Partida Rol por web

Al final decides entrar por fin al edificio enorme que se te presenta delante en cuando bajas del autobús. La gente se va agolpando por cursos y lentamente, van entrando por la enorme puerta principal, dónde con rápidez, van avanzando hacia sus respectivas clases sin pausa.

Ves como cada chico de los que bajan del autobús, más los que llegan en otros medios de transportes se giran para mirarte. Algunos se quedan boquiabiertos al verte caminar con tu andar de chica, otros, además de quedarse boquiabiertos, comienzan a murmurar cosas que no logras escuchar, pero deduces con celeridad que están hablando de ti, como no puede ser de otra manera.

Al pasar la puerta principal, un enorme hall de recepción, con columnas a los lados y el piso hecho de marmol, te da la bienvenida al instituto. Sobre el suelo, en bajo relieve, puedes ver el escudo del instituto Seinen y a ambos lados de la sala, dos grandes escaleras que confluyen en el primer piso, justo delante de dos enormes puertas de madera, las cuales permanecen cerradas a cal y canto.

Un hombre que no debe tener más de veintidos años, está dando indicaciones a los que llegan por primera vez al colegio.

¡Alumnos de primer curso! ¡Alumnos de primer curso! ¡Todos los alumnos de primer curso por favor, venid conmigo a que les entregue el horario con vuestras clases! Grita el chico detrás de una mesa repleta de papeles y demás cosas. También se os dará un número de taquilla, por favor, acercaros.

Observa el interior del edificio fascinada. La verdad es que el Seinen sí tenía toda la pinta de tener tanta reputación como sus padres habían dicho... Y habría disfrutado tremendamente de asistir a él, en otras circunstancias. Quizá habría entrado caminando de forma elegante y agitando su melena tras de sí, dejando su aroma a fresa en cada centímetro recorrido y luciendo sus piernas al ritmo del sonido de sus zapatos de tacón...

Pero no había sido así. El Gran Rey debía estar en su contra hoy, quizá por algo que había hecho y no lograba recordar...

Resignada ya a parecer un tío lo que le queda de año, Ayaka arrastra los pies hasta el chico que grita, con la mirada baja.

Yo soy de primero, supongo...

Murmura con un suspiro antes de levantar la barbilla y dejar ver sus ojos azules por detrás del flequillo pelirrosa.

El preceptor Hiro Tsukawa apenas levanta la vista cuando te pones delante de él. Simplemente, continúa ordenando los papeles y apuntando muchas cosas en una especie de agenda electronica - tablet Pc bastante moderna. El chico está dale que te pego con el lapicito sobre la agenda y cuando ve tus pies frente a él, te detiene con la mano indicándote que esperes unos segundos...

Dos segundos...

Un minuto...

Cinco...

¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Gritó como un poseso. ¡Maldito no-muerto elite nivel 72! ¡Te he comido los instestinos!

En ese momento fue cuando dejó la tablet sobre la mesa y lentamente comenzó a subir la mirada. En ese momento has podido ver el salvapantallas de Azetoth con más claridad.

Levanté la mirada lentamente sobre esos pantalones horribles. No me había percatado por la emoción del juego, sin embargo, ahora que lo pienso, su voz no era gruesa y grave... era más femenina... ¿no será?

Continué subiendo la mirada y el polo del instituto me despejó las dudas. Esos eran pechos... ya cuando llegué a su rostro no pude dejar de soltar todo el aire de mis pulmones en un suave y silencioso suspiro.

¿Nombre? Le pregunté.

Konami. Ayaka Konami. Me respondió.

Busqué entre los papeles y saqué un horario de clases, además de una tarjeta magnética para la apertura de su taquilla y se la entregué toda en un sobre. Hasta ese momento, no me había percatado de que la mitad de la escuela estaba detrás de ella, mirando por encima de su hombro y cuchicheando... pero me imagino que era algo normal... era una señorita... y nosotros eramos todos hombres... bueno, alguno menos que otro, pero hombres al fin.

Que... que tenga un buen día, señorita Konami. Las taquillas están por ese pasillo y su primera clase es Algebra y Matemáticas de los Números II, una asignatura bastante complicada. Suerte.

E intentando olvidarme de ese rostro, continúe con mi trabajo.

Siguiente!

Ayaka espera paciente, al menos los dos primeros minutos. Luego empieza a dar golpecitos con un pie en el suelo. Hasta que por fin, el chico decide hacerla caso.

Será friki el tío...

Piensa para sí misma al ver que lo que mantenía tan ocupado al preceptor, era un juego. Cuando por fin la mira, Ayaka vuelve a tomar su papel de niña buena y una sonrisa luce en sus labios.

Muchas gracias.

Toma el sobre y se despide de él con una perfecta inclinación.

Aunque en su interior no estaba tan contenta...

¿Algebra y mates II? Con suerte estaré por aquí menos de un año... Pero mientras esté, me encargaré de ganar futuros fans... ¡ja! ¡Unos pantalones horribles no dentendrán a Ayaka Konami!

Y es en ese momento cuando el estado depresivo de Ayaka, desaparece por completo, levantando la cara a medida que se acerca a su clase y caminando de nuevo de forma segura, elegante y... femenina.

Caminas por dónde te han indicado hasta que llegas a una enorme puerta en cuyo cristal está pintado con letras ornamentadas y doradas el logotipo del instituto y por debajo: 1º1º, tu curso.

Abres lentamente la puerta y puedes ver que ya están todos allí, de pie a un lado de los pupitres, con las manos entrelazadas detrás de la espalda y la vista al frente. El primero de la clase, es decir, el primer chico que te encuentras nada más traspasar la puerta, desvía sus ojos hacia ti, y después, vuelve a mirar al frente...

Y abre enorme los ojos, y ahora toda su cabeza se gira hacia donde estás...

Y también la cabeza de los demás...

Comienzas a caminar entre ellos, buscando un sitio vacio donde sentarte y ninguno de ellos te quita la vista de encima. Unos te sonrien, otros se quedan anonadados y patidifusos, otros no pueden creer lo que están viendo con sus ojos.

Hasta que llegas a tu sitio.

Por alguna razón te han dejado el banco central, por lo que estás rodeado de chicos en todas direcciones. No hay paredes donde te puedas apoyar o cubrirte, estas literalmente, rodeada de tios de tu edad que seguramente no hayan estado tan cerca de una mujer desde que su madre les quito el pecho...

Ayaka frena un momento en seco al entrar en clase y encontrarse todos esos ojos posados en ella. En su instituto anterior, algunas miradas sí se posaban en ella... pero no todas, y no de esa manera. Sin embargo ese acto reflejo dura tan sólo unos segundos. Sus reflejos de futura top idol reaccionan a tiempo y sigue andando con seguridad hacia su pupitre, dejando allí sus cosas y saludando a los chicos con una sonrisa y un gesto de la mano.

Así será cada día de tu vida cuando seas famosa, Ayaka... vete acostumbrando.

¡Hola! Soy Ayaka Konami. Creo que este curso seremos compañeros... espero que me cuidéis bien.

Era la frase típica que cualquier alumno decía al llegar nuevo a una clase...

Acto seguido imita a sus compañeros y se coloca junto a su pupitre, con la espalda recta pero ella, con las manos delante de su regazo en vez de a su espalda.

El profesor llega rápidamente y todos os sentáis despues de hacerle una reverencia. Está claro que el profesor, un tipo llamado Aio Singo segun lo que escribe en la pizarra, no presta atención a ninguno de sus alumnos, simplemente comienza a explicar como va a ser su asignatura.

Al cabo de unos minutos, el preceptor Hiro entra a la clase con un carrito repleto de libros. El profesor lo mira y tras darle permiso, Hiro comienza a repartir los libros en cada pupitre. Mientras recorre los pasillos, los alumnos lo van saludando y el responde con una sonrisa, aunque cuando llega hasta donde estás tú, simplemente deja los tres libros de matemáticas sobre la mesa y se va corriendo como si no quisiera cruzar la mirada contigo por temor a ponerse todo rojo.

Cuando Hiro se retira, la clase continua a toda pastilla. Ejercicios y más ejercicios, pruebas, tareas para el hogar, miles de cosas en dos horas aterradoras de números y cuentas. Algo verdaderamente horrible...

Hasta que suena el timbre del cambio de clase.

Los alumnos se ponen de pie y esperan que salga el profesor y cuando este se va, ¡todos siguen aún de pie mirándote embobados y sonrientes! ¿Qué pretenden? ¿Dejarte salir primero?

Ayaka devuelve la sonrisa a sus compañeros mientras se pone en pie y coge la llave magnética que le dió el preceptor y que supuestamente debería abrir su taquilla. Pronto estaría llena de todas sus cosas... pero primero tendría que ver cuál era y de momento, sólo habría unos libros allí. Y el pequeño espejo que tenía colgado en la puerta de la taquilla de su anterior instituto y que había traído para colocar en esta.

¿Qué les pasa a estos? Aunque la verdad... me encanta esta sensación de ser el centro de atención.

Y con esa misma sonrisa mezcla de amabilidad y dulzura, Ayaka sale de clase con sus libros en brazos, hacia su taquilla.

Quizá por el camino encuentre a alguien que me dé un uniforme decente...

Caminas por el pasillo siendo la víctima de las miradas de todos y cada uno de los que te cruzas por allí. Está claro que el uniforme masculino no te favorece para nada, sin embargo, aún así, tu perfecta figura se deja entrever entre los pliegues de la ropa que llevas puesta ahora mismo y eso pone bastante nerviosos a los chicos.

Avanzas tranquila hasta tu taquilla, dónde puedes ver que en la puerta hay colgada una nota garabateada en una cursiva excelente, digna de un catedrático o de un letrista profesional o de un maestro en el arte de los Kanjis... Está escrita con tinta china y pluma, eso lo tienes muy claro y las palabras no te dejan nada indiferente...

"Lamento el mal trago en el autobús, pero creo que eres mi nueva musa a partir de ahora. Espero que esto compense todo lo que te he hecho sufrir con mi curiosidad. Un beso en la mejilla... Hiro."

Y piensas... y piensas... ¿Hiro? ¿Quién demonios es Hiro?

Aunque mientras piensas abres la taquilla y... ¡SORPRESA!

Un uniforme hecho a medida... colgado de una percha.

Ayaka deja caer los libros al suelo y... ¡Oh! ¡Sorpresa! Le caen sobre un pie. Los tres libros de álgebra y matemáticas que apenas podía entender, acababan de caer sobre su pie derecho. La primera reacción de la pelirrosa es ponerse a llorar y gritar... pero no... No iba a llorar sin que ella lo hubiera decidido antes. Así que apoya la mano en la taquilla cerrada de al lado, baja la mirada y se muerde el labio hasta que pase el dolor.

Una vez ha disminuido un poco, se agacha a recoger los libros y vuelve a mirar el interior de la taquilla sin poder creérselo, dejando los libros bien colocados esta vez antes de llevarse las manos a la boca para cubrirla. Entre el atentado de lágrimas de dolor, y el de lágrimas de emoción de ahora, no puede evitar que un par de ellas asomen del ángulo de sus ojos... pero nada más. Hasta ahí llegan.

Recordando que tiene que respirar de nuevo, coge el uniforme como si fuera un verdadero tesoro y sale corriendo hacia el primer cuarto de baño que vea. Tenía que cambiarse antes de que empezara la clase... y cuando encontrara a ese Hiro... Lo pondría en un pedestal.

Entras y sales del baño, ahora, vestida como a ti te gusta... ¡Uniforme femenino! Claro que no lo has mirado muy bien... tiene algunos detalles que te hacen sospechar que no lo han comprado, simplemente... ¡lo acaban de hacer a mano!

Eso significa dos cosas. La primera, es que no existen uniformes femeninos todavía y la segunda... es que si esto es así... ¿como irás vestida a las clases de educación física?

Te fijas bien en la pechera, justo debajo del escudo bordado del colegio y allí puedes ver con hilo dorado bordado tu nombre con letras cursivas de mucha dificultad. Además, te das cuenta que no llega etiqueta, pero si, sobre la falta en la parte interior, un pequeño bordado que te tienes que agachar y mirar de cerca para ver lo que dice.

Así lo haces y vuelves a sonreir.

"Creaciones Hiro".

Debajo, otras palabras, aún más pequeñas.

"Lo siento".

Y el sonido del timbre de comienzo de una nueva clase.

Ayaka mira las letras con una sonrisa. Ya se preocuparía más tarde por la educación física. Ahora debía celebrar que tenía uniforme nuevo. Empieza a caminar hacia la clase casi dando saltitos, pensando en quién podía ser ese tal Hiro... hasta que finalmente cae en las disculpas que había tanto en la nota como en la falda... y se frena de golpe cayendo de repente en quién podía ser su "salvador".

Oh, oh...

Murmura para sí, recordando el guantazo que le había dado. Había sido un pervertido lanzado, pero... se había trabajado mucho el perdón. Y se lo merecía. A ver si no olvidaba dárselo y agradecerle su trabajo en cuanto lo viera.

Ahora que sabía quien era, repara con más atención en los detalles del uniforme.

Vaya... es  muy bueno. ¿Tendrá más ropa hecha? ¿Me la dejaría? Sería estupendo. Llevar ropa única en el mundo. Sobretodo si es de una calidad como esta...

Así vuelve caminando hacia la clase, con la mano en la barbilla, pensativa y distraída.

Esta vez no te ha tocado matemáticas, no... sino que esta vez era Contabilidad. Parece ser que los números te iban a seguir durante todo el día o que, por lo menos, los lunes tendrás que estudiar el doble para poder entender tanta fórmula, sumas, restas y demás operaciones.

Y como antes, el preceptor llegó a los diez minutos de empezar la clase a repartir más libros. Por algo el colegio era tan caro... los libros eran gratis y no sólo te daban uno por asignatura... te daban tres... ahora bien, si tienes catorce asignaturas... a tres libros cada una... bueno, las mates no son tu fuerte...

[ Te lo dice el máster: 42 Libritos xD ]

Pero da igual. Las clases de la mañana han terminado y es hora de ir a comer al comedor, o al patio de recreo o dónde te apetezca. Hay un autobús que te lleva a un Jardín con lagunas y bancos si deseas comer en la tranquilidad y junto a la naturaleza, también puedes ir a las butacas de la terraza, y comer al aire libre... el lugar es demasiado grande como para aburrirte, y menos el primer día.

Cuando suena el timbre, todos cogen sus cosas y se van riendo por los pasillos, dejándote a ti solita junto a tu pupitre...

Ahora con energías renovadas (a pesar de la clase de contabilidad), y viendo el mundo desde un nuevo punto de vista (o desde un nuevo uniforme), Ayaka se pone en pie y mira a lado y lado para asegurarse de que no queda nadie... antes de estirar los brazos hacia el cielo para desentumecer los músculos. Luego carga con sus tres nuevos libros y camina hasta su taquilla para dejarlos allí, con su bandolera al hombro.

¿Dónde podía ir a comer después? Quizá a la terraza. Hacía demasiado buen tiempo todavía como para encerrarse en el comedor. Pero eso de ir a comer sola... tampoco le gustaba demasiado. No quería parecer una de esas marginadas el primer día de clase.

Decidida, finalmente, se encamina hacia la terraza con la ensalada envasada al vacío que llevaba en la bandolera, mirando hacia todos lados por si veía a su "salvador".

Ni salvador, ni nadie. Allí en la terraza no había nadie. Ni tampoco había nadie fuera, en el patio, aunque el día estaba estupendo para comer fuera. Ni siquiera había nadie en las escaleras que subían hacia la terraza. Todo era realmente... bueno, como un desierto.

Subes hasta allí con una sonrisa de oreja a oreja. Tal vez por el nuvo uniforme, o por que de una vez por todas todo estaba saliendo como lo esperabas. Aún así, las asignaturas eran un verdadero rollazo. Esperas que las que tengas los próximos días, sean mejores que las del día de hoy.

Y así, sales a la terraza, y te sientas sobre uno de los bancos que hay por allí, y te pones a comer.

Sola.

Sin nadie a la vista.

Ayaka se sienta a comer con una sonrisa en la cara. Y va comiendo, despacio y con buenos modales, poco a poco, a bocados pequeños... y mirando alrededor por si aparecía alguien a quien saludar. Aquello ya empezaba a ser sospechoso. ¿Dónde se había ido todo el mundo a la hora de comer?

Cuando ha terminado, vuelve a ponerse en pie... dispuesta a encontrar a alguien sí o sí.

Cuando te giras para salir de allí, sentado en una de las barandillas de las escaleras se encuentra el macarra que te has encontrado en el autobús. No parece estár haciendo nada malo, simplemente, comiendo un poco de arroz con palillos de un tupper de plástico. En el momento que te ve, levanta un poco la mirada y se lleva un poco más de arroz en la boca.

Pensaba que yo era el único que comía en este sitio. Dijo. Por lo visto, este rincón del instituto ya no es un rincón solitario sólo para mí.

En un mismo movimiento, Yuki cerró el tupper con arroz y saltó de la barandilla para caer justo delante de tí. Tu eres alta, pero este chico por lo menos te saca una cabeza y un poco más de altura, por no hablar de sus blazos, que son casi tan anchos como tus piernas.

Yuki Sado Masamune se agacha un poco, inclinándose hacia la derecha, para quedar con su rostro casi a la altura del tuyo y medio sonrie.

¿Piensas venir todos los días aqui? Te dice serio. Lo pregunto para buscar otro rincón para mi sólo.

Ayaka se pone un poco  nerviosa en un primer momento. Vale, sí... había tonteado con algunos chicos y había salido con algunos otros, pero... ninguno tan guapo como "el macarra". Y el hecho de que estuviera tan cerca, no ayudaba mucho... al menos hasta que entiende el significado de sus palabras, camuflado entre ese suave tono de voz.

Frunce el ceño y levanta la barbilla hacia un lado, cruzándose de brazos.

No te preocupes. Pensaba buscar algo de compañía "GRATA". Pero veo que por aquí no voy a conseguirla.

Remarca la palabra "grata" con la voz, antes de darse la vuelta con un "hum!" completamente orgulloso. Tenía la intención de dejarlo allí plantado después de soltarle ese "moco". Quizá otra chica se habría puesto a temblar. Otra, habría echado a correr, llorando... por miedo o por pena de no agradar a un chico como aquel. Pero Ayaka no era así. Ella iba a ser una gran estrella y no podía dejarse abasallar por nadie.

Muy bien novata. Le dije sin mirar a nada en especial y siguiendo mi camino hacia una de las barandillas. Las personas gratas no suben aquí arriba, simplemente, estoy yo con mis asuntos.

En ese momento puedes escuchar el maullido de algunos gatos que parecen acercarse a la terraza en cuanto Yuki se acerca a uno de los rincones.

Así que si eres tan amable de alejar tu presencia de mí, sería un buen paso para que nos llevemos bien.

El maullido se hace cada vez más fuerte.

Me agache abriendo la fiambrera y comencé a dejar la comida en un rincón, junto a un cubo lleno de agua de donde los maullidos provenían.

¡Veo que estáis bastante grandes, piltrafillas! Es hora de comer.