Partida Rol por web

El día estaba resultando bastante provechoso para Jack. Alguna cosa había sacado del caso que le estaba preocupando. Averiguó de primera mano lo que estaba ocurriendo en el pueblo. Y además había conseguido una cita con una hermosa muchacha.

Robin desapareció por la puerta principal del hospital y aceleraste para salir de aquí y no estorbar a ningún otro vehículo. Entre pitos y flautas ya era casi la hora de comer. Aunque gracias a aquella hermosa hamburguesa completa aún no tenías mucha hambre.

Mientras te ibas alejando del hospital tenías que decidir cuales serían tus siguientes pasos. Hasta las 8 aún quedaban algo más de seis horas.

Al alejarme del hospital, puse rumbo a Lomax & Co. De camino, pensando en Robin, una sonrisa tonta se me dibujaba en el rostro. - Después de todo, aun tienes gancho, Jack. - Me decía a mí mismo. La chica era una preciosidad, algo delgada para mi gusto, pero bueno, nadie es perfecto. Después de todo, había conseguido una cita para cenar con ella. Sería interesante para saber si habría feeling y, quién sabe...

Al cabo de unos pocos minutos, mi mente volvió a ponerse en modo profesional. Quedaba mucho para la cena y entre medio habría que jugar bien las cartas para sacar algo de Lomax. El tipo quería que le sacaran las castañas del fuego con el problema de ese tal Cortez. La posible vinculación de Jimmy con Lomax era el empujón que necesitaba para aceptar definitivamente el caso de esa hiena, así que me presentaría allí y vería qué podría encontrar buceando entre la mierda.

- Pensándolo bien, no creo que pille a Lomax de buen humor hoy, si sus camiones no pueden salir ni entrar de la ciudad. - Sonreí con un punto sádico, al pensar en Lomax ulcerando. Eso sería un factor, aunque aun no sabía si a mi favor o en mi contra.

El almacén de carga y descarga de Lomax & Co. Se encontraba a las afueras, pero casi en dirección opuesta al accidente de la avioneta. Volviste a centrarte en el caso, al menos mentalmente tratarste de repasar los datos de que disponías, tanto la del “suicidio” de Jimmy, como el caso Cortez y la posibilidad de que ambos casos estuviesen relacionados.

Habías supuesto lo que te podías encontrar allí y... No ibas a estar nada desencaminado. Nada más llegar pudiste ver a seis de sus camiones aparcados, demasiados para la hora que era y no los estaban precisamente cargando. Un grupito de hombres estaban sentados en en mismo muelle de carga. Un par de ellos comían un bocadillo y... no parecían estar haciendo mucho más. Las oficinas debían de estar en el interior.

- Tal como sospechaba, los camiones parados y los camioneros pasando el tiempo. Lomax estará como para pedirle un aumento. - Pensé al aparcar mi coche en el lugar reservado para las visitas a la empresa.

Tras bajar y cerrar el vehículo, me dirigí directamente a las oficinas. El pez gordo ya me había ofrecido el caso y le dije que me lo pensaría, así que tengo la excusa perfecta para ir a verlo. Tenía la intención de preguntar por él directamente en recepción y esperar hasta ser invitado a su despacho.

- Hola. Soy el señor Mason. Quisiera ver al señor Lomax. Me está esperando. - Esta última frase, "me está esperando", es lo que hay que decirle a las secretarias para que no comiencen con las típicas preguntas de "¿Tenía usted cita?" y demás zarandajas y que así descuelguen directamente el teléfono para llamar a su jefe. Uno ya es perro viejo.

- Además no es del todo falso. - Pensé, divertido. - Hace unos días que me espera.

Al entrar subiste las escaleras que daban a las oficinas, en la parte superior de la nave industrial. En la primera de las habitaciones, ya allí directamente estaba la secretaria.

Tras el pertinente salido, por lo directo de tus palabras, tu decisión y tu experiencia causaron que hiciese exactamente lo que te habías propuesto. Excepto por lo de que el telefonillo no funcionaba por no haber luz y la secretaria se levantó para acercarse hasta su despacho.

No llegó a entrar del todo, se asomó, le dijo algo y en pocos segundos volvió contigo – Puede pasar.

Allí te fuiste directamente y pasaste a su despacho. Más que de mal humor parecía sombrío y preocupado, con las manos juntas delante de la cara y la miraba fija en su mesa, pero sin mirar nada en concreto.

Finalmente suspiró y fijó su mirada en ti - ¡Vamos pasa, siéntate! - Dijo ofreciéndote con la mano la butaca que había al otro lado de su mesa - ¿Qué te trae por aquí, Mason? Has tardado un poco en dar señales de vida ¿No?

- Gracias, estoy bien así. - Le respondí ante su oferta de butaca. Observé con detenimiento el despacho mientras hablaba*. - He estado liado estos días, señor Lomax. - Tenía la costumbre profesional de llamar a mis clientes de "señor" o "señora", según el caso - Tenía unos cabos sueltos que atar antes de poder dedicarme al cien por cien al caso que usted me ha propuesto. Espero que lo entienda.

Tras una pausa escueta para mirar a los ojos a Lomax, continué - He visto que tiene a los camioneros mano sobre mano. Eso de estar aislados no debe ser bueno para el negocio... pero por otra parte, me irá muy bien para mi trabajo, pues podré hablar con la mayoría de su personal sin tener que esperar que vuelvan de la otra punta del país. Si es que sigue interesado en que investigue el tema Cortez para usted.

Saqué un cigarrillo. - ¿Le importa si fumo?

Al principio Lomax enarcó ambas cejas dando a entender que bueno, que te atendía y podía entender lo del "retraso" en que le respondieras.

- Pues si, cada hora con esos camiones en el garaje aparcados estoy perdiendo cientos de dólares. Si esto se alarga les voy a tener que dar vacaciones... - Ahora parecía haberse puesto un poco más impaciente – Me parece bien que investigues pero si voy a la quiebra no voy a poder pagarte mucho – Dejó caer. Estaba claro que ahora la situción era su mayor preocupación.

- Puedes fumar – Al decirlo se levantó y fué a abrir la ventana - ¿Tienes suficientes datos, necesitas alguna cosa?

Encendí el cigarro y dí una buena calada antes de continuar.

- Sí, señor Lomax. Necesito saber, con todo detalle, qué le contó a la policía cuando vinieron a investigar el caso y, sobretodo, qué no contó a la policía y que tenga que ver en todo esto. - Miré a los ojos de Lomax fijamente. Antes que éste pudiera resolver el dilema interior que pudiera suscitarle el responderme, puntualicé: - Mire, para avanzar en estas cosas es mejor no andarse con rodeos. A mí ni me va ni me viene la legalidad de sus asuntos, señor Lomax, soy un investigador privado que se debe a quien le paga y me importa bien poco lo que pueda llevar en sus camiones, ya sean paquetes de arroz u órganos humanos de contrabando. No es de mi incumbencia. Pero le haré preguntas incómodas que no respondería ni a su madre, para saber qué terreno piso. Si nos comportamos como adultos y me responde con sinceridad, podré avanzar con el caso. Si va a esconderme datos, mejor lo dejamos aquí y nos ahorramos tiempo y dinero.

Tras una nueva calada, finalicé: - Así que, ahora, con este nuevo enfoque, le ruego que me cuente nuevamente con pelos y señales lo sucedido con Antonio Cortez.

Lomax dejó la ventana abierta y volvió a su silla de cuero donde se acomodó mientras hablabas.

Lo primero que hizo fue enarcar ambas cejas – Cortez tenía llaves, habitualmente era el último en cerrar y el primero en abrir, era el encargado y mi mano derecha. Yo habitualmente llego hacía las ocho y media, ese día a las siete recibí una llamada de uno de mis transportistas, cuando llegó se encontró con el cuerpo de Cortez en medio de un charco de sangre. Le dije que fuese llamando a la policía y que iba para ahí – Te dijo casi del tirón, seguramente ya lo había repetido muchas veces – No sé a que te refieres con lo que “no les conté”, no tengo nada que esconder – Se cruzó de brazos como ofendido. Aunque... ¿Quien no tiene algo que esconder?

Ante tus siguientes aclaraciones su gesto se relajó un poco - ¿Sabes qué? Lo que me has dicho es lo mismo que les digo a mis clientes. No hago preguntas sobre las mercancías. - Este dato era bastante importante. Entonces seguiste con aquello de las preguntas incómodas y me arrancaste una carcajada, al menos la risa parecía sincera y no sarcástica – Ambos somos hombres de negocios, creo que podremos entendernos.

Cuando hiciste de nuevo énfasis en el caso Cortez se levantó de hombros – Quiero aclarar lo sucedido, pero no se que quieres que te cuente, ya le he dicho lo que sé. Si tienes preguntas concretas no me importará responderlas - En esto parecía decir la verdad, o al menos lo decía convencido.

- De acuerdo, señor Lomax. De momento no tengo más preguntas para usted, así que no le robaré más de su preciado tiempo, de momento. Pero sí que querría poder hablar con el hombre que encontró el cuerpo de Cortez, el mismo que le llamó, según me dice. Además, querría hablar con cualquiera que haya sido interrogado previamente por la policía, mientras intentaban arrojar luz sobre este caso.

Le dí una nueva calada al cigarro.

- Supongo que tal como están las cosas, no interferiré demasiado en el trabajo de cada cual.

Lomax se levantó de hombros – Robert Parker es el empleado que lo encontró, debe de estar con los demás por ahí abajo - Luego miró brevemente al techo y luego a ti – Pues la científica estuvo inspeccionando el lugar, pero preguntas… Creo que sólo le hicieron a él y a mí como su responsable laboral. Desconozco si entrevistaron a familiares u otra gente ajena a la empresa.

Asintió con la cabeza – Está bien, cualquier cosa que necesite con respecto a la investigación hágamelo saber

- De acuerdo. - Respondí con un energético ladeo de cabeza. Busqué un cenicero y apagué el cigarro en él. - Si le parece, le iré pasando a su secretaria las minutas de gastos, que deben ser por adelantado. Quinientos dólares a la semana en este concepto, a menos que haya algún extra que no entre en el concepto general de la minuta, pero no se preocupe, eso casi nunca sucede, es más en casos donde hay que hacer viajes y tomar aviones o noches de hotel o similar. De entrada, no parece que vaya a ser el caso. - Mientras recitaba esto, saqué un papel, doblado, del bolsillo interior de la chaqueta, donde llevaba una minuta al uso. - Si tiene la bondad de darle el ok para que me la pague, puedo ponerme con ello ahora mismo. - Hice el gesto de irme, pero sin moverme, esperando que él hiciera lo que le he pedido, ofreciendo la minuta, por si quisiera revisarla o firmarla o simplemente tomarla y entregársela personalmente a la secretaria, lo que tuviera por costumbre en la cadena de aprobaciones de su empresa. En el papel detallaba la cantidad de 500$ en concepto de gastos semanales y un texto donde excluía de estos gastos una serie de conceptos que se resumía en lo que le he explicado, así como un parágrafo más genérico donde podría incluir cosas menos comunes, como material específico, servicios de terceros o adquisiciones de armas o vehículos.

- Está bien – Suspiró Lomax – No obstante por el momento voy a poner un tope de 3000 dólares. Si va a rebasar esa cifra te ruego que me lo indiques con anterioridad – Tampoco era extraño del todo esto, no era la primera vez. El cliente quería asegurarse que el gasto no se disparaba sin previo aviso.

Tomó el papel y lo miró. Escribió que el límite eran 3000 y a continuación lo firmó, antes de devolvértelo de nuevo – Si hay cualquier novedad te ruego que me lo hagas saber.

Y con esto supuestamente estaba zanjado el tema de la burocracia. Podías comenzar con el caso ya mismo. Entre unas cosas y otras había transcurrido algo más de una hora. Quedaban poco más de cuatro para recoger a la chica.

- Muy bien. Entendido, señor Lomax, no se preocupe que le aviso en cuanto tenga algo de suficiente interés.

Con el papel en la mano, me dispuse a abandonar el despacho del empresario, tramitar el cobro del adelanto semanal de 500$ con la secretaria, salir fuera de las oficinas para acercarme al grupo de trabajadores que viera antes y preguntar por el tal Parker.

Saliste del despacho y la secretaria no tuvo ningún problema en tramitar el cobro al ver que todo estaba en orden.

Con esto aclarado ya saliste al exterior, los transportistas seguían allí. Por lo visto uno se había hecho con un balón balón de rugby y varios de ellos se estaban haciendo lanzamientos con la mano, para evitar el tedio y el aburrimiento. De los siete hombres que allí habían ninguno te prestó una especial atención, a excepción de alguna esquiva mirada.

Al salir al exterior, mientras observaba a los trabajadores haciendo pases, encendí otro cigarro. Me acerqué a ellos, concretamente a los que no estaban jugando.

- Un día tranquilo, eh? - Les dije mientras les ofrecía un pitillo. - Menudo lío se ha montado con la barrera esa. ¿Alguno la ha visto? - Pensé que sería mejor iniciar la conversación con la oferta de tabaco gratis y soltarles la lengua hablando de lo que todos tendrían ganas de comentar. Mientras tanto, me fijaba en cada uno de ellos, sopesando sus personalidades y, como siempre hacía de forma inconsciente, usando la clasificación de moldes: amoldando cada hombre a un sujeto tipo en el que encajaban cientos de personas que hubiera encontrado antes. Era una manera como cualquier otra de saber qué podía esperar de cada cual.

El transportista más cercano a ti aceptó tu pitillo y enarcó una ceja – No, llevamos aquí desde la mañana. ¿Tú si la has visto? - Te preguntó con curiosidad.

Este primero parecía bastante sociable. El segundo te miró con cierto recelo, difícil evaluar tan pronto pero a priori no parecía tan receptivo. El tercero y el cuarto miraban como jugaban sus compañeros ya que no se enteraron o pasaron directamente de tu acercamiento.

- ¡Que va! - Le pegué una buena calada al cigarro. - Pero todo el pueblo está como loco y cada cual cuenta lo que le parece. No sé qué habrá de verdad en todo esto, pero lo que sí parece cierto es que no se puede salir ni entrar. - Negué incrédulo con la cabeza. - Para mí que la poli la está liando parda, seguro que alguna mierda se les ha ido de las manos y ahora nos vienen con historias para no dormir. ¡Tsch! Mierda de bofia.

La intención de mis palabras era clara. Lo primero era quitarme de encima la peste a policía que podría haberme quedado, de forma residual, impregnando mis ropas. Lo segundo era hacerles largar la lengua sobre la policía, a ver si alguno se animaba a explicar que los chicos de azul anduvieron por aquí hace poco.

Lo que conseguiste es que se riese con tu comentario sobre la policía. Cosa que no estaba mal para distender la situación. Acto seguido encendió el cigarro que le diste.

- Pues nada, a ver lo que nos dice el jefe, pero por el momento como estamos dentro de la jornada laboral... pues aquí estamos - Dijo no con poca resignación - Estar en marcha es entretenido, pero estar parado y sin nada que hacer es un asco. Por cierto ¿A qué se dedica a parte de dar tabaco a transportistas ociosos?