Partida Rol por web

Viento oía todo mientras se sentaba sobre el suelo en una actitud de meditación. No era la primera vez que lo había hecho, hace bastante lo habían visto en un trance semejante. Era una forma que él tenía de tomar control de su Elemental. La luna iluminaba débilmente el paisaje y la otra (había dos lunas y dos soles en este mundo) daba un aire espectral a los cuatro guerreros.

Su Elemental entonces salió del cuerpo, como había hecho aquella otra vez. Los rodeó levantando aire y aire, y de pronto se vieron los cuatro alzados por el viento, en un remolino que se elevaba lentamente.

-Os llevaré porque los oscuros se acercan –dijo Rodustfal –fuera de la ciudad os espera el Dragón. Desde allí os llevará al último edificio que debéis explorar en las Tierras del Norte. Durante el vuelo descansad. Necesitaréis vuestra fuerza…

Se vieron elevados por metros en el aire. Viento parecía dormido.

-Cuando bajemos llevad a mi guerrero en brazos hasta el dragón. Estará un poco agotado pero aun conserva mucho de su magia. Debemos salir de aquí.

Cuándo el elemental nos elevó lo miré.

Así que los oscuros se acercan...

-Podrías dejarme un poco relegado del grupo?- le pregunté a Rodustfal - les dejaré un regalo de bienvenida a nuestros enemigos, en memoria de nuestros compañeros...-

Mía se acomodó para que el viento no le desarreglara el peinado.  ¡Lista, vamos!  Yo ya les dejé un regalito antes, ¡malditos!

- Adelante amigo elemental, y agradecerte que estés ahí para ayudarnos. Cuidaremos de tu guerrero, eso es un hecho.- Dije con una leve reverencia antes de levitar.

El elemental alzó vuelo ahora dejando a Fafnir a nivel del suelo. Los guerreros se volvían a separar, esperando que no hubiese más muertes en el camino. Rodustfal dejaría a Tempestad, Mía y Viento del otro lado de la muralla casi entrando en el bosque de hueso, en donde los aguardaba el dragón. Fafnir quien además de la armadura poseía la bola roja de energía que había capturado en el templo de la muerte, podría localizar por sí mismo el templo en el cual lo esperarían el Pergamino. 

Ahora estaban todos del otro lado de la muralla, pero el íncubo más cerca de ella que sus compañeros. El Elemental de aire se desvaneció de nuevo dentro de Viento que salió de su estado de trance.

-Bien... ah... mi cabeza -dijo frotándosela. -¿Seguimos? -preguntó. Ya sabía de la decisión del íncubo puesto que Rodustfal le había comunicado en pensamiento la conversación.

Una vez que me separé del grupo me quedé observando la muralla.

-Bien, empecemos a corrompernos un poco-

Dejando la armadura a un costado di unos pasos hacía la edificio de donde habíamos salido, instantes después cerré el puño y lancé un golpe al aire, haciendo una grieta en el mismo y liberando el poder del terremoto, destruiría hasta los cimientos todo ese lugar, enterrando a todos los que estuvieran viviendo allí, fuesen hombres, mujeres, niños o ancianos orcos, un poco por venganza y un poco porque realmente lo quería.

Fafnir usó un poder muy potente que tenía: como si de un terremoto se tratase, una grieta enorme comenzó a dibujarse en distintos edificios a la vez. Esa grieta se amplió en longitud y se separó aun más y la tierra empezó a temblar como si de un terremoto se tratase. Varios orcos salieron, una mujer orca tenía entre sus brazos dos pequeños bebés. De pronto una roca cayó sobre ella. Un orco grandote y viejo comenzó a intentar rescatarla pero un muro se derribó encima suyo.

Uno de los bebés aun estaba vivo cuando otros orcos, desesperados y aterrorizados, lo pisaron en estampida. La armadura latió entonces, caliente como si fuese un cuerpo vivo, entre las manos de Fafnir.

A lo lejos vio venir unas sombras… eran como caballeros, montados en corceles alados, pero en vez de verse nítidos y definidos parecían borrosos. Se acercaban a paso raudo, mientras otros sobrevivientes orcos gritaban de terror viendo como la mayoría de ellos eran sepultados.

No solo le dolia un poco su cabeza sino que se sentía algo agotado, el sacar a su elemental para que ayudara a todos a cruzar había sido un esfuerzo mas pesado del que había pensado. Pero fue necesario para que pudieran avanzar donde se encontraba ese dragon.

“Espero Fafnir no haga nada tonto…” dijo un poco molesto ya que había sido la segunda vez que se separaba del grupo y eso que la ultima vez había dado un resultado nada agradable. “Aunque con el poder que tiene supongo que podrá volver sin tanto problema.” Se trato de convencer y al resto mientras vigilaba a los alrededores no queriendo ser sorprendido como antes.

“¿Seguimos entonces compañeros?” volvió a preguntar esperando esta vez una respuesta de ellos.

Bien Viento, sigamos nosotros.  Mía empezó a caminar rápido, aunque atenta a todo a su alrededor.  

¿Cómo negociar, cómo enfrentarnos a este dragón nosotros solos? -le confió sus dudas a sus amigos. 

- Vamos, no perdamos más tiempo.- dije impaciente, mis garras querían guerra.

Disminuyo un poco su andar, no porque tuviera la misma duda que su compañera sino que queria dejarlo en claro antes que siguieran avanzando.

"Es una buena pregunta. Es verdad que somos menos pero aun asi si te refieres al dragón que vimos antes entonces simplemente debemos liberarlo del control que lo puso el señor oscuro..." de su mochila de viaje mostro parte del cetro. "Esto nos debería hacer la tarea facil en ese sentido. Pero luego esta el acampado donde se encuentra y que podría estar lleno de enemigos. Eso es otro tema." afirmo aunque tampoco le tenia extremadamente preocupado ya que habian incrementado sus poderes.

"Si hablas del dragon oscuro eso sí que es un verdadero problema, aunque debemos esperar que podamos incrementar nuestros poderes antes de vernos con este tal vez  con el pergamino pueda ayudarnos en ello o sino pidiendo ayuda al dragon que liberaremos ahora." dijo con una sonrisa facil para calmarla tanto a ella como a Tempestad si era necesario y de paso hacerles ver que habia puesto algo de pensamientos a esto. "Igual tendremos que ver como se desarrolla todo y tratar de pensar en equipo, que ha sido lo que nos ha permitido llegar tan lejos. Aunque alguno de nosotros parezca no darle importancia." comento refiriéndose a Fafnir, pero sin abandonar su tono optimista.

Habían salido de la ciudad orca, estaban a unos doscientos metros de distancia del muro. Entraban de nuevo por el bosque de hueso en donde el dragón de hielo los aguardaría. Cierto era que había un segundo dragón, uno aun dominado por el poder oscuro. Ese estaría andando hacia al sur, yendo el camino contrario por el que habían venido.

Podrían tanto ir al sur a liberar a ese especímen o bien primero coger el pergamino. El mismo se encontraba en una fortaleza yendo hacia el norte.

Planeando eso fue que sintieron un crujir de ramas y vieron a Darko que los venía a recibir. La hadita volaba encima del hombro de Viento nuevamente, como le gustaba hacer.

-¿Dónde está Fafnir…? –preguntó ella y entonces sintieron el temblor. Era como una especie de terremoto que venía desde la ciudad que habían abandonado. El dragón oteó a la distancia y contempló el humo saliendo de todos lados.

-Parece que el íncubo tiene sus propios planes –comentó él con aire estudioso-¿dónde ahora? ¿Hacia la fortaleza que guarda el Pergamino o a liberar primero a mi hermano? Iato nos espera en la Ciudad de Rhosendal, él y todos los demás nos asistirán en la última batalla. Pero primero esas dos tareas deberéis cumplir: liberar a mi hermano y conseguir el Pergamino del Poder... el orden es el vuestro.

Al ver venir a aquellos jinetes supe que iban a tener que atravesar la ciudad en ruinas si querían llegar, además de eso no los dejaría acercarse, tras lo que había hecho tenía que descansar, por lo que nuevamente cargué energía y esta vez golpee directamente el suelo, haciendo que se hundiera delante de mis pies, creando una gran grieta por donde no pudieran pasar.

Luego de eso me coloqué un guantelete del armadura, a fin de ver como reaccionaba, si no había problemas entonces me pondría el resto y alcanzaría a mis compañeros.

Vayamos primero a soltar al dragón hermano, que la libertad no debe esperar más.  Su fuerza, quizá, nos ayude a ir por el pergamino.  

Mía parecía no poder soportar la idea de esclavitud estando tan cerca la posibilidad de salir de ella.  

¿Que se sentiría estar así?

 La luz desespera ante las paredes que la detienen, y las baña de colores en vana espera de que les abran.  Por eso salta tan alegre cuando ve ventanas.

Los jinetes comenzaron a ganar distancia. Fafnir entonces usó otro de sus poderes y golpeó el suelo: una grieta comenzó a separarlos y las sombras, subidos en sus caballos igualmente difusos, se tuvieron que detener.

El íncubo probó colocarse un guantelete. Estaba hirviendo pero no quemaba. Al hacerlo la parte de armadura parecía ligera… mucho. En segundo se fundió con su piel y su mano se transformó en una negra, afilada, en un guantelete de un negro brillante.

Los jinetes, del otro lado de la grieta, parecían decir algo entre ellos. Fafnir no podía oír, solamente estaba embriagado por esta sensación de poder. Su mano deseaba golpear, romper, tenía esa necesidad.

Causar dolor… causar sufrimiento. Debía tener cuidado, recordar las palabras de su maestra.

Viento sonrio con alegria al Hada, acercando su rostro con cariño a esta pero sin precipitarse demasiado para invadir su espacio personal. “Tenia que dejar un recuerdo a los orcos, al menos eso dijo.” le respondio con lo poco que sabia que estaba haciendo.

Quedandose meditando en silencio mientras echaba una mirada en direccion al temblor, aunque escuchando lo que decia el Dragon y su compañera. “Estoy totalmente de acuerdo con Mia, iremos primero a liberar al dragon.”

La sensación de poder era embriagante, sentía que podía dejarme llevar por ella, pero en ese momento recordé a Ilitrhya y su advertencia, no tenía que dejarme llevar...pero sería tan complicado, si tan solo un guantelete podía causarme esa sensación de un poder pavoroso no me imaginaba si me ponía el armadura entera.

Miré a los jinetes y cerré la mano enguantada, la cual ahora era una garra de color negro ébano, como si fuese hecha de pura oscuridad.

Apreté los dientes y luego escupí el piso mirando a los jinetes, comenzando a retirarme a fin de volver con mis compañeros.

Mientras Viento le decía a Mía que lo mejor era primero rescatar al segundo dragón y luego ir por el Pergamino, tal como ella también pensaba, vieron caminar hacia ellos a Fafnir. Detrás del íncubo, de la ciudad en llamas solo permanecía en pie una parte. Los ojos del dragón de hielo al que se montarían para ir por el segundo ser de dicha especie, observaron a Fafnir. En lugar de una de sus manos poseía ahora una especie de garra oscura y de aspecto similar al guantelete de la armadura, pero no se veía su extremo, como si fuese parte de la mano del chico.

Mía notó menos el cambio porque su mente estaba pegada a la idea de liberar al otro animal antiguo de la esclavitud, ella no podía tolerar tal cosa. Viento que sí sospechaba algo raro en todo esto vio en la mirada de Gladia, su hadita, que no preguntase nada aún.

-Debemos partir... el sol ya asoma y en estas Tierras las luces de ambos soles son una especie de protección. No demasiada, pero los seres infernales prefieren la noche.    

El dragón se inclinó para que se apearan: ahora irían un poco al sur en busca de su hermano. Con el cetro que Viento poseía la libertad estaba cerca. A último momento llegó el elfo, Iato.

-Perdí a los jinetes de la sombra pero amanece ya... estaremos a salvo. ¡Listo a partir!