Partida Rol por web

Ambgosio debegía llevag la antogcha.

El bretoniano lo decía para poder llevar su ballesta, ya que Snorri sostenía una enorme maza entre sus grandes manos peludas. La oscuridad del lugar era relativa, algún tipo de luz natural iluminaba levemente los pasillos, aunque de un a intensidad tan leve que sólo se veía a cuatro pasos de distancia. Más de una pared había aparecido repentinamente ante ellos.

Llevaban apenas unos minutos en las ruinas de Karak Izril, Ambrosio las miraba con ojo crítico y Melissa más tranquila al saberse acompañada en esta segunda exploración. Pisaban un suelo firme de paso habitual, había huellas recientes; sin duda de otras exploraciones.

El pgimeg nivel es el mas peliggoso -les informó Louis-. Los hombges gata y otgos segues suben aqui a pog esclavos. Escondeos si veis una luz.

No tardaron mucho en encontrar el primer cadáver, dos en realidad. Dos goblins. Dos heridas de flecha uno y un cráneo aplastado el otro. Muertos hace días, cuatro o cinco a juzgar por el aspecto. No había rastro de las armas aunque un destrozado yelmo, sin duda propiedad del que recibió el mazazo, estaba junto a ellos.

El camino les condujo a una bifurcación. Frente a ellos se presentaba un abismo. Un puente de roca, obra de enanos y lo bastante ancho para que tres personas lo cruzaran a la vez seguían en línea recta sobre el abismo. Una serpenteante escalera de piedra descendía pegada a la pared hasta la oscuridad.

Ambrosio avanzaba con el ceño fruncido por la galerías enanas, portando una antorcha encendida en alto y prestando atención a cada detalle distinguible en medio de tantas penumbras. De momento el lugar no era más tétrico de lo que hubiera imaginado el cirujano, y bastante más alentador que muchas de las posadas de mala muerte en las que alguna vez se había escondido luego de huir de Nuln perseguido por la justicia imperial.

- Y bien, Louis. Ya has estado aquí con anterioridad. ¿Qué camino hemos de seguir. compañero?

Bajo la tintineante luz de la antorcha el bretoniano parecía más joven de lo que era. Sus finos rasgos y su ropa limpia no encajaban en absoluto con el lugar. Se encogió de hombros mientras inspeccionaba los dos caminos: el puente y las escaleras.

Da igual. Aquí abajo uno no sabe dónde igá. Sólo hay que sabeg volveg, y es fácil: siempge hacia aggiba.

Daba entender que le daba igual por donde fueran. Lo que significaba que no veía peligro por ninguno de los dos lados.

- Prefiero entonces las escaleras. Pero procuren pisar con firmeza. Las caídas rodantes pueden ser muy duras cuesta abajo ¡Adelante! - Dijo el precavido estudioso antes de emprender el descenso por las escaleras que bajaban hacía el corazón de las ruinas. Lucía bastante confiado a pesar de su estimable torpeza marcial y minera. Había elegido bien a sus compañeros, y al menos eso era lo que le daba seguridad y entereza en su proyecto aventurero.

Miro con el ojo experto de quien ha bajado un millon de veces... o quizás una... y los dos caminos me parecen igual de emociantes, a saber que hay aquí debajo, doy pequeños salitos de emoción apenas contenida.

-Vamos por donde sea, quiero encontrar la corona del rey perdido de...- pienso un poco- seguro que hay alguna corona perdida-. me rio agusto- jajaja- no tengo muy claro si de nervios o exitación.

Tesoros. Era el objetivo del grupo. ¿Qué es una aventura sin un tesoro? En todos los cuentos y canciones sobre aventureros y héroes siempre había una recompensa para los protagonistas. puede que fuera el favor de un rey, o la gloria, pero no ahbría de eso allí abajo. El oro y las joyas parecían más accesibles. Melissa lo sabía bien.

Las escaleras eran grandes peldaños de piedra de dos metros de anchura que descendían unos veinte metros, antes de que convertirse en una espiral descendente hasta un pozo oscuro del que no se veía el fondo. La tintenante antorcha del médico era toda la luz de la que disponían, suficiente para iluminar el diámetro del pozo, de unos ocho metros. Los escalones descendían y descendían, y descendían. Muerdeorejas renunció a seguir contando cuando llegó a cincuenta. Los extremos eran más anchos que en su lado interior, era la particularidad de los descensos en espiral. Cuanto más cerca de la pared más incómodo es el descenso, pero más difícil caerse. Aquellos escalones carecían de barandilla.

Ambrosio había dispuesto al grupo de la manera que más se adecuaba a su conveniencia. El Muerdeorejas encabezaba la marcha, compensando el peligro con su forteleza y terquedad frente a la muerte- Ambrosio le seguía casi de inmediato portando su antocha y escudriñando suspicazmente cada metro iluminado a la vista. Completaban la fila Melissa y el héroe a sueldo bretón, ambos veteranos en mayor o menor medida de la profundidades de aquellas minas.

Estos peldañ.. -la voz del Muerderorejas fue silenciada por la mano del bretoniano.

El instante se vivió en un completo silencio. Con la ballesta en la mano izquierda el bretoniano señaló una puerta de reja metálica que cerraba una obertura en la pared, un pasillo en la piedra. La escalera continuaba descendiendo pero allí había una puerta, y tras ella, apenas a diez pasos de ellos había una figura sentada en una silla, un vigilante sin duda. No parecía haber visto al grupo, ni la antorcha.

- ¿Louis, que ves...? ¿Enemigos acaso? - Fue todo lo que el cirujano atinó a decir por lo bajo mientras intentaba encontrar la causa de la discreción requerida por el bretoniano. Siguiendo las señas de héroe Ambrosio pudo distinguir vagamente una forma humana entre penumbras. Pero desconocía aún si debían preocuparse o no por aquella presencia. De cualquier forma, el grupo parecía tener la ventaja en esa situaciòn, agravada por tener al posible rival en la mira de un veterano aventurero como decìa ser el No-muerto.

Louis miró alarmado a Ambrosio cuando este habló, y con un dedo imperativo hizo gesto de silencio. El vigilante no pareció haber escuchado al cirujano. Era un goblin. Un goblin que dormía sentado en una silla de madera vieja y astillada. Llevaba un hacha sobre las piernas y apoyaba la cabeza en un trozo de cuero. Sin duda su labor era permanecer despierto y vigilar aquella puerta. Labor que cumplía con ineptitud.

Viendo el pobre infeliz dormido, levanto lentamente la ballesta y le apunto a la cabeza. Es un tiro facil, ¿quien podría fallar?...

Sin dar tiempo a otra accion quizas mas sutil, le disparo a la cabeza al goblin dormido. Con la practica de años es como un juego de niños impactar en la pequeña figura durmiente.

-Ea- sentencio.

Al ver morir tan plácidamente al goblin, Ambrosio sonrió satisfecho por la eficacia de sus mercenarios. Pero luego hizo una seña para que avanzaran hacia la posición con cautela mientras el los seguía iluminando el lugar con su antorcha. Cuando todos estuvieron frente a los despojos de la infeliz criatura, el médico se apresuró a revisarla en busca de alguna llave que pudiera pertencer a la puerta y algun que otro objeto de valor que el trasgo hubiera atesorado en vida.

- Hmm, veamos...

El virote atravesó el cráneo del goblin, su sueño se tornó eterno. Tuvo la decencia de no caer y hacer ruido. Se quedó en la silla, tal y como lo habían encontrado.

Bien hecho -le susurró Muerdeorejas a Melissa mientras le daba una palmada en la espalda.

Ambrosio intentó alcanzar las llaves a través de los barrotes de la puerta, necesitó de la longitud de su espada sumada a la de su brazo. La llave estaba colgaba de un eslabón de hierro, del cual colgaban otras llaves, parte de ellas al menos, pues todas estaban rotas y sólo conservaban el mango. 

Mientras el cirujano abría la puerta, acompañado del sonido del roce de metal con metal Louis sujetó la antorcha, y miró con desconfianza el pasillo por el que todos, sin decir nada, habían decidido entrar. Era un delgado pasillo por el que debían caminar de uno en uno.

No me gusta, paguece la guaguida de una tgibu goblinoide...

El enano escupió al suelo cuando el bretoniano dijo al última palabra, dio a entender que a él no le preocupaba. Su raza llevaba desde el principio de los tiempos luchando contra los pielesverdes, así debía ser hasta el fin de los tiempos. Nacieron enfrentados, morirán enfrentados.

Pero las palabras de Louis daban inseguridad. Una tribu goblin podía tener docenas de miembros, tal vez cien. No sólo el guardia como el que habían encontrado, tal vez algunos más agresivos y traicioneros, bajo el mando de un goblin más poderoso, o puede que un orco. Siempre había un pez más grande.

- Snorri, echá ese cadáver en algún rincón ciego donde no nos pueda delatar. - Ordenó presto el cirujano mientras terminaba de saquear a la víctima. Las palabras del bretoniano podían tener sabiduría, pero no les llevarían a ningún tesoro a ese paso.  Ambrosio tenía confianza en sus tres guerreros, y no vacilaría en seguir adelante.

- Tenemos la sorpresa de nuestro lado aún, y los túneles limitan en buena parte la efectividad de los números. Debemos procurar mantenernos unidos y no levantar la alarma entre esas miserables criaturas. Las ballestas de Louis y Melissa en la oscuridad pueden hacer de esto un juego interesante. Y en el peor de los casos... - Concluyó enseñandoles a sus compañeros la llave extraída del cuerpo inerte del trasgo. - ... nos damos a la fuga y los encerramos en su guarida. En marcha, pues. No perdamos más tiempo...

Muerdeorejas, obediente, agarró el cadáver del goblin con ambas manos y lo arrastró fuera del pasillo. Una vez en la escalera de caracol lo alzó sobre sus hombros y lo tiró por el negro agujero. Pasó una eternidad hasta que se oyó el golpe, indicativo de que había alcanzado el fondo.

¿Satisfecho?

Tenemos la sorpresa de nuestro lado aún, y los túneles limitan en buena parte la efectividad de los números.

Eso es vegdad-reconoció Louis-. Aún así, mucho cuidado. Las ballestas aquí no segvigán.

Abrió la marcha por el estrecho pasillo, con la espada en la mano, incómodo porque la punta rozaba en las paredes, y quiso tener a Ambrosio con el farol detrás de él, para iluminarle. Como Muerdeorejas se había rezagado haciendo desaparecer el cadáver a Melissa le correspondió el tercer puesto. Avanzaron por el túnel.