Partida Rol por web

Me acerco, todavía asustado por el espectáculo que acabo de contemplar.

- Salvarnos la vida a todos, sospecho -comento con voz pausada- ¿No es así, Joh? Se lo han llevado todo a cambio de dejarnos seguir ¿es eso lo que ha ocurrido?

El mercader os mira fijamente.

-Así es; He podido convencerle de que no nos mataran ni nos levaran como prisioneros, pero no he podido evitar que s ehicieran con la mercancía. -Esboza una leve sonrisa. -Pero no está todo perdido. Todavía guardo una ultima carta en la manga. ¿Sabeis¿ Me gustaría confesaros un secreto; Explicaros con detalle el porqué de este viaje, pero creo que vosotros también deberíais sinceraros conmigo. Me resulta muy extraño encontrarme con un grupo de Brolianos en un lugar tan poco transitado de Prax, tan aparentemente desorientados y con tantas ganas de regresar al imperio. Sé que no sois quienes pareceis y me gustaría saber la verdad.

Swen juguetea con el pie haciendo con él círculos en la tierra mientras mira su obra con interés.

- Si nosotros supiérieramos que hacemos aquí... Sólo sabemos que aparecimos aquí, sin saber como, junto a tus pertenencias. Los espíritus debían pensar que necesitabas nuestra ayuda y por eso seguimos las huellas de los broos. Ahora sólo deseamos regresar a nuestra tierra y así recuperar nuestra vida y seguir con lo que teníamos entre manos. ¿Acaso reclamaste la ayuda de tus dioses para que te salvaran?

Asiento vigorosamente ante las palabras de Swen.

- Sí, Joh... creo que te oí decir algo de eso... de que habías implorado la ayuda de los Dioses, de tus dioses ¿es posible que sean los mismos que los nuestros? Hay muchos y muy diferentes. Los lunares tienen los suyos, los carmanianos otros, y los de los brolianos también son diferentes. Sólo Odayla permanece de una manera u otra en casi todas las culturas que he conocido -añado, orgulloso.

Sorprendido por lo que acaba de oír, Joh Mith sacude la cabeza como si acabara de salir de un sueño.

-Entonces... ¿No fué una casualidad? ¡Mis plegarias al Señor de los Caminos funcionaron!

Después os mira con algo de tristeza.

-No solo estoy en deuda con vosotros por haberme salvado la vida, sino que además yo soy el único culpable de que esteis tan lejos de vuestro hogar. En ese caso... haré lo posible por ayudaros a regresar cuando todo esto termine. Mirad.

El mercader rebusca entre sus ropas y extrae un pedazo de metal de color apagado y en forma de cuña. Parece bastante pesado a pesar de su tamaño, que es poco mayor que el de un puño.

-Esto es metal verdadero, extraído directamente del Gran Bloque que los fieles de Toro Tempestuoso adoran al Sur de aquí. Me costó muchísimo conseguirlo y es sin duda la mercancía más cara que jamás he transportado. Debo llevarlo a Adari para entregarlo a un troll negro que sirve directamente a los trolls de la raza señorial que habitan en las profundidades del Castillo de Plomo. No sé para que lo quieren, pero supongo que tendrá que ver con la guerra que se avecina; De todos modos mi trabajo no consiste en posicionarme a favor d enadie y, sinceramente, si forma parte de los planes de tales seres, puede que les lleve siglos. Los troll que nos atacaron formaban parte de un clan rival; Eran guerreros muy preparados e implacables, pero por suerte, como yo suponía, no sabían qué venían a buscar, por lo que se llevaron toda la mercancía, que tan solo era un señuelo.

El mercader se levanta de un salto.

-Acompañadme a Adari. Con el tiempo que tarden esos trolls en llegar a su destino y descubrir que no llevan lo que buscaban habremos entregado la mercancía y salido del lugar. Si viajamos hacia el oeste justo por debajo de las Montañas Indigo, encontraré la forma de ayudaros en vuestro regreso.

Mi mirada de asombro se transforma poco a poco en una media sonrisa.

-¡Ja! Eres un tipo listo, Joh. Iba a proponerte seguir a ese grupo de trolls para recuperar la mercancía, pero si todo formaba parte del plan, ya no será necesario -envaino la espada, satisfecho con el plan-. Aunque es una lástima lo del caballo, parecía un buen animal. Pero bueno, ¿nos ponemos ya en camino? -propongo a todos-. Todavía falta bastante para que salga el sol, pero cuanto antes lleguemos a Adari, mejor. Y además, después de todo esto yo ya no podría seguir durmiendo -acto seguido, me pongo a recoger mis cosas y a encender varias antorchas. Luego, recuerdo algo que ha dicho Joh y le pregunto-: Por cierto, ¿qué es eso de la guerra que se avecina?

Intento seguir la conversación, todavía algo nervioso por la incursión troll.

- Exacto... yo no tengo inconveniente en seguir el viaje, pero eso de meternos de cabeza en una guerra... Recuerda que no hemos llegado hasta aquí viajando de manera normal, no sabemos casi nada de lo que acontece por estas tierras.

Erikand se sorprende por la resolución de Joh. Sin duda era un hombre de recursos.

- Así que este pedazo de metal es bastante mas valioso que todo lo que se han llevado esos trolls. Es curioso que les hayas convencido de dejarnos vivos. Con esa superioridad numérica, bien podrían habernos aniquilado y haberse ido con todo. Incluido nuestros cuerpos si hiciese falta. No sé que les habrás contado, deberías enseñarme algunos de tus trucos. En cuanto a lo de seguirte, - Erikand se encoge de hombros- yo sólo sigo a nuestro líder y él ya ha decidido. Si nuestro mejor hombre no tiene ningún inconveniente podemos partir ya.- Dice mirando a Swen.

Tras una larga marcha, siempre a orillas del rio, llegais por fin a la ciudad de Adari. En realidad se trata de un pequeño asentamiento formado por casas bajas de madera y barro endurecido que no contará con más de cincuenta habitantes. Pero la verdadera majestuosidad del lugar se encuentra alrededor de ella, donde decenas de tiendas de lona sirven de cobijo a viajeros y comerciantes. Jinetes nómadas, trolls, gentes de Sartar y Pavis, conviven en paz, aunque de forma temporal en el último asentamiento humano de Prax. El lugar bulle de actividad entre pieles de animales exóticos, especias llegadas de más allá del Gran Desierto y monturas y bestias de carga de toda índole.

Mendigos y tullidos os abordan al veros llegar, así como comerciantes de todos tipos que os ofrcen desde comida que jamás habríais imaginado a esclavos tales como trollkins, tritónidos o hombres y mujeres de todas las edades y condiciones.

Joh Mith mira su muñeca izquierda y como si ello le revelara de algún modo el momento exacto en el que os encontrais dice: -Nos alojaremos en la posada local. Esta misma noche saldré a realizar el intercambio y vosotros me esperareis allí. Si todo va bien, mañana por la mañana podremos partir de nuevo.

Dicho esto os conduce directamente a la posada, donde podeis, por fin, sentaros a comer y beber cómodamente.

Sentado junto a los demás, devoro con avidez la carne de pollo asado. Como casi sin ver la comida. Estoy absorto en mis pensamientos, tratando de asimilar la experiencia de atravesar un pueblo tan bullicioso como Adari después de tantos días caminando por las llanuras. Todos los animales extraños que he visto fugazmente, todo el batiburrillo de gritos y ofertas en idiomas incomprensibles y todos los atractivos olores de especias desconocidas me han desconcertado y deslumbrado a la vez. Bebo un largo trago de cerveza para regar la comida que he engullido demasiado aprisa.
-¡Esta cerveza es tan mala que parece orín de oveja! -comento asqueado después de pasarme el antebrazo por los labios-. Pero oye -le digo al comerciante a la vez que alargo el brazo para coger otra pechuga-. ¿No prefieres que te acompañemos esta noche? ¿No será peligroso? -pregunto en voz baja.

Estoy tan cansado que hasta me cuesta comer, aunque reconozco que me atrae la idea de explorar la ciudad. Veo una buena posibilidad en la proposición de Kenvent.

- ¡Grmpf! -mascullo, con la boca llena. Engullo ferozmente y continúo- ¡Eso! ¡Podemos acompañarte!

"Tal vez haya algo parecido a una capilla del Dios Cazador por aquí", pienso, "y no parece un lugar rico, pero podría haber gangas para un cazador avezado".

-No hace falta que me acompañeis. -Dice Joh Mith tranquilo. -Es más, es necesario que no lo hagais. Los uz tienen un extraño sentido de la palabra y si acudo a la cita acompañado cuando dije que iría solo, podemos tener problemas. Aprovechad lo que queda de mercado y descansad bien esta noche. Os lo habeis ganado.

Erikand estudia de lejos el mercado, este lugar es un lugar extraño, y muy exótico. Suponiendo que muchos de estos objetos excéntricos y exóticos serán preciados en las zonas más céntricas, Erikand primero le pregunta a Joh, un experimentado mercader.

- Joh, antes de irte... Podrías aconsejarme, tu que sabes, sobre productos que se puedan vender bien en el centro del imperio? Como te dije estoy empezando con este oficio, y tengo mucho de lo que aprender.

Después del intercambio de palabras, Erikand empieza a buscar en el mercado productos que sean baratos y pueda venderlos a un precio más caro en el centro.

Deambulo entre los puestos con una sonrisa en el rostro. Casi no reconozco las plantas y ungüentos, así que debo andarme con cuidado para que no me timen.

¿Qué encontraré? Me vendrían bien útiles para cazar o tal vez algún veneno... o incluso algún ungüento curativo. Aunque ciertamente las mercancías son tan extrañas que me despistan un poco.

Tras un buen rato en la posada, finalmente me animo y me acerco al mercado. Tal vez encuentre algunas pieles para abrigarme mejor por la noche o un buen pedernal para hacer fuego, aunque sobre todo me acerco simplemente para curiosear un poco las mercancías y las gentes extrañas de este pueblo.

Por la noche os reunís de nuevo en la posada. Issar trae consigo un saquito de especias que le han asegurado que provienen de las Montañas de los Gigantes, donde nace el Zola Fel, y que proporcionan un sabos único a cualquier plato elaborado con ellas, y cuyo valor puede doblarse o triplicarse cuanto más se aleje uno de Pavis. Orlev ha encontrado una manta fina de aspecto extraño que es capaz no solo de evitar que el agua la empape sino de repelerla, con lo que asegura una impermeabilidad completa. William se hace con tres flechas silbadoras, usadas por los cazadores de la zona para marcar su posición cuando avistan alguna presa interesante; estas flechas poseen un interior hueco con orificios que hacen que silben al ser disparadas al aire.

Joh Mith engulle su cena temeroso de llegar tarde a su cita y se levanta d ela mesa. Insiste en que no le acompañeis y queda con vosotros mañana a primera hora. Debeis partir lo antes posible ya que cuando la banda de trolls que os robó, descubra el engaño, no dudarán en venir a buscaros.

Contemplo las flechas con una leve desilusión, preguntándome si seré capaz de hacerlas yo mismo cuando gaste estas tres. En todo caso pueden ser útiles para avisar a mis compañeros cuando me adelante a explorar así que acabo sonriendo ¡al final mi pequeña incursión en el mercado de Adari no ha ido tan mal, después de todo!

Veo como se marcha Joh y me dirijo a mis compañeros con voz cansada:

- Yo creo que voy a irme a dormir. Mañana será un día tan largo como el de hoy, seguro, y francamente estoy agotado. Espero que los dioses os den sueños amables y reparadores incluso en tierras tan extrañas como éstas.

Con una inclinación de cabeza y un bostezo apenas reprimido, hago ademán de marcharme.

A la mañana siguiente, Joh Mith os está esperando en los establos de la posada, con semblante sonriente y acompañado por un enorme escarabajo, idéntico al que llevaban los troll que os asaltaron hace algunas noches, cargado con mercancías varias, para continuar el camino.

Dando por terminada vuestro trabajo como escoltas del extraño trozo de metal, salís de Adari en dirección Oeste.

A mediodía, cuando os parais a comer algo al cobijo de unos árboles que crecen retorcidos por acción de continuados vientos, el mercader, que ha permanecido en silencio toda la mañana, apenas hablando más que de asuntos triviales, se decide a hablar de vuestro futuro inmediato.

-Este ha sido uno de los viajes más emocionantes que he hecho en años. No solo he visitado el gran bloque, sino que he estado a punto de morir un par de veces, he presenciado un ritual desconocido para cualquier hombre y, como no, todo os lo debo a vosotros. Vereis, he estado pensando cómo ayudaros a regresar al Imperio para saldar mi deuda con vosotros y he encontrado tres rutas distintas.

Joh desplega un mapa en el suelo y os indica los posibles caminos a seguir.

-La opción más lógica sería emprender el camino hacia el Paso del Dragón. Allí, en Alda Chur, podría encontrar una caravana que os llevaría directamente a Dara Happa, casi en el corazón del Imperio, desd donde podríais moveros a donde quisierais. El único problema... (Joh os mira inquisitivamente) ...es vuestra relación con el Imperio. No sé mucho de vosotros, pero debo advertiros que esa caravana debe pasar gran número de controles e inspecciones, por lo que si teneis algo que ocultar, será difícil terminar vuestro camino.

-Existe una segunda ruta. Las grandes montañas del norte son conocidas como "Las montañas infranqueables" debido a la altura y lo escarpado de sus picos. Cruzar por allí hasta el imperio resultaría imposible, a no ser que... os atrevierais a cruzarlas a su través. Sé de la existencia de un paso subterráneo utilizado en la antiguedad por trolls de la raza señorial. Actualmente está en desuso y nadie sabe qué puede morar en su interior. Puede ser peligroso, pero también puede ser que los cuentos sobre túneles que conducen al mismo infierno, seres demoníacos y bandas de guerra troll perdidas para siempre en sus laberintos sean exageradas. Si deseais intentarlo, puedo conseguir que los que custodian la entrada os permitan el paso. Sería un peligroso viaje, pero no creo que nadie esperara veros aparecer por allí.

-La tercera opción sería que me acompañarais al Valle de ls Flores. Allí existe una comunidad uz que cuida de las plantas y las enormes colonias de abejas gigantes. Quizás pudiera convencerles de que os dejaran montar en sus insectos gigantes y os llevaran de forma segura hasta su siguiente colonia en el norte. Sería un viaje rápido y seguro, aunque después os quedaría un largo camino por andar.