Partida Rol por web

-De acuerdo- asintió Lyra, respondiendo automáticamente y sin prestar atención. Los ojos de la guerrera ya estaban escudriñando la inmundicia de aquellas calles y a sus singulares viandantes.
Había reducido la velocidad sutilmente y eso le permitió captar cualquier indicio de que alguien pudiera converitirlos en diana.
A unos pocos metros divisó lo que se asemejaba a un porche cubierto de escombros, esquivó el putrefacto cadáver de un gato que yacía en la calzada y de una sola maniobra aparcó el coche, pero no apagó el motor, sus manos rozaron su rifle y de nuevo miró el callejón.
-Vamos a jugar--sonrió.

Los tres se bajaron del coche entre las sombras que proyectaba el cochambroso sistema de iluminación del lugar. La calle en la que habían dejado su vehículo aun estaba medianamente asfaltada, aunque las grietas que recorrían la calzada actuaban como badenes de la superficie. A ambos lado del grupo la calle seguía hasta perderse en la lejanía, atravesada por doquier por centenares de calles perpendiculares.

A pesar de ser todavía apenas medio día, el silencio reinante era brutal. Apenas se escuchaban vehículos, y las pocas tiendas que había abiertas se reconocían por sus cancelas a medio bajar. Apenas nadie caminaba por la calle, a parte, claro está, de los mendigos y enfermos que pululaban por el lugar buscando cualquier cosas que llevarse a la boca.

Comenzáis a caminar, buscando cualquier sitio por donde comenzar vuestra investigación, y no tardáis en percataros que los transeúntes se cambian de acera o incluso de calle para evitar acercarse mucho a vosotros. En un lugar en el que pueden asesinarte por un puñado de tronos, es normal mantener las distancias.

No tardáis en llegar hasta un pequeño y maloliente tugurio, cuya entrada está bajando unas empinadas escaleras. Os habéis decidido por ese lugar en vez de por cualquier otro de los que crecen por doquier por una simple y llana razón: de las entrañas de la parte baja de las escaleras sube ondeando una fina columna de humo con un olor muy característico. La llaman "Hoja de Vais", y esta planta se está convirtiendo en una droga barata muy consumida en el planeta.

Artellus olisqueó el aire con una expresión que denotaba una clara animadversión hacia quienes se encontraban bajando las escaleras, si bien el hombre no se privaba de beber hasta caer dormido en una silla de su propia casa no parecía guardar el mismo interés por ciertas drogas, y la "Hoja de Vais" parecía ser una de ellas.

Se rascó la barba como pensativo y después pasarse la mano por la nuca introdujo su mano en el chaleco, colocando la pistola lo mejor posible para la ocasión, un rápido repaso a lo que llevaba encima siguió a esa acción. Cuando terminó con un leve movimiento de cabeza indicó a sus compañeras que bajaban.

Mientras bajaban no pudo por menos que comparar el descenso al tugurio con el descenso a los infiernos que, en su tierra natal, esperaban a quienes no eran fieles y puros tal y como el Emperador mandaba. Instintivamente su mano derecha buscó su colgante, acariciandolo mientras sus labios se movían en silencio recitando viejas enseñanzas de su niñez. El humo blanquecino, característico de la "Hoja", daba la impresión de que la sala inferior estuviera consumiendo sus últimas brasas, "un camino de dolor para los pies descalzos de los condenados a través del desierto, camino a las fauces de aquel que todo lo devora y que rehuye la luz divina", recordó que le habían enseñado en su pueblo natal cuando era un niño, luego alguien le había dicho que aquello no era más que una alusión a la Batalla de Macragge y la llegada de la flota Behemoth, hechos acaecidos hacía tanto tiempo que los pueblos del desierto las habían introducido en el folklore; también recordó que aquel hombre no vivía ya, no desde que puso en entredicho al Emperador delante de él, después de aquello empezó el camino que le llevaría a ser lo que era hoy.

Cuando vio la puerta que daba de las escaleras al garito guardó su colgante dentro de la camiseta y con la misma mano empujó levemente la puerta.

Artellus abre la puerta y entra seguido por las dos mujeres. El lugar encaja perfectamente con la definición de antro. Las viejas paredes agrietadas se mantienen gracias a multitud de chapas apiladas unas sobre y un improvisado segundo piso ha sido construído con lo que parecen ser escombros sacados de otros edificios o incluso vehículos el el hueco dejado por lo que debió ser el primer piso antes de derrumbarse el techo. Al fondo se encuentra la barra y a vuestra izquierda hay una mesa de billar. No hay mesas ni sillas, aparte de un par de taburetes en la barra, y la gente está tirada por el suelo sobre esterillas y mantas.

Apenas hay iluminación, aparte de de la luz de la calle que entra por las gritas de las paredes y del extractor de humos situado sobre la puerta. Solo una lámpara ilumina la barra y otra el billar. Al rededor de ambas se encuentran varios hombres de aspecto rudo y desagradable, bebiendo, fumando y boceando. No parecen darse cuenta de vuestra presencia hasta que el barman levanta la mirada hacia vosotros.

El lugar estaba peor que el piso donde habían pasado la noche. Y pasar desapercibidos ya no era una opción.

Miró a sus compañeros y se encogió de hombros. Luego entró, observando todo a su alrededor. Quizás lo mejor era pedir una copa, aunque no se diese ni un sorbo.

Se acercó a la barra y saludó al camarero con un ligero movimiento de cabeza.

- Una copa de lo que tengas. -Luego miró a Artellus. Ya que él era el cabeza del grupo, decidió esperar a que él tomase el resto de la iniciativa.

Artellus se rascó la nuca mientras se acercaba hacia la barra al lado de Kate. Apoyo una mano en la mugrienta superficie con unas pocas monedas y miró al camarero.

Dame un doble fermentado de Baal y cóbrate lo de la señorita.

Se dio la vuelta y observó el lugar detenidamente. Definitivamente daba asco, haría vomitar hasta a una cucaracha y no el humillo hacía que su sentido del olfato se sintiera abrumado por el penetrante olor de la droga así como sus ojos se enrojecían levemente en contacto él. No le hacía ni puta gracia estar allí, ese tipo de sitios era donde las misiones empezaban a ser feas, matar a un tipo rico en un sitio limpio es agradable, pero que te hieran tipos cuyo propia saliva es veneno no es gracioso, y mucho menos limpio.

En medio de esos pensamientos miró a los tipos que estaban en el billar y cuando recogió la bebida pedida los hizo un gesto con la cabeza.

¿Os apetece jugar una partida?

Kate miró hacia el billar cuando Artellus les preguntó.

- Si, parece buena idea.

Se apartó de la barra, limpiándose la parte que había tocado la barra. Había zonas pegajosas y por algunos lados la chaqueta se le había llenado de aquella pringosa sustancia. Evitó poner cara de asco e intentó disimular su asco.

Lyra había descendido junto a sus compañeros a aquel hediondo e inmundo lugar sin inmutarse, aunque debía reconocer que allí la mugre casi se podía respirar y cada bocanada de aire hería. Con todo ningún gesto se asomó por el rostro de la mujer.
Pasando por alto aquellas minucias, la atención de Lyra se focalizó en cada individuo y en cada punto del bar tal y como le ordenaba su instinto. Un mal presentimiento la abordaba e igual que cuando se hallaba en el desierto, aquello no auguraba nada bueno, pues la intuición de la guerrera no fallaba.
Lyra miró a Artellus un momento y, tras un segundo, decidió no decirle nada. -Rrecrearemos algo más que diversión aquí...
-Que empiece el juego

Uno de los hombres que se encuentra en la barra le corta el paso a Kate y le escupe el humo de lo que sea que está fumando a la cara. Por la cara de la mujer, sus compañeros pueden darse cuanta que la combinación de olor rancio del hombre, humo y aliento debe ser mortal. Sin embargo, el altercado termina ahí, cuando el hombre se retira de nuevo a la barra con un coro de risas proveniente de sus compañeros.

Los matones que están jugando al billar siguen a lo suyo, salvo uno que se acerca a Artellus y las chicas. No es el más alto de los que le rodean, pero parece algo más listo. Viste similar a sus compañeros: ropas gastadas y acolchadas, sin ningún tipo de marca distintiva y decoradas con una multitud de manchas de diversas procedencias. Sujeta el palo de billar apoyado en su hombro y lleva una pistola al cinturón.

-Aquí ya somos suficientes para jugar, no necesitamos a nadie más. Y menos a un nuevo chulo intentando quitarle el territorio al Centollo. ¿Lo pillas?

Artellus enarca una ceja mientras las palabras terminan de salir de la boca del matón.

Curioso gilipollas...

Tranquilo. Yo iba a jugar al billar, ellas, como mucho, iban a mirar mientras las miráis. Sois tres, ¿por que no jugamos cuatro y mientras tanto me cuentas quien es el Centollo?-le dice mientras una sonrisa deja a la vista los dientes bajo su poblada barba. Sus manos, como si quisiera señalarse a si mismo han levantado ligeramente las solapas del chaleco, escondiendo que realmente se han acercado a las empuñaduras de la pistola y el cuchillo que siguen ocultos en el chaleco. Con esa pose no sólo parece una chulo putas, si no que además parece un chulo putas gilipollas, y novato, muy novato.

Si este mamón saca un arma le vuelo los huevos...aunque probablemente intente partirme la cara...de intentar algo claro...

Los hombres que están tras él rompen a reír a carcajadas.

-Bueno, si el pobre idiota quiere palmarla, no somos nosotros quienes para impedírselo -Dice uno de ellos.- ¡Eh! ¿Habéis escuchado eso? ¡Este idiota no sabe quién es el Centollo!

Los de la barra ríen de nuevo la broma cuando la escuchan y podéis ver cómo el barman quita las botellas de encima de la barra disimuladamente. El tipo más bajito que habló antes vuelve a tomar la palabra tras las risas.

-Mira, vamos a hacer esto por la buenas y así nadie tendrá problemas. ¿Por qué no nos invitas a todos a una o dos rondas, dejas a tus chicas aquí un rato y te vas por donde has venido? Mañana nadie se acordará que te has pasado por aquí. Todos salimos ganando.

-Menudo paquete, ¿Cómo se puede ser tan jilipollas? A este le sacamos lo que queramos -pensó mientras evitaba esbozar una sonrisa.

-¿Acaso te da miedo perder?-picó Lyra.

Uno de los hombres del fondo contesta a las palabras de Lyra con un grito.

-¡A ti nadie te ha dicho que hables, zorra!

Los hombres de la barra se acercan por detrás vuestro y os cierran la salida, mientras que los del billar se colocan tras el que estaba hablando en un principio. El barman desaparece hacia la parte de atrás, posiblemente un almacén, mientras algunos de los matones apartan sus chaquetas mostrando sus armas. Nada de gran calibre, y algunos ni siquiera llevan armas de fuego, pero no quita que sean muchos.

-Yo nunca pierdo, guarra.

El que parece el jefe, el bajito que hablaba con Artellus, hace un gesto para que se calle el bocazas del fondo y vuelve a tomar la palabra.

-Tus chicas no van muy bien vestidas, payaso, y eso que la zorra lleva bajo el abrigo... Diría que es un arma. -Añade señalando al rifle de la salvaje.- Volveré a repetirlo, esta vez más claro, por si eres alguna especie de retrasado mental: diles a tus chicas que se desnuden, suelta la pasta y te largarás entero. ¿Me entiendes?

A la mierda la tranquilidad...

Por que no nos relajamos un poco...-dice Artellus sin mover las manos de sitio, con las palmas de las manos mirando hacia el capullo que tengo delante a modo de gesto tranquilizador.

Que esta zorra tenga más boca que cerebro no tiene que significar que no podamos entendernos tu y yo, ¿no crees?-dice con una media sonrisa.