Partida Rol por web

El Inquisidor asintió con solemnidad.

-Así me gusta. Ahora esperaremos, pues aún quedan un par de personas por llegar a las que quiero que conozcáis.

Como respuesta a sus palabras, apenas unos instantes después de terminar la última frase la puerta comenzó a abrirse de nuevo. Tanto Kate como Thadius trataron de contener su curiosidad por miedo a la reacción de su superior, pero finalmente ambos acabaron girando la cabeza para contemplar a los recién llegados.

Tras las pesadas puertas aparecieron dos siluetas armadas, un hombre y una mujer. Los dos iban vestidos con ropas similares a las de Kate, pero en lugar de azules las del hombre eran rojas y las de la mujer verde-ocre. Thadius cae entonces en una cosa que había pasado por alto hasta ese momento: las ropas que portan las personas que le rodean son muy similares a las de los mercenarios que viajaban con Barbosa cuando desembarcó en el hangar de la Fragata.

Debido a la distancia era difícil ver sus rostros, pero esto se solucionó cuando Barbosa levantó la mano y con un gesto les indicó que se acercaran.

El hombre vestido de rojo se adelantó con paso decidido y entró en la sala ignorando a los presentes salvo al Lord Inquisidor. Cubría su cabeza con una capucha y su cara con una pesada máscara de hierro que hacía un ligero ruido al respirar. Bajo ella, podía verse una piel oscura llena de cicatrices rectas producto de alguna intervención quirúrgica. En sus manos portaba una carabina láser, aunque la bajó nada más cruzar la puerta.

La mujer lo siguió a escasa distancia, caminando con decisión. Sus ropas eran más gruesas, tratando de ocultar un blindaje militar gastado por el uso e iba mucho mejor armada, con un rifle de asalto entre sus manos y un hacha cogando del cinturón. Sin embargo, a diferencia de su compañero ella no ocultaba su rostro, mostrando un pelo oscuro y una piel lisa y dorada. Sus ojos recorrían la sala divertidos y se detuvieron sobre Thadius con una pizca de curiosidad.

Ambos se detubieron frente a Barbosa y se inclinaron en señal de respeto mientras las puertas se cerraban a sus espaldas.

Raivaros, vestido de rojo, se adelantó con paso decidido y entró en la sala ignorando a los presentes salvo al Lord Inquisidor. Cubría su cabeza con una capucha y su cara con una pesada máscara de hierro que hacía un ligero ruido al respirar. Bajo ella, podía verse una piel oscura llena de cicatrices rectas producto de alguna intervención quirúrgica. En sus manos portaba una carabina láser, aunque la bajó nada más cruzar la puerta.

Lyra lo siguió a escasa distancia, caminando con decisión. Sus ropas eran más gruesas, tratando de ocultar un blindaje militar gastado por el uso e iba mucho mejor armada, con un rifle de asalto entre sus manos y un hacha cogando del cinturón. Sin embargo, a diferencia de su compañero ella no ocultaba su rostro, mostrando un pelo oscuro y una piel lisa y dorada. Sus ojos recorrían la sala divertidos y se detuvieron sobre el hombre de piel azul con una pizca de curiosidad.

Ambos se detubieron frente a Barbosa y se inclinaron en señal de respeto mientras las puertas se cerraban a sus espaldas.

Una vez la puerta terminó de cerrarse, Barbosa volvió a hablar.

-Me alegro de que hayáis acudido tan rápido. Se que las últiamas semanas habéis estado un poco ocupados, pero no había tiempo que perder. Lyra, Raivaros, quiero que conozcáis a Kate y Thadius.

-Thadius -Prosiguió señalando al hobre azul que intentaba ocultar su rostro tras unas gafas de cristales tintados.- Es un psíquico a mi servicio que trabajará con vosotros dos. Su aspecto y formas no son muy... Ortodoxas, pero espero que pueda serviros de ayuda.

-Kate es una arbitradora algo novata, y su misión es procurar que ninguno de vosotros -Detuvo su mirada unos segundos sebre cada uno de los presentes.- Se meta en líos ni llame la atención.

Hizo una larga pausa mientras volvía a recorrer al grupo con la mirada.

-Aún falta una persona por llegar. -Dijo con un suspiro medio de resignación, medio de preocupación.- Él es un hombre experimentado en el trabajo de campo, y será vuestro supervisor. Procurar mantenerle alejado de las tabernas... ¿Alguna pregunta hasta ahora?

Raivaros entro y asintió a lo que Barbosa le dijo. No realizó ningún comentario a ninguno de sus nuevos compañeros. A fin de cuentas... eran simples seres imperfectos de cuerpos blandos...

¿Por que me toca siempre con seres tan inperfectos? ¿Y además un psíquico? Vamos a parecer un grupo de naciones unidas con tanta diversidad de gente... bueno, supongo que mientras pueda investigar la nave, no me quejaré

y así Raivaros continuó sumergido en sus pensamientos, pero atento a lo que pasaba a su alrededor.

Nadie quiso (o se atrevió) a preguntar nada al Lord Inquisidor que tenían ante ellos, así que la última frase quedó seguida de un largo silencio. Este silencio terminó apenas un par de minutos después con una frase de Barbosa y el característico ruido que hacía la puerta de la sala al abrirse.

-Parece que el último convocado ya está aquí.

La pesada puerta metálica terminó de abrirse ante Artellus, quien instintívamente apretó la empuñadura de su pistola y se preparó para lo peor. Con decisión dió un paso adelante y se adentró en la inmensa sala antes descrita. Al fondo de esta, frente al balcón, se alzaba una inmensa figura humana embutida en una servoarmadura ligera llena de emblemas inquisitoriales y pergaminos con sellos sagrados. Sin necesidad de presentaciones, el asesino supuso que ese hombre era el Lord Inquisidor que le estaba esperando, Barbosa.

Delante del escritorio se encontraban cuatro figuras armadas y vestidas de formas distintas. De izquierda a derecha, la primera era una mujer de estatura media y pelo naranja, vestida con ropas azules oscuras que contrastaban con su piel clara y su cabello, y que llevaba enfundadas al menos una escopeta y una pistola de gran calibre.

El siguiente era un hombre alto encapuchado vestido de rojo de pies a cabeza. Llevaba una carabina láser en las manos y un pesado artilugio metálico que le tapaba la cara; no necesitó más para saber que pertenecía al Mechanicus.

A su lado estaba otra mujer, casi de la misma altura que él pero mucho mejor armada. Tenía la piel dorada por el sol y su pelo negro caía sobre sus amplias ropas verdes que ocultaban bastante bien a ojos inexpertos un blindaje cuasi militar. Un hacha pendía de su cinturón junto a una escopeta y llevaba un rifle láser en sus manos. Artellus supuso que se trataba de una furtiva del desierto, o tal vez una mercenaria o incluso una Guardia Imperial.

Por último había un hombre vestido de forma harapienta con ropas grises. Ocultaba su rostro tras unas gafas oscuras, pero daba igual: su piel de tono azulón y su pelo rojo teñido con mechas amarillas o al revés lo hacía destacar entre los presentes. Llevaba una pequeña pistola láser al cinturón como única arma y parecía intentar pasar desapercibido ante las miradas de curiosidad que le lanzaba contínuamente la mujer de su lado.

Artellus se paró a ver cómo reaccionaban ante su presencia y la puerta comenzó a cerrarse de nuevo tras él. Estaba encerrado.

Un hombre de pelo oscuro cruzó la puerta. No era ni alto ni bajo, ni delgado ni gordo, ni guapo ni feo y vestía ropas complétamente normales. El clásico hombre que puedes cruzarte todos los días al ir a casa y sin embargo nunca recordarás haberle visto antes. Sin embargo ahora portaba una pistola en sus manos y estaba cubierto de sangre desde los pies a la cabeza. Entró en la habitación tras mirar a Barbosa y sin cruzar palabra, y se quedó en el centro de la habitación sin acercarse a vosotros y con el arma preparada para disparar al menos movimiento.

Finalmente la puerta se terminó de cerrar y Barbosa habló por fín.

-Caballeros, os presento a un auténtico muerto viviente. Artellus. Este hombre -Dijo señalando al recién llegado.- Ha sido uno de los más eficientes informadores y asesinos con los que hemos contado en los últimos años. Y lo mejor es que hasta hoy nadie conocía su rostro ni su paradero.

Tomó aire y se acercó a la mesa lentamente antes de seguir hablando.

-Sin embargo, hoy ha ocurrido lo impensable. Alguien ha vendido su paradero y, evidentemente, ha sido sentenciado a muerte por los múltiples enemigos del Emperador. Esa es la razón por la que nuestra propia base está en alarma ahora mismo: un agente infiltrado ha intentado acabar con Artellus según llegaba. El mismo hombre que te guió desde la recepción hasta tu habitación, Kate. -Dijo señalando a la mujer de pelo naranja.

-Por suerte -Prosiguió-, yo he sido más rápidos que ellos. Mis hombres mataron al asesino después de que identificara a Artellus y recibiera la orden de acabar con él, pero justo antes de que reportara su fracaso. Hoy Artellus ha muerto a ojos de nuestros enemigos. Y todos vosotros con él.

Barbosa se sentó en en la silla tras el escritorio y tecleó un par de cosas. Como respuesta a sus acciones apareció sobre la mesa una serie de imágenes holográfica.

-Todos los aquí presentes sabéis quiénes somos y a qué nos dedicamos. Somos la Inquisisción, y servimos al Emperador. Protegemos al Imperio.

En la imagen apareció de pronto el sistema Calaxis, donde os encontráis ahora.

-Y ahora un mal ancestral ha puesto sus ojos en nuestro sector. Fijaos en esto. -Señaló con la mano a una estralla brillante que se movía por la zona externa del mapa.- Esto que véis aquí es la estrella maldita de Komus, también conocida como Dark Sun o La Estrella Tirana. ¿Alguien sabe de qué estoy hablando? -Ante el silencio sepulcral que siguió a la pregunta Barbosa asintió.- Bien, porque si lo supieráis ahora mismo os habría matado.

-Voy a contaros una historia. O al menos la parte que os interesa saber de la parte que yo he llegado a conocer. La historia de la Herética Tenebrae.

LA HERÉTICA TENEBRAE

Existe en lo más prufundo de Bastión Serpentis una antigua profecía conocida como Propheticus Hereticus Tenebrae a la cual contadas personas han llegado a acceder en su vida. Sin embargo, cuando fue creada un grupo de eruditos copiaron segmentos sin permiso y la distribuyeron por el universo. A raiz de estos fragmentos aparecieron los contempladores de estrellas; La Cábala Tiranista.

Esta secta herética viaja por el Imperio extendiendo su falso mensaje y exparciéndose como una enfermedad por allí donde pasa Komus. Su misión es recopilar toda la información posible del Dark Sun y de los efectos que producen sus apariciones. Y esta secta ha llegado al sector Calixis. Desde los matones de las subciudades hasta los más altos cargos políticos, desde los criminales hasta los dirigentes del ejército, desde la chusma hasta la propia Inquisición han sido contaminados.

No es mucho lo que se conoce de la verdadera profecía, pero por cada palabra de esta hay una interpretación diferente y cada cual más perversa. Dice la profecía que Komus es el heraldo de la castástrofe, un augurio de la oscuridad que se avecina y que devorará todo cuanto encuentre a su alcance. Esta estrella ha aparecido 18 veces en el último siglo solo en el sector Calaxis, y cada vez que lo ha hecho el número de psíquicos que nacen ha aumentado exponencialmente, los volcanes han entrado en erupción, las tierras se han abierto, los mares han arrasado ciudades, los soles han desatado violentas tormentas solares y las naves se han extraviado en el Inmaterium. Una de esas naves fue la Fragata XVII, que intentó recoger un fragmento metálico que podía haber sido arrastrado por la gravedad de Komus hasta aquí.

Los Altos Inquisidores, incluyendo el Maestre Zerbe quien ahora mismo posee la profecía original, se han encargado de borrar la huella de Komus en todas sus apariciones anteriores. Pero ahora ninguno de ellos está cerca y el Dark Sun se está adentrando más que ninguna otra vez. Debido a que en la profecía se menciona que "la oscuridad de Komus devorará todo" mucha gente cree que se refiere a los tiránidos (de ahí puede venir el apodo "La estrella Tiránida"). Otros, la versión más extendida y con más interpretaciones diferentes dentro de ella, creen que se trata de la disformidad y del Caos lo que acompaña a la estrella. Los más excéntricos hablan incluso de los Edlar o cosas aún peores. Y nadie sabe a qué nos vamos a enfrentar esta vez.

Barbosa hizo una pausa tras acabar de contar la historia.

-Sabemos que una nueva secta más radical que La Cábala Tiranista se está apoderando del sector entero. Pero lo que ya no sabemos es qué es lo que persigue, y me temo que nunca lo averiguaremos. Muchos de mis seguidores han sido asesinados, han desaparecido o han reportado que están siendo vigilados; ¡alguien dentro de la Inquisición está ayudando a los herejes!

-Es por eso que necesitaba un equipo nuevo, que nadie conociera y que todos diesen por muertos. Un equipo que actúe no solo fuera de la ley del Emperador, si no que actúe incluso fuera de la ley de la Inquisición. Algo como muy pocas veces se ha visto antes: Una célula fantasma.

-Cada uno de los aquí presentes posee unas habilidades que complementa a todos los demás: Kate es arbitradora, conoce las leyes y tiene autoridad frente al mundo e inmunidad legal; Lyra es una mercenaria que ha demostrado su valía en combate; Raivaros es un tecnosacerdote que está preparado para investigar posibles piezas de tecnología como la recogida por la Fragata XVII; Thadius es un psíquico; y Artellus es un asesino entrenado y con gran experiencia en trabajo de campo con la inquisición. Él será el líder de la Cálula XVII, y los demás solo responderéis ante él o ante mí.

-¿Queda claro?

Los ojos de Artellus no se separaron en ningún momento de la figura del inquisidor, fijos en el hombre que les estaba relatando la historia por la cuál lo más probable es que, sabiendo que la inquisición no manda a un inquisidor a hacer trabajos en los que haya probabilidades de sobrevivir para un hombre normal, morirían tarde o temprano.

Cuando Barbosa terminó de hablar Artellus acarició el mechón de pelo sujeto a una pequeña pieza de acero que colgaba de su cuello mientras miraba la figura armada del inquisidor y tras un leve movimiento de labios, como si recitara entre dientes algún pasaje del Lectio Divinatus, miró a sus nuevos compañeros mientras dirigía su mano del mechón de pelo a la empuñadura de la espada que colgaba de su cinturón, dejándola reposar allí, echando en falta algo que llevarse a los labios para regar su garganta.

"Compañeros...en que momento he pasado de asesino a líder de una célula fantasma...", dejaban trasmitir sus ojos a aquellos que por azares del destino se encontraban ahora bajo su responsabilidad.

Sin embargo ningún sonido emergió de sus labios, que permanecían cerrados, como si esperase que fueran ellos los primeros en comentar lo que el inquisidor acababa de relatar, y sobre todo, en opinar sobre él mismo y su situación...

Kate escuchó con atención todo lo que Barbosa les estaba contando, concentrada en memorizar todo lo posible. Así que un equipo... la joven arbitradora se sentía como una niñera. ¿Tendría que estar pendiente de que ninguno de ellos se metiese en líos? Sin contar con que aquel asesino... Artellus, tomaría las decisiones a acatar.

La chica sonrió. Al fin y al cabo era un nuevo reto. Lo haría lo mejor posible y haría desaparecer a aquella extraña secta que molestaba tanto a la Inquisición a la que servía. Miró uno a uno a sus compañeros. Sí que eran un grupo extraño... y quizás por eso llegasen a ser tan fuertes como se necesitaba para la misión. Finalmente miró a Barbosa, se inclinó haciendo una pequeña reverencia y, mirando al suelo, le respondió:

- Todo claro, señor.

En el rostro de Lyra se dibujaba una sonrisa perspicaz, había grabado en su mente cada palabra de Barbosa, pero a la vez sus ojos sondeaban las caras de sus compañeros. Lyra veía información, detalles, después se cercionaría si eran ciertos.

El relato del inquisidor no aplacó su sed de acción, que de hecho, se encendió aún más, aquello se le antojaba más divertido incluso de lo esperado.

-Trabajar en la clandestinidad... eso nos impedirá hacer mucho ruido, bien pues mataremos en silencio.

En sus cavilaciones dirigió su mirada a la figura de Barbosa

-Hay demasiados peces gordos implicados en esto, demasiado en juego, demasiado lo que no se nos ha dicho.

Sin embargo, la mercenaria secundó a la mujer y respondió a su vez a la pregunta del Inquisidor:

-Sí, señor.

Raivaros escuchó la historia atentamente, muy curiosa aquella estrella negra y sus efectos, seria interesante estudiarla... luego habló de la secta... no era algo que le gustase mucho hacer, pero..

-A fin de cuentas, el verdadero dios es el dios maquina... y quizás esos estupidos si se han infiltrado en la inquisición tenga en su poder algo de esta que podria serme hutil...

Luego nombró al asesino jefe del grupo... no estaba deacuerdo, esra un simple carne blanda.. ¿un asesino estupido y sin cabeza ser el lider? Habria preferido al psiquico o incluso a la arbitradora... realmente esperaba ser él el lider del grupo, pero tampoco le iba a afectar mucho, un simple asesino estupido no seria muy dificil de engañar para poder hacer lo que uno quiera haciendole pensar que hace lo que él quiere, a si que solo dijo.

-Si, señor.

Y esperó a que este les diese las primeras ordenes al grupo, o los mandara retirar y el asesino estupido dijese algo como lider... si, la verdad es que será gracioso verle intentar ser un lider...

Barbosa asintió complacido.

-Bien, me alegra que lo entendáis tan rápido. Cada uno de vosotros tenéis en vuestro poder una marca inquisitorial que os permitirá el acceso a cualquier lugar y os puede liberar de cualquier obligación para con la justicia. Sin embargo, esas acciones no pasan desapercibido y pronto os conocerán si abusáis de ellas. En cuanto el enemigo sepa de vuestra existencia no dudéis que os querrá fuera de juego. No podéis confiar en nadie que no sea yo, recordarlo.

El Lord Inquisidor cogió un dossier de encima de la mesa y lo acercó hasta el otro extremo de esta.

-Artellus, en esta carpeta se encuentran varios informes acerca de la situación actual; uno de ellos fueron hechos por Lyra y Raivaros y otro procede de la información aportada por un... compañero de Thadius. El resto son las pocas pistas fiables de las que dispongo respecto a este asunto. Quiero que la leas y pongas a tu equipo al tanto de la situación antes de comenzar a investigar nada.

Luego Barbosa se puso en pié y con un gesto de la mano las puertas comenzaron a abrirse de nuevo.

-Antes de iros os recomiendo que paséis por la armería. Raivaros puede guiaros hasta allí. Luego os dirigiréis a lo alto de la torre de la prisión donde os espera un trasporte para sacaros de aquí discretamente. Una vez fuera estaréis solos. El piso franco de Artellus es seguro por el momento, pero no deberíais quedaros allí por mucho tiempo.

Antes de salir por la puerta, a modo de despedida añadió.

-Si descubrís algo o necesitáis ayuda, en la última página del archivo os indico cómo poneros en contacto conmigo. Buena suerte ahí fuera, y que el Emperador guíe vuestros pasos.

Raivaros miró al resto... tenian que ir a la armeria...

-Por aqui

No dijo nada mas... no tenia nada mas que decir, el no era el lider a fin de cuentas... además, el hecho de que hubiese un maldito psiquico en su grupo y que el lider fuese un asesino de mente hueca le molestaba... eran todos unos seres muy simples...

Lyra siguió tras Raivaros con decisión y sin mirar a los demás, aunque a cierta distancia. Sabía que su compañero no esperaría por nadie y estaba deseando hacerse con un equipo nuevo y, ante todo, probarlo.

-Espero que nos encontremos muchos a los que haya que cerrarle la boca o abrírsela para hacerle cantar, ambas me sirven.

Siguió avanzando en una marcha impaciente, mientras meditaba cúales serrían sus siguientes pasos, y cuáles constituían la mejor opción para acercarse a aquella secta de forma inapreciable, sin hacer ruido, pero con los oídos alerta.

Artellus observó al tecnosacerdote moverse hacia la salida sin esperar respuesta por parte de sus compañeros, ni siquiera esperó a que se levantaran, sin embargo sabiendo lo poco que sabía sobre esos servidores del dios máquina no le extrañaba su comportamiento, eran todos raros hasta decir basta. 

Se levantó y comenzó a andar detrás de su compañero.

Kate observó al tecnosacerdote durante unos instantes, dubitativa, hasta que Artellus, el líder, comenzó a seguirle. La chica supuso que no quedaba otra alternativa. Las órdenes eran las órdenes, por lo que también fue detrás de sus nuevos compañeros.

Los cinco integrantes del grupo llegaron sin encontrarse con nadie hasta el almacén, donde recogieron aquello que a cada uno les pareció útil. Raivaros, como tecnosacerdote, se negó a vestir ropas que no fueran una túnica roja, y pensando que eso era algo común, Thadius decidió vestirse con una púrpura con estampado plateado brillante.

Artellus cogió unas ropas limpias y se lavó las manchas de sangre de la cara, mientras las dos mujeres cogían algo más "cómodo" que el uniforme de adepto.

Luego, tras guardar sus pertenencias en recias mochilas salieron camino al hangar de lo alto de la torre. Allí les esperaba un helicóptero de la Guardia con los rotores en marcha y un piloto que les indicó que subieran.

-¡Vamos! Tengo que recoger una escuadra de asalto para asegurar al perímetro. ¡No tenemos todo el día!