Partida Rol por web

-Fafnir...- dijo con mirada de pena. -Sí que puedes, no digo que el Inframundo esté lleno de demonios pero los hay. La armadura que buscas es la del Señor Oscuro, la de aquel al que debéis destruir con el pergamino. La de aquel que hace un año ya destruye vuestro mundo.

Meneó la cabeza, puso una mano en el hombro del muchacho.

-Es mal puro... no hay nada bueno ni en él, ni en ella. ¿Entiendes? Podrías intentarlo pero temo, temo por tu propia salvación...

Me quedé pensativo unos segundos.

-Tu eres fuerte, verdad? Lo suficientemente fuerte como para matarme, no es así?- la miré a los ojos, esperando su respuesta.

-Sí...

Dijo con una evidente sorpresa en su voz, mirando al íncubo con ojos como platos. "¿Qué le estaba proponiendo?" El ángel del inframundo casi tenía miedo de preguntar...

-Bien, entonces coloca un hechizo en mi o un poco de tu energía sacro-oscura o lo que sea, en mi corazón, para que al momento que me corrompa y no haya marcha atrás la actives y yo muera, será una garantía para ambos, te parece bien?- le dije con decisión en el rostro.

-Fafnir...

Su mirada se nubló del todo, lo miró llena de agitación.

-No me pidas eso, eres como un hijo para mí. No me pidas que te mate, siempre encontraré otra manera. Puedo prometerte esto: intentaré salvarte si veo que la oscuridad te engulle. Estamos conectados. Lo sabré...

Zarandeó sus hombros, decidida.

-¿Trato?

Me sorprendió su gesto y la forma en la cual dijo que estábamos conectados, pero supuse que sabría más conforme fuera avanzando y más si seguía el camino que había elegido.

-De acuerdo, trato hecho- dije levantando el meñique.

Fafnir había retornado al campamento luego de haber dado una caminata. Pensando estaba en sus cosas cuando vio algo que le alarmó. En donde estaban sus amigos había sucedido algo: Mía, Tempestad y Viento se encontraban bien, aunque estaban profundamente dormidos... como si una magia los tuviera así. No podía decir lo mismo de Khivit o Madera Oscura quienes yacían con el pecho abierto y sin sus órganos, iluminados bajo la tenebrosa luz de luna. 

El dragón se encontraba mirando todo con suma pena.

-Llegaron sombras -dijo -no pude moverme, no pude evitarlo... no pude... hacer nada.

Miró a Fafnir con ojos de súplica.

-Ayúdame a despertar a los que aun viven...

El íncubo allí notó que el enorme ser se hallaba inmovilizado por cuerdas que parecían hechas de la misma noche, sombras que se movían alrededor de su cuerpo y lo mantenían fijo al lugar.

El regresar y ver a mis compañeros muertos no me hizo nada de gracia, sobretodo con dos de los que mejor me caían, por supuesto que Bregor fue el que más me dolió ya que tenía sangre de demonio en sus venas.

Escuché la disculpa de Arkon y con un ademán de la mano lancé un haz de fuego que comenzó a consumir los hilos de sombras.

-Debieron de ser sombras sorprendentemente poderosas para inmovilizarte...- dije sin mirar al dragón, mirando ahora el cuerpo inerte de mis compañeros con el pecho abierto, examinando que estaban vacíos, buscando manchas de sangre, ver que habían hecho con sus órganos- que hicieron con sus corazónes? Y como es que les perdonaron la vida a los otros?- podía sonar desconfiado, pero no estaba lejos de la verdad, el no confiar en nadie me había llevado a vivir hasta ahora, abrí el ojo demoníaco de Bregor para ver si aún lo conservaba- a todo esto, donde esta Iato?- pregunté ahora si mirando al dragón.

Mía lloró la pérdida de sus compañeros.  Primero hincada, luego llena de rabia.  

Y luego, después de un rato largo o corto, no sabemos cuánto, su tormenta pasó.  

Suspiró, y tomó de las manos a los otros, elevando una plegaria por los caídos.  A enterrarlos, dijo, con un ritual de luz para que las sombras, el abandono, no vaya con ellos.

Nadie merece quedar así, nunca.   Cuídense sus almas. 

El sonido de la pala acompañó el olor del incienso que prendió para que sus almas fueran guiadas a un buen lugar.

Desperté tras un largo sueño, después de notar cómo algo oscuro permitía la apertura de mis ojos.- ¿Qué ha... pasado?.- dije acabando de despertar mientras algo delante de mis ojos me sobresaltó. Ahí yacían algunos de los que habían sido nuestros compañeros.- ¿Por qué ellos y no nosotros?

El Elemental de Brégor salió de su pecho mientras el dragón se soltaba con ayuda del Íncubo. Todos estaban confundidos.

-Oh, mi... mi amo...

Dijo este con enorme pena. Se hizo grande hasta tener el tamaño de un hombre y miró al resto del grupo. Gladia, la hadita, voló hasta Viento y se posó en su hombro; sus ojos estaban rojos del llanto al ver tan horrible escena.

-No los vi -contestó el Dragón. -Echaron sombras en mi rostro. Sentí mi cuerpo dormirse, temí que fuese el cetro de nuevo.

-No -acotó el Elemental -fueron las Sombras... los vi a través de Bregor. Luchó con valor... les dio tiempo a los otros. Ahora, ahora debo repartir mis dones entre vosotros. Sino lo hago, todo será en vano. Acercáos a mí, dejadme daros el poder que mi Amo una vez tuvo.

Otro elemental comenzaba a salir del cuerpo de Khivit. Mía los enterraría después con su magia, y Iato... no aparecía por ninguna parte. Acaso lo habrían matado también, esperaban que no fuese así.

Después de hacer los rezos por sus compañeros, Mía estaba lista para continuar.  ¡Vamos!  -dijo con firmeza, y enojo contenido.

Del cuerpo de Khivit salió su Elemental. Era un ave Fénix pues el guerrero tenía el don de la vida y la muerte. Sobrevoló a los Elegidos con tristeza.

-Mi señor ha partido...

Dijo, se posó cerca del Dragón.

-Es primordial que mis poderes sean repartidos porque solo con todos los poderes juntos podréis derrotar al Señor de las Tinieblas.

Bajó su cabeza y anunció

-Me repartiré entre vosotros...

De pronto alguien salió de la espesura: era Iato y estaba mal herido, no podía hablar demasiado pues su boca se encontraba tajeada pero así y todo, exclamó:

-Vienen los jinetes de la muerte. Tomad los poderes y huid... ahora

Al ver a Iato me pongo en guardia, aunque al verlo mal herido entendí que nos había comprado tiempo, tal vez hice mal en desconfiar...o no.

-De acuerdo- dije mientras extendia la mano hacía Terreuhon y una luz blanca, semi transparente vino hasta mi y envolvió mi puño para luego entrar en mi cuerpo, sintiendo como si un poderoso terremoto recorriera cada fibra de mi cuerpo.

Luego de eso el Ave Fénix Boreal comenzó a volar alrededor de nosotros mientras algo similar al polvo de diamantes nos bañaba.

Mía aceptó del elemental las bendiciones de Devolver Aliento, y luego pensó en que, así cómo el fénix había convertido la muerte en vida, así le podía pedir el poder de convertir aquellas cosas de muerte en cosas de vida. 

¿Jinetes de la muerte?  ¿Los podemos enfrentar? -preguntó al Dragón y a Iato.  Estaba dispuesta a luchar, y más por el dolor y coraje, pero sabía que hay fuerzas a las que hay que evadir para luego reunir las propias y poder prevalecer.

Mía preguntó si podían enfrentar a los jinetes de la muerte. Iato respondió –no lo considero sabio. Son sombras fugaces, nos deben querer sacar tiempo… tenemos que ir por el Pergamino y de allí a la ciudad. Debemos derrotar al Oscuro Soberano y devolver la paz a la Tierra de Rhosendal tal como dice la profecía.

Mientras Fafnir también era bendecido por la magia del Elemental, Iato continuó.

-Haré lo que decidáis pero os aconsejo que penséis primero en la misión. Ya no somos los seis que éramos, y no sé si eso cambiará el resultado de la batalla final, pero –escupió un poco de sangre, estaba muy herido –no deseo correr riesgos. Subid al dragón, vámonos de aquí.

Viento fue el primero en subir, luego miró al Íncubo, algo le llamó la atención en sus ojos.

-Fafnir, ¿sucede algo?

No quería pensar en los cadáveres, no deseaba decirles adiós. Para Viento la mejor manera de recordarlos era acabar con el verdadero responsable de sus muertes.

Miré a Iato, sin decir nada por unos segundos, luego de eso extendí la mano y dejé fluir fuego hacía los cadáveres de mis compañeros.

-Al menos que tenga un funeral de guerrero...- en ese momento sentí una leve molestia en mi ojo izquierdo y me subí al dragón con la mano sobre este- volvamos a la fortaleza de los orcos, hay algo ahí que nos dejamos y nos va a ser de utilidad...además creo que todos queremos vengar a nuestros compañeros...-

Mía de un salto se subió al dragón y miró hacia todos lados.  Les dejaré un regalo a las sombras, dijo, y lanzó uno de sus nuevos hechizos sobre la hoguera de los guerreros.

Eso los hará no querer volver a acercarse a un funeral y respetar las almas que departen después de haber trabajado con la luz en su vida. 

Se preparó para que salieran volando de ahí.  ¿A rescatar al dragón que nos falta? ¿A derrotar al otro?