Partida Rol por web

El doctor Gorski escuchó con atención a todo lo que Beckett tenía que decir y, cuando estaba listo para contestar, Bree se lo impidió poniendo en marcha aquel ritual de enclaustramiento que iniciaba siempre al final de la noche. El rugido de las persianas de metal le interrumpía cada vez que lo intentaba, así que se levantó y se asomó por el umbral, con gesto nervioso. 

—De un caballero a otro, señor Beckett, agradezco la oferta... pero me gustaría exigir algo más de usted —hizo una pausa, durante la cual se dedico a renquear alrededor de la mesa, alineando las sillas que no estaban ocupadas—. Como todo autor, me gustaría pensar que es usted uno de los lectores de mis publicaciones. ¿Conoce mi teoría del Homo haemophilus? Desde mi punto de vista, los Vástagos no somos criaturas maldecidas por una divinidad cruel, sino un capricho de nuestra madre, que no es Lilith, sino la Naturaleza. No niego la veracidad de la mitología cainita, pues apenas puedo explicar algunas de las propiedades de nuestra condición, pero sé con toda certeza que nuestro origen no está en el castigo de un dios hebreo, sino en las leyes de Darwin y de la genética —guardó silencio una vez más, examinando el gesto de aquel extranjero—. En cualquier caso, para que me sea posible continuar arrojando luz sobre este misterio, he de contar con un material de trabajo apropiado y, especialmente, con muestras que me permitan establecer las diferencias existentes entre cada una de nuestras lineas. 

Se sentó con mucho cuidado sobre la silla que quedaba frente a la de Beckett. 

—Llevo deseando poner sobre la platina de mi microscopio una muestra de sangre Gangrel desde hace mucho tiempo, estimado Beckett. ¿Qué me dice? ¿Tenemos un trato?

-Por Favor. Adelante.

No titubeo en dejarle pasar, no es que puediera defenderme, ni mucho menos, si el vastago decidiera llevarme hacia los pasillos de la muerte definitiva.

-Lamento profundamente recibirte en estos arapos.- Lo digo mientras sutilmente dejo caer un bretel del camisón que llevaba puesto. Sonrio y demuestro simpatía. Cierro la puerta detrás de él y procedo a a comodarme en una silla. no escatimo en estar descalza con el pelo recogido y voy directamente a atender el asunto de su visita.

-¿A que debo el honor de su visita? Debe ser una sunto urgente para tenerlo a estas horas por aquí.

Si aquel tipo había traído algún espía o algo por el estilo ahora sí que tendría complicado tratar de hacer nada. Cuando creía que ya todo estaba tranquilo... volvió él.

Me aproximé rápidamente y lo agarré del brazo. Le llevé hasta la cocina. No podían vernos desde la sala de estar, qué diablos ¿cómo había entrado ahí?

─Andrew... ¿D-donde estabas? llevaba días sin verte, ─dije con melancolía mientras observaba su mirada perdida─ y no, no te dejo. Tú puedes venir con nosotros siempre que quieras.

Siempre que volvía a verme tenía esa sensación de nuevo, me sentía viva aún a pesar a de mi condición, casi podía sentir el latido de mi corazón de nuevo, por muy inexistente que fuese en realidad.

Las bestias anunciaban la presencia de un extraño, el vástago no hizo ningún esfuerzo por esconderse, en realidad no lo necesitaba.
Salió de la casa, le indicó a sus perros que se tranquilizaran.
-¿A qué se debe tan honorable visita? - Su tono era neutro, no quería ofender ni alagar demasiado al vampiro.
Le indico que podía acercarse, pero era un gesto simbólico, si el lo quería así lo iba a hacer de todas formas.

"Me sorprende, buen señor," Beckett suspira decepcionado, "que caiga usted en esa falacia."

Agarrándose de las braceras del sillón, se levanta. "Primero usted habla de una condición que, por definición, no puede caer dentro del paradigma de las ciencias naturales," dice mientras camina al guarda-abrigos al lado de la puerta, a pesar de no haberse quitado nada al entrar, "¿y después pretende usar las mismas para explicarla?

"Usted mismo dijo que estamos biológicamente muertos, ¿y pretende descubrir la verdad de la condición a través del estudio de los seres vivos? Veo en esa actitud la vanidad de los intelectuales que no pueden ni quieren salir del registro o modelo en el que sobresalen, por más que los constriña. Le sugiero estar más abierto a otros puntos de vista... San Agustín y Wittgenstein son buenos para abrir mentes hipertrofiadas."

Beckett abre la puerta y se posiciona debajo de la nieve. "¿En cuanto a la sangre? No encontrará nada ahí. La sangre se maneja en el ámbito del poder, es así como debería verlo, y como un elemento de misterio, no son respuestas lo que debería buscar en ella. No sabe las cosas que se pueden hacer con la sangre de un Cainita, Doctor Gorski. Si lo hiciera, entendería el insulto que me ha extendido, pero hay un par de Tremeres en la expedición que podrían iluminarlo. Si aún así está tan decidido por mi sangre, me quedaré afuera unos cinco minutos, por si quiere obtenerla como se debe," la postura de Beckett se vuelve depredadora y feral, y su mirada se fija en las ruinas de tu cuerpo destruido.

"De lo contrario, tiene la opción de colaborar, o negarse a las órdenes del buen señor Rivadavia"

"Siempre estuve. Te observo. Venir..." musita la sombra de tu esposo. "¿Podré? Ha pasado mucho tiempo. ¿Podrás tú? El tipo sarcástico también se está yendo."

Y ciertamente, el Gangrel egocéntrico estaba en la puerta, despidiéndose del Doctor Gorski. Basada en la postura de Beckett, asumirías que están a punto de pelear. Su tono es despectivo y desafiante.

Cuando iba a esbozar una sonrisa percibí a Beckett de forma amenazante en la vivienda de la casa. Sin dudarlo un segundo tomé mi pistola de la parte trasera de mi cintura, y me acerqué tan rápido como pude.

─¡Eh! ¿Qué está pasando aquí? ─me situé entre ambos, Beckett y Jarek, más del lado de Jarek. Miré a uno y a otro esperando una respuesta rápida.

Fuese lo que fuese lo que había ocurrido más le valía no ponerle la mano encima a Jarek.

"No tanto urgente," te dice Rivadavia en un tono complaciente, "sino más bien consecuencia lógica de haber hecho mi tarea. No debe sorprenderle, milady, que con su reputación de negociadora despiadada, sus solicitantes busquen la ventaja de tomarla desprevenida, en este caso a horas irregulares."

Rivadavia sonríe. Es claro que alguien de su estación y fama no necesita ningún tipo de palanca para obligarte, y sin embargo te está dando el respeto y la cortesía que se le debe a un igual y amigo. "Me preguntaba, Señora Russell, si los tiburones de su especie y calibre se sienten a gusto en las aguas del Volga."

"Es usted muy amable," te dice sobria y cortésmente, antes de cambiar a modo expositor y presentar sus motivos. "Hace años que está deambulando en los alrededores de la Cortina de Sombras, a pesar de su naturaleza famosamente nómada. ¿Es justo decir que extraña su tierra?"

Espera tu respuesta y asiente.

"Ahora que la Cortina ha caído, sin embargo, hay muchos peligros que le dan pausa a jugadores muy poderosos, lo cual habla volúmenes de su prudencia y habilidad de supervivencia. Estoy aquí para ofrecerle la posibilidad de explorar las tierras eslavas de la mano de un equipo de muy capaces operativos."

Rivadavia te explica que la campaña sería larga. Hasta llegar a Kamchatka o nuevo aviso. Estarías guiando a Cainitas representantes de intereses económicos y políticos, pero el hombre tiene la decencia de no aburrirte con eso. Claramente no es como tú, y su manera parca y hosca se perdió una vez empezó su discurso de reclutamiento, pero tiene la habilidad y decencia de tratarte en tus términos.

"Usted, naturalmente, sería el explorador de primera línea, siendo el más inclinado a la vida de pionero, y a la vez tendría la protección de una manada en caso las cosas fueran tan espinosas como esperamos. Una vez terminada la campaña, la Camarilla está dispuesta a ofrecerle un terreno en Polonia donde no será molestado, conservando, claro, la libertad de movimiento de la que todos nuestros miembros gozan. Y aunque estaría aún obligado a ofrecer hospitalidad a los miembros de la Camarilla en necesidad, le puedo prometer un lugar medianamente aislado, por lo que no tendrá gente cerca."

Acarició la cabeza de uno de sus perros, no pudo evitar manifestar algo de entusiasmo al escuchar la primera pregunta de Leonidas. Asintió con la cabeza para responderle.

Sin duda el vampiro sabía hablar, fue claro y conciso. La oferta por si sola era tentadora, pero ya sabía que esas ofertas y promesas duraban poco entre los vástagos. Lo mas importante era la opción de llegar a su amada tierra con con algo de apoyo y con vástagos con los recursos necesarios para atravesar esa tierra llena de peligros desconocidos. Puede que se acercara la hora de reunirse con su Sire.

- Con tal provechosa oferta me es imposible negarme, creo que mis servicios le serán de mucha ayuda. Solo necesito saber los sitios marcados en el recorrido y quienes irán en la misión.-

-Dame los detalles y me pondré en camino lo antes posible.

"Ah," dice con pausa. "Esa es información de cuyos específicos no dispongo, y cuyas generalidades no me veo en libertad de divulgar antes de que empiece la misión. En su partida habrá un par de expertos que determinarán precisamente por dónde pasar. Usted se encontraría con la partida en Berlín del Este, y seguiría el camino diseñado por ellos, adentrándose en las zonas donde sus habilidades puedan ser usadas para mayor efecto. Sólo puedo decirle que es mejor que se prepare para todo, y, si acepta, buen viaje."

Gente preparada, era algo que necesitaba.

- Preparo mis cosas y parto lo más pronto posible. Dime en que lugar nos encontraremos y a quien debo responder.
¿Alguna fecha en particular?-

El comentario sobre tomarme desprevenida hace que suelte una risilla simpatica admitiendo que así lo era.

-La sorpresa se debe más a quien recibo que a la hora en la que lo recibo. De no haber sido usted, o alguien de su índole, seguramente tendría una camino rápido cuesta abajo.- Sonrío clavandole la mirada, lo reconozco y lo sabe. -Me interesaría saber quienes son mis solicitantes. Tengo ciertas espectativas de ser tenida en cuenta en algunos estamentos. Sería enormemente satisfactorio encontrarme con las espectativas resueltas.

Camino hacia la barra y ofresco algo de beber a rivadavia con la mirada. Sirvo una ampolla seleccionada de AB- mientras termina de realizar su pregunta. Y respondo.

-Ningún tiburón debe sentirse cómodo en agua dulce. Pero sentirse cómodo no es el trabajo del tiburón, sino cazar. Es terreno con el que no estoy familiarizada... Y eso es lo que más me gusta de la sugerencia. Voy a necesitar el equipo adecuado, por supuesto. Pasaportes, contactos en el lugar, intalación sin llamar demasiado la atención. Tengo las personas indicadas para realizar el trabajo. En 3 días podría estar lista y viajando. Por el resto... "No tendría mayores problemas"-

—Tranquila, Breanne —la tranquilizó el doctor, que miraba con ojos vidriosos al extraño. La mandíbula le temblaba ligeramente, pero no lo suficiente para afectarle al habla—. No puedo creer que sea tan célebre entre quienes comparten nuestros intereses, señor Beckett. ¿Es así como acostumbra a terminar todas las discusiones y conferencias que da? ¿Amenazando con sacar las garras, mostrando los colmillos? Sin duda alguna los más antiguos no erraban al situar su estirpe entre los Bajos Clanes... Y con respecto a lo que comenta acerca de mi teoría... ¡Cuantas veces habrán oído sus mismas palabras mentes tan preclaras como la mía! ¡Hipatia, Galileo, Darwin! Y aún tiene el atrevimiento de llamar hipertrofiada a mi mente, usted, que pertenece a un linaje de bestias, usted que busca refugio tras un dogma. Quédese su sucia sangre.

Después, mientras ordenaba las sillas en torno a la mesa por segunda vez, dijo con voz más calmada:

—Iremos a Dresden; tan sólo un necio desperdiciaría la oferta del señor Rivadavia —y, dirigiéndose a su asociada, añadió—. Acompaña al caballero a la salida, Breanne, por favor. Disfrute de su estancia en Egipto, señor Beckett.

Mi gesto se fue desencajando a medida que escuchaba las palabras que el doctor iba desencadenando contra aquel prestigioso Gangrel. No estaba segura de si era más irreal lo que estaba escuchando o que Jarek aún mantuviese la cabeza pegada al cuerpo a medida que hablaba.

Una vez se hubo retirado, después de haber escupido todo su veneno, como siempre me dejó el trabajo más dificl. Sacar a aquel hombre de la casa. La puerta estaba cerrada con llave, y tan pronto como el doctor se retiró al salón yo me dirigí al mueble de la entrada que albergaba dentro la única forma de que aquel tipo saliese de la casa sin romper la puerta.

─Joder...

Miré a Beckett de reojo, me encogí un poco de hombros y me dispuse a abrir la puerta que estaba tras él. Mi arma se mantuvo abajo desde que Jarek comenzó a hablar.

─Siempre le pasa igual cuando no consigue lo que le piden. No se lo tengas en cuenta, ─murmuré mientras abría la cerradura que tan bruscamente había cerrado antes, y se estaba resistiendo a ceder─ ¿sabes? Yo en tu lugar ya habría arrastrado sus tripas por el suelo. Pero eh. Te pido que no lo hagas.

Giré la cabeza hacia el gangrel, cruzando su mirada con la mía.

─Si a ese tipo le pasa algo, adivina quién será culpable y a quién le guillotinarán la jodida cabeza. Sí, a mi. Sin buscármelo, solo por defender a un genio que de vez en cuando es un cretino.

Por fin conseguí abrir la puerta, la cerradura hizo un chasquido metálico y la placa de metal reforzado con hierro y mirilla se abrió hacia afuera pesadamente.

─Buen viaje, Beckett.

En esos momentos solo deseaba que se marchase sin armar más jaleo, si no, pronto me reuniría con Andrew.

"Usted mismo me dice que sería una necedad negarse, luego de imponer como condición algo tan peligroso e íntimo como mi propia sangre, sangre que después desprecia como de los bajos clanes," ríe Beckett, como si hubiera escuchado la sandez más banal de un niño. "¿Y tiene el tupé de presumir una mente elevada? ¿Tras esa serie de contradicciones? Si tanto menosprecia mi estación, entonces no necesita mis favores..."

El papiro que tenía la pista al Manuscrito de Byelobog salta por su propia cuenta de la mesa y acaba en la mano de Beckett.

"Espero que cuente con una excelente memoria, Doctor, pues no tendrá nada más de mí. Ciertamente provengo de consortes de animales, pero es usted cuya mente racional fue dominada por la Bestia y sus pasiones. ¿Y en cuanto a Galileo, Darwin, Aristarco? Ellos tenían algo que usted no... ellos tenían razón."

Beckett se retira. Incluso encontró la manera de corregirte al recordarte que fue Aristarco el primer proponente del heliocentrismo, si a eso te referías. Te da la espalda sin miramientos y espera a que el draconiano proceso de Bree acabe.