Partida Rol por web

La sombra habla de nuevo:

- Matad a ese bastardo! su alma debe venir con nosotros. Mi señor os recompensará, PEDID! PEDID!!

Ramón ( padre ) sonrie a la sombra y vuelve a sonreiros a vosotros, pero no es una sonrisa normal y corriente, no denota alegría sino locura. O algo peor...

 El joven Ausàs, simplemente empieza a girarse para largarse.

 - Eso no va conmigo, que les den por culo a esta puta familia y sus brujerías.- Gira un momento su rostro para miraros.- Quedaros o largaros, pero yo me voy de aquí, pero ya.

Leandro ignora todo lo que la sombra flotante les está diciendo y se limita a su labor de acabar con el brujo que tiene enfrente de él, aunque tanta distraccion a su alrededor le hace distraerse y falla el golpe que debia haber acabado con Ramón.

Había visto muchas cosas intrigantes en África, en el desierto, pero tal vez esto superase todas las espectativas, incluso todas las historias que había oído hasta ahora. La magia, la brujería, eran cada vez algo más real, algo más tangible para mí. Aquello demostraba que yo tenía razón en muchas cosas, y que no era un loco, como me tildaron en África y en Granada.

Aunque la sombra sea algo sobrenatural, sus palabras me intrigan- ¿Quién ser señor tuyo, y qué poder pedir?

Miro asustado de un lado a otro sin saber qué hacer ni que decir. Un sudor frío recorre mi espalda. No puedo creer nada de lo que veo. El temor paraliza mi cuerpo hasta la secuencia de asesinato por parte de Leandro. En ese momento salgo corriendo de la habitación a buscar algo de aire y tranquilizarme.

Soy un simple médico. Ni un soldado, ni una asesino. Ni siquiera sé manejar una espada. ¿Cómo he llegado hasta aquí?¿Cómo ha sucedido todo? Mi mente seguía dando vueltas ya a escasos metros de la casa.

- ¿No véis que su señor es el mismísimo Demonio? , no hagáis tratos con él! os engañará. Siempre lo hace pero yo he sido mucho más listo.

Escupe en dirección a la sombra, el lapo se estrella contra la pared del cuarto pasando a través de la incorpórea sombra

La sombra hace una mueca que os parece que es una especie de endurecimiento del gesto, como si se pusiese seria, pero claro no se muy bien ya que refleja la pared que tiene detrás.

- Se me agota la paciencia, matad a Ramón o sacadle fuera. Si obedecéis seréis recompensados. Si no , sufriréis las consecuencias. Es mi última oferta.

Al menos él prometer algo... Mejor oferta que haber ahora... -Diciendo esto, decido hacer caso a la sombra, y lanzo una estocada al supuesto brujo, aunque no es muy certera...

No ser nada personal. Solo negocios, no poder comer de aire...

 Ausás se pierde por las escaleras que bajan hacia la planta baja, desentendiéndose de toda esa locura de brujos y demonios. Sin guardar la espada o el escudo tras ver como las gastan por este lugar.

 - Ya soys mayorcitos, suerte.- Dice sin volverse a los que se quedan arriba.

No podía creer nada de lo que acontecía. Aún escuchaba gritos y espadazos en la pate superior de la casa, cuando ví bajar a Ramón espada y escudo en mano. Aún confuso, levanto mi espada. No estoy convencido de sus intenciones. Si quisiese atacarme estaría preparado. Ya no sabía quién era mi amigo ni quién mi enemigo. Los último acontecimientos se arremolinan en mi mente.

Cuando intentáis abrir la puerta del piso de abajo os dais cuenta de que por alguna razón, la puerta de la Masía está atrancada. No podéis salir fuera. Una oscura y misteriosa fuerza la ha cerrado.

Además de los ruidos de la planta de arriba escucháis fuera de la masía unos ruidos extraños, como si alguien arrastrase algo o tierra removiéndose.

 Hijos de perra.

 - Hijos de perra. ¡Maldito el día en que mi camino se cruzó con esta familia!

 El joven busca un banco u otro mueble grande y le indica a Fernando que lo coja.

 - ¡Vamos a derribar esa puta puerta!

 El joven se echa el escudo a la espalda y envaina la espada para aferrar el mueble para usarlo a modo de ariete.

Leandro vuelve a blandir su espada en contra del brujo e impacta en él, más por la suerte que por su habilidad en esta ocasión, hundiendo el afilado metal en la carne del anciano.

Comprendiendo perfectamente que es lo que me indica Ausás envaino mi espada y sigo sus instrucciones. Entre ambos cogemos una especie de banco y arremetemos contra la puerta. Quiero alejarme de esta horrible masia y volver a mi tranquila vida.

La espada de Leandro se hunde en la pierna izquierda del mercader que lanza un grito y se desmaya.
La sombra se acerca a vosotros mientras os susurra:

- Bien hecho! Mi recompensa os aguarda fuera JAJA

y diciendo ésto desaparece completamente.

Quedáis en la habitación Mohammed y Leandro con cara de circustancias y el mercader medio muerto a vuestros pies, Fernando y Ramón están en la planta de abajo.