo que la de ahora no es blanca y cómoda, no trata de disimular su esencia. Estás tendida sobre un camastro esculpido en la misma pieza que la propia pared y con una manta azul y gastada tapándote los pies. Unas rejas negras sellan la única salida de la celda, que no tiene ventanas y, salvo por la tenue luz de un fluorescente, nada más ilumina el lugar.

No tardas en ver a Budi, sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared frente al camastro.  Su aspecto es peor que la última vez que lo viste. Está más despeinado y su rostro tiene algunas marcas que parecen golpes. Su ceja izquierda está hinchada y tiene un corte que ha debido sangrar en abundancia a juzgar por las manchas de su ropa. Sin embargo, su mirada está cargada de determinación, a pesar de que su voz no es tan firme como la recuerdas.

—Pequeña —dice con cierto orgullo paternal cuando tus ojos lo encuentran, esquivando tu nombre de una forma que se te antoja deliberada, y de inmediato los suyos abandonan tu rostro para fijarse brevemente en el camisón de hospital que vistes—. Sigues encerrada.

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12/11/2016, 13:36
Milka Bendij

He vuelto a los rezos que se llevaron a Aharon y me trajeron a budi cuando el olor a la leonera de Abel golpea mis fosas nasales a la par que obliga a mis párpados a abrirse con pellizcos de curiosidad y huyendo de recuerdos que ya se están proyectando en el fondo de mi consciencia. La camilla se ha vuelto dura, y por un segundo dudo de si me parece más cómoda la ausencia de algodones, la ausencia de farsas. Pero a pesar de que agradezco la sinceridad del infierno, Aharon tiene razón, las cosas pueden hacerse crudas pero agradables, por humanidad.

Palpo la ausencia de colchón y estudio con el tacto la piltra hasta entender que no es más que piedra lisa a la que la imaginación le ha puesto el nombre de cama, como en otros momentos podría ser asiento, altar o nicho.

Al ver a budi, mi cerebro se detiene a comparar su aspecto con aquel que recuerdo y esa obsesión por la cronología vuelve a mi. Tardo unos segundos en reaccionar al ahora, a entender como nuevos esos golpes en su rostro y a levantarme con prisas para correr a comprobar si es de esos golpes que se curan con una canción y un caricia.

Sigues encerrado —respondo llena de preocupación, sin la decepción que sentí al saber que Morgan seguía en Nueva York—.

¿por qué? —me pregunto y elevo cada una de las dudas que implica a Dios. Sé, y he comprobado, que uno no decide cuando deja de estar encerrado, pero no necesito saber solo el porqué ha pedido a Morgan Laurent que me ayude a escapar a mi estando él necesitado en su misma ciudad, necesito saber también porqué está encerrado, quién le tiene, y cómo ayudarle. Dios no nos habría hecho coincidir si no buscara una mano para cada uno.

La vi decirlo —le explico estirando mis dedos sin permiso para adecentar sus cabellos—. Capturales a todos —repito y un escalofrío recorre mi espalda hasta ramificarse en mi cerebro como si buscara en él todas las jarras de leche que he roto—. Pero sentí su miedo y vi... —detengo mis palabras y mis manos, siempre que no me hubiese impedido empezar a peinar, y con el corazón latiendo en mi garganta busco el suelo con mis rodillas y la verdad en sus ojos— Budi, ¿Quieres hacernos daño? —pregunto para salvar aquella ingenuidad que Dallas me achaca y en mis ojos se refleja la esperanza de que su respuesta sea negativa— ¿quién te lo hace a ti?

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17/11/2016, 21:53
Budi Hort

Los labios de Budi se curvan en una sonrisa turbia de cansancio cuando le devuelves sus palabras. Asiente con la cabeza y sus ojos buscan una esquina en el techo, donde una luz roja parpadeante delata la existencia de una cámara. No hace ningún gesto para impedir tu caricia en sus cabellos cuando te acercas a él.

Sin embargo, sus ojos te miran sin entender cuando le cuentas lo que viste, como si le costase comprender a qué te refieres o de qué estás hablando. Extiende su mano cuando tus rodillas tocan el suelo y busca la línea de tu mandíbula con la palma para acariciar tu pómulo con el pulgar. Es una mano grande y áspera, pero su tacto resulta dulce y cálido como un chocolate caliente con malvaviscos.

—Sois un jodido milagro —murmura como para sí mismo antes de dejar que la avellana de sus ojos se pierda en los lagos de los tuyos—. Tan hermosos y únicos. No quiero haceros daño, quiero protegeros —asegura entonces—. Quiero manteneros a salvo... —titubea una milésima de segundo, como si necesitase reafirmar sus siguientes palabras para sí mismo antes de pronunciarlas en voz alta—... como ella habría querido.

Hace una pausa y hayas permitido la caricia en tu rostro o no, él lleva su mano al suyo y palpa con dos dedos la hinchazón de su ceja antes de seguir hablando.

—Ahora mismo estoy en dependencias federales. Se supone que soy un terrorista internacional, o algo así. Pero es todo mentira. Mañana me entregarán a la BPO y me hurgarán en el cerebro para intentar localizaros a través de mí. —Frunce el ceño y su mano abandona su cara para cerrarse en un puño lleno de determinación. —No pienso darles ni uno solo de vuestros nombres. Pero lo intentarán de todos modos. Probablemente ahora me estén viendo y escuchando —dice, haciendo un gesto con la barbilla hacia la cámara—, así que no puedo contarte todo lo que querría. Pero pude hablar con ella, con tu compañera. Espero que haya podido visitarte. Tienen que ayudarte a escapar. Tienes que salir de donde estás cuanto antes.

Una tos sacude su pecho entonces y sus labios se fruncen en una mueca con cada una de las convulsiones de su cuerpo. Se lleva una mano a las costillas y toma aire despacio antes de buscar tus ojos de nuevo para añadir algo más.

—¿A quién viste, pequeña? ¿Qué dijo?

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22/11/2016, 13:18
Milka Bendij

Escucho ese murmuro perdiendo la mirada en el suelo para reseguir los matices de su color y procurar a Budi aquella intimidad con sus palabras a la que ya he echado un ojo y no puedo borrar de mi cabeza. Me incomodo tanto por la palabra que acompaña al milagro y que jamás hubiese imaginado tan próxima una de la otra como por el hecho de haber espiado sus pensamientos.

Pero pronto vuelvo a levantar los párpados y éstos tiran de mis pupilas para encontrar la respuesta que deseaba y una caricia que jamás había vivido pero he visto en las manos de Adam y en las de Aharon con los pequeños. Y en ese momento no solo me siento hija, sino apreciada como tal.

No quiere hacernos daño, es un buen hombre, lo ha dicho él mismo, y no necesito más para creerle. Tomo sus palabras, su titubeo, la tristeza de sus ojos y el amor a ese "ella" y sé, que hago bien en confiar en su palabra aun bajo la atenta mirada de la tecnología.

Cuando su mano se aparta para buscar su herida mis dedos se mueven con el reflejo asustadizo de quien quiere evitar un daño, me impulsa la misma falta de aliento que precede a interponer la mano entre la esquina de un mueble y la cabeza de Vivian o recoger las manos de Ariel para evitar que ensucie más la rodilla raspada con la arena del parque; pero ese golpe de corazón no llega a llevarme a tocar sus manos, sino que se detiene enredado en la vergüenza de tratar con quien todavía es desconocido por más que entienda y me llene más que mi propio padre.

Budi vuelve a hablar incluso antes de que me de cuenta, y al declararse terrorista bajo el peso de mi cuerpo hasta sentarme sobre mis talones al tiempo que el desconcierto se muestra en mi rostro y una protesta nace en mi pecho —Pero... si eres bueno.

Me libera de la confusión de inmediato pero atracamos en peor puerto. Veo las letras que he guardado en el empaño del espejo y escucho a Morgan Laurent llamarlos los malos y ese nerviosismo de león enjaulado me recorre por dentro y se enreda con el cosquilleo de mis pies ansiosos por encontrar a Dallas y huir.

Budi también insiste en esa huida, pero tal vez Dios debería llevar el mensaje a Aharon, no a mi. Asiento algunos segundos después tras volver a la realidad después de haber estado con Morgan una vez más. Todavía siento su caricia en el pelo y puedo recordarla sentirla al hablar con Aharon — Ha estado conmigo hace un minuto, su plan es correr y si algo se me da bien es justamente eso —sonrío con ánimo efímero, con un inicio de sonrisa que jamás será mariposa y entonces llena su tos y mis pupilas se dilatan sobre esa mano que lleva a las costillas—.

Sé que Dallas comprobaría la herida que puede ocultar su ropa, e incluso sabría que hacer pero yo no me atrevo a poner mis manos sobre su cuerpo, ni puedo prometerle que con un paño caliente vaya a aliviarse, así que únicamente vuelvo a subirme a mis rodillas y me ayudo presionando con las manos al suelo para moverme a su lado. Hago cuanto sé y moralmente puedo dejando mi mano ofrecida para encajar la suya y ser apoyo en otra sacudida que rezo para que no tenga que sufrirla.

A la mujer rubia, a Annabelle. Estaba en mi cocina y no lo estaba, vi sus ojos y supe que tenía miedo, amabas lo teníamos —me atranco entonces esperando ese disparo que cierra mi garganta y vuelve áspero el respirar y doloroso el tragar en un intento de deshacer el grito anudado en mi cuello y enmarañado hasta el corazón y las tripas—.

Guardo silencio con la respuesta a medias y el cuerpo agotado. Debería haber hablado con Kurt.

Capturales a todos, dijo —repito en susurro por no encontrar mi voz—. Sin contexto —añado con el recuerdo de esa fotografía que había estado mirando con Aharon de las vacaciones con los pequeños. Debe ser difícil vivir solo de fragmentos, aunque también más liviano—. No quiero que te hagan más daño, menos por nuestra culpa —protesto girando la cabeza para mirarle—. Invéntate los nombres, Dios lo entenderá, o díme cómo ayudarte a correr.

Suspiro entonces volviendo a mirar al frente —Tengo tres hijos —anuncio preocupada—. La BPO, ¿qué es? ¿van a acercarse a ellos?

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25/11/2016, 14:34
Budi Hort

La cabeza de Budi se mueve dos veces verticalmente cuando confirmas que Morgan ha llegado hasta ti y todo el peso de su cuerpo parece aliviarse un poco, como si con ello pudiera aligerar en algo su carga. Gira su rostro para seguir mirándote cuando te sientas a su lado y la luz de fluorescente enmarca sus cabellos con su tono frío, haciendo que los que escapan de la uniformidad de la melena parezcan casi transparentes.

Una mueca de dolor crispa sus labios y sus hombros cuando tu garganta deja escapar el nombre de esa mujer que dejó una flor granate en tu pared y en tu memoria, pero no dice nada aún, esperando a que termines de explicarte. La extrañeza toma el lugar del dolor entonces, cuando repites las palabras leídas en el silencio de otros labios, y por un momento puedes ver sus ojos teñidos de confusión.

Es la mención a tus hijos lo que parece hacerle reaccionar. Sacude la cabeza, como si con ese gesto pudiera dejar apartados en un rincón de su mente los pensamientos que se arremolinan alrededor de tus palabras, y sus ojos brillan con la determinación de quien sabe que debe centrarse en lo importante, que cada segundo cuenta y descuenta en una carrera contra el tiempo y contra quienes tienen tanto de él que pueden dedicarlo a contemplar una celda.

—Anna no quería eso —dice entonces, con el dolor regresando a su garganta al pronunciar su nombre, pero tajante como si no hubiera duda posible en su mente al respecto—. Ella quería que os protegiese, les ocultó vuestros nombres, sólo a mí me los dijo. Si ella hubiera querido que os capturasen... Ya estaríais todos en sus manos.

Se detiene un instante para contener un conato de tos y su voz sale más rasposa cuando sigue hablando.

—No te preocupes por mí, yo ya estoy bien jodido. Salvo que tengas a algún agente del FBI en nómina... —bromea con una pequeña mueca resignada—. Me temo que no tengo dónde correr. Pero vosotros debéis salvaros. Sois lo único que queda de ella, ella vivirá en vosotros. Pero para eso vosotros tenéis que vivir —añade con una leve sonrisa al tiempo que alarga su mano para colocar un mechón de tus cabellos tras tu oreja.

—Tus pequeños estarán a salvo —dice, acercándose un poco más y bajando la voz hasta que es un susurro casi inaudible—, no es genético. No los tocarán salvo que quieran usarlos para presionarte.

Separa su cabeza de la tuya de nuevo y apoya la nuca en la pared para volver a mirar con cierto desafío esa luz roja que parpadea en un rincón del techo.

—B P O —pronuncia despacio, deteniéndose en cada letra con desagrado—, una organización multinacional que crearon gobiernos de todo el mundo y que pretende erradicarnos. Se esconden detrás de muchos nombres, pero el principal es Biologic Preservation Organization. Y una mierda. Lo único que hacen es cazarnos para apagar nuestro cerebro o matarnos. No confíes en ellos. No mires a nadie a los ojos. No son los únicos que buscan a los de nuestra especie, pero sí son los más peligrosos.

Un sonido lejano rompe el silencio que os rodea haciendo que se agriete como el cristal. Metal contra metal. Quizá una puerta, quizá un golpe. Como sea, el ruido se lleva los ojos de Budi por un instante y cuando sigue hablando tras él, lo hace apresurado, sabiendo que las agujas del segundero están a punto de llegar a la vertical y disolver el momento de paz.

—Le dije a tu compañera casi todos los nombres. No puedo repetirlos aquí... Tenéis que sacarte de ahí y avisarlos a todos. Debéis protegeros entre vosotros. Ahora estáis unidos.

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02/12/2016, 19:55
Milka Bendij

Me suena raro el acortamiento del nombre de esa mujer, más en los labios dolidos de quién parece guardar por ella los mismos sentimientos que todavía comparto con Adam.

Ninguno de ellos dos debe ser judío, o America ha hecho estragos en su modo de entender los nombres, como Dallas me ha hecho entender el suyo. Envío un pensamiento a Dios confesando que empiezo a perderme en su obra, pero nunca en su fe, tan solo me preocupa no seguir bien su camino unida a tanta alma perdida en la religión.

Un escalofrío recorre mi espalda con la explicación que sigue a la corrección de Budhi a mi recuerdo, sintiéndome inevitablemente amenazada por la vulnerabilidad que su afirmación hace de mi vida y destino.

Mi mano sigue aun así dispuesta para él, sin insistencia para ser utilizada ni decepción en no serlo, pero dispuesta como es correcto si necesita descartar su dolor por el musculo. Y le busco con protesta en la mirada cuando se niega, otra vez, a que intentemos ayudarle pero todo lo que yo pueda decir carece de valor si no puedo ni escapar yo misma y jamás he tenido a nadie empleado pero tal vez Dallas conozca a alguien que contrate con el FBI, ella conoce a todo el mundo.

Parpadeo centrándome en el ahora, y curiosamente volviendo del futuro y no del pasado, en el momento en el que su mano toca mi pelo y me sorprende con una sonrisa tan parecida a la de mi primer suegro. Oírle hablar de mis hijos en ese hilo de voz llena mi estómago de la tranquilidad de saber que en su conocimiento están a salvo, quizás más que en su ignorancia aunque la posibilidad de que los médicos preservadores del diablo de acerquen a ellos por mi culpa me agita el estómago y los pies, y esa agitación se acentúa con el ruido metálico que incluso vuelve a poner mi cuerpo sobre mis rodillas primero y a cuclillas después dispuesta a salir corriendo.

No te preocupes, conozco todos los nombres —le dispenso y me corrijo de inmediato—. Falta uno.

Saldré —le prometo—. Y luego vendremos a sacarte a ti.

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02/12/2016, 21:19
Budi Hort

Budi asiente con la cabeza a la mención que haces de los nombres, casi al mismo tiempo que otro golpe metálico quiebra el silencio que rodea la celda, esta vez más cercano que el anterior. Te sonríe como respuesta a esa promesa que no es difícil ver que no cree aunque en cierta forma agradece, pero lo hace ya distraído, con la mirada en la oscuridad más allá de las rejas y los músculos del cuello y los hombros en una tensión anticipada.

No hay duda en el rictus que tuerce sus labios convirtiendo la sonrisa en una mueca: sabe que vienen y sabe a qué vienen. Y justo cuando una puerta se abre recortando en luz amarilla una silueta uniformada, él te mira a ti con una petición flotando en sus ojos que no tarda en abandonar su garganta.

—Vete ahora —susurra en tono quedo—. No quiero que lo veas.

Son tres hombres y una mujer los que atraviesan esa puerta y empiezan a acercarse a las rejas, todos ellos vestidos con unos uniformes que puedes haber visto en las películas americanas y que se identifican con las siglas bordadas en la pechera: FBI.

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07/12/2016, 01:59
Milka Bendij

Ese segundo golpe eriza mi piel y cierra mi estómago en una contracción seca que clava mi cuerpo y crea un conflicto entre el miedo que me bloquea y la prisa de toda mi alma y organismo por abandonar ese lugar.

No sé que es lo que viene, pero sé que no quiero que llegue. Deseo tanto desaparecer de ese lugar como llevarme a Budi conmigo. Mis ojos buscan el cielo y mis manos recorren la distancia que las separa lentamente hasta encajarse en una plegaría — Leolám yehé Adám yeré shamáyim baséter kevagalúi, u-modé al ha-emét, vedóver emét bilvavó, veyashkím veyómar  —musito o, tal vez, solo muevo los labios al compás de mis pensamientos. No estoy segura de dónde queda mi voz pero sé que dios la escuchará en cualquier parte—.

Me levanto con el recorrido de la luz amarilla marcando el ángulo de apertura de la puerta en el pasillo del que nacen las pesadillas. Mis ojos se encuentran ahora puestos en la espera de ese monstruo de armario que resulta tener tres cabezas como el guardián de ese infierno de cuento. Y entonces me llega la voz de Budi con una orden que no estoy dispuesta a escuchar y una petición que no estoy educada para desatender.

Y esa misma petición entra en mi como aire gélido de invierno, congelándome el corazón con mil agujas de cristal.

¿Qué puedo hacer? —le pido indicaciones con desesperación por el sentimiento de impotencia que arraiga dentro de mi con cada paso de aquellos desconocidos de pecheras bordadas con mentiras e hilos de sutura.

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10/12/2016, 13:49
Budi Hort

Los ojos de Budi te miran una última vez, suplicantes, antes de que la presencia de los cuatro agentes se los lleven hacia el exterior de la celda. Uno de ellos, el más joven, permanece junto a la puerta mientras que los otros tres se acercan a las rejas. Es la mujer la que lleva su mano al bolsillo en busca de una llave, al mismo tiempo que el hombre encerrado se aferra al sentido del humor en un intento desesperado de disimular tu presencia allí.

—¿Qué pasa, agentes? ¿No habéis tenido suficiente con lo de antes?

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10/12/2016, 13:53
Agente del FBI

Un resoplido a medio camino entre risa y desprecio sale de la nariz de la mujer, que dedica una exagerada sonrisa al prisionero mientras mete la llave en la cerradura de la celda.

—Te vamos a poner guapo antes de que te vayas de viaje —dice con claro sarcasmo—. Ya sabes, para que vayas a la última moda cuando llegues a Guantánamo.
 

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10/12/2016, 13:55
Agente del FBI

Hay uno de ellos que parece claramente impaciente. El peso de su cuerpo se balancea entre sus piernas y puedes ver incluso en la penumbra cómo sus puños se aprietan y aflojan, como si estuviera deseando utilizarlos cuanto antes. Hay algo inquietante en sus cabellos tan claros que parecen casi blancos y en sus ojos completamente azules clavados en Budi, aunque tal vez se deba a la forma sádica en que se curvan sus labios, o a cómo se los humedece con cierta ansiedad.

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10/12/2016, 13:59
Agente del FBI

—Suficiente —corta con sequedad el más mayor, que parece también ser el que está al cargo, mientras su mirada busca a Budi—. ¿Con quién hablabas, Budi Hort? —pregunta, sibilino, antes de empezar a dar órdenes—. De pie, manos en la pared, piernas separadas. Johnson, desnúdalo. Si tiene un jodido micro en algún rincón de su cuerpo vamos a encontrarlo.

Y el albino no parece necesitar más instrucción que esa para ser el primero en traspasar la puerta de la celda mientras Budi se empieza a levantar con las mandíbulas apretadas y la mirada fija en ti, con la misma petición que antes flotando en sus ojos, pero ahora cargada de más urgencia.

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10/12/2016, 18:34
Milka Bendij

La mirada de budi me hace sentir como ese genio del cuento del niño árabe que quería ser príncipe de "Las mil y una noche", esperando oír un deseo que casi es más mío que suyo y negándome a cumplir con lo que él quiere y yo no quiero querer.

Escucho sus palabras para los tres que llegan y niego con la cabeza chivándole que no es buena idea ir por ese camino. Debería acostarse para que creyeran que se ha puesto a dormir y así no le molestarían, a mis hijos les funciona, a mi me había funcionado y me ha funcionado hoy, y a Adam siempre, siempre le había funcionado.

Suspiro aliviada con las primeras palabras de la mujer aunque el lugar dónde pretenden trasladar a Budi no me gusta nada, como no me agrada el medico y policía rubio. Se nota que es un chico nervioso como Ariel o incluso como yo había sido si le preguntamos a mi padre pero la expresión de su rostro es la de un niño que ha llegado a hombre sin conocer el cariño ni la aceptación de un padre ni de una madre, y aquello me pone los pelos de punta a la par que me ablanda el corazón y le suma a mis plegarias.

El "suficiente" del hombre más mayor me contrae el cuerpo, el espíritu y la voz a mitad de cuello y mi mirada busca a Budi con la de él. Le gritaría, si no hubiese olvidado cómo hablar, pondría los brazos en jarras y le mandaría dejar a Budi en paz, si fuera Dallas... Pero solo soy yo asustada, pequeña e invisible, como un fantasma, como alguien sin derecho a decidir sobre su propia vida, como la niña de mi pasado que sigue viviendo y vertiendo en mi presente sus emociones.

Retrocedo un paso cuando el lechoso entra en la celda y al ver de nuevo esa mirada en Budi siento la rábida de saber que todo lo que puedo hacer es irme para darle la libertad de jugar su papel y aun sin poder hablar estiro un dedo y éste se lleva mi brazo para señalar al hombre mayor con amenaza de madre y con un asentimiento prometo de nuevo lo que no sé cómo cumplir: qué escaparé por todos y qué le buscaré.

Y con ello, cierro los ojos y vuelvo al recuerdo de la puerta de Wamai, y de la ausencia de su mano al cruzarla para recibir la de Aharon. Dios hará que ésta vez vuelva a encontrar su mano.

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10/12/2016, 22:49
Narrador

Lo último que percibes, ya envuelta en la oscuridad de tus párpados, es la risa del albino, despiadada en algo que, obviamente, le divierte.

Un instante más tarde el olor de aquella celda se torna en el intenso aroma de los cafetales y el frío abandona tu piel, que ahora empieza a templarse bajo un sol que percibes brillando con fuerza, incluso antes de abrir los ojos.

- Tiradas (1)

Notas de juego

La dificultad está mal, era 7, así que son 2 los éxitos obtenidos.

Seguimos en Capítulo 1: Tú ya no eres sólo tú (Wamai).