Partida Rol por web

Ese es el posadero. ¿Pero… que está diciendo? Nosotros no tenemos nada que… En aquel momento los acontecimientos de lo que pasó en la posada de Julia pasaron por mis ojos rápidamente y un escalofrió me recorrió la espalda. ¿Puede ser que fuera otro caso de la acción de aquel objeto que estábamos intentando vender? Todo aquello era horrible, la mujer disolviéndose en el suelo, los cinco ciudadanos agonizando, el portero acusándonos a gritos. Será mejor que nos vayamos de aquí Alfred, ese hombre no atenderá a razones, debemos ir a la posada a ver qué está pasando y hablar con… Con Felix y Erick, quienes levaban a la espalda aquel objeto que parecía atraer la muerte ahí donde estuviera presente. Oh no… Felix y Erick… espero que no… Una mirada interrogante bastó para que Alfred se diera cuenta de que quería decir.

Uno de los tres hombres que se enfrentaban a ti no te atacó, y parecía dudar mirando a uno y otro de sus compañeros. Mientras tanto, los dos restantes sí que estaban resueltos a acabar con tu vida como fuera, y lanzaron contra ti sendos ataques en superioridad numérica de dos contra uno, que por suerte para ti y desgracia para ellos fallaron y no lograron acertarte. Parecía como si algo te protegiera, más incluso que las bendiciones que habías lanzado. ¿Cuánto más duraría tu suerte? ¡Maldito perro! ¡Vamos, mátalo! Les apremiaba su líder mientras su frustración crecía.

Aprovechando la bendiciones que ahora mismo tenia su cuerpo, salio corriendo como alma que lleva el diablo, no estaba dispuesto a pelearse con tres hombres bien armados y perchados siendo el tan solo un individuo -Sigmar os castigara por vuestros actos asesinos -dijo mientras huía de los enemigos

¡Este se larga, mátalo! El líder de ese equipo fue tajante, mientras te lanzaba un ataque que falló. El otro compinche que estaba ahí mismo luchando te lanzo un tajo mientras salías corriendo. El ataque te acertó en la cabeza y te hizo un corte superficial pero que te hizo sangrar. Te estabas alejando a toda prisa gracias a las bendiciones que tenías aplicadas sobre ti mismo. El destino había hecho de un plumazo que se invirtieran los papeles que antes habías jugado con el pobre posadero.

Félix mira para atrás a ver si le siguen.

     Mis temores se acrecientan cuando me doy cuenta de que Mannfred está pensando lo mismo que yo. Me da reparo dejar el cabo suelto de Hannes, por miedo a que nos delate, pero el hombre no nos ha hecho nada y no soy un asesino desalmado así que hago caso a mi compañero y, algo aturdido me pongo en camino a plena carrera hacia la posada. Hay que sacar a nuestra gente de allí y salir de ésta ciudad cuanto antes. - Daos prisa. Hay que salir de aquí cuanto antes. Digo echando una mirada fugaz a mi esposa mientras continúo con mi carrera.

De las habitaciones contiguas a la tuya oyes como vienen sonidos, las puertas se abren, hay agitación, unos pasos rápidos se acerca a donde tú estás mirando con cara de pocos amigos aquella bola que no deja de supurar fluidos extraños. El olor te obliga a torcer el gesto, es nauseabundo, la muerte está en el ambiente. El objeto... ¿Qué hacer con él? El tiempo se acababa y las cosas se ponían difíciles.

Eric perdió algunos segundos milagrosos en observar la sala y que podía utilizarse de ella para ocultar la maldita esfera y salir corriendo, miró a uno y otro lado mientras entraba en esta y cerraba la puerta tras él, observó una vez mas la sala en busca de alguna clase de recipiente en el que poder volcar el siniestro objeto y rezó a Sigmar para que lo protegiera de todo mal.-Dios...ten piedad.-Suplicó a nadie en particular por la asquerosa acción que iba a cometer antes de acercarse definitivamente a introducir el siniestro objeto en el recipiente.

Cuando miras hacia atrás, ves extrañado que los que te estaban atacando no te siguen. Se han quedado en la puerta y se posicionan dentro de la posada. Algo están buscando, está claro, han ido directamente y no han dudado a la hora de intentar matar a un sacerdote de sigmar. Tan solo las bendiciones habían hecho que Félix saliera de ahí con vida, eso y la suerte, estaba claro.

La puerta de la habitación saltó hecha añicos como si de una explosión se tratara. Los restos de la misma colgaron en movimiento de las bisagras o se esparcieron por el suelo llenándote de astillas en movimiento que pincharon tu piel como pequeñas dagas aunque sin causarte daños. Un hombre de piel negra como el tizón, grandes músculos y un aspecto realmente aterrador ocupaba casi toda la puerta con su sola presencia. Te señaló con su letal filo mientras avanzaba hacia ti y decía: ¡Eh, tú! ¿Dónde está el orbe? El hombre de espectacular tamaño estaba flanqueado por dos sujetos que desprendían por todos sus poros señales de ser mercenarios contratados a golpe de talonario, y por las sombras que pudiste ver, quizás hubiera otros dos sujetos mas fuera de la sala. El tiempo se detuvo por un instante. ¿Quién era esa gente? ¿Cómo era que te habían pillado a ti solo si Felix estaba justo afue...? Las ideas corrían en tu mente mientras aquel hombre reclamaba lo que tenías justo en las manos en vuelto en una mochila. Tus manos aun estaban impregnadas con el viscoso fluido de aquel objeto.

Se acerca un poco a la posada para intentar ver que pasa -Erick -no sabe si Eric salio o no de la desde luego él no lo había visto, aun seguía armado con saco el martillo y tranquilo se acerco a ver que pasa, pero manteniendo la distancia

Si, claro, Felix y Erick ya deben de estar ahí. ¿Que les habrá pasado? Preguntó Julia mientras seguía a su marido con buen ritmo. Aquella  situación no le gustaba nada. Los muertos, la peste, las acusaciones... Comenzó a correr tras su esposo.

¡Rapido, en efecto! Mannfred también comenzó a correr mientras sacaba su arma, estaba claro que sabía que algo estaba yendo muy mal en la posada, y excepto que hubiera más gente con objetos como el que ellos portaba, eso era cosa de la esfera que Félix tenía ahora mismo en la mochila. Sintió una extraña sensación, como de vacío al no estar portando la esfera, algo que le erizó el cabello.

Te vieron recular y detenerte. Desde luego sabían que algo pasaba contigo y con tu persistencia en quedarte cerca de esa posada. No parecían ser tontos. Vieron que te dabas la vuelta y te encaminabas a la posada y no se quedaron a esperarte. Con un fuerte portazo, cerraron la entrada de la posada. Se oyeron un par de ruidos al otro lado de la puerta y voces amortiguadas. Erick… El pensamiento restallo en tu mente cuando recordaste que lo habías mandado arriba a por el objeto que había provocado todo aquello. Los 8 hombres con siniestras intenciones estaban dentro de la posada, y Erick estaba solo frente a ellos. Conociéndolo, no intentaría hablar precisamente con aquellos hombres armados.

Eh, tranquilo tio.-Dijo retrocediendo medio paso lentamente y sosteniendo la bolsa con una mano mientras se limpiaba la otra en la pernera del pantalón.-Si esta mierda se cae moriremos todos con la peste o algo peor...tranquilicemonos o esta cosa que no sé que cojones es nos matará.-Advirtió mientras la alejaba del grupo de mercenarios.

Alfred corría seguido a pocos pasos por Julia y Mannfred cuando se acercaron a la posada. Ya la podían ver y por lo que les llegaba de aquel lugar, todo estaba desierto y la puerta de la posada estaba cerrada a cal y canto. A 25 metros de la misma vieron que Félix, con cara de preocupado y sangrando por varios puntos entre ellos la cabeza, estaba mirando hacia la cerrada entrada con gesto ausente. Al parecer, el sacerdote de Sigmar había recibido varios golpes en una agresión, que seguramente contaría nada más ver al trió que llegaba hasta él en aquellos momentos.

     Al llegar a la puerta encuentro a uno de mis compañeros con signos de haber visto combate. - Maldita sea Felix, ¿que demonios está pasando? ¿que habéis hecho? ¿donde está Eric? Las preguntas se agolpan en mi boca, sabedor de que tenemos poco tiempo.

Al ver a sus compañeros respiro aliviado -Preparaos para el combate, sacad vuestras armas hay ocho soldados en el interior y vas por Erick -el ya estaba preparado par el combate en una mano la espada y en la otra el martillo

     Mi cara se enrojeció de ira mal contenida. Una vez mas Eric había vuelto a meter la pata y ésta vez el problema era grande. - ¿¡Os habéis vuelto locos!? ¡No es la primera vez que la guardia pilla a Eric con las manos en la masa, nos arriesgamos todos a la horca! ¿¡Que cojones habéis hecho ahora!? Ciertamente dudaba que curso de acción tomar, pues intentar salvar a Eric podía condenar a toda mi familia. Nuestra lucha con los guardias nos haría perder un tiempo precioso y si llegaban mas, lo que era casi seguro, nos veríamos desbordados. Por otra parte no teníamos por costumbre abandonar a los nuestros.