Partida Rol por web

Acepta la toalla que ofrece el anciano y escucha la explicación. No es que no haya estado nunca en unos baños públicos, pero nunca está de más escuchar, por respeto. Le da las gracias al hombre y camina junto a Sekirô por el pasillo hasta que llega el momento de separarse.

-Igualmente, Fujiwara-sama.

Sonríe y entra en la zona de mujeres.

Me acerco a la barra con mi compañero. Afortunadamente, él se encargará de hablar con los curiosos que se nos acerquen y con el encargado del lugar.

- Una botella - le pido al encargado para no tener que volver a pedir nada más. - Y bien, compañero, sigue narrando aquella historia tan emocionante que intentabas contarme hace un rato.

Sé que la gente nos está escuchando, así que supongo que una buena historia atraerá a los curiosos y distraerá la atención sobre mí, que es lo que busco realmente.

Me arrelano en mi asiento mientras doy un sorbo de sake.

Cuando entraste en la sala, observaste que el baño era algo amplio. Dentro del agua había una persona joven pero de gran tamaño y músculos marcados; mientras que otra que debía rondar los treinta años, se encontraba algo más apartado, echándose el agua de una tinaja por encima de su torso desnudo. Ambos eran samurái. Por lo demás, no se observaba ni un alma más en el lugar.

—¿Y dices que se arrodilló en el barro?

La pregunta venía del hombre que estaba dentro del agua.

—Sí, incluso se le llenó la cara con tantas inclinaciones — irrumpió el otro en una carcajada —. Eso, por supuesto, no le libró de que le cortara el cuello — en ese momento, el hombre parece darse cuenta de tu presencia —. ¡Oh! Hola, compañero.

El que permanece en el agua, se gira y te mira esbozando aún una ligera sonrisa.

Apenas había un alma en el baño si no se contará, por supuesto, esa pequeña figura que se enjuagaba el pelo silenciosamente en una esquina. De hecho, parecía no haberse dado cuenta de que había entrado alguien más. Desde tu posición, sólo podías verle la espalda y el cabello. Una espalda delgada y blanca casi impoluta y un cabello negro como el carbón.

Calculabas que aquella chica no tendría más de 20 años, aunque no sabías calificar su posición social como una pueblerina o una chica de nobleza. Al fin y al cabo, no podías ver la calidad de su ropa ni sus posesiones porque iba totalmente desnuda. De lo que no te cabía ninguna duda es que se trataba de una joven bastante atractiva.

Sekirou observó con atención a dos hombres al ingresar al baño. Por un momento no pudo evitar mostrar cierta expresión de desagrado ya que no disfrutaba de compartir su momento de descanso con otros pero no tenía otra opción así que intentó calmarse y tratar de aparentar un rostro más neutral.

Escuchó con atención lo que contaba uno de los hombres, algo que le llamó la atención. Se preguntaba si algún campesino le había ofendido y aquel hombre le había cortado la cabeza a pesar de las disculpas.

Cuando uno de los hombres notó su presencia y le saludó, Sekirou le miró aunque sin sonreír, le saludó también.

Hola. Dijo a la vez que cogía una tinaja con agua para comenzar a limpiarse para luego poder entrar al agua.

Lo que estaban hablando recien suena interesante. ¿Quién era el pobre desgraciado? Preguntó sin pensarlo demasiado, no era una persona que diera demasiados rodeos para obtener una respuesta. Le interesaba saber quien había sido la víctima y qué había hecho para ganarse la muerte. Para Sekirou, matar a un campesino no tenía sentido, ya que de por si no eran guerreros y por ende era lamentable que un guerrero se molestara en sacarle la vida a uno, cuando el verdadero gozo se encontraba en derrotar a un oponente digno en combate y que su lanza se alimentara de su sangre. Matar campesinos era un insulto incluso a su propia arma a menos que esas muertes fueran un medio para algún objetivo en particular.

El baño está totalmente vació, salvo por la presencia de una joven. Es realmente hermosa. Tenía pensado escaparse para intentar averiguar qué es lo que estaban tramando, pero con ella allí... quién sabe, si no se da cuenta de que está ahí, aun puede escaparse.

Busca por una salida asequible.

Al escuchar la petición, el encargado asintió con la cabeza antes de sacar de una estantería una jarra de sake y un par de pequeños cuencos de cerámica. Os resultaba curioso que ni siquiera se había molestado, o quizá no se atrevía, a deciros el precio de la bebida.

—Aquí tenéis — exclamó con cierto titubeo —. Espero que disfrutéis de la estancia...

Aunque el silencio creado a vuestra entrada comenzaba a romperse poco a poco, parecía que la muchedumbre seguía expectante a vuestros actos. Estaba claro que esperaban impacientes esa historia de la que hablábais... o eso creíais vosotros al menos.

En cuanto al borracho, nada más alzar la mirada y dar cuenta de vosotros, su rostro se desencajó extrañamente. Era una mueca mezcla de odio y miedo. Tardó unos segundos antes de erguirse en la medida que su borrachera le permitía, y acercarse dando evidentes tumbos hasta llegar a vosotros.

—Tghú, malnaghido...

Las palabras salieron casi escupidas de sus labios, y... tras ellas, de nuevo el silencio. Era curioso, porque al alzar su dedo acusador, no parecía señalar al monje, sino a Etsuko. No debía distinguir el sexo de la chica tras su armadura.

Me levanto de mi asiento para parecer más imponente. De momento no toco mi arma ni hago ningún gesto que pueda parecer amenazador. No iba a permitir que un borracho perturbara mi tranquilidad, pero tampoco quería que la gente se asustara. Simplemente quería disfrutar de ese momento.

- Disculpe señor, creo que ya ha bebido suficiente y por eso mismo no vamos a tener en cuenta sus palabras. Le recomiendo se marche a casa a descansar y nos permita al resto de los aquí presentes disfrutar de nuestra bebida. Si nos disculpa...

Espero impaciente la reacción del borracho.

Me sirvo un poco de sake en el cuenco. El dueño del local no se había dado cuenta de que yo no quería una bebida alcohólica pero no quiero armar más revuelo y al verle nervioso decido beber un poco del sake para no resultar descortés. Quiero que el pueblo nos vea con buenos ojos.

Tras un trago me decido a contar una historia y así hacer cambiar la atención de desconfianza que nos dirijen los presentes por una de curiosidad y quizá interés pero antes de que pueda abrir la boca un borracho se acerca a nosotros maldiciendo a Etsuko.

La chica guarda la compostura de una forma formidable y creo que se las apañará sola por lo que bebo otro sorbo de sake y espero a ver la reacción del borracho. Por su bien debería marcharse...

El hombre que se estaba echando agua por encima te sonríe y se encoge de hombros con indiferencia.

—Un crío insolente, no tendría más de 16 años — suelta un bufido —, ¿no crees que con esa edad ya es más que suficiente para formar parte de las levas del ejercito? Seguro que su familia lo ocultó durante el reclutamiento.

El más joven suelta una carcajada y asiente con la cabeza.

—Son aldeanos, hubiera muerto en su primera batalla — dijo con sorna —. Hiciste bien en cortarle el cuello.

El otro hombre ríe también y se introduce poco a poco en el baño hasta colocarse en uno de los laterales, algo apartado aunque no demasiado del joven... Ahora que te fijas, su cuerpo está llena de marcas de guerra.

—Vamos, entra en el agua — te hace un gesto con la mano para que te acerques —. Tú debes ser nuevo, ¿no? No me suena haberte visto antes, aunque quizá me falle la memoria...

Al escuchar a quien era que el guerrero le había cortado la cabeza, Sekirou se encogió de hombros. Como suponía, era un campesino e incluso el motivo por el cual le habían ejecutado parecía una pérdida de tiempo para el "Lobo Sanguinario".

Solo los fuertes deben de unirse al ejercito. Los débiles no tienen lugar en él y solo serían una molestia y una verguenza para los demás. Dijo a la vez que continuaba limpiando su cuerpo para ingresar al agua.

Si no quería ser reclutado, significa que no era fuerte. Eso quiere decir que era una pérdida de tiempo reclutarle así como también ejecutarlo. No merecía la belleza de la batalla ni tampoco que un guerrero cortara su cabeza. Tu arma debe de gritar de desprecio y odio al haber matado a un campesino cobarde en vez de a un oponente digno. Explicó el joven guerrero sin preocuparse por como tomaría tal acotación de su parte.

Al escuchar al hombre invitarle a ingresar al agua, Sekirou asintió si bien primero se encargó de limpiarse como correspondía.

Era normal que no le conocieran, después de todo, aún era joven y a los ojos de alguien con tantas marcas de guerra, él no sería más que un iniciado. Aún así, él se veía como alguien superior a aquellos dos, ya que él no asesinaba campesinos débiles que rechazaban ser reclutados y no tenían ni merecían lugar en la batalla.

Al ingresar al agua, sin acercarse demasiado a los dos ya que no era de fraternizar demasiado con sus compañeros, miró al más adulto de los presentes.

Mi nombre es Sekirou, mi padre es Morozane del clan Fujiwara. Mi lanza, Izanami no Yari, y mi ser, estamos al servicio del clan Minamoto.

Pasar desapercibida de la joven no te resultó complicado, pero sabías que con el anciano debías tener algo más de cuidado. Pese a todo, estás entrenada para este tipo de situaciones... y un viejo hombre que apenas puede mantener su cuerpo en pie más de cinco minutos no te supone demasiados problemas.

Así es como decidiste aguardar unos segundos escondida en el pasillo... segundos más que suficiente como para que el anciano, que merodeaba por el recinto de la entrada, soltara un suspiro cansado y volviese a su puesto en el recibidor. Allí, metió su mano en el saco de monedas, y se puso a contar lentamente el dinero que almacenaba.

Era tu momento, y no pensabas desaprovecharlo... así que saliste del pasillo agachada lo suficiente como para que apenas pudiera verte. Por fortuna, el recibidor no era demasiado grande, por lo que tampoco corrías riesgo de que el anciano dejara su tarea para ponerse a vigilar el lugar antes de que salieras.

Una vez fuera, volviste a erguirte y, corriendo lo más rápido que podías, tomaste dirección al castillo usando las calles menos transitadas para ello. Sabías que colarte por la entrada principal sin que te vieran iba a ser complicado, pues varios soldados guardaban la entrada... por contra, las murallas del castillo no eran especialmente altas aunque corrías el riesgo de que te vieran trepándolas, lo que podía meterte en un buen problema. En fin, opciones habían muchas, sólo tenías que elegir la adecuada.

La situación es complicada, pero no puede ir por la puerta delantera sin descubrirse así que tendrá que entrar por uno de los muros laterales. Es arriesgado porque cualquiera la puede ver, pero es la única manera de conseguirlo. No dispone de ninguno de sus utensilios de disfraz para pasar desapercibida, pero lo va a conseguir.

Mira a un lado y a otro y se dispone a entrar en el castillo trepando por la muralla. Ha conseguido librarse del propietario de los baños, seguro que consigue entrar sin ser vista.

El rostro del samurái que te invitó a entrar en el agua se contrae ligeramente en una mueca de sorpresa y recelo. En primer lugar, tu sermón acerca de su... "acto de justicia" hacen que su sangre hierva clamando responderte con más que palabras. Por otro lado, saber quién eras era toda una sorpresa.

En cuanto al otro samurái, su rostro esbozaba una sonrisa divertida.

—Eh, tranquilo, Tatsuhiro — dijo sin dejar de sonreír refiriéndose al de las marcas, que no dejaba de mirarte con frialdad —. Fujiwara tiene razón, los aldeanos no son más que la escoria que se deja la espalda para trabajar por nosotros. Molestarían en el campo de batalla. Tu habilidad con la espada sólo está al alcance de muy pocos de los de nuestra clase. Seguro que era a eso a lo que se refería Fujiwara, ¿verdad?

Tatsuhiro, el samurái de las cicatrices, desvía por un momento la mirada. No deja de mostrar un aire de enfado, pero parece que las palabras de su compañero han hecho que se calme al menos lo suficiente como para no provocar una pelea en el baño.

—Así que un Fujiwara por aquí, ¿eh? — es el joven quien vuelve a hablar —. Él es Tatsuhiro Ken y yo Satou Yuki. Ambos servimos a nuestro señor, Minamoto Yoritomo — hace una pausa —. Creo haber oído que el hermano de nuestro señor fue criado en vuestro clan, ¿verdad? Tengo curiosidad, ¿cómo son las mujeres de vuestro clan, Fujiwara? Son tan guapas como las nuestras.

Suelta una carcajada animada. Sin duda, aún es joven y su espíritu es alegre, algo que complementa perfectamente con el Tatsuhiro, más rudo de aspecto y de personalidad.

No te costó demasiado trabajo trepar la muralla; al fin y al cabo, habías tenido que trepar cosas más altas en tus días de entrenamiento. Además, lo hiciste con el cuidado suficiente como para que no te descubrieran incluso a pesar de que la luz del día aún jugara en tu contra y que tu ropaje no fuera precisamente el más adecuado.

Una vez al otro lado, ya sólo te quedaba cruzar el patio y colarte dentro del castillo. Varios soldados patrullaban el lugar, y aunque su área de vigilancia no solía sobresalir de los alrededores de la puerta, no era del todo imposible entrar por allí pues había un pequeño período de tiempo en el que la puerta quedaba libre de toda vigilancia. Apenas unos segundos...

En cuanto al castillo, contaba con algunos ventanucos enrejados. Era alto y estaba bien cuidado y adornado. Sin duda, era una castillo bonito.

Por un momento, el borracho se amilanó dando incluso un paso atrás cuando Etsuko se levantó del asiento... pero el alcohol le hacía valerse de un coraje que probablemente no tendría de estar sobrio.

—Perdonadle, señores — dijo el encargado —, no sabe de lo que habla. Ahora mismo lo echo de aquí...

Sin embargo, antes de que le diera tiempo a sujetar al borracho para llevárselo fuera, éste se zafó de él de un empujón y se abalanzó hacia Etsuko sacando de su cinto un pequeño cuchillo de cocina.

—¡Vosotros matasteis a mi hijo!

Extrañamente, esa frase sonó clara y directa... cargada de odio y desprovista de cualquier deje que pueda perturbar su firmeza. Parecía estar decidido a matar a los que creía ser los asesinos de su hijo, incluso pagando por ello su vida: tú y toda la casta samurái.

Sekirou observó detenidamente la reacción del samurái al cual había dado a conocer su opinión respecto a la ejecución del campesino. Al parecer parte del mensaje le había llegado correctamente, sin embargo la otra parte había sido captada por su compañero. El Lobo Sanguinario no tenía la mínima intención de explicar que ambos tenían la razón con respecto a lo que quiso decir y simplemente se conformó con asentir en silencio ante la pregunta del más joven. Después de todo, estaba intentando hacer caso a lo que la shirabyoushi le había remarcado anteriormente: no debía hacer quedar mal a su señor.

Al escuchar la presentación de los dos por parte del más joven, Sekirou asintió.

Es bueno conocerlos a los dos, espero algún día poder compartir el campo de batalla con los dos puesto que allí es donde está el mayor placer de un hombre. Además deseaba ver la habilidad de ambos combatiendo además de escucharlos reír sobre cómo habían matado a un campesino. Hasta ese momento no veía más que desgracia en uno de ellos.

Así es, mi señor fue criado en mi clan. Afirmó ante la pregunta del joven guerrero y luego escuchó la última pregunta respecto a las mujeres de su clan.

Han sido de mi gusto hasta ahora así que no puedo decir que no sean guapas. Aunque deberías confirmarlo con tus propios ojos alguna vez. Sekirou era demasiado simple como para hacer diferencias entre las mujeres de un clan u otro. Si eran de su agrado y podían saciar su deseo, no importaba nada más. Con excepción de aquella mujer cuya lengua de plata, no la mujer en sí, aborrecía. Alguno de los dos ¿ha formado una familia ya? Tengo curiosidad. A Sekirou eso era algo que hasta el momento se le había escapado principalmente porque le interesaba más la acción que le proveía la batalla en vez de buscar una esposa y tener hijos, si bien sabía que en algún momento debería de hacerlo para confiar su sangre guerrera en la siguiente generación. Deseaba saber si era el único que por el momento había decidido atrasar esa cuestión.